telesur
- 26/02/2019
El pasado fin de semana
fue terrible para la Casa Blanca y sus impresentables capataces del
sur del río Bravo, el apropiadamente llamado “Cartel” de Lima
dada la estrecha vinculación que algunos de los gobiernos que lo
integran mantienen con el narcotráfico, especialmente el colombiano
y, antes del advenimiento de López Obrador, el de Peña Nieto en
México. El sábado los estrategas estadounidenses decidieron
organizar, para el 23 de Febrero, un concierto con algunas de las
celebridades consagradas por la industria musical maiamera. El evento
atrajo a unas 25.000 personas, la décima parte de lo esperado,
divididas jerárquicamente en dos categorías claramente demarcadas.
El sector VIP donde fueron a parar presidentes –Duque, Piñera,
Abdo Benítez- ministros y jerarcas del Cartel y, doscientos metros
más atrás (sic!) el resto del público. (ver:
https://www.laiguana.tv/articulos/438246-concierto-aid-live-fotos-tarima-vip-publico-general/
) El organizador y financista del espectáculo fue el magnate
británico Richard Branson, un conocido evasor de impuestos y
acosador sexual que contrató a una serie de cantantes y grupos de
derecha entre los cuales Reymar Perdomo, "El Puma"
Rodríguez, Chino, Ricardo Montaner, Diego Torres, Miguel Bosé,
Maluma, Nacho, Luis Fonsi, Carlos Vives, Juan Luis Guerra, Juanes,
Maná y Alejandro Sanz, que compitieron con fiereza para ver quién
se llevaba el Oscar al lambiscón [adulador] mayor del imperio.
Este concierto se suponía
que crearía el clima necesario para facilitar el ingreso de la
“ayuda humanitaria” preparada en Cúcuta por los estadounidenses
y sus sirvientes del gobierno colombiano. Pero no fue así, y por
varias razones. Primero, porque tal como lo afirmara la Cruz
Roja,sólo puede enviarse ese tipo de ayuda, cuidadosamente
fiscalizada (cosa que no se hizo, además) si el gobierno del país
que va a recibir cargamento lo solicita. En el mismo sentido se
explayó el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. Y,
segundo, porque el gobierno bolivariano no lo hizo porque sabía muy
bien que Estados Unidos utiliza esa “ayuda” para introducir
espías, agentes encubiertos disfrazados de médicos y asistentes
sociales y para-militares en el territorio de sus enemigos y, por
supuesto, no iba a consentir esa movida.
Además, si efectivamente
la Casa Blanca tuviera un interés genuino en ofrecer una ayuda para
aliviar los sufrimientos de la población venezolana tiene en sus
manos un recurso mucho más sencillo y efectivo: levantar las
sanciones con las cuales ha estado agobiando a la República
Bolivariana; o abolir el veto que imponen a las relaciones
comerciales internacionales; o devolver los enormes activos de las
empresas públicas de ese país confiscados, en un acto que sólo
puede calificarse como un robo, por decisión del gobierno de Donald
Trump o de autoridades como las del Banco de Inglaterra que se
apropió del oro venezolano depositado en su tesoro valuado en algo
más de 1.700 millones de dólares. La rabiosa reacción de la
derecha ante el fracaso de la operación “ayuda humanitaria” fue
tremenda. El propio narcopresidente Iván Duque saludaba desde las
alturas del puente internacional a las bandas de delincuentes
contratados para producir desmanes mientras preparaban sus bombas
molotov y aceitaban sus armas. Cuando ante la firme resistencia de
civiles y militares bolivarianos se consumó el fracaso del operativo
norteamericano el lumpenaje, protegido por la Policía Nacional de
Colombia, tomó al puente por asalto y procedió a incendiar a los
camiones que traían la “ayuda humanitaria”. Como era previsible,
la prensa culpó del hecho al gobierno venezolano: ahí están las
fotos publicadas por toda la canalla mediática mundial con el
correspondiente epígrafe satanizando la barbarie chavista y
ocultando a los verdaderos responsables de la barbarie. (ver video
sobre el tema en: https://youtu.be/fxTDm11_rmE)
Mientras tanto, en perfecta coordinación, los ocupantes de una
tanqueta de la policía bolivariana arremete contra las vallas que
había en el puente para facilitar la “espontánea” deserción de
tres policías buscando asilo en la tranquila y próspera Colombia.
La prensa, empero, nada dijo de los atentos “directores de escena”
que, desde el lado colombiano del puente, les indicaban a los
desertores cómo debían actuar, por donde entrar, qué decir y les
gritaban “¡levanta el arma, levanta el arma!” para que quedara
en evidencia que eran policías o militares bolivarianos que huían
de la “dictadura” de Maduro. Todo esto está rotundamente
documentado en un video que, por supuesto, la “prensa seria” se
ha cuidado muy bien de reproducir. (ver
https://twitter.com/OrlenysOV/status/1099505029663412224?s=19
)
En resumen, un fiasco
diplomático descomunal e inocultable que, para desgracia de la
tropa comandada por Trump sería apenas el preludio de otro aún
peor.
Guaidó, el títere interino |
Nos referimos a la tan
publicitada reunión del Cartel de Lima en Bogotá, que para su
eterno deshonor fue presidida por el Vicepresidente de Estados
Unidos, Mike Pence, cosa de que quede bien establecida la naturaleza
patriótica y democrática de la oposición venezolana. El vice de
Trump llegó a Bogotá para reunirse, en patética demostración de
la vertiginosa declinación del otrora enorme poderío estadounidense
en la región, con un grupo de segundones. En otras épocas, la
llegada de un emisario de altísimo nivel de la Casa Blanca hubiera
desatado un arrollador “efecto manada” y uno tras otros los
nefastos presidentes neocoloniales hubieran corrido en tropel para
llegar lo antes posible al besamanos oficial. Pero los tiempos han
cambiado y Pence sólo pudo estrechar manos con su desprestigiado
anfitrión y con el cómico bufón del magnate neoyorkino, el
autoproclamado “Presidente Encargado” Juan Guaidó. El resto
eran gentes de rango inferior: cancilleres e inclusive
vice-cancilleres que con las mejores caras de circunstancias
escucharon, con fingida solemnidad, la lectura del acta de defunción
del plan golpista estadounidense y, casi con seguridad, del propio
Cartel de Lima, habida cuenta de su comprobada inutilidad. El
documento, leído con desgano y en medio de un clima deprimente,
volvía todo a fojas cero y re-enviaba la cuestión al laberinto sin
salida del Consejo de Seguridad de la ONU.
Un fracaso gigantesco del
gobierno de Estados Unidos en un área que algún troglodita del
norte llamó no sólo su “patio trasero” sino su “puerta
trasera”. Los plazos para la “salida” de Maduro (primero
planteados por Pedro Sánchez, desde Madrid y luego reiterados por
Trump, Pompeo, Pence, Bolton y todos los hampones que hoy se cobijan
bajo las alas del presidente norteamericano) se disiparon como una
vaporosa niebla matinal bajo el ardiente sol del Caribe venezolano.
No sólo eso, ante las evidentes muestras de la declinación del
poder imperial los lacayos neocoloniales optaron por ponerse a salvo
del desastre y en un gesto inesperado declararon su oposición a una
intervención militar en Venezuela. Los bravos guerreros del sur
percibieron que en sus propios países una intervención gringa en
Venezuela -aún bajo la infructuosa cobertura de una operación de
“fuerzas conjuntas” con militares colombianos o de cualquier otro
país- sería impopular y les ocasionaría serios costos políticos y
optaron por salvar sus expuestos pellejos y dejar que Washington se
encargara del asunto.
¡Qué puede hacer ahora
Trump? Víctima de su verborragia y la brutalidad de los torvos
gangsters que lo asesoran y aconsejan, ¿extraerá ahora a la última
carta del mazo, la opción militar, esta que siempre estuvo sobre la
mesa? Difícil que un personaje como él admita tan impresionante
derrota diplomática y política sin un gesto violento, una puñalada
artera. Por lo tanto, no habría que descartar esa posibilidad aunque
creo que la probabilidad de una invasión estilo Santo Domingo 1965 o
Panamá 1989 es muy baja. El Pentágono sabe que Venezuela no está
desarmada y que una incursión en tierras de Bolívar y Chávez no
sería lo mismo que la invasión en la inerme Granada de 1983 y
ocasionaría numerosas bajas entre los invasores. Escenarios
alternativos: (a) provocar escaramuzas o realizar bombardeos tácticos
en la larga e incontrolable frontera colombo-venezolana; (b) subir
un escalón y atacar objetivos militares dentro del territorio
venezolano, desafiando empero una represalia bolivariana que podría
ser muy destructiva y alcanzar, inclusive, las bases que EEUU tiene
en Colombia o las que la OTAN tiene en Aruba y Curazao; o (c)
sacrificar a Juan Guaidó, desecharlo debido a la inutilidad de toda
la maniobra, y culpar del magnicidio al gobierno bolivariano.
Con
esto se buscaría crear un clima mundial de repudio que justificaría,
con la ayuda de la prensa canalla, una operación militar de vasta
envergadura. Claro que esta sería una jugada de altísimo costo
político porque la credibilidad que tendría el gobierno de Estados
Unidos ante un hecho de este tipo es igual a cero. Si Washington hizo
estallar al acorazado Maine en la Bahía de La Habana en 1898
(enviando a la muerte de 254 marineros) para justificar la
declaración de guerra contra España y quedarse con Cuba; si para
entrar en la Segunda Guerra Mundial el presidente Franklin D.
Roosevelt consintió en permitir que la Armada Imperial Japonesa
atacara “por sorpresa” a Pearl Harbor en diciembre de 1941
ocasionando la muerte a unos 2500 marineros e hiriendo a otros 1300,
¿quién podría creer que si algo malo le sucede a Guaidó, que
nadie desea, el culpable podría ser otro que el gobierno de Estados
Unidos? Los próximos días comenzará a develarse esta incógnita.
Lo cierto, sin embargo, es que por ahora toda la operación golpista
pergeñada por los hampones de Washington ha ido de fracaso en
fracaso.
Un Cancerbero de catorce
cabezas, llamado Grupo de Lima —
Itzamná Ollantay
telesur
- 25/02/2019
En la mitología griega,
se narra de la existencia de un perro fiero con tres cabezas y cola
de serpiente, mascota fiel de Hades (dios del inframundo). La función
de Cancerbero era preservar la hegemonía del Imperio de la muerte, y
castigar letalmente a todo aquel que se atreviese a desafiar la
voluntad de Hades en el inframundo, y liberar a sus prisioneros.
Lo más vergonzoso de
este nuevo Cancerbero es que está conformado nada menos que por
impresentables y repudiados sujetos que fungen como gobernantes en
sus respectivos países.
América Latina y el
resto del mundo padecen una cruenta guerra desigual entre el Imperio
de la Muerte (EEUU) y la civilización de la Vida(emergente desde los
pueblos plebeyos insurgentes del Sur). En la actualidad, dicha
contienda descomunal se concentra en Venezuela, y cobra ribetes
mitológicos por la gallardía y la vocación de Libertad de este
pueblo, frente a un herido Imperio desesperado por la riqueza ajena.
Para librar dicha
contienda desigual, en 2017, el Imperio de la Muerte creó y
domesticó una entidad denominada Grupo de Lima (conformado por 14
gobiernos del Continente americano) para derrocar el proyecto
libertario venezolano, y convertirlo en un país pordiosero como son
Guatemala, Honduras, Paraguay… (países made in USA). Para
entonces, la OEA ya había sido derrotada en reiteradas oportunidades
por la gallardía y dignidad venezolana.
Lo más vergonzoso de
este nuevo Cancerbero es que está conformado nada menos que por
impresentables y repudiados sujetos que fungen como gobernantes en
sus respectivos países como es el caso Jimmy Morales (Guatemala),
Juan Orlando Hernández (Honduras), Iván Duque (Colombia), Mauricio
Macri (Argentina), Jair Bolsonaro (Brasil), y otros. Gobernantes con
rosarios de denuncias de corrupción, incapaces de resolver problemas
estructurales de miseria y violencia en sus respectivos países. ¿Con
qué autoridad moral podría exigir Colombia, Honduras o Guatemala
“democracia” a Venezuela?
En la mitología griega,
el Cancerbero de Hades fue derrotado, en dos oportunidades, por
Heracles y Orfeo (con miel y música). Del mismo modo, el actual
Cancerbero americano de 14 cabezas también será derrotado una y
otra vez por la dignidad, la vocación y la razón libertaria
latinoamericana que ya no está dispuesta a soportar la hegemonía de
la oscuridad de la muerte y de la ignorancia impuesta por el Gobierno
norteamericano.