Diversas epidemias amenazan vidas humanas en los campos de refugiados en Grecia |
Traducido del francés
para Rebelión por Beatriz Morales Bastos - 31/03/2020
Existen los avatares y
existe la vulnerabilidad que lleva a las catástrofes. La confusión
entre ambas cuestiones es una de las características esenciales del
discurso oficial del gobierno francés (y de otros muchos gobiernos).
No es de extrañar esta confusión voluntaria cuya función es
ocultar y hacer desaparecer la segunda que, en efecto, cumple la
función de analizadora de las contradicciones de un sistema social,
de reveladora de la realidad que la ideología dominante oculta o
deforma habitualmente y de espejo de aumento de unas desigualdades y
dominaciones que la caracterizan. Efectivamente, el hecho de
centrarse voluntariamente en la dimensión de “catástrofe”
difumina unas imágenes de imprevisibilidad, de incertidumbre, de
ausencia de responsabilidad humana, etc. El hecho de centrarse en la
vulnerabilidad cuestiona las causas económicas y sociales de una
situación, las verdaderas razones del conjunto de las consecuencias
de una catástrofe y los intereses económicos que han provocado esta
vulnerabilidad. ¿Qué nos revela la pandemia sobre la vulnerabilidad
de nuestro mundo dominado por una globalización capitalista?
Precisiones
conceptuales
La comparación entre los
efectos del huracán Iván que azotó a Cuba en septiembre y los del
ciclón Katrina que se abatió sobre Florida, Luisiana y Misisipi un
año después permite aportar algunas precisiones conceptuales sobre
las nociones de riesgo, avatar, catástrofe y vulnerabilidad. Sin
embargo, ambos ciclones, que eran de la categoría 5, es decir, la
velocidad del viento superaba los 249 kilómetros por hora, tuvieron
unos balances humanos absolutamente dispares: ninguna persona muerta
en Cuba y 1.836 personas muertas y 135 desaparecidas en Estados
Unidos. Así, avatares similares provocan consecuencias
diametralmente opuestas. El vocabulario elaborado para describir
estos fenómenos naturales excepcionales y sus consecuencias igual de
excepcionales puede ayudar a comprender lo que está en juego en
estos momentos ante la pandemia que estamos viviendo.
Un primer concepto clave
es el avatar natural que designa unos acontecimientos
climáticos sobre los que el ser humano no tiene influencia en el
momento que se desencadenan (inundación, huracán, erupción
volcánica, etc.). Aunque la aparición de un virus mortífero es de
naturaleza diferente, puede encajar en esta definición, al menos con
los conocimientos que tenemos en estos momentos. Los avatares
conllevan riesgos para el ser humano y este concepto se puede
definir como un peligro, es decir, como una consecuencia potencial
del avatar. La vulnerabilidad, por su parte, designa los
efectos previsibles de un avatar sobre el ser humano y ellos mismos
depende de varios factores: densidad de población de las zonas de
riesgo, capacidad de prevención, estado de las infraestructuras que
permita reaccionar rápida y eficazmente, etc. La catástrofe,
por último, define un riesgo cuya potencialidad se transforma en
realidad y cuyas consecuencias estarán en función de la
vulnerabilidad.
Dar cuenta de una
catástrofe sin abordar la cuestión de la vulnerabilidad es una
artimaña ideológica que permite redimir a las clases dominantes
eliminando unas causas económicas, políticas y sociales que
explican la magnitud de las consecuencias. En efecto, esta operación
consiste en achacar enteramente a la naturaleza unas consecuencias
que en gran parte testan relacionadas con unas opciones económicas y
políticas. La magnitud de la catástrofe depende a su vez del estado
de una sociedad en el momento que sobreviene el avatar y de las
decisiones tomadas para reaccionar a él.
Si a largo plazo se puede
esperar de los progresos de la ciencia que conozcamos y controlemos
mejor los avatares, a corto plazo solo la reducción de la
vulnerabilidad puede limitar drásticamente las consecuencias de los
avatares, es decir, evitar que se transformen en catástrofes o
limitar estas. Por consiguiente, la pandemia actual se puede
considerar un revelador de la vulnerabilidad: "Los balances
socio-económicos y las muchas lecciones aprendidas en los últimos
años nos enseñan que las catástrofes son verdaderos reveladores de
vulnerabilidades humanas y territoriales en el seno de las
comunidades y sociedades afectadas" (1), resumen los geógrafos
Frédéric Leone y Freddy Vinet. La función de revelador interviene
aquí a un nivel doble: el grado de exposición al riesgo que en el
caso de las enfermedades cuestiona las políticas de prevención y
las desigualdades sociales, y la capacidad de reaccionar ante la
catástrofe que cuestiona el estado del sistema sanitario, de sus
infraestructuras y sus medios. Por otra parte, las políticas
concernientes a otros sectores de la vida social y política tienen
impacto en la capacidad de respuesta: política de vivienda, política
migratoria, política penitenciaria, etc. Esa es la razón por la que
tanto a escala mundial como a escala francesa se puede considerar la
pandemia un revelador de la globalización capitalista.
Una vulnerabilidad
colectiva hija de la globalización capitalista
Las ideologías que
acompañan a la globalización capitalista se han elaborado a partir
de dos postulados complementarios que desde ha décadas se repiten
incesantemente en los discursos políticos y mediáticos dominantes.
El primero es la primacía del individuo sobre las estructuras en la
explicación de los problemas sociales a escala de cada nación. Este
postulado permite eliminar la noción de clase social y de
desigualdad social a beneficio de una supuesta responsabilidad
individual que frecuentemente se traduce en el discurso de la
asunción individual del riesgo. La diferencia de vulnerabilidad ante
la salud y las enfermedades ya no se refiere a las desigualdades
sociales sino a las características individuales por una parte y a
los comportamientos individuales por otra. El discurso de la
responsabilidad individual sirve aquí para ocultar la
responsabilidad del sistema social, es decir, de las clases
dominantes que deciden sus reglas de funcionamiento. "Todavía se
sigue considerando en gran medida la vulnerabilidad social de las
poblaciones desde el punto de vista del individuo y su lugar en el
grupo. Aunque son los individuos quienes soportan bien las pruebas de
vulnerabilidad, es a nivel de las estructuras sociales donde se
manifiestan las condiciones que hacen esas pruebas más o menos
soportables. En otras palabras, entre el individuo y el avatar
también hay estructuras sociales"(2), resumen los geógrafos
sanitarios Marion Borderon y Sébastien Oliveau. Aunque es evidente
que la pandemia actual afectará al conjunto de las clases sociales
debido a su magnitud, también es indiscutible que la morbilidad
afectará en primer lugar a la clases populares y dentro de ellas a
los sectores más precarios.
El segundo postulado es
la primacía de cada nación sobre las estructuras que rigen las
relaciones internacionales. Este postulado permite ocultar las
relaciones de dominación entre los países del centro dominante y
los de la periferia dominados. Las desiguales vulnerabilidades
nacionales ante la salud y la enfermedad ya no se refieren en
absoluto a las desigualdades sociales mundiales sino a las
características específicas de cada nación (clima y catástrofes
naturales, cultura, demografía, etc.) por una parte y a las opciones
políticas nacionales por otra. El discurso de la responsabilidad
nacional sirve aquí para ocultar la existencia del neocolonialismo y
del imperialismo. Sin embargo, bastaría con observar la geografía
de las desigualdades de salud en el mundo para darse cuenta de que
coincide perfectamente con la división binaria centro-periferia, a
excepción de algunos países significativos como Cuba, por ejemplo.
Así, las estadísticas de la OMS en 2015 sobre la cantidad de
médicos por país precisan que en Austria se cuenta con 52 médicos
por 10.000 habitantes, 39 en Italia y España, 32 en Francia, etc., y
en el otro extremo, un solo médico en Ruanda y Uganda, 9 en Sri
Lanka o 10 en Pakistán. Todos los demás indicadores (cantidad de
personal de enfermería, porcentaje destinado a sanidad en el
presupuesto nacional, disponibilidad de medicamentos, etc.) presentan
cifras similares (3).
Con todo, esta mirada
fotográfica no basta para calibrar totalmente el significado que
tiene la globalización capitalista para la salud humana. Conviene
completarla teniendo en cuenta el deterioro del acceso a la atención
médica tanto en el centro como en la periferia. Aquí se debe
completar la lectura sincrónica con un enfoque diacrónico. En
efecto, la globalización capitalista no es solo el capitalismo,
también es el capitalismo de una secuencia histórica precisa
marcada por la dominación del ultraliberalismo en materia de
política económica. La desinversión del Estado, el debilitamiento
y/o la privatización de los servicios públicos, las políticas de
austeridad, etc., han provocado en todo el planeta un aumento de la
vulnerabilidad, que es lo que se revela en toda su magnitud con la
crisis del coronavirus.
En un país como Francia
el capitalismo globalizado y su política económica ultraliberal han
aumentado considerablemente la vulnerabilidad desde hace cuatro
décadas. En el vocabulario liberal de sanidad esto se denomina "racionalización de la oferta asistencial", que en concreto
significa la supresión de un 13 % de las camas de hospital a tiempo
completo (es decir, que acogen a un paciente más de 24 horas) solo
entre los años 2003 y 2016 (69.000 camas), según las propias cifras
del Ministerio de Sanidad (4). El balance es similar aunque se tomen
como indicadores los presupuestos de los hospitales, los efectivos
del personal sanitario o la cantidad de establecimientos públicos:
el "desmantelamiento del siglo”, en palabras de los sociólogos
Pierre-André Juven, Frédéric Pierru y Fanny Vincent (5). Esta
vulnerabilidad cada vez mayor es lo que se revela hoy con la prueba
de la pandemia tanto en la falta de camas de reanimación y de
pruebas de detección como en el macabro culebrón de la escasez de
mascarillas. La escasez de pruebas y de mascarillas no es en absoluto
el resultado de un error sino uno de los axiomas fundamentales de la
lógica ultraliberal, esto es, la producción “en flujo tenso",
que consiste en reducir al mínimo los productos almacenados para
reducir los costes. Lo que se ha instalado a lo largo de las cuatro
últimas décadas no es sino una "privatización insidiosa" de
los hospitales públicos, resume el sindicato CGT Sanidad: “La
privatización de los hospitales se ha hecho por partes, poco a poco,
al hilo de las sucesivas reformas. Ha habido al menos dos etapas
fundamentales para comprender la transformación de los hospitales
públicos: la gerencialización (la modificación de la organización
de los hospitales según las modalidades de lo privado) y la
mercantilización (introducción de una lógica de rentabilidad
comercial en la atención sanitaria). Estos dos puntos constituyen lo
que se podría denominar la "privatización insidiosa» de los
hospitales. Aunque desde el punto de vista jurídico los hospitales
no se vuelven privados, lo son en la práctica ya que reproducen
exactamente los métodos, los modelos de organización y los
objetivos de lo privado" (6).
La misma lógica pero con
una violencia aún más destructiva se ha desplegado en los países
de la periferia dominada. Los Planes de Ajuste Estructural (PAE)
impuestos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es
decir, por las potencias imperialistas, desmantelaron los sistemas
nacionales de salud. Entre las condiciones impuestas por estos PAE
para obtener un préstamo figura sistemáticamente la disminución de
los presupuestos públicos y la privatización de los servicios
públicos. Prácticamente en todas partes la sanidad y la educación
serán los sectores más afectados por la imposición de estos
recortes de presupuesto. Uno de los efectos que provocan estos PAE es
la "fuga de cerebros" y en particular de los médicos y otros
profesionales sanitarios que trabajaban sobre todo en estos servicios
públicos sacrificados. Tal como atestigua un estudio de 2013 sobre
la "huida de médicos africanos" a Estados Unidos, las cifras son
elocuentes: "La huida de médicos del África subsahariana a
Estados Unidos empezó con fuerza a mediados de la década de 1980 y
se aceleró en la de 1990 durante los años en los que se aplicaron
los programas de ajuste estructural impuestos por […] el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial" (7). Los médicos
norteafricanos o de Oriente Próximo que trabajan en los hospitales
franceses son testimonio del mismo proceso en Europa. Los daños que
se prevé puede provocar la pandemia en África, por ejemplo, si no
se detiene antes serán de una magnitud sin parangón con la que
conocemos en Europa. La mirada eurocéntrica dominante en los medios
de comunicación invisibiliza esta potencial hecatombe de masas.
Las aporías de la
globalización capitalista que saca a relucir la pandemia
"Cuando todo se
privatice, estaremos privados de todo". Este eslogan de las
pancartas de nuestras manifestaciones resume perfectamente la
racionalidad de las clases dominantes en la actual secuencia
histórica mundial ultraliberal. Contrariamente a una crítica
demasiado rápida y demasiado frecuente, las clases dominantes no son
idiotas ni irracionales, sino que simplemente tienen la racionalidad
de sus intereses. Por supuesto, esta racionalidad dominante es
antagonista de otra racionalidad: la que no se basa en maximizar el
beneficio. Así, la lucha de clases es una lucha de racionalidad. Es
lo que ilustran las muchas aporías que muestran las estrategias de
lucha contra la pandemia en Francia. Una aporía es una contradicción
irresoluble. Veamos dos ejemplos no exhaustivos que revelan la prueba
de verdad que constituye la pandemia.
El primer ejemplo
significativo es el de la política penitenciaria desde hace varias
décadas. El hacinamiento en las cárceles es una realidad abrumadora
muy documentada. La tasa de ocupación de los establecimientos
penitenciarios "es hoy en día del 116 % con 70.651 personas presas
para 61.080 plazas (a fecha del 1 de enero de 2020). El hacinamiento
se concentra en los centros de detención preventiva, que acogen a
las personas en espera de juicio y a las condenadas a penas breves de
prisión. En estos establecimientos, que albergan a más de dos
tercios de la población carcelaria, la tasa de ocupación media es
del 138 %, que obliga a dos o tres personas (a veces más) a
compartir la misma celda y a más de 1.600 personas a dormir cada
noche en colchones en el suelo" (8), resume el Observatorio
Nacional de Prisiones. Esta situación se contradice con una lucha
eficaz contra la pandemia al tiempo que supone un sacrificio
selectivo de parte de la población. Existen situaciones similares
con la política migratoria y el hacinamiento en lugares como Calais,
en centros de detención superpoblados o en viviendas insalubres que
también están superpobladas; con la política destinada a las
personas sin hogar; con la de vivienda que produce una fuerte
sobreocupación para las clases populares o, por último, con la
ausencia de una verdadera política de lucha por la igualdad entre
los sexos. De estas aporías se desprenden directamente la magnitud
del precio humano que pagaremos durante esta pandemia y su
distribución por clase social, sexo y origen. La morbilidad
vinculada a la pandemia tendrá indudablemente una dimensión de
clase y también estará unida inevitablemente al género y al color.
El segundo ejemplo igual
de significativo es el de las personas refugiadas que se amontonan en
los puntos conflictivos de Italia y Grecia debido a la política de
la Europa Fortaleza. Aunque la apertura de las fronteras turcas y la
reacción brutal y represiva del Estado griego han reforzado aún más
las escandalosas condiciones de existencia de estas personas
refugiadas, los medios de comunicación dominantes organizan el
silencio y la invisibilidad. Antes de que se produjeran ambas la
jurista Claire Rodier hacía el siguiente balance de los puntos
conflictivos griegos: “problemas de promiscuidad, de cohabitación
de menores no acompañados con adultos, de alimentación
insuficiente, de malas condiciones higiénicas debido a la saturación
de las instalaciones sanitarias, etc. […] En enero de 2017 Amnistía
Internacional revelaba una tasa de ocupación del 148 % en Lesbos,
del 215 % en Samos y del 163 % en Kos. Debido a ello, durante el
invierno de 2016-2017, que fue particularmente duro en la región,
algunos de ellos se vieron obligados a dormir a la intemperie,
envueltos en simples mantas que cubría la nieve por la noche” (9).
Basándose en los informes de la misión de Amnistía Internacional
(10), Claire Rodier añade que el balance en las zonas conflictivas
italianas es el mismo. La ONG Médecins Sans Frontière [Médicos sin
Fronteras] utiliza acertadamente la expresión “bomba sanitaria”
para caracterizar la situación: “En algunas zonas del campamento
de Moria solo hay un punto de agua para 1.300 personas y no hay
jabón. Familias de cinco o seis personas tienen que dormir en
espacios que no superan los tres metros cuadrados, lo que significa
que las medidas recomendadas, como el lavado frecuente de manos y el
distanciamiento social para evitar la propagación del virus, son
simplemente imposibles” (11). También en este caso el resultado
es similar: por un aparte, debilitamiento de la capacidad para hacer
frente eficazmente a la pandemia y, por otra, sacrificio de las
personas refugiadas.
El día después
Unas aporías tan
importantes debilitan considerablemente la eficacia de la ideología
dominante, que ya está muy debilitada por el movimiento de los
Chalecos Amarillos y el movimiento contra la reforma de las
pensiones. Al menos momentáneamente, ya no es posible mantener un
discurso liberal sobre la sanidad, despreciar los servicios públicos
y alabar lo privado, ni siquiera simplemente criminalizar la
intervención del Estado. Con todo, el Elíseo ya está preparando el
día después de la pandemia. Sin ser exhaustivo, ya se pueden
identificar algunos de los componentes de esta preparación. El
primero es la puesta en escena de una supuesta "irresponsabilidad" de una parte de la ciudadanía. Las imágenes machaconamente
difundidas de personas que no respetan el confinamiento, el lugar que
ocupa esta "irresponsabilidad" en la comunicación del gobierno,
el recordatorio por parte de los medios de comunicación de la
cantidad de amonestaciones, etc., son elementos que ponen de relieve
un estrategia destinada a presentar la previsible magnitud de las
consecuencias de la pandemia como resultado de la indisciplina
irresponsable y no como resultado de causas políticas y económicas.
El objetivo es también instrumentalizar el miedo legítimo a la
pandemia para difundir la imagen de un gobierno responsable que, a
pesar de la indisciplina, hace frente a la "guerra", por retomar
la expresión de Macron.
El segundo componente de
la preparación se sitúa en la vertiente económica. En este caso se
trata de preparar a la opinión pública para un nuevo ciclo de
austeridad para el “día después”. Aunque la pandemia demuestra
el coste humano de las políticas de recortes de los presupuestos
sociales, el objetivo es aquí instrumentalizarlo para volver a
legitimar la idea de la necesidad de recortes del presupuesto
justificados por los "daños de guerra" y el imperativo de la "reconstrucción". El vocabulario de la guerra y de la unidad
nacional va en esa dirección. Estamos ante un ejemplo de lo que la
periodista Naomi Klein denomina “la estrategia del shock”.
En su libro publicado en 2007 demuestra la utilización de shocks
psicológicos suscitados por desastres para imponer un
ultraliberalismo aún mayor. Este proceso (el "capitalismo del
desastre", como ella lo denomina) "recurre intencionadamente a
crisis y catástrofes para sustituir los valores democráticos a los
que aspiran las sociedades por la ley del mercado y la barbarie de la
especulación" (12), explica Naomi Klein.
El tercer componente es
jurídico y adopta la forma de una ley "de emergencia para hacer
frente a la epidemia del Covid-19" que cuestiona varios derechos de
las personas trabajadoras. Esta ley permite al gobierno adoptar
disposiciones "provisionales" en materia de derecho laboral.
Autoriza a los empleadores de los "sectores particularmente
necesarios para la seguridad de la nación o para la continuidad de
la vida económica y social", los cuales se definirán por decreto, "a derogar […] las estipulaciones convencionales relativas a la
duración de la jornada laboral, al descanso semanal y al descanso
dominical" (art 17). Reduce el plazo de aviso de las vacaciones
pagadas de cuatro semanas a seis días. Por último, autoriza al
gobierno a modificar “las modalidades de información y consulta de
las instancias representativas del personal y, sobre todo, del comité
económico y social”. Mientras que al gobierno no le parece urgente
proporcionar mascarillas a las personas que ejercen profesiones de
contacto, considera urgente cuestionar los derechos de las personas
empleadas.
Si la pandemia es un
analizador de la globalización capitalista y de su política
económica ultraliberal, no es, sin embargo, su derrota. El día
después será el de la factura y de señalar quién la va a pagar. A
pesar de nuestra atomización debida al confinamiento, es imperativo
prepararlo desde hoy como lo preparan ya las clases dominantes.
También es imperativo exigir desde ahora una ayuda importante y sin
condiciones para que los países de África puedan hacer frente a la
pandemia, países que los gobiernos occidentales han hecho a
sabiendas extremadamente vulnerables en materia de salud. Las
personas dominadas de todo el planeta tiene más interés que nunca
en centrar sus luchas en las causas de la situación y no sólo en
sus consecuencias. El coronavirus demuestra indiscutiblemente que
estas causas se sitúan en la globalización capitalista. Contra esta
globalización es contra lo que que debemos luchar. Si otro mundo es
posible, también es necesario y urgente.
Notas:
(1) Frédéric Leone y
Freddy Vinet, "La vulnérabilité, un concept fondamental au cœur
des méthodes d’évaluation des risques naturels", en Frédéric
Leone et Freddy Vinet (dir.), La vulnérabilité des sociétés et
des territoires face aux menaces naturelles, Publicación de la
Universidad Paul Valery de Montpellier 3, 2005, p. 9.
(2) Marion Borderon et
Sébastien Oliveau, Vulnérabilités sociales et changement
d’échelle, Espaces, populations et sociétés, n° 2016/3, p.
1.
(3) Base de datos de la
OMS, sección “Health systems”,
http://apps.who.int/gho/data/node.main.475?lang=en,
consultado el 21 de marzo de 2020 a las 20:53 h.
(4) Bénédicte
Boisguérin (coord.), Les établissements de santé, Ministère de
la santé et des solidarités, Direction de la recherche, des
études, de l’évaluation et des statistiques, Edición 2019, p. 8.
(5) Pierre-André Juven,
Frédéric Pierru, Fanny Vincent, La Casse du siècle : à propos
des réformes de l’hôpital public, Raison d’Agir, París,
2019.
(6) Anne Braun, Alya
Lécrivain, Diane Beaudenon, Victorien Pâté y Mathieu Cocq,
L’Hôpital public : vers une privatisation contrainte?,
2019, pp. 3-4.
(7) Akhenaten Benjamin,
Caglar Ozden, y Sten Vermund, Physician Emigration from
Sub-Saharan Africa to the United States, PLOS Medicine, volumen
10, n° 12, 2013, p. 16.
(8) Section française de
l’Observatoire National des Prisons, Surpopulation carcérale,
https://oip.org/decrypter/thematiques/surpopulation-carcerale/,
consultado el 21 de marzo de 2020 a las 11:10 h.
(9) Claire Rodier, Le
faux semblant des hotspots, La revue des droits de l’homme, n°
13, 2018, p. 5.
(10) Ibid, pp. 8-9.
(11) Comunicado de MSF
del 13 de marzo de 2020, Coronavirus: plus que jamais, l’urgence
de l’évacuation des camps grecs,
https://www.msf.fr/actualites/coronavirus-plus-que-jamais-l-urgence-de-l-evacuation-des-camps-grecs,
consultado el 22 de marzo de 2020 a las 12:15 h.
(12) Naomie Klein, La
stratégie du choc. La montée d’un capitalisme du désastre,
Actes Sud, París, 2008, contraportada. [En castellano La doctrina
del «shock»: el auge del capitalismo del desastre, Barcelona,
Paidós, 2007; traducción de Isabel Fuentes García.]