El tiempo corre para unas
100 familias palestinas en la ciudad ocupada de Silwan, en Jerusalén
Este, que se han visto obligadas a enfrentar una decisión imposible:
demoler sus propias casas o esperar a que las fuerzas israelíes
lleven a cabo la demolición.
Es un destino contra el
que las familias del barrio al-Bustan de Silwan han estado luchando
incansablemente durante años, y el domingo todo llegará a un punto
crítico. A principios de este mes, Israel emitió una serie de
órdenes de demolición dando a las familias en al-Bustan 21 días
para evacuar y demoler sus hogares.
Según las órdenes de
demolición, si los residentes, que suman alrededor de 1.500
personas, no destruyen sus propias casas antes del domingo 27 de
junio, el municipio de Jerusalén llevará a cabo las demoliciones y
cobrará a los residentes las tarifas de demolición.
El gobierno israelí ha
acosado a las familias de al-Bustan con órdenes de demolición
durante más de una década, con el pretexto de que sus casas fueron
construidas sin un permiso del municipio de Jerusalén.
A su vez, el municipio ha
impulsado planes de organizaciones de colonos para convertir el área
de al-Bustan en un parque bíblico y conectarlo con el parque
arqueológico de la Ciudad de David.
"Las primeras órdenes
de demolición llegaron en 2004 al barrio de al-Bustan, dirigidas a
124 familias en el centro del barrio. Hasta el día de hoy, los residentes de al-Bustan se ha mantenido firmes y no han dejado un solo hogar. Y no tenemos la intención de irnos", nos dice Quteibah Odeh, de 27 años, trabajador social y vecino de al-Bustan.
Odeh, que nació y se
crió en al-Bustan y que es uno de los más de 1.500 residentes del
vecindario cuya casa está bajo amenaza de demolición, nos dice que ni
él ni ninguno de sus vecinos tienen la intención de demoler sus
propias casas. "Ellos [Israel] alegan que nuestras construcciones son "ilegales", o que carecen de permisos, o
que se trata de una simple "cuestión inmobiliaria". Pero en realidad es una batalla política
e ideológica".
"Si miras por la
ventana en Silwan, puedes ver la mezquita de al-Aqsa. Escuchamos el
sonido de nuestras oraciones desde la mezquita aquí en Silwan. Es un
lugar estratégico para la ocupación. Y esta es la
verdadera batalla: Israel está tratando de instalar a los colonos y
expulsar a los palestinos, para así cambiar la realidad sobre el
terreno", nos dice Odeh.
Cifra récord de
demoliciones
El ultimátum dado a las
familias en al-Bustan es una práctica común en Jerusalén Este.
Según la documentación de la ONU, al menos un tercio de todos los
hogares palestinos en Jerusalén Oriental carecen de un permiso de
construcción emitido por Israel, lo que pone a más de 100.000
palestinos en la ciudad en riesgo de desplazamiento.
Solo el 13 por ciento de
Jerusalén Este, la mayoría de la cual ya está construida, está
habilitada para la construcción palestina, mientras el 35 por ciento
de Jerusalén Este se ha asignado a asentamientos israelíes, que son
ilegales según el derecho internacional.
El restrictivo régimen
de planificación de Israel en los barrios palestinos de la ciudad,
junto con el hecho de que el municipio rechaza la gran mayoría de
las solicitudes palestinas de permisos de construcción, crea un
entorno coercitivo en la ciudad que pone a los palestinos en mayor
riesgo de desplazamiento, según agrupaciones de derechos humanos.
En 2020, en medio de la
pandemia de coronavirus, las fuerzas israelíes demolieron o
incautaron más de 175 estructuras palestinas en Jerusalén Oriental
por carecer de permisos de construcción.
De dichas estructuras,
alrededor del 47% fueron autodemoliciones, frente a un promedio del
21% del año anterior. Desde principios de 2021, casi el 50% de todas
las demoliciones en Jerusalén Oriental han sido realizadas por los
propios propietarios.
"La destrucción de
propiedades en un territorio ocupado está prohibida por la Cuarta
Convención de Ginebra, excepto cuando dicha destrucción sea
absolutamente necesaria por operaciones militares", según
informe
de la oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios
(OCHA).
"La destrucción o
confiscación de propiedad tiene como resultado la violación de una
serie de derechos humanos, incluido el derecho a un nivel de vida
adecuado", según el organismo de la ONU OCHA [Oficina para la
Coordinación de Asuntos Humanitarios].
"No nos dan permisos,
pero luego nos multan por no tenerlos y vienen a demoler tu casa,
tras lo cual te envían la factura por los gastos de la demolición. ¿Hay algo más opresivo que esto?", nos dice Odeh.
Desalojos en Batn
al-Hawa
Pero los palestinos que
viven en al-Bustan no son los únicos residentes de Silwan que luchan
contra los intentos de salvar sus hogares.
A poca distancia se
encuentra el barrio de Batn al-Hawa. Justo al sur de la Ciudad Vieja,
la Mezquita Al-Aqsa es visible desde casi cualquier azotea, balcón o
calle del vecindario.
Sin embargo, para muchos
de los residentes palestinos, las vistas de su ciudad histórica y la
ciudad de Jerusalén están obstruidas por banderas israelíes
esparcidas por Batn al-Hawa que ondean en los tejados y cubren las
fachadas de los edificios.
Según grupos de derechos
humanos como B'Tselem,
Batn al-Hawa es lugar de uno de los "planes de expulsión más
extensos" en Jerusalén Oriental en los últimos años, en el
que grupos de colonos israelíes intentan expulsar por la fuerza a
los residentes palestinos del barrio y reemplazarlos por colonos
judíos.
Hablamos con Zuheir al-Rajabi, de 50 años, uno de los cientos de
residentes de Batn al-Hawa amenazados de expulsión. Su familia, de cuatro miembros, recibió un
aviso de desalojo en 2015 junto con otras 86 familias del
vecindario, ordenándoles que abandonaran sus hogares.
"Somos una familia
de refugiados y ahora están tratando de desplazarnos de nuevo",
dice al-Rajabi, quien nació y se crió en Batn al-Hawa después de
que su familia fuera expulsada de su hogar por Israel de la Ciudad
Vieja de Jerusalén en 1966. "Cualquiera en esta
situación está condenado a la miseria. Ser desplazado más de una
vez es un sentimiento indescriptible. Fuimos desplazados por la
fuerza de nuestros hogares en el pasado, y ahora están tratando de
hacerlo nuevamente", añadió.
A través de una serie de
mecanismos legales aprobados por los tribunales israelíes, una
organización de colonos israelíes llamada Ateret Cohanim ha
solicitado órdenes de desalojo contra las familias de Batn al-Hawa,
incluida la familia de al-Rajabi, desde 2002. Las órdenes de
desalojo han sido presentadas bajo el pretexto de que la parcela de
Batn al-Hawa era propiedad de judíos hace más de un siglo.
Si bien la ley israelí
permite que la propiedad se transfiera a los judíos que reclaman la
propiedad con anterioridad al establecimiento del estado de Israel,
ese mismo derecho se les niega a los palestinos como los al-Rajabis
que fueron desposeídos de sus hogares originales.
Hasta la fecha, Ateret
Cohanim [organización corrupta]
ya ha tomado el control de seis edificios en Batn al-Hawa, que
comprenden 27 viviendas, y tiene procedimientos legales en curso para
desalojar al menos a 81 familias palestinas, que suman 436 personas.
Desde 2015, 14 familias del barrio ya han sido desalojadas por la
fuerza.
Mientras al-Rajabi camina
por el vecindario, pasa junto a las grandes banderas israelíes que
cuelgan de las casas de sus antiguos vecinos que fueron desalojados
por la fuerza y nos dice: "Esta es una ocupación y nada les
impedirá poner en práctica sus políticas. Harán de todo, nos
arrestarán, encarcelarán y echarán a patadas, como hicieron con
nuestros vecinos”.
La comunidad
internacional debe actuar
A medida que se acerca la
fecha límite para la destrucción forzosa de las casas en al-Bustan,
los palestinos multiplican su llamada a la solidaridad y para crear
conciencia sobre la situación en Silwan. #SaveSilwan
inundó las redes sociales durante el fin de semana, instando a la
comunidad internacional a intervenir para detener las demoliciones.
"Pedimos a la
comunidad internacional que actúe y adopte medidas. No estamos
hablando de la destrucción de una casa o del desahucio de una
familia, se trata de barrios enteros y numerosas familias amenazadas.
Y no solo en Silwan, sino en Sheikh Jarrah y es toda Palestina. La
comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir, tiene
que detener estos crímenes de guerra, la destrucción y el
desplazamiento forzoso de la población palestina. No tenemos ningún
otro lugar adonde ir. Nos echaron en 1967 y quieren hacernos lo mismo
ahora", dijo al-Rajabi a Mondoweiss.
Si bien la comunidad
internacional fracasó al no evitar los desalojos y las demoliciones
en Silwan, personas como Quteiba Odeh se sienten más esperanzadas
que nunca, quizás esta vez las cosas podrían ser diferentes. "Durante las últimas semanas, hemos visto a personas en todo el
mundo reaccionar ante lo que está sucediendo en Palestina y tomar
conciencia de lo que significa la ocupación. Nuestra resistencia
será más fuerte cuanto más personas nos apoyen. Hoy siento que, cada vez más, contamos con ese apoyo. Los palestinos amamos la
vida, queremos una vida digna y un futuro. Amamos nuestra tierra y
vamos a quedarnos en nuestra tierra. No vamos a ir a ningún otro
lugar", nos dice Odeh y añade: "Nuestro dolor es
enorme, pero nuestra esperanza es mayor".
El ejército israelí destruye caminos y conducciones de agua
"The great curse of
our press in the West is willingness to accept the official
narrative. So many people in the American press who write about the
world are merely stenographers.
The great qualification
you need for a journalist is the confidence to go out and see for
yourself, and believe that your eyes are actually telling you more
than press releases from some other country.
It's amazing to see how
many people have built reputations as commentators on foreign
countries and world affairs who have never been there, have no idea,
beyond vague tropes, of what those countries are.
The intellectual laziness
of the American press in covering the world has never been as extreme
as it is now. It's just as dangerous in most what's called NATO
countries to be contradicting the narrative as it is in the United
States."
Si los sionistas
pretendían crear un estado en Palestina "tan judío como
Inglaterra es inglesa" como dijo Weizmann en la Conferencia de
Paz de Paris en 1922, la agricultura y la relación con la tierra
sería fundamental para la implantación del Estado sionista, con
objetivos claros: controlar la tierra, acoger a la población
migrante [judía] y expulsar a los Palestinos. La agricultura
jugaba un rol ideológico en el movimiento sionista, vinculándolos
con la "tierra prometida", creando los primeros Yishuv que darían
paso al futuro Estado de Israel.
La geografía y
climatología en Medio Oriente no es favorable respecto a la
disponibilidad del agua, haciendo de la misma una de las principales causas de
conflictos en la región.
El río Jordán, así
como el Nilo y el Éufrates son ríos internacionales, de los cuales
distintos países extraen agua. En la región, Líbano y Siria son
países excedentarios de agua, mientras que Jordania, Israel y
Palestina son deficitarios; sin embargo, Israel mediante la ocupación
ilegal que ejerce en territorios palestinos, logra satisfacer su
consumo a punta de pistola y explotaciones ilegales de las fuentes
hídricas palestinas.
Se estima que para el año
2025 la situación será insostenible para estos países y, en este
contexto, los recursos hídricos pasan a ser un problema de seguridad
nacional para los diferentes Estados.
Los afluentes del río Jordán son alóctonos, las aguas provienen de
otros territorios o estados. Desde el Alto Jordán, que en su parte
superior llega hasta el lago Tiberiades, fluyen los ríos
Hasbani, con un recorrido que se enmarca al interior del Líbano, el
Dan y por último el Banyias, que desciende desde los Altos del
Golán, territorio sirio ocupado por Israel en 1967.
En la parte media, se
encuentra el río Yarmouk, que nace en Siria, desembocando en el
Jordán. El río Yarmouk funciona de frontera entre Siria y Jordania,
Jordania e Israel y Jordania con Palestina. En el sector bajo del
Jordán, su curso inferior, que trascurre por el valle del Rift, se
encuentra la mayor depresión del planeta, hasta llegar al Mar
Muerto, sufriendo una salinización del agua en el trayecto. Las
grandes extracciones que realiza Israel al norte del caudal provocan
la disminución que afecta el Mar Muerto, dejando un riachuelo sin
fuerza.
"Para Israel es más
necesaria el agua que la tierra", señalaba Simon Peres, ex
primer ministro israelí, nacido en Polonia, que en 1996 ordenó
asesinar a 102 civiles, incluyendo niños y mujeres, en el campamento de
Qana. Simon Peres también recibió el Premio Nobel de la Paz.
"PERES MATÓ A MIS HIJOS"
El movimiento
sionista, desde un comienzo discutía la importancia estratégica del
agua: "Las fronteras (del Hogar Nacional Judío), no deberían
ser trazadas exclusivamente sobre los limites históricos (bíblicos).
Nuestras pretensiones hacia el norte están imperativamente dictadas
por las necesidades de la vida económica moderna. Todo el futuro
económico de Palestina depende de su aprovechamiento de agua para el
regadío y para la producción de electricidad". Carta
escrita en 1919 por Chaim Wiezmann presidente de la Organización
Sionista Mundial y primer presidente de Israel, dirigida al primer
ministro británico David Lloyd George.
En el año 1871 la
Palestine Exploration Fund, a
cargo del Mandato Británico, ya había publicado un informe
señalando que la desviación del caudal del norte de Palestina al
sur, podría concretar la llegada de millones de colonos a la
región, posición que respaldaba el movimiento colonial sionista.
Posteriormente, la colonización israelí fue fuertemente fomentada
por Gran Bretaña, y entre 1922 y 1947 la población judía
aumentó de 84.00 a 600.000 (liquidando la independencia prometida a
los árabes si combatían al Imperio otomano), lo que generó una
presión no solamente sobre la tierra, si no sobre el consumo de
agua.
"Si Palestina
estuviera separada del Litani, del Alto Jordán y del Yarmouk, nunca
podría llegar a ser independiente a nivel económico",
señalaba Chaim Weizman presidente de la organización sionista
mundial al primer ministro británico Lloyd George en 1920. Ya que si
pretendían crear un estado en Palestina "tan judío como
Inglaterra es inglesa" como dijo Weizmann en la Conferencia
de Paz de Paris en 1922, la agricultura y la relación con la tierra
sería fundamental para la implantación del Estado sionista, con
objetivos claros: Controlar la tierra, instalar a la población
migrante judía y expulsar a la población autóctona palestina. La agricultura
jugaba un rol ideológico en el movimiento sionista, vinculándolos
con la "tierra prometida", creando los primeros
Yishuv que darían paso al futuro Estado de Israel.
En ese contexto, durante
las últimas décadas Israel ha explotado de sobremanera el Mar
Muerto para la industria cosmética, produciendo millones de dólares
en ganancias. Por otro lado, las pérdidas económicas infringidas al estado palestino debido a las
restricciones israelíes al Mar Muerto (movimiento, construcción, agricultura,
conducciones de agua, irrigación y ganado) ascienden a 3.4 billones de dólares.
Asimismo, los
colonos israelíes consumen mayores cantidades de agua que la
población palestina autóctona, lo cual genera dificultad en la
gestión hidrológica, sobre todo en el ámbito de la agricultura. La
cuestión hídrica es y ha sido uno de los asuntos más importantes
para la empresa colonial sionista. Para que Israel sea viable,
necesitan de la emigración judía de todo el mundo, convirtiéndola en
elemento vital para la agricultura y la industria.
Debido a ello, la Agencia
Judía le encargó a Walter Clay Lowdermilk elaborar un informe
publicado en 1994, con objeto de irrigar el sur de Palestina con
agua del Jordán. El texto señalaba que cuatro millones más de
inmigrantes judíos podían ser acogidos, siendo el problema
fundamental del plan es que debía utilizar las aguas del río
Litani, que se encuentra enteramente en territorio libanés.
Israel, concretando el plan anterior, pondrá en marcha el Plan
Siete Años que centraliza la gestión del agua en un único
sistema, para suministrar las distintas necesidades agrícolas,
domésticas e industriales. El mínimo común denominador fue el Acueducto Nacional del Plan Siete Años, desviando el agua
del Jordán hacia el Neguev, convirtiéndose en el centro del
conflicto entre israelíes y árabes.
A contrapelo de este
plan, en 1952 el ingeniero Max Bunger, un americano que trabajaba en
la UNRWA, presentó el proyecto de un embalse en el río Yarmuk para
facilitar y afrontar el problema de los refugiados palestinos
expulsados tras la Nakba que se encontraban en Cisjordania. Este
proyecto permitía una correcta distribución de los recursos, junto
con la generación de energía eléctrica. El plan Bunger permitía utilizar el
agua del Yarmouk sin tener que dirigirla al lago Tiberiades, bajo
dominio israelí, evitando la dependencia jordana de Israel.
En 1953 Siria y Jordania
acordaron el reparto, basado en el plan Bunge, de las aguas del
Yarmouk, que sería financiado por la UNRWA y la United States
Technical Cooperation Agency. Pero debido a los reclamos, fundados en
que no consideraban sus derechos por parte de Israel, la ayuda
internacional fue negada producto de la presión norteamericana e
israelí y Max Bunge sería relegado a Brasil.
La construcción por
parte de Israel en 1953 del acueducto nacional encendió las alarmas
en el mundo árabe, y entre ese año y 1956 el presidente Eisenhower
envió a negociar un acuerdo regional sobre el agua a Eric Johnston,
embajador especial, para tomar protagonismo en la Guerra Fría,
evitar la penetración soviética y radicar a los refugiados
palestinos tras la Nakba,en Jordania, en base a la agricultura, para aliviar la carga económica que soportaba EEUU para
mantener a los 450.000 palestinos residentes en el Valle del Jordán.
El diplomático estadounidense debía apaciguar y neutralizar la crisis.
Johnston era el encargado
de sentar a las partes a negociar. En la mesa se encontraban dos
propuestas opuestas que se debían resolver. Por un lado, el plan
Sirio-Jordano que se encontraba dentro de las prácticas
internacionales, por el cual se generarían programas de regadío, se
construiría el canal del Ghor en el Jordán inferior (terminado
en 1964) y la represa sobre el Yarmouk (terminada en 2011), todo esto
sin desviar el curso natural del Jordán.
Por otro lado, el plan de
Israel, que comenzaba la construcción del acueducto nacional
expulsando a los habitantes palestinos y árabes de la zona violando
los armisticios de 1948, plan que se encontraba fuera del marco legal
internacional, cortando gran parte del agua dulce que irrigaban los
Territorios Palestinos.
En el año 1954, la URSS,
que formaba parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,
vetó la construcción del desvío del alto Jordán, por ser un área
desmilitarizada según el Armisticio de la Guerra de 1948, en donde
ningún estado ejercía soberanía. El informe Johnston de 1955
proponía que, del río Jordán, el Líbano tendría una cuota del
3%, Siria un 10%, Israel un 31% y Jordania un 56%.
Johnston y sus esfuerzos
fracasaron, ya que el enviado especial entendió que un acuerdo
técnico de la gestión de los recursos debía ser posterior a otro
de carácter político entre los Estados involucrados. El proyecto
colonial sionista era incompatible con lo propuesto por Johnston, una
administración en conjunto, el movimiento colonial presionaba por
una gestión unilateral de las fuentes para seguir colonizando
territorio palestino.
También quedó de
manifiesto lo fundamental que es el agua para la seguridad nacional
israelí, que tensionaría para resolver vía militar el
conflicto, a tal punto que las decisiones relevantes se tomaban en un
comité especial en el que participaban los ministerios de Defensa,
de Exteriores, de Agricultura y Finanzas. La invasión israelí,
francesa e inglesa a Egipto en 1956 enterraría la misión del
embajador.
Ofensiva hídrica y
diplomática
En 1963, diez años
después, Israel retoma la construcción del acueducto nacional, lo
que provoca que en la Cumbre del Cairo de enero de 1964 (año en que
la Liga de Estados Árabes incorpora a la OLP) se decida desviar las
aguas del Hasbani y del Banyas hacia el Yarmouk. La respuesta de
Israel fue militar, con ataques entre 1964 y 1966 que destruyeron las construcciones árabes. En 1967, Israel destruyó una
represa sirio-jordana que estaban construyendo en el Yarmouk, llamada Khaled ibn Walid. Sería la antesala y el momento
oportuno para concretar la deuda de 1948: La ocupación de toda
Palestina, desde el Jordán al mar Mediterráneo, con una ofensiva
militar que se produciría en Junio de 1967.
Ariel Sharon, sin pelos
en la lengua, lo confirma: "En realidad, la Guerra de Junio de
1967 se inició dos años y medio antes, cuando Israel decidió
rechazar la desviación del curso del Jordán".
La Guerra de Junio
perseguía nuevos territorios y conquistas, pero también se debe
entender en la lógica del control del agua.
El ex Primer Ministro
israelí, nacido en Bielorrusia, Menahem Begin, declaró a The New
York Times en 1982 que, en las semanas previas a la guerra de Junio
de 1967, "La concentración de tropas egipcias no probaban que
Gamal Abdel Nasser, presidente egipcio, realmente fuera atacarnos.
Debemos ser honestos con nosotros mismos, fuimos nosotros quien decidimos
atacarlos". En el mismo sentido, Mordechai Bentov, miembro del
nuevo gobierno de unidad nacional en 1967, concedió una entrevista al
diario Al-Hamishmar en 1971, en la cual señaló que "Toda la
historia del peligro de exterminio fue inventada en cada detalle y
exagerada para justificar la anexión de nuevos territorios árabes".
De esta manera,
finalizando el Mandato Británico de Palestina, Israel llegó a un
acuerdo con Jordania para limitar su participación militar en el
frente árabe para la guerra de 1948, en la que Jordania tendría de
moneda de cambio la posibilidad de apropiarse de Cisjordania. El ex
presidente israelí de origen polaco, David Bengurion, llamó a este
acuerdo "Bechiya lederot" que significa "Un error
histórico fatal", que las generaciones futuras lamentarán. De
esta manera, la Guerra de Junio supondría la corrección de dicho error.
El mapa posterior a la
guerra de 1967 se configura con la ocupación israelí de los Altos
del Golán (que alimenta el Tiberiades), Cisjordania, Gaza y el
Sinaí. Del mismo modo, Israel ocupó todas las riberas sirias del
lago Tiberiades y del Yarmouk, las fuentes del Banyas, los acuíferos
montañosos de Cisjordania y sus napas subterráneas. En 1978 y 1982
Israel, aprovechando la guerra civil interna que sufría el pueblo
libanés, invadió el sur del Líbano, pasando a controlar otro
tributario del río Jordán, el Hasbani, junto al sector alto del río
Litani. Con ello, pasó a dominar por completo el sector superior del
Jordán; no obstante, el año 2000 Israel se retiró del Líbano
(excepto de las Granjas de Sheba) debido a la resistencia libanesa.
Recién finalizada la Guerra de
1967, Israel dicta el Decreto Militar n°92, que declara "Recursos
estratégicos bajo control militar" los acuíferos de
Cisjordania (Territorios Palestinos Ocupados) y sus fuentes hídricas.
Esta orden de la Autoridad Civil de la ocupación israelí en los
Territorios Palestinos, se apropiaba de los recursos hidrológicos,
junto con la información y datos sobre el agua en los Territorios
Palestinos, explotando las fuentes de las capas freáticas costeras, al
igual que los acuíferos montañosos de Cisjordania. Lo anterior
cobra relevancia cuando se considera que las aguas usurpadas a los
árabes por Israel entre 1967 y 1978 representan el 40% del total de
agua consumida en Israel. De esta forma, la Guerra de Junio de 1967 generaría los recursos hídricos suficientes para abastecer las
colonias construidas en territorio ocupado, expandiendo su ocupación
y asegurando una agricultura estable para asentar a los colonos.
"La única cuestión
que podría llevar a Egipto de nuevo a la guerra sería el agua",
declaraba el presidente egipcio Anuar Sadat en 1979.
A principios de la década
de los noventa, en la Declaración de Principios de los Acuerdos de
Oslo del 13 de septiembre de 1993, se buscaron fórmulas para la
cooperación mutua sobre la extracción de recursos hídricos. En el
anexo 3 de la Declaración se establece un programa de desarrollo de
recursos hídricos entre ambas partes, junto con la utilización
equitativa del agua. El anexo 4 versa sobre el desarrollo regional,
como la creación de un canal que una el Mar Mediterráneo con el Mar
Muerto, refiriéndose a proyectos de desalinización, desarrollo
agrícola y la prevención de la desertificación.
Posteriormente, en los
Acuerdos del Cairo de 1994, tratando de aterrizar y materializar la
Declaración de Principios del año anterior, se evidenciará la
correlación de fuerzas entre ambas partes. En El Cairo, se establece
que la Autoridad Palestina no tendrá jurisdicción sobre los
Territorios Palestinos ocupados, ilegalmente, por Israel. Más aún,
se estipula que los recursos que se encuentran en dicho territorio no
podrán ser administrados por la Autoridad Palestina, y que Mekerot
(empresa nacional de agua israelí) suministrará agua a las colonias
y recintos militares. El párrafo 31C tipifica que la Autoridad
Palestina debe pagar a Mekerot el agua que le entregue, teniendo en
cuenta que estos recursos provienen de su propio territorio, quiere decir que Palestina debe pagar por el agua de su propio
subsuelo. Hoy en día, Mekorot suministra a Cisjordania un 53% del
agua de uso doméstico. Los palestinos administran el 20% de las
fuentes subterráneas, mientras que Israel administra el 80%.
En junio de 2002 el
Estado de Israel comenzó a construir un Muro de 723 kilómetros de
largo y 8 metros de alto con cercos eléctricos, trincheras y
patrullas. La justificación declarada por Israel fue prevenir
ataques terroristas; pero, lo que omite este pretexto, legitimado por
la Corte Suprema israelí, es que anexa gran parte del territorio
fértil palestino de Cisjordania, junto al acuífero occidental, la
fuente más grande subterránea de Cisjordania.
Un 85% de la construcción
del Muro se encuentra en territorio palestino, forzando a 60
comunidades palestinas, en las que viven 190.000 personas, a tomar
desvíos y caminos mucho más largos. Por ejemplo, el Muro anexa el
72% de la aldea Jayous, y dentro de ella, 7 pozos subterráneos;
mientras que, en Qalqiliya, 19 pozos fueron anexados, lo que
representa el 30% del suministro de la ciudad. En ese contexto, la
opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia, publicada
el 9 de julio de 2004, concluye que la construcción del Muro es
contraria al derecho internacional.
El Muro es un claro
ejemplo del control que ejerce Israel sobre los recursos hídricos
palestinos y la necesidad de mantenerlo. En 1990, el Ministro de
Agricultura de Israel señaló: "Si renunciáramos a la
vertiente occidental de las colinas de Judea y Samaria (Cisjordania),
se crearía una situación a través de la cual el abastecimiento de
agua a nivel nacional para los israelíes podría ser definido por
las acciones de cualquier autoridad árabe. Es difícil concebir
cualquier solución política coherente con la supervivencia de
Israel que no implique el control completo y continuo de los sistemas
de agua y alcantarillado por los israelíes". Se puede apreciar
que estas palabras del Ministro, expresadas en 1990, sintonizan con
las de Weizmann en 1920.
Atraso forzado,
progreso vetado
En mayo del 2015 el
parlamento israelí propuso un proyecto de ley que establecía la
aplicación de la ley israelí y su jurisdicción en el Valle del
Jordán. En esta misma lógica se inserta el acuerdo del siglo,
seguir colonizando territorio palestino, dentro de ello el valle del
Jordán. El 92% del Valle del Jordán se encuentra ocupada por
Israel, negando el acceso a los palestinos. 37 son los asentamientos
ilegales que se encuentran en el Valle.
Distintos informes
internacionales han evidenciado los perjuicios, y el deterioro de la
vida de los palestinos producto de los impedimentos y restricciones
que establece el estado ocupante. El informe del PNUD señala: "Aunque solo posean el 13% de los pozos de Cisjordania, los
colonos son responsables del 53% de las extracciones subterráneas".
Para el año 2005, en Gaza un colono israelí consumía 1.000m3 de
agua por año; un colono israelí en Cisjordania, 630m3; un civil
israelí, 350m3 y un palestino, 52m3.
Así, un colono israelí
en Gaza se hidrataba 20 veces más que un palestino. Para el año
2020, Gaza ya se ha declarado un lugar inhabitable, de acuerdo a la
Organización de las Naciones Unidas. En la actualidad Israel consume
900m3 de agua por habitante al año, los jordanos consumen 350m3 y
un palestino tiene permitido 100m3 al año, cobrándole un valor que
alcanza 5 veces el normal. El consumo por persona en Cisjordania y en
Gaza es de 60 litros al día, mientras que en Israel es de 280
litros.
Respecto a la economía
palestina, la agencia de la ONU decreta que Israel tiene la
obligación legal de indemnizar a palestina los costes económicos
que han causado las cinco décadas de ocupación ilegal, según el
informede
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD) Por la obstrucción de la actividad economica, del
progreso y desarrollo, las operaciones militares en suelo palestino,
la restricción de movimiento de y hacia Gaza, el degradamiento del
turismo y la prohibición de acceso a las tierras agrícolas, la
pesca y los recursos naturales. Los palestinos no pueden construir o
perfeccionar sus fuentes y obras para la extracción de agua,
mientras Israel extrae y confisca el 82% del agua subterránea de los
palestinos violando la Declaración de Principios firmada en 1993.
La Jurisprudencia del
tribunal europeo en Derechos Humanos referido a la ocupación turca
del norte de Chipre, y la decisión del consejo de seguridad de la
ONU de la obligación de Irak de compensar a Kuwait, queda "Bien
anclado en el derecho internacional y en precedentes" la
obligación impuesta a Israel. La UNCTAD señala que la falta de
acceso de los palestinos a la zona C, que constituye el 60% de
Cisjordania, genera un costo a la economía palestina de un 35% del
PIB y cerca de 1.000 millones de dólares perdidos en tributos por
cobrar. La misma agencia indica que el 3,6% del PIB o el 17% de los
ingresos públicos palestinos totales van al Tesoro israelí en lugar
de las arcas fiscales palestinas. Ese dinero que va al tesoro israelí
podría generar 10.000 empleos adicionales al año, junto con
aumentar un 4% el PIB anual de los territorios ocupados manifiesta el
informe de la UNCTAD. 85% de los recursos marinos en Gaza se
encuentran prohibidos por Israel, generando graves perjuicios a los
pescadores artesanales palestinos. La misma agencia señala que el
PIB palestino real per cápita sería el doble actualmente si no
existirán tales abusos israelíes.
El informe de la
Conferencia Internacional del Trabajo, OIT, en 2014 expresa: "Las
políticas israelíes aplicadas en la ribera occidental apoyan los
asentamientos y su continua expansión, mientras que los palestinos
deben afrontar restricciones de circulación y de residencia, la
escasez de la tierra y el agua, la demolición de la infraestructura
y las viviendas, los desplazamientos y la violencia de los colonos.
La ley civil israelí se aplica a los israelíes que viven en la
Ribera Occidental, en cambio a los palestinos se les aplica la ley
militar".
Una muestra en Berlín
recuerda a los republicanos que acabaron haciendo trabajos forzados
en Europa y el norte de África
Max Aub abandonó
España en 1939, cuando la derrota republicana ya era
irreversible. Se exilió a Francia y se estableció en París,
donde la paz sería breve: tras la invasión de la Alemania nazi
sobre Francia, el literato fue detenido acusado de comunista y
enviado al campo de internamiento de Vernet.
Posteriormente fue
deportado a Argelia, al campo de Djelfa, y allí fue forzado a
participar en la construcción del tren transahariano, una
obra faraónica en la que los deportados fueron obligados a trabajar
bajo un sol abrasador y en condiciones penosas. Aub consiguió huir
hacia México, pero los que no corrieron esa suerte
continuaron siendo explotados en condiciones infrahumanas hasta la
derrota de la Alemania nazi. Muchos murieron.
Como él, muchos
exiliados españoles, alrededor de 100.000, fueron obligados a a
trabajar para el régimen nazi en Francia, Alemania, el norte de
África y las islas del Canal. Max Aub alcanzaría el reconocimiento
más tarde en México por su obra literaria, pero no así la mayor
parte de sus compañeros, españoles anónimos que quedaron a la
deriva de los totalitarismos. Ahora la exposición Rotspanier
(«españoles rojos») busca rescatarlos del olvido.
La historia de estos
rojos ha sido poco estudiada, explica el comisario de la exposición,
el historiador Peter Gaida. «La memoria colectiva en España
se centra en primera línea en Mauthausen; existe la película,
existe el fotógrafo, existen fotografías y efectivamente también
nueve mil españoles que fueron deportados» a ese campo de
exterminio nazi, donde la mayoría murió, señala.
En tanto, la exposición
Rotspanier se centra «en aquellos que tuvieron la suerte de
no ser deportados a Mauthausen», pero obligados a realizar trabajos
forzados para el régimen nazi y de los que se conoce relativamente
poco, agrega Gaida. El trabajo en torno a esta muestra contribuye de
algún modo a cerrar este vacío y dar visibilidad a un colectivo
olvidado.
De un total de alrededor
de 140.000 refugiados republicanos de la Guerra Civil
española, se calcula que 100.000 fueron hombres que acabarían
realizando trabajos forzados en territorios ocupados por los nazis o
en países colaboracionistas. Muchos fueron mano de obra para la
organización nacionalsocialista Todt, encargada de
macro-proyectos de obra civil. Otros tuvieron que trabajar para la
Francia de Vichy, aunque con diferente suerte: unos 40.000 exiliados
republicanos fueron entregados por el régimen del mariscal Pétain
al régimen nazi.
Pero muchos de ellos no
solo fueron solo víctimas, afirma Gaida, sino que al final de la
guerra se convirtieron en actores, tomaron las armas y liberaron
algunas ciudades, principalmente en Francia. En este país han
recibido últimamente actos de reconocimiento, como los homenajes a
la La Nueve, el destacamento de españoles que tuvo un papel crucial
en la liberación de París.
Si bien los españoles
fueron el grupo extranjero más numeroso en la resistencia francesa
contra la ocupación nazi, en Alemania su papel no fue tan relevante.
Allí la suerte que corrieron los «españoles rojos» es «apenas un
pequeño tema» que queda diluido en el océano de un total de 13
millones de trabajadores forzados extranjeros, afirma Gaida.
La muestra puede verse en
el Centro de documentación de trabajos forzados durante la época
nazi, en Berlín, hasta el mes de octubre. Se divide en módulos,
explicados en tres idiomas (español, alemán y francés) de forma
didáctica y con material del Archivo federal de Alemania.
La exposición ha sido
concebida por Gaida y su colega español Antonio Muñoz Sánchez,
en colaboración con la asociación francesa de descendientes
españoles Ay Carmela y la fundación alemana Recuerdo,
responsabilidad y futuro. Tras pasar por las ciudades francesas de
Burdeos, Pessac y Paum se muestra por primera
vez en Alemania, y más tarde podría ir a España, probablemente a
Barcelona.