30 agosto, 2021

No es “la humanidad” la que está destruyendo el planeta — Chris Saltmarsh

 



Observatorio de la crisis – 25/08/2021


Cada siete u ocho años, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) publica un informe en el que repasa el conocimiento científico disponible acerca del cambio climático. Esta semana, en medio de un verano boreal extremadamente caliente y de una serie de inundaciones devastadoras, la institución publicó el Sexto Informe de Evaluación.


El texto indica que estamos en un punto de inflexión en la historia del cambio climático. Mientras políticos, empresas y activistas no logran dar pie con bola y se enredan en discusiones interminables, los científicos cortan en seco toda esa mierda con un cuadro objetivo de la situación que nos muestra dónde estamos y qué podemos hacer.


¿Qué hay de nuevo, viejo?


Entonces, ¿qué información nueva y útil para la lucha contra el cambio climático nos brinda el último informe del IPCC? En términos generales, hay que confesar que no mucha. Las emisiones siguen aumentando y el planeta sigue calentándose. Descarbonizar la economía sigue siendo una tarea urgente.


Los títulos del Sexto Informe de Evaluación tienden a centrarse en el tan mentado objetivo de evitar que la temperatura mundial promedio aumente más de 1,5°C. Este objetivo fue la piedra de toque del Acuerdo de París y todos los expertos en clima sostienen que es el límite a partir del cual el calentamiento puede volverse peligroso. Pero en realidad, se trata de un juicio aproximado: recién alcanzamos niveles de calentamiento de 1,1°C o 1,2°C y difícilmente pueda decirse que las actuales condiciones climáticas son seguras.


En cualquier caso, la comunidad internacional organizó sus pretensiones colectivas en torno a la meta de 1,5°C. Uno de los titulares más impactantes surgidos del informe del IPCC es el que afirma que, todos los escenarios contemplados indican que alcanzaremos ese límite en 2040. Sin embargo, si no comenzamos a disminuir las emisiones, ese punto llegará mucho antes (probablemente en una década).


Cuando alcancemos el límite de 1,5°C, el nivel de los mares crecerá entre dos y tres metros. Los episodios de calor extremo se volverán mucho más frecuentes. La humedad asociada a las grandes precipitaciones aumentará un 10% y las probabilidades de lluvia se multiplicarán por 1,5. ¿Cuándo sucederá todo esto?


Si se busca una porción de optimismo en el informe del IPCC, la encontramos en la afirmación de que, si logramos reducir las emisiones de carbono a cero en 2050, es muy probable que estabilicemos las temperaturas globales en el límite de 1,5°C. Dejando de lado la certeza de que un escenario optimista no es el más probable, la mala noticia es que, aun en ese caso, las condiciones climáticas se habrán vuelto mucho más peligrosas. La probabilidad de un escenario en el que las emisiones aumenten sugiere que la temperatura subirá 1,9°C en 2040 (es decir, a mis 46 años), 3°C en 2060 (probablemente todavía no me haya jubilado) y 5,7°C en 2100 (momento en que, si sobrevivo al calor extremo, tendré 104 años).


Aunque no sea nada nuevo, estas cifras indican la situación que afrontará mi generación en caso de que no logre cambiar el curso de la situación. António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, respondió al informe y apuntó contra la industria de los combustibles fósiles: «Este informe debería ser leído como un imperativo de poner fin al carbón y a los combustibles fósiles antes de que destruyan nuestro planeta».


De repente, la idea se convirtió en una verdad evidente para cuantos se preocupan por el cambio climático. Pero su enunciación no es suficiente. A menos de tres meses de la retrasada conferencia COP26, que las Naciones Unidas celebrarán en Glasgow, ¿cabe esperar algo mejor? Las últimas dos grandes conferencias no tuvieron ningún resultado y el Acuerdo de París solo sirvió para comprometer formalmente a algunos países a reducir las emisiones a un ritmo que, en caso de respetarse, llevaría el promedio del calentamiento a los 2,9°C. Glasgow nos conduce directo al fracaso.




El último informe es tan tajante y alarmante como los otros, pero no nos brinda ningún motivo para creer que los procedimientos internacionales vigentes y los gobiernos de turno estén preparados para coordinar la transformación económica que necesitamos urgentemente. John Kerry, enviado especial de Estados Unidos a cargo de la cuestión climática, manifiesta que Glasgow debe ser un “punto de inflexión en esta crisis”. No es la primera vez que escuchamos esa frase. El único punto de inflexión en el que podemos creer hoy está lejos de la economía política capitalista que generó y profundizó esta crisis. Necesitamos una nueva economía basada en la igualdad, la justicia y la prosperidad.


Lo serio es culpar al capitalismo, no a la «humanidad»


El conocimiento científico detrás del Sexto Informe de Evaluación es indiscutible, y sus consecuencias lógicas nos fuerzan a cuestionar la pertinencia de nuestro sistema económico y político actual. Sin embargo, el informe no plantea esos problemas. De hecho, está escrito en un lenguaje que funciona como sostén de la clase dominante.


La primera tesis del Resumen para Legisladores afirma que no cabe duda de que el cambio climático es causado por «actividades humanas». La frase «cambio climático de origen humano» se repite a lo largo de todo el informe. La certeza de que los seres humanos son responsables del cambio climático se propagó en todos los medios, incluyendo los artículos de la BBC y de The Guardian.


A diferencia de otras tesis contenidas en el informe del IPCC, como las que remiten a la progresión del calentamiento, las anticipaciones del calor extremo y la predicción del aumento del nivel de los mares, la insinuación de que la responsabilidad de la situación recae sobre la humanidad en general no es científica. Es ideológica. Desdibuja la responsabilidad de la clase dominante.


Es bastante improbable que esta sea una intención explícita de los científicos del IPCC. Y, evidentemente, la tendencia popular a hablar del cambio climático de origen humano es una buena respuesta frente a los think-tanks que promueven el negacionismo. Sin embargo, los negacionistas no son hoy el obstáculo principal: el retraso y la inacción de la clase capitalista tomaron su lugar.


Son los capitalistas los que sacan provecho de la crisis climática mientras los más pobres sufren. Es el sistema capitalista el que bloquea la descarbonización mientras el mundo arde. Por supuesto, desde un punto de vista técnico, es correcto decir que el cambio climático es de origen humano. Hasta donde sé, la clase capitalista está compuesta de humanos (a menos que David Icke sepa algo que todo el mundo ignora). Pero esto no significa que todos los humanos hayan desempeñado el mismo rol en la generación de la crisis.


Es verdad, algunos nos beneficiamos de los frutos del capitalismo fósil. Es innegable que la extracción de combustibles fósiles es la base sobre la que se alzaron la civilización moderna y los avances que mejoraron la vida de muchas personas. Pero en este sistema la mayoría de la gente vive en condiciones de explotación, alienación y marginación. Consumimos los productos del capitalismo fósil, pero no elegimos las condiciones básicas de producción que conducen a la crisis climática.


El trabajador de una refinería no comparte la responsabilidad con el capitalista que lo explota para extraer una ganancia de la producción de petróleo. Las comunidades indígenas, violentamente desplazadas de sus territorios con el fin de abrir minas de carbón, no comparten la responsabilidad con los gobiernos que fuerzan la implementación de estos proyectos. Podríamos hablar del cambio climático «de origen terrícola» o «de origen mamífero». La tesis llevaría la abstracción a un nivel ligeramente más distante de aquel en que se sitúan los verdaderos culpables, pero no dejaría de ser verdadera.


Por supuesto, también sería verdad decir que el cambio climático no es propiedad exclusiva del modo de producción capitalista. Embarcándonos en el relato contrafáctico, podríamos decir que cualquier civilización humana que hubiera descubierto los combustibles fósiles los habría aprovechado, poniendo en movimiento la insospechada rueda del cambio climático. Sin embargo, el fallo del capitalismo parece estar en su incapacidad de revertir la situación. Conocemos las causas y los efectos del cambio climático desde hace décadas, y, aun así, la prioridad de maximizar las ganancias a corto plazo siempre logró desplazar la necesidad de transformar nuestro sistema energético.


No somos todos igualmente responsables por la catástrofe climática. Sin una transformación planificada de la economía, nuestros comportamientos individuales, aun tomados en conjunto, son impotentes frente al objetivo de la descarbonización. Entonces, tenemos dos opciones: o bien nos embarcarnos en una política climática misántropa, que condena a la humanidad en general y oculta las verdaderas causas de la crisis, o bien adoptamos una perspectiva de justicia climática humanista y socialista, que cuenta con el potencial humano y las posibilidades de construir un mundo mejor.


El mundo a 1,5°C


El calentamiento de 1,5°C es lo mejor a lo que podemos apuntar. Pero entonces, si muchos de los cambios son a esta altura inevitables e irreversibles —como muestra el informe del IPCC—, los incendios en Grecia, Turquía y Argelia señalan el comienzo de una nueva normalidad. En este contexto, estamos obligados a liberar las mejores cualidades de la humanidad en vez de enfatizar las peores. Además de luchar contra cada mínima fracción del promedio del calentamiento, debemos aceptar que habitamos condiciones climáticas mucho más peligrosas que las del pasado. En este punto se vuelven fundamentales la solidaridad y la justicia.


Nuestra misión principal es limitar el calentamiento mediante la descarbonización, de la manera más rápida y justa posible. Pero también tenemos que considerar cómo nos adaptaremos al nuevo clima. La izquierda y el movimiento contra el calentamiento global deberían exigir e integrar en su plataforma política un programa de adaptación equitativa al cambio climático.


Tenemos que contar con infraestructuras y edificios resistentes, barreras contra las inundaciones, planes de evacuación, servicios de emergencia bien financiados, seguros estatales contra pérdidas y daños, políticas de acogida y apoyo para los refugiados. Si bien estos elementos no deberían representar el límite de nuestras ambiciones políticas ni funcionar como una excusa para abandonar la lucha contra la descarbonización, debemos integrarlos a la concepción de la justicia en el nuevo mundo de 1,5°C.


Como deja en claro el informe del IPCC, las próximas décadas nos plantean distintos escenarios posibles. En uno de ellos, los gobiernos y los movimientos contra el cambio climático fracasan rotundamente y no logran disminuir las emisiones en el tiempo requerido. Por supuesto, nuestra ambición debería ser tomar el poder del Estado y utilizarlo para transformar la economía e impartir justicia. Pero también deberíamos estar preparados para operar en escenarios donde los políticos logran sostener el statu quo sin descarbonizar, o donde la descarbonización se desarrolla en beneficio de los ricos y a costa de los pobres y marginados. En estos escenarios de relativa derrota, debemos estar preparados para defendernos mediante el fortalecimiento del poder popular y el desarrollo de la solidaridad. Frente al fracaso del Estado, deberíamos ser capaces de resistir colectivamente organizando sistemas de distribución de alimentos, refugios de emergencia y operativos de rescate.


Es comprensible que, en momentos como este, con la publicación del contundente informe del IPCC, en medio de condiciones climáticas implacables y devastadoras, se generalice un sentimiento colectivo de desesperación, impotencia y ansiedad. Por ejemplo, en la mayoría de los escenarios contemplados por el IPCC, toda mi vida adulta transcurrirá en el contexto de un planeta cada vez más caliente. Deberíamos tratar de evitar que dichos sentimientos conduzcan a la desesperanza o a la misantropía.


Sin importar lo que digan los medios, la clase dominante o los científicos, «nosotros» no somos responsables por la crisis climática. En cualquier caso, como los verdaderos responsables no piensan hacer nada al respecto, el asunto está en nuestras manos. Sobre esa certeza podemos construir un movimiento de masas militante y radical, dispuesto a construir una economía basada en la igualdad, la justicia y la prosperidad. Sabemos que nuestra generación tendrá que cargar con el legado del capitalismo, pero tal vez seamos también nosotros quienes logremos arrojarlo al basurero de la historia.


28 agosto, 2021

El gran juego de aplastar naciones — John Pilger

 



teleSURtv.net – 28/08/2021


Mientras un tsunami de lágrimas de cocodrilo envuelve a los políticos occidentales, la historia es ocultada. Hace más de una generación, Afganistán ganó su libertad, que Estados Unidos, Gran Bretaña y sus "aliados" habían destruido.


En 1978, un movimiento de liberación dirigido por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) derrocó la dictadura de Mohammad Dawd, primo del rey Zahir Shah. Fue una revolución inmensamente popular que tomó por sorpresa a británicos y estadounidenses.


Los periodistas extranjeros en Kabul, informó The New York Times, se sorprendieron al encontrar que "casi todos los afganos que entrevistaron dijeron [estar] encantados con el golpe". The Wall Street Journal informó que "150.000 personas… marcharon para honrar la nueva bandera… los participantes parecían genuinamente entusiasmados".


El Washington Post informó que "la lealtad afgana al gobierno apenas puede ser cuestionada". Secular, modernista y, en gran medida, socialista, el gobierno declaró un programa de reformas visionarias que incluía la igualdad de derechos para las mujeres y las minorías. Se liberó a los presos políticos y se quemaron públicamente los archivos policiales.


Bajo la monarquía, la esperanza de vida era de 35 años; uno de cada tres niños moría en la infancia. El 90% de la población era analfabeta. El nuevo gobierno introdujo la asistencia médica gratuita. Se lanzó una campaña de alfabetización masiva.


Para las mujeres, los avances no tenían precedentes; a finales de la década de 1980, la mitad de los estudiantes universitarios eran mujeres, y las mujeres constituían el 40% de los médicos de Afganistán, el 70% de sus profesores y el 30% de sus funcionarios.


Con el apoyo de Occidente


Los cambios fueron tan radicales que permanecen vivos en la memoria de quienes se beneficiaron de ellos. Saira Noorani, una cirujana que huyó de Afganistán en 2001, recuerda:


"Todas las chicas podían ir al instituto y a la universidad. Podíamos ir a donde queríamos y vestir lo que nos gustaba… Solíamos ir a los cafés y al cine a ver las últimas películas de la India los viernes… todo empezó a estropearse cuando los muyaidines empezaron a ganar… esta era la gente que Occidente apoyaba".


Para Estados Unidos, el problema del gobierno del PDPA era que estaba apoyado por la Unión Soviética. Sin embargo, nunca fue la "marioneta" de la que se burlaba Occidente, ni el golpe contra la monarquía estuvo "respaldado por los soviéticos", como afirmó la prensa estadounidense y británica en su momento.


El secretario de Estado del presidente Jimmy Carter, Cyrus Vance, escribió posteriormente en sus memorias: "No teníamos pruebas de ninguna complicidad soviética en el golpe".


En la misma administración estaba Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad nacional de Carter, un emigrante polaco, fanático anticomunista y extremista moral cuya influencia duradera en los presidentes estadounidenses sólo expiró con su muerte en 2017.


El 3 de julio de 1979, sin que el pueblo y el Congreso estadounidenses lo supieran, Carter autorizó un programa de "acción encubierta" de 500 millones de dólares para derrocar al primer gobierno laico y progresista de Afganistán. La CIA lo denominó Operación Ciclón.


Los 500 millones de dólares compraron, sobornaron y armaron a un grupo de fanáticos tribales y religiosos conocidos como los muyaidines. En su historia semioficial, el periodista del Washington Post Bob Woodward escribió que la CIA gastó 70 millones de dólares sólo en sobornos. Describe una reunión entre un agente de la CIA conocido como "Gary" y un señor de la guerra llamado Amniat-Melli:


"Gary puso un fajo de dinero en efectivo sobre la mesa: 500.000 dólares en pilas de 30 centímetros de billetes de 100 dólares. Creía que sería más impresionante que los habituales 200.000 dólares, la mejor manera de decir que estamos aquí, que vamos en serio, que aquí hay dinero, que sabemos que lo necesitas… Gary no tardaría en pedir al cuartel general de la CIA y recibir 10 millones de dólares en efectivo".


Reclutados en todo el mundo musulmán, el ejército secreto de Estados Unidos fue entrenado en campos de Pakistán dirigidos por la inteligencia pakistaní, la CIA y el MI6 británico. Otros fueron reclutados en un colegio islámico en Brooklyn, Nueva York, a la vista de las malogradas Torres Gemelas. Uno de los reclutas era un ingeniero saudí llamado Osama bin Laden.


El objetivo era difundir el fundamentalismo islámico en Asia Central y desestabilizar y finalmente destruir la Unión Soviética.


Intereses más amplios


En agosto de 1979, la embajada de Estados Unidos en Kabul informó de que "los intereses más amplios de Estados Unidos… se verían favorecidos por la desaparición del gobierno del PDPA, a pesar de los reveses que esto pudiera suponer para las futuras reformas sociales y económicas en Afganistán".


Vuelvan a leer las palabras de arriba que he puesto en cursiva. No es frecuente que una intención tan cínica se exprese con tanta claridad. Estados Unidos estaba diciendo que un gobierno afgano genuinamente progresista y los derechos de las mujeres afganas podían irse al infierno.


Seis meses después, los soviéticos hicieron su movimiento fatal en Afganistán en respuesta a la amenaza yihadista creada por Estados Unidos a sus puertas. Armados con misiles Stinger suministrados por la CIA y celebrados como "luchadores por la libertad" por Margaret Thatcher, los muyaidines acabaron expulsando al Ejército Rojo de Afganistán.


Los muyaidines, que se autodenominaban Alianza del Norte, estaban dominados por señores de la guerra que controlaban el comercio de heroína y aterrorizaban a las mujeres de las zonas rurales. Más tarde, a principios de los años 90, surgirían los talibanes, una facción ultrapuritana, cuyos mulás vestían de negro y castigaban el bandidaje, la violación y el asesinato, pero prohibían a las mujeres la vida pública.


En los años ochenta, entré en contacto con la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán, conocida como RAWA, que había intentado alertar al mundo sobre el sufrimiento de las mujeres afganas. Durante la época de los talibanes ocultaban cámaras bajo sus burkas para filmar las pruebas de las atrocidades, y hacían lo mismo para denunciar la brutalidad de los muyaidines apoyados por Occidente. "Marina", de RAWA, me dijo: "Llevamos la cinta de vídeo a todos los principales grupos de medios de comunicación, pero no quisieron saber nada…"


En 1996, el gobierno ilustrado del PDPA fue arrollado. El presidente, Mohammad Najibullah, había acudido a las Naciones Unidas para pedir ayuda. A su regreso, fue colgado de una farola.


El juego


"Confieso que [los países] son piezas en un tablero de ajedrez", dijo Lord Curzon en 1898, "sobre el que se está jugando una gran partida para el dominio del mundo".


El virrey de la India se refería en particular a Afganistán. Un siglo después, el primer ministro Tony Blair utilizó palabras ligeramente diferentes.


"Este es un momento que hay que aprovechar", dijo tras el 11-S. "El caleidoscopio ha sido sacudido. Las piezas están en movimiento. Pronto se asentarán de nuevo. Antes de que lo hagan, reordenemos este mundo a nuestro alrededor".


Sobre Afganistán, añadió esto: "No nos alejaremos [sino que aseguraremos] alguna salida a la pobreza que es su miserable existencia".


Blair se hizo eco de su mentor, el presidente George W. Bush, que se dirigió a las víctimas de sus bombas desde el Despacho Oval: "El pueblo oprimido de Afganistán conocerá la generosidad de Estados Unidos. Al tiempo que atacamos objetivos militares, también lanzaremos alimentos, medicinas y suministros para los hambrientos y los que sufren…"


Casi todas las palabras eran falsas. Sus declaraciones de preocupación eran crueles ilusiones para un salvajismo imperial que "nosotros" en Occidente rara vez reconocemos como tal.


Orifa


En 2001, Afganistán estaba asolado y dependía de los convoyes de ayuda de emergencia procedentes de Pakistán. Como informó el periodista Jonathan Steele, la invasión causó indirectamente la muerte de unas 20.000 personas, ya que se interrumpieron los suministros a las víctimas de la sequía y la gente huyó de sus hogares.


Dieciocho meses después, encontré en los escombros de Kabul bombas de racimo estadounidenses sin explotar que a menudo se confundían con paquetes de ayuda amarillos lanzados desde el aire. Volaron las extremidades de niños hambrientos que buscaban comida.


En el pueblo de Bibi Maru, vi a una mujer llamada Orifa arrodillarse ante las tumbas de su marido, Gul Ahmed, tejedor de alfombras, y de otros siete miembros de su familia, entre ellos seis niños, y dos niños que fueron asesinados al lado.


Un avión F-16 estadounidense había salido de un cielo azul despejado y lanzó una bomba Mk82 de 500 libras sobre la casa de barro, piedra y paja de Orifa. Orifa estaba fuera en ese momento. Cuando regresó, recogió las partes de los cuerpos.


Meses después, un grupo de estadounidenses llegó desde Kabul y le entregó un sobre con 15 billetes: un total de 15 dólares. "Dos dólares por cada miembro de mi familia asesinado", dijo.


La invasión de Afganistán fue un fraude. Tras el 11-S, los talibanes trataron de distanciarse de Osama bin Laden. Eran, en muchos aspectos, clientes estadounidenses con los que la administración de Bill Clinton había hecho una serie de tratos secretos para permitir la construcción de un gasoducto de 3.000 millones de dólares por parte de un consorcio de empresas petroleras de Estados Unidos.


Con gran secretismo, los líderes talibanes habían sido invitados a Estados Unidos y agasajados por el director general de la empresa Unocal en su mansión de Texas y por la CIA en su sede de Virginia. Uno de los encargados de cerrar el trato fue Dick Cheney, posteriormente vicepresidente de George W. Bush.


En 2010, estuve en Washington y concerté una entrevista con el cerebro de la era moderna del sufrimiento de Afganistán, Zbigniew Brzezinski. Le cité su autobiografía en la que admitía que su gran plan para atraer a los soviéticos a Afganistán había creado "unos cuantos musulmanes agitados".


"¿Se arrepiente de algo?" le pregunté.

"¡Arrepentimiento! ¡Arrepentimiento! ¿Qué arrepentimiento?"


Cuando vemos las actuales escenas de pánico en el aeropuerto de Kabul, y escuchamos a periodistas y generales en lejanos estudios de televisión lamentándose por la retirada de "nuestra protección", ¿no es hora de prestar atención a la verdad del pasado para que todo este sufrimiento no vuelva a ocurrir?


Fuente: Consortium News


No siempre somos conscientes de lo poco que sabemos

 


Citas extraídas de “La intoxicación lingüística. El uso perverso de la lengua”. Vicente Romano


"Donde la reflexión es imposible, el mundo recibido debe considerarse como "la realidad". La autenticidad de la percepción difusa con el medio técnico hace que la imagen televisiva o el texto de prensa sea la cosa misma. Lo "esencial" es haberlo oído, visto o leído en la radio, la TV o el periódico.


Se prometen informaciones y conocimientos. Pero, salvo la previsión del tiempo, útil para la excursión dominguera, lo que se transmite raras veces es reducible a la práctica directa de la vida. La fe en la información se diluye en muchas noticias que se olvidan al cabo de un par de horas y con las que el receptor no sabe qué hacer porque no está en condiciones de comprender su origen, su alcance ni su significado. Cuanto mayor es la fe en la información, más dogmático es el retorno al mito. Los déficit racionales se satisfacen emocionalmente."


"La concepción de la realidad como el peor enemigo del hombre y, por consiguiente, la explotación de la "ilusión redentora" se ha convertido desde hace tiempo en la máxima de la industria del entretenimiento. El sentimiento se ha convertido en mercancía rentable.


De ahí que, como la conciencia es el resultado de la acción y la experiencia, haya que crear otras condiciones sociales de vida y de trabajo que permitan al hombre enriquecerse con experiencias personales y no permitir ninguna "explotación de sus almas" por poderes ajenos."


"El uso tan frecuente de abreviaturas (OTAN, ONU, UE, etc.) obstaculiza el planteamiento de preguntas no deseadas. Así, OTAN no sugiere lo mismo que Organización del Tratado del Atlántico Norte. En este caso habría que preguntarse qué hacen en ella países que, como Turquía, Grecia, Italia o Colombia, nada tienen que ver con el Atlántico Norte, o que estas tropas se hallen ahora defendiendo los intereses de los grandes consorcios petroleros usamericanos en Asia Central."


"Para aproximarse a una sociedad de hombres y mujeres libres, sociedad que jamás ha existido en la historia, hay que incrementar la participación de la mayoría en el producto de su trabajo y reducir la de la minoría. Pero lo que ocurre es precisamente lo contrario. Bienestar significa disponer de cosas, dominio es disponer de las personas, y, en el caso de los medios, de su biotiempo. Con el biotiempo de los consumidores succionan la fuerza de trabajo gratuita de la percepción. Esto forma parte de la economía de señales. La fuerza de trabajo de los telespectadores se succiona por la vía del entretenimiento y a las diez de la mañana siguiente se intercambian por dólares o euros las cuotas de audiencia."


"El reduccionismo actual del discurso periodístico conduce a la despolitización de la sociedad, efectuada a través del reclamo consumista, lo que equivale a la debilitación del Estado. Este se reduce entonces a acciones simbólicas.


Este mecanismo apunta a un orden económico que ya no pretende satisfacer necesidades, sino crearlas. Los mensajes de los medios de masas, acoplados a la industria de la sugestión del reclamo comercial, despiertan en los receptores falsas expectativas. Deben buscar la salvación donde no puede estar: en el consumo de los milagrosos mundos de los medios. Como afirma Pross, tal vez la explotación de la tierra, de los tesoros de la naturaleza, haya llegado tan lejos que la industria tenga que recurrir ahora a la explotación del alma de los hombres y mujeres. Los esfuerzos se dirigen ahora no tanto a explotar la fuerza de trabajo como a estimularla fisiológica y psicológicamente para crear las necesidades que hacen girar esta rueda de la denominada "sociedad libre de mercado", o sea, del capitalismo."


"El significado clásico de informatio como formación, configuración, se mantuvo en la filosofía medieval, en la escolástica, como terminus tecnicus: proveer de una forma a la materia. Este significado desapareció junto con la escolástica.


El significado de formación mediante instrucción se destacó en el humanismo y el Renacimiento. Informador era el maestro. Una noción que se mantuvo hasta el siglo XIX.


Lo que ha quedado hasta hoy es el significado de información como exposición, comunicado, noticia."


"En nuestra civilización "tecnocientífica", cada vez es menor el ámbito de lo que conocemos por experiencia directa. Para la inmensa mayoría de la población, el conocimiento de la realidad se deriva de las noticias que afluyen de los medios de producción masiva de comunicación, en particular de la TV. Se trata, pues, de experiencias de segunda o tercera mano. O sea, no son experiencias en el sentido original del término.


A decir verdad, no siempre somos conscientes de lo poco que sabemos. Son más bien raros los momentos en los que podemos notar lo poco que podemos vislumbrar, comprender o concebir. Lo demás, aunque presenta la apariencia del saber, no es más que una maraña de supuestos, opiniones interesadas, prejuicios, ficciones. Y esto es lo que suele marcar la actitud ante los acontecimientos tal como nos los presentan. Este campo de opiniones derivadas y prefabricadas es el dominio de la propaganda.


Resumiendo mucho, sus rasgos distintivos son la simplificación, indiferenciación, uniformidad, el estereotipo, en suma, el pensamiento acrítico, mágico."


"Ampliar los conocimientos, la conciencia, equivale a esforzarse contra la manipulación general. En este sentido, el principal instrumento de manipulación, de contaminación lingüística, es la violencia simbólica o psicológica. Desentrañarla constituye una tarea básica en todo proceso de emancipación."


"En el contexto de la intoxicación lingüística, la propaganda se entiende como producción y difusión de mensajes dirigidos a influir en la conciencia y el comportamiento de un público determinado o de todo el público. La tarea de la propaganda estriba en imponer valoraciones e interpretaciones hasta el punto de que las personas se identifiquen con ellas y, así, adquieran validez social. Es, pues, una aplicación de la violencia simbólica. Pretende hacer creer algo, persuadir de algo. Tiene más carácter apelativo que discursivo. Es, en alto grado, de índole monológica, no dialógica, contrapuesta al diálogo."


Los EEUU versus ellos. Se trata de pintar a todos los enemigos como terroristas, salvajes, malvados, comunistas, ateos, etc. Se alimentan así los peores miedos: ¡que vienen los rusos!, los "pijamas negros", los islamistas… La propaganda usamericana demoniza así a mucha gente, desde los habitantes originarios de Norteamérica hasta los iraquíes, palestinos y libaneses que están muriendo mientras se redactan estas líneas.


Apoyo incondicional a las tropas. Los estadounidenses se crían viendo películas de guerra, jugando con armas de fuego, rodeados de monumentos bélicos, entrenados en el respeto y temor a los uniformes. Presencian la demonización de quienes se oponen a la guerra. Los medios rezuman fervor militarista. Aceptan que los impuestos financien las guerras y la propaganda bélica. Una vez iniciadas las intervenciones, todos tras las fuerzas armadas hasta la victoria final: My country right or wrong [Mi país, con o sin razón]. Todo ello fomentado por la industria del reclamo, como se demostró claramente en la primera Guerra del Golfo."


27 agosto, 2021

Así pues ¿quiénes son los terroristas, quiénes siembran la muerte, el terror y la miseria?

 



Millones de personas asesinadas a calculada sangre fría por y para proteger los intereses de una insaciable minoría cuyo único objetivo es preservar su privilegiada y excluyente posición de poder a costa del expolio brutal del planeta y del inmisericorde exterminio de cuantas personas o países se opongan. A uno de los más recientes capítulos de este criminal procedimiento lo han denominado, de manera obscena y al más puro estilo de propaganda nazi, "Guerra contra el terrorismo", que es algo así como lanzar una bomba atómica sobre una ciudad con el fin eliminar a un supuesto criminal oculto en ella. Mienten y matan, ellos y sus serviles y coprófagos medios de desinformación masiva.


Dos fragmentos extraídos (Umoya) de ¿Cuántas vidas se han llevado las guerras de Estados Unidos posteriores al 11S?, exhaustivo estudio llevado a cabo por Nicolas J.S. Davies.


"...como consecuencia de la invasión estadounidense de Irak se ha matado a 2,4 millones de personas (aproximadamente), mientras que, en las guerras que Estados Unidos lideró en Afganistán y Pakistán, se han matado a 1,2 millones (aproximadamente)."


"Los exhaustivos estudios de mortalidad  que se han llevado a cabo en otros países golpeados por la guerra (como Angola, Bosnia, República Democrática del Congo, Guatemala, Irak, Ruanda, Sudán y Uganda) muestran que el número total de muertos es entre 5 y 20 veces superior al indicado previamente por la información «pasiva» fundamentada en noticias, registros hospitalarios o investigaciones sobre derechos humanos."


Globalization and Terrorism – Michael Parenti


26 agosto, 2021

80 NIÑOS palestinos ASESINADOS por Israel en 2021

 


Este año se ha producido un desgarrador incremento del número de niños palestinos asesinados por Israel, lo que ha llevado a su condena por parte de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. (Mohammed Talatene / Reuters)


IAK – 25/08/2021

Traducción del inglés: Arrezafe


Al Jazeera informa que, en lo que va de 2021, Israel ha matado a 12 niños palestinos en Cisjordania [acaban de matar a uno más] y 67 en el ataque de mayo a Gaza. Según Defense for Children International, Israel comete regularmente "asesinatos extrajudiciales o premeditados" de niños palestinos. (Durante este periodo, también murieron 2 niños en Israel).


Nabi Saleh, Cisjordania ocupada — "Mamá, mamá, ¿dónde está Muhammad?", pregunta agitado e insistente a su madre Omar Tamimi, de 3 años. Bara'a Tamimi, de la aldea de Nabi Saleh, cerca de Ramallah, intentó con todas sus fuerzas no derrumbarse frente a sus hijos, y trató de consolar al pequeño antes de hundirse en sollozos. El mes pasado, su otro hijo, Muhammad Tamimi, de 17 años, murió tras los disparos que soldados israelíes le asestaron por la espalda. Tres veces, con munición real.


Nabi Saleh es hogar de unas 600 personas, en su mayoría del clan Tamimi, y tiene un historial de activismo que incluye las protestas regulares de los viernes que tuvieron lugar en el pasado. Ese día, 23 de julio, no hubo enfrentamientos, pero los soldados israelíes habían estado irrumpiendo en la aldea casi a diario, provocando a los lugareños, disparando botes de gas lacrimógeno contra las casas y maldiciendo a los aldeanos.


"Muhammad, nos relata su madre, estaba en el patio trasero cuando los soldados dispararon gases lacrimógenos dentro de nuestra casa, lo que me obligó a llevar a los otros niños pequeños a las habitaciones interiores por su seguridad.  Muhammad salió a buscar a uno de sus hermanos, que tiene cáncer en uno de sus ojos y no puede ver bien. Luego se produjo una confrontación verbal entre él y los soldados. Poco después escuché tres disparos. Lo llevamos de urgencia al hospital, pero murió apenas una hora después de que le dispararan. No pudieron salvarlo". 


Bara’a Tamimi junto a un cartel de su hijo, Muhammad, asesinado por las fuerzas israelíes. (Al Jazeera)


Asesinatos premeditados


El 28 de julio, Muhammad Abu Sara, de 11 años, murió por herida de bala en el pecho después de que soldados israelíes dispararan 13 veces contra el automóvil de su padre en la aldea palestina de Beit Ummar, en el sur de Cisjordania. Tampoco hubo enfrentamientos en la aldea ese día. Los soldados israelíes alegaron que el vehículo no se detuvo cuando se le ordenó que lo hiciera. Pero Defense for Children International Palestine (DCIP) señala que, según el derecho internacional, la fuerza letal intencionada sólo se justifica en circunstancias en las que existe una amenaza directa a la vida o riesgo de graves lesiones.


"Sin embargo, como las investigaciones y pruebas recopiladas señalan reiteradamente, las fuerzas israelíes utilizan la fuerza letal contra los niños palestinos en circunstancias que pueden equivaler a ejecuciones extrajudiciales o deliberadas" (DCIP)


El martes, un palestino de 15 años fue asesinado por fuego real israelí en la ocupada Cisjordania. El Ministerio de Salud palestino notificó que Imad Khaled Saleh Hashash murió tras sufrir una herida de bala en la cabeza.


Las muertes de los tres niños se encuentran entre los 12 niños asesinados en la Cisjordania ocupada por Israel este año, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH). A estos hay que añadir los 67 niños asesinados en Gaza durante el brutal ataque de Israel, en mayo de 2021.


Derechos de los niños


Este aumento de asesinatos infantiles y una redada llevada a cabo por las fuerzas de seguridad israelíes a finales de julio en las oficinas de la DCIP, en Al Bireh, llevó a expertos en derechos humanos de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) a exigir al gobierno israelí la "devolución inmediata de los documentos confidenciales y el equipo de oficina que sus militares incautaron de las oficinas de la DCIP. Estamos profundamente preocupados por la interferencia del ejército israelí en el trabajo de derechos humanos de una ONG muy conocida y respetada".


Durante la redada nocturna, los soldados israelíes se llevaron computadoras, discos duros, carpetas y otros materiales de las oficinas de DCIP.


"El trabajo indispensable de las organizaciones de la sociedad civil palestina, israelí e internacional, ha posibilitado medidas de supervisión muy necesarias para documentar y examinar las desalentadoras tendencias en materia de derechos humanos en el territorio palestino ocupado” (ACNUDH).


DCIP proporcionó informes críticos y confiables sobre los patrones de arrestos, mutilaciones y asesinatos de niños palestinos por parte del ejército israelí en la Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Oriental y Gaza, agregó la organización.


"Todas las vidas de civiles bajo ocupación están protegidas por el derecho internacional. Esto es particularmente aplicable a los derechos de los niños" (ACNUDH).


Ataque a través de organizaciones pro-israelíes


DCIP está a la espera de una audiencia de un tribunal militar, el martes, para determinar si los archivos y el equipo confiscados de su oficina les serán devueltos.


"El mismo día que los militares allanaron nuestra oficina, nuestros abogados notificaron al Tribunal Militar de Ofer sobre el asunto y se comunicaron con el asesor legal militar, solicitando que los archivos y el equipo fueran devueltos antes del 16 de agosto", declaró a Al Jazeera el portavoz de la DCIP, Ayed Abu Eqtaish. "El asesor legal se negó dos veces a devolver el material alegando que se estaba llevando a cabo una investigación, por lo que vamos a llevar el asunto a los tribunales. Esta no es la primera vez que las autoridades israelíes nos atacan, ya lo hicieron anteriormente a través de organizaciones pro-israelíes, en un intento de difamarnos y socavar nuestra reputación ante nuestros socios y donantes, pero nunca funcionó", añadió Abu Eqtaish.


Manal Tamimi, activista de otra familia del clan Tamimi, de Nabi Saleh, nos informó de que, el propósito del asedio continuo de los soldados israelíes a los niños de la aldea es el de castigar a sus padres por su activismo político.


El marido de Manal, Bilal, ha sido agredido regularmente por soldados israelíes por documentar sus abusos durante los enfrentamientos habidos en la aldea entre jóvenes palestinos y soldados israelíes. Hace unos años, al comienzo de una manifestación, Manal recibió un disparo en la pierna con munición real. "Antes de la protesta, me advirtieron en mi página de Facebook que mi sangre se derramaría ese día y al comienzo de la manifestación me dispararon en la pierna con una bala calibre 22, lo que provocó la fractura del hueso". Su hijo, Osama, estuvo previamente encarcelado durante nueve meses, presuntamente por participar en las protestas.


Sin embargo, fue el arresto y la detención de su hijo Samer, cuando éste tenía 11 años, lo que realmente angustió a la familia.


"Samer y otros dos niños de la misma edad fueron arrestados en Nabi Saleh y en otra aldea. Los soldados, que habían entrado en el pueblo a pesar de que todo estaba en calma, agarraron a dos de los muchachos que se hayaban cerca del supermercado y los metieron en un jeep militar. Yo y varias mujeres intentamos detener físicamente el jeep, pero no pudimos. Luego fuimos al puesto de control militar a la entrada de la aldea y les gritamos a los soldados que nos dijeran dónde estaban los niños, pero no quisieron. Mi esposo y yo estábamos muy preocupados porque no sabíamos dónde estaba nuestro hijo o si había resultado herido".


Samer Tamimi fue arrestado a pesar de que aquel momento solo tenía 11 años. (Al Jazeera)


Ojos vendados y esposas


Samer rememora su aterradora experiencia. "Me vendaron los ojos, me esposaron. Nos llevaron a un cuartel militar, nos obligaron a sentarnos en el suelo durante seis horas y nos interrogaron".


Durante este tiempo, a ninguno de los niños se les dio comida ni agua, ni se les quitaron las esposas ni las vendas de los ojos.


Para asustarlo, los soldados le mostraron a Samer un vídeo de su madre protestando en el puesto de control. Finalmente y tras la intervención de funcionarios palestinos, los niños fueron liberados esa misma noche.


"Pero ahora mi hijo tiene un expediente, y a pesar de que solo tiene 15 años no se le permite cruzar los puestos de control israelíes. Unos 85 niños del pueblo han sido arrestados a lo largo de estos años, 10 de ellos menores de 15 años. Más de 500 aldeanos resultaron heridos y cinco personas murieron".


Según Manal, además de las palizas y los arrestos, los soldados han hecho la vida de los niños más difícil al establecer frecuentes puestos de control e impedir su asistencia a la escuela.