17 septiembre, 2014

“A menor fortalecimiento espiritual, mayor necesidad de blindaje técnico” - Christian Ferrer

Desde hace años, el ensayista y sociólogo Christian Ferrer viene investigando la relación entre técnica y sociedad. En los ensayos de El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo, su nuevo libro, vuelve a la carga sobre los dobleces de la “matriz técnica” en la que vivimos inmersos.  Por Ana Wajszczuk. 

“En nuestros días, las redes informáticas se han ajustado a las ciudades como el nailon a la piel.”
ENTREVISTA 

¿Cómo surgieron estos ensayos y la posibilidad de compilarlos?
Christian Ferrer: Son diferentes artículos, algunos inéditos, con aproximaciones a cuestiones sobre la técnica, un tema sobre el cual me debo un libro más general. Conciernen a un momento de la historia humana en el cual las personas viven en un mundo maquillado técnicamente, en una burbuja inmunizadora. Fuera de esa burbuja puede haber un mundo o no, eso carece de sentido para quien vive dentro, porque fuera de ese mundo protegido técnicamente no se podría sobrevivir.

¿A eso te referís cuando decís que la “matriz técnica” donde vivimos produce una inmunización?
Sí. La matriz técnica produce vulnerabilidad, esto es, inmunodeficiencia, pues sin las comodidades, los entretenimientos, la farmacología, los espectáculos, en fin, las excitaciones programadas, nadie podría sostener su personalidad ni su cuerpo. No es solamente síntoma de progreso, o de mejoría en la calidad de vida, o promesa de resolución de antiguos problemas de la humanidad. El progreso técnico no solo coloca al ser humano en una posición dependiente de esos procesos sino, además, lo vuelve vulnerable a cualquier forma de vida que no esté organizada en función de ellos. En otras palabras, los hombres de las cavernas sufrían mucho menos que nosotros.

Podría pensarse en una lectura a vuelo de pájaro que sos un ludita o estás en contra del “progreso”…
No, al revés, a mí no me incomodan las máquinas, son necesarias, son en muchos casos sorprendentes. Y en otros traen aparejadas confortabilidades que hacen la vida más sencilla. Pero soy consciente de que alguien paga el costo, y no es el usuario. Así como quien degustaba una taza de café en el siglo XVIII y era un perfecto iluminista muy racional, carecía, sin embargo de conciencia de que los costos los pagaban los esclavos haitianos que producían el azúcar; de la misma manera quien usa un teléfono celular o una tableta hoy en día no quiere tener conciencia de que los minerales estratégicos necesarios para fabricar esos aparatos se consiguen al precio del trabajo semi-esclavo en el Congo, en medio de una guerra civil con bandas armadas que hacen trabajar a la población a la fuerza. El no saber cuál es el costo del progreso es una precondición para usar las máquinas.
“Las interconexiones de la actualidad suponen un pacto mutuo: yo hago como que estoy vivo y quiero que vos me lo confirmes. Entre otros usos, Facebook sirve para eso.”
¿Y bajo qué otras condiciones generales ves que se vive dentro de esta burbuja técnica?
Me parece que nunca como hasta ahora hemos estado más quietos gracias a la tecnología. Todos experimentamos sensaciones de movilidad permanente porque estamos interconectados “al mundo” o haciendo conexión entre puntos de partida y de llegada, ida y vuelta. Pero estamos quietos en nuestros trabajos, en nuestros hogares. Lo que antes se llamaba el “tiempo de ocio”, el tiempo que nos “libera” el proceso laboral, hoy ha sido secuestrado por las interconexiones de la red informática. Pero no sé si la “conexión”, por sí misma, es algo valioso. Recuerdo que, en mi infancia, en todos los barrios existían los radioaficionados. Tipos que se pasaban todo el día tratando de hacer conexión con algún otro que vivía lejísimo. Su gran logro era poder decir “me conecté con uno de Australia”. ¿Y todo para qué? Para hacer “conexión”, no había otro motivo. Las interconexiones de la actualidad suponen un pacto mutuo: yo hago como que estoy vivo y quiero que vos me lo confirmes. Entre otros usos, Facebook sirve para eso.

Todo esto bombardeado, como decís, por el “terrorismo de la publicidad”: somos ilimitados, estamos conectados todo el tiempo, todos juntos, en todos lados….
¿Y por qué razón habría que estar conectado todo el tiempo? Quizás porque las desdichas de la vida son muy intensas e ineludibles. Las frustraciones derivadas de la vida laboral, de las fricciones familiares, de la monotonía matrimonial, la soledad, el tedio… esos viejos y persistentes problemas de la Modernidad, no han sido resueltos. Ese malestar equivale a la carcoma. Por lo tanto, todo proceso técnico que prometa no solo potenciar el cuerpo sino además resolver problemas de soledad tiene que resultar agradable a los “usuarios”. Hay cientos de millones de personas en el mundo conectados a las redes y sus vidas se pierden en ajetreos olvidables. Hay que trabajar duramente, hay que luchar por conseguir algún tipo de honor, no se dispone de más aventuras que las que proponen la industria del turismo o la del espectáculo, así que la interconexión concede una ilusión de participación, de colaboración. Tener mil amigos, participar de corrientes de opinión, enviar maldiciones a todo tipo de blogs, ser uno más de los cientos de miles de lectores de publicaciones on-line, y así. Pero el número no dice nada. Tal parece que lo importante hoy es emitir “opinión”, que es un género dominante en las redes sociales. Estamos obligados a ser emisores de “información”, todo el tiempo.

Pero sin embargo algunas posibilidades que se ven en las redes sociales podrían estar en consonancia con ideales libertarios: su protagonismo en las rebeliones de Oriente Medio, Global Noise… Hay una idea de que ahora que existen estas posibilidades tecnológicas la gente común tiene un cierto poder.
En verdad, si lo que molesta es el “sistema” tal cual lo conocemos, derrumbarlo es una cosa muy fácil. Basta con dejar de pagar impuestos, o bien sacar todo el dinero de los bancos, o dejar de consumir. Pero nadie, ningún “indignado”, ningún protestón, quiere hacer eso. Además, es necesario estudiar con detenimiento las situaciones históricas en las cuales la tecnología pareciera funcionar como ariete de emancipación. Un “indignado” español, o argentino, un talibán que se comunica con sus cofrades, un salafista en Egipto, un guerrillero checheno… el hecho de que todos usen Twitter, correo electrónico y abran una cuenta de Facebook no los unifica. Me parece que aquellos que anudan todas estas experiencias políticas en un solo matete no saben ni de política ni de historia. En otras palabras, superponen la mística de la tecnología a los acontecimientos, que es una forma de desconocerlos. No desmerezco ni minimizo las posibilidades libertarias que este tipo de tecnologías traen aparejadas, pero no determinan el desarrollo de una situación política. Esa “mística” es una tradición moderna, y eso ha sucedido ya con el telégrafo, el cable submarino y la televisión, de las cuales se esperó que promovieran no solo la interconexión de poblaciones, sino también su “mejoramiento” moral y político.
“A menor fortalecimiento espiritual, mayor necesidad de blindaje técnico”.
Con respecto al cuerpo, un tema recurrente en los ensayos es la pornografía, que ligas a las revoluciones culturales de los años 60. ¿Cuál es el vínculo?
La pornografía es la industria de mayor crecimiento exponencial en Internet. Eso no es un dato menor. Su mensaje, entre tantos otros, pero uno muy poderoso, es el de felicidad compartida. Allí no hay conflicto, no hay tristeza, incluso si aparece el marido cornudo se integra a la felicidad general. Propone ilusoriamente, al menos para la platea masculina, un uso del cuerpo que equivale a la felicidad. Con respecto a las demandas de los años 60, su móvil era desembarazarse de las restricciones a que eran sometidos los afectos y la sexualidad. Se pretendía proclamar una especie de “derecho natural al placer”. En esos años se estableció una plataforma giratoria a la cual todavía estamos subidos, pero como efecto invertido de esas demandas, se desplegó un discurso paradojalmente “juvenilista”. Se intensifica un mandato social que propone experimentar el presente de la forma más placentera posible, pero eso también supone exhibir antes los demás una vida emocional y sexual satisfactoria, y entonces hay que dar pruebas continuas de deseabilidad. Como es difícil cumplir con ese requisito, la angustia, los problemas de “autoestima”, se acrecientan, y para compensar a los desfavorecidos en la lucha por ocupar posiciones en el “mercado del deseo”, todo tipo de industrias modeladoras del cuerpo y la imagen personal hacen su agosto.

Es un momento histórico donde decís que el sexo es “salud y obligación”.
Aparentemente, nunca como ahora, por lo menos en la época moderna, ha habido tantas posibilidades de mantener relaciones afectivas entre personas con tanta libertad. Y sin embargo las personas no se sienten a gusto con sus propios cuerpos, no parecen confiar en sus posibilidades emocionales, no parecen entregarse jubilosamente. Basta con pensar en la importancia hoy en día de la cirugía estética, las dietas, el gimnasio, el consumo de todo tipo de medicamentos destinados a estabilizar los estados de ánimo, el asesoramiento sexológico, como si fuera preciso aplicar, desde un exterior, inyecciones de vida, o potenciadores del cuerpo, una suerte de blindaje de tipo técnico, para que la persona pueda sostener su cuerpo frente a los demás. Se pretende capturar la mirada de los otros para poder afirmar “estoy vivo”. Es el mundo de la frustración permanente.

En ese sentido, la “confortación” espiritual se transformó en el “confort” tecnológico.
Como la formación espiritual es precaria, cuando las personas se hallan a sí mismas en contextos dolorosos o frustrantes, se derrumban. Y entonces requieren de ayuda técnica, sea la farmacología, la cirugía estética, la constante oferta de espectáculos, o la conexión al ciberespacio. A menor fortalecimiento espiritual, mayor necesidad de blindaje técnico.
“La matriz técnica produce vulnerabilidad, esto es, inmunización, pues sin las comodidades, los entretenimientos, la farmacología, los espectáculos, en fin, las excitaciones programadas, nadie podría sostener su personalidad ni su cuerpo”.
En tus ensayos no te preguntás cómo influyen las tecnologías sino en qué historicidad se van inscribiendo y se van haciendo imprescindibles. ¿Cómo historizás la aparición de este momento de aceleración supertecnológica?
Para que existiera la televisión, o el cine, no bastó con la invención del aparato técnico, se necesitaban enormes transformaciones de la subjetividad que son muy previas. Por ejemplo, la construcción de la ciudad moderna como una metrópolis inabarcable por la experiencia, la proliferación de ilustraciones en las revistas, el uso de todo tipo de artefactos ópticos. Se necesitó además, acostumbrar a las personas a que el mundo no se les presentara de forma inmediata sino mediatizada. Y también se necesitó disponer de una fe perceptual en que lo que aparece en televisión es mas verdadero que lo que antes se mostraba de otra manera. Lo mismo pasa con Internet: no es posible conectarse si primero no se hubiera elevado la categoría de información a estatuto de saber. Más importante quizás, la categoría conceptual de “representación”, tanto en política como en el arte y el consumo de espectáculos, se volvió el modo de comprender nuestra relación con “la verdad”.

Y eso no es nuevo…
No, para nada, es un proceso que proviene del siglo XIX, la unificación del mundo mediante procesos comerciales y tecnológicos. El ideal de Internet, en última instancia, es el modelo “Benetton” de la década de 1990, una sociedad global donde todos los habitantes del mundo se entienden entre sí. Pero primero tiene que haber un cierto grado de aplanamiento antropológico para facilitar la interconexión, algo que también concernió a la unificación de pesos y medidas en el siglo XIX, sin la cual la expansión del capitalismo hubiera sido muy lenta.

¿Y cómo nace Internet, como decís, como una “voluntad de poder en sí misma”?
Es un fenómeno de masas, pero asimismo es un vehículo acelerador del capitalismo y del control sobre la población. Un gran movilizador de las finanzas, puesto que se amplía la esfera del consumo. Voluntad de poder significa que es voluntad de voluntad, que se potencia a sí misma. El cristianismo, cuando se expandió por el mundo, a través de la evangelización y la conquista, era una voluntad de poder en movimiento. La televisión en su momento también lo fue. Son fenómenos en los cuales se expanden e intensifican el control, el afán de lucro y la extroversión de las psicopatologías de masa. Es necesaria una mirada menos ingenua sobre las máquinas y los procesos técnicos, una mirada no ajena a la curiosidad pero también escéptica y alerta. ¿Qué ocultan, qué sostienen los aparatos? Esa es la pregunta que me parece importante.

http://www.losinrocks.com/libros/christian-ferrer#.VBnFZ5R_uSp

4 comentarios:

  1. En especial tanto el trabajador asalariado como el desempleado - como el resto de la sociedad- tenemos que ocupar nuestro tiempo libre de alguna forma u otra, el capitalismo ofrece mil i una opciones de entretenimiento y diversión, el consumismo de todo tipo de artículos, cine, televisión, video-juegos, internet, literatura etc sirven al sistema capitalista para sustentar al hombre que vive en él, es por decirlo de alguna manera la válvula de escape para el individuo frustrado entre otras cosas del siglo XXI.

    El sistema capitalista es anti-humanista en esencia, lo degrada hasta al hastío al hacerlo un ser vulnerable y dependiente, en este artículo el entrevistado parece obviar que la revolución industrial junto con las invención de diversas máquinas facilitaron la nueva forma de esclavitud que padecemos actualmente - entre otras cosas- con el trabajo asalariado, la esclavitud para aquellos que no lo hayan entendido es hacer del hombre un ser dependiente y sumiso, no tiene porque significar que esté privado totalmente de libertad como en épocas anteriores, si el hombre no goza de libertad para escoger lo que quiere hacer con su vida incluyendo el trabajo, pasa a ser un hombre esclavo, es decir,no esclavizado. Se acaba esclavizando finalmente a si mismo con todo tipo de dependencias físicas y psicológicas que le ofrece la propaganda capitalista para poder sobrevivir.

    El desempleado en este caso es el recambio que tiene a su merced el sistema capitalista para especular en el mercado laboral entre otras cosas con la producción y los salarios, el trabajo en negro o la economía sumergida forman también parte de sistema, aunque el Estado recaude en teoría menos, porque lo que sustenta y favorece al sistema capitalista es el aumento de la circulación de dinero por éste, entre otras cosas para incrementar los beneficios de los grandes empresarios, del Estado y los Bancos.

    El Estado al tener el monopolio del Capital en última instancia también hace dependiente al desempleado para nulificarlo y despojarlo de sus aptitudes como trabajador al otorgarle ayudas para sobrevivir y utilizarlo según la circunstancia que más le convenga a sus intereses.

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  2. Dejé de leer cuando leí esto:
    "si lo que molesta es el “sistema” tal cual lo conocemos, derrumbarlo es una cosa muy fácil. Basta con dejar de pagar impuestos, o bien sacar todo el dinero de los bancos, o dejar de consumir"
    Como si no hubiese una poli y un ejército que se encarga de que pagues. Y si vas a la calle y te organizas, se encargarán de desmontarte. No me ha gustado como ha simplificado el problema. Un bocas.

    Sin embargo estoy deacuerdo con su pataleta sobre la tecnificación. Sobre las burbujas, existen. Cada uno vive en su burbuja, en su mundo. Si te gusta el futbol hay un mundo entero alrededor de él y actividades las 24h del día 365 días a la semana. Lo mismo con la política o la ciencia. "Hay otros mundos, pero están en este". El mundo ha evolucionado y cada uno se dedica a su paranoia. El problema no es que haya mil formas de "perder el tempo", sino que no haya conciencia y que te absorban impidiéndote desarrollar otras. Este es el principio de la alienación que no ha mencionado.
    Salud y pompitas! digo burbujas!

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    1. ¡Hombre!, tampoco es como para dejar de leerlo. Es un punto de vista de un compañero con el que se puede estar de acuerdo o discrepar, pero, en cualquier caso, un punto de vista interesante. Ni creo yo que su análisis sobre la tecnificación se pueda calificar, tan despectivamente, de "pataleta". No obstante, respeto tanto tu opinión como la de él, aunque tenga mis discrepancias con ambos.

      Salud!

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