15 febrero, 2016

¿PARA QUIÉN SE TRABAJA? - Agustín Gª Calvo


A nosotros nos toca la Democracia Desarrollada –el más perfecto y mortífero de los regímenes que se han inventado para matar al pueblo– y el Régimen de la Sociedad del Bienestar. Es al que voy a atacar este rato. Al que voy a atacar en uno de sus puntos neurálgicos, el que está enunciado en el título y que toca a eso del Trabajo, el para quién se trabaja. Voy a intentar, rápidamente, porque no hay más remedio, [decir] unas pocas cosas claras, sobre todo en el sentido de que tienden a demostrar, a poner al descubierto, muchas ideas falsas que nos dominan y que seguramente en mucha parte de vosotros viven y hay que combatir. 

Que el Trabajo sigue siendo algo muy vigente en el Estado del Bienestar, que sigue siendo algo alabado y casi adorado no hace falta que os lo recuerde. En el momento en que, según al final volveré a recordaros, no hacía falta para nada trabajar, es justamente en la época en que la institución del Trabajo se exalta de la manera más tremenda. No tenéis más que ver pues, por ejemplo, carteles por las paredes en el metro de Madrid vendiendo oficinas para encontrar maneras de encontrar trabajo; no tenéis más que ver a los políticos peleándose para ver quién ofrece más Creación de Puestos de Trabajo, quién ofrece posibilidades de disminuir en 0’2% la Tasa del Paro en un momento cualquiera determinado, y en fin, el tener un trabajo o el poder aspirar con probabilidades a un porvenir con trabajo parece que se vende como lo mejor del mundo. Esto es una evidencia; a lo mejor es tan evidente que cuesta trabajo darse cuenta de ello, pero conviene, conviene darse cuenta de lo más evidente: se exalta el Trabajo, el Puesto de Trabajo, la condición del Trabajador. No es esto nuevo del todo, desde luego: ya en regímenes más arcaicos se hacía marchar a los trabajadores bajo la bandera del Trabajo, se hacía que cada uno reconociera la condición de Trabajador como si fuera una especie de gloria, de timbre de gloria… es lo que ya entonces al Capital y al Estado les convenía. Pero de la manera más notoria en este Régimen en el que Estado y Capital han venido a ser el mismo, han venido a confundirse de la manera más perfecta, de manera que no hay cuidado de que haya una política, una clase de gobernantes, que se oponga a lo que me estoy oponiendo ahora, a la fe en el trabajo, en la necesidad, en el beneficio del trabajo, de la creación de puestos de trabajo y demás: esto tiene que ser, por desgracia, común a todos.




Dado que esto es así, dado que de nuevas maneras esta falsedad del trabajo y el trabajador sigue reinando (¡y cómo!) conviene que nos detengamos a examinarla. Os invito lo primero a que reflexionéis por unos momentos en qué es a lo que se llama trabajo, cuáles son las clases de trabajo por lo menos predominantes, más importantes, en este régimen que hoy padecemos. Daos con la imaginación un recorrido por las calles, los edificios industriales, talleres, oficinas, por las páginas de las revistas, incluidos los anuncios, por la pantalla (si sois tan desdichados que todavía veis de vez en cuando la Televisión), en fin, por todos los demás sitios que constituyen nuestra realidad, y decidme, echad cuentas conmigo de cuáles son los trabajos que se dan, se ofrecen y se aspira a tener en este régimen. Encontraréis desde luego muchos como por ejemplo los trabajos de Funcionario de Hacienda (empiezo por cualquier sitio), Inspector de Hacienda, sólo que ahora no son un par de inspectores por provincia, como sucedía en sus tiempos, sino cientos, miles, por cada provincia, por cada circunscripción, inspectores, recaudadores, administradores de esto y de lo otro: una montaña de trabajo. Seguíd paseando con la imaginación y ved qué otros puestos de trabajo hay por ahí, y encontraréis, por ejemplo, Escuelas de Márquetin, escuelas que se dedican a enseñar cómo vender productos, de manera que lo que venden estas escuelas y las instituciones similares no es el producto, sino que venden como producto las artes para vender productos; y esto, en la medida que efectivamente no produce nada palpable, en esa misma medida es, como los puestos de los funcionarios del Capital y el Estado, respetable, un trabajo digno, un trabajo que además puede rendir un sueldo que esté algo por encima del Salario Mínimo, como llaman, por encima de la media. Seguid paseando y ved a ver qué más cosas encontráis: junto a éstos encontráis puestos dedicados a la técnica de la Propaganda, de la Promoción, que, apenas tengo que recordároslo, es una industria odiosa pero importante: entre ellos encontraréis, con la Televisión a la cabeza pero también en otros sitios, la industria de producción de noticias todos los días, una industria en que todos los Medios de Formación de Masas de Individuos entran, pero con la Televisión a la cabeza; y esta industria (apenas tengo que recordaros) se lleva también una parte enorme de la población. 


Estos tipos de trabajo encontráis: desde los puestos más elevados, alto ejecutivo de agencias comerciales o de consorcios bancarios, hasta estos otros muchachitos o muchachitas con un trabajo provisional que te meten en los buzones de las casas propaganda de productos, están sirviendo a lo mismo, están sirviendo a la Promoción y al movimiento del Capital, aunque sea en los grados más bajos de la escala, pero desde los más altos hasta los más bajos.

Estos tipos de trabajo encontráis. Son éstos para los que os propongo echar cuentas de qué tanto por ciento del trabajo se llevan: son los que el Régimen llama “servicios”, utilizando prostituídamente un término que viene de regímenes anteriores, cuando había “servicios públicos”. Se sigue llamando servicios ¿a qué?: a todo esto y a mil cosas más que no os he enumerado y que se caracterizan porque son trabajos que no producen nada palpable; pero que resulta que por eso mismo son tanto más estimables, están más elevados en la consideración de los trabajos, de las clases de trabajo. Yo me atrevería a decir que el tanto por ciento de este tipo de trabajos, en un país desarrollado se lleva bastante más de la mitad, por no exagerar; creo que podría exagerar sin peligro todavía un poco más. Pero además es que así tiene que ser cada vez más, porque en el Régimen del Bienestar ya sabéis que esto es lo que se estima, el tipo de trabajo que se estima; de tal manera que el grado de desarrollo de un país se puede medir, por utilizar estadísticas, por la proporción entre trabajos de éstos de los que no producen nada, trabajos de “servicios”, que es el sector alto, en comparación con el sector intermedio, que es el de las industrias, el del trabajo en el sentido del régimen anterior, cuando había todavía altos hornos y había obreros propiamente dichos y cosas por el estilo que constituían todavía el núcleo de la clase trabajadora, para descender al último sector, el más incapaz de estima ninguna para el régimen, trabajos que siguen estando ahí, claro, pero que evidentemente ocupan el tercer lugar y muy por debajo: el trabajo de la tierra, el trabajo de la labranza, el trabajo de la producción más inmediata de cosas sensibles y necesarias. Ése es el más desestimado, y todos sabéis que la escala está así, que no me la invento yo, que no estoy haciendo más que recordaros cómo se relacionan entre sí las diferentes clases de trabajo.

De manera que, puesto que el régimen tiene esta estimación y los trabajos de servicios y de oficinas de diferente tipo, de puestos de administración (y lo mismo da que sean del Estado o que sean del Capital) ocupan el más alto rango, es natural que las sucesivas generaciones aspiren cada vez más a pasar a este sector alto del trabajo (ya que hay que trabajar, por lo menos trabajar en lo más alto) y que vayan cada vez más quedando desestimados y abandonados no ya sólo, por supuesto, el trabajo de la tierra, el trabajo agrícola, sino también la producción de máquinas, de instrumentos más o menos útiles, lo que constituía el sector segundo.


Hay que añadir que esta desproporción, este favor entre las clases de trabajo hacia aquéllas en que no se produce nada, pero que, desde luego, sirven para mover Capital, tiene que ir aumentando (si no pasa nada, si de debajo, de entre la gente, no se levanta algo eficazmente contra este régimen), y que además no sólo es así, sino que incluso los otros dos sectores, en virtud de esta valoración y colocación de las clases de trabajo, a la vez tienen que estar pervertidos en el mismo sentido: también la producción de instrumentos, de máquinas y de herramientas necesarias puede convertirse en algo que cada vez se parezca más a un trabajo en abstracto como el de los servicios, que no sea una producción que recuerde para nada a aquella del herrero, o siquiera a la del minero o a la del obrero de los altos hornos, sino que parezca casi un trabajo de oficina: incluso la producción de cuchillos o de cualquier otra cosa de las que se siguen produciendo. Y hasta los labradores, los que quedan, en virtud de la misma aspiración, tienen que venir a parar a un tipo de labranza en que en verdad se puede decir que, gracias a la intervención del sector servicios con Compañías de Seguros y demás, ya en el campo no se está produciendo de verdad ni maíz ni patatas ni girasoles, sino directamente letras de crédito, porque aquello que crezca en la tierra después de todo no es más que un pretexto para que, ya sea el Banco, ya sea la Compañía de Seguros, dé al labrador aquello que verdaderamente está produciendo, que es un poco de dinero; es decir, que se invita al obrero y al labrador a que funcione como el empleado de banca, a que se acostumbre a que lo que de verdad está manejando es puramente dinero, está moviendo Capital, y que lo demás, productos de la tierra o máquinas, es un pretexto.


De manera que no sólo se da esa escala de valoración sino una concomitante corrupción también de las formas de trabajo más arcaicas. Así es como –dicho muy rápidamente– están las cosas. Antes de pasar a recordaros ahora cómo nada de esto hacía falta, cómo a la gente no le hacía falta que las cosas fueran así, antes de volver a intentar haceros ver la vaciedad, la vanidad de todo lo que se llama Trabajo hoy día, tengo que volver a la pregunta de mi título: ¿para quién? ¿para quién? ¿para quién se sigue trabajando? Porque, según la norma jurídica, si se averigua para quién, se averigua al mismo tiempo quién lo hace. Me refiero a la norma jurídica que siguen policías y jueces cuando, dado un crimen, si descubren a quién le ha sido útil, para quién ha servido ese crimen, presumen que por ese camino llegan a conocer al autor del crimen.

De manera que, si nos preguntamos para quién se trabaja, sabremos quién es el que hace todo esto, al mismo tiempo. ¿Para quién se trabaja? Está claro que, puesto que los trabajos favorecidos y en progresión son aquellos que no producen nada inmediatamente útil y palpable para la gente, está claro que no es propiamente a esto a lo que llamo gente a la que le sirve; pero son trabajos que, eso sí, tienen la condición de que mueven dinero, en más o menos proporción, en cualquiera de las escalas o modalidades mueven dinero. Y por ahí supongo que se puede encontrar fácilmente para quién esencialmente se trabaja. No vayáis a creer que estáis trabajando (los que trabajéis: ya supongo que entre vosotros algunos se habrán escurrido, como tratamos de hacer los que podemos, de una manera o de otra), no penséis que estáis trabajando para alguien personal, para alguna persona. Este dios para el que trabajáis es enteramente abstracto, ideal. ¡Qué fácil era, cuando nos cuentan en la historia de otros regímenes, cuando había obreros y burgueses, qué fácil era la cosa!: había algunos que pringaban, que curraban, que lo pasaban mal, que hasta se ponían enfermos en el trabajo, y luego había unos señores que no trabajaban, sino que disfrutaban de la vida: entonces era muy fácil decir “los obreros están explotados en el sentido de que están trabajando para el beneficio, para el disfrute, de otros, que son los que no trabajan”, los que antaño se llamaban burgueses, y todo eso. Bueno, ese régimen ha desaparecido hace mucho tiempo: ahora ni hay obreros ni hay burgueses; estamos en otra situación enteramente distinta, y el dios para el que sin embargo seguís trabajando sigue estando ahí, pero con una cara que aparece más abstracta. Llamadlo Dinero si queréis, llamadlo Dinero y considerad que el Dinero tiene esta condición de que no puede dejar de moverse, que su vida es cambiar de una a otra forma, emplearse en esto o en lo otro como pretexto, circular de bolsa en bolsa, a través de, por ejemplo, la Red Informática Universal, o de cualquier otra manera, moviéndose constantemente, moviéndose, produciendo la producción de inutilidades a velocidad acelerada, progresivamente acelerada… No puede dejar de moverse. Podéis decir ¿para quién se trabaja?: se trabaja para la Banca, se trabaja para Hacienda, se trabaja por tanto también para el Estado, porque, como ellos dicen, “Hacienda somos todos”, eso es lo que quieren; eso es lo que quieren: una conformidad total, de forma que la población de un Estado cualquiera esté enteramente integrada y identificada con ese mismo Estado, que a su vez es el Capital.


Podéis decir todo eso, pero conviene que no os perdáis demasiado, porque en este régimen, como antes os decía, la administración de muerte, que en otros estaba efectivamente separada, por un lado la Administración Estatal, por el otro la Administración del Capital, aquí están confundidas: no hay, no penséis que puede haber un solo político que por ejemplo se atreva a levantar un dedo frente al Automóvil Personal, a la continuación de la venta del Automóvil Personal, cuando hace medio siglo que está demostrada la inutilidad e ineficacia del chisme en sí. Pero eso es lo de menos: al Capital le hace falta seguir tirando por este camino y moviéndose así, por ejemplo. Los políticos son los mismos que los servidores del Capital: no hay uno solo, sea cualquiera el color de su partido o de lo que sea, que pueda levantar un dedo de veras contra el Automóvil Personal. Ésa es una de las caras del dios, y cómo es que el Automóvil Personal es una de las caras de Dios lo vamos a ver también un poco dentro de un momento.

Podéis decirlo de cualquier manera, pero ya sabéis que este dios es enteramente ideal, enteramente abstracto: no lo vais a cazar en ningún sitio; no hay personas que se estén aprovechando de nosotros allá en lo alto. Todo el mundo sabe que, desde que no hay obreros ni burgueses, los ejecutivos, hasta los más altos grados de la escala, pringan y curran igual que los de lo más bajo de la escala: no hay ningún funcionario de los más altos, ni en la Administración Estatal ni en la del Capital, que no trabaje: trabajan y con frecuencia trabajan más que los empleados subordinados. Hasta tal punto esta idolatría del Trabajo se ha extendido también hasta arriba. De manera que no trabajáis para beneficio, para disfrute de ningún burgués; ya no hay ricos tampoco. Desde que no hay pobres sino que lo más que hay son marginados, dejados de la mano de Dios, drogotas, pordioseros metropolitanos, pero pobres, pobres trabajadores como en otros tiempos, no, desde que no hay pobres en ese sentido ya no hay ricos tampoco, ya no hay ricos que disfruten: los ricos de allá arriba cumplen la función de mover dinero igual que los más pobres de acá abajo; de manera que si el pobre tiene que aspirar a comprarse un piso a plazos o, si es un poco más rico, tiene que aspirar a comprarse un chalé adosado en cualquier parte, un funcionario de más arriba pues tiene que aspirar a mover más capital, por ejemplo por medio de un safari anual en el centro de África, o por ejemplo comprándose una avioneta personal o de cualquiera otra de las maneras que sabéis que están destinadas al consumo de los más ricos.

No trabajáis, pues, para ninguna persona, sino para un dios, que podéis llamar Dinero pero que en todo caso no es nadie personal, es la abstracción misma, es la cara de Dios que hoy nos toca, y es para ése para el que trabajáis. Cómo este agente supremo puede llegar a producir este desastre, esta administración de muerte, esta progresiva imposibilidad de dejar vivir a la gente, creo que os lo puedo adelantar bastante rápidamente: todo este absurdo que os trato de presentar está fundado en una especie de ilusión infantil. El Régimen está fundado en una especie de ilusión infantil. Todos recordáis de vuestra adolescencia que hubo una etapa en que os creíais que podíais organizar vuestra vida, una etapa en que pensabais que “bueno: ahora me pongo a llevar una vida ordenada: me hago horarios: me levanto a tal hora, dedico dos horas al estudio de esto, después dos horas a trabajar en la fábrica de mi cuñado, y todo regulado: horarios”. Cualquier adolescente ha caído por un momento en esta ilusión infantil. Bueno, pues esta misma ilusión infantil es la que rige al Régimen y la que mueve el Dinero: es una fe. Es contra la fe contra lo que estoy hablando. Ésa es la fe por ejemplo en el Trabajo, es la fe que sostiene todo. Creen que efectivamente se puede organizar la vida, se puede planificar, que se puede desde arriba decidir y organizar cómo la gente por abajo va a tener que habitar, moverse, trabajar, hacer esto y lo otro de una manera ordenada, en su ideal de una manera ya perfectamente ordenada. Esto es una estupidez, es una ilusión, como digo, infantil, pero es a eso a lo que estáis sirviendo; es precisamente a eso.

Para ver la mentira de esta pretensión de organización desde Arriba, de planificación, nada más tenéis que ver cómo bajo el Régimen se desarrollan las Metrópolis con sus Suburbios: están hechas por planificación, y al mismo tiempo son un caos indescriptible, donde no queda ya ni el recuerdo de lo que podía ser ciudad. Más directamente podéis asomaros, incluso en el Ferrol, a cualquiera de las calles céntricas y ver lo que es el tráfico rodado: está lleno de semáforos, todo está organizado, hay cerebros, desde los municipales incluso, que se encargan de fijar los trámites de los semáforos en cada sitio y los espacios que hay que dejar al peatón, o a los verdaderos habitantes, que son los autos con su bicho dentro; todo está planificado. El resultado es, otra vez, el caos, el caos, que todavía en el Ferrol puede ser no muy amenazante pero que en sitios como Madrid florece en todo su esplendor. Entre paréntesis, no olvidéis que ellos siempre os amenazan con el caos: que si no hubiera Estado, si no nos atuviéramos a este régimen del Dinero y por tanto del Estado, la Familia y todo lo demás ¿adónde iríamos a parar?: nos comeríamos unos a otros, sería la selva, sería el caos. Os amenazan con eso constantemente, con el caos (“¿qué sería de nosotros?, ¡a qué especie de selva quedaríamos condenados!”), y se sostienen con esta amenaza y con otras parecidas; pero el único caos que conocemos de verdad es el que ellos nos ofrecen con el tráfico automovilístico o con el progresivo enredo burocrático: la vida es cada vez más un lío, un lío de papeles... El único que conocemos es, pués, éste, y es un caos conseguido, como estoy diciendo, por vía de planificación, por vía de organización. Es el resultado último de esa estupidez que estoy denunciando, de esa ilusión infantil de pensar que a la gente de veras la vida se le puede organizar y planificar. Están llenos del ideal éste. Todo el día la Televisión os está contando cómo va a ser el futuro, os están ofreciendo planes, unas veces políticamente formulados, otras veces científicamente formulados, pero en todo caso os están tratando de formar en la fe en que efectivamente se sabe qué es lo que pasa, qué es lo que se está haciendo y que por lo tanto hay que seguir para delante por el mismo camino, por más que este camino se demuestre, como os estoy mostrando, desastroso en general. Pues ésta es la vía, no ninguna maldad especial del Señor, sino una especial ilusión infantil, estúpida, del Señor la que mueve todo este tinglado y la que entre, otras cosas, os sigue obligando a trabajar cuando no hacía falta prácticamente ninguna.


En esto es en lo que me voy a detener un momento ahora. A la gente no le hace falta nada de eso. Estoy empleando la palabra ‘gente’, como podía decir tal vez ‘pueblo’, de una manera vaga: supongamos que digo que no sé qué quiero decir con ‘gente’; supongamos que digo de ‘pueblo’ que es eso que no existe: como queráis. A pesar de todo nos entendemos. Y digo que a la gente nada de eso le hace falta. El Estado ¿a quién le hace falta? Al Estado. ¿A quién hacen falta los Estados Unidos? A los Estados Unidos. ¿A quién le hace falta España? A España. ¿A quién le hace falta Galicia? Pues a Galicia; pero nunca a la gente. Nunca a la gente que queda encerrada bajo esa circunscripción. ¿Qué coños le hace falta a la gente vivir -malvivir, sufrir- bajo un Estado determinado, tener un nombre, tener unas fronteras, tener una definición?

En realidad, en todo caso para que le fabriquen su Documento de Identidad, pero como gente viva eso no sirve absolutamente para nada. Y todos los trabajos que os he enunciado como mayoritarios, empezando por el de servicios y pasando a la producción de máquinas inútiles, todos ésos a la gente no le sirven para nada más que para estorbo. Se les hace cumplir: por ejemplo, se puede intentar que un ciudadano esté muy contento de ir todas las mañanas al Banco y dedicarse a ese cambio de cromos en que consiste esa especial manera de “servicio”; se le puede vender otro modelo de ordenador, porque está mandado que se le venda, porque hay que fabricarlos y, como no sirven para nada más que para fabricarlos y venderlos, pues hay que vendérselos, de manera que se le puede meter a uno otro modelo; se le puede hacer cambiar un modelo de automóvil, cuando está claro que el Automóvil no sirve más que para estorbar en este mundo, no cumple ninguna otra función, salvo la de comprarse y venderse -eso sí-, es decir, mover dinero, de manera que a uno o a una se le puede convencer y hacerle comprar, mover dinero con pretexto de “auto”, con pretexto de “hipermercado”, con pretexto de lo que sea. Pero lo que es gente, a la gente no le sirve para nada más que para estorbo de la vida, para no dejarle vivir.


Creo que he llamado un poco a vuestro corazón y a vuestra razón al mismo tiempo. No tengo que insistir más en hasta qué punto todas estas fabricaciones de la ilusión de la planificación, de la organización desde arriba, para la gente son perfectamente inútiles y por tanto estorbos de algo que podía ser a lo mejor vivir, sentir, pensar... estorbos para ello. Están todos estos “servicios” destinados a evitar que se os ocurra pensar, daros cuenta: para eso os informan y educan por la Televisión todos los días. Es una manera muy eficaz. Si después además os hacen pasar la mitad o tres cuartos de la vida pues manejando dinerito y comentando cuáles son las características del auto que me he comprado y diferentes del otro y así, pues en su ideal acabarán por no dejaros ni el menor resquicio de posibilidad ni para pensar, ni para vivir ni para sentir. Si os presentan, sea en la Literatura o de otra manera, visiones de lo que es amor o sentimiento de esto y de lo otro y os lo creéis, pues los resquicios que os queden para sentir algo de verdad, desde abajo, irán disminuyendo a medida que la fe en el Amor, o la fe complementaria en el Sexo, impongan su imperio. ¿Para qué os voy a recordar más trucos de los que sufrís todos los días? Simplemente os recuerdo vuestras llagas, por si acaso las tenéis un poco cerradas y no os dejáis sentirlas.

Hace ya mucho tiempo que no hace falta trabajar. Eso ya los viejos anarquistas por ejemplo y gente así del siglo pasado lo sabían. Especialmente gracias a las máquinas, gracias a que llevamos ya un siglo en que el ingenio llegó a descubrir una especie de esclavos mecánicos que prácticamente nos dispensaban de todos los trabajos. Y efectivamente así funcionaba durante algún tiempo: se nos recuerda de que, cuando se introdujeron los telares mecánicos en Inglaterra, hubo grandes desastres y huelgas de tejedores y tejedoras que se quedaban sin empleo, en aquellos tiempos lejanos. El Capital estaba casi en mantillas por aquel entonces. Efectivamente las máquinas al principio servían para quitar trabajo; y está claro que, bien desarrolladas las máquinas, para todo lo que pudieran llamarse necesidades o lujos deseables para la gente, podríamos encargarles a ellas de que lo hicieran todo, prácticamente todo. Bueno, salvo dedicarse cada uno por ejemplo quince días al año, por turnos, para revisarlas y seguir renovando el material de las máquinas, trabajar a lo mejor eso, pues un par de semanas por turnos al año y cosas por el estilo ¿no?, pero prácticamente nada. Hace ya mucho tiempo que las máquinas, en su progreso, dejaron de servir para quitar trabajo y empezaron a servir para lo contrario, para producir nuevo trabajo inútil.

Esto probablemente había empezado a iniciarse en los viejos tiempos de la burguesía, pero, desde luego, con el establecimiento del régimen actual se ha impuesto de la manera más clara. Y entonces está esa industria complementaria que he contado entre los “servicios”, la industria del Márquetin y la Promoción, que sirve precisamente para la producción de necesidades que no había, para la producción de deseos que no había y que por tanto justifiquen la continua producción de más y más chismes inútiles, cada vez más inútiles pero cada vez en más número. Es así como el Señor se ha arreglado para equivocar el beneficio de las santas máquinas: lo ha vuelto del revés en poco tiempo, y ésa es la situación en que os encontráis, en que tal vez ya muchos de vosotros ya tienen que preguntarme “bueno, ¿y cómo distingo yo entre necesidades primarias de verdad o deseos que de verdad me vengan de abajo y necesidades que me han impuesto y que me han hecho creer en ellas?”: hasta tal punto de confusión nos han llevado, pero no tenemos que dejar confundirnos del todo: hay una situación en que una máquina sirve para algo, está pedida por algo de la gente, y otra situación en que por el contrario la máquina no sirve más que para contribuir a la administración de muerte en nombre de ese ideal del Futuro, de la Planificación, de la Organización desde arriba.

De manera que así es: es para ese dueño para el que trabajáis –sabedlo bien– y trabajáis en general para la Inutilidad; hasta tal punto que, si alguno por casualidad se desentiende de todo y se dedica a cultivar zanahorias con un especial amor, y no para llevarlas al mercado sino para comérselas con los amigos, o si alguien se dedica a hacer canciones porque le salen, sin ánimo de publicarlas ni de venderlas ni de presentarlas a premios ni de contribuir a la Cultura, está claro que a esa producción marginal de zanahorias o de canciones ni siquiera la podemos llamar trabajo: sabemos bien que “trabajo” quiere decir ese tipo de actividad que es aburrida esencialmente, porque es inútil esencialmente, que se hace en nombre de un futuro, por ejemplo porque me van a pagar tanto o porque tengo que ascender en la escala, pero que en sí misma carece de todo interés. Cualquier cosa que, entre las actividades productivas, tenga algún interés, algún jugo, a eso ya no se le puede llamar trabajo: eso ha dejado de ser trabajo. Trabajo es lo que no tiene en sí ningún jugo y sólo se hace porque hay que cobrar, hay que trepar y, en definitiva, porque está mandado, porque hay una fe en el Trabajo, porque “me siento desolado si me dejo arrinconar al Paro”, porque “la salvación de mi alma es tener un Puesto de Trabajo”; si lo hago es por estas cosas, pero no porque me dé ningún placer, me proporcione ningún descubrimiento lo que estoy haciendo: la condición del trabajo es que sea, para lo que he llamado “gente”, inútil, vacío: si no, no es trabajo. Sólo así se impone el ideal del Régimen, que es el Futuro: cuando ya no se esté haciendo en el momento nada que de verdad sea vivir, pensar, disfrutar, sino en nombre del Futuro, con eso se está sosteniendo al régimen de la manera más eficaz y más directa.


Termino presentándoos la cosa –y tal vez es la parte más dura, pero en la que hay que insistir– haciéndoos notar que ese para quién se trabaja tiene también, aparte de la de Dinero, de la de Estado y la de Capital, de la de Dios, tiene también otra cara, que es la cara de la Persona Individual: también es verdad que cada uno de vosotros trabaja (bueno: si es que trabaja; si no ha tenido la suerte o habilidad de escurrirse de esta máquina que estoy describiendo, pero…), cada uno de vosotros trabaja al mismo tiempo que para Dios, es decir, el Dinero, para mover dinero, también trabaja para Sí Mismo. Esto es exacto y es lo más duro: el para quién también tiene esta respuesta: también el trabajador trabaja para sí mismo. Pero eso ¿qué quiere decir? Que trabaja justamente por lo que he dicho: trabaja por su Futuro, trabaja por asegurar su colocación, por la seguridad de su propia persona, por el engordamiento de su propia persona.

Es verdad que quien hace una cosa típicamente inútil, como por ejemplo comprarse un auto, es verdad que está en primer lugar sirviendo al Dinero. Eso es lo primero. Pero es verdad que para sí mismo también está sirviendo, porque él se cree, está convencido de que personalmente le hace falta tener un auto o otro auto, y entonces en ese sentido también sirve para sí mismo. Si está convencido de que tener un trabajo es la manera de asegurarse el futuro (tener un trabajo entre otras posibilidades alternativas, como hacerse un seguro o cualquiera de las otras actividades que son también trabajo y que el Régimen mueve), entonces no puedes decirle que no, porque personalmente es así: está sirviéndose a sí mismo. Pero ese “sí mismo” al que uno está sirviendo, ése es un siervo, un esclavo del Estado y del Capital: la Persona Individual, en el sentido que lo estoy diciendo, es algo que para lo que nos quede de vivo y de gente es despreciable, es enemigo en primer lugar.

¿Se trabaja, con el “se” impersonal? Pueblo, gente, lo que dice ese “se” impersonal, ése no trabaja ni sabe trabajar ni le hace falta ninguna el trabajo: trabaja la persona individual y trabaja para sí mismo, es decir, para su Futuro. Y esto es lo que lleva a hacer esa separación: en cualquier población, entre vosotros mismos, en mí mismo, hay una división entre la Persona, la que dice el Documento de Identidad, la que tiene su título, su colocación familiar, la que está contenta con ello, la que está contenta con ser la que es, y ésa es lo mismo que el Estado y el Capital, así que es lógico que, –por ejemplo– al trabajar, esté colaborando al mismo tiempo en el mantenimiento del Poder y en el mantenimiento de su propia fe en sí mismo y en su Futuro. Nada más tenéis que ver qué es lo que en las escuelas… por ejemplo en las escuelas de Márquetin, se recomienda antes que nada: ¿fe? Sí: “tienes que tener fe en la Empresa”, claro, siempre ha regido: “tienes que tener fe en la Empresa”, pero sobre todo “tenga Usted fe en Sí mismo”, “ten fé en Tí mismo”. Esto es un eslogan de Márquetin que os suena mucho, que os suena muy bien, de manera que ellos sin querer demuestran que la Fe en el Estado, en el Capital, en el Dinero, en el Futuro, en todo eso, es lo mismo que la fe en Sí mismo: es igual que la Fe en Sí mismo. De manera que también para Uno mismo trabaja uno.

“Uno trabaja para Uno mismo” quiere decir para la idea de sí mismo, para su futuro… La gracia es que aquí estamos divididos, que uno no es todo, que uno está lleno de imperfecciones, flecos, desgarraduras, que no le dejan ser enteramente el que es. Algo de razón y de corazón sigue viviendo en cada uno: es eso a lo que llamaba “gente” o “pueblo”, lo común, lo no personal, aquello que de alguna manera está en uno pero que no es uno; al contrario, es las imperfecciones, las resquebrajaduras de la Persona, aquello en lo que uno se sale de su Documento de Identidad, se sale de su Nombre Propio y de su foto, deja de ser íntegramente su persona. Y eso nos pasa a todos: todos pretendemos tal vez, como buenos esclavos, estar bien hechos del todo, tener un futuro seguro (que, desde luego, ya se sabe cuál es, aunque nunca se dice: es la Muerte siempre futura, sobre la cual todo este régimen está establecido), pero al mismo tiempo nunca estamos del todo contentos, nunca estamos del todo cerrados: uno no acaba nunca de estar contento consigo mismo; uno tiene dentro de sí mismo cosas que chocan, cosas que no se consienten unas a otras. Y uno puede estar muy convencido de que su futuro es ser empleado de tal empresa y trepar por el escalafón, pero algo le queda por debajo que le dice que está mintiendo, está falsificando: “No es eso. Estás sirviendo a un fantasma, estás sirviendo a una ilusión.”

Pues a ése que nos queda por debajo y que no es personal y que siempre más o menos nos queda, a ése es a lo que aludo con palabras como “gente” o como “pueblo” y, tal vez más limpiamente, como “lo común”, lo común, lo no personal. Es a ese común al que he dicho que el Trabajo no le hace falta para nada; ni ninguna de las otras formas de fe que se nos imponen. Solamente le hace falta al otro, a éste que soy con mi nombre propio, con mi documento: ése sí: ése lo necesita tanto como la Banca, tanto como la Empresa, tanto como el Estado. Pero ahí está la situación: sigue viviendo por debajo algo que nos dice… lo que yo he intentado decir, dejándome hablar por esta boca con una lengua que no sea mía sino que sea común, que nos dice “es una ilusión infantil la que nos está imponiendo toda esta cantidad de chismes, de engaños, de papeles, de noticias de la nada”; hay algo que es corazón y que es razón que lo sigue diciendo. Y eso es lo que nos queda de común, y eso es lo que este rato trataba, sin duda con pocas probabilidades de éxito, de que hablara a través de mi boca y os dijera… nada de ideas personales sino algo del sentir que pienso que es efectivamente común y que responde a algo que en todos vosotros está de alguna manera latiendo todavía.


11 comentarios:

  1. Gran artículo y certero análisis que comparto... Me ha venido a la mente una viñeta, me parece que era de la revista Hermano Lobo creo, donde desde un púlpito los candidatos a capataces de la barbarie decían "O nosotros o el caos" mientras el público gritaba el caos, el caos... Aunque desgraciadamente la realidad es bien distinta.
    Seguramente ya lo habrás visto pero te dejo este vídeo sobre la dignidad del trabajo de Rubianes.
    https://www.youtube.com/watch?v=bCMXuQKisyE
    Salud Loam!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Recuerdo bien esa viñeta que mencionas. Se publicó, efectivamente, en el Hermano Lobo y era/es de Chumy Chumez. Gracias por el link. Se hecha de menos al Rubianes, ¡qué grande!

      Salud Ángel!

      Eliminar
  2. Siempre he pensado que los trabajos más dignos son los más necesarios y a la vez los más menospreciados: los que producen algo y si ese algo es una necesidad vital como alimentos, vestido, refugio, más aun.

    También entiendo que el tipo de trabajo que se impone a la mayoría de la población es tan inútil como anti-humano y que desde hace muchos años, en la sociedad tecnológica que vivimos, la lacra del trabajo debería limitarse a unas pocas horas en las que se produjesen solo las cosas imprescindibles, cosa que evidentemente no es así.

    Salud!

    ResponderEliminar
  3. Partiendo de que se trabaja por dinero y el dinero, en verdad, no vale nada porque se fabrica al gusto, el concepto de trabajo llega a ser algo ciertamente cuestionable...

    ResponderEliminar
  4. DE momento he llegado hasta esta frase : " eso es lo que quieren: una conformidad total, de forma que la población de un Estado cualquiera esté enteramente integrada e identificada con ese mismo Estado, que a su vez es el Capital."

    Yo siempre digo que hay expresiones erróneas, pues cuando la gente habla de "beneficios ECONÓMICOS" en realidad se refieren a los "beneficios MONETARIOS",que es la forma correcta de decirlo, y los beneficios MONETARIOS no tienen nada qué ver con los beneficios económicos, pues eso indica, y así ha sucedido, que se confunde el término "económico" con el término " monetario" y cómo tú dices, todos esos trabajos, económicamente NO SIGNIFICAN NADA pues solo mueven dinero, pero no producen NADA y me parece a mí que si todos trabajáramos en eso, ¿qué comeríamos, qué casas tendríamos, qué alcantarillado, qué servicio de basuras, qué carreteras,qué barcos, etc?. Pero todos esos bienes REALES se han plegado al corset del MONETARISMO y es el monetarismo el que lleva la voz cantante, el que dice "cuánto" valor tienen o si no son "rentables".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto. Debemos ser cuidadosos al elegir las palabras. Económico y monetario son palabras que, efectivamente, no designan lo mismo. No obstante, a veces y según el contexto, cuando se alude a la economía se entiende que es a la economía de mercado (o capitalista) a la que se está refiriendo.

      Eliminar
  5. Ya acabé de leerlo. Sí, el trabajo es solo una obligación, es algo aburrido ( "no tiene en sí ningún jugo") imbuido de un boato de "beatificación" de "gloria" de "meta"... y la propaganda, con su correspondiente "trabajo" detrás, nos hace trabajar en qué gastar el dinero obtenido, nos "trabaja" el pensamiento...

    ResponderEliminar
  6. Coincido plenamente con el texto. Ya añadiré algo: el estado de bienestar es difícil de superar, porque te da lo justo, y eso te paraliza. Es una estrategia que funciona 100%, porque no solo es política o económica, es psicológica, disminuye la ansiedad y el miedo por medio de las garantías sociales, ficticias o reales no.
    Aunque sepas que estás siendo explotado, que tu mujer, hijos y familia serán explotados y que hay millones de seres explotados en el mundo no te vas ni a mover. Porque no lo sientes, no lo ves. Los ciudadanos de Estados occidentales viven en una burbuja, y así seguirán mientras sus Estados mantengan la situación. Aunque ya están haciendo esfuerzos por que cambien por medio de las privatizaciones.
    Salud!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón. Esa parálisis viene de lejos y ya la señalaba el poeta allá por el siglo XVI:
      "Traten otros del gobierno
      del mundo y sus monarquías,
      mientras gobiernan mis días
      mantequillas y pan tierno;
      y las mañanas de invierno
      naranjada y aguardiente,
      y ríase la gente".
      Y en esta seguimos, sólo que hoy los que se ríen son los monopolios propietarios de dichas viandas.
      Todas las burbujas estallan, menos esta que mencionas ¡que es la que debería estallar!

      Salud!

      Eliminar