16 noviembre, 2016

Balada de los idiotas que nacieron en alguna parte - Georges Brassens



¡Qué agradables son esos pueblecitos, esos burgos, esos caseríos, esas localidades y ciudades, con sus alcázares e iglesias y sus playas!  Sólo tienen un defecto, y es que están poblados por gente que mira al resto con desprecio, la raza de chovinistas que se ponen escarapelas; los dichosos idiotas que nacieron en alguna parte.

Malditos sean los hijos de su madre patria, empalados sean de una vez por todas en sus campanarios, esos que te muestran sus torres, sus museos, sus ayuntamientos, que te hacen ver su país natal hasta volverte bizco, –así salgan de París o Roma, de Sète o del quinto pino, o de Zanzíbar e incluso de Montcuq– jactándose como idiotas, los dichosos idiotas que nacieron en alguna parte.

La arena en la que como avestruces entierran cómodamente sus cabezas es siempre la más fina. Y por lo que hace al aire con el que inflan sus globos o sus pompas de jabón, es aliento divino. Y, poco a poco, se calientan la cabeza hasta pensar que la mierda que hacen sus caballos (incluso los de madera) pone verde de envidia al mundo entero. Son los dichosos idiotas que nacieron en alguna parte.

No es un lugar común el lugar donde nacieron, y se apiadan de todo corazón de los pobres desafortunados, los torpecillos sin presencia de ánimo como para venir al mundo donde vinieron ellos. Cuando en su precaria felicidad suena el clarín contra los extranjeros (todos más o menos bárbaros) salen de su agujero para morir en la guerra. Sí, son los dichosos idiotas que nacieron en alguna parte.

¡Dios mío, lo bien que estaríamos en ésta tierra de hombres si no tuviéramos que toparnos con ésta raza incongruente, ésta raza inoportuna que cunde por doquier, la raza de la gente del terruño, de la gente de su tierra! ¡Lo bella que sería la vida en toda circunstancia si Tú no hubieras creado de la nada a esos pánfilos! Tal vez sean ellos la prueba de que en definitiva no existes, esos idiotas que nacieron en alguna parte.



3 comentarios:

  1. Resultan bastante ridículos todos esos personajes que se creen afortunados
    ...habiendo nacido en otro lugar que no es el mio. ;)

    Hasta cierto punto, no creo que sea tan accidental haber nacido en tal o cual sitio, ni siquiera en determinado momento o familia. No creo que haya que confundir el orgullo que se puede sentir por la propia tierra, o más bien el apego, con un "chovinismo natal" o un "nacionalismo chico", para mi una cosa es buena y la otra negativa, aunque mientras se mantenga en unos límites racionales, no pasa de ser algo hasta cómico.

    Salud!

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué dolor de tierra mía! Nunca está mejor un arbol que en tierra donde se cría. ¡Viva Huelva y su fandango!

    Pero claro, es de burros confundir el apego a las raices con las que uno nació (o arraigó luego más o menos) con la estúpida creencia de que eso puede transmitir superioridad alguna. Las raíces que echamos profundizan todas en una única Tierra.

    Accidental sí que es nacer aquí o allá. Sentir cierto amor-odio (dosis cambiantes) por el terruño es inevitable.

    Aparte de esas matizaciones ¡mucho nos enseña el irreverente Brassens!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues ¡viva Huelva y su fandango, Cádiz y sus alegrías, y la bulerías del jerezano barrio de Santiago!, que a nada de eso se refiere Brassens con su dardo, sino al estúpido chauvinismo y al abanderado nacionalismo burgués. Como dijo Arthur Schopenhauer: "Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad.".

      Salud

      Eliminar