“¿Qué
es, efectivamente, oponerse al Nuevo Orden Mundial? ¿Ver un video en youtube?
¿Ver mil videos en youtube? ¿Insultar u opinar en un foro? ¿Comprar un DVD, una
camiseta, o un documental sobre OVNI´s? ¿Hacer o seguir un blog? Todo esto
puede resultar interesante, pero en ello no existe ninguna oposición a nada.”
Ibn Asad
Capítulo
extraído del libro La danza de Kali, de Ibn Asad.
La información como ilusión de
conocimiento
Resulta
interesante comprobar cómo el academicismo oficial divide el tiempo histórico
en “eras” o “épocas”, que se van multiplicando a medida que nos acercamos a lo
que se atreven a llamar la “historia contemporánea”. Así, a una “época
industrial”, le seguirá una “época post-industrial”; incluso a la “era moderna”
le seguiría una “era post-moderna” (lo que es etimológicamente una estupidez,
por lo demás, muy admitida). Estas divisiones históricas resultan ser el
pasatiempo de los historiadores, que sólo pueden abordar el flujo temporal a
través de clasificaciones arbitrarias adecuadas a su estrechez intelectual. A
pesar de que los historiadores modernos parecen no ponerse de acuerdo con sus
divisiones históricas, todos identifican la aparición de los medios de
comunicación de masas como un hito que abre una era. Todos hablan de cómo el
desarrollo de la radio, el cine, la prensa, y después la TV, la informática e
internet, “cambiaron la sociedad”. De hecho, no es en la historia academicista,
sino precisamente en la sociología (una rama científica especialmente
deleznable), donde surge el término “la era de la información”. Tampoco se
ponen de acuerdo en determinar cuándo empieza y acaba (si es que acaba) su “era
de la información”. Parece que iría desde la segunda mitad del siglo XIX hasta
la “era espacial”, aunque otros autores académicos dirán otra cosa, y otros
harán diferentes divisiones y subdivisiones a su antojo.
Por supuesto, nada de
esto tiene valor para nos; sólo aseguramos que el término “la era de la
información” es utilizado por el propio Establishment para expresar la misma
modernidad desde el punto de vista que aquí nos interesa: el control de las
masas a través de los medios de información.
Para
comprobar la convergencia de todas las manifestaciones de la modernidad, basta
con examinar -de nuevo- su origen temporal y geográfico. ¿Cuál fue el origen
del evolucionismo científico? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de la
eugenesia? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen del espíritu imperialista
moderno? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen del espiritismo, el
teosofismo y los diversos neoespiritualismos? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue
el origen de los sistemas educativos? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el
origen de las grandes corporaciones farmacéuticas? Europa en el S.XIX.
¿Cuál fue el origen de la industria cárnica, y del cine, y del fútbol…? Europa
en el S.XIX… Y habiendo leído todo esto, ¿cuál es el origen de esta
supuesta “era de la información”?
Exacto:
Europa en el S.XIX. La radio se inventa aproximadamente entre 1850 y 1876,
y los grandes grupos de la información (que después se mostrarán poderosísimos en el siglo XXI) se formaron en
Europa y Estados Unidos en el S.XIX. Los mismos nombres mediáticos
decimonónicos (Bertelsmann, Reuter Bonnier…) estarán presentes en los logotipos
de los grandes conglomerados de massmedia europeos. Por lo tanto, “la era de la
información” es un neologismo para expresar una misma realidad: el Novus Ordo Seclorum. Como se puede comprobar, dependiendo desde qué perspectiva se hable
(económica, comercial, política, científica, histórica…), se utilizará
diferente vocabulario que no debe llevar a engaño: neoliberalismo,
globalización, New World Order, tecnocracia, modernidad… Todas estas palabras
expresan (en ocasiones, eufemísticamente) una misma realidad: el proyecto
secularizador europeo de la fuerza elitista infrahumana. Desde el punto de
vista de la estructura de control y manipulación mental global (massmedia),
este bicho se ha hecho llamar la “era de la información”.
Y
estas convergencias se confirman cuando se hace un seguimiento de los grandes
grupos de información transnacionales. Si es el siglo XIX cuando ciertas
familias elitistas europeas se hacen de varios periódicos con la idea de
monopolizar lo que ya se llamaba “el cuarto poder” político, será en la década
de 1920 (y después con la Segunda Guerra Mundial) la auténtica revolución de
los grupos empresariales mediáticos y agencias de la información. Muchos de los
grupos y familias que controlan actualmente el massmedia global, son los mismos
que se lucraron escandalosamente a través de la propaganda política en la
Segunda Guerra Mundial (en uno y otro bando).
De la misma manera que en materia
de eugenesia, tecnología, psicología o educación, la Segunda Guerra Mundial fue
una especie de gloriosa fiesta, en materia de “medios de información”, la
horrible contienda bélica fue una auténtica revolución. Todas las familias que
traficaban con propaganda (bien nazi, bien aliada, bien soviética…) conforman
hoy en día la directiva de los escasísimos grupos mediáticos que controlan
mentalmente a la actual población mundial. Con la aparición de la ONU, de la
llamada “comunidad internacional”, y de la centralización de poder político y
económico, esos mismos grupos adquirieron un poder que resulta difícil evaluar
objetivamente. Sí que se puede enunciar una correspondencia casi matemática:
cuanto más poder técnico y tecnológico tienen esos grupos de información, más
centralizados, fusionados y unidos están. En otras palabras: la plataforma de
la información global tiende a ser un monopolio disimulado en unos pocos
conglomerados mediáticos que fingen competencia a través de fusiones,
separaciones y uniones empresariales. Esta hipócrita libertad de mercado se
disimula aún peor cuando se ve a diferentes directivos del massmedia
compartiendo mesa en reuniones de Bilderberg o el Club de Roma.
Así
es: la diversidad mediática y la compleja oferta de información es una gran
mentira que envuelve el programa de control mental global. Efectivamente,
quienes sirven de herramienta para esa programación al servicio del
Establishment, son unas escasas corporaciones mediáticas (públicas y privadas;
siempre interconectadas) que se hacen llamar “conglomerados de massmedia”.
Conglomerados de massmedia
Las
grandes corporaciones mediáticas no difieren en estructura, financiación y
coartada, con otras transnacionales del mundo corporativista. De hecho, muchas
de ellas, comparten directivos con otras ramas del mundo empresarial que –en
principio- nada tienen que ver con el massmedia: constructoras, bancos,
farmacéuticas, aerolíneas, minería, ingeniería… Y no sólo eso: los principales
conglomerados de massmedia cotizan en los mercados de valores junto con
empresas de lo más variopintas. Por lo tanto, un conglomerado de massmedia es
una corporación transnacional más, y –como tal– para entender su trayectoria
empresarial, basta con estudiar su contexto, es decir, el corporativismo
transnacional.
Ese
carácter transnacional es el que permite trascender la identificación nacional
de la empresa a través de su actividad en estados diferentes. Sin embargo,
antes de internacionalizarse, los conglomerados de massmedia parten de un país
que pasan a controlar psicológica y socialmente, generalmente con la
interconexión de un grupo bancario (también transnacional), y partidos
políticos del país matriz (a veces uno, y a veces más, controlando así todas
las opciones políticas de una supuesta democracia). Por lo tanto, en la mayoría
de los estados modernos (al menos, los más importantes en este proyecto) siempre
existirá un trinomio de colaboración entre massmedia-grupo bancario-partidos
políticos, que literalmente controlarán los diferentes países. Más allá de ese
tablero de ajedrez de las naciones, las distintas corporaciones (por eso se
llaman transnacionales), se darán la mano en las reuniones de los grupos de
poder privados tales como Bilderberg, Club de Roma, y demás sociedades modernas
de poder.
Como
ejemplares corporaciones transnacionales al servicio del Establishment, los
conglomerados de massmedia suelen tener una estructura familiar, que aún se
conserva hoy en día (si bien difuminada con complejos organigramas). El estudio
de algunas de estas familias y sus conexiones con la política, el ejército, los
servicios de inteligencia, o los grupos financieros, delatan descaradamente la
gran camaradería luciferina: ¡todo queda en familia! En el caso particular de
los conglomerados de massmedia, sorprende comprobar que un puñado de familias
que no completan una lista de setenta nombres, controlan (ayer y hoy) los
megagrupos de massmedia del mundo moderno. Como es a través de la plataforma
estatal como se presentan estos conglomerados (de hecho, algunos de ellos dirán
ser “públicos”), presentaremos estos nombres familiares haciendo referencia a
su país matriz (sin olvidar que su actividad será siempre transnacional).
La
mafia familiar del massmedia
Ya hemos señalado el origen decimonónico de
muchos grupos de prensa que posteriormente, con la Segunda Guerra Mundial
llegarían a tener un poder de control mental de las masas extraordinario. Un
perfecto ejemplo de esto, sería el grupo alemán Bertelsmann, que fue fundado a
través de las agrupaciones de prensa de Carl Bertelsmann en 1835. Sin embargo,
no fue hasta los años treinta del siglo XX cuando el grupo se hace potentísimo
gracias a su participación propagandística en la Alemania nazi. Antes y durante
la Segunda Guerra Mundial, este grupo mediático (brazo propagandístico del
nazismo) estaba controlado por la familia Mohn. De hecho, su propietario
Heinrich Mohn (y su hijo, Reinhard) eran ellos mismos oficiales de las SS, y no
es ningún secreto su importante trabajo en el proyecto nazi. Este mismo grupo
–con el mismo nombre y con la misma familia en la directiva (los Mohn)– se
presenta en el siglo XXI como el monstruo de la comunicación alemana, presente
en 63 países, involucrado en TV, radio, prensa, editoriales… a través de sus
múltiples empresas subsidiarias tales como RTL Group, Random House, Arvato AG,
o Direct Group. En Octubre de 2008, un importante porcentaje del que fue el
brazo mediático del nazismo, fue adquirido por el gran conglomerado de
massmedia Sony Corporation of America (se hablará de Sony más adelante).
Otra
familia europea decimonónica bien conocida en la centralización de poder
mediático son los Bonnier, que fundaron en Copenhague un grupo de prensa a principios
de siglo. Hoy en día, Bonnier Group es el grupo de comunicación sueco más
importante, presente en 21 países que incluyen su Dinamarca natal, Finlandia
(Tammi), Noruega (Cappelens Forlag), Alemania (siendo el mayor editor de libros
infantiles), Australia, Francia, Reino Unido… Precisamente en Reino Unido, la
comunicación de masas fue directamente controlada por la misma familia que
ostentaba (ostenta) el poder político, es decir, el brazo británico de los
Saxe-Coburg, los Windsor. La realeza británica controla a través de un régimen
de empresa pública, el mayor grupo mediático europeo en lengua inglesa: la BBC.
En este caso, si bien es cierto que la directiva de la BBC no está compuesta
por miembros de la familia real inglesa, siempre aparece en su organigrama
leales perros falderos con título nobiliario como Sir Michael Lyons. En un
régimen parecido se encuentra la ABC australiana, fundada en 1929 (dos años
después de la BBC).
Como
empresa pública opera también la noruega Schibsted, fundada por la familia del
mismo nombre, presente hoy en día en 20 países, e involucrada en periódicos,
televisión, producción de películas, publicidad, e internet. Otra familia –los
Asper–, ésta canadiense, fundó y controla el ente mediático de Canadá: Canwest.
El conglomerado mediático fundado por Israel H. Asper, siempre ha estado
estrechamente relacionado con el Canada Liberal Party. Eso es algo siempre a
tener en cuenta: Los grupos de massmedia suelen estar en colaboración con algún
partido político que gobierna o aspira a gobernar. En el caso de Italia, esto
es descaradísimo: el mayor conglomerado mediático Fininvest, que controlaría la
mayor productora italiana de cine (Medusa), importantes editoriales (Mondadori),
plataformas de televisión (MediasetTV) y la corporación aseguradora Mediolanum,
son propiedad de la familia Berlusconi, cuyo cabeza, Silvio, era el primer
ministro italiano en el momento en el que se escribió este libro.
Pero
si el caso italiano es especialmente explícito y obsceno, siempre existirá (si bien
disimulado) un trinomio entre los grandes grupos de massmedia, los partidos políticos,
y la banca. En España, el grupo mediático más importante, Prisa, domina la
prensa de más tirada en España (El país, As…), TV (Sogecable, cuatro, Digital
+…), radio (SER, 40 principales…), revistas (cine: Cinemanía; y pop: Rolling
Stone), editoriales (Alfaguara…), e incluso los libros de texto escolares (Santillana).
Este conglomerado de massmedia siempre ha tenido una conexión estrecha con el
PSOE, uno de los dos partidos políticos mayoritarios en España, así como con el
grupo bancario “español” más importante, el Grupo Santander.
El
hombre clave de PRISA es Juan Luis Cebrián, miembro del Club de Roma, el cual
se encuentra en reuniones de Bilderberg con marionetas de ese partido político
satélite (Felipe González, Joaquín Almunia…), así como con los Botín, familia
dueña y directiva del Grupo Santander. En Francia, nos encontramos con el grupo
Lagardère, que además de un grupo mediático (producción audiovisual, libros,
revistas, radio…), está involucrado en la industria aeroespacial. Bajo el dominio
de la familia Lagardère se encuentra el grupo Matra, Hachette, Floirat o Virgin.
Otra familia, los Wejcher, fundó en Polonia el grupo que hoy se presenta en
Luxemburgo como otro grande de la massmedia de Europa: ITI Group.
En
América del Sur, hay que destacar al conglomerado Globo, fundado en los años
veinte por la familia Marinho en un importante centro sudamericano en manos de
las élites financieras europeas: Rio de Janeiro. En pleno siglo XXI, Globo
controla mentalmente a más de 190 millones de brasileños a través de sus noticias,
retrasmisiones futbolísticas y telenovelas; está presente en más de 42 países
por medio de sus múltiples empresas subsidiarias que incluyen música (Som
livre…), cine (Globo films…), plataformas de TV (GloboSat), prensa (Diario de
Sao Paulo), revistas (Época…), editoriales (Editorial Globo…), producción audiovisual
(Endemol…), industria alimenticia (Inbasa...) o pornografía (Playboy do
Brasil…). Globo participa en proyectos de todo tipo con los grandes conglomerados
de massmedia norteamericanos (Disney, Fox, News Corporation… Se hablará de
estos grupos más adelante.) El control mediático sudamericano se completa con
el conglomerado mexicano Televisa, que compite con Globo en la exportación de
telenovelas a través de su Galavisión. El grupo desarrollado por los hermanos
Diez Barroso lo toca todo (TV, cable, prensa, revistas, internet…), y supone
ser el conglomerado mediático más potente en lengua española.
También
en América, en Canadá, la familia Rogers fundó en los años veinte lo que
después sería el grupo que controla la empresa de servicios de Internet inalámbricos
más importante del país, Rogers Communication. También de origen canadiense
(pero basado en Chicago) es el grupo Hollinger International, propiedad de la
familia Black. El criminal Conrad Black (apareció en el Capítulo 5, a propósito
del ambientalismo) posee el Chicago Sun-Times, el israelita Jerusalem Post, y
el británico The Daily Telegraph. Black es miembro del grupo duro de
Bilderberg, y su infame familia siempre está involucrada en todo lo que huele
mal. Sin embargo, si hay una familia canadiense importante en la centralización
de poder mediático global, esa es la familia Thomson, que controla el mayor
conglomerado privado del país, CTVGlobemedia, así como la plataforma de TV por
cable Chum. No sólo eso: Thomson adquirió en 2008 la decimonónica agencia
inglesa de información Reuters fundada por la familia Reuter en 1851, dando
lugar a Thomson Reuters. El magnate mediático de principios de siglo Roy
Thomson es el abuelito de quien se sienta actualmente en la silla directiva de
Thomson Reuters, el Bilderberg, David Thomson.
Pero
si hemos hablado del origen moderno de los conglomerados de massmedia y su
expansión tras la Segunda Guerra Mundial, se comprenderá con facilidad que será
Estados Unidos el país donde se centralizarán los grupos y las familias más importantes.
Algunos de esos grupos clásicos de los medios de información americanos son
Advance Publications (fundado en 1922 por la familia sionista Newhouse, y que
controla la siniestra agencia informativa Religion News Service), CoxEnterprises (fundada por la familia Cox, siempre muy vinculada al Partido
Demócrata norteamericano, incluso unida sanguíneamente con los Kennedy a través
de James C. Kennedy), EW Scripps (clásico grupo mediático fundado en 1878),
Gannet (grupo fundado en 1923 por la familia del mismo nombre), General Electric
(otros viejos conocidos de las transnacionales de la comunicación, fundada en
1890), Hearst Corporation (fundada en San Francisco por la familia Randolph,
poseedores de la revista femenina Cosmopolitan), New York Times Company
(fundado en 1851 por HJ Raymond), o Tribune Company (el decimonónico grupo de
prensa de Chicago). Estos grupos (y otros) se expandieron, fundieron y
crecieron a través de las diferentes revoluciones tecnológicas que se sufrieron
en el S.XX, dando lugar a los megaconglomerados del entretenimiento y la
información del S.XXI. Se trata de un complejo galimatías de fusiones
empresariales que no deben distraernos de su tendencia: la centralización del
poder mediático en unos pocos grupos al servicio del Establishment. Abordar
estos conglomerados requiere un apartado especial.
Los
grandes conglomerados de massmedia globales: Al tratar a la industria cinematográfica
(Capítulo 12), se hizo referencia a un “Gran 6”, que englobaba a las mayores
productoras y distribuidoras de Hollywood. Pues bien, el cine (con toda su
influencia) sería tan sólo un medio más de control mental de masas, y estas
mega-productoras, estarían a su vez dentro de otras inmensas corporaciones,
inabarcables conglomerados de massmedia cuya influencia es difícilmente evaluable
dada su dimensión. Estos grupos están en constante y mareante movimiento
empresarial, por lo que los datos que aquí se presentan pueden quedar
desactualizados a los pocos días de ser publicados (por lo demás, como
cualquier dato del mundo corporativista). Sin embargo, sí que el esquema presentado
con el “Gran 6” cinematográfico, sirve de punto de partida para exponer algunos
nombres propios de ignominiosa importancia en la centralización del poder
mediático del Nuevo Orden Mundial.
Cuando
hablamos de 20th Century Fox como super-productora de Hollywood, no hablamos de
su trayectoria y su expansión en el cine, y tampoco en la TV, en la publicidad,
en toda producción audiovisual, y todo lo relacionado con el entretenimiento.
El inmenso grupo mediático de Fox es una adquisición más del mega-conglomerado
News Corporation, fundado por el hijo de Sir Keith Murdoch, el asiduo a
Bilderberg, Rupert Murdoch. News Corporation, con sede actual en el Rockefeller
Center de New York, está presente en todo el mundo a través de todas las
ramificaciones Fox, más de 400 periódicos (que incluyen los económicos del
grupo DowJones o el New York Post), más de 200 revistas, incontables plataformas
de TV (Fox, Sky, Blue Sky…), producciones de series de televisión y dibujos
animados, y editoriales de la importancia de HaperCollins. News Corporations
está en un total de 48 países, con especial presencia en Estados Unidos,
Israel, Australia, Brasil, India (a través de la adquisición del conglomerado
indio The Times Group), y Canadá.
Otro
influyente mega-conglomerado de massmedia (si no el más influyente) es WaltDisney Company, que –en su origen–fue una típica corporación mediática familiar
fundada en 1923 por los hermanos Disney, Walt y Roy. Su crecimiento y éxito se
basó en las producciones audiovisuales dirigidas a los niños. Tomaron como
icono corporativista a un animal cuya imagen simbólica está en el inconsciente
colectivo occidental asociado a la miseria, la suciedad y la peste: la rata
negra. Mickey Mouse se convirtió en una mascota corporativista que no dudaban
en disfrazar de mago y hechicero. Efectivamente: sólo a través de la “magia de
Disney” se puede convertir el símbolo de la insalubridad urbana, en un simpático
personaje al servicio de la destrucción de la infancia. Para comprender esto
basta con pensar en este ejemplo: si unos padres modernos encuentran una rata
negra en la habitación de su hijo, instintivamente la madre gritará y se subirá
a una silla, y el padre cogerá una escoba para matar al animal. Si esta rata negra
tiene el logo de Disney, los padres incluso pagarán para que su hijo juegue con
un transmisor de peste negra.
Precisamente como la peste, Disney Company se
expandió en todos los dominios del massmedia y del entretenimiento. Actualmente
Disney tiene un gran número de importantes productoras de cine a través de
Buena Vista Pictures (Miramax, Marvel Entertainment, Touchstone Pictures,
Hollywood Pictures…), tiene la corporación musical Disney Music, la plataforma
de TV A&ETV networks (con sus canales Lifetime, History Channel…), tiene
ESPN inc, tiene la importante red de televisión y noticias ABC (no confundir con
la ABC australiana), tiene editoriales (Hyperion Books…), servicios de internet
(WDIG), teléfonos móviles (Living Mobile), corporaciones de comida infantil,
videojuegos, jugueterías, material escolar, electrónicos, ropa, parques de
diversiones… y todo lo relacionado con lo que un niño moderno puede tocar en su
día a día.
Otro
nombre muy relacionado también con la destrucción de la infancia es Warner, que
tampoco hizo ascos a expandirse en un mega-grupo de control mental de niños y
adultos. Warner Communications sería otro mega conglomerado mediático que
incluiría Time inc y Turner Broadcasting System, el grupo de Ted Turner. Además
de las productoras cinematográficas New Line Cinema, HBO, Warner Bros… tendría
plataformas de TV y TV por cable (adquisición de Adelphia), así como la potente
red de noticias CNN, la red de TV infantil Cartoon Network, y uno de los
mayores proveedores de internet de los Estados Unidos, AOL. Ni siquiera en sus
sueños más ambiciosos, los hermanos polacos Warner pudieron soñar con tal
monstruo de control mental.
Otra
familia bien conocida del massmedia norteamericano son los judíos Rothstein,
que a principios de la década de los años veinte, cambiaron su nombre a
Redstone (¿Por qué a este tipo de familias les gusta tanto cambiar de nombre?) SummerM. Redstone trabajó en la Segunda Guerra Mundial, en los servicios de inteligencia,
como oficial, decodificando los mensajes enemigos. Este mismo personaje es
–actualmente- el dueño y señor del cuarto mega-conglomerado mediático: Viacom
(después CBS Corporation). Viacom/CBS controla las productoras de cine
Paramount Pictures Motion Group y Dreamworks entre otras. Tiene
la importante plataforma de TV, radio y noticias CBS Corporation. Viacom/CBS
también domina las redes de divulgación pop más potentes del mundo: la MTV (que
tendría productoras televisivas, de cine, y de música Pop), y los canales VHI.
El dominio de Viacom (como el del resto de megaconglomerados) se extiende a
todos los países del globo, aspirando a un control mental universal.
Universal
es precisamente una de las productoras mediáticas pertenecientes al otro gran
conglomerado de massmedia, que como transnacional, sería más francés que
estadounidense, a pesar de que la mayoría de empresas subsidiarias son
norteamericanas. Vivendi controlaría importantes productoras de cine
(Universal Pictures…), plataformas de TV, radio y noticias (La importante NBC
americana, Canal plus francés…), plataformas de retransmisión deportiva (NBA,
Extreme Sports Channel…), editoriales (Anaya…), música (Island, Decca, The
Verve, Mercury…), videojuegos (Blizzard Entertaiment…), software (Cendant Software),
y telecomunicaciones (Maroc Telecom, SFR…). Sería el quinto grupo mediático de
Estados Unidos, sin ser de Estados Unidos. ¿Se comprende así cuál es la
verdadera bandera nacional de las transnacionales? La bandera pirata.
Cerrando
este hexágono de los señores del massmedia global, se encontraría SonyCorporation of America, la cual sería subsidiaria del gigante industrial electrónico
japonés, Sony, fundado por Masaru Ibuka. Paradójicamente, la corporación
subsidiaria norteamericana estaría actualmente más valorada que la industria
electrónica propiamente dicha. Sony Corporation of America tiene como empresa
principal a Sony Entertainment, que controla productoras de cine de Hollywood
(MGM, Columbia, Tristar…), una impresionante plataforma de TV (Sony
Television), una poderosísima red de discográficas (ARC, CBS recods, Sony Music,
Sony BMG…), y la compañía más importante de videojuegos, Sony Computer
Entertainment, que está desarrollando una potentísima programación mental de
masas a través de sus Playstation. Abordar mínimamente este programa de
destrucción de la infancia y adoctrinamiento militar, requeriría un trabajo
monográfico.
A
todos estos mega-conglomerados de massmedia, se añadirían importantes grupos
norteamericanos involucrados en la televisión por cable y el suministro de internet.
Las constantes revoluciones de telecomunicación de los últimos cuarenta años,
han arrojado una serie de grupos mediáticos norteamericanos, en constante
fusión y frenesí empresarial. Algunos de esos grupos serían Suddenlink, Insight
Communication, Liberty, Mediacom, Bright House, CableVision… Algunos de ellos
ya han sido adquiridos por los mega-conglomerados, o están bajo su dominio. En
cualquier caso, el mareante movimiento del mundo corporativista se lleva a cabo
alrededor de un inmóvil punto en el que se apoyan todas las corporaciones: la
centralización del poder. El grotesco circo del “libre mercado” aburre hasta el
vómito, y no es necesario hacer un seguimiento detallado de sus trapecistas y
payasos para comprobar que ninguna “libertad” hay en su mercancía.
La
cuestión clave de esta ignominiosa lista de nombres, familias, y corporaciones se
puede expresar de la siguiente manera: ¿Alguien puede decir en qué y para quién
está trabajando toda esta gente? Antes dijimos que los grupos de massmedia son
corporaciones transnacionales, como lo son las grandes constructoras, los
bancos, las farmacéuticas… Sin embargo, habría un pequeño detalle a tener en
cuenta: ¿Qué fabrican exactamente los grupos de massmedia para que sus dueños
se conviertan en multimillonarios? En otras corporaciones, la cosa está más
clara: las constructoras fabrican construcciones y se enriquecen con ello, los
bancos fabrican dinero y se enriquecen con ello, las farmacéuticas fabrican
drogas y se enriquecen con ello. ¿Qué fabrican y qué venden los grupos de
massmedia? Algo intangible que resulta clave en el control mental del hombre moderno:
la información.
La información como ilusión de
conocimiento
En
esta “era de la información” ya presentada, se ve sin dificultad la escasa o nula
importancia que tiene el conocimiento. La información reemplaza –a efectos prácticos– el tradicional papel del conocimiento (llamada gnosis o jñana), tanto en su
enunciación teórica (la cual se ha vuelto ya incomprensible para los modernos),
como su expresión simbólica (la cual ya ha sido invertida al servicio de la
modernidad, tal y como se ha visto en capítulos anteriores). Condenado a la ignorancia
en términos metafísicos, el hombre moderno aspira tan sólo a “estar informado”,
y –como se verá– ni tan siquiera esta aspiración resultará beneficiosa para él
mismo. La información ejercerá –con todo rigor– de “ilusión”, de pesadilla
mediática, de percepción de segunda mano sobre lo que el moderno identifica con
torpeza como “el mundo”. El papel tradicional que la “mitología” tenía para
explicar el mundo bajo interpretación del criterio humano, ahora se invierte en
una satánica red de proyección de figuras míticas (el massmedia) que impone una
versión no interpretable de un mundo paupérrimo carente de realidad. La inversión
luciferina se lleva hasta el máximo extremo concebible: si en el mundo humano
“la verdad es”, en el Novus Ordo Seclorum la verdad ya no sólo “no es”, sino
que “sucede”, y es valorada cuantitativamente mientras ésta es recogida por los
medios de información. Desde este esquizofrénico punto de vista, lo que “no es
noticia” ni existe ni es verdad; y lo que “es noticia” es mentira de la misma
forma, pero la existencia que el massmedia le da, le otorgará una utilidad
diabólica.
La causalidad universal queda reducida intencionadamente a una
deprimente “actualidad”, en la que agencias de información transnacionales
determinarán qué, cómo, cuándo y por qué suceden las noticias. Como piezas del
engranaje de esta maquinaria, se encuentran los periodistas, profesión liberal
moderna por excelencia, actividad cuyo único requisito fundamental para ser
ejercida es la ausencia absoluta de capacidad crítica sobre la estructura que
da sentido a dicho trabajo. Un moderno periodista será un tipo con alguna que
otra habilidad como escritor, más o menos locuaz, más o menos cretino, más o
menos inconsciente de su papel de condicionado observador a sueldo… pero
siempre será alguien con la certeza arrogante de que lo que está “reportando”
es cierto. “Yo lo vi.”, “Yo fui testigo.”, “Yo tengo fuentes de confianza.”,
“Yo lo grabé.”… Inconscientes de que es su misma actividad la que da existencia
a los hechos, los periodistas van contando al hombrecito común la historia
pseudo-mitológica que explica –con la mayor torpeza posible– lo que sucede en
el mundo.
Y lo
que sucede en este fragmentadísimo mundo no es sino una serie de datos estructurados
en diferentes categorías de programación mental, las “secciones” periodísticas:
“internacional”, “nacional”, “economía”, “deportes”, “sociedad”…
Así
es como se le cuenta la nueva explicación de su situación esclava al “nuevo hombre”.
Lo peor es que éste se cree el cuento sin rechistar, y agradece la información
con audiencias televisivas, entradas a internet, o subscripciones a periódicos. Se comprobará que las categorías
de la información ya expresan explícitamente la taxonomía del sucedáneo
gnoseológico de la modernidad: la “información”.
Tal y como se vio con las
“confesiones religiosas” (Capítulo 8) o los “géneros cinematográficos”
(Capítulo 12), la manipulación mental siempre se apoya en una clasificación
tipológica de la estructura emocional humana a través de la cual el sujeto
manipulado encuentra una identidad. En el caso de la “información”, esta
ilusión tendrá como principio invertido, una unidad cuantitativa y mensurable.
En la “era de la información”, la mercancía informativa (y su comercio) se
registra a través de una unidad de medida: el dato.
El
dato como unidad cuantitativa de información: Si preguntamos a un moderno:
“¿Estás bien informado?”. Él –después de decir sí o no– argumentará su respuesta
con una serie de datos. Por lo tanto, la información se configura con datos,
unidades cuantitativas de información con los que trafica el massmedia.
Cuando
el hombre moderno enciende la televisión o abre un periódico, lo que está
haciendo es abrir el canal de transmisión de datos del Establishment directo hacia
su cerebro, que será el responsable de tratar (o en un lenguaje informático,
“procesar”) esos datos. La pregunta más natural y espontánea que se hará el ser
humano al identificar esa unidad de información, será: ¿Esos datos son ciertos
o son falsos? Sin embargo, resulta curioso comprobar que incluso esta cuestión
resultaría irrelevante para la exitosa maquinaria informativa global. En principio,
estos datos no tienen por qué ser falsos, de hecho, serán ciertos en la mayoría
de las veces. Generalmente, los medios de información ya no necesitan modificar
o trampear los datos (eso no quiere decir que en ocasiones determinadas, los
modifiquen, los trampeen, o incluso los inventan). Existe la “desinformación”,
sin duda, pero el Establishment recurre a ella con menos frecuencia de lo que
podría parecer. Por norma general, los datos que circulan en la “red de la
información” son ciertos, y no necesitan distorsionarse para cumplir su
satánico cometido. Y siendo así, ¿Por qué esa sucesión de datos más o menos
ciertos, no expresan de ninguna forma una verdad, sino más bien todo lo contrario,
una pobre versión oficial de los hechos malintencionadamente trampeada? Todo
responde a una esquizofrénica ley matemática exacta: datos ciertos, más otros
datos ciertos, más otros datos ciertos; es igual a una verdad informativa.
Cuantos más datos haya en la suma, más verdadera será la verdad.
Aunque
la capacidad de procesar datos no pueda tratar semejante cantidad de datos,
cuantos más datos, más irrefutable será una verdad. Y si dicha capacidad colapsa,
entonces la verdad adquiere la categoría absoluta. Es así de enfermizo.
¿Hay
que recordar que esa verdad informativa no supone ser una verdad de ninguna de
sus formas? Pongamos un ejemplo para hacer entender la maquinaria informativa
global. A un europeo que nunca ha salido del interior de Europa, le enseñamos
la foto de un ornitorrinco. Tras el dato visual, le decimos tres datos: a este
bicho le gusta vivir en agua dulce, pone huevos, y tiene pico de pato. El
europeo procesa la información, y dice: “Le gusta el agua, pone huevos… si
tiene pico de pato es un pato, ¡Es un pato!”. Así, una completa falsedad se ha
convertido en verdad informativa, sólo con una secuencia de datos ciertos.
Mientras nos interese –como informadores– mantener en pie esa verdad, nosotros
podemos reforzarla a través de más datos: este bicho nada muy bien, construye
nidos, mide 40 centímetros… Sin embargo, el poder destructivo de la información
no sólo permite mantener una falsedad como verdad a través de datos ciertos,
sino que –en última instancia– permite destruir los principios cognitivos de
verdadero y falso a través de una secuencia indefinida de datos. Ejemplo: tras
ofrecer más datos sobre el ornitorrinco al europeo informado, le damos un dato
clave: este animal es un mamífero. Tras escuchar el dato, el europeo se rasca
la cabeza, y piensa: “Creo que los patos que conozco no hacen eso”; se vuelve a
rascar la cabeza, y dice: “¡Es un pato un poco extraño!”. El europeo continúa
escuchando fascinado datos, datos y más datos sobre el ornitorrinco. Tanto
escucha sobre el ornitorrinco que son los propios patos europeos los que se han
vuelto extraños; el ornitorrinco le es tan familiar que él define su nueva
concepción de pato. Tras horas y horas de una continua secuencia de datos, el
europeo sabe lo que ese bicho come, cuántas horas duerme, cuánto pesa, cuándo
se aparea, cuántas crías tiene, cuántos años vive, cuáles son sus enemigos… y
sin embargo, ¡no conoce nada al ornitorrinco! ¡Nada! No sólo eso: no conoce ni
su nombre, ni el ser que ese animal es; y además lo confunde con un animal
completamente diferente… ¡el pato! Si el informador quiere llegar a la última
fase del proceso informativo de control mental, bombardeará la mente del pobre
europeo con más y más datos (algunos ciertos, otros no tanto).
La capacidad de
procesar información encontrará su límite con cierto número de datos, y
–entonces– la estructura mental del hombrecito colapsará de tal forma que nunca
más podrá saber qué es qué, ni un pato, ni un ornitorrinco, ni otra cosa. Los
datos seguirán en su memoria; ellos configurarán inútil información sobre una
realidad que desconoce; él dirá “estar informado” con respecto a algún tema… y
sin embargo, su capacidad cognitiva ha estallado en mil pedazos, y el control
mental en manos del informador se habrá hecho ilimitado: si el informador da el
dato de que ese bicho vuela, el europeo lo creerá; si le da el dato de que ese
“pato extraño” es una amenaza para su seguridad, el europeo lo temerá; si le da
el dato de que ese animal es un “enemigo público”, el europeo declarará la
guerra a los ornitorrincos… ¡sin saber lo que son! Así funciona –grosso modo– el proceso informativo que sufre todo hombre moderno, con su opinión pública,
con sus preferencias periodísticas, con sus ofertas mediáticas de canales de
televisión.
¿Qué
es la información? Una larga secuencia de datos alrededor de un abismo de profunda
ignorancia. ¿Qué es un medio de información? El traficante que comercia con
esos datos de los que se sirve la plataforma de control mental informativa. ¿Y
qué es un hombre informado? Un esclavo con la mente bajo total control de un
poder intangible que no puede identificar: la mentira impuesta por sus amos.
Y
sin embargo, aunque cueste trabajo digerirlo, todo esto no sería lo más
terrible que los medios de información pueden perpetuar en el indefenso hombre moderno.
Ya hemos sugerido que –en última instancia- la información aspiraría a colapsar
la capacidad cognitiva del hombre, es decir, destruir intelectualmente al ser
humano. Esa aspiración se ha convertido actualmente en realidad: ya podemos ver
ejércitos de zombis sin ninguna (subrayamos: ninguna) manifestación de
actividad intelectual. Este libro no trata de ciencia-ficción, ni es futurista;
sólo invita al lector a abrir los ojos ante un siempre inmediato presente:
muchos hombres y mujeres modernos (con apariencia “normal”, caminan por la
calle, pagan sus impuestos…) fueron destruidos mentalmente por la maquinaria
informativa global. Y nadie ha dicho nada.
El
colapso mental a través de la información: Bombardear con datos una mente.
¿Qué
importa que sean ciertos o falsos? Lo que se busca es que la mente se entregue
a la fuerza manipuladora, que la inteligencia llegue a su mismo límite de
autonomía, que el criterio se rinda arrojando la toalla. Un hombre moderno
medio se expone cada día a una cantidad tal de información mediática que es incapaz
de asimilar en términos psicofisiológicos: telediarios, periódicos, internet,
radio, televisión, publicidad, pop… el hombre moderno es incapaz de integrar
esos datos en su conciencia.
¿Por qué se coloca al hombre moderno en una
situación que le resulta insoportable? Pues precisamente porque es insoportable:
la mente se rinde a tal sobre-estimulación, la capacidad cognitiva colapsa, y
el runrún informativo se manifiesta triunfante como diabólico sustituto invertido
del conocimiento. Así, el hombre moderno no sólo no conoce, sino que –lo que es
peor- cree conocer a través de la información, y dicha información no es sino
una programación, en el sentido “informático” del término. ¿Se trata por lo
tanto de una “computarización” del intelecto humano? Eso es: exactamente eso.
Para deshumanizar la mente humana basta con conseguir que dicha mente se
identifique como computadora, basta con “programar” la mente con lenguaje informático.
¿Y qué es la informática? Etimológicamente, el mismo proceso de la información antes expuesto. Son datos (bytes)
de información lo que sobreestimula la capacidad cognitiva del moderno hasta su
colapso en el control mental del ciudadano zombi. ¿Por qué colapsa la mente
humana con esos bytes?
Porque
la mente humana no opera bajo el dominio informático. La mente humana no sirve
para “procesar información”, sino para “conocer”. La mente humana no es un
ordenador aunque sea así tratada. No procesa sino conoce; no maneja datos, sino
discierne la verdad. Sin embargo, la modernidad programa la mente del ser
humano moderno a través de la imposición de un lenguaje informático, es decir,
bytes de información. ¿Estamos diciendo que el massmedia global fuerza a la
mente humana a una actividad que no le corresponde, con el fin de que ésta se
autodestruya? Sí. Más claro no lo podemos decir: la información sirve de
ilusión del conocimiento; la mente cree conocer mientras se autodestruye
informatizándose; la deshumanización no es sino la mente hecha computadora.
Esto resulta desconcertante porque este proceso sólo se acostumbra a
identificar en el movimiento contrario: los científicos hablan de “inteligencia artificial”, de producir “un
ordenador que piense por sí mismo”, de “hacer una máquina que piense como un
humano”. Sin embargo, para llegar al fin de la deshumanización, los progresos a
pasos agigantados vienen del lado opuesto: ya hay personas “informatizadas”, ya
hay personas cuya conciencia es una programación informática, ya hay personas
que operan como perfectas máquinas. Mientras el hombre moderno espera sentado
la producción de “inteligencia artificial” de manos de sus admirados
científicos, ignora que estos ya han hecho de él un “artificio inteligente”. El
hombre moderno pregunta: “¿Es posible la “inteligencia artificial?”. El
científico responde: “¡Mírate en el espejo, hombrecito! ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía eres tú!”.
¿Comenzamos
a comprender qué se esconde detrás del “hombre moderno informado”? Cuando el
massmedia informa a un hombre, está informatizando su mente, programando su
conciencia, computarizando su alma. Nunca estuvo el ser humano tan lejos del
conocimiento.
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