04 junio, 2017

“Las desigualdades mundiales sin precedentes sólo pueden sostenerse mediante sistemas cada vez más represivos y omnipresentes de control social y represión” - William I. Robinson



Vídeo publicado el 4 mar. 2017 - https://videosenglish.telesurtv.net/v...

Estados Unidos ha estado en guerra 223 años de 240. Sus militares han cometido atrocidades masivas alrededor del mundo, y a pesar de ello, en su comparecencia semanal, Trump justifica el asombroso incremento de 54 billones de dólares en la industria militar.

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 El reciente ataque estadounidense contra Siria y los mega bombardeos de Afganistán se producen en un momento en que el régimen de Trump se enfrenta al escándalo por la supuesta participación de Rusia en su campaña electoral de 2016, a los índices de aprobación, históricamente bajos para una presidencia entrante, y a un creciente malestar popular. A menudo, los gobernantes estadounidenses se han lanzado a aventuras militares en el extranjero con el fin de desviar la atención de las crisis políticas y los problemas de legitimidad en el país. 
Más allá de Siria y Afganistán, el régimen de Trump ha escalado silenciosamente la intervención militar en todo Oriente Medio y ha propuesto un aumento de 55 mil millones de dólares en el presupuesto del Pentágono. Amenaza militarmente una serie de “puntos calientes” en todo el mundo, que incluyen Siria, Irán, el sudeste de Asia, además del largo flanco oriental de la OTAN y la península coreana. A medida que en el sistema internacional emergen centros de poder rivales, cualquier aventura militar de este tipo podría convertirse en una conflagración global con consecuencias devastadoras para la humanidad. 
Periodistas y observadores políticos se han centrado en el análisis geopolítico para intentar explicar las crecientes tensiones internacionales. Si bien este análisis es importante, hay profundas dinámicas estructurales en el sistema capitalista global que están empujando a los gobernantes hacia la guerra. La crisis del capitalismo global se está intensificando a pesar de lo que escuchamos a los economistas y a las élites dominantes sobre el aumento del crecimiento y del precio de las acciones. En concreto, el sistema se enfrenta a lo que parece ser una inmanejable crisis estructural de sobre-acumulación y de legitimidad. 
Las crisis cíclicas, o recesiones, ocurren cada 10 años en el sistema capitalista y suelen durar unos 18 meses. Hubo recesiones a principios de los años ochenta, principios de los noventa y principios del 2000. La crisis estructural, llamada así porque la única manera de salir de ella es reestructurar el sistema, ocurre aproximadamente cada 40-50 años. Una nueva ola de colonialismo e imperialismo resolvió la primera crisis estructural registrada en la década de 1870 y 1880. La siguiente crisis estructural, la Gran Depresión de los años treinta, se resolvió mediante un nuevo tipo de capitalismo redistributivo, denominado "compromiso de clase" del fordismo-keynesianismo, la socialdemocracia, el capitalismo del New Deal, etc. 
El capital respondió a la crisis estructural de los años setenta con la globalización. La emergente clase capitalista transnacional (CCT), promovió una vasta reestructuración neoliberal, la liberalización del comercio y la integración de la economía mundial. La economía global experimentó un auge a finales del siglo XX cuando los antiguos países socialistas entraron en el mercado global y cuando el capital, liberado de las restricciones del estado-nación, desató una nueva y vasta onda de acumulación en todo el mundo. La CCT invirtió el excedente y reanudó sus ganancias en el emergente sistema global de producción y financiamiento a través de la adquisición de activos privatizados y la ampliación de la minería y agroindustriales, una nueva ola de expansión industrial asistida por la revolución tecnologíca e informática. 
No obstante, la globalización capitalista ha dado lugar a una polarización social mundial sin precedentes. La agencia de desarrollo británico Oxfam informa de que, apenas el uno por ciento de la humanidad posee la mitad de la riqueza del mundo y el 20 por ciento controla el 95 por ciento de esa riqueza, mientras el restante 80 por ciento tiene que conformarse con apenas el 5 por ciento.[…]Las corporaciones capitalistas, especialmente el capital financiero transnacional, presionan a los estados a establecer nuevos dispositivos para la inversión rentable. Los estados neoliberales han recurrido a cuatro mecanismos en años recientes para ayudar a la CCT a invertir el excedente y sostener la acumulación frente al estancamiento. 
Uno es el asalto y el saqueo a los presupuestos públicos. Las finanzas públicas han sido reconfiguradas mediante la austeridad, los rescates a las corporaciones, los subsidios estatales al capital, el endeudamiento estatal, y el mercado global de bonos, lo que supone la transferencia directa e indirecta por parte de los gobiernos de la riqueza desde la clase trabajadora a la CCT. 
Un segundo mecanismo es la expansión del crédito a los consumidores y a los gobiernos, sobre todo en los países ricos, para sostener el consumo. En Estados Unidos, por ejemplo, país que ha sido “el mercado de última instancia” para la economía global, el endeudamiento de las familias de la clase obrera ha llegado a nivel record para todo el periodo post-Segunda Guerra Mundial. Los hogares norteamericanos tenían una deuda total en 2016 de $13 billones de dólares en préstamos estudiantiles y automovilísticos, en deudas de las tarjetas de crédito y las hipotecas. Mientras tanto, el mercado global de bonos –un indicador de la deuda gubernamental global– ya había rebasado en 2011 los $100 billones de dólares. 
Un tercer mecanismo es la frenética especulación financiera. La economía global ha sido un gigantesco casino para el capital financiero transnacional, mientras crece cada vez más la brecha entre la economía productiva y el “capital ficticio”. El Producto Mundial Bruto , o el valor total de los bienes y servicios producidos a nivel mundial, alcanzó los 75 trillones de dólares en 2015, mientras solamente en moneda extranjera, la especulación alcanzó los 5.3 trillones ese año y el mercado global de derivados se estimó en la demencial cifra de 1.2 cuatrillones. Estos tres mecanismos pueden resolver el problema momentáneamente pero a la larga terminan agravando la crisis de sobre-acumulación. La transferencia de la riqueza desde los trabajadores al capital constriñe aún más al mercado, mientras el consumo financiado por el cada vez mayor endeudamiento y la especulación aumenta la brecha entre la economía productiva y el “capital ficticio”. El resultado es una creciente inestabilidad subyacente de la economía global. Muchos consideran ahora que otro colapso es casi inevitable. 
Hay otro mecanismo que sostiene la economía global: la acumulación militarizada. He aquí la convergente necesidad que tiene el sistema de control social y de acumulación perpetua. Las desigualdades sin precedentes solo pueden ser sostenidas por sistemas cada vez más expansivos y ubicuos de control y represión social. Pero al margen consideraciones políticas, la CCT tiene intereses creados en la guerra, el conflicto y la represión como medio en sí para la acumulación, incluyendo la aplicación de las nuevas tecnologías y una mayor fusión del beneficio privado con la militarización estatal. 
A medida que la guerra y la represión patrocinada por el Estado se privatizan cada vez más, los intereses de un amplio abanico de grupos capitalistas alteran el clima político, social e ideológico generando y sufragando conflictos sociales, guerras –como en el Medio Oriente–, represión, vigilancia y control social. Las llamadas guerras contra las drogas, el terrorismo y la inmigración; la construcción de muros fronterizos, los centros de detención de inmigrantes y prisiones cada vez más numerosas; la instalación de sistemas de vigilancia de masas y la propagación de guardias de seguridad privados y compañías mercenarias que se han convertido en jugosas fuentes de lucro.
Estados Unidos aprovechó los ataques del 11 de septiembre para militarizar la economía global. El gasto militar estadounidense se disparó en trillones de dólares a través de la "guerra contra el terrorismo" y las invasiones y ocupaciones de Irak y Afganistán. La "destrucción creativa" de la guerra arrojó más leña sobre las ardientes brasas de una economía global estancada. El presupuesto del Pentágono aumentó un 91 por ciento en términos reales entre 1998 y 2011. En la década de 2001 a 2011 los beneficios de la industria de defensa casi se cuadruplicaron. En todo el mundo, los gastos totales de defensa (militares, agencias de inteligencia, seguridad nacional) crecieron un 50 por ciento entre 2006 y 2015, de 1,4 trillones a 2,03 trillones. 
La principal fuente de acumulación de la economía real mundial cambió –antes del estallido de la burbuja en 1999-2000, conocido como “dot-com”–, de las tecnologías informáticas al nuevo “complejo de seguridad militar-industrial financiero”, complejo éste integrado a su vez en el conglomerado de las altas tecnologías. Este complejo ha acumulado un enorme poder en Washington y en otros centros políticos alrededor del mundo. Un bloque de poder emergente que unió el complejo financiero global con el complejo militar-industrial. Los intereses de clase de la CCT, la geopolítica y la economía se unen en torno a la rentabilidad militarizada. Cuanto más dependa la economía mundial de la industria militar y los conflictos, mayor será el impulso hacia la guerra y mayores serán los retos de la humanidad. 
El día después del triunfo electoral de Trump, el precio de las acciones de la empresa “Corrections Corporation of America”,  la principal contratista privada para los centros de detención de los inmigrantes en Estados Unidos, se disparó en un 40 por ciento, dada la promesa electoral de Trump de deportar a los inmigrantes en masa.  Los grandes contratistas militares, como Raytheon y Lockheed Martin, registran súbitas alzas de sus acciones cada vez que rebrota el conflicto el Oriente Medio. Horas después de que el pasado 6 de abril la marina norteamericana bombardeara Siria con misiles Tomahawk, el valor de las acciones de Raytheon subió mil millones de dólares. Centenares de firmas privadas alrededor del mundo hicieron ofertas para la construcción del tristemente célebre muro de Trump en la frontera estadounidense-mexicana. 
Dejando a un lado la retórica populista, el programa económico del régimen de Trump constituye un neoliberalismo basado en esteroides. Los recortes de impuestos y la desregulación de las corporaciones exacerbarán la sobreacumulación y aumentarán la propensión del bloque de poder hacia el conflicto militar. Generales politizados cada vez más autónomos y funcionarios militares retirados que ocupan relevantes puestos en el régimen, controlan la máquina de guerra estadounidense. Los generales pueden desempeñar un papel clave en la coyuntura geopolítica en un momento en que intervención militar de los Estados Unidos se intensifica. Tras el régimen de Trump y del Pentágono, la CCT intenta sostener el lucro global a través de la expansión militar, el conflicto y la represión. Esto da un carácter bélico al curso actual de la globalización capitalista. Sólo un impulso mundial desde abajo, y en última instancia un programa para redistribuir la riqueza y el poder, puede contrarrestar la espiral ascendente de la conflagración internacional.


2 comentarios:

  1. Todas las burbujas se caracterizan porque se han desinflado. Ahora tenemos una bien gorda sobre USA.
    Rusia pasó de presupuestar 100m mill en defensa el año pasado a 50m mill este año.
    USA sigue incrementando el gasto, y su contrato estrella es un acuerdo con Arabia S. de 35m mill al año por 10 años; de un país que solo factura 55m mill debido a la bajada del petróleo. En pocas palabras, en breves, 2 o 3años, yo creo que vamos a ver fuegos artificiales.
    Salud!

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    1. Como el articulista señala: "Cuanto más dependa la economía mundial de la industria militar y los conflictos, mayor será el impulso hacia la guerra".

      Salud!

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