Verdad
Justicia Reparación – 19/05/2018
Antonio Pérez, miembro de La Comuna.
Entre las muchas majaderías que se han propalado en estos días
sobre el Mayo 68 francés, una de las más repetidas es que “París era una
fiesta”, una orgía convocada por unos pipiolos hedonistas, por “unos pijos que
hacían el amor en las barricadas”. Ojalá tal arte hubiera sido frecuente, pero
no. Lamento ser un aguafiestas pero, como reza Quevedo “pues amarga la verdad /
quiero echarla de la boca”: claro que el 68 fue una sublevación y, por ende,
una jocunda apoteosis pero se nos olvida que la represión causó mucho
sufrimiento. Examinemos el lado oscuro del 68:
Para empezar, debo subrayar que hubo no menos de cinco asesinados
(Mathérion, Tautin, Blanchet, Beylot y Lanvin) por las fuerzas del Orden y por
los paramilitares gaullistas. A ellos, hay que sumar cantidades ingentes e
ignotas de heridos e incapacitados. Y, por supuesto, los encarcelados,
procesados y condenados a prisión duradera, amén de los desaparecidos,
exiliados y deportados.
Todo un abanico de represaliados cuyos nombres propios y
cantidades generales nunca sabremos con la exactitud que merecen. Porque el
Estado francés tendría mucho o poco de democrático, pero de transparente no
tenía nada –ni tiene. Las dificultades que sufren los historiadores comienzan
con la cerrazón de los archivos oficiales, sean expurgados o sean virginales y,
salvo casos raros como el del judío antisionista M. Rajsfus, terminan con el
desinterés de la academia por temas como éste a los que clasifica como
‘anecdóticos’.
Un ejemplo: el día 3 de mayo, parece documentado que fueron
detenidos 596 estudiantes y que 27 sufrieron prisión provisional o preventiva
(garde à vue). Dos días después, siete fueron juzgados por el tribunal nº 10,
abierto aunque era domingo. Esta relativa abundancia de datos se refiere sólo a
uno de los primeros días de la sublevación pero se apaga para los restos
durante el mes y medio siguiente. La pregunta es obvia: si en un solo día hubo
centenares de arrestados y procesados, ¿cuántos hubo durante todo mayo-junio
68? Según las estadísticas oficiales de la Francia metropolitana, el número de
presos y presas paradójicamente descendió de 1968 (34.083) a 1969 (33.427); por
otra parte, en el 68 los procesados, comunes y mayistas, ascendieron a 85.399.
¿Significa esto que hubo muchos procesados pero pocos condenados a largas
penas? Pudiera ser, pero es sólo una hipótesis. Y un dato significativo que
mostraría tanto los efectos de la semilla del diablo Mayo como la peculiar
atención que Francia prestó a los más jóvenes: entre 1968 y 1985, los chavales
encarcelados ascendieron el 27%, un incremento que no se corresponde con el
aumento de su peso demográfico que sólo fue del 14% (M-D Barré).
Todo ello olvidando los rumores de que, tras la genuflexión en
Baden-Baden del general De Gaulle al conspicuo torturador Massu (29 mayo), hubo
planes para detener a 50.000 activistas y encerrarlos en estadios. Todavía no
tenemos pruebas de semejantes macro-redadas pero, en cambio, sí sabemos que los
paramilitares gaullistas (barbouzes, CDR, SAC) hicieron de las suyas cuando
declinaba la agitación –por ejemplo, asesinando el 29 junio a Marc Lanvin.
Para medir las formas extremas de represión, a falta de
documentación veraz, sólo tenemos los testimonios personales. Para Víctor Hugo,
mayo es el mes de “les longs jours, lumière, amour, délire!” pero, en los
largos días de aquel 68, las granadas lacrimógenas habían conseguido que el
aire de las calles parisinas fuera una espesura acre y el cielo, un desconocido
pintado de azufre. Doy fe. La nada saludable cárcel de La Santé se nos aparecía
en los delirios más ominosa que nunca; no olvidemos que todavía existían los
pudrideros penales de Guayana y de Nueva Caledonia y, sobre todo, que la
guillotina funcionó por última vez once años después del 68 y que la pena de
muerte sólo fue abolida en 1981. Pero, mientras evitábamos la cercanía de
aquellos muros literalmente negros de podredumbre, al amigo PA los maderos (flics)
le sacaron un ojo, a la copine CA la violaron en un furgón policial y al colega
JLC, le propinaron una descomunal paliza a cuyo lado las torturas que había
sufrido en la España de los grises y los sociales le parecieron meras
azotainas.
Muchos soixante-huitards podríamos testificar cientos de casos
parecidos e, incluso, aportar nuestras propias cicatrices como muestra de que
el 68 francés fue tan gozoso como doloroso. Y tan concienzudamente represor
como para que los marginados entre los marginados tardaran tres años en alzar
su voz; igual que ocurrió con los grupúsculos feministas y los sexo-diversos,
los primeros motines de presos organizados ocurrieron en Toul 1971 y, sobre
todo, en Nancy 1972 (P. Artières).
No dudo que en aquel mayo 68 nacieran muchos idilios –vuelvo a dar
fe. Por mero cálculo de probabilidades, tuvo que haberlos entre los millones de
jóvenes y de maduros contestatarios. Pero no por ello voy a suscribir que “el
placer exige dolor”, memez que dejo para los poderosos, es decir, los
auténticos sado-maso. Mejor diría que intentamos deleitarnos en el 68 pero que
los gobernantes nos pusieron todas las trabas imaginables. Rezongaban que
debían exigirnos un elevado precio por inmiscuirnos en una economía del deseo
que ellos limitaban a los productos susceptibles de consumo, mercadeo y
publicidad. Una fétida economía contra la que, justamente, se elevaron las
barricadas. Una contabilidad B-Z en la que los mayistas nunca quisimos entrar
ni individual ni, sobre todo, colectivamente. Por ello y contra todos los
cálculos, ¡gozamos!
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