09 junio, 2018

París no siempre era una fiesta [Mayo 68 francés] – Antonio Pérez





Verdad Justicia Reparación – 19/05/2018

Antonio Pérez, miembro de La Comuna.

Entre las muchas majaderías que se han propalado en estos días sobre el Mayo 68 francés, una de las más repetidas es que “París era una fiesta”, una orgía convocada por unos pipiolos hedonistas, por “unos pijos que hacían el amor en las barricadas”. Ojalá tal arte hubiera sido frecuente, pero no. Lamento ser un aguafiestas pero, como reza Quevedo “pues amarga la verdad / quiero echarla de la boca”: claro que el 68 fue una sublevación y, por ende, una jocunda apoteosis pero se nos olvida que la represión causó mucho sufrimiento. Examinemos el lado oscuro del 68:

Para empezar, debo subrayar que hubo no menos de cinco asesinados (Mathérion, Tautin, Blanchet, Beylot y Lanvin) por las fuerzas del Orden y por los paramilitares gaullistas. A ellos, hay que sumar cantidades ingentes e ignotas de heridos e incapacitados. Y, por supuesto, los encarcelados, procesados y condenados a prisión duradera, amén de los desaparecidos, exiliados y deportados.

Todo un abanico de represaliados cuyos nombres propios y cantidades generales nunca sabremos con la exactitud que merecen. Porque el Estado francés tendría mucho o poco de democrático, pero de transparente no tenía nada –ni tiene. Las dificultades que sufren los historiadores comienzan con la cerrazón de los archivos oficiales, sean expurgados o sean virginales y, salvo casos raros como el del judío antisionista M. Rajsfus, terminan con el desinterés de la academia por temas como éste a los que clasifica como ‘anecdóticos’.

Un ejemplo: el día 3 de mayo, parece documentado que fueron detenidos 596 estudiantes y que 27 sufrieron prisión provisional o preventiva (garde à vue). Dos días después, siete fueron juzgados por el tribunal nº 10, abierto aunque era domingo. Esta relativa abundancia de datos se refiere sólo a uno de los primeros días de la sublevación pero se apaga para los restos durante el mes y medio siguiente. La pregunta es obvia: si en un solo día hubo centenares de arrestados y procesados, ¿cuántos hubo durante todo mayo-junio 68? Según las estadísticas oficiales de la Francia metropolitana, el número de presos y presas paradójicamente descendió de 1968 (34.083) a 1969 (33.427); por otra parte, en el 68 los procesados, comunes y mayistas, ascendieron a 85.399. ¿Significa esto que hubo muchos procesados pero pocos condenados a largas penas? Pudiera ser, pero es sólo una hipótesis. Y un dato significativo que mostraría tanto los efectos de la semilla del diablo Mayo como la peculiar atención que Francia prestó a los más jóvenes: entre 1968 y 1985, los chavales encarcelados ascendieron el 27%, un incremento que no se corresponde con el aumento de su peso demográfico que sólo fue del 14% (M-D Barré).

Todo ello olvidando los rumores de que, tras la genuflexión en Baden-Baden del general De Gaulle al conspicuo torturador Massu (29 mayo), hubo planes para detener a 50.000 activistas y encerrarlos en estadios. Todavía no tenemos pruebas de semejantes macro-redadas pero, en cambio, sí sabemos que los paramilitares gaullistas (barbouzes, CDR, SAC) hicieron de las suyas cuando declinaba la agitación –por ejemplo, asesinando el 29 junio a Marc Lanvin.

Para medir las formas extremas de represión, a falta de documentación veraz, sólo tenemos los testimonios personales. Para Víctor Hugo, mayo es el mes de “les longs jours, lumière, amour, délire!” pero, en los largos días de aquel 68, las granadas lacrimógenas habían conseguido que el aire de las calles parisinas fuera una espesura acre y el cielo, un desconocido pintado de azufre. Doy fe. La nada saludable cárcel de La Santé se nos aparecía en los delirios más ominosa que nunca; no olvidemos que todavía existían los pudrideros penales de Guayana y de Nueva Caledonia y, sobre todo, que la guillotina funcionó por última vez once años después del 68 y que la pena de muerte sólo fue abolida en 1981. Pero, mientras evitábamos la cercanía de aquellos muros literalmente negros de podredumbre, al amigo PA los maderos (flics) le sacaron un ojo, a la copine CA la violaron en un furgón policial y al colega JLC, le propinaron una descomunal paliza a cuyo lado las torturas que había sufrido en la España de los grises y los sociales le parecieron meras azotainas.

Muchos soixante-huitards podríamos testificar cientos de casos parecidos e, incluso, aportar nuestras propias cicatrices como muestra de que el 68 francés fue tan gozoso como doloroso. Y tan concienzudamente represor como para que los marginados entre los marginados tardaran tres años en alzar su voz; igual que ocurrió con los grupúsculos feministas y los sexo-diversos, los primeros motines de presos organizados ocurrieron en Toul 1971 y, sobre todo, en Nancy 1972 (P. Artières).

No dudo que en aquel mayo 68 nacieran muchos idilios –vuelvo a dar fe. Por mero cálculo de probabilidades, tuvo que haberlos entre los millones de jóvenes y de maduros contestatarios. Pero no por ello voy a suscribir que “el placer exige dolor”, memez que dejo para los poderosos, es decir, los auténticos sado-maso. Mejor diría que intentamos deleitarnos en el 68 pero que los gobernantes nos pusieron todas las trabas imaginables. Rezongaban que debían exigirnos un elevado precio por inmiscuirnos en una economía del deseo que ellos limitaban a los productos susceptibles de consumo, mercadeo y publicidad. Una fétida economía contra la que, justamente, se elevaron las barricadas. Una contabilidad B-Z en la que los mayistas nunca quisimos entrar ni individual ni, sobre todo, colectivamente. Por ello y contra todos los cálculos, ¡gozamos!





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