sinpermiso
08/11/2018
Donald Trump y Barack
Obama advirtieron en repetidas ocasiones que las elecciones
legislativas de este pasado martes en Estados Unidos serían las de
mayor consecuencia en la historia de ese país. Tenían razón. Pero
cuando se apuntó que los comicios serían una especie de referéndum
nunca se dijo que el tema más profundo, el de la guerra y la paz,
estaría ausente de esta jornada electoral.
Unos días antes de las
votaciones para renovar el Poder Legislativo en Estados Unidos, el
economista Paul Krugman señaló que el odio estaría en las boletas
electorales. Ganador del Premio Nobel de Economía, Krugman tiene una
columna en el New York Times y es una de las voces más influyentes
en su país. Sin duda tenía razón, pero paradójicamente le faltó
agregar que las guerras de su país no tienen cabida en el debate
electoral. Ese hecho revela que en la sociedad estadunidense el
patriotismo se ha convertido en una enfermedad que ha infectado a
demócratas y republicanos por igual.
En el más reciente
informe sobre operaciones bélicas dado a conocer por la Casa Blanca,
se señala que las fuerzas armadas de Estados Unidos están peleando
siete guerras. (El informe).
Las operaciones van desde Afganistán e Irak, hasta Siria, Yemen,
Somalia, Libia y Níger. Esas intervenciones se llevan a cabo bajo la
Autorización para el empleo de la fuerza armada, promulgada en 2002,
a unos meses de los atentados contra las Torres Gemelas. Según la
Casa Blanca, las operaciones se llevan a cabo en contra de Al Qaeda,
las fuerzas del Estado islámico (ISIS), Al-Shabaab y, por último,
la red de fuerzas fieles al talibán. Las hostilidades ocupan todo el
territorio de lo que la administración Obama definió como el arco
de inestabilidad.
Al día de hoy, las bajas
militares sufridas por las fuerzas estadunidenses en Afganistán
(desde que se inició esa guerra en 2001), llegan a 2 mil 415. En
Irak las bajas alcanzan 4 mil 497 muertes y más de 32 mil heridos.
Los decesos de civiles iraquíes ascienden a 1 millón 455 mil 590.
No existe una cifra confiable sobre las muertes de civiles en
Afganistán, pero esa guerra es ya la de mayor duración en la
historia de Estados Unidos. Y según cualquier indicador que quiera
usarse, Washington no está ganando la guerra en Afganistán. Habría
que decir que ya nadie sabe bien lo que significaría una victoria en
ese conflicto.
Pero cuidado con dirigir
algo que se parezca a una crítica a estas operaciones bélicas,
porque en Estados Unidos el tema del patriotismo y los jóvenes en
uniforme es sacrosanto. El pueblo simplemente ha sido acondicionado
para adorar a los héroes que llevan el uniforme. Basta observar el
fervor patriotero en cualquier encuentro deportivo para darse cuenta.
Hasta la sátira política de Comedy Central y Saturday Night Live,
tan aguda como irreverente, se cuida mucho de criticar el despliegue
militar del imperio para no despertar la furia del público.
El presupuesto militar en
Estados Unidos, aprobado en agosto, es de 717 mil millones de dólares
(mmdd). Es el más importante en la historia de ese país y nadie
dice nada sobre este tema. Aun recortándolo a la mitad, ese gasto
militar sería superior al de Rusia, China, Irán y Corea del Norte
juntos. Solamente el incremento de 200 mmdd autorizado por Trump
podría garantizar educación pública gratuita a nivel universitario
a toda la población escolar de Estados Unidos. Los principales
beneficiarios son las grandes compañías, como Raytheon, Boeing,
Northrop-Grumman, Lockheed-Martin y General Dynamics. El desvío de
recursos hacia la industria militar ha contribuido en el pasado a la
pérdida de competitividad de la industria estadunidense, pero a
nadie se le ocurre cuestionar la política exterior de Washington
basada en la idea de un estado de guerra permanente.
Al electorado
estadunidense le preocupa primordialmente el régimen de acceso a la
salud, los impuestos y los migrantes. Aquí es donde Trump ha echado
leña a la hoguera, infundiendo miedo con el espectro de una caravana
de unos 5 mil migrantes centroamericanos que lentamente se abre paso
a través del territorio mexicano rumbo a la frontera con Estados
Unidos. El delirante Donald no escatima recursos retóricos y habla
de hordas y hasta de una invasión que amenazaría la integridad de
la frontera sur de su país. Su desplante electorero de enviar entre
5 mil y 15 mil efectivos armados a la frontera sur puede llegar a
costar más de un centenar de millones de dólares. Pero la
preocupación de los demócratas fue más por el efecto sobre las
elecciones que sobre el tema del empleo del ejército, no fuera a ser
que el electorado llegara a pensar que están criticando a los chicos
y chicas en uniforme que luchan por la patria.
Los dirigentes del
Partido Demócrata han criticado a Trump por promover el odio y por
sus políticas que provocan mayor división. Pero nadie critica las
guerras del imperio. Pueden criticar el odio, pero no la guerra.
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