Insurgente.org
12/03/2019
Decíamos hace unos pocos
días que el fiasco con que terminó la operación “ayuda
humanitaria” intensificaría la agresividad de la Casa Blanca por
la vía de atentados y sabotajes selectivamente planificados para
ocasionar el mayor daño posible a la población y, de ese modo,
desatar lo que según los expertos de la CIA y el Departamento de
Estado sería un masivo levantamiento popular en contra del gobierno
de Nicolás Maduro. (ver dicha nota titulada: “Trump: la
impotencia y la furia”, en “Trump
la impotencia y la furia”)
Algunos críticos
pretendieron descalificar nuestro análisis aduciendo que quienes
impidieron que llegara la “ayuda humanitaria” fueron los
colectivos chavistas. Pero ahora, con un inexplicable retraso, el
propio New York Times confirmó lo que quienes estuvimos en esos
momentos en Venezuela supimos de inmediato: que el ataque a esa
pretendida ayuda -que no era tal sino materiales para futuros
atentados o brotes de violencia- fue obra de los mercenarios
contratados por la oposición que de ese modo procuraron destruir las
pruebas de sus mentiras y la exposición de sus designios. Cabe
resaltar que, como ocurriera en tantas otras ocasiones este lumpenaje
mercenario es exaltado por la prensa del sistema cual si fueran
virtuosos combatientes por la libertad generosamente financiados con
dinero de los contribuyentes estadounidenses y, en este caso, la
descarada complicidad del narcogobierno colombiano. En suma, una
iniciativa análoga a la que la CIA organizara en Bengasi para
facilitar el ataque a Gadafi en Libia en 2011. El periódico
neoyorquino publica esa noticia en sus ediciones en lengua inglesa y
en castellano, y puede consultarse en:
Numerosos informes y
notas aparecidas en estos últimos días confirman que el apagón fue
precisamente producto de un atentado informático, obra de hackers de
alto nivel de sofistificación técnica. No viene al caso dar mayores
detalles del asunto pero basta con decir que un artículo de la
revista Forbes, insospechada de simpatías chavistas, si bien dice
que la causa más probable del apagón venezolano hayan sido fallas y
deficiencias en el mantenimiento de la red de represas no puede
descartarse que lo ocurrido hubiese sido parte de una operación del
gobierno de Estados Unidos dada la manifiesta beligerancia de la Casa
Blanca en contra de la República Bolivariana de Venezuela y la
creciente importancia que la ciberguerra ha adquirido en los círculos
políticos y militares de Washington. Según el autor de la nota,
Kalev Leetaru, el “cyber first strike” tiene por misión
debilitar a un estado adversario como preparación del terreno para
una invasión convencional y el caos y la anarquía generados pueden
forzar el derrocamiento de un gobierno extranjero sin que éste pueda
acusar a su agresor. En artículo tiene un tono muy cauteloso, pese a
lo cual no omite decir que "en el caso de Venezuela la idea de que
un gobierno como el de Estados Unidos pueda interferir a distancia en
su red eléctrica es completamente realística" :
En efecto, el ataque se
dirigió al cerebro informatizado de todo el sistema eléctrico
venezolano. Como lo comenta un experto de ese país, El Guri es
después de Itaipú la central hidroeléctrica más grande de
Sudamérica (Venezuela tiene aparte otra gran represa, la de Macagua,
también afectada por el ataque) y la cuarta a nivel mundial y es
controlada en su casi totalidad por sistemas robotizados de
apertura/cierre de compuertas del flujo hídrico que alimentan las
turbinas generadoras de electricidad. Los sofisticados protocolos de
seguridad del sistema, elaborados conjuntamente por la empresa
estatal venezolana con otras dos privadas de origen europeo, fueron
rebasados por una ofensiva fenomenal de “millones de incursiones
por segundo de manera simultánea y multiubícua” que lograron
penetrar los sistemas de seguridad de la enorme represa. Esta no es
una tarea de aficionados, ni algo que Guaidó y sus rústicos
compinches pudieran haber hecho desde Venezuela. Esto es guerra
cibernética, la guerra de quinta generación cuyo objetivo es la
destrucción física del territorio de una nación y de la nación
misma, la quiebra definitiva de una conciencia nacional y la
transformación de su hábitat en un páramo a ser reconstruido,
parcialmente, por las grandes transnacionales que se apoderan de
aquél con el sólo fin de saquear sus recursos naturales.
¿Paranoia, obsesión
antiestadounidense? Nada de eso. Un crimen de lesa humanidad;
terrorismo puro y duro meticulosamente planificado y perpetrado por
Washington. En casos como estos la investigación siempre procura
establecer los móviles de un crimen, su naturaleza e impacto, los
instrumentos utilizados (el “arma homicida”) y las pruebas
correspondientes. Veamos. ¿Los móviles de Washington? Claros como
el agua. ¡Maduro debe irse, ya, braman Trump, Bolton, Pompeo,
Abrams, Rubio! Y para ello nada mejor que crear un caos
indescriptible que afecte la totalidad de la vida social porque en el
mundo actual, desde la provisión de agua y la iluminación hasta el
acceso a la internet, la telefonía, el combustible, el pago con
tarjetas de débito o crédito, utilizar ascensores, movilizar el
metro, prácticamente todo depende de la energía eléctrica. Pompeo
lo confesó en su infame tuit del 7 de marzo a las 8:19 pm: “No
Food. No Medicine. Now, No Power. Next, No Maduro”. (No hay comida,
no hay medicamentos. Ahora no hay electricidad. Lo siguiente: no hay
Maduro). O sea, el criminal ha manifestado sus intenciones. El motivo
está claramente establecido. ¿El arma homicida? La ciberguerra, la
aplicación militar de la informática, que no requiere instalar en
el territorio agredido ni un solo hombre. Se puede librar esa guerra
de quinta generación desde los bunkers ocultos en el desierto de
Nevada, donde se manejan los drones que siembran muerte y destrucción
en todo el mundo. O desde los refugios especiales en donde decenas de
miles de hackers vigilan y monitorean absolutamente todo, inclusive
las cuentas privadas de los gobernantes amigos de Washington.
Recordar el caso Angela Merkel a comienzos de este año. ¿Pruebas?
Todavía no las hay, pero son muchos los gobiernos y las
organizaciones que a su vez están vigilando y monitoreando lo que la
Casa Blanca hace y deshace. Y más pronto que tarde las pruebas
aparecerán, para sorpresa de los engreídos imperialistas que se
creen invulnerables. Pero a falta de pruebas hay presunciones muy
bien fundadas de que allí reside la banda criminal responsable del
atentado contra Venezuela. Misma a la cual se subordina por completo
la “oposición democrática” de ese país ante el silencio
cómplice de los medios hegemónicos y los desacreditados custodios
de la democracia y los valores de la república, agrupados en el
nauseabundo Cartel de Lima.
El sabotaje eléctrico es
una versión perfeccionada de los proyectos de desestabilización y
golpes de estado que el gobierno de Estados Unidos ha aplicado desde
siempre. Tomemos el caso del plan concebido para acabar con la
izquierda en El Salvador en la década de los ochentas. Según
testificara ante el Senado Robert White, un ex embajador de EEUU en
ese país, “los de Miami explicaron …. que para reconstruir el
país primero había que echarlo totalmente abajo: se tenía que
hundir la economía, el desempleo tenía que ser masivo, había que
acabar con el gobierno y había que poner en el poder a un ‘buen’
oficial que llevase a cabo una limpieza completa matando a
trescientos, cuatrocientas o quinientas mil personas. … ¿Quiénes
son esos locos y cómo actúan? … Los más importantes son seis
(empresarios) inmensamente ricos… Traman conjuras, organizan
reuniones constantemente y dan instrucciones a XX”. ( Ver Oliver
Stone y Peter Kuznick, Historia no oficial de Estados Unidos (Buenos
Aires: El Ateneo, La Feria de los Libros, 2015, p. 630.) El gobierno
de Estados Unidos, en nombre de la burguesía imperial, busca hacer
exactamente lo mismo, pero apelando a un armamento muchísimo más
perverso, si cabe, para demoler la economía y destruir la sociedad
venezolanas para luego reconstruirlas para su exclusivo beneficio.
Como hicieron en Irak, en Libia, como trataron de hacer en Siria y en
el Líbano. Y los “XX” de ahora son los Guaidó, Borges, López,
Machado, Ledezma, toda esa oposición cipaya y vendepatria que en un
imperdonable e inolvidable alarde de ignominia aplaude el terrorismo
que Washington descarga sobre tu propio pueblo.
¿Prevalecerá el imperio
en su afán no sólo de acabar con el gobierno de Maduro sino de
hacer lo propio con la nación venezolana, con la patria de Bolívar,
de Miranda, de Zamora, de Chávez? No creo. Hay un dato
significativo que abona mi esperanzada respuesta: en el fragor de un
ataque brutal, masivo y persistente como el actual no se ha
registrado ni un solo saqueo, ni un solo disturbio, ninguna bandera
blanca agitándose para confesar su rendición. Inclusive en los
barrios del Este de Caracas hay una tensa calma pero nada más. Hasta
ahora la promoción del caos y la violencia ha fracasado, y esto es
una gran noticia. Y una lección importante, que habla de enjundia de
ese bravo pueblo al que le canta el himno nacional de Venezuela y que
no se doblegará ante el criminal ataque de Estados Unidos. Mientras
tanto, sería bueno que la fiscalía de la Corte Penal Internacional
iniciara una investigación sobre la responsabilidad que le cabe al
gobierno de Estados Unidos en la comisión de delitos de lesa
humanidad como los que actualmente padece el pueblo de Venezuela.
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