02 enero, 2020

Fundamentos materiales del oportunismo



"El hecho de aislar en el análisis los factores «crisis económica» y «paro masivo» constituye un elemento importante en la teoría del fascismo de los socialdemócratas: si no hubiera crisis económica, desaparecería el peligro del fascismo. Con ello, olvidan que la crisis estructural es más importante que la coyuntural, y, mientras la primera se mantenga, las mejoras que sufra la segunda no pueden en ningún caso cambiar fundamentalmente la situación. Esto, los socialdemócratas belgas Spaak y De Mann lo aprendieron por experiencia propia ya que, concentrando todos sus esfuerzos en la reducción del paro –sacrificando incluso posiciones fuertes y la capacidad de lucha de los trabajadores– vieron, a pesar de todos sus intentos, aumentar la ola fascista y no al contrario".
Ernst Mandel, El fascismo

La naturaleza del reformismo socialdemócrata - Ernest Mandel. (Texto completo [pdf] en este enlace)

Los fundamentos materiales del oportunismo

Desde la Revolución de Octubre, el movimiento de los trabajadores ha sido confrontado con la elección entre dos prácticas políticas. Es también una elección entre dos estrategias.

Esta elección no tiene que ver con la “conveniencia” de la lucha por los objetivos inmediatos, tanto económicos como políticos. No tiene que ver con una opción a favor o en contra de participar en las elecciones y en las asambleas electas, no sólo con fines propagandísticos, sino para lograr que se adopten leyes que favorecen a los trabajadores y otros sectores explotados y oprimidos de la sociedad.

Marx luchó sistemáticamente por la reducción legal de la jornada de trabajo. Combatió con determinación la superexplotación de las mujeres trabajadoras y el trabajo infantil. Engels buscó extender a todos los países la lucha por la jornada de ocho horas y el sufragio universal, simple e igualitario para todos los ciudadanos.

Bajo las condiciones particulares de la Rusia zarista, Lenin siguió una línea similar, incluso más enfáticamente.

Estos combates se basaban en la convicción de que una clase obrera que estaba en un estado de miseria, que era incapaz de luchar por su integridad moral y física, sería igualmente incapaz de luchar por progresar hacia una sociedad sin clases. La historia ha confirmado este diagnóstico. Los levantamientos por el pan no han resultado en una lucha sistemática anticapitalista, en una lucha por un mundo mejor, en ninguna parte del mundo. El camino trazado por Marx y los marxistas llevó, de otra parte, a que millones de explotados adquirieran consciencia de la necesidad de tal lucha.

No obstante, lo que contrapone el marxismo revolucionario al reformismo socialdemócrata es la actitud tomada hacia el poder de clases económico y político del capital. Es, por el mismo modo de razonar, una actitud fundamentalmente distinta hacia el estado burgués.

El reformismo es la ilusión de que el desmantelamiento gradual del poder del capital es posible. Primero que todo, nacionalizas el 20 por ciento, luego el 30 por ciento, luego el 50 por ciento, luego el 60 por ciento de la propiedad capitalista. De esta forma, el poder económico del capital es disuelto poco a poco. Primero le quitas a la burguesía una gran ciudad, luego dos municipalidades, luego la mayoría parlamentaria, luego el poder de dictar programas educativos, luego la mayoría de la circulación de los periódicos, luego el control de la policía municipal, luego el poder de elegir la mayoría de los más altos servidores civiles, magistrados y oficiales: el poder político del capital se desvanecerá nomás.

El reformismo es, por ende, esencialmente gradualista. Consecuentemente, el verdadero teórico del reformismo fue Eduard Bernstein, con su celebre fórmula: “el movimiento lo es todo; la meta final, nada”. Actualmente, la socialdemocracia alemana tiene una mejor: gota a gota, disolveremos la piedra. Pasamos de la historia humana a la historia de las formaciones geológicas. ¿Cuántos miles de años toma el que una piedra se disuelva?

El marxismo revolucionario es el rechazo a las ilusiones gradualistas. La experiencia confirma que la burguesía no ha perdido su poder económico y político por un sendero gradualista en ningún sitio, en ningún país. Las reformas pueden debilitar este poder. No pueden abolirlo. (…)

Si la clase obrera no tiene éxito al construir su propio poder centralizado, el estado burgués sobrevivirá o será reconstruido. Esa es la lección principal de todas las revoluciones del siglo 20. Ese es el balance positivo de la Revolución de Octubre. Es el balance negativo de la Revolución Alemana y la Revolución Española, las dos principales derrotas del proletariado.

Por otro lado, sectores importantes, por lo menos de la burguesía, se agarran desesperadamente del poder, aun frente a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Como “Madame Veto” [el apodo de Marie-Antoinette en el 1791], están listos para masacrar París, Barcelona y Madrid, Berlín, Milán y Turín, Viena, Shangai, Yakarta, Santiago de Chile… para preservar su poder de clase. Si les dejamos los medios para hacerlo, harán que fluyan ríos de sangre.

La derecha socialdemócrata, que se opone a la toma revolucionaria del poder, no reduce realmente la incidencia de la violencia. Al contrario, la fomenta, al menos objetivamente, si no deliberadamente.

Si es necesario actuar rápidamente para llevar a cabo la toma revolucionaria del poder, también es necesario por una razón más profunda. El poder del capital, incluso los aparatos represivos que lo protegen, se caracteriza por un alto grado de cohesión interna.

Es prácticamente imposible sacudir esta cohesión en tiempos normales. Es sólo en momentos excepcionales que vemos motines masivos o a soldados rehusarse a obedecer. Esa es una de las razones por las que las crisis revolucionarias reales son relativamente raras. Si no aprovechamos estas ocasiones poco frecuentes, la burguesía permanecerá en el poder por mucho tiempo todavía, con todo lo que eso implica.

Estos momentos privilegiados para la acción revolucionaria masiva son, a fin de cuentas, el resultado de la exacerbación de las intensas contradicciones de la sociedad burguesa. Conducen a situaciones que Lenin resumió en una fórmula clásica: los de arriba ya no pueden gobernar como antes, los abajo ya no están dispuestos a ser gobernados como antes.



4 comentarios:

  1. Más claro no se puede decir. Algunas veces nos perdemos entre el ruido, me pierdo entre el ruido. Textos así, me resitúan, me vuelven al camino. Gracias.

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  2. El mayor problema es el tiempo disponible. Si perdemos esos "momentos excepcionales" la lucha puede conducir a la "aniquilación de las clases en presencia".

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  3. Jugar al oportunismo no es un gran juego, es como esperar a "el salvador". La oportunidad se debe construir.
    Salud!

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