29 marzo, 2021

La violencia anti-asiática en EEUU tiene sus raíces en el imperio estadounidense

 

The Chinese Must Go - Magic Washer - 1886 anti-Chinese_US_cartoon
[Los chinos deben irse - Jabón mágico - Ilustración anti-china 1886 USA]


Christine Ahn, Terry K Park y Kathleen Richards

The Nation – 19/03/2021

Traducción del inglés: Arrezafe


Si queremos acabar con el odio anti-asiático en los Estados Unidos, debemos reconocer cómo la política exterior estadounidense lo perpetúa.


Poco después de la matanza perpetrada en Georgia a principios de esta semana, en la que murieron seis mujeres asiáticas, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, denunció la violencia y dijo que "no tiene lugar en Estados Unidos ni en ninguna parte", señaló Blinken durante su primer viaje a Asia junto al secretario de Defensa Lloyd Austin, donde Blinken advirtió a China que Estados Unidos rechazará su "coerción y agresión", y Austin advirtió a Corea del Norte que Estados Unidos estaba listo para "pelear esta noche".


Sin embargo, esa retórica agresiva contra China, que inicialmente fue difundida por Donald Trump y otros republicanos en torno al coronavirus, ha contribuido directamente al aumento de la violencia contra los asiáticos en todo el país. De hecho, refleja una larga historia de política exterior estadounidense en Asia centrada en la dominación y la violencia, y alimentada por el racismo. Menospreciar y deshumanizar a los asiáticos ha ayudado a justificar guerras interminables y la expansión del militarismo estadounidense. Y esto tiene consecuencias mortales para los asiáticos y asiático-americanos, especialmente para las mujeres.


La violencia anti-asiática a través de la política exterior de Estados Unidos se ha manifestado en las guerras que han matado a millones, destrozado familias y provocado desplazamientos masivos; en las pruebas nucleares y el almacenamiento de armas químicas que provocaron la contaminación ambiental en Okinawa, Guam y las Islas Marshall; en el uso generalizado de napalm y Agente Naranja en Vietnam, Laos y Corea; en las bases militares estadounidenses que han destruido pueblos y comunidades enteras ; en la violencia perpetrada por soldados estadounidenses a las mujeres asiáticas; y en la imposición de sanciones que tienen como consecuencia daños económicos, sociales y físicos a la gente común.


Estas cosas no pueden suceder sin la deshumanización, cuya dinámica ha tenido consecuencias nefastas para los estadounidenses de origen asiático, especialmente para las mujeres. De los 3.800 incidentes de odio denunciados contra estadounidenses de origen asiático el año pasado, el 70 por ciento estaban dirigidos a las mujeres. Las mujeres estadounidenses de origen asiático, exóticas y fetichizadas, han soportado una doble carga de racismo y sexismo, vistas por un lado como "flores de loto" sumisas y sexualmente disponibles y por el otro como "damas dragón" manipuladoras y peligrosas.


Las mujeres asiáticas se ven particularmente perjudicadas, económica, social y físicamente, por el militarismo y la política exterior de Estados Unidos. En Corea, las mujeres han sido durante mucho tiempo un daño colateral de la militarizada política exterior de Estados Unidos. La Guerra de Corea de 1950-1953, que mató a 4 millones de personas, condujo al caos social y político, separó familias y dejó a millones de personas huérfanas y viudas, creando condiciones en las que las mujeres se encontraban sin hogar ni trabajo, lo que las obligó a prostituirse, según Katherine HS Moon, experta en prostitución militar estadounidense en Corea del Sur y autora del libro Sex Among Allies.


Enfermeras del Ejercito Popular Coreano apresadas por soldados estadounidenses


Más de un millón de mujeres coreanas han trabajado en los "campamentos" que rodean las bases militares estadounidenses en Corea del Sur. Este sistema de prostitución militar fue controlado por el gobierno de Corea del Sur y apoyado por el ejército estadounidense para fortalecer las alianzas militares y apuntalar la economía de Corea del Sur. Sin embargo, las mujeres fueron estigmatizadas, "condenadas a la invisibilidad y al silencio", según Moon.


Estos “campamentos” no solo facilitaron la inmigración de miles de “novias de guerra” coreanas a los Estados Unidos, sino que también importaron el sistema mismo. A medida que el ejército estadounidense reducía la presencia de sus tropas en Asia, los los “campamentos”, que afrontaban la agitación social y la incertidumbre económica, comenzaron a enviar a sus madames y trabajadoras sexuales a los sitios militares de Estados Unidos a través de matrimonios negociados con militares estadounidenses. Muchas de estas mujeres coreanas explotadas llegaron al sur de los Estados Unidos, una región que alberga muchas bases militares en torno a las cuales proliferó la prostitución militar. Para la década de 1980, el comercio sexual coreano-estadounidense se extendería desde estos poblados militares del sur a otras partes de los Estados Unidos, incluida el área metropolitana de Atlanta, lugar del terrible tiroteo masivo del martes.


Vemos que esta violencia anti-asiática ahora se manifiesta con la creciente agresividad de Estados Unidos contra China y la omnipresente presencia militar estadounidense en toda la región de Asia y el Pacífico. Según el profesor de la American University, David Vine, hay aproximadamente 300 bases estadounidenses en la región de Asia y el Pacífico que rodean China, lo que, junto con "agresivas patrullas navales, aéreas y los ejercicios militares, aumenta la amenaza a la seguridad china y alienta al gobierno chino a responder impulsando su propio gasto y actividad militar". El incremento militar está aumentando la tensión bélica regional y el riesgo de un mortífero enfrentamiento militar de impredecibles consecuencias entre dos potencias con armas nucleares.


Si queremos erradicar el odio anti-asiático aquí, en los Estados Unidos, debemos en primer lugar reconocer cómo la política exterior estadounidense lo perpetúa, debemos poner fin al militarismo y las guerras estadounidenses en toda la región de Asia y el Pacífico. La administración Biden podría comenzar por poner fin formalmente a la Guerra de Corea, guerra que costó casi 400 mil millones (en dólares de 2019), y que continúa siendo una fuente de justificación para las políticas centradas en el ejército de Estados Unidos, Corea del Sur, Japón y otros en la región.


A medida que abordamos la violencia contra asiáticos y mujeres, y desmantelamos la supremacía blanca aquí en casa, también debemos reorientar fundamentalmente la política exterior de Estados Unidos en la región de Asia y el Pacífico, lejos de la dominación y el control, hacia una verdadera y humana seguridad para todos.




1 comentario:

  1. Anónimo3/30/2021

    La única manera de mantener en un territorio explotado es reprimiendolo y agrediendolo de modo que no sea capaz de organizar su sociedad y ésta no suba los gastos de mantenimiento. Es la política que ha empleado todo país imperialista y es la causa del racismo, nacionalismo, integrismo y se expresa con la forma de fascismo. EEUU no puede mantenerse sin ejercerla, por lo que por mucho que como dice el texto se estudie la política exterior es un problema sin mucha solución para las élites.
    Salud! Pablo Heraklio

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