01 septiembre, 2021

‎¿Aprendió alguien algo de la ‎catástrofe afgana?‎ — Manlio Dinucci

 



RED VOLTAIRE – 22/08/2021


No lo decimos nosotros, es el presidente Joe Biden quien acaba de ‎reconocerlo: Washington nunca buscó ayudar a los afganos y mucho menos ‎construir un Estado en Afganistán. Lo que tanto nos repitieron los medios durante ‎‎20 años era sólo propaganda.‎


En su alocución del 16 de agosto sobre Afganistán, desde la Casa Blanca, el presidente Biden hizo ‎una declaración lapidaria: ‎

«Nuestra misión en Afganistán nunca tuvo como objetivo construir una nación. ‎Nunca apuntó a ‎crear una democracia unificada y centralizada.» [1]‎


Con esas concisas palabras, el presidente de Estados Unidos enterró inesperadamente la ‎narrativa oficial que acompañó durante 20 años la «misión en Afganistán», misión a la que ‎Italia [y otros países como España, Francia, Alemania, etc.] dedicó vida humanas y miles ‎de millones de euros provenientes de sus fondos públicos.‎


«Nuestro único interés nacional en Afganistán sigue siendo hoy lo que siempre fue: impedir ‎un ‎ataque terrorista contra la patria estadounidense», agregó Biden. ‎


El Washington Post, deseoso de limpiar su propio armario de esqueletos (las hoy llamadas ‎‎fake news), lanza el oprobio sobre esas palabras de Joe Biden al señalar que:


«Los presidentes ‎de Estados Unidos y los dirigentes militares engañaron deliberadamente al publico sobre la ‎más larga guerra estadounidense, librada en Afganistán durante dos décadas.» [2]‎


El público fue «deliberadamente engañado» desde que –en octubre de 2001– Estados Unidos, ‎junto a Gran Bretaña, atacaba e invadía Afganistán para dar caza a Osama ben Laden, designado ‎como la persona que había ordenado el ataque terrorista del 11 de septiembre (cuya versión ‎oficial hacía agua por todos lados [3]).‎


Pero el objetivo real de esa guerra era concretar la ocupación del territorio afgano, de primera ‎importancia geoestratégica por tener fronteras con las tres repúblicas centroasiáticas ex soviéticas ‎‎(Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán), y con Irán, Pakistán y China (específicamente con la ‎región autónoma de Xinjiang (o Sinkiang). ‎


En aquella época, ya se veían señales claras de acercamiento entre China y Rusia. ‎Los presidentes Jiang Zemin y Vladimir Putin habían firmado el Tratado de Buena Vecindad y ‎Cooperación Amistosa, definido como «piedra angular» de las relaciones entre sus países. ‎Washington veía la naciente alianza entre China y Rusia como una amenaza para los intereses ‎estadounidenses en Asia, precisamente en momentos en que Estados Unidos trataba de ocupar ‎el vacío que el derrumbe de la URSS había dejado en Asia central. «Existe la posibilidad de que ‎surja en Asia un rival militar con una formidable base de recursos», advertía el Pentágono en un ‎informe fechado el 30 de septiembre de 2001. ‎


Lo que realmente estaba en juego quedaría demostrado por el hecho que, en agosto de 2003, ‎la OTAN –bajo las órdenes de Estados Unidos– se apoderaba del «papel de líder de la ISAF», la ‎fuerza internacional de asistencia para la seguridad que la ONU había ‎creado en Afganistán, en diciembre de 2001. A partir de aquel momento, más de 50 países, entre miembros y ‎socios de la OTAN, participaron bajo las órdenes de Estados Unidos en el conflicto desatado ‎en Afganistán. ‎


El balance político-militar de esa guerra, que hizo correr ríos de sangre y devoró enormes ‎cantidades de recursos, es catastrófico: cientos de miles de muertos entre la población civil ‎afgana, abatidos durante las operaciones bélicas, así como una cifra incalculable de «muertes ‎indirectas» provocadas por la pobreza y las enfermedades favorecidas por la guerra. ‎


Sólo Estados Unidos gastó, según el New York Times, más de 2.500 millardos de dólares ‎‎ [4]. Para entrenar y armar a los 300.000 soldados del ejército ‎gubernamental, que se derrumbó en pocos días ante el avance de los talibanes, Estados Unidos ‎desembolsó unos 90.000 millones de dólares. Por otro lado, unos 55.000 millones asignados a ‎la "reconstrucción" en gran parte se dilapidaron debido a la ineficacia y la corrupción.


Y los más de 10.000 millones de dólares dedicados a operaciones antidrogas ‎parecen haber arrojado un resultado totalmente contrario a lo esperado ya que la superficie ‎total de tierras dedicadas al cultivo de la adormidera (Papaver somniferum) –planta a partir de la cual se obtiene el opio– ‎se multiplicó por 4 y Afganistán produce actualmente el 80% de todo el opio que se fabrica ‎ilegalmente en todo el mundo. ‎


También vale la pena detenerse en la historia de Ashraf Ghani, el presidente afgano que huyó ‎hacia un exilio dorado. Educado en la Universidad Americana de Beirut, Ashraf Ghani hizo carrera ‎en las universidades estadounidenses de Columbia, Berkeley y John Hopkins… y en el ‎Banco Mundial, con sede en Washington. En 2004, ya como ministro de Finanzas de Afganistán, ‎Ashraf Ghani obtuvo de los países “donantes”, como Italia, un «paquete de asistencia» de ‎‎27.500 millones de dólares. En 2014, en un país en guerra y ocupado por las tropas de ‎Estados Unidos y la OTAN, Ghani se convirtió en presidente, oficialmente con el 55% de los ‎sufragios. En 2015, el presidente italiano Sergio Mattarella lo recibía en Roma con todos ‎los honores y en compañía de la ministro de Defensa Roberta Pinotti, quien ya se había reunido ‎con Ghani un año antes en Kabul. ‎


Esta catastrófica experiencia de Afganistán se agrega a las que Italia ya vivió antes por haber ‎participado –en violación de su propia Constitución– en las guerras de la OTAN en los Balcanes, ‎en el Medio Oriente y en el norte de África. Pero las formaciones políticas representadas en ‎el parlamento italiano no parecen haber sacado ninguna enseñanza de todo eso. ‎


Mientras en Washington el propio presidente Biden hecha abajo el edificio de mentiras sobre los ‎‎«elevados objetivos humanitarios» que supuestamente motivaron la participación de Italia en ‎la guerra de Afganistán, en Roma, como en la novela de George Orwell 1984, se sigue dando ‎la espalda a la historia.


NOTAS:

[1] «Alocución de Joe ‎Biden sobre Afganistán», por Joseph R. ‎Biden Jr., Red Voltaire, 16 de agosto de 2021.

[2] "U.S. exit ‎forces a reconsideration of global role", John Hudson y Missy Ryan, The Washington Post, 18 ‎de agosto de 2021.

[3] L’Effroyable imposture, ‎Thierry Meyssan, Demi-Lune, 2002.

[4] 1 millardo = 1.000 millones




7 comentarios:

  1. Celebro leer aquí los textos de Manlio Dinucci, un marxista italiano –no confundir con los infames desertores eurocomunistas– que lleva muchos años revelando asuntos que el imperialismo norteamericano y su brazo armado la OTAN tratan de mantener ‘camuflados’ lejos de las cámaras y los focos, fuera del alcance de las grandes audiencias. De hecho en uno de sus artículos –y desde entonces no me pierdo ni uno y ya van cientos–, hace ya muchos años, leí por primera vez acerca de GLADIO, el brazo terrorista de la OTAN. En esta provincia del Imperio sólo el recimientemente fallecido Alfredo Grimaldos y Rafael Poch (no dejen de leer su blog y sus libros) y eso algunos años después, se han atrevido a escribir sobre esa organización tan ‘secreta’ como terrorista.

    Tanto en el temita de Afganistán, como en cualquier otro, los paraperiodistas e ideólogos proporcionan a sus mecenas –claro que en agradecimiento a carguitos, becas, subsidios y demás prebendas con las que han sido generosamente remunerados–, teorías útiles para la ocasión, teorías de usar y tirar que no resisten el menor examen crítico pero que sirven sobradamente para salir del paso, para ‘superar teóricamente’ ante la domesticada ‘opinión pública’ ciertas situaciones incómodas imposibles de solventar en el insobornable terreno de la realidad de los hechos. Véase como hasta la señora ministra del casoplón reduce o minimiza el asunto a tratar de acoger y proteger ‘a las mujeres afganas y personas LGTBI’. Lo que no nos dice es qué ha hecho España en estos veinte años de sumisión a las órdenes e interés yanquis, a parte de gastar miles de millones de euros y perder algunas vidas humanas… ‘POR EL BIEN DEL IMPERIO’… que no lo digo yo, que lo dice el senil Biden.

    Salud y comunismo

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    1. El (obsceno e insultante) formato propagandístico utilizado por el poderoso aparato mediático del llamado "mundo libre" es prácticamente idéntico en todas sus agencias: descubierta la chistera y el conejo en una, quedan al descubierto en todas, ya se trate de la inefable BBC, RTVE o de cualesquiera de las corporaciones afines, "públicas" o privadas, al servicio del oligárquico interés imperial. La farsa que estos medios disfrazan y propagan, es directamente proporcional a la creciente incredulidad que, poco a poco, van despertando en cualquier espectador sensato y mínimamente informado. Ciertamente, en no tantos como sería deseable, pero no queda otra que insistir y señalar la "desnudez del rey" denunciando, como hace Dinucci, la auténtica naturaleza de su ilusorio ropaje.

      El reciente 'rapaso' con que el portavoz de exteriores chino, Wang Wenbin (PCCh), acaba de obsequiar a Washington & Cía, pone de manifiesto la imposibilidad de sostener la falsa coartada el discurso imperialista. Mal que les pese, con todas las críticas (legítimas u oportunistas) que se le puedan hacer, la hoz está segando estrellas y el martillo quebrando barras.

      Salud y comunismo

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    2. No sé si sabes inglés, pero merece la pena ver este vídeo en el que Max Blumenthal y Ben Norton, dos periodistas estadounidenses claramente antiimperialistas, analizan hasta extremos hilarantes las delirantes declaraciones de una norcoreana convertida en burda herramienta de propaganda pro occidental. Las mentiras expuestas por esta robótica mujer son de tal calibre que cuesta explicarse cómo puede haber gente que se las crea. Su perorata anti comunista está disponible en un montón de idiomas, sin duda gracias a la "colaboración" de la CIA.

      https://youtu.be/pJCY7dS7StU

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  2. Ya me gustaría, pero mi nivel de ingles es ‘medio’, es decir cero. Una de las cosas que agradezco desde hace años, aunque nunca te lo haya hecho saber, son tus oportunas traducciones de Pilger, de Parenti y de tantos otros autores. Uno tiene sus limitaciones de clase, de educación –Graduado escolar–, de tiempo, de dinero y por supuesto también de talento –Engels leía y hablaba con suficiente corrección más de una docena de lenguas, y Marx que leía griego, latín, inglés, francés y español, como personalmente corroboró Anselmo Lorenzo, pasados los sesenta años se puso a estudiar ruso para leer ciertos textos sin ‘mediaciones’, en su lengua original… en fin, aún así uno trata de superar esas limitaciones en la medida de sus posibilidades y con la ayuda de camaradas como tú.

    Salud y comunismo.

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    1. Me daría por razonablemente satisfecho con haberte aportado la décima parte de lo que me has aportado tú. "ELOTRO", como ya te he manifestado en alguna ocasión, ha sido una referencia para mí y un apoyo decisivo para el rumbo de este blog.

      Salud y comunismo.

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  3. En EEUU todas las cadenas tienen las mismas tendencias políticas y todas las empresas están financiadas prácticamente por los mismos grupos financieros, dolor arriba dolar abajo. No existe la pluralidad, denunciado desde hace más de 40 años. El público sabe que les mienten, y no puede ser de otra manera, porque desde los big-media no ha habido ningún contraargumento. Sentirse engañados por alguien cuyo oficio es engañar es como enfadarte con tu mistress cuando te azota con el látigo que tu le compraste.
    Salud!

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    1. Pues hombre, la verdad es que prefiero mil veces una sesión con la mistress que tragarme un telediario (y le compro el látigo más caro que haya), jajaja...

      Salud!

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