LA ESPINA ROJA – 08/02/2022
Rebelión en Asturias
Albert Camus
Traductor: Alfredo Álvarez Álvarez
Editorial: Altamarea
Año: 2022
ISBN: 978-84-18481-34-5
Páginas: 112
PVP: 11,90€
Todo empieza con la punzada de la humillación y la conciencia de la injusticia que alimenta el instinto subversivo: abonado a ratos con rabia y rencor, a ratos con ensoñaciones utópicas de fraternidad universal. Luego se forma el partido o el sindicato, los humillados se organizan, sea con el viento de la Historia soplando a popa o a merced del capricho de las mareas, y se acaban tomando las armas. Se derrota, con sacrificios, al viejo orden y comienza a construirse uno nuevo. También con sus excesos e iniquidades, sus verdugos y sus víctimas inocentes. El viejo mundo reacciona y aplasta la revolución, tortura y asesina a los rebeldes, y sus cadáveres acaban sepultados bajo la nieve, en las arenas del desierto o en el fondo del mar. Una dialéctica trágica que la humanidad ha visto repetirse cientos de veces.
Y en una ocasión sucedió en Asturias, en octubre de 1934: el ciclo completo que va desde la humillación hasta la derrota, con una fugaz parada en la esperanza. El drama universal del poder y la rebeldía, representado en esta ocasión entre las cuencas mineras asturianas y ciudad de Oviedo, inspiró al joven Albert Camus, por entonces un estudiante de Filosofía en la Universidad de Argel afiliado al Partido Comunista, para escribir junto a tres amigos su primera obra literaria: “Rebelión en Asturias”.
Esta obra de teatro, casi inencontrable hasta la fecha y ahora felizmente recuperada por la editorial Altamarea con prólogo y traducción de Alfredo Álvarez, se concibió como un “ensayo de creación colectiva” para el Théâtre du Travail, un colectivo de jóvenes intelectuales de izquierda que adaptaban y representaban obras en los círculos obreros de Argel. No pudo ser el caso de “Rebelión en Asturias”: Augustin Rozis, a la sazón alcalde ultraderechista de Argel, no autorizó la representación por miedo a que suscitase veleidades revolucionarias entre los jóvenes de la ciudad.
Camus y sus compañeros no disimulan el carácter militante de la obra, en cuya presentación se refieren a “nuestros camaradas que fueron muertos por las balas de la Legión”. Pero no se trata de una mera celebración de la épica revolucionaria o un alegato colérico del fusil y la dinamita. En sus personajes, en sus monólogos y en sus escenas ya se advierten algunas de las ideas sobre la rebeldía, la violencia y el poder que vertebrarían luego la obra del Camus maduro.
Y eso no anula el compromiso político y de clase que anima “Rebelión en Asturias”. La obra se compuso para ser una puñalada de la que el espectador no pudiera zafarse: “El decorado está pensado para impedirle defenderse”, dicen. Camus y sus colegas quieren obligarle a “entrar en una acción que los clásicos prejuicios le obligarían a ver desde el exterior”. “Rebelión en Asturias” no aspira a ser una plácida experiencia estética, sino más bien una octavilla ardiendo en las manos del espectador-lector. A esa atmósfera sofocante contribuyen también las constantes locuciones de radio, que interrumpen las escenas de la obra para dar el parte de la avanzadilla militar y actualizar la contabilidad de los muertos.
La obra denota un notable conocimiento de los sucesos de octubre del 34, apareciendo citados personajes secundarios de la revolución, como el periodista Javier Bueno o el sacerdote fusilado Eufrasio del Niño Jesús. Según se cuenta en la introducción, Camus y los demás supieron de la insurrección asturiana por un reportaje del periodista André Ribard aparecido en la revista Monde con el título “Oviedo, la vergüenza del gobierno español”. El relato debió conmover a estos jóvenes proletarios de la lejana y calurosa Argel, que de inmediato reconocieron su camaradería con los revolucionarios del norte.
Es muy probable que Camus conociese más tarde en París a algunos de los protagonistas de la revolución exiliados en Francia. El compromiso del escritor con los derrotados de la guerra de España no remitió con el paso de los años, y nunca dejó de participar en mítines sindicales, escribir en la prensa libertaria y denunciar la tiranía del régimen franquista. Aunque no hay documentos que lo prueben, no sería descabellado aventurar que en alguno de aquellos actos Camus estrechó la mano y conversó con, por ejemplo, el cenetista gijonés Ramón Álvarez Palomo.
“Rebelión en Asturias”, como decimos, es una primera aproximación a los conflictos y preguntas que constituirán luego la obra literaria y filosófica del futuro Premio Nobel. Si bien su implicación social no decayó nunca, tampoco se dejó tentar por un realismo político que, en palabras de su contemporáneo George Bernanos, no es más que “la buena conciencia de los hijos de puta”. Sánchez, uno de los personajes de “Rebelión en Asturias”, insiste con delectación en que “la revolución no se hace con abanicos”.
Es él quien manda a morir en primera línea a sus compañeros, y después quien ordena fusilar al farmacéutico y al tendero sin darles la oportunidad de defenderse. Sánchez es el arquetipo del revolucionario justiciero para el que la política no debe entramparse en las sutilezas de la moral. La política de morir o matar, de vencer o ser derrotado, siempre disgustó a Camus, y ello le granjeó la enemistad con la troupe estalinista de la intelectualidad parisina de la época. La revolución era odiosa para el argelino si la animaban la venganza o la cólera. Es bien conocida aquella frase suya cuando Argelia vivía una ola de atentados de los independistas del FLN: “Entre la justicia y mi madre, prefiero a mi madre”.
Pero en los textos de Camus la interpretación política va siempre enhebrada con la angustia de una conciencia que se interroga sobre el sentido y la trascendencia de sus esfuerzos en el mundo. Recordemos el mito de Sísifo, con el que el escritor tituló uno de sus más conocidos ensayos: condenado por los dioses a cargar una y otra vez con una pesada piedra monte arriba. Así los mineros una de las últimas noches de la revolución, mientras escuchan por la radio que los legionarios se acercan con “sed de victoria” y órdenes de liquidarlos. El ciclo está a punto de cerrarse.
Los revolucionarios son torturados a manos de los militares y fusilados luego. Las nieves de noviembre—la obra estuvo a punto de titularse así: “La nieve” o “La breve vida”—cubren la fosa común y su recuerdo. En el último acto, las voces de los mineros muertos se preguntan “¿y quién se acordará? Es imposible que todo esto no sirva para nada”. Albert Camus se duele de la derrota y del olvido de los suyos, pero sabe que el invierno no dura para siempre. Unos años después, durante la Segunda Guerra Mundial, escribía: “Cuando vivía en Argel, esperaba siempre pacientemente durante el invierno, porque sabía que en una noche, en una sola noche fría y pura de febrero, los almendros del valle des Consuls se cubrirían de flores blancas. Después me maravillaba al ver cómo esa nieve frágil resistía todas las lluvias y el viento del mar. Sin embargo, todos los años resistía lo suficiente para preparar el fruto”.
Fuente: Nortes
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Otro descubrimiento. Gracias, Loam. Salud!
ResponderEliminarHay que defender la memoria y oponerse a quienes quisieran borrarla o cambiarla.
EliminarGracias a ti, Conrado. Salud!
Por abundar en el tema…
ResponderEliminarFrancisco Espinosa Maestre. “La justicia de Queipo”.
La sublevación en marcha: los años republicanos
LA «REVOLUCIÓN EN EL SUROESTE» (OCTUBRE DE 1934)
“Octubre de 1934, conato revolucionario localizado fundamentalmente en Asturias-León y Cataluña, representa, con Franco en el despacho contiguo al del ministro Hidalgo, Yagüe trasladado a la península con sus legionarios y regulares, y el guardia civil Lisardo Doval como delegado de Orden Público para Asturias y León, el modelo exacto que se aplicará casi dos años después. El Estado Mayor Central, encabezado por el general Masquelet, quedó anulado. Los hechos se vieron precedidos por unas maniobras militares celebradas entre el 23 y el 30 de septiembre precisamente entre León y Asturias, maniobras en las que intervinieron 23 000 hombres al mando del general López Ochoa. Junto a Hidalgo, y como observador, el general Franco. De paso, además de sofocar la revuelta, que duró dos semanas, se aprovechó para ocupar el poder municipal allí donde las elecciones municipales de 1931 dieron el poder a republicanos y socialistas…”
Completo aquí:
https://directopractika.blogspot.com/2022_02_07_archive.html
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Y nunca viene mal leer o releer los textos sobre ‘la primera revolución proletaria de la historia, el primer intento de materializar la dictadura del proletariado’ que fue LA COMUNA DE PARÍS de la mano de Marx, Engels y Lenin…
ResponderEliminar“Vladímir Ilich Lenin / Las enseñanzas de la Comuna
Después del golpe de Estado que puso fin a la revolución de 1848, Francia soportó durante 18 años el yugo de Napoleón. Este régimen llevó el país no sólo a la ruina económica, sino también a la humillación nacional. Al sublevarse contra el antiguo régimen, el proletariado asumió dos tareas, una de carácter nacional y la otra de clase: liberar a Francia de la invasión alemana y lograr la emancipación socialista de los obreros del capitalismo. Esta combinación de dos tareas constituye un rasgo único de la Comuna. La burguesía formó entonces un «Gobierno de Defensa Nacional», bajo cuya dirección el proletariado tenía que luchar por la independencia de toda la nación. En realidad, era un gobierno «de traición nacional», el cual consideraba que su misión consistía en luchar contra el proletariado parisiense. Pero el proletariado, cegado por las ilusiones patrióticas, no se percataba de ello. La idea de patriotismo tuvo su origen en la gran revolución del siglo XVIII: embargó la mente de los socialistas de la Comuna, y Blanqui, por ejemplo, que era sin duda alguna un revolucionario y un ferviente defensor del socialismo, no halló para su periódico mejor título que el clamor burgués: «¡La Patria está en peligro!». La combinación de estas tareas contradictorias –el patriotismo y el socialismo– fue el error fatal de los socialistas franceses. Ya en septiembre de 1870, en el Manifiesto de la Internacional, Marx puso en guardia al proletariado francés contra el peligro de dejarse llevar por el entusiasmo de una falsa idea nacional…”
LA COMUNA DE PARÍS
Marx – Engels – Lenin
Libro completo aquí:
https://elsudamericano.files.wordpress.com/2018/02/la-comuna-de-paris-marx-engels-lenin.pdf
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Hoy Camus escribiría: "Twiter en Asturia" la revolución del teclado.
ResponderEliminarSalud!