(Fragmento extraído de La Desconexión, de Samir Amin.)
¿Es la nación un sujeto histórico? A vueltas con la cuestión nacional
1. Los movimientos políticos, como las sociedades en las que operan, analizan la realidad objetiva que los rodea y sobre cuyo desarrollo se proponen influir mediante sus estrategias de actuación, gracias a un sistema conceptual, ideológico y más o menos científico, que es en sí mismo producto de la historia. Desfases entre dicho sistema y la realidad pueden por ello mismo reducir la eficacia de las estrategias en curso, o conducir a unos resultados imprevisibles o incluso contrarios a lo esperado. La cuestión de la nación en tanto que realidad social objetiva, tema puntual, principal o no, de la historia creemos que debe remitirnos a plantearnos tal interrogante.
Nuestro vocabulario político utiliza y maneja el término «nación» en uno o varios sentidos diferentes que suponen determinadas articulaciones entre dicha realidad, verdadera o presentida como tal, y otras realidades: el Estado, el sistema mundial de los Estados, la economía y las clases sociales. Hemos heredado estos conceptos y su articulación en un sistema, formado por las diferentes teorías sociales desarrolladas a partir de la experiencia histórica del siglo XIX europeo, bajo la forma de las teorías nacionalistas burguesas o del marxismo histórico. Lejos de estar convencidos de que las teorías sociales sean mejores cuanto más «recientes», no tenemos ninguna intención de ceder ante la moda que consiste en echar por la borda a Marx y a otros. Pensamos. por el contrario, que el materialismo histórico no sólo no está superado por las evoluciones reales, sino que está tomando una fuerza cada vez mayor en la medida en que precisamente se está enriqueciendo, al tomar en cuenta la evolución histórica, al afirmarse su método en vez de encerrarse en sistemas.
El siglo XIX europeo fue una época central de nuestra historia moderna. En el transcurso del siglo se construyeron, a través de luchas decisivas de todo tipo —guerras, revoluciones, transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales—, las realidades esenciales que constituyen el marco de nuestro mundo contemporáneo. Entre aquellas realidades que se han ido edificando a lo largo de tres siglos de lenta maduración situamos sin duda el Estado-nación y el sistema capitalista mundializado, así como el contraste de las clases sociales modernas. La reflexión social europea de tal constitución aportó ricas interpretaciones que han inaugurado la ciencia social tal como la conocemos hoy, cuando hasta entonces, y en el mejor de los casos, estaba en un estado embrionario.
En este marco se han producido dos conjuntos teóricos contrapuestos el uno al otro, el marxismo y la teoría de la lucha de clases, por un lado, y el nacionalismo y la teoría de la integración de las clases en el Estado-nación democrático burgués, por otro. Uno y otro dan cuenta, por lo demás, de muchos aspectos de la realidad inmediata, marcada al mismo tiempo por luchas sociales que llegaron incluso a revoluciones, y unas luchas entre Estados-naciones que llevaron a guerras. Uno y otro resultan ser unos instrumentos eficaces para inspirar estrategias de acción de los protagonistas, que son los sujetos de la historia y que se consideran como tales. Marx dijo, no sin razón, que la ideología nacionalista sirve los intereses de la burguesía, e hizo un llamamiento a los proletarios para que se situasen más allá de la nación.
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