Popular Resistance.org – 08/10/2022
Traducción del inglés: Arrezafe
Basado en la estrategia de guerra híbrida, el estado colombiano, en connivencia con la inteligencia de los EE UU, ha estado llevando a cabo operaciones militares encubiertas y asesinatos selectivos dentro de Venezuela.
En junio del año pasado denuncié el asesinato del comunista Jesús Santrich en territorio venezolano por comandos mercenarios enviados por el estado colombiano.
Además de ser un carismático portavoz de las Farc durante las conversaciones de paz de 2012-2016, Santrich era reconocido por sus escritos marxistas, poesía, música y… caricaturas.
Casi ciego y obligado a usar un bastón, Santrich emergió como uno de los líderes de las Farc-EP reformadas (Segunda Marquetalia — "Segunda República Marquetalia") en 2019 después de que el estado colombiano renegara del acuerdo de paz de 2016 y permaneciera indiferente ante el asesinato de signatarios de la paz.
Desde el asesinato de Santrich en mayo de 2021, al menos tres líderes más de la Segunda Marquetalia han sido asesinados en Venezuela por agentes del Estado colombiano.
Hernán Velásquez, Henry Castellanos y Miguel Botache fueron eliminados por mercenarios mediante asesinatos selectivos encubiertos.
Al igual que Santrich, cada uno de los asesinados había sido militante de la Juventud Comunista (JuCo) y formaron parte de la dirección de las Farc durante décadas.
Además de estos cuatro asesinatos selectivos perpetrados en el espacio de un año, el actual líder de Segunda Marquetalia, Iván Márquez, sobrevivió con heridas leves a un intento de asesinato en Venezuela el 30 de junio.
Márquez fue el principal negociador de las Farc durante las negociaciones de paz de 2012-2016, pero al igual que Santrich y cientos de personas más, se reincorporó a la actividad guerrillera en 2019.
Estados Unidos ha puesto precio a su cabeza, ofreciendo una recompensa de 8,9 millones de libras esterlinas.
En un vídeo difundido poco después del intento fallido de asesinato, el hijo del fundador de las Farc, Manuel Marulanda, atribuyó el ataque al estado colombiano y al imperialismo estadounidense.
Los planificadores de la contrainsurgencia creen que neutralizar a los líderes más experimentados de la Segunda Marquetalia en una etapa temprana del proceso de regeneración, puede provocar una crisis existencial en las filas de la organización e impedir su profundo arraigo.
Para evitar una guerra abierta con Venezuela, eligieron una estrategia de guerra híbrida, consistente en utilizar pequeñas unidades mercenarias para asesinar de forma encubierta a los líderes de las FARC.
El estado colombiano, incluido el expresidente Iván Duque y su gobierno de extrema derecha, siempre negó cualquier participación en los ataques y culpó a bandas criminales al azar.
Habiendo pasado un tiempo en territorios de la guerrilla colombiana y entrevistado a varios guerrilleros comunistas para mi investigación, me queda claro que estos líderes guerrilleros, fuertemente protegidos y experimentados, no fueron atacados por bandas criminales, sino por comandos sumamente capacitados y dirigidos por la inteligencia estadounidense.
Para apuntar selectivamente a líderes guerrilleros en los territorios bajo su control, se requiere información en tiempo real sobre el área, las rutas de entrada y salida, y la composición de la población civil. La idea de que estos asesinatos fueron obra de bandas criminales aleatorias es absolutamente falsa.
A principios de agosto de 2022, esta falsa narrativa mediática, difundida por el anterior gobierno de extrema derecha de Colombia, fue expuesta de manera concluyente por uno de los mercenarios involucrados.
Descontento por la forma en que fue tratado, ha intentado sacar provecho de la historia, pero sólo después de la toma de posesión del nuevo presidente de tendencia izquierdista de Colombia, Gustavo Petro.
Verificado por Semana, la revista políticamente más consultada de Colombia, el asesino, europeo, revela que él, junto con un grupo de mercenarios colombianos y estadounidenses, neutralizó a los líderes de las Farc en Venezuela con el apoyo del estado colombiano y utilizando la inteligencia estadounidense.
Exactamente como informó la Segunda Marquetalia en sus comunicados oficiales tras el asesinato de Santrich en mayo de 2021.
El mercenario también proporcionó grabaciones de audio de la misión, imágenes inéditas de los campamentos y vídeos de los ataques, incluidas fotos de los cadáveres de sus víctimas, lo que demuestra de manera concluyente que los militantes fueron efectivamente asesinados por agentes enviados por Colombia.
Multimillonarias recompensas, ofrecidas por Colombia y EEUU, pendían sobre las cabezas de todos los líderes asesinados en Venezuela, como demuestran las fotos del mercenario mostrando las maletas con el dinero que recibió y admitiendo que fueron entregadas por la embajada de EEUU en Bogotá.
Además, documentos clasificados de alto secreto recientemente filtrados de forma anónima, confirman la existencia generalizada de tales operaciones encubiertas dentro del territorio venezolano.
Basándose en cientos de documentos clasificados, la revista colombiana Raya ha divulgado información sobre las acciones de desestabilización de Colombia contra Venezuela, incluida la invasión de territorio, sus aguas territoriales y la vigilancia de activistas políticos en Venezuela, incluidos los rebeldes comunistas.
Además de estar involucrado en el intento de asesinato de Nicolás Maduro en 2018 y del sabotaje de las redes eléctricas para fomentar el pánico antes de un intento de golpe, el estado colombiano tiene la reputación de burlarse de la soberanía de los países vecinos.
El exlíder de las Farc Rodrigo Granda fue drogado y secuestrado en la capital de Venezuela, Caracas, en 2008 y trasladado clandestinamente a territorio colombiano.
Del mismo modo, 'Juan 40' —actual figura destacada de la Segunda Marquetalia— estuvo a punto de correr una suerte similar, aunque en su caso fue salvado por unidades guerrilleras que impidieron el secuestro.
Independientemente de los resultados de las elecciones recientes, el ejército y otras instituciones represivas aún disfrutan de una amplia autonomía para combatir a los movimientos de izquierda y llevar a cabo una guerra sucia.
Con al menos siete bases militares ubicadas en todo el territorio colombiano, incluso en la frontera con Venezuela, Estados Unidos continúa gozando de enorme influencia dentro de los aparatos represivos de Colombia.
De estas operaciones transfronterizas queda claro que, en la búsqueda de disidentes y guerrilleros, el estado colombiano y sus patrocinadores estadounidenses han estado dispuestos a arriesgarse a una guerra en toda regla con Venezuela. Incluso tras el cambio de gobierno a principios de agosto y la elección de Petro, primer presidente socialdemócrata de Colombia, es demasiado pronto para contemplar el cese de estas operaciones transfronterizas encubiertas.
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