06 octubre, 2022

Política por otros medios: Putin y Clausewitz ———— Big Serge

 


Como dice el camarada Luís: "Absténganse, por su propio bien, los adictos al párrafo corto".


Big Serge Thoughts – 05/10/2022

   Traducción del inglés: Arrezafe


Con la posible y única excepción del gran Sun Tzu y su "Arte de la guerra", ningún teórico militar ha tenido un impacto filosófico tan duradero como el del general prusiano Carl Philipp Gottfried von Clausewitz. Participante en las Guerras Napoleónicas, en sus últimos años Clausewitz se dedicó al trabajo que se convertiría en su icónica obra: un denso tomo titulado simplemente "Vom Kriege" (De la Guerra). El libro es una meditación sobre la estrategia militar y el fenómeno sociopolítico de la guerra, que está fuertemente ligado a la reflexión filosófica. Aunque De la Guerra ha tenido un impacto duradero e indeleble en el estudio de las artes militares, el libro en sí es a veces arduo de leer, dificultad derivada de la gran tragedia de que Clausewitz nunca pudo terminarlo. Murió en 1831 a los 51 años de edad, con su manuscrito en desorden sin editar; y le tocó a su esposa intentar organizar y publicar sus artículos.


Clausewitz es famoso, más que nada, por sus aforismos –"Todo es muy simple en la guerra, pero lo más simple es difícil"– y su vocabulario de guerra, que incluye términos como "fricción" y "culminación". Sin embargo, entre sus pasajes más citados, tal vez el más famoso sea su afirmación de que "La guerra es una mera continuación de la política por otros medios".


Es en esta afirmación en la que por el momento deseo fijarme, pero primero, puede valer la pena leer la totalidad del pasaje en el que Clausewitz lo inserta:


"La guerra es una mera continuación de la política por otros medios. Vemos, pues, que la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de ésta por otros medios. Lo que resta de peculiar en la guerra guarda relación con el carácter igualmente peculiar de los medios que utiliza. El arte de la guerra en general, y el jefe que la conduce en cada caso particular, pueden determinar que las tendencias y los planes políticos no encierren ninguna compatibilidad con estos medios. Esta exigencia no resulta baladí; pero, por más que se imponga poderosamente en casos particulares sobre los designios políticos, debe considerársela siempre sólo como una modificación de esos designios, ya que el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra constituye el medio, y nunca el medio cabe ser pensado como desposeído de objetivo".


Sobre la guerra, Volumen 1, Capítulo 1, Sección 24


Una vez eliminamos el estilo denso e intrincado de Clausewitz, la conclusión es relativamente simple: la guerra siempre se hace en relación a algún objetivo político mayor, tiene lugar en el espectro político. La política se encuentra en cada punto a lo largo del eje: la guerra se inicia en respuesta a alguna necesidad política, se sostiene y continúa como un acto de voluntad política y, en última instancia, espera lograr objetivos políticos. La guerra no puede separarse de la política; de hecho, es el aspecto político lo que la convierte en guerra. Incluso podemos ir más allá y afirmar que la guerra, en ausencia de la superestructura política, deja de ser guerra y, en cambio, se convierte en violencia sanguinaria e instintiva. Es la dimensión política la que hace que la guerra sea ostensiblemente distinta de otras formas de violencia.


Consideremos la guerra de Rusia en Ucrania en dichos términos.


Putin el burócrata




A menudo ocurre que los hombres más importantes son mal entendidos en su época, el poder envuelve y distorsiona al gran estadista. Este fue ciertamente el caso de Stalin y Mao, y es igualmente cierto tanto para Vladimir Putin como para Xi Jinping. Putin en particular es visto en Occidente como un demagogo hitleriano que gobierna con terror extrajudicial y militarismo. Esto difícilmente podría estar más lejos de la verdad.


Casi todos los aspectos de la caricatura occidental de Putin están profundamente equivocados (aunque este perfil reciente de Sean McMeekin se aproxima mucho más que el de la mayoría). Para empezar, Putin no es un demagogo, no es un hombre carismático por naturaleza, y aunque con el tiempo ha mejorado mucho sus habilidades como político detallista y es capaz de dar discursos impactantes cuando es necesario, no es alguien a quien le guste el podio. A diferencia de Donald Trump, Barack Obama o incluso –dios no lo quiera– Adolf Hitler, Putin, simplemente y por naturaleza, no es complaciente con la multitud. En la propia Rusia, su imagen es la de un aburrido pero bastante sensato servidor público de carrera, no la de un populista carismático. Su perdurable popularidad en Rusia está mucho más relacionada con la estabilización de la economía rusa y el sistema de pensiones que con las fotos de él a caballo y sin camisa.


Además, contrariamente a la opinión de que ejerce una autoridad extralegal ilimitada, Putin es más bien un fanático del procedimiento jurídico. La estructura de gobierno de Rusia faculta expresamente y posibilita una presidencia muy fuerte (algo que era una necesidad absoluta tras el colapso total del estado a principios de la década de 1990), pero dentro de estos parámetros, Putin no es visto como una personalidad particularmente emocional propensa a la toma de decisiones radicales o explosivas. Los críticos occidentales podrán decir que no existe el estado de derecho en Rusia, pero Putin gobierna mediante la ley y los mecanismos y procedimientos burocráticos que conforman la superestructura dentro de la cual actúa.


Esto se hizo claramente evidente en días recientes. Con Ucrania avanzando en múltiples frentes, se inició un nuevo ciclo de derrotas y triunfos: personajes pro-ucranianos se regocijan por el supuesto colapso del ejército ruso, mientras que en el lado ruso muchos se lamentan de un liderazgo, según ellos, criminalmente incompetente. Con esta situación en el aspecto militar, Putin ha conducido con calma el proceso de anexión a través de sus mecanismos legales, primero celebrando referéndums y luego firmando tratados de incorporación a la Federación Rusa de los cuatro ex oblasts de Ucrania, tratados que luego fueron enviados a la Duma Estatal para su ratificación, luego al Consejo de la Federación, luego nuevamente a Putin para su firma y verificación. Mientras Ucrania lanza su abastecimiento del verano a la lucha, Putin parece estar sumido en el papeleo y la tramitación. Los tratados fueron revisados incluso por el tribunal constitucional ruso, y se establecieron plazos para poner fin a la hryvnia ucraniana como moneda de curso legal y reemplazarla por el rublo.


Este es un espectáculo extraño. Putin, aparentemente sordo al coro que le grita que su guerra está al borde del fracaso total, se abre camino a través de las tediosas legalidades inherentes a la anexión. La calma implacable que irradia desde el Kremlin –al menos públicamente– parece contradecir los acontecimientos en el frente.


Entonces, ¿qué está pasando realmente aquí? ¿Está Putin realmente tan alejado de los acontecimientos sobre el terreno que no se da cuenta de que su ejército está siendo derrotado? ¿Está planeando usar armas nucleares en un ataque de ira? ¿O podría ser esto, como dice Clausewitz, la mera continuación de la política por otros medios?


Guerra expedicionaria


De todas las manifestaciones fantasmagóricas que se han hecho sobre la guerra ruso-ucraniana, pocas son tan difíciles de creer como la que sostiene que Rusia pretendía conquistar Ucrania con menos de 200.000 hombres. De hecho, una verdad clave de la guerra que los observadores simplemente deben comprender, es que el ejército ruso ha sido superado en número por el ucraniano desde el primer día, a pesar de la enorme ventaja demográfica de Rusia respecto a Ucrania. Sobre el papel, Rusia ha comprometido una fuerza expedicionaria de menos de 200.000 hombres, aunque, por supuesto, no todos han estado en el frente de combate activo.




El despliegue fuerzas ligeras está relacionado con el singular modelo de servicio militar de Rusia, que ha combinado "soldados contratados", núcleo profesional del ejército, con un grupo de reservistas que se genera en cada ola de reclutamiento anual. En consecuencia, Rusia tiene un modelo militar de dos niveles, con una fuerza profesional de carácter universal y un gran número de cuadros de reserva que pueden sumarse y aumentarse con fuerzas auxiliares como los BARS (voluntarios) chechenos y las milicias de LNR-DNR.


Este modelo de servicio mixto de dos niveles refleja, de alguna manera, la esquizofrenia geoestratégica que asoló a la Rusia postsoviética. Rusia es un país enorme con comprometidas y potencialmente colosales cuestiones de seguridad que abarcan todo el continente, un masivo legado soviético. Ningún país ha mostrado jamás una capacidad de movilización en tiempo de guerra comparable a la escala de la URSS. La transición de un esquema soviético de movilización a unas fuerzas capacitadas, más reducidas, ágiles y profesionales, formó parte del plan integral del régimen de austeridad neoliberal de Rusia durante gran parte del mandato de Putin.


Es importante entender que la movilización militar, como tal, es también una forma de movilización política. La creación de una fuerza profesional de intervención no requería un nivel alto de consenso político y aceptación por parte de la mayor parte de la población rusa. Militarmente hablando, estas fuerzas profesionales rusas aún puede lograr muchos objetivos: pueden destruir instalaciones militares ucranianas, causar estragos con la artillería, abrirse camino en las aglomeraciones urbanas en Donbas y destruir gran parte del propio potencial bélico de Ucrania. Sin embargo, no pueden librar una guerra general de varios años contra un enemigo que la supera en número en proporción de, por lo menos, cuatro a uno, y cuyo compromiso es evitar la destrucción de las arterias vitales del enemigo.


Se necesita un mayor despliegue de fuerzas. Rusia debe trascender la austeridad militar. Tiene la capacidad material para movilizar las fuerzas necesarias, cuenta con millones de reservistas, enormes reservas materiales, una capacidad de producción autóctona respaldada por los recursos naturales y el potencial de producción del bloque euroasiático que ha cerrado filas a su alrededor. Pero recordemos: la movilización militar también es movilización política.


La Unión Soviética fue capaz de movilizar a decenas de millones de jóvenes para debilitar, desbordar y eventualmente aniquilar al ejército de tierra alemán porque manejaba dos poderosos instrumentos políticos. El primero fue el poder impresionante y de gran alcance del Partido Comunista, con sus órganos ubicuos. El segundo era la verdad: los invasores alemanes venían con intenciones genocidas (en un momento dado, Hitler pensó que Siberia podría convertirse en una reserva eslava para los sobrevivientes, una reserva que podría ser bombardeada periódicamente para recordarles quién estaba al mando).


Putin carece de un órgano coercitivo tan poderoso como el Partido Comunista, que tenía un poder material asombroso y una ideología convincente que prometía abrir un camino acelerado hacia la modernidad no capitalista. De hecho, ningún país posee hoy un aparato político como esa espléndida máquina comunista, salvo quizás China y Corea del Norte. Por lo tanto, en ausencia de una palanca directa para disponer una movilización política, y por lo tanto militar, Rusia debe encontrar una ruta alternativa para establecer un consenso político que permita librar una forma superior de guerra.


Esto ahora se ha logrado, cortesía de la rusofobia occidental y la predisposición de Ucrania por la violencia. Está en marcha una sutil pero profunda transformación del cuerpo sociopolítico ruso.


Crear consenso


Desde el principio, Putin y quienes lo rodeaban concibieron la guerra ruso-ucraniana en términos existenciales. No obstante, es poco probable que la mayoría de los rusos lo entendieran así. Probablemente entendieron la guerra de la misma manera que los estadounidenses vieron la guerra en Irak y ven la de Ucrania: como una empresa militar justificada que, sin embargo, era simplemente una tarea tecnocrática para militares profesionales, difícilmente como una cuestión de vida o muerte para la nación. Dudo mucho que algún estadounidense haya creído alguna vez que el destino de la nación dependía de la guerra en Afganistán (Estados Unidos no ha librado una guerra existencial desde 1865) y, a juzgar por la crisis de reclutamiento que afecta al ejército estadounidense, no parece que nadie en EEUU perciba una genuina amenaza existencial extranjera.


Lo que ha sucedido en los meses posteriores al 24 de febrero es muy notable. La guerra existencial por la defensa de la nación rusa se ha encarnado y hecho realidad para los ciudadanos rusos. Las sanciones y la propaganda antirrusa, que demoniza a toda la nación y califica de "orcos" a su población, han unido incluso a los rusos inicialmente escépticos en torno a la guerra, y el índice de aprobación de Putin se ha disparado. La suposición occidental decisiva de que los rusos se volverían contra su gobierno, se ha invertido. Los vídeos que muestran la tortura de prisioneros de guerra rusos por parte de ucranianos furiosos, de soldados ucranianos llamando a madres rusas para decirles burlonamente que sus hijos están muertos, de niños rusos asesinados por bombardeos en Donetsk, han servido para validar la afirmación implícita de Putin de que Ucrania es un estado demooníaco que debe ser exorcizado con explosivos de alta potencia. En el fragor de estos acontecimientos, –faborablemente, desde la perspectiva de Alexander Dugin y sus neófitos–, los pseudointelectuales estadounidenses “Blue Checks” han babeado públicamente ante la perspectiva de “descolonizar y desmilitarizar” a Rusia, lo que claramente implica el desmembramiento del estado ruso y la partición de su territorio. El gobierno de Ucrania (en tweets ahora eliminados) afirmó públicamente que los rusos son propensos a la barbarie porque son una raza mestiza con mezcla de sangre asiática.


Simultáneamente, Putin se ha movido hacia su proyecto de anexión formal del antiguo borde oriental de Ucrania, y finalmente lo ha logrado. Esto también ha transformado legalmente la guerra en una lucha existencial. Los nuevos avances ucranianos en el este son ahora, a los ojos del estado ruso, un asalto a su territorio soberano y un intento de destruir la integridad del estado ruso. Encuestas recientes muestran que una gran mayoría de rusos apoya la defensa de estos nuevos territorios a toda costa.


Todos los poderes se alinean ahora. Desde el comienzo, Putin y compañía concibieron esta guerra como una lucha existencial para Rusia, una lucha emprendida para expulsar de su puerta a un estado títere antirruso y derrotar una incursión hostil en el espacio de la civilización rusa. Así lo reconoce cada vez más la opinión pública (las encuestas muestran que la desconfianza rusa hacia la OTAN y los “valores occidentales” se ha disparado), como también reconoce el marco legal posterior a la anexión. Ahora, los poderes unidos, ideológicamente, políticamente y legalmente, comparten la visión de que Rusia está en efecto luchando por su propia existencia en Ucrania. La unificación de las dimensiones técnicas, ideológicas, políticas y legales ha sido, hace unos momentos, descrita por el secretario del partido comunista de Rusia, Gennady Zyuganov:


"Así pues, el presidente firmó los decretos de admisión de las regiones de DPR, LPR, Zaporozhye y Kherson en Rusia. Los puentes están quemados. Lo que estaba claro desde el punto de vista moral y estatal, ahora se ha convertido en un hecho legal: en nuestra tierra hay un enemigo que mata y mutila a los ciudadanos de Rusia. El país exige la acción más decisiva para proteger a los compatriotas. El tiempo no espera".


Se ha logrado un consenso político para una mayor y más intensa movilización. Ahora, falta la implementación de este consenso en el mundo material del puño y la bota, la bala y el blindado, la sangre y el hierro.


Una breve historia de la generación de fuerzas militares




Una de las peculiaridades de la historia europea es el grado verdaderamente impactante con que los romanos se adelantaron a su tiempo en la esfera de la movilización militar. Roma conquistó el mundo en gran parte por su excepcional capacidad de movilización, generando durante siglos altos niveles de participación militar masiva de la población masculina en sus territorios. César llevó a más de 60.000 hombres a la batalla de Alesia, cuando conquistó la Galia, una generación tal de fuerza que no sería igualada durante siglos en el mundo posromano.


Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la capacidad estatal en Europa se deterioró rápidamente. La autoridad real tanto en Francia como en Alemania se redujo a medida que la aristocracia y las autoridades urbanas crecían en poder. A pesar del estereotipo de la monarquía despótica, el poder político en la Edad Media estaba muy fragmentado y los impuestos y la movilización eran muy locales. Se perdió la centralizada capacidad romana para movilizar, controlar y financiar grandes ejércitos, y la guerra pasó a ser lucha limitada de la clase dominante: la pequeña nobleza o los caballeros.


En consecuencia, los ejércitos europeos medievales eran sorprendentemente pequeños. En batallas fundamentales entre Inglaterra y Francia, como Agincourt y Crecy, los ejércitos ingleses eran menos de 10 000 y los franceses no más de 30 000. La histórica batalla mundial de Hastings, que selló la conquista formal de Gran Bretaña, enfrentó a dos ejércitos de menos de 10.000 hombres. La Batalla de Grunwald, en la que una coalición polaco-lituana derrotó a los Caballeros Teutónicos, fue una de las batallas más grandes de la Europa medieval y aún así fueron dos ejércitos que sumaban a lo sumo 30.000.


Los poderes de movilización europeos y la capacidad estatal eran sorprendentemente bajos en esta era en comparación con otros estados del mundo. Los ejércitos chinos se contaban habitualmente en unos cuantos cientos de miles, y los mongoles, incluso con una sofisticación burocrática significativamente menor, podían desplegar 80.000 hombres.


La situación comenzó a cambiar radicalmente a medida que se intensificaba la competencia militar –en particular, la salvaje guerra de los 30 años– que condujo a los estados europeos a iniciar finalmente un cambio hacia el empoderamiento central del estado. El modelo de movilización militar pasó por fin del sistema de servidores, en el que una pequeña clase militar autofinanciada prestaba el servicio militar, al estado militar fiscal, en el que los ejércitos se formaban, financiaban, dirigían y sostenían a través de sistemas fiscales-burocráticos de gobiernos centralizados.


Durante el período moderno temprano, los modelos de servicio militar adoptaron un sistema mixto de reclutamiento, consistente en servicio militar de leva y profesionales contratados. La aristocracia continuó prestando servicio militar en el emergente cuerpo de oficiales, mientras que el servicio militar obligatorio se utilizó para nutrir la tropa. Cabe destacar, sin embargo, que los reclutas fueron incluidos en períodos de servicio muy largos. Esto reflejaba las necesidades políticas de la monarquía en la era del absolutismo. El ejército no era un foro para la participación política popular en el régimen: era un instrumento para que el régimen se defendiera, tanto de enemigos extranjeros como del campesinado jaqueriense. Por lo tanto, los reclutas no eran reincorporados a la sociedad. Era necesario convertir al ejército en una clase social distinta mediante algún elemento que lo distanciara de la población en general: esto es, una institución militar profesional que sirviera como baluarte interno del régimen.


El ascenso de los regímenes nacionalistas y la política de masas permitió que la escala de los ejércitos aumentara mucho más. Ahora, los gobiernos de finales del siglo XIX tenían menos que temer de sus propias poblaciones que las monarquías absolutas del pasado; esto cambió la naturaleza del servicio militar y finalmente devolvió a Europa al sistema utilizado por los romanos en el pasado. El servicio militar era ahora una forma de participación política masiva, lo que permitía que los reclutas fueran llamados, entrenados y rotados de regreso a la sociedad, sistema de cuadros de reserva que caracterizó a los ejércitos en ambas guerras mundiales.


En suma, el ciclo de los sistemas de movilización militar en Europa es un reflejo del sistema político. Los ejércitos eran muy pequeños durante la era en la que había poca o ninguna participación política popular en el régimen. Roma envió grandes ejércitos porque había una significativa aceptación política y una identidad cohesiva en forma de ciudadanía romana. Esto permitió a Roma generar una alta participación militar, incluso en la era republicana donde el estado romano era muy pequeño y escasamente burocrático. En la Europa medieval la autoridad política estaba fragmentada y el sentido de identidad cohesiva era extremadamente, en consecuencia, sus ejércitos eran muy pequeños. Los ejércitos comenzaron a incrementar su tamaño nuevamente a medida que crecía el sentido de identidad nacional y la participación.


Eso nos lleva al día de hoy. En el siglo XXI, con su abrumadora interconexión y disponibilidad, tanto de información como de desinformación, el proceso de generar una participación política masiva, y por lo tanto militar, es mucho más matizado. Ningún país maneja una visión utópica totalizadora, y es indiscutible que el sentido de cohesión nacional es significativamente menor ahora que hace cien años.


Putin, simplemente no podría haber llevado a cabo una movilización a gran escala al comienzo de la guerra. No poseía ni un mecanismo coercitivo ni la amenaza manifiesta para generar apoyo político masivo. Pocos rusos habrían creído en amenaza existencial alguna acechando en la sombra: era necesario mostrarla, y Occidente no ha defraudado. Del mismo modo, probablemente pocos rusos habrían apoyado la destrucción de la infraestructura y los servicios públicos urbanos de Ucrania en los primeros días de la guerra. Sin embargo, ahora, en Rusia, la única crítica expresa a Putin está del lado de una mayor escalada. El problema con Putin, desde la perspectiva rusa, es que no ha ido lo suficientemente lejos. En otras palabras, la política de masas ya se ha adelantado al gobierno, lo que hace que la movilización y la escalada sean políticamente triviales. Debemos recordar, sobre todo, que la máxima de Clausewitz sigue siendo cierta. La situación militar es simplemente un subconjunto de la situación política, y la movilización militar también es una movilización política, una manifestación de la participación política de la sociedad en el estado.


Tiempo y espacio


La fase ofensiva de Ucrania continúa en múltiples frentes. Avanzando hacia el norte de Lugansk, y tras semanas golpeándose la cabeza contra una pared en Kherson, finalmente lograron avances territoriales. Sin embargo, hoy mismo, Putin manifestó que es necesario realizar exámenes médicos a los niños y reconstruir las escuelas de los territorios recientemente incorporados a la Federación Rusa. ¿Qué está pasando? ¿Está totalmente desvinculado de los acontecimientos del frente?


En realidad, solo hay dos formas de interpretar lo que está sucediendo. Una, la matraca occidental: el ejército ruso está derrotado, y agotado, y está siendo expulsado del territorio, y Putin está trastornado, y sus comandantes son unos incompetentes, y la única carta que le queda a Rusia por jugar es arrojar reclutas borrachos y sin entrenamiento a la picadora de carne.


La otra es la interpretación que he defendido, que Rusia se está concentrando para una escalada y ofensiva de invierno, y que actualmente está involucrada en un juego calculado en el que ceden espacio a cambio de tiempo y bajas ucranianas. Rusia continúa retirándose de posiciones operativamente comprometedoras o cuando se enfrenta a un número abrumador de ucranianos, pero tienen mucho cuidado en poner a salvo sus fuerzas en cada operativo. En Lyman, donde Ucrania amenazaba con sitiar la guarnición, Rusia comprometió reservas móviles para desbloquear la aldea y asegurar la retirada de la guarnición. El "cerco" de Ucrania se evaporó y el Ministerio del Interior ucraniano se vio curiosamente obligado a twittear (y luego borrar) vídeos de vehículos civiles destruidos como "prueba" de que las fuerzas rusas habían sido aniquiladas.


Es probable que Rusia continúe retrocediendo en las próximas semanas, retirando unidades intactas bajo su paraguas de artillería y aéreo, agotando las existencias de equipos pesados ucranianos y desgastando su mano de obra. Mientras tanto, nuevos equipos continúan concentrándose en Belgorod, Zaporizhia y Crimea. Mi expectativa sigue siendo la misma: retirada rusa episódica hasta que el frente se estabilice, aproximadamente a fines de octubre, seguida de una pausa operativa hasta que el suelo se congele, seguida de una escalada y una ofensiva de invierno por parte de Rusia una vez que haya terminado de acumular suficientes unidades.


Una calma espeluznante irradia del Kremlin. La movilización está en marcha: 200.000 hombres están actualmente realizando un entrenamiento de puesta a punto en los campos de tiro de Rusia. Trenes cargados de equipos militares continúan colmando el puente de Kerch, pero la ofensiva de Ucrania avanza sin que se vean refuerzos rusos en el frente. Llama la atención la desconexión entre el estoicismo del Kremlin y el deterioro del frente. Tal vez Putin y todo el estado mayor ruso sean realmente culpables incompetentes, tal vez las reservas rusas no sean realmente más que un montón de borrachos. Tal vez no exista ningún plan.


O tal vez los hijos de Rusia volverán a responder al llamado de la Madre Rusia, como lo hicieron en 1709, en 1812 y en 1941.




Mientras los lobos merodean una vez más a su puerta, el viejo oso se levanta de nuevo para luchar.





11 comentarios:

  1. Gran post. Según yo, Rusia está siguiendo al pie de la letra no la táctica, sino la estrategia, de Tzun tsu. Qué dice esta? Que un saco de harina robado vale más que 10 propios. Que Putin se está ganando tanto a la población Dombasina como ucraniana y cuando el conflicto termine los territorios estarán más cerca de Rusia que de occidente. Están conquistando, no Saqueando. Esto es lo que por ejemplos España no entendió en nuestramérica, y al poco de enviar a miles de indios a las minas arrasó una hambruna al continente que les dejó sin indios y si oro.
    A dónde lleva la política de tierra quemada de la OTAN? A dónde le llevó a UK el saqueo de la India? A su destrucción como imperio. Ese es el destino de todas las naciones coloniales. Y será el destino de Arabia S, Israel o Marruecos. Por el simple hecho de anteponer las ganancias presentes a las futuras. Esto es lo que se refleja tanto en economía como en política.
    Salud!

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    1. Sólo los débiles necesitan la guerra, y el imperialismo la está perdiendo como la arena se escurre entre los dedos.

      Salud!

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  2. Como tiene por costumbre, Sergio Rodríguez Gelfenstein se afana en poner las “cosas” en su sitio:

    EL CONFLICTO EN UCRANIA COMO EXPRESIÓN DEL CAMBIO DE ÉPOCA

    «…a diferencia de la segunda guerra mundial cuando EEUU esperó hasta el final por una debacle de la Unión Soviética frente al ejército nazi antes de irrumpir a mediados de 1944 cuando era indiscutible y categórico el resultado final del conflicto tras la victoria soviética en Stalingrado en febrero de 1943, ahora el “nuevo Desembarco de Normandía” expresado como apoyo al golpe de Estado en Ucrania en 2014, fue el detonador de una guerra de expansión que ya dura 8 años.

    En el transcurso, EEUU no sólo apoyó el exterminio de la población ruso parlante del este de Ucrania, sino que cooperó en el descabezamiento de las fuerzas armadas de ese país para transformarla en un órgano de ejecución bajo mandato de las organizaciones neonazis que, con el apoyo del régimen de ese país, comenzaron la “otanización” de ese componente armado para convertirlo en un ariete de la expansión de la OTAN, estructura militar terrorista que amenaza a toda la humanidad…»

    Completo aquí:

    https://www.lahaine.org/mundo.php/el-conflicto-en-ucrania-como

    Salud y comunismo

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    1. Néstor Kohan, sobre los "manotazos de ahogado del imperialismo":

      https://youtu.be/cAn3XmMNyeo?t=7534

      Salud y comunismo

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    2. El enlace no funciona.

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    3. Inténtalo con este otro:

      https://www.youtube.com/watch?v=cAn3XmMNyeo

      El título es "NÉSTOR KOHAN: Invitado Especial En Pensar la Historia"
      (a partir de 2:03:030)

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    4. Ahora sí. Gracias Loam.

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  3. El texto es excepcional, demostrando grandes conocimientos históricos sobre lo militar y lo político.
    Tiene que haber ese plan porque simplemente los rusos no tienen otra opción si quieren sobrevivir.
    Desde mi punto de vista debieron actuar ya mucho antes, ya desde 1991 y al menos desde 2013, para haber evitado la generación de este monstruo ucronazi con una sociedad tan enferma y criminal.
    Un saludo

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    1. Cualquier intervención rusa en Ucrania habría desatado una respuesta y escalada por parte de la US-OTAN (como así ha sido) y Rusia, en las fechas que señalas, no estaba aún preparada para afrontarla. Consciente de ello, Putin ha estado 10 años preparando al país para la denominada Operación Especial.

      Un saludo.

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    2. En esas fechas lo podía haber hecho no con una persona intervención militar, sino eliminando a los cabecillas nazis. De hecho los policías que estaban en el Maidán dicen que si les hubiesen dejado actuar con normalidad aquello se hubiese detenido. Es decir, si hay amenaza de muerte real, como la hubo, pueden utilizar sus armas.
      Muchas indecisiones y ahora en una guerra con miles de muertos y un peligroso presente y futuro.

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    3. El problema (no sólo de Rusia, aunque principalmente, sino del mundo entero) es cómo eliminar a los "cabecillas" nazis de Washington, que son los que, con o sin Azov en Ucrania, están determinados a decapitar a Rusia. No hay que olvidar que la guerra no es entre Ucrania y Rusia, sino entre Estados Unidos (OTAN) y Rusia. Y es para esa guerra para la que Rusia se ha debido preparar. Le va su existencia en ello.

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