Radio Truth - (2008)
Traducción del inglés: Arrezafe
Hace más de medio siglo, Dwight Eisenhower hizo campaña para llegar a la Casa Blanca con un programa que prometía luchar contra el comunismo, el crimen y la corrupción. En los años sucesivos, los cargos políticos se han jactado de la incansablemente guerra librada por ellos contra el crimen y la droga, compitiendo mutuamente y tratando de mostrarse los más duros en estos temas.
Los presupuestos policiales y penitenciarios se disparan, y la población carcelaria, compuesta en gran medida por “camellos” no violentos cumplen, sin embargo, sentencias draconianas. Bajo un constante bombardeo mediático, el miedo al crimen se ha ido incrementando mucho más que la tasa real de criminalidad. Hoy, Estados Unidos es una nación que se siente asediada por su propia criminalidad. Es un país de comunidades cerradas, de torres de apartamentos fuertemente vigiladas y de millones de hogares armados, listos para despachar a cualquier intruso no identificado. El miedo al crimen se complementa con el miedo a las minorías étnicas, los terroristas, los inmigrantes, los extranjeros, los homosexuales, las feministas, los adolescentes violentos y los manifestantes por la paz.
En lo que viene siendo una cultura generalizada del miedo, imágenes amenazantes se implantan en nuestros cerebros durante nuestros años más imaginativos y maleables. En Estados Unidos millones de niños pasan miles de horas al año frente al televisor, ingiriendo una dieta constante de programas plagados de violencia. Para cuando el adolescente promedio finalice la escuela secundaria, habrá sido testigo de unos 13.000 asesinatos televisados y un sin número de agresiones, peleas, puñetazos, robos, tiroteos, violaciones e intentos de violación. Una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Salud Mental señaló que el nivel de miedo entre los niños aumenta cuanto más ven la televisión. Los más pequeños, incapaces de comprender los motivos de tanta violencia, tienden a 'naturalizarla', contemplándola como una amenazante brutalidad universal. Y no sólo niños. Los adultos también deben ingerir una menú constante de programas cuajados de toda una diversidad de acciones violentas:
Asesinos trastornados que aterrorizan a los pasajeros de un tren.
Secuestradores que torturan y matan a sus rehenes.
Mujeres que deambulan aterrorizadas por sus casas, acosadas por amenazantes intrusos.
Vampiros que sorben la sangre de temblorosas doncellas.
Maníacos macabros que masacran a la gente con motosierras.
Y así sucesivamente.
Tras días, meses y años consumiendo este tipo de alimento, ya están listos para votar por autoritarios candidatos defensores de la “ley y el orden”, apoyar la pena de muerte, aprobar el aumento del gasto militar, bombardear Irak, comprar un arma y disparar contra cualquiera que pasee por su jardín tras el anochecer.
En las películas de suspenso, dirigidas tanto a audiencias jóvenes como mayores, el paradigma básico es más o menos el mismo. El mundo está repleto de temibles agresores que quieren liquidarnos. Los virtuosos estadounidenses se ven amenazados por malvados extranjeros, comunistas, asesinos, genios diabólicos, salvajes que gritan, invasores del espacio, alienígenas, asteroides gigantes, sierpes viscosas que emergen del fondo de la laguna, microbios mutantes asesinos y otras criaturas y peligros, naturales y sobrenaturales.
En estas películas se nos presenta a la gente común como incapaz de defenderse mediante la acción colectiva. Su sino es correr, correr de aquí para allá, gritando, pidiendo auxilio para ser salvados de la amenaza. Y son salvados, tras sufrir suficientes bajas, por solitarios héroes o autoridades estatales que utilizan generosamente su poder de fuego para hacer que todo vuelva a la “normalidad”. Los buenos nunca se reúnen con sus enemigos para negociar un arreglo pacífico, sólo se encuentran para rebanarse el pescuezo.
Nutridos de por vida con tales viandas, multitud de estadounidenses tienen escasa dificultad para aceptar la imagen pintada por sus líderes, la de un mundo colmado de feroces adversarios que acechan dentro y fuera de nuestras fronteras, esperando a abalanzarse sobre nosotros. Estos virulentos elementos sólo pueden ser disuadidos mediante más policía, más prisiones, más leyes represivas, más gasto militar, más y más militarización... y más guerras.
Este es el crimen publicitado a bombo y platillo, y este es, para Radio Truth, Michael Parenti.
★
El bello jardín armonioso asediado por todas las potencias del mal fabricadas por los propios jardineros. Salud y poda, mucha poda!
ResponderEliminar¡ Huelga general ! Una eficaz herramienta para la 'poda'.
EliminarSalud!
Aburrido, doy un repaso a las películas de la TV. Prácticamente todas son americanas, Prácticamente todas son violentas. Aburrido, apago el trasto y me pongo a leer.
ResponderEliminarPrácticamente todas son la misma (basura). Mucho mejor leer.
EliminarNo saben los habitantes occidentales hasta qué punto están condicionados y desinformados por sus medios de comunicación. Esto les va a pasar una seria factura los próximos años. Porque su mundo, que dominaba a otros mediante la violencia, se hunde y nuevos y mejores mundos emergen fuera de occidente. Que serán finalmente los que dominarán en la Tierra.
ResponderEliminarSaludos
De hecho, esa factura, a la que acertadamente te refieres, ya empieza a tener serios efectos, no sólo sobre el Borrelliano "jardin", sino sobre el prepotente amo transatlántico. La cuestión es tan simple que se precisa ser muy bobo para no comprenderla: China y Rusia aliadas.
EliminarSaludos, Mikel.
El trabajo de deconstrucción lo tendrán que hacer ellos mismos, nadie les va a ayudar. Por suerte hay un fondo social en cada uno de nosotros, un fondo natural de bondad, una tendencia lógica a la justicia, que es lo que les puede permitir, tras una larga reflexión, desprogramarse. Para quienes no estén desprogramados el sistema también tiene su lugar: la picadora. Salud!
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