26 octubre, 2023

UN ANIVERSARIO (OTRO MÁS) QUE NADIE RECUERDA — Patrick Armstrong

 

       Stalin                                      Litvinov


Russia Observer – 12/08/2023

   Traducción del inglés: Arrezafe


Tal día como hoy, 12 de agosto de 1939, comenzaron en Leningrado las conversaciones militares británico-francesas-soviéticas. La delegación británica estaba encabezada por un oscuro almirante y la francesa por un oscuro general; habían tardado cinco días en llegar en barco. La delegación soviética estuvo encabezada por el Ministro de Defensa y el Jefe del Estado Mayor. En la primera reunión, los delegados soviéticos manifestaron que estaban allí con el propósito de negociar un acuerdo de auténtica unidad contra Hitler; ¿Qué estaban los delegados franceses y británicos autorizados a acordar? Estoy autorizado a discutir el asunto, dijo el  francés, he de consultar con Londres, dijo el británico. Un par de días después, Londres dijo estar allí para discutir el asunto. No fue un prometedor comienzo.


Aproximadamente un año después de que Hitler tomara el poder, Moscú se dio cuenta de que Hitler atacaría a la URSS y a todos los demás. Bajo la dirección de Stalin, el ministro de Asuntos Exteriores, Maksim Litvinov, comenzó a impulsar la "seguridad colectiva": todos los países amenazados por Hitler deberían unirse para resistirlo. Obviamente, las tres potencias principales, Gran Bretaña, Francia y la URSS, liderarían la unión, pero Polonia, Rumania, Hungría y Checoslovaquia, que estaban todas en la lista de objetivos de Hitler, serían devoradas una a una, y sólo participando en la unión propuesta por la URSS podrían detener a Hitler.


Litvinov no tuvo mucho éxito: consiguió un tratado con Francia en 1935, pero resultó de escaso contenido en la práctica. Mientras tanto, Polonia, de vital importancia para cualquier plan anti-Hitler dado que se encontraba entre la URSS y Alemania, firmó el primer pacto de no agresión con Hitler en 1934 y colaboró en el reparto de Checoslovaquia en 1938. Washington rechazó la propuesta 1934. El Reino Unido firmó un acuerdo naval con Alemania en 1935. Litvinov siguió intentándolo y algunos, como Winston Churchill, estuvieron de acuerdo, pero el acuerdo de Munich de septiembre de 1938 prácticamente acabó con el intento. Sin Gran Bretaña, Francia o Polonia, no se podría lograr.


La mecha estaba ardiendo: en marzo de 1939 Berlín rompió el acuerdo de Munich y desmembró el resto de Checoslovaquia; en abril denunció el pacto polaco. Litvinov consiguió permiso de Stalin para un último intento. Aunque Stalin reemplazó a Litvinov por Vyacheslav Molotov, todavía albergaba la suficiente esperanza como para enviar a sus dos militares de alto rango a reunirse con la delegación anglo-francesa cuando, finalmente, arrivó a Moscú. Pero, ¿qué esperanza podía haber de establecer una alianza colectiva anti-Hitler si el único resultado de años de intentos era una delegación de bajo nivel, sin poderes de negociación y con una apreciación letárgica del tiempo? Evidentemente nada vendría de Londres, París o Varsovia. Una misión anglo-francesa de bajo nivel en, digamos, 1935 habría sido una base sobre la que construirla, pero a finales del verano de 1939 era simplemente absurda.


¿Qué harías si fueras Stalin, cuando tu plan A está muerto? Sabes que se acerca la guerra, crees a Hitler cuando declara que su objetivo es apoderarse del lebensraum [espacio vital] del este. Tus potenciales aliados no lo entienden. ¿Qué harías?


Mientras Londres y París titubean y Varsovia sueña (¿qué sueños?, Hitler acaba de romper el pacto de no agresión con el que contabas: tú eres el próximo), Hitler ataca. ¿Qué tal un pacto de no agresión? Stalin aprovecha la oportunidad y el acuerdo se firma inmediatamente. Stalin sabe perfectamente bien que Hitler va a atacar a la URSS y por eso comienza a apoderarse del máximo territorio posible hacia el oeste e intenta posponer el ataque lo más posible.


En un par de semanas se verán un montón de artículos de opinión diciendo que esos dos malvados e íntimos amigos se unieron para hacer cosas horribles a Polonia e iniciar la guerra. No se verá mención ninguna del fallido empeño soviético en pro de una seguridad colectiva. ¿Por qué? Bueno, porque los autores probablemente ni siquiera hayan oído hablar de ello (muchas cosas se han arrojado al olvido por el sumidero de la memoria) y de todas maneras, aún sabiéndolo no lo habrían mencionado, arruinaría la efectividad propagandística de su eterna perorata sobre la malvada Rusia.



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