Laurent Cohen Medina / AraInfo – 09/01/2024
Nosotros, judíos antisionistas, decimos que Israel no nos representa, ya que el proyecto sionista, desde sus inicios, consistió en conquistar el máximo territorio de la Palestina histórica, –con un mínimo de población autóctona–, para hacer de un país diverso, donde convivían en paz los tres monoteísmos, un Estado nación supremacista y racista.
El primero en acuñar el término 'judeonazi' fue Y. Leibowitz, filósofo y escritor judío israelí, quien inmediatamente después de 1967 profetizó que si no se devolvían los territorios ocupados, el Estado de Israel entraría en una dinámica fascista pues al imponer la ocupación, pasaría de ser víctima de la Alemania nazi a verdugo del pueblo palestino. Hasta su muerte en 1994, no dejó de denunciar la tortura, la transformación de Gaza en un “campo de concentración” y la pérdida de brújula moral de la sociedad.
Después de que los dirigentes del Estado colonial tuvieran el cinismo de presentarse ante la ONU luciendo la vergonzosa estrella amarilla que los nazis obligaban a llevar a los judíos en los espacios públicos, después de las declaraciones de Herzog presidente de dicho Estado diciendo que “hay dos millones de nazis en Gaza, incluido los niños”, es hora de decir basta ante tanto descaro.
Con la excusa de que Israel tiene el derecho de defenderse, el gobierno Netanyahu, está masacrando la población civil de Gaza. El resultado es aterrador: 20.000 muertos de los cuales la mitad son niños. 1,7 millones de personas desplazadas, hacinadas, hambrientas, desesperadas, un sistema de salud colapsado por los bombardeos intencionados sobre los hospitales de la franja so pretexto de que albergan centros militares de Hamas –sin prueba fehaciente hasta la fecha–, el bombardeo de escuelas, de iglesias y mezquitas, el asesinato de profesionales de la salud y de periodistas, así como de sus familias, 65% de los edificios destruidos. El desplazamiento de la población civil con la voluntad de expulsarla de su tierra tiene un nombre: se llama limpieza étnica. Y según la legislación internacional, la intención de destruir un pueblo, por si solo, ya es genocidio. Y ahora el hambre como arma de guerra… Después de 20.000 muertos, 95% de ellos civiles uno está en su derecho de preguntarse si los responsables de estos crímenes son judeonazis.
La cuestión no es baladí. El argumento esgrimido ante Europa y el mundo es: “estamos ante un ataque nazi”. Ese argumento cala en Alemania, cuna del movimiento nacionalsocialista, donde se puede manipular el sentimiento de culpa, y en parte en la opinión publica europea.
Por otra parte, Israel, pretende ser el único lugar seguro para los judíos, lo que quedó en entredicho desde el 7 de octubre. ¿Cómo se puede vivir “seguro” en guerra permanente con sus vecinos y con 7,3 millones de palestinos que viven a la vez dentro del Estado y en los territorios ocupados –una realidad que la sociedad no quiere ver?
Los medios de comunicación occidentales agitan el fantasma del antisemitismo, pero en realidad, los atentados cometidos contra personas judías o sinagogas son en su mayor parte el fruto de la política antipalestina del gobierno sionista, salvo alguna manifestación judeófoba del supremacismo blanco.
Como dice la periodista Amira Hass, “los palestinos no nos matan por ser judíos, sino porque somos el ocupante”. Es más, quien juega el papel de chivo expiatorio en Occidente son los migrantes, demandantes de asilo, musulmanes y personas no blancas: ¡ellas son los judíos del siglo XXI!
Las personas judías que viven en Nueva York, Buenos Aires, París o Londres, gozan de todos los derechos como ciudadanos absolutamente aceptados –más allá de su condición social y económica–. En cambio Israel, lejos de ser un lugar seguro es el más peligroso del mundo para los judíos por la guerra permanente que mantiene.
La propaganda del Estado de Israel, la Hasbara, se esfuerza en identificar al Estado sionista con todos los judíos del mundo con lo cual estos están expuestos a los ataques antisionistas. Todos estos hechos ponen también en peligro la paz mundial.
Pero Israel es un terrible peligro para sus habitantes palestinos que representan el 20% de la población, que viven con miedo de expresar empatía con sus hermanos de Gaza, de Cisjordania y de Jerusalén Este y que sufren los ataques de fanáticos religiosos armados por el ejército israelí. Y por supuesto para los palestinos de Gaza victimas de la limpieza étnica en curso.
La mayoría de las comunidades judías organizadas defienden sin pestañear un Estado y un relato cada vez más incongruente, salvo algunas notables excepciones, como las comunidades ortodoxas antisionistas y organizaciones judías progresistas, en EEUU y en el resto del mundo. Ha llegado el momento, como personas judías y como seres humanos, de tomar una posición valiente frente a tamaña injusticia. Pues se está cometiendo no sólo en nombre de la defensa de los judíos israelíes, sino de los judíos del mundo y más aún, de las víctimas del genocidio nazi.
Desafortunadamente para la mayor parte de la opinión pública mundial los judíos e Israel son una misma cosa, y poca distinción se hace entre judaísmo como religión y cultura(s), y el sionismo, fundamento y base ideológica del Estado. Por supuesto, los sionistas han hecho todo para crear y mantener dicha confusión. Pero estas últimas semanas organizaciones judías de EEUU, gracias a acciones valientes y espectaculares, han visibilizado la oposición rotunda contra el régimen sionista y el genocidio contra el pueblo palestino, así como la complicidad de Estados Unidos y Europa.
Nosotros, judíos antisionistas, decimos que Israel no nos representa, ya que el proyecto sionista, desde sus inicios, consistió en conquistar el máximo territorio de la Palestina histórica, –con un mínimo de población autóctona–, para hacer de un país diverso, donde convivían en paz los tres monoteísmos, un Estado nación supremacista y racista. Desde sus inicios el sionismo se puso al servicio del imperialismo británico y luego estadounidense, y por ello provocó el rechazo de aquellos judíos que luchaban contra las injusticias sociales y políticas durante los siglos XIX y XX, así como de muchos religiosos y liberales.
El judaísmo es y siempre fue diversidad, que se ha expresado a través de diferentes lenguas y culturas locales, en Europa pero también ampliamente en África del Norte y en Oriente medio, y no tiene nada que ver con el sionismo, un movimiento político inspirado de los nacionalismos europeos del siglo XIX.
Los colonos que asolan Cisjordania con sus pogromos, son un movimiento judío mesiánico y sionista venido de EEUU, que cuenta con dos ministros en el gobierno. Se enfrenta al sionismo tradicional y quiere imponer su proyecto del Gran Israel. Sin duda el régimen sionista ya es fascista para con los palestinos y pronto lo será también para sus ciudadanos judíos. Aquellos que piensan vivir en una Europa democrática se despertarán en una pesadilla judeonazi.
Después del plan de partición injusto de la ONU en 1947, los paramilitares sionistas expulsaron por la fuerza a las ¾ partes de la población palestina, muchos de los cuales se refugiaron en Gaza. Es lo que los palestinos llaman la Nakba o catástrofe. Y nunca cesaron en su afán de conquistar todo el territorio de la Palestina histórica. Lo que estamos presenciando hoy, no es más que un nuevo episodio, trágico, sangriento, de lo que empezó entonces.
Desde los inicios de su historia, el Estado colonial apoyó a regímenes reaccionarios, como las dictaduras militares del Cono Sur y el régimen de Apartheid de Sudáfrica. Hoy en día mantienen estrechas relaciones con judeófobos como el húngaro Orban y la extrema derecha polaca. Aquí en el Estado español, la asociación de amistad Israel España es presidida por Pablo Casado, ex primer secretario del Partido Popular. ¿Cómo es posible? Por qué en lo ideológico, el sionismo es un nacionalismo supremacista “blanco”, racista con su propia población judía de origen árabe y africana. Ejemplo de esto es que en los años 1930, los dirigentes sionistas rompieron el boicot que los sindicatos de EEUU habían puesto en marcha contra la Alemania nazi, aludiendo que iba en contra de los intereses del sionismo.
Ahora, tanto por sus palabras como por sus actos queda claro que son islamófobos, racistas y extremadamente violentos. Esa violencia y ensañamiento contra las personas palestinas sólo se explica por el origen colonial del Estado, por la deshumanización del otro y el racismo contra la población autóctona. Es la misma violencia que ejerció el régimen colonial francés en Algeria –centenares de miles de muertos en la lucha de liberación nacional–. Y las bombas sobre Gaza recuerdan sin duda los bombardeos llevados a cabo por EEUU sobre Vietnam, Laos y Camboya por su violencia imperialista.
Como sugirió Leibowitz, el régimen se asemeja cada vez más al judeonazismo.
Para acabar con la masacre se debe ejercer la máxima presión sobre el Estado sionista, como se hizo con la Sudáfrica del Apartheid. El régimen es completamente dependiente de la ayuda militar estadounidense (3.800 millones de dólares anuales) y de Europa para su economía, el comercio y otros aspectos.
Sin embargo, no habrá paz mientras impere un régimen de naturaleza colonial en Israel, ejemplificado por la ley fundamental votada en 2018 que reconoce únicamente al “pueblo judío” el derecho de autodeterminación sobre la tierra de Palestina.
Boicot a Israel. ¡Viva Palestina libre!
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