12 febrero, 2024

L E J Í A

 

VOCES DEL EXTREMO – 11/02/2024




A las empleadas de hogar latinoamericanas que cuidan mayores y limpian edificios


Mi madre, trabajadora de lunes a lunes,

se ha escondido del cosmos.

Han desaparecido sus huellas dactilares

por el hipoclorito de sodio, la lejía.

Una mujer sin nombre que rebusca

devastada su propia identidad.

¿En qué escalera las habrá dejado?

Intenta recordar el lugar exacto donde

pudo haberlas perdido.

La lejía la convirtió en anónima.

¿Cómo nombrar lo que no tiene nombre?

En esas escaleras que pisáis

están fosilizadas las huellas de mi madre

fundidas con hipoclorito sódico.


William González Guevara


En: “Última poesía crítica. Jóvenes poetas en tiempos de colapso” (Lastura, 2023; selección y edición de Alberto García-Teresa y David Trashumante)



2 comentarios:

  1. LOCURAS Y BLASFEMIAS




    Edmund Burke (Filósofo liberal):

    “Es al mismo tiempo, una locura y una blasfemia considerar que entre las “tareas del gobierno” esté la de garantizar a los pobres cuanto la Divina Providencia ha querido momentáneamente negarles”



    Esta poesía me ha atravesado, me ha llegado a lo más hondo, hasta el mismísimo espinazo. Es un poema que demuestra que que no existe contradicción entre calidad poética y compromiso político. Digo compromiso con la Historia fechada, que decía Aguinaga, con la sociedad, con las gentes con las que vivimos de forma inseparable. Esa poesía que está hecha de ideas, o sea, no de palabras vacías sino palabras con sentido. Esa palabra justa que además encuentra por mano maestra su sitio exacto en el poema. Esa poética que nos permite comprender y comunicarnos. Esa poesía que nos ayuda a salir de la soledad, de la angustia, que nos dice que hay más, que no tenemos por qué conformarnos con este menos…

    Escribió Blas de Otero: “Que cada uno aporte lo que sepa”. Mi madre, sevillana, se vio obligada a cuidar mayores y fregar durante años suelos, escaleras y oficinas… y aunque en su caso no llegó a perder del todo sus huellas dactilares por la lejía, sí desgastó por esos ásperos y fríos suelos sus delicadas rodillas. «Déjese usted de cubo y fregona, échese al suelo de rodillas y a refregar a conciencia con la aljofifa» me contó mi madre –recientemente fallecida–que tuvo que escuchar de boca de un fatuo lacayo que ejercía de portero en el aristocrático barrio de Salamanca. Sin haber leído a James, mi madre solía decir, no sin cierta ironía, que a pesar de tantas fatiguitas pasadas, en el otro plato de la balanza también pesaban muchos momentos felices… porque con ser personas dignas y honestas, a algunos nos basta.


    Salud y comunismo

    *

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    1. Son esos fatuos lacayos peores aún que sus amos, que ya es decir. En cuanto a ese aristocrático barrio madrileño que mencionas, crème de la crème fascista, su simple mención me provoca náuseas y retortijones.

      Salud y comunismo

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