31 julio, 2018
30 julio, 2018
P o s t r i m e r í a s
¿Por qué tomarse el trabajo de
significar y otorgar un sentido cuando todo circula tan deprisa que
nada tiene tiempo de transformarse en valor?
Para desear lo que los hombres
desean actualmente, no necesitan ser libres. Para decir lo que tienen
que decir, no necesitan estar representados. Para ser lo que son ni
siquiera necesitan reconocerse como tales.
Jean Baudrillard
29 julio, 2018
Flagrantes incoherencias y amaños de la Cosa
Artículo 14 de la Constitución
Española: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda
prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza,
sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social.
Pues una de dos: o el rey no es
español
o va ser que los españoles y las españolas
no son iguales ante la ley.
no son iguales ante la ley.
(Flagrantes incoherencias y amaños de la Cosa)
VIENEN...
vienen
diferente e iguales
con cada una es diferente y es
igual
con cada una la ausencia de amor es
diferente
con cada una la ausencia de amor es
igual
vienen
diferentes e idénticas
con cada una es diferente y es lo
mismo
con cada una la ausencia de amor es
diferente
con cada una la ausencia de amor es
la misma
Samuel Beckett
27 julio, 2018
La tercera guerra mundial ha comenzado; es la guerra social generalizada – Corsino Vela
"recuerdo cuando todo esto eran árboles" |
Capítulo extraído de La Sociedad
Implosiva – Corsino Vela
Texto completo (pdf)→ aquí
La guerra, la destrucción masiva de
seres humanos, de capital fijo e infraestructuras, etc., fue el
recurso de la clase dominante frente a las crisis cíclicas en la
fase expansiva del capital; sin embargo, ante la crisis de la fase de
la dominación real y total del capital, la guerra adquiere una
dimensión predominantemente intensiva, al yuxtaponer a las formas
bélicas convencionales (guerras locales en la periferia
capitalista), la ofensiva social en el propio centro capitalista. La
tercera guerra mundial, pues, es de carácter social, eminentemente
implosiva, con frentes definidos en torno a categorías sociales
(desempleo, precarización, depauperación, exclusión, etc.) y con
diversos grados de intensidad, según la inserción de cada país o
región económica en el proceso mundial de acumulación de capital.
La sobreproducción de mercancías, en
tanto manifestación de la crisis, también comporta la
sobreproducción de la mercancía fuerza de trabajo (desempleo). La
crisis adquiere así una dimensión “social” más allá de lo
meramente económico, técnico y administrativo, pues las
posibilidades de realización de esa peculiar mercancía que es la
fuerza de trabajo son cada vez más limitadas dentro de la relación
social capitalista ya que la única forma posible y significativa
para el capital de realización de esa mercancía es dentro del
sistema asalariado.
A diferencia de las demás mercancías,
la desvalorización del excedente de la mercancía fuerza de trabajo,
que adopta la forma del desempleo, hace aflorar la naturaleza de la
relación social del capital en toda su dimensión contradictoria. El
desempleo rampante no es más que la forma sociológica del excedente
de una mercancía que no encuentra salida en el mercado como
consecuencia de la racionalización productiva y del consiguiente
aumento de la composición técnica de capital que acompaña a las
aplicaciones tecnológicas en la producción de bienes y servicios.
En este punto, la crisis deja de ser
un asunto económico, de ejercicio contable, para convertirse en una
cuestión social, política en su sentido más amplio, que concierne
al fundamento mismo de la organización social. La eventual
“resolución” de la crisis depende exclusivamente de la relación
de fuerzas entre capital (clase dominante) y trabajo (humanidad
proletarizada).
La solución capitalista al excedente
(sobreproducción) consiste en la desvalorización y la eliminación
física de mercancías y de los medios de producción. Por eso la
guerra, como forma de destrucción de valor (mercancías, medios de
producción, infraestructuras, personas, etc.), ha constituido en las
anteriores crisis (cíclicas) la condición previa para el
relanzamiento del ciclo del capital, una vez eliminado el excedente
de valor no realizable, incluido el de la fuerza de trabajo
excedentaria.
La destrucción masiva de capital y de
fuerza de trabajo que lleva a cabo la guerra convencional tradicional
se ha vuelto más problemática en la actualidad que en periodos
históricos anteriores en cuanto mecanismo de resolución capitalista
de la crisis. El carácter transnacional del capital ya no se
corresponde con las condiciones que dieron origen a las dos guerras
mundiales del siglo XX. Por otra parte, el nivel de desarrollo
tecnológico-nuclear ha aumentado de forma exponencial las
probabilidades de destrucción incontrolada que un conflicto bélico
convencional a gran escala podría acarrear.
Calificar la actual ofensiva de la
clase dominante gestora del capital como tercera guerra mundial no es
una licencia literaria. Es una indicación empírica del carácter de
la guerra en la economía capitalista y, más concretamente, de su
función en la resolución de las crisis cíclicas, donde la
destrucción es la precondición de relanzamiento de la actividad
económica.
La tercera guerra mundial, sin
menoscabar el papel que los ejércitos profesionales juegan, se lleva
a efecto sobre todo en los frentes formalmente no militarizados de
las estructuras de gestión y encuadramiento social. De manera que
las medidas adoptadas por los centros de decisión económicos y
políticos conjugan la destrucción masiva y la represión
(destrucción “planificada” de sectores de producción, guerras
de “baja intensidad”, pandemias, eliminación por hambre,
criminalización de la migración y de la disidencia política,
etc.), con la sobreexplotación de la fuerza de trabajo productiva
(reformas laborales, privatizaciones de recursos públicos,
expropiación de recursos ) y la liquidación de derechos adquiridos
en asistencia social como medios para restablecer las condiciones de
relanzamiento económico que, a su vez, reinicie un ciclo de
acumulación de capital.
Por eso cabe decir que la tercera guerra mundial ya ha comenzado, aunque no en forma de guerra imperialista entre capitales nacionales, puesto que ahora se trata de la guerra del capital globalizado, la lucha de la burguesía transnacional gestora a escala mundial contra la humanidad proletarizada. La tercera guerra mundial se dirime en unos términos que sintetizan los métodos destructivos de la guerra convencional y la destrucción intensiva propiciada por las reformas estructurales que atañen directamente a las personas en toda su dimensión psicológica, cultural, social, económica.
Los efectos devastadores de las
decisiones de la clase dominante transnacional, predeterminadas por
la lógica de la acumulación de capital, crean situaciones propias
de la guerra, aunque con ritmos de degradación de las condiciones
materiales de vida más lentos que las intervenciones militares del
pasado. Un ritmo más lento y “calculado” que es consecuencia de
la interdependencia de las regiones castigadas en el orden
capitalista transnacional. La situación creada en los países
“intervenidos” por las medidas de la Troika es similar a la de
una posguerra, en cuanto a las consecuencias de empobrecimiento
generalizado de la población y destrucción y desvalorización de
recursos. El desbarajuste financiero y la extorsión continuada de
los estados europeos y extraeuropeos (incluida la guerra contra el
euro), no es más que la manifestación superficial y “desviada”
de la guerra contra la población proletarizada de esos mismos
países, es decir, el eufemismo monetarista que disimula la
destrucción de medios de producción, infraestructuras y fuerza de
trabajo en Europa.
En este sentido, Europa vuelve a ser
el terreno privilegiado de la tercera guerra, aunque esta vez bajo
formas de desvalorización en las que la intervención militar no es
el rasgo prevalente, aunque sea presente (Yugoslavia, Ucrania). La
guerra actual se lleva a cabo mediante estrategias de empobrecimiento
progresivo y agotamiento paulatino de recursos de la población
proletarizada, de modo que los efectos sobre la mercancía fuerza de
trabajo son similares a los efectos de las guerras del pasado.
La desvalorización de Europa –el
empobrecimiento masivo de la población asalariada– hay que
entenderlo como un movimiento táctico de la tercera guerra mundial
que, de acuerdo con la concepción cíclica de la crisis propia de la
economía política, persigue la creación de unas condiciones
favorables para reiniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital.
Un movimiento táctico que se inscribe en la doble estrategia de
devastación física de regiones enteras en África, Asia, América
Latina, y de ruina rampante de las regiones opulentas del planeta
(Europa). Y esa guerra ya se está llevando a cabo en los países del
sur.
La estrategia de devastación física
y ruina social no es nueva respecto a las crisis precedentes; la
novedad estriba en que la destrucción de capital fijo y fuerza de
trabajo necesaria para el eventual relanzamiento económico ha
alcanzado dimensiones tales que ponen en cuestión la propia
supervivencia del planeta, ya sea por la vía directa de una eventual
guerra generalizada, ya sea por la vía indirecta de una progresiva
devastación de la biosfera. O de ambas combinadas.
El proceso de militarización del
mundo va parejo con las dificultades del desenvolvimiento del ciclo
del capital a escala planetaria. La economía capitalista es una
economía de guerra. El gasto militar, la producción armamentista,
aunque se trata de una producción de desperdicio, no valorizadora,
que comporta nuevas contradicciones estructurales en la esfera
económica (P. Mattick), en el plazo inmediato cumple una función en
el ciclo del capital mediante la creación de empleo y la demanda
inducida de bienes y servicios. A su vez, la aplicación de la
producción bélica al tiempo que procede a la destrucción de medios
de producción (guerras) y posibilita la expropiación de nuevas
fuentes de energía y de materias primas, facilita la estabilización
de espacios de realización del capital (nuevos mercados). Esa es la
función de las denominadas guerras de baja intensidad que se
multiplican en la periferia capitalista. Y es en virtud de esa
función que la producción de desperdicio crea el espejismo de la
valorización de capital.
La economía de guerra es una realidad
concreta manifiesta en la militarización de los mares y del espacio
aéreo resultante de la creciente vulnerabilidad del ciclo de
realización de la mercancía que se manifiesta, entre otros
aspectos, en la defensa militar de los caladeros expropiados en
África o en el control militar de los puntos neurálgicos de las
redes de transporte de energía (golfo de Omán, guerra de Siria,
Iraq, etc.) y de mercancías, en general.
La economía capitalista es una
economía militarizada en la medida que la estrategia militar
condiciona su orientación. La industria militar, con diferente
incidencia, es la que determina el desarrollo tecnológico (las
inversiones en I+D+i) de todos los países capitalistas. El
desarrollo tecnológico del capitalismo depende directamente del
desarrollo de la tecnología militar. Las aplicaciones tecnológicas
no bélicas, que marcan la pauta en el sector de la electrónica, la
mecánica, las comunicaciones, etc., hay que entenderlas como un
intento de minimizar el gasto improductivo, mediante la incursión de
los resultados tecnológicos como aplicaciones en el mercado, en el
proceso de valorización del capital, como una mercancía más entre
la producción general de bienes y servicios.
Esto, que es sobradamente conocido
para el caso del control numérico en la máquina-herramienta (Ver D.
Noble, Forces of production), es igualmente válido para cualquiera
de las proliferantes tecnologías. La electrónica de consumo, como
los sistemas de aplicación industrial y los servicios avanzados,
basados en las tecnologías de la información y de las
comunicaciones, (Internet, control de movimiento, transmisión de
datos, etc.), tienen su origen y su primer objetivo de desarrollo en
la industria militar y responden a la necesidad de recuperar al menos
parte de las cuantiosas inversiones destinadas a su concepción,
desarrollo y producción, a través del mercado.
Puesto que la industria de guerra es
una producción de desperdicio, pues se trata de un consumo
improductivo a costa del proceso general de valorización, el impulso
del comercio mundial de armamento, hegemonizado por los países de
vieja industrialización, es una forma de valorizar esa producción
de desperdicio (recuperar la inversión) a través de la
transferencia de capital (valor) de los países clientes de la
periferia capitalista, envueltos en guerras permanentes de “baja
intensidad”.
La situación de emergencia bélica y
antiterrorista permanente en el que se lleva a cabo el proceso de
acumulación de capital mundial va paralela a la creciente
vulnerabilidad del mismo. La extensión a escala mundial del proceso
de producción (deslocalización) y de transferencia de valor a
través de las redes de tráfico transcontinentales de mercancías,
da una nueva dimensión al problema de la realización del capital,
complicándolo y encareciéndolo. Los costes de realización tienden
a aumentar a mayor ritmo del que disminuyen los costes de producción.
El abaratamiento de los costes de producción que supuso la
deslocalización y la disgregación productiva de bienes y servicios
a través de la cadena de subcontratación, en realidad, ha
desplazado costes y generado otros nuevos vinculados al transporte y
la logística, incidiendo negativamente sobre la acumulación de
capital en su conjunto. Entre esos costes se encuentran las
inversiones destinadas a garantizar la seguridad del ciclo del
capital (militarización y estado de emergencia) en el marco definido
por el totalitarismo democrático.
La guerra ha sido históricamente una
de las medidas más relevantes en la resolución del ciclo declinante
del capital. La noción misma de crisis cíclica remite a los
periodos de desarrollo capitalista entre guerras. Uno de los rasgos
que define nuestra hora presente, a diferencia de otras épocas, es
que la situación de crisis de acumulación y del estado de guerra
son simultáneas. La tercera guerra mundial está en marcha como
guerra social generalizada.
24 julio, 2018
El embrollo populista – Corsino Vela
Ilusión: Del lat. illusio, -ōnis.
1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.
Capítulo
extraído de Capitalismo terminal. Anotaciones a la
sociedad implosiva – Corsino Vela
Texto completo (pdf)→ aquí
El embrollo populista
Uno de los rasgos dominantes de
nuestro presente es la capacidad del capital en crisis para producir
problemas irresolubles en el ámbito de su propia lógica. Así, la
acumulación ampliada de capital significa también la acumulación
ampliada de problemas en todos los órdenes. De este modo, el
desarrollo capitalista lleva a un estado general de desestabilización
en el que destacan los desplazamientos masivos de población y el
estado de guerra permanente. Estas circunstancias son una
consecuencia directa del movimiento del capital, de su acumulación
global y de los mecanismos de transferencia de plusvalía hacia los
países que concentran la gestión y el consumo. La expulsión de las
comunidades indígenas de sus tierras, los cambios hacia el
monocultivo, las guerras estratégicas por recursos energéticos
(petróleo, uranio, gasoductos, rutas comerciales) y el cambio
climático aceleran los desplazamientos de población. Si bien estos
han acompañado la implantación del capitalismo y de la sociedad
industrial a lo largo de su historia, actualmente han alcanzado un
grado que desborda la posibilidad de gestionarlos. Estos son solo
algunos exponentes a escala mundial de la imposibilidad de articular
soluciones a los problemas que la dinámica social sometida al
capital genera.
Por eso mismo, el estado de urgencia
actual plantea exigencias que van más allá de la subjetividad
activista de la élite mediadora emergente, así como de la vana
esperanza en que la sociedad del capital colme las expectativas y
promesas dirigidas a la población proletarizada del terciario
improductivo. El hecho es que en las sociedades capitalistas
desarrolladas, simplemente no hay lugar para tanto artista, creativo,
turista solidario, asesores y consultores de los nuevos aparatos de
representación, etc. La razón es que no hay excedente de capital
–aunque sobre liquidez virtual– en la proporción necesaria para
sufragar el gasto que la actividad improductiva y el sistema de
representación comportan.
Las acciones simbólico-espectaculares
de ese proletariado y sus mismas reivindicaciones –limitadas por el
horizonte del capital y atenazadas en el núcleo de la crisis– se
pliegan al ámbito de un posibilismo orientado a poner en marcha
mecanismos fiscales, legislativos, etc., que permitan conservar una
condición de relativo acomodo en el segmento medio del proceso de
proletarización. Algo que hasta ahora ha sido posible gracias a la
distribución de la plusvalía generada en el ciclo transnacional del
capital, pero que se vuelve cada vez más difícil por las revueltas
contra las políticas de austeridad y por la propia evolución de los
costes laborales en los países productores, como se ha mencionado a
propósito de la deslocalización.
Las condiciones materiales que definen
la proletarización imparable de las capas medias de la sociedad
terciarizada se acompañan de una conciencia conservadora. Estas
capas medias pretenden ser el recambio histórico de la pequeña
burguesía tradicional, laminada por el proceso de concentración de
capital. Son el estrato social de la sociedad terciarizada que
constituye la base social, no consolidada (activistas, militantes,
afiliados, votantes), de la nueva izquierda del capital.
La condición proletarizada no asumida
de ese segmento social en descomposición entraña una conciencia
confusa que se manifiesta en un regeneracionismo ambiguo, donde se
mezcla la ideología conservadora del ciudadanismo con el desgastado
progresismo(30) de la tradición burguesa del capitalismo ascendente
heredado por la izquierda del capital en crisis. Se trata de una
muestra de cómo la obsolescencia de la ideología progresista
socialdemócrata en los países capitalistas desarrollados acaba por
convertirse –con la pretendida nueva política– en otra versión
del populismo, adecuada a los parámetros culturales de la sociedad
terciarizada en crisis.
La dinámica de la crisis emplaza a
esa población, sin embargo, a aumentar la cuota de riesgo para
conservar cada vez menos. Hasta ahora, el conservadurismo del
activista de la sociedad terciarizada estaba marcado por su condición
subvencionada, por su integración en la esfera del trabajo
improductivo o por su simple condición superflua de desempleado. A
esa situación correspondía una determinada forma de conciencia de
clase, definida por el oportunismo, consistente en aprovechar las
cada vez más escasas posibilidades de promoción en el ámbito de la
representación y de la oferta pública de empleo. A diferencia de la
clase obrera industrial, donde la huelga, por sí misma, al
interrumpir el proceso de producción, circulación y realización de
capital, cuestionaba prácticamente la estructura de la sociedad, al
tiempo que ponía en juego –tendencialmente– sus propias
condiciones de existencia; los nuevos movimientos muestran una
subjetividad activa en lo simbólico testimonial e institucional que
no implica tendencia de ruptura, ni siquiera formal, con la
estructura de la sociedad del capital. Es lo que han puesto de
manifiesto tanto el 15M como la nuit debout parisina.(31)
Esa es la contradicción que subyace
en la población proletarizada de la democracia de consumidores. Esa
es la forma aparente del conflicto social en la fase de dominación
real del capital, que lleva a considerar de forma desviada –falseada–
la conflictividad social. Esta comparece bajo la forma del
ciudadanismo, nacionalismo o populismo, es decir, bajo formas
ideológicas que –con fines instrumentales– privilegian la
construcción de identidades y la agregación social sobre la base de
categorías vinculadas a la mercancía (sujeto consumidor), el
fetichismo histórico (sujeto nacional) y la identidad imaginada
(pueblo).
Sin embargo, la razón del
estancamiento de las formas políticas de la pretendida nueva
izquierda hay que buscarla en la fundamentación de su propia
identidad sobre la base de la actualización de categorías
prohijadas en anteriores fases de la dominación del capital. Este
estancamiento es consustancial a una falta de reconocimiento de la
identidad real de la condición proletarizada de mujeres y hombres
cuya existencia cada vez depende menos de sí misma y más de las
vicisitudes del proceso de acumulación de capital. Ahí radica la
condición conservadora de la nueva ideología política, que se
proyecta en la referencia vaga a un pueblo cuya agregación se
articula en relación con la mercancía y su inserción en el
mercado, es decir, a su condición de ser predominantemente
ciudadanos consumidores. Perder la referencia de clase proletarizada
en favor de una categoría tan vaga como el pueblo, la multitud o la
masa de gente que no pertenece estrictamente a la élite dominante
comporta una falsificación del conflicto social que solo puede
responder a un interés instrumental: obtener votos y cuota de
representación en el aparato del Estado. El oportunismo de siempre
revestido de una retórica más o menos actualizada, pero con efectos
cada vez más limitados.
Esa incapacidad para ir más allá del
pueblo constituye precisamente el talón de Aquiles de la
élite emergente del proceso de proletarización. Constituida como la
aristocracia intelectual del populismo de izquierda, esta élite no
pude concebir la condición humana proletarizada más que como
pueblo, gente, como masa, en fin, sin capacidad para autoconstituirse
como sujeto social. Es ahí donde el populismo de derecha y de
izquierda convergen en una misma tradición cultural burguesa, de
clase, elitista, que solo contempla la condición proletarizada como
masa ciudadana a la que hay que halagar con las promesas que
supuestamente quiere escuchar en cada concurso electoral y atizar su
consumo con mercancías culturales (fiestas populares, conciertos,
turismo, etc.). Pero la problemática de la sociedad del capital –en
virtud de la dimensión alcanzada por las contradicciones del
desarrollo capitalista– está cada vez más alejada de su
representación política. Para enfrentar críticamente la realidad
de las transformaciones recientes del capital –sin subterfugios
posmodernos ni retórica regeneracionista– es inútil cualquier
elaboración teórica de un nuevo sujeto transformador que, por lo
demás, solo podrá surgir en la conflictividad y atendiendo a las
implicaciones de la terciarización y del posible antagonismo social
que conlleva.
Las ambigüedades de la práctica y
del discurso de la nueva izquierda –su versión ciudadanista del
populismo– significan un alejamiento de la tradición social
transformadora de clase y se alinean con la tradición histórica de
la revolución burguesa y su invocación del ciudadano. Aunque su
profesión de fe ideológica acuda a referencias humanistas
verbalmente socializantes, entronca con las propuestas históricas
negacionistas del carácter radicalmente de clase que define la
conflictividad social en la sociedad capitalista. Diluir la condición
proletarizada tras la vaga identidad de la ciudadanía o del pueblo
es, en el mejor de los casos, una devaluación intelectual deliberada
de los aspirantes a gestores del derrumbe. Reactivar nociones tan
insidiosas como ciudadano o pueblo no aporta sino más
confusión a la ya profusamente inducida desde los medios
audiovisuales de formación de opinión. Un acto más de
expropiación, esta vez en el plano real y simbólico, de la
identidad vinculada a la condición proletarizada.
El fascismo surge, entre las dos
guerras europeas del siglo XX, del proceso de proletarización masiva
de una pequeña y mediana burguesía que se convierte en residual
para la dinámica de concentración de capital que se produce en ese
periodo; el ciudadanismo de la izquierda renovada del capital(32)
responde, en los países capitalistas, a la fase de proletarización
intensiva de la reestructuración, cuyas consecuencias más palpables
son la quiebra del Estado de bienestar y de la democracia de
consumidores. Es en este sentido en el que hay que abordar el
fenómeno ascendente de los engendros políticos de la crisis del
capital (los partidos xenófobos de Francia, Alemania, Holanda,
Flandes, Austria, etc.) y preguntarse en qué medida han sido
precisamente la pasividad inducida por las urnas legitimadoras de la
democracia de consumidores y la inhibición de masas a través de la
vía institucional las que han propiciado el caldo de cultivo de la
fenomenología populista de derecha.
En cualquier caso, la deriva populista
de la izquierda la pone, una vez más, a remolque del capital y,
concretamente, de sus manifestaciones políticas más aberrantes. Si
tradicionalmente ha sido meramente reactiva (antifascista) porque su
adscripción al marco de la representación política no daba para
más, en la actualidad se debate contra un espectro que, como antaño
el fascismo, es funcional al papel de la izquierda en el sistema de
representación capitalista. La izquierda juega el papel de
alternativa política formal al populismo de derecha, pero resulta
completamente estéril en cuanto a su intervención transformadora
sobre el proceso de reproducción social. Por eso, ocultar que los
periodos de crisis de acumulación de capital se corresponden
igualmente con la crisis de sus formas de representación no es solo
una irresponsabilidad moral e intelectual, sino un empecinamiento en
repetir errores del pasado. No abordar la crítica de la democracia
como forma política del capital en crisis y elevarla además a único
horizonte posible (totalitarismo democrático) supone, precisamente,
dejar en manos de las fuerzas emergentes del capital en crisis y de
sus expresiones populistas más perversas la iniciativa de la
movilización social.
Puesto que, en la práctica, la
democracia es una forma política del capital, es asimismo una forma
instrumental a los movimientos xenófobos, nacionalistas y racistas,
emergentes con el capital en crisis. Una buena muestra de ello fue el
final de la república de Weimar, que dio paso a una de las más
abominables expresiones políticas del capital: el nazismo.
Ciertamente, Hitler y su cohorte de sicarios fueron aupados al
gobierno con la financiación del capital industrial alemán, pero
contaron con la legitimación formal de las urnas y la adhesión
popular en torno a un programa de recuperación de la economía
nacional. La supuesta consistencia del populismo de derecha
estriba precisamente en que lleva la simplificación del razonamiento
hasta sus últimas consecuencias, anulándolo tras las verdades
aparentes de la obviedad, ya se trate de refugiados o migrantes (no
se puede acoger a millones) o del desempleo (primero los del
país). Las obviedades dan pie a consignas que, en realidad, son
falsos razonamientos que proliferan para esconder las preguntas
fundamentales: por qué hay migrantes, refugiados y guerras; cuáles
son sus consecuencias (beneficios) a lo largo de la cadena de
acumulación transnacional de capital; y qué papel juegan nuestros
países y nosotros mismos como sujetos de la democracia de
consumidores.
Frente a ello, el populismo de
izquierda muestra sus debilidades echando mano de la gastada retórica
antifascista o de la simple argumentación moralizante, escudada tras
la afirmación de una noción como la democracia, cuyo significado
está cada vez más difuminado y desacreditado. Conviene recordar que
en nombre de la democracia –y mediante procedimientos democráticos–
se construyen criminales vallas y muros antimigrantes y se ponen en
práctica políticas xenófobas, exactamente igual que se imponen
reformas laborales o se procede a la criminalización de la
disidencia política.
La ventaja del populismo heredero de
la tradición nacional-fascista respecto del populismo de izquierda
consiste en que el primero es capaz de acometer supuestas soluciones
(leyes xenófobas, construir vallas y muros) adaptadas a las
realidades aparentes de la crisis del capital. Estas «soluciones»
son funcionales, en su perversa y cruel simplificación, al ámbito
de la representación y del electorado amedrentado de la democracia
de consumidores. Por su parte, el populismo de izquierda se limita a
presentar batalla en el terreno de la representación y del
pragmatismo institucional. Se trata de captar el voto –añadiendo,
si cabe, más confusión– disputando la adhesión de la gente
o del pueblo al populismo de derecha. Incluso en el ámbito de
la representación cada vez hay menos diferencias entre los programas
de los partidos políticos, lo que lleva a pensar en un síntoma
inequívoco del agotamiento histórico de la política como
representación.
La irrupción del populismo hay que
entenderla como un síntoma de los límites históricos de la
democracia. Pero quedarse en esa constatación sería permanecer en
las coordenadas de la representación; por eso la crítica del
populismo como desviación ideológica de masas, exige una reflexión
que tome como punto de partida las condiciones materiales de
existencia en la sociedad del capital en crisis. Será posible
entonces articular un marco de crítica e intervención estratégica
que permita comprender la naturaleza de las guerras, los refugiados,
las migraciones, etc.; cuál es su conexión concreta con nuestro
modo de vida, qué relación guardan las guerras y esas corrientes de
refugiados con el mantenimiento de la democracia de consumidores. A
pesar de todas las mediaciones y desviaciones ideológicas, el
trabajo, el desempleo y el consumo de cada individuo concreto de la
democracia de consumidores están insertos de forma mucho más
directa de lo que aparentemente pueda parecer en el proceso global de
acumulación de capital. Es el mismo proceso que provoca las guerras,
las migraciones económicas y los refugiados.
La interdependencia a todos los
niveles funcionales y territoriales del proceso de reproducción
social a caballo de la acumulación de capital –que hace que, por
ejemplo, el precio del arroz en Guatemala dependa de las maniobras
especulativas en Wall Street– comporta la puesta en juego de
múltiples variables con un impacto encadenado (lineal y reticular).
Es así como conflictos localizados en un sector (puertos) o en un
segmento social (banlieues)* o territorio (indígenas en
defensa de sus tierras) definen, además de una complejidad creciente
de la gestión del desorden mundial, también la posibilidad de una
comprensión estratégica de los conflictos en cuanto a sus formas,
contenidos y repercusiones. Esos conflictos obligan a cambios en los
planes capitalistas que representan costes añadidos y, a fin de
cuentas, agravan la caída global de los beneficios.
Desentrañar esa linealidad y ponerla
en el primer plano de la discusión política es una tarea de la
crítica del capital que permite superar realmente las verdades
obvias del populismo xenófobo, aunque para ello sea necesario
proceder a una interpelación incómoda acerca de cómo las
condiciones materiales de la existencia individual dependen de las
condiciones generales de reproducción social y, en consecuencia, de
la acumulación mundial de capital. Con ello, se trata de abordar las
implicaciones existentes entre las condiciones de vida en nuestras
democracias de consumidores y las guerras(33) e iniciativas
expropiadoras de agua, tierras, etc., en el marco de la economía
global.
Claro que esa interpelación no
arrojaría rentabilidad alguna desde el punto de vista de la
representación (votos), porque no daría juego en las disputas
populistas por la subjetividad ciudadana forjada en la democracia de
consumidores. Más bien al contrario, apuntaría a poner en cuestión
esa subjetividad como resultado de la dominación real del capital.
Entre tanto, la izquierda del capital sigue lanzando sus cantos de
sirena con promesas de crecimiento y de buena gestión del colapso,
al tiempo que nos vamos deslizando lenta pero inexorablemente por el
tobogán de la implosión social. Las condiciones materiales de la
reproducción social del capital en crisis suponen en la actualidad
un salto evolutivo respecto de las que hicieron posible la escalada e
implantación del fascismo. Su reflejo son las formas políticas
correspondientes al totalitarismo democrático, propias de la
afirmación real y total del capital y de la mercancía en la
democracia de consumidores. El totalitarismo democrático no comparte
las características formales de la brutalidad explícita del
fascismo histórico. Los prejuicios (xenofobia, racismo y
discriminación cultural) y las formas de violencia explícita
(represión de la disidencia política) e implícita (marginación,
exclusión, humillación) se encuentran legitimadas por el reiterado
ejercicio electoral y el recurso al eufemismo y la hipocresía
consustanciales a la subjetividad ciudadanista políticamente
correcta.
En cualquier caso, la profundización
de la tendencia a la proletarización de las profesiones y funciones
sociales vinculadas al Estado de bienestar emplaza –en la
confrontación con el capital– a romper con el espejismo de las
representaciones y de las mediaciones, toda vez que la inmensa
mayoría de la población proletarizada no satisfará nunca sus
expectativas y aspiraciones sociales ni personales en el marco de la
democracia de consumidores. Además, cada vez son menos las
contrapartidas materiales que la población proletarizada puede
recibir en el marco de la reproducción social, según ponen de
manifiesto los informes de las organizaciones filantrópicas. A pesar
de todo, la acumulación de capital requiere de una mínima
agregación y adhesión que legitime el orden social dominante.
En este terreno se abre una nueva
línea de resquebrajamiento social, apreciable en el recurso al
estado de paranoia securitaria (terrorismo, islamismo, migración)
como elemento de agregación social. Todo ello, al mismo tiempo que
se estrechan las posibilidades de subsistencia para una parte cada
vez mayor de la población. Así se muestra la fragilidad real de la
democracia de consumidores. Fragilidad no solo en lo que se refiere
al eventual peligro terrorista, sino en cómo la seguridad sustituye
las contrapartidas materiales para una población –atemorizada y
empobrecida– que, por otra parte, sigue constituyendo la base
social necesaria de la democracia de consumidores que realiza el
capital.
Es esa situación la que hace que,
cuanto más se perfilan líneas potenciales de ruptura en la realidad
social, más clara resulta la futilidad de algunas facciones del
nuevo proletariado encuadrado en la denominada nueva política que se
empeña en la obtención de una cuota de representación
institucional que nada tiene que ver con la comprensión real y
práctica de la sociedad capitalista, de sus contradicciones y de sus
posibilidades de supervivencia. Mientras un número cada vez mayor de
hombres y mujeres se ven reducidos a mera fuerza de trabajo
excedentaria, aún se alimenta la ilusión de la alternativa
capitalista a la crisis por parte de la élite más cualificada de
esa población, compuesta por jóvenes profesionales precarizados que
aspiran a gestionar la reproducción social desde las instituciones
del capital.
Estas son, no obstante, solo promesas
para un tiempo nada prometedor. En ausencia de una perspectiva clara
de ruptura, ni siquiera hay lugar, por la vía muerta donde transita
el institucionalismo, para una reforma significativa de la producción
y redistribución de la riqueza. La dinámica del capital en la
integridad de su ciclo (producción, circulación y realización)
estrecha progresivamente los márgenes de maniobra en cada fase del
mismo. En ese sentido, nada cabe esperar de la evolución del capital
si no es un empeoramiento progresivo de las condiciones de existencia
humanas y del planeta. Si existe alguna posibilidad de no sucumbir al
desmoronamiento de la sociedad capitalista, solo podrá consistir en
la autoconstitución de la población proletarizada bajo presupuestos
realmente antagonistas, es decir, mediante la transformación de sus
condiciones materiales de existencia desde sí misma y para sí
misma, y no desde planteamientos meramente verbales, discursivos,
simbólicos o institucionales.
Notas.
* Banlieue: término propio del francés con el cual se denominan los suburbios. En español se utiliza para referirse a los barrios marginales del extrarradio de las grandes ciudades de Francia, con gran concentración de inmigrantes. (Wikipedia)
* Banlieue: término propio del francés con el cual se denominan los suburbios. En español se utiliza para referirse a los barrios marginales del extrarradio de las grandes ciudades de Francia, con gran concentración de inmigrantes. (Wikipedia)
30– Un destacado ideólogo de
la izquierda del capital, Josep Ramoneda, en un programa radiofónico
de la Cadena Ser del dia 27 de enero de 2017, todavía invocaba –a
propósito de un eventual relanzamiento de la izquierda– la
necesidad de retomar la idea de progreso que, según él, ha
abandonado la izquierda. Se trataría de darle un nuevo contenido
para ofrecer expectativas en el marco del sistema de representación.
31– Véase, por ejemplo, dos
perspectivas diferentes de la movilización en: G. Soriano y Nicole
Thé, Printemps 2016: un mouvement inattendu y Alèssi
dell’Umbria, Le monde ou rien. Remarques sur l’agitation
sociale en France au printemps 2016. Disponibles en:
https://artilleriainmanente.noblogs.org/post/2017/02701/el-mundo-o-nada
32– Por supuesto, sería una
trivialidad demagógica poner en el mismo rango el populismo chavista
en Venezuela, el de Le Pen en Francia, el de los neonazis alemanes,
austriacos, nacionalistas flamencos, así como el de Podemos o su
homólogo catalán Barcelona en Comú. Obviamente, no son formalmente
homologables, como tampoco lo es la subjetividad que subyace en sus
seguidores. Lo que aquí se pretende poner de relieve es el hecho de
que todos ellos son respuestas a una misma circunstancia de crisis
del capital; aunque diferenciadas, tienen el denominador común de su
alejamiento de la tradición de clase, rupturista, igualitaria,
revolucionaria, de la población proletarizada. También se quiere
señalar que son alternativas desde presupuestos de gestión del
capital, ya sea en la versión humanista de Podemos, como en la
brutal y xenófoba del Frente Nacional francés, la Alternativa para
Alemania o los renovados nacionalismos europeos. En definitiva, son
diferentes respuestas a la crisis del capital desde dentro del
capital, como lo fueron en el periodo comprendido entre las dos
guerras mundiales el fascismo/nazismo, el capitalismo liberal y el
capitalismo de Estado (socialismo real).
33– Véase Colectivo
Gasteizkoak, Estas guerras son muy nuestras. Industria militar
vasca, Tafalla, Txalaparta, 2016. Un documentado ensayo de
nuestra participación en las guerras que devastan el planeta.
____________________________________________
TRABAJAR POR TRABAJAR: LA
MERCANTILIZACIÓN DEL TIEMPO COMO EJE CENTRAL DE LA TEORÍA CRÍTICA
DEL CAPITALISMO - Álvaro Briales
Texto completo (pdf)→aquí
[...]
La función sistémica del trabajo es,
en lo fundamental, autorreproducirse. Su función original perdió el
sentido en el momento en que para trabajar hay que ir a un mercado de
trabajo que coloca a las necesidades sociales en un lugar secundario
respecto a las necesidades de trabajo del capital. Es en ese sentido
que se puede comprender la expresión de la “acumulación por la
acumulación” o del “producir por producir” (Marx, 1872: 731,
735). Son las formas en las que se expresa la acumulación de capital
como lógica tautológica, en la cual el capitalista opera como medio
de esa lógica, y no como quien controla en lo sustancial tal lógica.
[...]
Una expresión del castellano muy
precisa en este sentido es la de “echar horas”. El “echar
horas” y “echar horas” que no termina nunca es, literalmente,
“echar” el tiempo de vida al trabajo, con el fin de obtener un
dinero que en su carácter fetichista se presenta como si fuera la
riqueza misma, y presenta las horas de trabajo como si fueran las
creadoras de tal riqueza. Pero si asumiéramos el supuesto
metodológico de la medición objetivada de la existencia en “horas”
e imagináramos el tiempo que contiene lo que consume una persona
media en un día medio, sería muy fácil comprobar que la relación
entre las “horas echadas” y el tiempo contenido por la riqueza
consumida es, en el capitalismo, cada vez menor. Si hace 200 años la
relación era, por ejemplo, de 2 a 1, hoy quizás sea, por decir
algo, de 10.000 a 1. Entonces, ¿dónde va todo el tiempo que
trabajamos y no consumimos? Básicamente, el tiempo es consumido por
el mantenimiento y renovación de la inmensa “infraestructura”
social que pivota en torno al trabajar por trabajar. El capitalismo
pone a las personas a trabajar por trabajar, supeditando el sentido
social concreto de una determinada actividad a su función
valorizadora. Como la forma fundamental para obtener mercancías es
obtener dinero, y la forma fundamental de obtener dinero es
trabajar, parece que en la relación entre el tiempo vendido y las
mercancías, el dinero es sólo una mediación neutra, técnica,
entre el tiempo de trabajo y las mercancías, y parece así que el
tiempo vendido en el trabajo tiene la función de crear riqueza. Las
personas creen trabajar para sí cuando trabajan por dinero, pero el
trabajar por dinero ya no tiene la función directa de crear riqueza.
El trabajo que se le presenta al asalariado como vía de acceso al
dinero, es a su vez la mediación para el acceso a la riqueza
mercantilizada. Sin embargo, en términos del conjunto social, el
tiempo de trabajo vendido no sirve tanto para crear la riqueza social
como para retroalimentar las necesidades del capital autonomizado de
las necesidades sociales directas, subordinadas al trabajar por
trabajar.
22 julio, 2018
La guerra contrainsurgente: Nicaragua en la mira – Stella Calloni
La
voz del sandinismo - 12/7/2018
Estados Unidos avanza en su proyecto
recolonizador con una despiadada guerra contrainsurgente.
Si la oposición más seria al
presidente Daniel Ortega en Nicaragua no se diferencia de los
mercenarios, que siguen cometiendo crímenes atroces, mediante
torturas y flagelación pública contra decenas de sandinistas por
apoyar al gobierno, como lo muestran los vídeos filmados por
periodistas, y si además no se separan de organizaciones que reciben
fondos de Estados Unidos y las derechas europeas, quedarán en la
historia como verdaderos traidores a la patria.
No hay eufemismo posible para decirlo
de otra manera, ni “academicismos” que los amparen ante sus
acciones, cuando precisamente Estados Unidos avanza en su proyecto
recolonizador con una despiadada guerra contrainsurgente, de Baja
Intensidad y de Cuarta Generación para controlar directamente a
Nuestra América, dentro de lo cual se enmarca el golpe “blando”
o suave, disfrazado de “rebelión antidictatorial”.
Lo que comenzó el 18 de abril pasado
en Nicaragua, desde un inicio fue relatado por la corporación
mediática falseando la verdad, manipulando en forma criminal los
hechos y no sólo lo hicieron los medios del poder hegemónico, que
son mayoría en el mundo, sino los escasos que sobreviven a esta
supeditación, ocultando una tragedia de dimensiones aún no
valoradas, como sucedió con Irak, Libia, Siria, Afganistán, como
sucede en Yemen y en otros lugares y más cercanamente en Honduras,
en Colombia, México y Guatemala.
Arsenal de armas incautado por la Policía Nacional al grupo terrorista M19 el 6 de julio del 2018 en las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, ciudad de Managua. |
Muchos periodistas, incluso
intelectuales, identificados como progresistas o de izquierda, tan
diversa en Nuestra América, sin conocer nada de la actual realidad
nicaragüense sólo dieron voz a los supuestos “rebeldes” contra
la también supuesta dictadura, un espejo de lo que fueron los
comienzos de las guerras coloniales de ocupación en Oriente Medio.
Entre los que desafiaron el discurso
Jorge Capelán, desde Nicaragua habló del “golpismo tóxico que se
ceba con saña contra el pueblo nicaragüense” y recordó el viaje
de 16 representantes del Movimiento “Renovador Sandinista”(MRS) a
Washington para reclamar en el llamado Foro de la Sociedad Civil de
la Organización de Estados Americanos (OEA) que tomara la decisión
de enviar cascos azules a Nicaragua, entre otros graves hechos. Es
decir pedían una intervención.
La actitud del gobierno ante la
primera manifestación de protesta el 18 de abril fue derogar ley
previsional –que se supone desató la tormenta golpista– y llamó al
diálogo. Pero no era el diálogo lo que esperaba Washington que
había preparado el golpe en el esquema de la guerra contrainsurgente
que está aplicando, cuando la estrategia de dispersión del Comando
Sur, les ha permitido la instalación de Bases y establecimientos de
control militar en varios países, elegidos también
estratégicamente.
Por otra parte la región está
invadida desde mediados de los años 80 por una red de Fundaciones
como la National Endowment for Democracy (NED), o la USAID (Agencia
Internacional para el Desarrollo) de tan larga y oscura historia en
el continente, entre otras que mantienen una red de Oganizaciones No
Gubernamentales mediante las cuales reparten generosas partidas de
dinero a sus cómplices internos, sus aliados naturales, las derechas
regionales, Esto les permitió infiltrar no sólo las estructuras
judiciales en los países de la región y la prensa , sino todos los
sectores de la sociedad, creando verdaderos monopolios para la
manipulación informativa, la desconcientización y desculturización
de los pueblos.
Años trabajaron en forma encubierta
esas Fundaciones de la CIA, complicadas en cada intento o golpe de
Estado que se produjo en la región en este siglo, desde Venezuela en
el 2002 hasta la actualidad.
Nicaragua tiene decenas de ONG
dependientes de las Fundaciones y en este caso colaboran activamente
los grupos terroristas cubano-americanos de Miami, que tienen
representantes republicanos en el Congreso estadounidense como Ileana
Ros-Lehtinen y Marco Rubio, Ted Cruz y otros. Rubio, devenido en
“asesor” del presidente Donald Trump para América Latina, es
intermediario entre este y la derechas recalcitrantes de América
Latina.
La corporación mediática
internacional e imperial que maneja el 95 por ciento de las noticias
que circulan por el mundo, originadas nada menos que en el Pentágono,
es clave para la guerra de Cuarta Generación o guerra psicológica,
un arma tan importante como los misiles.
No hubo nada espontáneo en las
protestas de Nicaragua, como tampoco puede ser espontánea la
presencia de mercenarios que se dedicaron a secuestrar sandinistas a
los que sometían a brutales castigos y torturas, desnudados y varios
de ellos flagelados públicamente, asesinados y luego quemados como
en los tiempos de la Guardia Nacional de Anastasio Somoza. Esto está
comprobado y filmado, lo que se ha convertido en una prueba del
horror.
A lo largo de estos de casi tres meses
quemaron escuelas, centros de salud, oficinas que se ocupaban en su
mayoría de los temas sociales, cooperativas, el Banco de la
Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA). las
Radios “Ya” y Nicaragua. Quemaron la Caja Rural Nacional, un
banco cooperativo con los récords de cientos de miles de socios, y
el mismo día quemaron la sede del ministerio de Economía Familiar y
Comunitaria y una cantidad de edificios de funcionarios
gubernamentales, casas escuelas, centros de salud, hospitales.
La lista de crímenes y destrucción
es extensa, pero casi tres meses después el pueblo sandinista está
en las calles, y el ejército logró recuperar varias poblaciones
tomadas por los mercenarios y se va conociendo el verdadero alcance
del golpismo con los millones de pérdidas en la destrucción
criminal que afectará a todo el pueblo.
Denuncias desde EE.UU.
Las investigaciones del periodista
estadounidense Max Blumenthal, pusieron al descubierto el rol de
entidades como la (USAID), Freedom House, y la NED en el
financiamiento de ONG’s nicaragüenses, que llamaron al
derrocamiento del Presidente Ortega del Frente Sandinista de
Liberación Nacional, FSLN.
De acuerdo a Blumenthal la USAID,
destinó para Nicaragua en 2017 la suma de 5,2 millones de dólares,
“con la mayoría de los fondos destinados a la capacitación de la
sociedad civil y las organizaciones de medios de comunicación”.
También destacó que en junio, los dirigentes del M19, el grupo
estudiantil que comenzó las protestas antigubernamentales viajaron a
Washington a reunirse con la ultra derecha de EEUU, con figuras como
Rubio, Ted Cruz y Ross Lehtinen. De la misma manera se reunieron con
Mark Green, director del USAID, quien manifestó su apoyo contra el
gobierno sandinista. El viaje fue pagado por Freedom House”.
Se destaca que el M19 no es espontáneo
ni fruto del “descontento” contra Ortega sino que uno de sus
organizadores Félix Madariaga está al frente del Instituto de
Estudios Estratégicos y Políticas Públicas, y es uno de los
principales voceros contra el Sandinismo, que recibió 260,000
dólares de la NED, la mayoría de los fondos destinados a la
capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios.
Hay referencias a fundación “Hagamos
Democracia”, de Luciano García, reconocido opositor al sandinismo,
quien recibió también 525.000 dólares de la NED desde 2014 y se
constituyó en otro instrumento de intervención en Nicaragua,
entregando en 2017 un millón de dólares a diversas organizaciones
de la llamada “sociedad civil” que exigen la renuncia del
Presidente Ortega.
Entre ellas la Comisión de DDHH de
Nicaragua (111,000 dólares), Centro para la Empresa Privada (239,000
dólares), Instituto Republicano Internacional (150,000 dólares),
Fundación Iberoamericana de Culturas ($79,000 dólares), Fundación
Desarrollo Económico Social (40,000 dólares); entre otras. (Fuente:
NED digital) También la NED destinó 305,000 dólares en 2017 a
grupos anónimos de Nicaragua, para lo que ellos llaman “promoción
de la democracia”, entiéndase, la organización de la
contrarrevolución y la subversión antisandinista” destacando el
papel que cumplen en la Guerra de Cuarta generación en América
Latina.
La NED citada por Max Blumenthal, fue
creada en 1983 por la administración de Ronald Reagan y desde
entonces colaboró activamente en la Guerra encubierta de Estados
Unidos contra Nicaragua en los años 80-90, apoyó y financió a los
medios y la oposición antisandinista en ese país y fue clave
preparando la invasión de EE.UU a Panamá en diciembre de 1989.
Asimismo como la USAID es responsable
como parte y máscara que es de la CIA, de los miles de nicaragüenses
muertos durante la guerra encubierta de los años 80 para lo cual
inventaron el llamado contra-gate, llevando droga desde el Comando
Sur en la zona del Canal de Panamá a Miami de donde salían armas
para los mercenarios de la “contra”. Nada nuevo en la historia de
EE:UU en Vietnam y en la actualidad para armar los mercenarios que
usó y usa la OTAN en las actuales guerras coloniales de Medio
oriente , el Norte de Africa y en Asia.
Un mes antes de las reuniones del M19
con legisladores ultraconservadores en Washington, la NED “afirmó
sin rodeos que las organizaciones respaldadas por ellos han pasado
años recibiendo millones de dólares sentando las bases para la
insurrección” en Nicaragua, como lo señala el sitio web de
noticias enfocado en América Latina, Global Americans, escrito por
el académico estadounidense Benjamin Waddell , director académico
de la Escuela de Capacitación Internacional en Nicaragua!(…)Después
de la publicación de este artículo, Global Americans reemplazó el
término “insurrección” con la palabra más inocua “cambio”.
Sin embargo, el título original aún se puede ver en la URL del
artículo.
Lo cierto es “La prensa
internacional describió la rápida escalada de disturbios civiles en
Nicaragua como una explosión espontánea de descontento colectivo”
escribió Waddell y agregó que “la participación actual de la NED
en nutrir a los grupos de la sociedad civil en Nicaragua arroja luz
sobre el poder del financiamiento transnacional para influir en los
resultados políticos en el siglo XXI”. “Mucho de lo que hacemos
hoy fue hecho encubiertamente hace 25 años por la CIA”, comentó
por su parte Allen Weinstein, fundador de la NED.
“Las caras más visibles del
movimiento anti Ortega no han sido los jubilados afectados por las
reformas de la seguridad social, sino los estudiantes urbanos,
políticamente no afiliados, que buscan una victoria total. Han
forjado una alianza con los opositores a la derecha.“Mientras
tanto, hombres enmascarados con morteros y armas de fuego han formado
la primera línea de los bloqueos viales que ya han drenado la
economía de Nicaragua de unos $ 250 millones en ingresos..
Es tan obvia la acción de Estados
Unidos en Nicaragua, que asombra por un lado que figuras importantes
de este país, surgidas del sandinismo, cuya oposición a Ortega ´se
basa en diferencias internas, y que por supuesto no nos corresponde
juzgar, hayan hecho silencio en estas circunstancias y con ese
silencio haber permitido este desangre del país con apoyo público
de EE:UU, verdugo de Nicaragua desde el siglo XIX es un hecho que se
debe analizar dentro del comportamiento de una buena parte de la
llamada izquierda en este período histórico..
De la derecha o de un sector de la
Iglesia o de las organizaciones de bonitos nombres “democráticos”
sostenidas por los dineros de la CIA, no podríamos haber esperado
otro tipo de conducta. Pero el silencio sobre los crímenes
aberrantes y el terror sembrado en las poblaciones más humildes e
indefensas, es un caso de complicidad extrema, donde algunos
sacerdotes parecieron desafiar al Vaticano actual con su conducta.
Arsenal de armas incautado por la Policía Nacional al grupo terrorista M19 el 6 de julio del 2018 en las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, ciudad de Managua. |
Arsenal de armas incautado por la
Policía Nacional al grupo terrorista M19 el 9 de julio del 2018 en
la Basílica San Sebastián, ciudad de Diriamba, el 9 de julio del
2018.
Se Intenta derrocar a un gobierno que
en Centroamérica no permitió el ingreso de las maras, que se
destacaba en medio de la violencia en Centroamérica, que logró
avances sociales únicos en esa región reconocidos por organismos
internacionales y que permanece en el ALBA, contra todas las
presiones de Washington, ese organismo integrador que tanto ayudó a
los pueblos más necesitados. En momentos en que el gobierno de Trump
amenaza con invadir Venezuela, Nicaragua es estratégica.
Nadie puede confundirse en un
escenario como el actual en América Latina, donde ha quedado
evidenciado que la Doctrina Monroe regresó con un imperio en
decadencia y cada día más brutal, que intenta apropiarse
directamente de lo que considera su ”patio trasero” y coloca a la
Patria Grande en la disyuntiva: recolonización o independencia.