"En un mundo
amenazado por la espada de Damocles de la deuda, la banca se ha
constituido como único deudor insolvente impune".
«El sector financiero
proclama que forma parte de la economía, pero no es verdad. Es algo
externo, un parásito.» Lo dice Michael Hudson, economista a
contrapelo. No es una idea peregrina, es algo que todos, expertos y
no expertos, podemos advertir a simple vista. Los expertos, sin
embargo, prefieren no verlo. Miran a otra parte, detectan brotes
verdes en algún lado, nos aseguran con énfasis que no hay
alternativa. «Es ciencia-ficción, viven en un mundo paralelo en el
que todo el mundo paga sus deudas», comenta Hudson.
El resultado: la economía
enflaquece, la banca engorda. Tenemos organizaciones que vigilan un
orden mundial impuesto por la banca: el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial. Vivimos en el delirio financiero;
nunca tantos habíamos debido tantas penurias a la acción de tan
pocos.
Todo empezó cuando la
economía productiva y la economía financiera, que se suponía
formaban parte del mismo orden “natural” de las cosas,
intercambiaron sus papeles. La economía productiva era la locomotora
que tiraba del tren. A las finanzas, que entonces tenían la
connotación de públicas, se les atribuía el papel de control, de
amortiguador o de freno, para evitar las tremendas sacudidas de los
ciclos económicos. En algún momento a alguien se le encendió la
bombilla de la privatización de la banca. Se supuso que una banca
privada fuerte sería más capaz de asignar sensatamente los
recursos. Que las finanzas ilustradas serían la nueva locomotora de
la economía, dirigidas por algoritmos infalibles.
Este ha sido el resultado
de la gigantesca operación. La intervención de las entidades
globales en las jóvenes economías africanas ha sembrado el mar de
pateras; su asesoramiento a las naciones europeas y americanas ha
hecho retroceder la democracia, impulsado los populismos, exacerbado
las desconfianzas y los rencores duraderos, disparado la corrupción.
«El sector financiero ha
tomado el control de la economía, y la oprime hasta asfixiarla», afirma Hudson. La banca ha provocado ya la mayor crisis de la época
aún incipiente de la globalización. El remedio impuesto por los
expertos ha sido reflotar la propia banca mediante préstamos a fondo
perdido. En un mundo amenazado por la espada de Damocles de la Deuda,
la banca se ha constituido como único deudor insolvente impune.
Y sigue engordando sus
activos. Vamos de cabeza a la siguiente crisis global.
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«Debe establecerse el principio
de que el conjunto de la población ha de estar por encima de los intereses de los inversores. Pero los principios del FMI, el Banco Mundial
y los EEUU son justamente lo opuesto, es decir, que ningún país
puede anteponer los intereses de su población a los del capital. Por el contrario, a cada país
se le ordena anteponer los intereses de los acreedores a los de la población, incluso al precio del empobrecimiento, la
dependencia, la pobreza masiva y la desestructuración social. Esto es lo
que la globalización significa hoy en día. Es una imposición a
escala mundial de la guerra de clases emprendida por los acreedores del
1% contra la clase obrera y los endeudados del 99% y sus
gobiernos.
Se han creado dos
niveles: uno que no necesita crédito, y otro que debe pedir
prestado y endeudarse de por vida. El corruptor sector financiero proclama que forma parte de la
economía, pero no es verdad. Es algo externo, un parásito del cuerpo social. La economía está en quiebra para el
99% de la gente, mientras el crédito eleva sin cesar el valor de los activos del 1% que constituye la élite".
Michael Hudson
foto: swilliamism |
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