Camilo, para efectos
de esta entrevista, tiene 31 años. Nunca se había encapuchado hasta
que todo explotó el 18 de octubre. Vivió en distintas regiones del
país y se vino a Santiago a estudiar en un instituto. Una bacteria
asesina que se alojó en sus vertebras casi lo mata, pero se salvó;
no así de la deuda que arrastra hasta el día de hoy. En las
manifestaciones ha estado en todos los frentes, pero, dice, encontró
su lugar en el equipo que protege a la primera línea con los rayos
láser que aparecieron hace algunas semanas. Aquí comenta algunas
experiencias que han ido marcando más de un mes de conflicto y el
escenario que se abre con la posibilidad de una convención o
asamblea constituyente.
Desde que comenzaron las
manifestaciones estuve yendo a la Plaza de la Dignidad. Los primeros
quince días fui todos los días. Al principio fui de manera pacífica
y después se empezó a poner más heavy la cosa. Vi que se estaban
jugando hueás importantes, que esto no era como las marchas y las
protestas en las que había participado antes, desde el año 2006,
cuando era pingüino. Se veía cómo la rabia desbordaba por todos
lados, la derecha sacó a los milicos a la calle y no podía quedarme
en la casa viendo cómo todo pasaba frente a mí, así que decidí
encapucharme y apoyar a la primera línea.
No soy anarquista, nunca
he militado, no soy miembro de ningún partido revolucionario. Soy un
hueón común y corriente que siente que con un nivel de compromiso
al cien podemos cambiar esta hueá. Ese es el motor que me lleva a
salir a la calle, a gritar, a pegarle a la paila, a tirar piedras, a
romper las calles o darle al láser. La hueá es visceral. El primer
día que me encapuché estaba en la plaza y vi que faltaba ayuda. Me
metí de una y rápidamente encontré mi lugar.
Adentro nadie se conoce,
pero hay una energía potente. La primera línea se fue formando con
el correr de los días. Primero están los locos con antiparras,
gente con escudos para proteger de los balines, hueones con
armaduras. Todo hecho a mano, con mucha imaginación. Después vienen
los pirquineros, les cabres que están rompiendo el piso de todo
Santiago. Los hueones que van picando y sacando camotes de cualquier
parte. Si ves, el sector de Baquedano, Plaza de la Dignidad, Vicuña
Mackenna, todos esos espacios se transformaron en canteras. Desde ahí
sale la materia para enfrentar la represión. Y pegadito a los
pirquineros están les cabres que transportan los camotes, grupos de
dos en general que andan con sacos donde cargan las piedras. Esas
personas van hasta adelante y dejan las piedras para que los que
están atrás de los escudos sigan tirándole a los pacos. Y luego
vuelven corriendo a buscar más camote, llenan los sacos y vuelven a
partir.
Entre medio están los
bomberos, los que tiran las lacrimógenas de vuelta o las ahogan con
agua y bicarbonato. Y de ahí viene el grupo de los láser, que es
gente que se pone en distintos puntos, arriba de cualquier hueá para
ganar ángulo. Esto comenzó como a principios de noviembre, ahí se
empezaron a ver los primeros que tomaron la experiencia de les cabres
en Hong-Kong. Me acuerdo de que un día llegué a la plaza y vi uno o
dos rayos verdes. Caché al loco que tenía el aparato y dije –wow,
la hueá potente–. Esa noche llegué a mi casa y me metí a buscarlo
en internet. Lo pillé al tiro. Al día siguiente ya había diez o
quince, luego unos cuarenta y de ahí esto no paró más. A medida
que éramos más la gente empezó a cachar la dinámica de la hueá,
cómo organizarse para que funcionara bien. Se fue armando una manera
de trabajar en equipo, igual que en todas las otras posiciones.
Los láser han tenido
efectos concretos. Los helicópteros y los drones se han ido yendo de
la plaza por nosotros. Antes se veían muchos más. Imagínate que
los helicópteros llegaban con tremendas luces apuntando donde estaba
quedando la cagá. Nosotros vimos eso y cuando ya no éramos diez, si
no cincuenta, cien hueones, apuntábamos todos al mismo tiempo al
helicóptero y los hueones se tenían que virar. La función del
láser es simple: evitar que nos disparen, evitar que el guanaco y el
zorrillo avancen. Cuando el láser atraviesa un vidrio o un acrílico
el rayo se fragmenta, entonces no es un solo rayo, son múltiples
rayos que no te dejan ver y no puedes evitar girar tu cara o cerrar
los ojos. Hueón, el impacto es fuerte, te tienes que dar vuelta, no
puedes seguir tu camino o apuntar un rifle.
Los que estamos detrás
de las barricadas andamos con uno en cada mano apuntando directo a
los pacos para que no puedan disparar, la misión es apuntar directo
al parabrisa de los guanacos y los zorrillos para que no tengan
visión y no puedan seguir avanzando. Yo estoy seguro de que adentro
no ven ninguna hueá. A veces los carros paran, los pacos se dan
vuelta, y cuando se producen esos segundos de vacío aparecen les
cabres más agujas cargados de piedras, molotov, los pacos comienzan
a retroceder y todos avanzamos unos metros. Los sacamos de nuestro
espacio.
Pero no todos los días
son iguales, no todos los días tení la misma energía. Hay días en
que veí la hueá y decí, chucha, hoy día sí que está brígida la
cosa, no sé si me puedo quedar hasta el final. En esto hay que estar
concentrado, más despierto que la mierda, con toda la energía. Hay
días en los que no me siento preparado para irme a parar a la
primera línea y estar dispuesto a recibir un balazo. Esta hueá se
siente, y creo que todos los que estamos ahí sabemos o sentimos qué
día vas y qué día no. A mí, al menos, estos últimos días me
hacía falta parar. La hueá es desgastante y estay aspirando esa
mierda que tiran los pacos todo el día. No sé si habrá sido eso,
pero hace unas semanas estuve como tres días en la cama vomitando y
cagando todo el día, mareado pal pico, tomaba agua y vomitaba, pensé
que era un virus, pero cuando volví y lo comenté, varios lo habían
tenido.
La hueá cansa, hay
relevos. Es como la gente que va a marchar. No siempre se puede tener
un millón de personas de lunes a domingo. Hay días en que va a
estar más bajo y es lo que ha ido pasando, yo creo que ya se está
armando la idea que los viernes serán las marchas más grandes o
para las fechas emblemáticas, como el jueves que se conmemoró la
muerte de Camilo Catrillanca.
Los pacos también han
ido cambiando de estrategia. Lo más claro fue cuando nos hicieron la
encerrona el lunes (18 de noviembre) y quedó la cagá. Hubo gente
que se tiró hasta al río. Ese día quedábamos mil, mil quinientas
personas, y los pacos nos fueron acorralando hacia el parque.
Nosotros íbamos desde Plaza de la Dignidad hacia Salvador y de
pronto cachamos que otro grupo venía bajando desde Salvador hacia la
plaza. Cuando los grupos se encontraron la gente se empezó a
desesperar. Unos corrían hacia arriba, otros hacia abajo y de pronto
se apagaron las luces del parque. Los pacos empezaron a gasearnos y
no se podía ver ninguna hueá, y en medio de ese caos los hijos de
puta empezaron a disparar. No había dónde ir. La hueá fue
terrible, nadie veía nada, todos estaban gritando y se escuchaba
pasar los balines al lado tuyo, chocaban con los árboles, los postes
de luz. Yo andaba con mi chica, la agarré de la mano y le dije,
corramos sin parar, si no nos sacan un ojo o nos quiebran a palos. La
hueá era correr y no encontrarte con un paco de frente que nos
pudiera disparar. Corrimos agachados y la lluvia de balines era pal
pico. Yo ya estaba entregado a que me llegara uno, pero no quería
perder un ojo. Y a cada paso escuchabas cómo iban pasando los
balines al lado tuyo. No podías salir ni por Providencia ni por
Andrés Bello, eran tropas y tropas de pacos, así que seguimos
corriendo y no sé cómo chucha salimos por Salvador. Imagínate, la
encerrona iba de la Plaza de la Dignidad hasta Salvador, eran caleta.
Puta, hasta ese lunes no
había sentido algo tan fuerte. Resistiendo en la barricada uno
siente la adrenalina, siempre hay temor, pero estamos todos juntos,
uno se apaña con el de al lado, pero ese lunes fue distinto. Nos
quedamos solos y en la oscuridad.
Tuve mucho miedo, pero
después de fumarme un cigarro dije, mañana vuelvo a la plaza igual.
Voy casi todos los días y la plaza cambió para siempre,
radicalmente. Históricamente ha sido el espacio de grandes
manifestaciones y concentraciones, algunas más superfluas, como el
fútbol, pero hoy se convirtió en otro territorio. Antes se decía –tal día hay marcha en Plaza Italia–. En la plaza de la Dignidad el
hoy es todos los días. El día que vayas te vas a encontrar con
gente. No sé, quizás van a ser quince personas, cuarenta,
quinientas o un millón, pero siempre te vas a encontrar con alguien. La plaza pasó a ser un
emblema de esta revuelta y estoy seguro de que todos los chilenos la
ven con otros ojos.
¿Has visto la estación
del metro Baquedano? Las rejas no se pueden abrir porque hay un cerro
de rocas. Bueno, mi idea es que la gran entrada de la estación
Baquedano tiene que quedar así, en ruinas, por el resto de la vida,
porque es un memorial vivo de lo que ha sido esta revuelta o
revolución, como quieras llamarlo. Hueón, que nadie más se olvide
que en esta estación los pacos torturaron, que en esta plaza
volvieron a aparecer los milicos, que en esta plaza hubo gente que
perdió sus ojos, que en esta plaza murió gente, y también nos
juntamos un millón y medio de chilenos a decir basta. Es la única
manera que, en treinta años más, cuando un joven pase por ahí diga
-mierda, qué pasó que llegamos a esto, papá, por favor, cuéntame-.
O que un encapuchado o alguien que perdió un ojo, pueda ir y tirar
otra piedra al foso. Esa estación tiene que transformarse en una
instalación progresiva, que nos pertenezca a todos. Yo he visto
mucha gente que pasa por ahí y llora, gente que va a prender velas,
que le pone banderas blancas, mapuche, de la U. A todos les pertenece
ese espacio, y no se tiene que olvidar. Y esto lo ha hecho la gente,
todos, esto no es el resultado de un arquitecto cuico que viene con
un proyecto europeo a resignificar los espacios y poner una escultura
que va a representar la dignidad. No, pico con esa escultura, pico
con ese arquitecto. La estación es nuestra y representa todo lo que
ha pasado. No puede quedar solo en los recuerdos de los libros que se
van a escribir o las películas que se van a filmar. Este punto de la
ciudad es el corazón del metro y se transformó en el corazón de
Santiago.
Las cosas están
cambiando. No sé si Chile, porque el modelo hasta acá no se ha
tocado, pero la gente sí, la mayoría. Es super cliché el grito del
Chile despertó, y me carga ese toque futbolero que tiene la hueá,
porque me carga el fútbol, pero filo, es lo que es, y lo que dice es
súper cierto. La gente ya no está dispuesta a agachar el moño y
seguir mamándoselas todas. Hueón, el país está detenido hace un
mes, funcionando a media máquina. Personalmente, yo hace más de un
mes que estoy en la calle.
Loco, no hemos parado de
hablar de esto hace más de un mes. Chile está súper politizado.
Todos los días, toda la gente habla de esto, después de cada
marcha, en la micro, en el almacén, en la feria. Por lo menos en mi
grupo, por primera vez nadie está al día con lo que dan en la tele
o habla de fútbol, estamos todos en otra. Si hasta el saludo cambió.
Antes era típico decir -hola, ¿cómo estay?- y uno respondía
cualquier huevada -bien, aquí-. Ahora no, todos estamos súper
sinceros, uno pregunta y del otro lado aparecen testimonios reales,
se acabó el sonambulismo. Estamos todos pensando cómo nos sentimos,
pero ahora lo compartimos de verdad. Antes a lo mejor tú lo sentías,
pero no lo decías. La gente está hablando, pero también
escuchando, y cuando nos despedimos todos se dicen cuídate, llama
cuando llegues, manda un mensaje o comparte tu ubicación. La gente,
los amigos, estamos todos cuidándonos.
Al principio, cuando
pasaron las primeras dos semanas yo pensaba, ok, si no llega a pasar
ninguna fucking hueá y tenemos que seguir viviendo en esta realidad
de mentira, la hueá igual nos deja como regalo que conocemos a
nuestros vecinos, sabemos cómo organizarnos, sabemos en quién
podemos confiar, sabemos que el supermercado vale pico y que el mall
también vale pico. La Teletón se canceló, muchos festivales se han
anulado, en la tele echaron a la Maldonado y a todos esos rostros
asquerosos con que nos criamos. Chao con toda esa hueá, lo que ha
pasado en estas semanas nos está enseñando a vivir sin toda esa
mierda.
Es difícil hablar de
estas cosas con mis viejos. Ellos tienen una postura más pasiva,
tienen miedo. Los dos están jubilados, pero trabajando porque no
alcanza, y además con los bancos atrás porque yo me enfermé hace
algunos años y ellos firmaron los cheques cuando entré a pabellón.
Me agarré una bacteria culiá que casi me mata. Tuve una especie de
lumbago durante semanas y en el hospital nadie me decía nada, y cada
día me sentía peor. Hasta que un día me desperté y no podía
caminar. Tuve que pasar al sistema privado y ahí me hicieron todos
los exámenes en un día. El doctor que me atendió me dijo –te
tienes que operar mañana mismo. Tienes una bacteria asesina en las
vértebras–. Estuve un mes hospitalizado. Vendí todo lo que tenía
para pagar la operación. Hicimos completadas, rifas, bingos, llamé
a toda la gente que me podía prestar plata y logré pagar unos
millones. Aun debo veinte palos que no tengo cómo mierda pagar.
Cuando vi que las
pensiones van a subir pensé en mis viejos y me di cuenta de qué sirvió todo lo que he tenido que hacer durante estas semanas, que ha
valido la pena prenderle fuego a esta puta ciudad. Lamentablemente,
tuvimos que llegar a esto para cambiar las cosas, nadie hace esta
hueá por placer. Me chupa un huevo que saqueen un supermercado, una
farmacia o un banco. No me va ni me viene. No es mi lucha, no me
metería a sacar televisores o lo que sea, y tampoco puedo hacerme
cargo de todo lo que desencadena la violencia.
De los saqueos se ha
hablado mucho, pero yo tengo mis dudas. Los saqueos fueron hasta casi
provocados, no sé, la gente sabe lo que pasa en este tipo de
situaciones. Tuvimos un terremoto hace muy poco y todos vimos que
esto pasó, hay gente que lo hace por necesidad, otros para
aprovecharse, pero ¿por qué sucede? Hay algo que el sistema está
haciendo mal ¿no? ¿Por qué no saquean los cuicos? Hueón, todos
sabían, estábamos en guerra dijo este conchesumadre, todos sabían
que esto iba a pasar y nadie hizo nada, salvo el Costanera Center,
que lo tienen blindado desde el día uno.
Esta hueá es difícil de
explicar. Yo me concentro en lo mío. Puta, no sé, es que pasa algo,
primero hay cinco hueones, y otros diez que están detrás agarran
papa, y después otros veinte, y cincuenta, y así de repente se
prende una mecha que no se puede apagar más. Es como en las marchas,
a veces estas hueás se mandan solas, es mucha gente. Y todo esto se
mezcla con las hueás que nadie entiende o nos quieren esconder ¿Cómo
es que en algunos de estos lugares que fueron saqueados después se
han encontrado cuerpos que fueron exhumados y tenían heridas de
bala? ¿Qué onda?
El presidente representa
todo lo que no queremos. Es el hombre empresario, todo lo piensa
desde un número, una ganancia y una pérdida, es como todos estos
ingenieros comerciales que nos gobiernan. Desde ahí no se puede
construir nada, eso nos llevó a donde estamos. Creo que no vale la
pena hablar de él, por eso no pronuncio su nombre. Hablar de él es
darle más importancia de la que tiene y se merece. A veces pienso
que sería mejor que no renuncie y se tenga que comer toda la mierda
que ha generado durante los dos años que le quedan.
En la clase política
tiene que haber un cambio. A nivel cultural estamos en un cambio de
paradigma y la clase política tiene que sumarse a esto. Pero no sé
qué tiene que pasar, si tienen que desaparecer todos para que llegue
gente nueva o no. Ya no sé, porque ha pasado un poco lo mismo con
los políticos de mi generación, con los Boric, los Jackson, las
Vallejo, me han desilusionado mucho. En un momento pensé que eran la
luz, que mi generación iba a cambiarlo todo, pero tengo la sensación
de que cuando pasan de la calle a ser parte de la clase política
terminan corrompiéndose igual que cualquier otro. El tema del poder
es así, es negociar entre cuatro paredes y luego dar un discurso
para afuera.
La política es cochina
hueón, de uno y otro bando. Con lo que está pasando, todo este
cuento del gran acuerdo de la paz, como que no hay una oposición y
un oficialismo, todos se pusieron en el mismo nivel. Ahora, ves a
Sharp y el loco dice –lo que ustedes firmaron no me representa y me
voy. Doy un paso al lado y renuncio al partido–. Y eso lo encuentro
súper noble, por eso quiero creer que esta hueá puede cambiar, hay
actos de nobleza en medio de toda esta cagada, gente remando en la
dirección de nosotros.
Y ahora que está pasando
esto de la constitución, se pone complicado. Al principio dije,
puta, mira, de pronto sale algo bueno. Pero es difícil, porque desde
donde yo vengo no tengo la educación, el manejo de conceptos del
derecho o la cultura cívica para entenderlo todo, como que me he
tenido que meter ahora. Me he dicho, puta, si vamos a ser parte de
este juego hay que ver cómo son las reglas y, claro, cuando empecé
a entender todo lo que había detrás me di cuenta de que esto vale
callampa, estamos volviendo a hacer como una nueva democracia
pactada, como en los años ochenta, donde ninguno de nosotros tiene
ningún tipo de garantía, donde todo se convierte en porcentajes, en
cifras, pero nada concreto. Por ejemplo, ¿qué se puede sacar en
limpio del proceso de la nueva constitución? ¿Vamos a seguir
dándole toda la libertad del mundo a los empresarios? ¿Alguien se
va a atrever a tocar el modelo? Mientras no se garantice que el
pueblo o las organizaciones de base van a tener una participación
real en esta nueva constitución siento que vamos a seguir en lo
mismo. No creo en los partidos y esta hueá la están llevando los
partidos, ¿no te parece extraño?
Nunca me he inscrito en
nada, de hecho, nunca he votado. Pero al mismo tiempo me digo que hay
que darle una oportunidad a todo esto, y esta vez me voy a inscribir
para ir a votar. Si hueón, porque también me digo que no podemos
estar esperando que nos den la paleta completa. No quiero perder,
también hay que tomarse lo que hemos ganado y sacarlo adelante tal
vez también de otras maneras, pero super atentos, sin soltar, sin
dejar de presionar y estar en la calle hasta que ganemos todo lo que
estamos pidiendo. Creo que es todo o todo, pero también creo que es
una hueá progresiva, tampoco podemos ser tan tragones y querer que
el mundo cambie en un día. Y para que la hueá funcione hay que
ponerle plazos para que pasen las cosas, porque si no vamos a dejar
la cagá de nuevo. Entiendo que no va a pasar todo de aquí al 2021,
y como no confío en estos hueones que administran el poder, voy a
seguir en la calle luchando para que sepan que no vamos a soltar.