16 junio, 2013

El trabajador y la herramienta. (fragmento)

del libro: Teoría de la religión
Georges Bataille


Es un principio fundamental: subordinar no es solamente modificar el elemento subordinado, sino ser uno mismo modificado. La herramienta cambia juntamente a la naturaleza y al hombre: somete la naturaleza al hombre que la fabrica y la utiliza, pero une al hombre a la naturaleza avasallada. La naturaleza se convierte en la propiedad del hombre, pero deja de serle inmanente. Es suya a condición de estarle cerrada. Si él pone al mundo en su poder, es en la medida en que olvida que él mismo es el mundo: niega al mundo, pero es él mismo quien resulta negado. Todo lo que está en mi poder anuncia que he reducido lo que me es semejante a no existir por su propio fin, sino por un fin que le es extraño.

15 junio, 2013

Samuel Beckett en la Resistencia francesa





Bonhome, responsable de la Resistencia en el Rousillon, habla de Beckett, quien se alistó en la Resistencia Francesa tras la ocupación alemana de 1940. Beckett trabajaba como mensajero, y en varias ocasiones, a lo largo de los dos años siguientes, estuvo a punto de ser apresado por la Gestapo.

En agosto de 1942, su unidad fue delatada, y Beckett tuvo que huir hacia el sur con su compañera Suzanne. Tras múltiples peripecias, ambos se refugiaron en la pequeña villa de Roussillon, en el Departamento de Vaucluse (Costa Azul). Allí, Beckett se hizo pasar por campesino, y continuó apoyando a la Resistencia almacenando armas en el garaje de su casa. Durante los dos años que Beckett estuvo en Roussillon ayudó indirectamente al maquis en sus operaciones de sabotaje a través de la zona montañosa de Vaucluse, si bien en raras ocasiones se expresaría después al respecto.

13 junio, 2013

La canica



La canica es simple, bella y asequible para cualquiera. Suele ser de cristal o de cualquier otro material modesto, por lo que no otorga a su portador distinción social alguna. Para jugar a las canicas es necesario en primer lugar, la participación, y en segundo lugar disponer de un espacio de tierra libre de los obstáculos y amenazas que colman nuestras deshumanizadas urbes. 
La canica no necesita pilas, ni cables, ni más energía que la del jugador, solamente reclama manos ágiles y un agudo sentido del espacio. Cabe en el bolsillo y su extravío, a menos que se trate de esa tan especial e insustituible, no supone una pérdida irreparable. La canica propicia el diálogo, la danza y el dibujo común que jugadores y jugadoras han de realizar sobre la tierra. Frente a la invasión de tantos y tan costosos artilugios de pronta caducidad –a menudo mal denominados juguetes– que propician el aislamiento y la introspección, tras siglos de existencia inalterada, la democrática canica permanece plenamente vigente. Es decir: ¡resiste!
                                                                                                  Loam