Loam
La voz de alarma, hace tiempo dada por las personas y colectivos
más concienciados y afectados por el deterioro medio ambiental, ha ido
despertando en la población mundial una conciencia que tanto las instituciones
gubernamentales como las grandes corporaciones pretenden apropiarse y
monopolizar a fin de legitimar o enmascarar su depredadora actividad. Así pues,
con el supuesto propósito de hacer frente de manera responsable al evidente
deterioro medioambiental, se han creado ministerios, secretarías, departamentos
de investigación, fundaciones, laboratorios, profesiones y disciplinas, así
como especialidades y tecnologías específicas, todo ello destinado a afrontar y
corregir las consecuencias del llamado cambio climático y su impacto medio
ambiental. Toda una floreciente y lucrativa industria, casi siempre destinada a
encubrir la creciente voracidad capitalista mediante un publicitario, falso y
reiterado “verde que te quiero verde”.
El "tinte" verde está, pues, de
moda. Se realizan múltiples campañas publicitarias, solemnes declaraciones,
fastuosas cumbres internacionales, seminarios, simposios, conferencias, charlas
y demás eventos patrocinados por entidades gubernamentales y financieras, pero
sobre todo por las industrias y corporaciones que más han contribuido y
contribuyen al deplorable estado del medio ambiente en general y de la gente
explotada en concreto. Pese a la denominada “crisis”, no se repara en gastos. A
los crecientes presupuestos destinados a la industria bélica y demás
despilfarros innecesarios, se incorporan ahora los destinados al “control” y
administración del medio ambiente. De modo que, se lanzan satélites al espacio,
globos a la atmósfera y sondas a los océanos con el fin de medir, registrar y
computar, mediante innumerables y detalladas estadísticas, millones de datos
que contemplan desde el tamaño variante de los polos o el gigantesco agujero de
ozono, hasta la más diminuta variación de una simple molécula de agua. Se han
contabilizado, anillado, etiquetado, monitorizado y analizado, hasta el más
mínimo detalle, animales de todas las especies a los que el agudo ojo de la
tecnología no pierde nunca de vista. Todo ello de manera ecológica y natural,
claro está.
Un súbito e irrefrenable amor
por la naturaleza a irrumpido en los tiernos corazones de políticos, financieros y empresarios.
Todos ellos, sin excepción, tienen entre sus más urgentes prioridades la de
preservar el medio ambiente “para disfrute y bienestar de las generaciones
futuras” (¡Ja!). Hoy no hay discurso ni producto, ya sea político, industrial o
financiero, que no incluya el muy responsable y no menos enternecedor marchamo
de “ecológico” y “natural”. Todo es ecológico hoy en día: el AVE, las autovías,
los campos de golf, la industria del automóvil, la urbanización de las costas… Tras
enormes esfuerzos y fabulosas inversiones, se ha logrado salvar de la extinción
a un buen número de linces, pandas, cacatúas, lobos y tortugas. Pero dicha
inversión, claro está, hay que rentabilizarla mediante una variada mercadotecnia,
bien sazonada por la publicidad del generoso y desinteresado patrocinador de
turno, rentabilidad que abarca exenciones fiscales, subvenciones, documentales,
fascículos coleccionables, zoológicos, reservas, parques temáticos, etc., etc. Y
todo ello, claro está, utilizado como reclamo turístico por la abominable industria
del ocio (turs operators, hoteles, restaurantes…). De la ecología, como del
marrano, los amos del capital aprovechan hasta el rabo.
De modo que, todas y todos vosotros, pobres hambrientos del
mundo, niños y niñas de vientres henchidos que parpadeáis moscas, que
envenenáis vuestros tiernos pulmones 12 horas diarias en las minas por unos
míseros centavos, o inhalando el mortal heptano del calzado que ensambláis para
esa empresa tan divertida y modélica, que rebuscáis hasta la extenuación entre las
inmundicias de los descomunales vertederos que el mundo opulento tan generosamente
os lega, expuestos a toda clase de enfermedades y carencias por un mendrugo de
pan, que ingenuos y confiados sacrificasteis vuestra vida por un futuro que
estaba de antemano incluido en el expolio: todos vosotros y vosotras, digo, podéis
estar tranquilos, los propietarios del mundo vigilan el nivel de los mares y el
boquetazo de ozono, velan por el medio ambiente, por la naturaleza y por el sano
verdor de vuestro futuro. Caperucita Verde puede deambular tranquila y segura
por el bosque.