John Pilger 26 de febrero 2015
El reciente septuagésimo aniversario de la liberación
de Auschwitz ha sido un recordatorio del gran crimen fascista, cuya iconografía
nazi está impresa en nuestras conciencias. El fascismo se conserva como historia, como parpadeo de imágenes de
camisas negras, de paso de ganso, de su nítida y terrible criminalidad. Sin
embargo, en las mismas sociedades liberales, cuyas élites nos instan a no
olvidar nunca, se suprime la evidencia del creciente peligro de una moderna
especie de fascismo, pues es su fascismo.
"Iniciar una guerra de agresión...",
sentenciaron los jueces del Tribunal de Nuremberg en 1946, "no es sólo un
crimen internacional, es el supremo crimen internacional, que sólo difiere de
otros crímenes de guerra en el hecho de que contiene en sí el mal acumulado del
todo".
Los nazis no habrían invadido Europa, Auschwitz y el
Holocausto no habrían tenido lugar. Si los Estados Unidos y sus satélites no
hubieran iniciado su guerra de agresión en Irak en 2003, casi un millón de
personas estarían vivas hoy en día, y el Estado islámico, o ISIS, no nos
golpearía con su salvajismo. Ellos son la progenie del fascismo moderno,
destetados por las bombas, bañados en la sangre y las mentiras de ese teatro
surrealista conocido como noticias.
Al igual que el fascismo de los años 1930 y 1940, las
grandes mentiras se difunden con precisión de metrónomo gracias a unos
omnipresentes y repetitivos medios y a una virulenta censura por omisión.
Tómese la catástrofe de Libia.
En 2011, la OTAN lanzó 9700 "incursiones de
ataque" contra Libia, de los cuales más de un tercio estaban dirigidas a
objetivos civiles. Se utilizaron ojivas de uranio, las ciudades de Misurata y
Sirte fueron alfombradas de bombardeos. La Cruz Roja identificó fosas comunes,
y Unicef informó que "la mayoría [de los niños asesinados] no cumplían
diez años".
La sodomización pública del presidente libio Muammar
Gaddafi mediante una bayoneta "rebelde" fue recibida por la entonces
secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, con las palabras:
"Vinimos, vimos, murió." Su asesinato, como la destrucción de su
país, se justificó con una gran y ya familiar mentira; que Gaddafi estaba
planeando un "genocidio" contra su propio pueblo. "Sabíamos
que... si esperábamos un día más", dijo el presidente Obama,
"Benghazi, una ciudad del tamaño de Charlotte, podría sufrir una masacre
que hubiera resonado en toda la región y manchado la conciencia del
mundo."
Esta fue una idea de las milicias islamistas que
ansiaban la derrota de las fuerzas gubernamentales libias. Le dijeron a Reuters
que sería "un verdadero baño de sangre, una masacre como la que vimos en
Ruanda". Difundida el 14 de marzo de 2011, la patraña proporcionó la
primera chispa para el infierno desatado por la OTAN, descrito por David
Cameron como una "intervención humanitaria".
Secretamente abastecido y entrenado por la SAS de Gran
Bretaña, muchos de los "rebeldes" se convertirían en ISIS, cuyo vídeo
más reciente muestra la decapitación de 21 trabajadores cristianos coptos
secuestrados en Sirte, la ciudad destruida en su nombre por los bombarderos de
la OTAN.
Para Obama, David Cameron y el presidente francés
Nicolas Sarkozy, el verdadero crimen de Gadafi era la independencia económica
de Libia y su declarada intención de dejar de vender las mayores reservas de petróleo de África en
dólares estadounidenses. El petrodólar es un pilar del poder imperial
estadounidense. Gaddafi, audazmente, planeaba suscribir una moneda africana
común respaldada por oro, establecer un banco universal África y promover la
unión económica entre los países pobres y con esos recursos. Fuese o no a
materializarse, la noción misma era intolerable para los EE.UU., pues ya se
preparaba para "entrar" en África y sobornar a los gobiernos
africanos con "asociaciones" militares.
Tras el ataque de la OTAN al amparo de una resolución
del Consejo de Seguridad, Obama, escribió Garikai Chengu, "confiscó 30 mil
millones de dólares del Banco Central de Libia, cantidad que Gadafi había
destinado para la creación de un Banco Central Africano con el oro respaldando
la futura moneda, el dinar africano".
La "guerra humanitaria" contra Libia,
propició un modelo cercano a los corazones liberales occidentales, especialmente
en los medios de comunicación. En 1999, Bill Clinton y Tony Blair enviaron a la
OTAN para bombardear Serbia, porque (mintieron de nuevo) los serbios estaban
cometiendo "genocidio étnico" contra los albaneses en la provincia
secesionista de Kosovo. David Scheffer, embajador de los Estado Unidos en misión especial para
crímenes de guerra [sic], afirmó que, por lo menos "225.000 hombres de
etnia albanesa de edades comprendidas entre 14 y 59" podrían haber sido
asesinados. Ambos, Clinton y Blair, evocaron el Holocausto y "el espíritu
de la Segunda Guerra Mundial". El heroico aliado de Occidente era el
Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), cuyos criminales antecedentes penales
fue mejor dejar de lado. El ministro de Exteriores británico, Robin Cook, les dijo
que podían llamarlo a cualquier hora a su teléfono móvil.
Con el bombardeo de la OTAN finalizado y gran parte de
la infraestructura de Serbia en ruinas, junto con las escuelas, los hospitales,
monasterios y la estación de televisión nacional, los equipos forenses
internacionales aterrizaron en Kosovo para exhumar la evidencia del
"holocausto". El FBI no encontró una sola fosa común y se fue a casa.
El equipo forense español hizo otro tanto, su director denunció airadamente
"una pirueta semántica urdida por la maquinaria de propaganda
bélica". Un año más tarde, un tribunal de las Naciones Unidas sobre
Yugoslavia anunció el recuento final de los muertos en Kosovo: 2788. Esto
incluyó combatientes de ambos bandos y serbios y gitanos asesinados por el ELK.
No hubo genocidio. El "holocausto" era una mentira. El ataque de la
OTAN había sido fraudulento.
Detrás de la mentira, había un serio propósito.
Yugoslavia era una federación única, independiente, multi-étnica que había
destacado como un puente político y económico en la Guerra Fría. La mayor parte
de sus bienes y grandes industrias eran de propiedad pública. Esto no era
aceptable para la Comunidad Europea en expansión, sobre todo recién unida
Alemania, que comenzaba a dirigirse al Este a fin de capturar su "mercado
natural" en las provincias yugoslavas de Croacia y Eslovenia. En el
momento en que los europeos se reunían en Maastricht, en 1991, para establecer
sus planes para la desastrosa zona euro, un acuerdo secreto había sido ya
tomado: Alemania reconocería Croacia. Yugoslavia estaba condenada.
En Washington, los EE.UU. vieron que a la competitiva
economía yugoslava le eran negados los préstamos del Banco Mundial. La OTAN,
entonces una reliquia de la Guerra Fría casi extinta, se reinventó como
ejecutor imperial. En la conferencia de "paz" para Kosovo (1999) que
tuvo lugar en Rambouillet, Francia, los serbios fueron sometidos a las arteras
tácticas de sus verdugos. El acuerdo de Rambouillet incluye un Anexo B secreto,
que la delegación de Estados Unidos insertó en el último día. En dicho anexo se
exigió la ocupación militar de la totalidad de Yugoslavia -un país con amargos
recuerdos de la ocupación nazi-, la puesta en práctica de una "economía de
libre mercado" y la privatización de todos los activos del gobierno.
Ningún estado soberano podría firmar esto. El castigo sobrevino rápidamente:
Las bombas de la OTAN cayeron sobre un país indefenso, precursor de las
catástrofes en Afganistán e Irak, Siria y Libia, y Ucrania.
Desde 1945, más de un tercio de los miembros de las
Naciones Unidas -69 países- han sufrido, en mayor o menos proporción, a manos
del fascismo moderno norteamericano. Han sido invadidos, sus gobiernos
derrocados, sus movimientos populares reprimidos, sus elecciones subvertidas,
sus pueblos bombardeados y sus economías despojadas de toda protección, sus
sociedades sometidas al asedio paralizante de las conocidas como
"sanciones". El historiador británico Mark Curtis estima el número de
muertos en millones. En todos los casos, una gran mentira fue desplegada.
"Esta noche, por primera vez desde el 9/11,
nuestra misión de combate en Afganistán ha terminado." Estas eran las
palabras con las que Obama abría, en 2015, el Estado de la Unión. De hecho,
unos 10.000 soldados y 20.000 contratistas militares (mercenarios) permanecen
en Afganistán en misión indefinida. "La guerra más larga en la historia de
los Estados Unidos está concluyendo de manera responsable", dijo Obama.
Sin embargo, murieron más civiles en Afganistán en 2014 que en cualquier otro
año desde que la ONU tomó registros. La mayoría de los asesinados -civiles y
militares- en la época de Obama como presidente.
La tragedia de Afganistán rivaliza con el épico crimen perpetrado en Indochina. En su
alabado y muy citado libro 'El Gran Tablero de Ajedrez: Primacía Americana y su
geoestratégica Imperativos', Zbigniew Brzezinski, padrino de la política de
Estados Unidos desde Afganistán hasta la actualidad, escribe que si Estados
Unidos ha de controlar Eurasia y dominar el mundo, no puede sostener una
democracia popular, ya que "la búsqueda del poder no es un objetivo que
requiera pasión popular... La democracia es enemiga de la movilización
imperial." Está en lo cierto. Como WikiLeaks y Edward Snowden han
revelado, un estado de policial vigilancia está usurpando la democracia. En
1976, Brzezinski, entonces Consejero de Seguridad Nacional del presidente
Carter, puso en práctica su doctrina al asestar un golpe mortal a la primera y
única democracia de Afganistán. ¿Quién sabe esta historia crucial?
En la década de 1960, una revolución popular recorrió
Afganistán, el país más pobre en la tierra, derrocando finalmente los vestigios
del régimen aristocrático en 1978. El Partido Democrático Popular de Afganistán
(PDPA) formó un gobierno y declaró un programa de reformas que incluía la
abolición del feudalismo, la libertad de todas las religiones, la igualdad de
derechos para las mujeres y la justicia social para las minorías étnicas. Más
de 13.000 presos políticos fueron liberados y los archivos de la policía
quemados públicamente.
El nuevo gobierno introdujo la atención médica gratuita
para los más pobres; se abolió el peonaje, se puso en marcha un programa de
alfabetización masiva. Para las mujeres, las ganancias eran desconocidas. A
fines de 1980, la mitad de los estudiantes universitarios eran mujeres, que
representaban casi la mitad de los médicos de Afganistán, una tercera parte de
los funcionarios públicos y la mayoría de los docentes. "Todas las
niñas", recordó Saira Noorani, una mujer cirujano, "podían ir a la
escuela secundaria y la universidad. Podíamos ir a donde queríamos y gastar en
lo que nos gustaba. Solíamos ir a los cafés y al cine a ver la última película
de la India en viernes y escuchar la música más actual. Todo empezó a ir mal
cuando los muyahidines comenzaron a ganar. Solían matar maestros y quemar
escuelas. Estábamos aterrorizados. Era chocante y triste pensar que fue a estos
a los que Occidente apoyó".
El gobierno del PDPA estaba respaldado por la Unión
Soviética, a pesar de que, como más tarde admitió el ex secretario de Estado
Cyrus Vance, "no había evidencia de cualquier complicidad soviética [en la
revolución]". Alarmados por la creciente confianza de los movimientos de
liberación en todo el mundo, Brzezinski decidió que si Afganistán tenía éxito
en el marco del PDPA, su independencia y su progreso podrían considerarse como
"la amenaza de un ejemplo prometedor".
El 3 de julio de 1979, la Casa Blanca autorizó
secretamente apoyo a los grupos tribales "fundamentalistas",
conocidos como los muyahidines, un programa que alcanzó la cifra de más de 500
millones de dólares al año en armas estadounidenses y otro tipo de asistencia.
El objetivo era el derrocamiento del primer gobierno secular y reformista de Afganistán. En agosto de 1979,
la embajada de Estados Unidos en Kabul informó que "los grandes intereses
de los Estados Unidos... serían servidos por la desaparición del gobierno LOPD,
a pesar de los contratiempos que ello podría significar para las futuras
reformas sociales y económicas en Afganistán. "
Los muyahidines fueron los precursores de al-Qaeda y
del Estado Islámico, a los cuales hay que incluir a Gulbuddin Hekmatyar, que
recibió decenas de millones de dólares en efectivo de la CIA. La especialidad
de Hekmatyar fue el tráfico de opio y arrojar ácido en los rostros de las
mujeres que se negaban a llevar el velo. Invitado a Londres, fue alabado por la
primera ministra Margaret Thatcher como un "luchador por la
libertad".
Estos fanáticos podrían haber permanecido en su mundo
tribal si Brzezinski no hubiera auspiciado un movimiento internacional para
promover el fundamentalismo islámico en Asia Central y así socavar la
liberación política secular y "desestabilizar" a la Unión Soviética,
creando, como escribió en su autobiografía, "unos pocos agitadores
musulmanes". Su gran plan coincidió con las ambiciones del dictador
paquistaní, el general Zia ul-Haq, de dominar la región. En 1986, la CIA y la
agencia de inteligencia de Pakistán, el ISI, comenzaron a reclutar a personas
de todo el mundo para unirse a la yihad afgana. El multimillonario saudí Osama
bin Laden era uno de ellos. Los técnicos que finalmente se unieron a los
talibanes y al-Qaeda, fueron reclutados en una universidad islámica en
Brooklyn, Nueva York, a los cuales se les da entrenamiento paramilitar en un
campamento de la CIA en Virginia. Esto se llamó "Operación Ciclón".
Su éxito se celebró en 1996, cuando el último presidente PDPA de Afganistán,
Mohammed Najibullah -que había ido antes de que la Asamblea General de la ONU
para pedir ayuda- fue colgado de una farola por los talibanes.
La "marcha atrás" de la Operación Ciclón y
sus "pocos agitadores musulmanes" se produce el 11 de septiembre de
2001, y la Operación Ciclón se convirtió en la "guerra contra el
terror", en el que innumerables hombres, mujeres y niños perderían sus
vidas en todo el mundo musulmán, desde Afganistán a Irak, Yemen, Somalia y
Siria. El mensaje del verdugo era y sigue siendo: "Tú estás con nosotros o
contra nosotros".
El hilo común con el fascismo pasado y el fascismo
presente, es el asesinato en masa. La invasión estadounidense de Vietnam tuvo
sus "zonas de fuego libre", "recuento de cuerpos" y
"daños colaterales". En la provincia de Quang Ngai, desde donde
informé, muchos miles de civiles ("gooks") fueron asesinados por los
EE.UU.; sin embargo, sólo una, la masacre de My Lai, es recordada. En Laos y
Camboya, el mayor bombardeo aéreo de la historia produjo una época de terror
reconocible hoy por el espectáculo de cráteres de bombas unidas que, contempladas
desde el aire, conforman monstruosos collares. El bombardeo propició en Camboya
su propia ISIS, liderada por Pol Pot.
Hoy, la mayor campaña mundial de terror, conlleva la
ejecución de familias enteras, ya sean invitados de las bodas, o dolientes asistentes
a los funerales. Estos son víctimas de Obama. Según el New York Times, Obama
hace su selección a partir de una "lista de muerte" de la CIA que se
le presenta todos los martes en la Sala de Situación de la Casa Blanca. Decide
entonces, sin una pizca de justificación legal, quién vivirá y quién morirá. Su
arma de ejecución es el misil Hellfire (fuego infernal) cargado por un avión no
tripulado conocido como "DRON"; estos cuecen sus víctimas y diseminan
con sus restos por la zona. Cada "éxito" está registrado en la
pantalla de una lejana consola denominada "BugSplat".
“En lugar de soldados marchando al paso de la oca, hoy tenemos la aparentemente más inofensiva militarización total de la cultura” – escribió el historiador Norman Pollock. “Y – prosigue – en lugar del líder grandilocuente tenemos a un reformista fallido que trabaja alegremente en la planificación y ejecución de asesinatos sin dejar de sonreír un instante”.
Uniendo el viejo y el nuevo fascismo, tenemos el culto
a la superioridad. "Creo en el excepcionalismo americano con cada fibra de
mi ser", dijo Obama, evocando el fetichismo nacional de la década de 1930.
Como el historiador Alfred W. McCoy ha señalado, fue un devoto de Hitler, Carl
Schmitt, quien dijo: "El soberano es el que decide la excepción."
Esto resume el americanismo, la ideología dominante en el mundo. Que no se haya
reconocido como una ideología depredadora es el logro de un lavado de cerebro
igualmente no reconocido. Insidiosa, no declarada, presentada ingeniosamente
como la iluminación en la marcha, su vanidad insinúa la cultura occidental.
Crecí en una cinematográfica dieta de gloria americana, casi toda ella una
distorsión. No tenía ni idea de que fue el Ejército Rojo el que había destruido
la mayor parte de la maquinaria de guerra nazi, a un costo de hasta 13 millones
de soldados. Por el contrario, las pérdidas estadounidenses, incluyendo en el
Pacífico, fueron 400.000. Hollywood invirtió todo esto.
La diferencia ahora es que el espectador está invitado
a empaparse en la "tragedia"
de los psicópatas estadounidenses que tienen que matar a personas en lugares
distantes - al igual que el propio Presidente los mata. La encarnación de la
violencia de Hollywood, el actor y director Clint Eastwood, fue nominado a un
Oscar este año por su película, 'American Sniper', que trata sobre un asesino
chiflado y con licencia. El New York Times lo describió como un "cuadro
patriótico, pro-familia, que rompió todos los récords de asistencia en sus días
de apertura".
No hay películas heroicas acerca del abrazo de los Estados
Unidos al fascismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos (y Gran
Bretaña) fueron a la guerra contra los griegos que habían luchado heroicamente
contra el nazismo alemán y que resistieron al avance del fascismo griego. En
1967, la CIA ayudó a llevar al poder a una junta militar fascista en Atenas
-como lo hizo en Brasil y la mayor parte de América Latina. A los Alemanes y europeos del este que habían
actuado en connivencia con la agresión nazi y habían sido responsables de crímenes
contra la humanidad, se les dio refugio en los EE.UU.; muchos de los cuales
fueron mimados y sus talentos recompensados. Wernher von Braun fue el
"padre", tanto de la V-2, bomba de terror nazi, y del programa
espacial de Estados Unidos.
En la década de 1990, como las ex Repúblicas Soviéticas,
Europa del Este y los Balcanes se convirtieron en puestos militares de la OTAN,
y en Ucrania, a los herederos de un movimiento nazi se les dio su oportunidad.
Responsable de la muerte de miles de judíos, polacos y rusos durante la
invasión nazi de la Unión Soviética, el fascismo ucraniano fue rehabilitado y
su "nueva ola" aclamada por el verdugo como
"nacionalistas".
Esto llegó a su apogeo en 2014, cuando el gobierno de
Obama gastó 5000 millones de dólares en un golpe de Estado contra el gobierno
electo. Las tropas de choque eran neonazis conocidos como el sector derecho y
Svoboda. Sus líderes son Oleh Tyahnybok, quien ha pedido una purga de la
"mafia judía-moscobita" y "demás escoria", como son los
gays, las feministas y los de la izquierda política.
Estos fascistas están ahora integrados en el gobierno
golpista Kiev. El primer vicepresidente del Parlamento de Ucrania, Andriy
Parubiy, líder del partido de gobierno, es co-fundador de Svoboda. El 14 de
febrero, Parubiy anunció que estaba volando a Washington para conseguir
"que los EE.UU. nos proporcione armas modernas de alta precisión". Si
tiene éxito, será visto como un acto de guerra por parte de Rusia.
Ningún líder occidental ha hablado sobre el
resurgimiento del fascismo en el corazón de Europa - con la excepción de
Vladimir Putin, cuyo pueblo perdido 22 millones merced a una invasión nazi que
llegó a través de la frontera de Ucrania. En la reciente Conferencia de
Seguridad de Munich, el Subsecretario de Estado de Obama, de Asuntos Europeos y
de Eurasia, Victoria Nuland, acusó a los líderes europeos de oponerse a la
entrega de armamento estadounidense al régimen de Kiev. Se refirió a la
ministra de Defensa alemana como "la ministra del derrotismo". Fue
Nuland quién planeó el golpe de Estado en Kiev. La esposa de Robert D. Kagan,
un iluminado líder "neocon" co-fundador del Proyecto de extrema
derecha para un Nuevo Siglo Americano, que fue asesor de política exterior de
Dick Cheney.
El golpe de Nuland no se materializó. La OTAN fue
prevenida de cualquier intento de apoderarse de la histórica y legítima base
naval rusa en Crimea. Mayoritariamente rusa, la población de Crimea —anexada
ilegalmente a Ucrania por Nikita Kruschev en 1954— votó abrumadoramente volver
a Rusia, como ya lo habían hecho en la década de 1990. El referéndum,
voluntario y popular, fue observado a nivel internacional. No hubo invasión.
Al mismo tiempo, el régimen de Kiev se cebó, con la
ferocidad de una limpieza étnica, con la población rusa en el este.
Implementando las milicias neonazis a la manera de las Waffen-SS, bombardearon
y pusieron ciudades y pueblos al asedio. Utilizaron una hambruna masiva como
arma, cortando la electricidad, congelando las cuentas bancarias, suprimiendo
la seguridad social y las pensiones. Más de un millón de refugiados huyeron a
través de la frontera con Rusia. En los medios de comunicación occidentales, se
convirtieron en "gente escapando de la violencia" causada por la
"invasión rusa". El comandante de la OTAN, general Breedlove —cuyo
nombre y acciones podrían haber sido inspirados por el Dr. Strangelove de
Stanley Kubrick— anunció que 40.000 soldados rusos se estaban
"concentrando". En la era de la evidencia forense vía satélite, él no
ofreció ninguna.
Estas personas de habla rusa y bilingüe de Ucrania —un
tercio de la población— han buscado durante mucho tiempo una federación que
refleje la diversidad étnica del país y que sea a la vez autónoma e
independiente de Moscú. La mayoría no son "separatistas", sino
ciudadanos que quieren vivir con seguridad en su patria y que se oponen al
poder instaurado en Kiev. Su rebelión y el establecimiento de
"estados" autónomos son una reacción a los ataques de Kiev a ellos.
Poco de esto se ha explicado al público occidental.
El 2 de mayo de 2014, en Odessa, 41 personas de etnia
rusa fueron quemadas vivas en la sede sindical ante la pasividad de la policía.
El líder del Ala Derecha, Dmytro Yarosh, elogió la masacre como "un
brillante día más de nuestra historia nacional". En los medios de
comunicación estadounidenses y británicos, esto fue publicado como una
"turbia tragedia" resultante de "enfrentamientos" entre
"nacionalistas" (neo-nazis) y "separatistas" (la gente que
recoge firmas para un referéndum sobre una Ucrania federal).
The New York Times enterró la historia, tras haberla
calificado de propaganda rusa las políticas fascistas y antisemitas de los
nuevos clientes de Washington. The Wall Street Journal condenó a las víctimas -
"Fuego mortal en Ucrania, probable causado por los rebeldes, ha dicho el
gobierno". Obama felicitó a la Junta por su "moderación".
Si Putin puede ser provocado para que viniera en su
ayuda, su papel de "paria" pre-concebido por Occidente justificará la
mentira de que Rusia está invadiendo Ucrania. El 29 de enero, el máximo
comandante militar de Ucrania, el general Viktor Muzhemko, casi sin darse
cuenta desestimó la base misma de la argumentación de los Estados Unidos y las
sanciones de la UE sobre Rusia cuando, enfáticamente, declaró en una
conferencia de prensa: "El ejército ucraniano no está luchando contra las
unidades regulares del Ejército ruso" . Había "ciudadanos" que
eran miembros de "grupos armados ilegales", pero no hubo invasión
rusa. Esto no fue noticia. Vadym Prystaiko, viceministro de Relaciones Exteriores
de Kiev, ha llamado a la "guerra a gran escala" contra la Rusia de
las armas nucleares.
El 21 de febrero, el senador estadounidense James
Inhofe, republicano de Oklahoma, presentó un proyecto de ley que autorizaría el
suministro de armas americanas al régimen de Kiev. En su presentación al
Senado, Inhofe utiliza fotografías como prueba de que eran tropas rusas las que invaden Ucrania, fotografías
que durante mucho tiempo han sido utilizadas y que han resultado ser falsas.
Reminiscencia de los cuadros falsos de Ronald Reagan simulando una instalación
soviética en Nicaragua, o las pruebas falsas de Colin Powell ante la ONU
simulando armas de destrucción masiva en Irak.
La intensidad de la campaña de desprestigio desatada en
contra de Rusia y la representación de su presidente como un villano de
pantomima, supera todo cuanto he conocido como periodista. Robert Parry, uno de
los periodistas de investigación más destacados de Estados Unidos, que reveló
el escándalo Irán-Contra, escribió recientemente: "Ningún gobierno europeo,
desde la Alemania de Adolf Hitler, ha tenido a bien enviar tropas de asalto
nazis para hacer la guerra a su propia población, pero el régimen de Kiev lo ha
hecho a sabiendas e intencionadamente. Sin embargo, a través del espectro
mediatico/político de Occidente, ha habido un deliberado esfuerzo de encubrir
esta realidad hasta el punto de ignorar hechos que han sido bien
establecidos... Si usted se pregunta cómo el mundo podría sumergirse en la
tercera guerra mundial -tanto como lo hizo en la guerra mundial hace un siglo-
todo lo que necesita hacer es mirar a la locura sobre Ucrania que ha demostrado
ser impermeable a los hechos y a la razón".
En 1946, el fiscal del Tribunal de Nuremberg declaró a
los medios de comunicación alemanes:. "El uso que los conspiradores nazis
hicieron de la guerra psicológica es bien conocido. Antes de cada gran ataque,
con algunas pocas excepciones basadas en la conveniencia, iniciaron una
calculada campaña de prensa para debilitar a sus víctimas y preparar al pueblo
alemán psicológicamente para el ataque... En el sistema de propaganda del
Estado hitleriano, la prensa diaria y la radio eran las armas más
importantes". En The Guardian el 2 de febrero, Timothy Garton-Ash llama,
en efecto, a una guerra mundial. "Putin debe ser detenido", decía el
titular. "Y a veces sólo las armas pueden parar a las armas."
Reconoció que la amenaza de la guerra podría "nutrir una paranoia rusa de
cerco"; pero que estaba bien. Detalló el equipo militar necesario para el
trabajo e informó a sus lectores de que "Estados Unidos tiene el mejor
kit".
En 2003, Garton-Ash, profesor de Oxford, repite la
propaganda que llevó a la masacre en Irak. Saddam Hussein, escribió Garton-Ash,
"tiene, como [Colin] Powell ha documentado, almacenadas grandes cantidades
de horribles armas químicas y biológicas, y esconde una gran parte de ellas. Él
todavía está tratando de conseguir las nucleares." Alabó a Blair como
"Gladiador intervencionista cristiano-liberal". En 2006, escribió:
"Ahora nos enfrentamos a la próxima gran prueba de Occidente después de
Irak: Irán."
Los arrebatos -o como prefiere Garton-Ash, su
"tortuosa ambivalencia liberal"- no son las típicas de los de la
élite liberal transatlántica que han llegado a un acuerdo fáustico. El Blair
criminal de guerra es su líder perdido. The Guardian, en el que el artículo de
Garton-Ash apareció, publicó un anuncio de página completa para un bombardero
americano indetectable. En una imagen amenazadora del monstruoso Lockheed
Martin podía leerse: "El F-35 GRAN Para Gran Bretaña.". Este
"kit" mericano costará a los contribuyentes británicos 1,3 mil
millones de libras, sus predecesores F-modelo han estado masacrando el mundo.
En sintonía con su publicista, un editorial de The Guardian ha exigido un
aumento en el gasto militar.
Una vez más, hay un serio propósito. Los gobernantes
del mundo quieren Ucrania no sólo como una base de misiles; quieren su
economía. El nuevo ministro de Finanzas de Kiev, Nataliwe Jaresko, es un ex
alto funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos a cargo de la
"inversión" en el extranjero. Se le concedió a toda prisa la
ciudadanía ucraniana. Quieren a Ucrania por su abundante gas. El hijo del
vicepresidente Joe Biden está en la junta de la mayor compañía de petróleo, gas
y fracking de Ucrania. Los fabricantes de semillas transgénicas, empresas como
la infame Monsanto, quieren el rico suelo agrícola de Ucrania.
Por encima de todo, quieren al poderoso vecino de
Ucrania, Rusia. Quieren balcanizar o desmembrar Rusia y explotar la mayor
fuente de gas natural en la tierra. Como se derrite el hielo del Ártico,
quieren el control del Océano Ártico y sus riquezas energéticas y larga
frontera terrestre ártica de Rusia. Su hombre en Moscú solía ser Boris Yeltsin,
un borracho, que entregó la economía de su país a Occidente. Su sucesor, Putin,
ha restablecido Rusia como nación soberana; ese es su crimen.
La responsabilidad de todos nosotros es clara. Consiste
en identificar y exponer las imprudentes mentiras de los belicistas y
evitar toda connivencia con ellos. Si permanecemos en silencio, nuestra derrota
está asegurada, y un holocausto hace señas.
traducido por: Loam