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UNA MENTIRA TAN ENORME COMO LA QUE LANZARON BUSH, BLAIR Y AZNAR, COSTÓ LA VIDA A MÁS DE MEDIO MILLÓN DE INOCENTES EN IRAK |
LOS MÉRITOS DE WIKILEAKS
– Chris Hedges (periodista)
Pregunten a los padres
iraquíes de Sabiha Hamed Salih, de 15 años, y de Ashwaq Hamed
Salih, de 16, que fueron asesinados a balazos en Bagdad el 31 de
julio de 2004, qué piensan de Julian Assange.
Pregúnteles a un hombre
y a sus dos hijas jóvenes que vieron cómo su esposa y su madre eran
masacradas a tiros por Marines de los EE. UU desde un jeep, el 22 de
julio de 2005, qué piensan de Julian Assange.
Pregúnteles a los padres
de Huda Haleem, una niña de 18 años y de Raghad Muhamad Haleem, un
niño de 5, muertos a tiros por soldados estadounidenses el 2 de
junio de 2006, en la provincia iraquí de Diyala, qué piensan de
Julian Assange.
Pregunten a los padres de
un niño de 15 años asesinado a tiros por infantes de marina de los
Estados Unidos en Ramadi, el 10 de agosto de 2006, qué piensan de
Julian Assange.
Pregunten a los familiares
de Ahmed Salam Mohammad, abatido a tiros el 27 de noviembre de 2006,
cuando las tropas estadounidenses dispararon a bocajarro sobre los
asistentes a una boda, cerca de Mosul, qué piensan de Julian
Assange.
Pregunten a las familias
de cientos de personas que murieron a tiros de ametralladoras calibre
50, cuyos autores bromeaban con las tripulaciones del helicóptero
Apache de los EE. UU. desde donde disparaban sobre cualquier civil.
En el este de Bagdad, en
julio de 2007, todavía resuena el eco de los insultos y risas de los
miembros del ejército yanquis, llamando ‘bastardos muertos‘
a los cadáveres de civiles, diciendo “¡sigue disparando, sigue
disparando!”, perpetrando una masacre que incluyó a dos
periodistas de Reuters, Namir Noor-Eldeen y Saeed Chmagh. Pregunten
qué piensan de Julian Assange.
Pregúntenles a Sajad
Mutashar, de 10 años de edad, y a su hermana Doaha, de 5, ambos
heridos, cuyo padre de 43 años de edad, Saleh, murió mientras
intentaba ayudar a una de las víctimas en las calles de Bagdad, lo
que piensan de Julian Assange.
Ninguno de estos crímenes
de guerra y miles más, cometidos por los mercenarios del ejército
de los Estados Unidos, fueron jamás investigados, pero al menos se
hicieron públicos gracias a Julian Assange, Chelsea Manning y
WikiLeaks.
Ese es el papel de los
periodistas: dar voz a aquellos que sin nosotros no la tendrían,
pedir cuentas a los poderosos, reclamar justicia para los olvidados y
demonizados, decir la verdad con objetividad y rigor.
Durante la última
década, hemos observado que la libertad de prensa y la protección
legal de quienes denuncian los abusos y las mentiras del gobierno han
sido eliminados por la vigilancia general del gobierno y la
criminalización de las filtraciones o con la persecución de Julian
por la publicación de estos secretos.
La prensa ha sido en gran
parte castrada en los Estados Unidos. El reiterado uso de la Ley de
Espionaje, especialmente bajo la administración de Obama, para
acusar y sentenciar a quienes denuncian estas salvajadas, busca
anular nuestra capacidad para desvelar el siniestro funcionamiento
interno del poder y del imperio estadounidense.
Los funcionarios
gubernamentales con un gramo de conciencia, sabiendo que todas las
comunicaciones están siendo monitoreadas, capturadas y almacenadas
por las agencias de inteligencia, están demasiado apabulladas para
informar a los periodistas.
La última línea de
defensa recae en aquellos con ciertas habilidades, que les permiten
escudriñar en las cloacas del ejército, del departamento de
seguridad, pero con el coraje de hacer públicas esas aberraciones
criminales que revelaron personas como Edward Snowden, Chelsea
Manning y Jeremy Hammond, que ahora cumplen años de prisión en los
Estados Unidos por piratear a la empresa de seguridad privada
Strategic Forecasting Inc., o Stratfor, con sede en Texas.
El precio de la
resistencia es alto, no solo para ellos, sino también para aquellos
que, como Julian, se decidieron a publicar estas informaciones
secretas. Como Sarah Harrison ha señalado: “Esta es nuestra
información, nuestra historia. Tendremos que luchar para revelarla a
todo el mundo”.
Su arresto final difumina
los conceptos de estado de derecho y libertad de expresión en Gran
Bretaña, como en EEUU o Ecuador.
Las ilegalidades llevadas
a cabo por los gobiernos ecuatoriano, británico y estadounidense en
la detención de Julian, hace ya dos meses, en la Embajada de Ecuador
en Londres son siniestras.
Presagian un mundo donde
las administraciones de gobiernos que se dicen democráticos, cometen
abusos, difunden mentiras y silencian los crímenes, especialmente los
crímenes de guerra llevados a cabo por la élite gobernante global,
esperando que nunca sean de conocimiento público.
Presagian un mundo en el
que aquellos con el coraje y la integridad para exponer el abuso de
poder, sin importar su nacionalidad, sean perseguidos en todos los
continentes y arrestados, torturados, sometidos a juicios falsos y
condenados a cadena perpetua.
Presagian una distopía
orwelliana donde el periodismo está prohibido y reemplazado por la
propaganda, las trivialidades, el presunto entretenimiento y
adoctrinamiento para que odiemos a los demonizados como si de
terribles enemigos se tratara.
El arresto de Julian
Assange marca el inicio oficial del totalitarismo corporativo y la
constante vigilancia estatal, la destrucción del estado de derecho,
que es lo que estamos presenciando, que parece dar paso y vía libre
a un estado autoritario o totalitario.
Otra señal de que el
nudo se está apretando, lo demuestra el hecho de que las oficinas de
la Australian Broadcasting Corp., la emisora nacional del país,
fueron allanadas por la policía federal la pasada semana.
La redada se llevó a
cabo porque la emisora había divulgado relatos detallados de las
fuerzas especiales australianas en Afganistán, que habían asesinado
a decenas de personas desarmadas, incluidos niños.
Esta bestialidad,
protagonizada por soldados australianos, fue revelada en parte
gracias a una filtración de cientos de documentos militares
clasificados. La redada y la búsqueda de estos informes por parte de
la policía, requisando todo el material, miles de archivos y correos
electrónicos, forma parte de una política para arrestar y
encarcelar a toda aquella persona que se atreva a hacer públicas
esta clase de crímenes.
Cambiamos de país. ¿Bajo
qué ley el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, anuló
caprichosamente los derechos de asilo de Julian como refugiado
político?
¿Bajo qué ley autorizó
Moreno a la policía británica para irrumpir en la Embajada de
Ecuador, territorio soberano, y arrestar a un ciudadano que ya había
sido nacionalizado ecuatoriano?
¿Bajo qué ley la
Primera Ministra, Theresa May, ordenó a la policía británica
capturar a Julian, que no ha cometido un crimen?
¿Bajo qué ley exige
Donald Trump la extradición de Julian, que no es ciudadano
estadounidense y cuya plataforma de noticias no tiene su sede en los
Estados Unidos?
La tortura psicológica
que está padeciendo Assange, documentada por el relator especial de
las Naciones Unidas sobre la tortura y los malos tratos, Nils Melzer,
refleja la ruptura del disidente Winston Smith al final de la novela
‘1984’.
Se dice que la Gestapo
rompía los huesos y que en el Este la policía secreta, la Stasi, rompía las almas. Hoy, el neoliberalismo ha refinado las
formas más crudas de tortura de la Gestapo. Rompen almas y cuerpos.
Es más efectivo.
Esta es la razón por la
que Julian, cuya salud física y psicológica sufre grave deterioro,
ha sido trasladado a un hospital penitenciario. Todos podemos ser
llevados a la temida 'Habitación 101' de George Orwell para que
seamos obedientes e inofensivos.
Estas “medidas
administrativas especiales” (podemos estar seguros de que hay
agentes de inteligencia estadounidenses que asisten a los británicos
en la tortura psicológica de Julian), han destruido a miles de
detenidos en todo el mundo.
Estas “técnicas”,
incluido el confinamiento solitario prolongado, son la forma básica
de control en las cárceles de máxima seguridad en los Estados
Unidos, donde el estado corporativo hace la guerra a su clase más
oprimida y políticamente aguda: los afroamericanos.
Ha habido una campaña de
difamación coordinada contra Julian por parte de nuestra esta
Policía del Pensamiento, amplificada por las mismas organizaciones
de medios que publicaron el material de WikiLeaks.
La campaña se detalló
en un documento filtrado por el Pentágono, preparado por la
Subdivisión de Evaluación de Contrainteligencia Cibernética, con
fecha 8 de marzo de 2008. El documento pedía erradicar el
“sentimiento de confianza” que provocaba en la red
WikiLeaks y destruir así la reputación de Julian.
Esta demonización del
personaje fue defendida incluso por la dirección del Partido
Demócrata de los EEUU, después de que WikiLeaks publicara 70,000
correos electrónicos pirateados, copiados de las cuentas de John
Podesta, presidente de la campaña de Hillary Clinton.
Los correos electrónicos
de este funcionario revelaron la donación de millones de dólares de
Arabia Saudita y Qatar, dos de los principales financieros del grupo
terrorista ISIS (Daesh) o Estado Islámico, a la Fundación Clinton.
Se supo que Goldman Sachs
pagó a Hillary Clinton 657,000 dólares a cambio de algunas charlas;
una suma tan grande que solo puede considerarse como un soborno que
dejaba a la candidata como una esclava bien pagada.
Hillary se vio atrapada
entre correos electrónicos, en los que decía, por ejemplo, a las
élites financieras, que quería 'comercio abierto y fronteras
abiertas' y que creía que los ejecutivos de Wall Street estaban
mejor posicionados para administrar la economía que el propio
gobierno, una declaración que contradecía sus declaraciones de
campaña.
Estos mensajes revelaban
los esfuerzos de la campaña de Clinton para influir en las primarias
republicanas e impedir que Trump fuera el candidato republicano,
expusieron a Clinton como la principal arquitecta de la guerra en
Libia, una invasión que, en su opinión, fortalecería en el futuro
su credibilidad como candidata del partido demócrata.
WikiLeaks ha hecho un
trabajo inmenso al exponer los abusos de poder y crímenes del
Imperio Americano, una labor más eficaz y valiosa que la de
cualquier otra agencia de noticias de ámbito global.
Además de los registros
de guerra y los correos electrónicos de Podesta, hizo públicas las
herramientas de piratería utilizadas por la CIA y la Agencia de
Seguridad Nacional, así como la injerencia de ambas organizaciones
en los comicios de decenas de naciones, incluso en las elecciones
francesas.
Wikileaks divulgó la
conspiración interna contra el líder del Partido Laborista
británico, Jeremy Corbyn, por los miembros laboristas del
Parlamento. Intervino, para salvar a Snowden de la extradición a los
Estados Unidos al ayudarlo a volar desde Hong Kong a Moscú, después
de hacer pública la vigilancia generalizada sobre todos los
habitantes y residentes en los EEUU, por parte de aquellas agencias
de inteligencia.
Las filtraciones de
Snowden también revelaron que Julian estaba en la ‘lista de
objetivos de caza‘ de Washington y la Casa Blanca.
Hoy, debemos construir
movimientos populares para obligar al gobierno británico a detener
la extradición y el linchamiento judicial de Julián.
Debemos construir
movimientos populares para obligar al gobierno australiano a
intervenir en defensa de Julián.
Debemos construir
movimientos populares para reclamar la democracia y el estado de
derecho.
Si Julian es extraditado
y juzgado, creará un precedente legal que pondrá fin a la capacidad
de la prensa, que debe proclamar a Trump como “enemigo de la
democracia”.
Debemos continuar
denunciando los crímenes de guerra y a sus financieros, la
persecución de disidentes, minorías e inmigrantes, el saqueo del
ecosistema y el despiadado empobrecimiento de los trabajadores/as, el
creciente lucro de las corporaciones que solo buscan consolidar el
control total del poder.