The
Unz Review
– 22/10/2023
Traducción del inglés:
Arrezafe
Estoy cansado de leer que
Netanyahu es un psicópata. Ciertamente no lo es. No veo ninguna
razón para considerarlo a él, o a cualquier otro líder israelí,
psicópatas en el sentido psiquiátrico. Tienen una psicopatía
colectiva, que es una cosa muy diferente.
La
diferencia es la misma que entre una neurosis personal y una neurosis
colectiva. Según Freud, la religión (y se refería al cristianismo)
es una neurosis colectiva. Freud no quiso decir que las personas
religiosas sean neuróticas. Por el contrario, observó que la
neurosis colectiva tiende a inmunizar a las personas religiosas
contra la neurosis personal.[1] No suscribo la teoría de Freud, sólo
necesito su respaldo para presentar mi propia teoría: los sionistas,
incluso los más sanguinarios de ellos, no son psicópatas
individuales; muchos de ellos son personas amorosas e incluso
abnegadas dentro de su propia comunidad. Más bien, son los vectores
de una psicopatía colectiva, lo que significa una forma especial
(podríamos llamarla inhumana) mediante la cual ven e interactúan
colectivamente con otras comunidades humanas.
Este es un punto crucial,
sin el cual nunca podremos entender a Israel. Llamar psicópatas a
sus líderes no ayuda. Lo que necesitamos es reconocer a Israel como
un psicópata colectivo y estudiar el origen de este carácter
nacional único. Es una cuestión de supervivencia para el mundo, así
como es una cuestión de supervivencia para cualquier grupo reconocer
al psicópata entre ellos y comprender sus patrones de pensamiento y
comportamiento.
¿Qué es un
psicópata?
La
psicopatía es un síndrome de rasgos psicológicos clasificados
entre los trastornos de la personalidad. El psicólogo canadiense
Robert Hare, a raíz de La
máscara de la cordura
(1941) de Hervey Cleckley, ha definido sus criterios de diagnóstico
sobre la base de un modelo cognitivo que ahora se adopta ampliamente,
aunque algunos psiquiatras prefieren el término "sociopatía"
porque realmente tiene que ver con la incapacidad de socializar de
una manera genuina.[2] En un esfuerzo por lograr que todos estén de
acuerdo, el Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
ha sugerido "trastorno de personalidad antisocial"; pero el
término "psicopatía" sigue siendo el más popular y sólo por
esa razón lo adoptaré.
El rasgo más
característico del psicópata es una ausencia total de empatía y,
como resultado, de inhibición moral a la hora de dañar a otros,
combinada con una sed de poder. La psicopatía también comparte
algunos rasgos con el narcisismo: los psicópatas tienen una gran
visión de su propia importancia. En su opinión, todo se les debe
porque son excepcionales. Nunca se equivocan y los fracasos siempre
son culpa de los demás.
La verdad no tiene ningún
valor para el psicópata; la verdad es aquello que le conviene en un
momento dado. Es un mentiroso patológico, pero apenas se da cuenta.
Mentir es tan natural para él que la cuestión de su “sinceridad”
es casi irrelevante: el psicópata vence al detector de mentiras.
El psicópata sólo
siente emociones muy superficiales y no tiene sentimientos reales por
nadie, pero ha desarrollado una gran habilidad para engañar. Puede
ser encantador hasta el punto de ser carismático. No puede sentir
empatía, pero aprende a simularla. Su poder es su extraordinaria
habilidad para fingir, engañar, atrapar y capturar. Aunque él mismo
está inmunizado contra la culpa, se convierte en un maestro en hacer
sentir culpables a los demás.
Como el psicópata es
incapaz de ponerse en el lugar de nadie más, no puede observarse a
sí mismo de forma crítica. Confiado en que tiene derecho a
cualquier circunstancia, está genuinamente sorprendido por el rencor
de sus víctimas y las castigará por ello. Si roba la propiedad de
alguien, considerará el resentimiento de los despojados como un odio
irracional.
Aunque
se pueda considerar que el psicópata está completamente loco, no lo
está en el sentido médico, ya que no sufre; los psicópatas no
visitan a los psiquiatras a menos que se vean obligados a hacerlo. En
cierto sentido, el psicópata está demasiado adaptado a la vida
social, si el objetivo de la vida social es sobrevivir
individualmente. Por eso el verdadero misterio, desde el punto de
vista darwiniano, no es la existencia de psicópatas, sino su baja
proporción en la población.
La estimación mínima
más optimista en la población occidental es del 1 por ciento. No
deben confundirse con el proverbial 1 por ciento que posee la mitad
de la riqueza mundial, aunque un estudio entre altos ejecutivos de
grandes empresas ha demostrado que los rasgos psicopáticos están
muy extendidos entre ellos.[3]
Israel como estado
psicopático
El
hecho de que los judíos estén hoy desproporcionadamente
representados entre la élite (son la mitad de los multimillonarios
estadounidenses, mientras que representan sólo el 2,4% de la
población)[4], no significa tampoco que la psicopatía sea más
frecuente entre los judíos. En cierto modo, ocurre todo lo
contrario: los judíos demuestran entre ellos un alto grado de
empatía, o al menos de solidaridad, a menudo hasta el punto del
autosacrificio. Pero la naturaleza selectiva de esta empatía sugiere
que está dirigida menos a la humanidad de los demás que a su propio
judaísmo.
De hecho, los judíos
tienden a confundir judaísmo y humanidad. Entonces, lo que es bueno
para los judíos necesariamente debe ser bueno para la humanidad. Por
el contrario, un crimen contra los judíos es un "crimen contra la
humanidad", un concepto creado por ellos en 1945. Confundir el
judaísmo con la humanidad es un signo de narcisismo colectivo, pero
cuando se llega a considerar a los no judíos como menos que humanos,
se convierte en un signo de psicopatía colectiva.
Colectivamente, los
judíos se consideran inocentes de los cargos que se les imputan. Es
por eso que el médico pionero sionista Leo Pinsker consideraba la
judeofobia como "una aberración psíquica. Como aberración
psíquica hereditaria y como una enfermedad incurable transmitida
durante dos mil años". En consecuencia, los judíos son "el
pueblo elegido para el odio universal" (incluso los judíos ateos
no pueden evitar definir el judaísmo como elegido).[5]
Israel,
el Estado judío, es el psicópata entre las naciones. Actúa hacia
las demás naciones de la misma manera que un psicópata actúa hacia
sus semejantes. "Sólo los psiquiatras pueden explicar el
comportamiento de Israel", escribió el periodista israelí
Gideon Levy en Haaretz
en 2010. Sin embargo, su diagnóstico, que incluía "paranoia,
esquizofrenia y megalomanía"[6], está equivocado. Considerando
la absoluta creencia de Israel en su superioridad moral, la
deshumanización de los palestinos y su extraordinaria capacidad para
mentir y manipular, estamos ante un psicópata.
Al
establecer un paralelo entre la psicopatía y la actitud de Israel,
no culpo a los israelíes ni a los judíos como individuos. Forman
parte de esta psicopatía colectiva sólo en la medida en que se
someten a la ideología nacional. Podemos establecer una comparación
con otro tipo de entidad colectiva. En The
Corporation: The Pathological Pursuit of Profit and Power [La
Corporación: La patológica búsqueda de lucro y poder],
Joel Bakan señaló que las grandes empresas se comportan como
psicópatas, insensibles al sufrimiento de aquellos a quienes
aplastan en su búsqueda de ganancias: "El comportamiento
corporativo es muy similar al de un psicópata"[7]. Mi análisis de
Israel se basa en el mismo razonamiento. Excepto que Israel es mucho
más peligroso que cualquier empresa gigante (incluida Pfizer),
porque la ideología que causa su trastorno de personalidad es mucho
más demente que la ideología liberal, social-darwiniana, que
gobierna el Mercado de Valores. La ideología de Israel es bíblica.
El virus bíblico
La psicopatía colectiva
de Israel no es genética, es cultural, pero se formó en tiempos muy
antiguos, por lo que está incrustada en el subconsciente ancestral
(sea lo que sea): en última instancia proviene del celoso dios
inventado por los levitas para controlar a las hambrientas tribus
lanzadas a la conquista de Palestina hace unos tres mil años. Por
nacimiento, Israel es la nación del dios psicópata.
Yahvé, "el dios de Israel", es un dios volcán enojado y solitario que
manifiesta hacia todos los demás dioses un odio implacable,
considerándolos finalmente como no dioses, erigiéndose a sí mismo,
de facto, en único dios verdadero. Esto lo caracteriza claramente
como un psicópata entre dioses. Por el contrario, para los egipcios,
según el egiptólogo alemán Jan Assmann, "los dioses son seres
sociales" y la armonía entre ellos garantiza la armonía en el
cosmos[8]. Además, existía cierto grado de relación entre los
mausoleos de diversas civilizaciones. Pero Yahvé enseñó a los
hebreos a despreciar las deidades de sus vecinos, convirtiéndolas, a
los ojos de estos vecinos, en una amenaza para el orden cósmico y
social. Yahvé es esencialmente, según Assmann, un dios teoclástico: "Debéis destruir por completo todos aquellos lugares donde las
naciones que expoliáis han servido a sus dioses, en las altas
montañas, en las colinas, bajo cualquier árbol frondoso;
derribaréis sus altares, derribaréis sus piedras sagradas,
quemaréis sus obeliscos sagrados, cortaréis en pedazos las estatuas
de sus dioses y borraréis sus nombres del lugar". (Deuteronomio
12:2-3).
Puede
que Yahvé sea un personaje de ficción, pero su dominio sobre la
mente judía es, no obstante, real. "¡Apelar a un padre demente y
violento,
y durante tres mil años, eso es ser un judío loco!"[9] dice
Smilesburger en Operación
Shylock
de Philip Roth. Yahvé ha enseñado a los judíos a mantenerse
estrictamente separados de las demás personas. Las prohibiciones
alimentarias sirven para impedir toda socialización fuera de la
tribu: "Yo os apartaré de todos estos pueblos, para que seáis
míos" (Levítico 20:26).
La naturaleza del pacto
no es moral. El único criterio para obtener la aprobación de Yahvé
es la obediencia ciega a sus leyes y mandamientos arbitrarios. Matar
a traición a cientos de profetas de Baal es bueno, porque es la
voluntad de Yahvé (1 Reyes 18). Mostrar misericordia al rey de los
amalecitas es
malo, porque cuando Yahweh dicta que "maten a todos", quiere
decir "a todos" (1 Samuel 15). En la historiografía bíblica, el
destino del pueblo judío depende de que siga las órdenes de Yahvé,
por demenciales que sean. Como bien dijo Kevin MacDonald:
La idea de que el
sufrimiento judío es el resultado de la desviación de los judíos
de su propia ley se reproduce casi como un incesante redoble de
tambor a lo largo del Tanaj:
un recordatorio constante de que la persecución de los judíos no es
resultado de su comportamiento frente a los gentiles, sino más bien
el resultado de su comportamiento frente a Dios.[10]
Si los judíos observan
el mandato de Yahvé de alejarse del resto de la humanidad, a cambio,
Yahvé promete hacerlos gobernar sobre la humanidad: "seguir sus
caminos, guardar sus estatutos, sus mandamientos, sus costumbres y
escuchar su voz", y Yahvé "os elevará por encima de cualquier
otra nación que haya creado"; "Harás a muchas naciones tus
súbditos, pero tú no estarás sujeto a ninguna" (Deuteronomio
26:17-19 y 28:12). En realidad, esto suena muy parecido al pacto que
Satanás le propuso a Jesús: "el diablo le mostró todos los
reinos del mundo y su esplendor. Y él le dijo: 'Todo esto te daré,
si te postras a mis pies y me honras' " (Mateo 4:8-9).
Si
Israel acata escrupulosamente la Ley, Yahvé promete someter a todas
las naciones al dominio de Israel y destruir a aquellas que se
resistan. "Los reyes caerán postrados ante ti y, rostro en tierra,
lamerán el polvo de tus pies", mientras que "las naciones y
reinos que no te sirvan, perecerán" (Isaías 49:23 y 60:12). Las
naciones deben reconocer la soberanía de Israel o ser destruidas.
Yahweh le dijo a Israel que había identificado "siete naciones más
grandes y más fuertes que tú", que "debes poner bajo maldición
de destrucción" y no "mostrarles piedad ninguna". En cuanto a
sus reyes, "borrarás sus nombres bajo el cielo" (Deuteronomio
7:1-2, 24).
El
código de guerra de Deuteronomio 20 ordena exterminar "cualquier
ser viviente" en las ciudades conquistadas de Canaán. En la
práctica, la norma se extiende a todos los pueblos que resisten a
los israelitas en su conquista. Fue aplicado por Moisés a los
madianitas, aunque en este caso Yahvé permitió que sus guerreros se
quedaran con las jóvenes vírgenes (Números 31). Dicha norma fue
aplicada por Josué a la ciudad cananea de Jericó, donde los
israelitas "impusieron la maldición de destrucción sobre todos
los habitantes de la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos,
incluidos los bueyes, las ovejas y los asnos, matándolos a todos" ( Josué 6:21). En la ciudad de Ai,
todos sus habitantes, doce mil, fueron masacrados, "hasta que no
quedó ninguno con vida ni nadie que pudiera huir. … Cuando Israel
terminó de matar a todos los habitantes de Ai, en el campo y en el
desierto hasta donde los habían perseguido, y cuando todos cayeron a
espada, Israel regresó a Ai y masacró a los que quedaban". Las
mujeres no se salvaron. "E Israel tomó como botín sólo el ganado
y esta ciudad" (Josué 8:22-27). Luego vinieron las ciudades de
Maceda, Libna, Laquis, Eglón, Hebrón, Debir y Hazor. En toda la
tierra, Josué "no dejó sobreviviente alguno y puso a todo ser
viviente bajo maldición de destrucción, como Yahvé, dios de
Israel, había ordenado" (10:40).
Como escribió Avigail
Abarbanel en Por qué dejé el culto, los ocupantes sionistas
de Palestina "han estado siguiendo estrictamente a Josué y el
dictado bíblico de entrar y apropiarse de todo. … Para un
movimiento supuestamente no religioso, es extraordinario cuán
estrechamente el sionismo… ha seguido la Biblia"[11]. Kim
Chernin, otro disidente israelí, escribió en Los siete pilares
de la negación judía: "No puedo contar el número de veces
que leí la historia de Josué, la historia de cómo nuestro pueblo
tomó posesión legítima de su tierra prometida sin detenerme a
pensar, 'pero, esta es la historia de la violación, saqueo, matanza,
invasión y destrucción de otros pueblos' "[12].
Yahweh ofrece sólo dos
caminos posibles a Israel: la dominación de otras naciones, si
Israel mantiene el pacto de segregación ordenado por Yahweh, o la
aniquilación por parte de estas mismas naciones, si Israel rompe el
pacto:
"Si entablas amistad
con el resto de las naciones que aún viven junto a ti, si emparentas
con ellas, si te mezclas con ellas y ellas contigo, entonces debes
saber con certeza que Yahweh, tu dios, dejará de desposeer a estas
naciones para ti, y serán por ti y para ti un lazo y una trampa,
espinas en tus costados y abrojos en tus ojos, hasta que desaparezcas
de esta hermosa tierra que te ha dado Jehová tu dios". (Josué
23:12-14)
Desposeer a otros o ser
desposeído, dominar o ser exterminado: Israel es incapaz de pensar
más allá de dicha alternativa.
El sionismo es bíblico
¿Qué tiene esto que ver
con el sionismo, te preguntarás? ¿No es el sionismo una ideología
secular? Creo que ya es hora de disipar este malentendido. El
sionismo es un producto del judaísmo, y el judaísmo tiene sus
raíces en la Biblia hebrea, el Tanaj. Ya sea que la haya leído o
no, ya sea que la juzgue histórica o mítica, todo judío, en última
instancia, basa su judaísmo en la Biblia, o en cualquier cosa que
sepa sobre la Biblia. El judaísmo es la interiorización del dios
psicópata. No hay mucha diferencia entre que los judíos definan su
judaísmo en términos religiosos o étnicos. Desde un punto de vista
religioso, la Biblia preserva la memoria y la esencia de la Alianza
con Dios, mientras que desde un punto de vista secular, la Biblia es
la narrativa fundacional del pueblo judío y el modelo mediante el
cual los judíos interpretan toda su historia posterior (la
Dispersión, el Holocausto, el renacimiento de Israel, etc.).
Es
cierto que Theodor Herzl, el profeta del sionismo político, no se
inspiró en la Biblia. Sin embargo, denominó a su ideología
sionismo, utilizando el nombre bíblico de Jerusalén. En cuanto a
los sionistas post-Herzl, y a los verdaderos fundadores del moderno
Estado de Israel, estaban empapados de la Biblia. "La Biblia es
nuestro mandato", declaró Jaim Weizmann en 1919, y en 1948 ofreció
a Truman un rollo de la Torá por su reconocimiento de Israel. Así
comienza la Declaración
del Establecimiento del Estado de Israel:
ERETZ-ISRAEL [(en hebreo)
– la Tierra de Israel, Palestina] fue el lugar de nacimiento del
pueblo judío. Aquí se formó su identidad espiritual, religiosa y
política. Aquí alcanzaron por primera vez la condición de Estado,
crearon valores culturales de importancia nacional y universal y
dieron al mundo el eterno Libro de los Libros.
No hay duda de que el
Estado de Israel se fundó sobre la base de la manifestación
bíblica.
David Ben-Gurion, autor
de este documento y padre de la nación, tenía una visión bíblica
del pueblo judío. Para él, según su biógrafo Dan Kurzman, el
renacimiento de Israel en 1948 “fue paralelismo del éxodo de
Egipto, la conquista de la tierra por Josué, la revuelta macabea”.
Ben-Gurion nunca había estado en una sinagoga y desayunaba carne de
cerdo, pero estaba empapado de la historia bíblica. "No puede
haber una educación política o militar valiosa sobre Israel sin un
conocimiento profundo de la Biblia", solía decir[13]. Tom Segev
escribe en su biografía más reciente:
Patrocinó una clase de
estudio bíblico en su casa y promovió dos conceptos para
caracterizar el carácter moral del Estado de Israel, de su destino y
del deber para consigo mismo y el mundo: el primero fue "pueblo
elegido", término proveniente del pacto entre Dios y el pueblo de
Israel (Éxodo 19:5-6); el segundo fue el compromiso del pueblo judío
con los principios de justicia y paz que lo convierten en una "luz
para las naciones", en el espíritu de los profetas (Isaías 49:6).
Con frecuencia hablaba y escribía sobre estos conceptos.[14]
La mentalidad bíblica de
Ben-Gurion se hizo cada vez más evidente a medida que envejecía.
Consideremos, por ejemplo, el hecho de que, mientras rogaba a Kennedy
que permitiera a su pueblo poseer la bomba [atómica] porque los
egipcios querían exterminarlos (como lo habían hecho bajo Moisés),
profetizó en la revista Look (16 de enero de 1962) que dentro de 25
años Jerusalén "será la sede del Tribunal Supremo de la
Humanidad, para resolver todas las controversias entre los
continentes federados, como profetizó Isaías"[15]. Ben-Gurión
no estaba loco, simplemente pensaba bíblicamente.
Casi
todos los líderes israelíes de la generación de Ben-Gurion y de la
siguiente comparten la misma mentalidad bíblica. Moshe Dayan, el
héroe militar de la Guerra de los Seis Días de 1967, justificó la
anexión de un nuevo territorio en un libro titulado Viviendo
con la Biblia
(1978). Naftali
Bennett,
siendo ministro israelí de Educación, también justificó
la anexión de Cisjordania mediante la Biblia.[16]
Los
sionistas pueden encontrar en la Biblia todas las justificaciones
necesarias:
para Gaza, tienen "Jueces 1:18-19": "Y
Judá tomó Gaza con su territorio... Ahora Yahvé estaba con Judá,
y tomaron posesión de la región montañosa". Ahora hay
abiertamente fanáticos de la Biblia en el gobierno israelí, como el
Ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir, que pregona citas
bíblicas todos los días".
“Dios
dio la tierra de Israel al pueblo
judío”
es el alfa y la omega del sionismo, no sólo para los israelíes,
sino para los cristianos que, desde 1917, han apoyado el reclamo
judío y hoy apoyan a Israel.
Incluso más que
Ben-Gurion, Benjamín Netanyahu piensa bíblicamente, y esto se
vuelve cada vez más claro a medida que envejece. También sabe que
los cristianos no pueden argumentar seriamente contra la
manifestación bíblica. El 3 de marzo de 2015, dramatizó ante el
Congreso estadounidense su fobia a Irán refiriéndose al libro
bíblico de Ester:
Somos un pueblo antiguo.
En nuestros casi 4.000 años de historia, muchos han intentado
repetidamente destruir al pueblo judío. Mañana por la noche, en la
festividad judía de Purim, leeremos el libro de Ester. Leeremos
sobre un poderoso virrey persa llamado Amán, que conspiró para
destruir al pueblo judío hace unos 2.500 años. Pero una valiente
mujer judía, la reina Ester, expuso el complot y dio al pueblo judío
el derecho de defenderse contra sus enemigos. El complot fue
frustrado. Nuestro pueblo fue salvado. Hoy el pueblo judío se
enfrenta a otro intento de otro potentado persa de destruirnos.[17]
Netanyahu
programó su discurso en vísperas de Purim, que celebra el final
feliz del Libro de Ester: la matanza de 75.000 hombres, mujeres y
niños persas. En 2019, Netanyahu pronunció estas
palabras
durante una gira por Cisjordania: "Creo en el libro de los libros y
lo leo como una llamada a la acción, para que cada generación haga
lo que pueda a fin de garantizar la eternidad de Israel". La Biblia
ocupa una parte tan grande de su cerebro que quiere ¡poner
una Biblia en la Luna!
Así
que, por favor, dejen de llamar psicópata a Netanyahu. O al menos
llámenlo psicópata bíblico, un adorador del dios psicópata. Y de
paso, aprenda a ver la Biblia hebrea tal cuál es: "una
conspiración contra el resto del mundo", como dijo HG Wells. En
los libros de la Biblia, "tienen la conspiración clara y
llanamente expuesta… una conspiración agresiva y vengativa. … No
es tolerancia, sino estupidez cerrar los ojos a su carácter".[18]
Notas
[1]
Freud desarrolló esta teoría en tres libros: Tótem
y tabú, Civilización y sus descontentos
y El
futuro de una ilusión.
[2]
Robert Hare, Sin
conciencia: El inquietante mundo de los psicópatas entre nosotros,
The Guilford Press, 1993.
[3]
Paul Babiak y Robert Hare, Serpientes
con traje: cuando los psicópatas van a trabajar,
HarperCollins, 2007.
[4]
Benjamin Ginsberg, El
abrazo fatal: los judíos y el Estado,
University of Chicago Press, 1993; JJ Goldberg, Poder
judío: dentro del establishment judío estadounidense,
Basic Books, 1997.
[5]
Leon Pinsker, Autoemancipación: un llamamiento a su pueblo por un
judío ruso, 1882, en
www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/Zionism/pinsker.html
[6]
Gideon Levy, “Sólo los psiquiatras pueden explicar el
comportamiento de Israel”, Haaretz,
10 de enero de 2010,
www.haaretz.com/print-edition/opinion/only-psychiatrists-can-explain-israel-s-behavior-1.261115
[7]
Joel Bakan, The
Corporation: The Pathological Pursuit of Profit and Power,
Free Press, 2005. Vea también el documental del mismo título.
[8]
Jan Assmann, De
Dios y los dioses: Egipto, Israel y el auge del monoteísmo,
University of Wisconsin Press, 2008, pág. 47.
[9]
Philip Roth, Operación Shylock: Una
confesión,
Simon & Schuster, 1993, p. 110.
[10]
Kevin MacDonald, La
separación y sus descontentos: hacia una teoría evolutiva del
antisemitismo,
Praeger, 1998, kindle 2013, kindle l. 6187–89.
[11]
Avigail Abarbanel, “Por qué dejé el culto”, 8 de octubre de
2016, en https://mondoweiss.net/author/avigail/
[12]
Kim Chernin, “The Seven Pillars of Jewish Denial”, Tikkun
, septiembre de 2002, citado en Kevin MacDonald, Cultural
Insurrections: Essays on Western Civilization, Jewish Influence, and
Anti-Semitism,
Occidental Press, 2007, págs. 27 -28.
[13]
Dan Kurzman, Ben-Gurion, Profeta
del fuego,
Touchstone, 1983, págs. 17–18, 22, 26–28.
[14]
Tom Segev, Un Estado a cualquier precio: La vida de David Ben-Gurion,
Apollo, 2019, kindle l. 286.
[15]
David Ben-Gurion y Amram Ducovny, David
Ben-Gurion, En sus propias palabras ,
Fleet Press Corp., 1969, pág. 116.
[16]
“Ministro israelí: La Biblia dice que Cisjordania es nuestra” en
www.youtube.com/watch?v=Png17wB_omA
[17]
“La transcripción completa del discurso de Netanyahu ante el
Congreso”, en www.washingtonpost.com.
[18]
Herbert George Wells, El
destino del Homo Sapiens,
1939 (archive.org), pág. 128.
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