DD Geopolitics – 17/08/2024
Traducción del inglés: Arrezafe
La marcha hacia la muerte del ejército ucraniano
El 5 de agosto de 2024, el ejército ucraniano invadió el territorio ruso enviando miles de tropas a través de la frontera en la región de Kursk. En un eco histórico tan notable que solo puede ser intencional, en este mismo campo de batalla fue donde el Ejército Rojo (con más de 7 millones de ucranianos en sus filas) asestó el golpe decisivo a los nazis en 1943.
En lo que terminó siendo una de las mayores batallas jamás libradas, millones de soldados y miles de tanques se enfrentaron en las mismas tierras bajas y colinas que hoy en día son escenario de combates. Las bajas totales en un mes de combates fueron de entre 1 y 3 millones de soldados muertos, capturados y heridos. Aunque las pérdidas soviéticas fueron cuantiosas, las alemanas fueron fatales. El Grupo Central del ejército nazi quedó destruido de forma irreversible y el Ejército Rojo recuperó la iniciativa tras asestar un golpe decisivo al invasor nazi.
"Con el fracaso de Zitadelle sufrimos una derrota decisiva. Las formaciones blindadas, reformadas y reequipadas con tanto esfuerzo, habían perdido mucho personal y equipo y en adelante no podrían emplearse durante mucho tiempo. Era problemático si podrían ser rehabilitadas a tiempo para defender el Frente Oriental... No hace falta decir que [los soviéticos] explotaron al máximo su victoria. No habría más períodos de calma en el Frente Oriental. A partir de ese momento, el enemigo tenía indiscutiblemente la iniciativa". General Heinz Guderian.
Los nazis llamaron a su operación Zitadelle (Ciudadela) y los soviéticos la llamaron Operación Ofensiva Estratégica Kursk, pero la historia la recuerda simplemente como la Batalla de Kursk. La mayoría de los historiadores consideran que la batalla fue el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial en Europa.
En Zitadelle, 33 divisiones nazis, con un total de 800.000 soldados, 3.000 tanques y 10.000 cañones, avanzaron hacia la bolsa que se había formado alrededor de la ciudad de Kursk, que se extendía desde Orel en el norte hasta Belgorod en el sur. Su objetivo era avanzar hacia la retaguardia soviética y rodear al grupo de tropas del Ejército Rojo estacionado allí. Los alemanes esperaban repetir las campañas de cerco de 1941 que habían destruido a millones de tropas soviéticas y las habían llevado a kilómetros de Moscú.
Sin embargo, el Ejército Rojo no cometería los mismos errores cometidos durante la operación Barbarroja. Estaban bien preparados para este asalto alemán y se esforzaron mucho para asegurarse de que se produjera donde querían. Los soviéticos disponían de muchas más tropas en la zona de las que los alemanes esperaban. Su aparente debilidad era una estratagema intencionada para provocar a los alemanes a que atacaran y se extendieran tanto como para poder ser destruidos.
Los nazis creían que se enfrentaban a una fuerza soviética de tamaño igual o ligeramente superior a la suya, cuando en realidad los superaban en número de casi 2 a 1. Aunque a los oficiales alemanes les preocupaban las construcciones defensivas soviéticas, creían que sus nuevas Wunderwaffe, como los tanques pesados Panther y Tiger, y el cazacarros pesado Ferdinand, serían suficientes para afrontarlas con éxito. El blindaje del Tiger y el Ferdinand era impenetrable en su arco frontal por cualquier cañón antitanque soviético en servicio en ese momento, lo que llevó al estado mayor alemán a creer que podrían superar a cualquier fuerza soviética que se les pusiera por delante.
Como de costumbre, los nazis estaban equivocados.
Los soviéticos habían estado trabajando meticulosamente durante meses para fortificar la zona, utilizando camuflaje para ocultar sus movimientos y obras defensivas. Cuando se inició la batalla el 5 de julio, habían reunido una fuerza de casi 1,5 millones de soldados, más de 5.000 tanques y 25.000 cañones de artillería y morteros. Las defensas soviéticas se desplegaban en 6 cinturones principales (3 al norte, 3 al sur) que cubrían una profundidad de 80-90 millas, con trincheras de reserva que se extendían casi 300 millas. Los cinturones estaban compuestos por posiciones antitanque autosuficientes consistentes en docenas de cañones atrincherados y equipos antitanque de infantería aptos para disparar en cualquier ángulo. Si los tanques intentaban eludir las posiciones, podían ser destruidos mediante fuego preciso en el lado débil de su blindaje.
Se ordenó a cada cinturón que mantuviera su posición hasta que los alemanes pasaran y luego se retiraran a la siguiente posición. Mientras tanto, los nazis se veían ralentizados y atacados por fuego de artillería constante, campos de minas y obstáculos, contra los cuales el pesado blindaje de los tanques alemanes se convirtió en una desventaja en lugar de una fortaleza.
Su gran tamaño, que los hacía muy lentos, poco fiables, consumiendo combustible a un ritmo insostenible, no les ofrecía protección contra los obuses, los ataques aéreos o las minas baratas y omnipresentes. Su pesado blindaje se concentraba en la parte delantera del tanque, mientras que la parte superior y los laterales seguían teniendo un blindaje ligero que los hacía vulnerables.
En total, se colocaron alrededor de un millón de minas en el saliente de Kursk, en una combinación casi igual de antitanque y antipersonal. Los ingenieros soviéticos incluso estaban equipados con camiones que permitían a los equipos colocar campos minados ante los tanques que avanzaban. Las minas demostraron ser increíblemente efectivas: antes de que los alemanes hubieran penetrado una sola línea defensiva, la mitad de sus superpesados cazacarros Ferdinand se habían averiado o habían sido inutilizados por las minas.
Finalmente, los nazis sólo lograron penetrar una de las líneas en el norte y dos en el sur antes de que el fuego soviético y los contraataques agotaran su poder de combate. Mientras los alemanes flaqueaban, se introdujeron reservas soviéticas en la batalla, lo que les permitió acumular masa crítica para el golpe de gracia. Tan pronto como cesaron los ataques, los soviéticos lanzaron un contraataque, una operación que terminaría siendo la batalla de tanques más grande jamás librada.
El ataque cayó cerca de Prokhorovka, en el óblast de Belgorod. Allí, miles de tanques soviéticos y alemanes se enfrentaron en una feroz batalla. Tras ser frenadas en su avance, las unidades de élite nazis SS Leibstandarte Adolf Hitler y Totenkopf tomaron posiciones ventajosas en la desembocadura de un barranco, obligando a los tanques soviéticos a avanzar en columnas de una sola fila, lo que redujo en gran medida su campo de visión y los convirtió en blancos fáciles para los cañones de los tanques alemanes. A pesar de todo, las fuerzas soviéticas prevalecieron. Sus pérdidas fueron extremas, pero la introducción de reservas significó que podían soportar las pérdidas, mientras que los alemanes no podían.
Cuando se asentó el polvo, los alemanes estaban exhaustos, y cuando los soviéticos lanzaron una ofensiva el 12 de agosto, solo quedaba la mitad de la fuerza alemana, rápidamente barrida del campo, dejando al Grupo de Ejércitos Centro permanentemente degradado y al Ejército Rojo en posesión exclusiva de la iniciativa estratégica. Los nazis no volverían a intentar otra ofensiva a gran escala. La victoria en Kursk marcó un punto de inflexión en la guerra a partir del cual, el Ejército Rojo se haría más fuerte a medida que los nazis eran pulverizados.
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