Mondoweiss – 14/12/2020
Traducción del inglés: Arrezafe
Los mismos líderes europeos que hace unos años marcharon en París gritando "Je suis Charlie", defendiendo los derechos inalienables de libertad de expresión de los europeos blancos para ofender a los musulmanes, insultando y ridiculizando a su Profeta, ahora están haciendo cola para prohibir la libertad de expresión cuando la crítica se dirige contra Israel.
MANIFESTANTES A FAVOR DE JEREMY CORBYN REUNIDOS FRENTE A LA SEDE DEL PARTIDO LABORISTA ANTES DE UNA REUNIÓN DEL COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL SOBRE SI ADOPTAR, EN SU TOTALIDAD, LA DEFINICIÓN DE ANTISEMITISMO DE LA IHRA (ALIANZA INTERNACIONAL PARA EL RECUERDO DEL HOLOCAUSTO). (CRÉDITO DE LA FOTO: BEN CAWTHRA / SIPA USA)
El periódico israelí Haaretz ha publicado esta semana un informe extenso y fascinante que ofrece una instantánea inquietante del clima político que emerge rápidamente en Europa sobre el tema del antisemitismo. El artículo documenta una especie de reinado de terror cultural, político e intelectual en Alemania desde que el parlamento aprobó una resolución, el año pasado, que equipara el apoyo a los boicots no violentos contra Israel, en solidaridad con los palestinos oprimidos por Israel, con el antisemitismo.
El artículo se refiere a Alemania, pero cualquiera que lo lea verá un fuerte paralelismo con lo que está sucediendo en otros países europeos, especialmente el Reino Unido y Francia.
Los mismos líderes europeos que hace unos años marcharon por las calles de París gritando "Je suis Charlie", defendiendo los derechos inalienables de libertad de expresión de los europeos blancos de ofender a los musulmanes, insultando y ridiculizando a su Profeta, ahora hacen cola para prohibir la libertad de expresión cuando se trata de Israel, un estado que se niega a poner fin a su beligerante ocupación de tierras palestinas. Los líderes europeos han demostrado repetidamente que están dispuestos a aplastar la libertad de expresión de los palestinos y de quienes se solidarizan con ellos para evitar ofender a ciertos sectores de la comunidad judía.
La situación se reduce a esto: los musulmanes europeos no tienen derecho a ofenderse por los insultos a su religión, pero los judíos europeos tienen todo el derecho a ofenderse por las críticas a un estado agresivo del Medio Oriente con el que se identifican. Visto de otra manera, las prioridades seculares perversas de la cultura dominante europea ahora colocan la santidad de un estado militarizado, Israel, por encima de la santidad de una religión con mil millones de seguidores.
Culpabilidad por asociación
Esto ni siquiera es un doble estándar. No puedo encontrar una palabra en el diccionario que transmita la escala y el grado de hipocresía y mala fe involucradas.
Si el erudito judío estadounidense Norman Finkelstein escribiera la continuación de su apasionado libro The Holocaust Industry, sobre el uso cínico del Holocausto para enriquecer y empoderar a una organización judía a expensas de los sobrevivientes reales del Holocausto, podría verse tentado de titularlo La Industria del Antisemitismo.
En el clima actual en Europa, que rechaza cualquier pensamiento crítico en relación con amplias áreas de la vida pública, mi anterior observación bastaría para ser denunciado por antisemita. Es por eso que el artículo de Haaretz, mucho más valiente que cualquier cosa que se lea en un periódico del Reino Unido o de Estados Unidos, no oculta lo que está sucediendo en Alemania. Lo llama una "caza de brujas". Lo que Haaretz viene a decir es que el antisemitismo ha sido politizado y convertido en un arma, una conclusión evidente que en la actualidad hará posible que te expulsen del Partido Laborista británico, incluso si eres judío.
La historia de Haaretz destaca dos desarrollos importantes en la forma en que el antisemitismo ha sido, en palabras de intelectuales y líderes culturales citados por el periódico, "instrumentalizado" en Alemania.
Las organizaciones judías y sus aliados en Alemania, como informa Haaretz, están armando abiertamente el antisemitismo, no solo para dañar la reputación de los críticos más duros de Israel, sino también para forzar a salir del dominio público y cultural, mediante una especie de "culpa asociada al antisemitismo", a cualquiera que se atreva a criticar a Israel.
Las asociaciones culturales, festivales, universidades, centros de investigación judíos, centros de estudios políticos, museos y bibliotecas se ven obligados a escudriñar el pasado de aquellos a quienes desean invitar, no vaya a ser que las organizaciones judías locales detecten la más mínima transgresión contra Israel. Eso ha creado una atmósfera tóxica y paranoica que inevitablemente mata la confianza y la creatividad.
Pero la psicosis es aún más profunda. Israel, y todo lo relacionado con él, se ha convertido en un tema tan inflamable –y que puede arruinar carreras en un instante–, que la mayoría de las figuras políticas, académicas y culturales en Alemania ahora prefieren evitarlo por completo. Israel, como pretendían sus partidarios, se está volviendo rápidamente intocable.
Un caso digno de análisis, señalado por Haaretz, es Peter Schäfer, un respetado profesor de estudios del antiguo judaísmo y cristianismo que se vio obligado a dimitir como director del Museo Judío de Berlín el año pasado. El crimen de Schäfer, a los ojos del establishment judío de Alemania, fue que organizó una exposición sobre Jerusalén que reflejaba las tres tradiciones religiosas de la ciudad, incluyendo, claro está, la musulmana.
Inmediatamente fue acusado de promover “distorsiones históricas” y denunciado como “antiisraelí”. Un reportero del Jerusalem Post –periódico de derecha que ha estado en connivencia activa con el gobierno israelí para difamar a los críticos de Israel– se puso en contacto con Schäfer mediante una serie de provocadores correos electrónicos que incluían preguntas como: "¿Aprendiste la lección equivocada del Holocausto?" y "Los expertos israelíes me informan que usted difunde el antisemitismo, ¿es eso cierto?"
Schäfer observa:
“La acusación de antisemitismo es un garrote que permite dar un golpe mortal, y los elementos políticos interesados en ello lo están utilizando, sin duda… Poco a poco, el personal del museo entró en un estado de pánico. Luego, por supuesto, también comenzamos a hacer verificaciones de antecedentes. Cada vez más envenenada la atmósfera y nuestro trabajo”.
Otra víctima destacada de estas organizaciones judías declara a Haaretz:
“A veces uno piensa si ir a tal conferencia o invitar a determinado colega, porque eso significa que tendré que lidiar durante semanas con una tormenta de mierda, tiempo que necesito para otras cosas porque a mí me pagan como conferenciante. Hay un tipo de 'obediencia anticipada' o 'autocensura previa' ”.
Sacando los pies del tiesto
No hay nada inusual en lo que está sucediendo en Alemania. Las organizaciones judías están provocando estas "tormentas de mierda" –diseñadas para paralizar la vida política y cultural de cualquiera que se involucre en la más leve crítica de Israel– en los más altos niveles del gobierno. ¿No me creen? Aquí está Barack Obama, explicando en su reciente autobiografía sus esfuerzos como presidente de Estados Unidos para frenar la expansión de los asentamientos ilegales de Israel. Al principio, se le advirtió que, o abandonaba o se enfrentaría a la ira del lobby de Israel:
“Los miembros de ambos partidos estaban preocupados por cruzar los límites del Comité de Asuntos Públicos de Israel Estadounidense (AIPAC). Aquellos que criticaban en demasía la política israelí se arriesgaban a ser etiquetados como 'antiisraelíes' (y posiblemente antisemitas) y a enfrentarse a un oponente bien financiado en las próximas elecciones”.
Cuando aún así Obama siguió adelante en 2009 y propuso una modesta congelación de los asentamientos ilegales de Israel:
“Los teléfonos de la Casa Blanca comenzaron a sonar sin parar, los miembros de mi equipo respondían llamadas de periodistas, de líderes de organizaciones judías estadounidenses, de partidarios prominentes y miembros del Congreso, todos preguntándo por qué nos metíamos con Israel ... este tipo de presión continuó durante gran parte de 2009 ".
Señala además:
"El ruido orquestado por Netanyahu tuvo el efecto deseado de absorver nuestro tiempo, ponernos a la defensiva y recordarme que las diferencias políticas normales con un primer ministro israelí, incluso uno que presidía un frágil gobierno de coalición, imponían un costo político que no existía cuando traté con el Reino Unido, Alemania, Francia, Japón, Canadá o cualquiera de nuestros otros aliados más cercanos".
Sin duda, Obama no se atreve a dejar por escrito todos sus pensamientos sobre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, o los lobbistas estadounidenses que trabajaban en su nombre. Pero las declaraciones de Obama sí muestran que, incluso un presidente de Estados Unidos, supuestamente la persona más poderosa del planeta, terminó palideciendo ante este tipo de asalto implacable. Para el resto de los mortales, probablemente el precio sea mucho más elevado.
Sin libertad de expresión sobre Israel
Fue esta misma movilización de presión organizada judía –orquestada, como señala Obama, por Israel y sus partidarios en los EEUU y Europa– lo que terminó dominando los cinco años de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista de Gran Bretaña, transformando, casi de la noche a la mañana, a un buen y reconocido activista antirracista en un antisemita.
Ésta es la razón por la que su sucesor, Sir Keir Starmer, ha subcontratado parte de la supervisión organizativa laborista sobre asuntos judíos e israelíes a la muy conservadora Junta de Diputados de Judíos Británicos, como queda patente en los 10 Compromisos de la Junta firmados por Starmer”.
LA JUNTA DE DIPUTADOS DE LOS JUDÍOS BRITÁNICOS "DIEZ PROMESAS PARA PONER FIN A LA CRISIS DEL ANTISEMITISMO"
Es parte de la razón por la cual Starmer recientemente expulsó a Corbyn del partido y luego desafió las demandas de sus miembros de que fuera reintegrado adecuadamente, después de que Corbyn expresara su preocupación por la forma en que las acusaciones de antisemitismo habían sido "urdidas por razones políticas" para dañarlo a él y al Partido Laborista. (Cabe señalar que el derechista Starmer estaba a su vez feliz de utilizar el antisemitismo como pretexto para eliminar la agenda socialista que Corbyn había tratado de recuperar para el Partido Laborista). Es por eso que Starmer ha impuesto una prohibición total a los electores militantes que discuten la suspensión de Corbyn. Y es por eso que el secretario de educación del laborismo se ha unido al partido conservador gobernante amenazando con privar de sus fondos a las universidades si permiten la libertad de expresión sobre Israel en el campus.
Dos tipos de judíos
Pero el artículo de Haaretz plantea otra cuestión fundamental para comprender cómo Israel y el establishment judío en Europa están politizando el antisemitismo para proteger a Israel de las críticas. El potencial talón de Aquiles de su campaña son los disidentes judíos, aquellos que rompen con la supuesta línea de la “comunidad judía” y crean un espacio en el que otros, ya sean palestinos u otros no judíos, puedan criticar a Israel. Estos disidentes judíos sirven para recordar que, por extremas que sean, las críticas a Israel no deben ser tachadas de antisemitismo.
Sin embargo, Israel y las organizaciones sionistas se han propuesto erosionar esa idea promoviendo una distinción entre dos tipos de judíos: buenos judíos (leales a Israel) y malos judíos (desleales a Israel).
Haaretz informa que a funcionarios en Alemania, como Felix Klein, el comisionado de antisemitismo del país, y Josef Schuster, presidente del Consejo Central de Judíos en Alemania, se les permite definir no solo quién es antisemita, por lo general apoyándose en Israel como referente, sino que también determinan quiénes son buenos judíos, aquellos políticamente afines a ellos, y quiénes son malos judíos, aquellos que no están de acuerdo con ellos.
Figuras como Klein y Schuster han alentado al gobierno alemán, a las autoridades locales, a los medios de comunicación, a las universidades y a las instituciones culturales a perseguir a los judíos alemanes “disidentes”, e incluso a judíos israelíes que viven y trabajan en Alemania, a ser expulsados del espacio público y cultural del país.
Cuando, por ejemplo, un grupo de académicos judíos israelíes en Berlín mantuvo una serie de discusiones referentes al sionismo el año pasado en el sitio web de su escuela de arte, un periodista israelí pronto reveló la historia de un "escándalo" que involucraba a partidarios del boicot que recibían fondos del Gobierno alemán. Horas más tarde, la escuela de arte había clausurado el sitio, mientras que el Ministerio de Educación alemán emitió un comunicado aclarando que no había proporcionado fondos a dicha escuela. La embajada israelí calificó oficialmente las discusiones sostenidas por estos israelíes como “antisemitas”, y una fundación alemana que documenta el antisemitismo agregó a dicho grupo a la lista de incidentes antisemitas de su registro.
Descritos como 'kapos'
Tan represiva se ha vuelto la atmósfera cultural y política en Alemania que se ha producido una incipiente reacción airada entre los líderes culturales. Algunos de ellos se han atrevido a publicar una carta protestando contra el papel de Klein, comisionado de antisemitismo. Haaretz informa:
“El zar del antisemitismo, acusa la carta, está trabajando 'en sinergia con el gobierno israelí' en un esfuerzo 'por desacreditar y silenciar a los oponentes de las políticas de Israel' y está incitando a la 'instrumentalización' que socava la verdadera lucha contra el antisemitismo.
Figuras como Klein se han centrado tanto en condenar las críticas a Israel realizadas desde la izquierda, incluida la izquierda judía, que apenas han notado el "grave peligro que enfrentan los judíos en Alemania debido al aumento del antisemitismo de extrema derecha", argumenta la carta.
Una vez más, se puede ver el mismo panorama en toda Europa. En el Reino Unido, el opositor Partido Laborista, que debería ser un espacio seguro para quienes lideran la lucha contra el racismo, se está depurando de los judíos que critican a Israel y utilizando difamaciones de antisemitismo contra prominentes antirracistas, especialmente de otras minorías oprimidas.
Sorprendentemente, Naomi Wimborne-Idrissi, una de las fundadoras de Jewish Voice for Labor, que apoya a Corbyn, fue recientemente suspendida por Starmer's Labor. Naomi acababa de aparecer en un vídeo conmovedor en el que explicaba las formas en que las organizaciones judías estaban utilizando el antisemitismo para difamar a los judíos de izquierda como ella, tildándoles de "traidores" y "kapos", términos incendiarios que, como señala Wimborne-Idrissi, se refieren al “judío preso de un campo de concentración que colaboró con las autoridades [nazis], personas que colaboraron en la aniquilación de su propio pueblo”.
Al suspenderla, Starmer apoyó efectivamente esta campaña de difamación contra los judíos de izquierda promovida por establishment sionista del Reino Unido.
Anteriormente, Marc Wadsworth, un distinguido activista negro contra el racismo, fue igualmente suspendido por los laboristas cuando expuso los esfuerzos de Ruth Smeeth –entonces parlamentaria laborista, judía y exfuncionaria del grupo de presión israelí BICOM– para reclutar medios de comunicación en apoyo de su campaña destinada a calumniar a los opositores políticos de izquierda acusándolos de antisemitas.
En consonancia con el rápido deterioro del pensamiento crítico en las organizaciones sociales, constituidas para defender las libertades básicas, Smeeth fue nombrado recientemente director de la organización para la “libertad de expresión” Index on Censorship. En ella puede ahora trabajar para reprimir las críticas a Israel –y atacar a los "judíos malos"– bajo el pretexto de luchar contra la censura. En la nueva realidad invertida, censurable no es difamar y silenciar a un "judío malo" como Wimborne-Idrissi, sino criticar a Israel por sus constantes violaciones de los derechos humanos, critica ahora vista a menudo como crimen de “ofensa”.
El niño que gritó 'que viene el lobo'
El artículo de Haaretz ayuda a contextualizar la actual "caza de brujas" antisemitas de Europa, que tiene como objetivo a cualquiera que critique a Israel o se solidarice con los palestinos oprimidos o se asocie con esas personas. Es una prolongación de la anterior campaña del establishment judío contra "el tipo de judío equivocado", como lo identifica Finkelstein en The Holocaust Industry. Pero esta vez las organizaciones judías están practicando un juego político mucho más arriesgado y más peligroso.
Haaretz teme, con razón, que el liderazgo judío en Europa no solo esté silenciando al judío común, sino que esté degradando el significado –la contundencia– del antisemitismo en el hecho mismo de politizarlo. Las organizaciones judías corren el riesgo de alienar a la izquierda europea, que históricamente las ha apoyado contra el odio al judío de la derecha. Súbitamente, el antirracismo europeo se encuentra identificado y difamado de neonazi en ciernes.
Si quienes apoyan los Derechos Humanos y exigen el fin de la opresión de los palestinos son etiquetados como antisemitas, será cada vez más difícil distinguir entre el falso e instrumentalizado "antisemitismo" atribuido a la izquierda y el verdadero odio a los judíos de la derecha. Es probable que los difamadores del antisemitismo, y sus compañeros de viaje como Keir Starmer, terminen sufriendo su propio síndrome del “niño que gritó que viene el lobo”.
O como señala Haaretz:
“El tema que está molestando a los críticos de la resolución del Bundestag [parlamento alemán] es si la extensión del concepto de antisemitismo para abarcar las críticas a Israel no está afectando adversamente la batalla contra el antisemitismo. El argumento es que la facilidad con la que se formula la acusación podría tener el efecto de erosionar el concepto en sí".
La Industria del Antisemitismo
Vale la pena señalar las características compartidas de la nueva Industria del Antisemitismo con las discusiones anteriores de Finkelstein sobre La Industria del Holocausto.
En su libro, Finkelstein identifica a los "judíos equivocados" con personas como su madre, que sobrevivió a un campo de exterminio nazi mientras el resto de su familia perecía. Estos judíos sobrevivientes, argumenta Finkelstein, fueron valorados por la Industria del Holocausto sólo en la medida en que sirvieron como una herramienta de promoción para que el establishment judío acumulara más riqueza y estatus cultural y político. De lo contrario, las víctimas fueron ignoradas porque el mensaje del Holocausto real –en contraste con la representación del mismo del liderazgo judío– era universal: que debemos oponernos y luchar contra todas las formas de racismo porque conducen a la persecución y al genocidio.
En cambio, la Industria del Holocausto promovió una lección particularista e interesada según la cual el Holocausto prueba que los judíos están oprimidos de manera única y que, por lo tanto, merecen una solución única: un estado, Israel, al que los estados occidentales deben dar un margen de maniobra único para cometer crímenes en violación de las normas y leyes internacionales. La Industria del Holocausto, muy distinta de los hechos reales del Holocausto, está profundamente entrelazada y racionalizada por la perpetuación del proyecto colonial y racista de Israel.
En el caso de la Industria del Antisemitismo, el "judío equivocado" vuelve a aparecer. Esta vez, la caza de brujas tiene como objetivo a los judíos de izquierda, los judíos que critican a Israel, los que se oponen a la ocupación y los que apoyan un boicot a los asentamientos ilegales o al propio Estado de Israel. Una vez más, el problema con estos "judíos malos" es que aluden a una lección universal, una que dice que los palestinos tienen al menos tanto derecho a la autodeterminación, a la dignidad y la seguridad en su patria histórica, como los inmigrantes judíos que huyeron de la persecución europea.
En contraste con los "judíos malos", la Industria del Antisemitismo exige que se extraiga una conclusión particularista sobre Israel, tal como la Industria del Holocausto llegó anteriormente a una conclusión particularista. Proclama que, negar a los judíos un estado es abandonarlos indefensos a merced del eterno virus del antisemitismo. En esta concepción, el Holocausto puede ser singularmente aborrecible, pero está lejos de ser único, pues los no judíos, dadas las circunstancias propicias, son muy capaces de llevar a cabo otro Holocausto. Por lo tanto, los judíos deben estar siempre protegidos, siempre en guardia, siempre armados (en el caso de Israel, sus bombas nucleares) a mano.
Tarjeta 'Salir de la cárcel'
Esta visión busca, por supuesto, ignorar o marginar a otras víctimas del Holocausto (romaníes, comunistas, homosexuales) y demás víctimas del racismo. Necesita crear una jerarquía de racismos, una competencia entre ellos, en la que el odio a los judíos esté en la cima. Así es como llegamos a un absurdo: que el antisionismo –tergiversado como el rechazo de un refugio para los judíos, cuando lo que en realidad rechaza es un estado étnico colonial que oprime a los palestinos– es lo mismo que el antisemitismo.
Increíblemente, como aclara el artículo de Haaretz, los funcionarios alemanes están oprimiendo a los "judíos malos" a instancias de las organizaciones judías, para evitar, según ellos, el resurgimiento de la extrema derecha y los neonazis. Por lo tanto, las críticas a Israel hechas por el "judío malo" no solo se descartan como ideológicamente erróneas o engañosas, sino que se convierten en una prueba de que estos judíos están en connivencia, o al menos alimentan, a los que odian a los judíos.
De esta manera, Alemania, el Reino Unido y gran parte de Europa han llegado a justificar la exclusión del "judío equivocado" –aquel que defiende los principios universales en beneficio de todos– del espacio público. Lo cual, por supuesto, es exactamente lo que Israel quiere, porque, anclado como está en una ideología de exclusividad étnica como un “Estado Judío”, tiene necesariamente que rechazar la ética universal.
Lo que vemos aquí es la ilustración de un principio en el corazón de la ideología estatal del sionismo: Israel necesita el antisemitismo. Israel, literalmente, tendría que inventar el antisemitismo si no existiera.
Esto no es una hipérbole. La idea de que el "virus del antisemitismo" yace semi-dormido en cada no judío esperando una oportunidad para brotar en su anfitrión, es la razón fundamental de Israel. Si el Holocausto fue un evento histórico excepcional, si el antisemitismo fue un racismo antiguo que en su encarnación moderna siguió los patrones de prejuicio y odio familiares en todos los racistas, desde el fanatismo anti-negro hasta la islamofobia, Israel no solo sería redundante sino una abominación, porque se ha erigido para desposeer y abusar de otro grupo, los palestinos.
El antisemitismo es la tarjeta de Israel para "salir de la cárcel". El antisemitismo sirve para absolver a Israel del racismo que encarna estructuralmente y que sería imposible pasar por alto si Israel se viera privado del equivocado poder que le proporciona el antisemitismo como arma.
Un espacio vacío
El artículo de Haaretz nos dispensa un servicio genuino, no solo recordándonos que existen los “judíos malos”, sino también saliendo en su defensa, algo que los medios europeos ya no están dispuestos a hacer. Defender a los “judíos malos”, como Naomi Wimborne-Idrissi, es contaminarse con la misma mancha de antisemitismo que justificó la expulsión de estos judíos del espacio público.
Haaretz registra el esfuerzo de algunas instituciones culturales valientes en Alemania para protestar, para mantener la lucha contra este nuevo macartismo. Su posición puede ser derrotada. Si así fuerae, es posible que tú ni te enteres.
La controversia fraudulenta del 'antisemitismo laborista' ha empoderado a los elementos más matones de la comunidad judía británica organizada.
Caso en cuestión: la Campaña contra el antisemitismo exige efectivamente que el profesor David Feldman se mantenga callado o sea despedido. https://t.co/QWvNg84c2E
JamieSW (@jsternweiner) 4 de diciembre de 2020
Una vez que los "judíos malos" han sido acallados, como ya lo han sido los palestinos y aquellos que se solidarizan con ellos; cuando las redes sociales han eliminado las plataformas críticas con Israel como enemigas de los judíos; cuando los medios de comunicación y los partidos políticos imponen este silencio de manera tan absoluta que ya no necesitan tachar a nadie de antisemita porque estos “antisemitas” han desaparecido; cuando la “comunidad” judía habla con una sola voz porque sus otras voces han sido eliminadas; cuando la censura sea ya completa, tú ni siquiera te enterarás.
No quedará constancia de lo que se perdió. Habrá simplemente un espacio vacío, una pizarra en blanco, donde alguna vez existieron discusiones sobre los crímenes de Israel contra los palestinos. En cambio, lo que escucharás será solo lo que Israel y sus partidarios quieren que escuches. Tu ignorancia será felizmente completa.
Una versión de este ensayo apareció por primera vez en el blog de Jonathan Cook
Tal distopía en el actuar, en retrospectiva me llevan a modos del nazismo (de tantas similitudes con el sionismo) al emular a Herman Goering cuando era interpelado por salvar la vida de varios judios, a veces por amistad, otras por afán de lucro: "yo soy quién dictamina quién es judio, y quién no," Sentenciaba el mariscal del Reich.
ResponderEliminarDado que el pueblo palestino es tan semita como el de Israel, y que el término no hace referencia a ninguna raza, sino a determinadas lenguas, no cabe mayor incongruencia e injusticia, que ser tildado de racista antisemita por defender los derechos dej pueblo palestino,
Anti hebreo como algunos dicen tampoco, por hacer referencia a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, algo que los sionistas askhenazis no son. Como ni judíos son muchos de ellos, por no practicar tal religión.
Para acabar c8b toda controversia y discusión son racistas antisemitas, todos aquellos que lobbys sionistas y mariachis, dictaminen que lo son,
Gracias por tu comentario, Anónimo.
EliminarLa pureza de sangre, religiosa, ideológica o de lo que sea, no existe más que en la trastornada mente de los fanáticos que, al igual que Procusto, reducen todo a la medida de sus inefables fines.
La cuestión, sin embargo, es sencilla. Aquí hay un banda de criminales que con pretextos espurios pretenden apropiarse de lo que no les pertenece y que, para ello, están dispuestos a utilizar los medios más criminales a su alcance.
El monstruo sigue creciendo en la impunidad alimentado por la pasividad de unos, por complicidad de EEUU y con la infame aquiescencia de la llamada Comunidad Internacional. Lo mismo que sucedió con el advenimiento del nazismo y la política de apaciguamiento que desembocó en la atrocidad de la Segunda Guerra Mundial.
La desfachatez como arma política... y mortífera.
ResponderEliminarAlcanzando cotas inauditas. Si los medios fueran verdaderamente de información...
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