27 diciembre, 2021

Todas y todos pertenecientes a la misma especie — Richard Dawkins

 

¿Cómo era tu tatarabuelo nº 185 millones? ¿Un anciano de cabello ralo y bigotes blancos? ¿Un hombre de las cavernas con piel de leopardo? Olvídate de tal concepción. Tu tatarabuelo nº 185 millones era un pez. Y también lo era tu tatarabuela nº 185 millones, lo cual está muy bien o no podrían haberse emparejado y tú no estarías aquí.


Richard Dawkins, La magia ilustrada de la realidad (Simon y Schuster, 2012), págs. 38-40


Vemos aquí un experimento mental en el que se invita al lector a tomar una fotografía de sí mismo y colocarla sobre la mesa. 




Luego ha de tomar una de su padre y otra del padre de su padre, y otra del padre del padre del padre... (del padre o de la madre, es lo mismo). Y así sucesivamente, colocando una foto sobre otra hasta alcanzar un número que arbitrariamente decidí detener tras 185 millones de generaciones. 




De tal modo que tenemos 185 generaciones de fotografías de tus antepasados apiladas una encima de la otra. Eso supondría alrededor de todos los rascacielos de Nueva York superpuestos e incluso mucho más.



Luego, imagina esa altísima pila de fotos colocada horizontalmente y que paseas ante ella extrayendo de vez en cuando una foto. Por ejemplo un Homo sapiens arcaico y luego un Homo erectus, antepasado nuestro hace aproximadamente un millón y medio de años...











La pregunta interesante es esta: ¿Quién fue la primera persona? ¿Quién fue realmente la primera persona? La respuesta es un tanto paradójica: nunca hubo una primera persona porque todos los animales, todas las personas que nacieron pertenecieron a la misma especie que sus padres. Se puede retroceder tanto como se quiera, a 185 millones de generaciones atrás, pasas la página y descubres que, el último de los 185 millones de tatarabuelos es un pez. A primera vista, puede sonar paradójico decir que tu tatarabuelo número 185 millones es un pez, pero por otro lado, resulta que, en el camino de regreso, cada generación pertenece a la misma especie que sus padres y sus hijos.


El caso es que, por supuesto, todo este proceso es increíblemente gradual, increíblemente lento, toma millones de años. En cierta manera, estamos familiarizados con este tipo de cambio lento, gradual e imperceptible porque comenzamos siendo bebés, pasamos a ser niños pequeños, nos convertimos en adolescentes y posteriormente en adultos. En todo este proceso nunca hubo un momento en el que se pueda decir que ayer era un bebé y hoy soy un niño, ayer era un niño y hoy soy un adolescente, ayer era un adolescente y hoy soy un adulto. No sucede de esa manera. Al igual que al mirar la manecilla de tu reloj, la ves inmóvil, pero si al cabo de una hora la vuelves a mirar, constatas que se ha movido, y eso es como la evolución.


Así pues, si todos los antepasados estuvieran vivos habría un continuo completo entre todas las criaturas que se remontaría al antepasado común. Nunca hubo un padre o madre homo erectus que dio a luz a un bebé homo sapiens, de tal modo que de haber existido un taxónomo en cada momento, siempre habría clasificado a la criatura como perteneciente a la misma especie.





2 comentarios :

  1. Vamos a ver, ni IDA, ni carapolla, ni babascal ni ninguno de los humanos tienen nada que ver filogenéticamente. Unos somos mamíferos, los otros mamoníferos.
    Salud!

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    1. Ja ja ja... Ahí no hay ciencia que pueda contradecirte, Pablo, eso está más que comprobado.

      Salud!

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