Information Clearing House – 20/08/2023
Traducción del inglés: Arrezafe
En la década de 1970 conocí a una de las principales propagandistas de Hitler, Leni Riefenstahl, cuyas épicas películas glorificaban a los nazis. Nos alojábamos en el mismo albergue en Kenia, donde ella estaba trabajando en un proyecto fotográfico, tras haberse librado del destino sufrido por otros amigos del Führer.
Me dijo que los "mensajes patrióticos" de sus películas no dependían de "órdenes de arriba", sino de lo que ella llamaba "vacío sumiso" del público alemán.
¿Eso incluía a la burguesía liberal y educada? Le pregunté. "Sí, especialmente ellos", respondió.
Pienso en ello mientras contemplo la propaganda que hoy devora a las sociedades occidentales.
Por supuesto, somos muy diferentes de la Alemania de los años treinta. Vivimos en sociedades de la información. Somos globalistas. Nunca hemos sido más conscientes, ni hemos estado más y mejor conectados.
¿De veras? ¿O vivimos en una sociedad mediática donde el lavado de cerebro es insidioso e implacable, y nuestra percepción es filtrada de acuerdo con las necesidades y las mentiras del poder estatal y corporativo?
Estados Unidos domina los medios de comunicación del mundo occidental. Todas menos una de las diez principales empresas de medios tienen su sede en América del Norte. Internet y las redes sociales (Google, Twitter, Facebook) son en su mayoría de propiedad y control estadounidenses.
A lo largo de mi vida, Estados Unidos ha derrocado o intentado derrocar a más de 50 gobiernos, en su mayoría democracias. Ha interferido en elecciones democráticas en 30 países. Ha bombardeado a la población de 30 países, la mayoría de ellos pobres e indefensos. Ha intentado asesinar a los líderes de 50 países. Ha luchado para suprimir los movimientos de liberación en 20 países.
No se señala ni se informa sobre la magnitud ni el alcance de esta perpetua carnicería, cuyos responsables continúan dominando la vida política angloamericana.
En los años previos a su muerte, en 2008, el dramaturgo Harold Pinter pronunció dos discursos extraordinarios que rompieron tan inmoral silencio.
"La política exterior de Estados Unidos", dijo, "se define mejor de la siguiente manera: bésame el trasero o te pateo la cabeza. Es tan simple y tan crudo como eso. Lo curioso es que tal política sea tan increíblemente exitosa. Pose todos los componentes de la desinformación, el uso abyecto de la retórica, la deliberada distorsión del lenguaje, todo ello muy persuasivo, pero en realidad no son más que una sarta de mentiras. Una propaganda muy exitosa porque tienen el dinero, la tecnología y todos los medios imaginables para salirse con la suya. Y lo hacen".
Al aceptar el premio Nobel de literatura, Pinter dijo lo siguiente: "Los crímenes de los Estados Unidos han sido sistemáticos, constantes, viciosos, despiadados, pero muy pocas personas han hablado realmente de ellos. Este galardón debería otorgarse a Estados Unidos, que ejerce una manipulación hipnótica sobre el poder en todo el mundo, mientras se hace pasar por una bondadosa fuerza universal. Un exitoso, brillante e incluso ingenioso ejercicio de hipnosis".
A Pinter, amigo mío y posiblemente el último gran sabio de la disidencia política, es decir, antes de que la disidencia política se aburguesara, le pregunté si esa "hipnosis" a la que se refería era el "vacío sumiso" descrito por Leni Riefenstahl.
"Es lo mismo", respondió. "Significa que el lavado de cerebro es tan completo que estamos programados para tragarnos las mentiras a raudales. Si no somos capaces de reconocer la propaganda, la aceptaremos como algo normal y nos la creeremos. Ese es precisamente el vacío sumiso".
En nuestros sistemas de democracias corporativas, la guerra es una imperiosa necesidad económica, unión perfecta de subsidio público y ganancia privada: socialismo para los ricos, capitalismo para los pobres. El día después del 11 de septiembre, el valor de las acciones de la industria bélica se disparó. Se avecinaba más derramamiento de sangre, lo cual siempre supone una excelente noticia para los negocios.
Hoy, las guerras más rentables tienen su propia denominación. Se llaman "guerras perpetuas": Afganistán, Palestina, Irak, Libia, Yemen y ahora Ucrania. Todas ellas basadas en una criminal sarta de mentiras.
La de Irak, con sus inexistentes armas de destrucción masiva, tal vez sea la más infame. La destrucción de Libia por parte de la OTAN en 2011 se justificó alegando una masacre en Benghazi que nunca existió. La de Afganistán fue una guerra de pura conveniencia con ribetes de venganza por el 11 de septiembre, que nada tuvo que ver con el pueblo de Afganistán.
Hoy, las noticias sobre Afganistán se limitan a señalar lo malvados que son los talibanes, no informan sobre el robo de $7 mil millones de las reservas bancarias del país por parte del presidente Joe Biden, robo que esté causando un trágico y generalizado sufrimiento. Recientemente, National Public Radio, en Washington, dedicó dos horas a Afganistán... y 30 segundos a su población hambrienta.
En su cumbre de Madrid en junio, la OTAN, controlada por Estados Unidos, adoptó un documento estratégico que militariza el continente europeo y aumenta la posibilidad de una guerra con Rusia y China. Propone "combatir militarmente en diversos campos contra los competidores en posesión de armas nucleares". En otras palabras, la guerra nuclear.
Proclaman: "La ampliación de la OTAN ha sido un éxito histórico".
No podía creer lo que estaba leyendo.
Una de las medidas del "éxito histórico" alcanzado en dicha cumbre es la guerra en Ucrania, cuyas noticias en su mayoría no son noticias, sino una letanía unilateral de jingoísmo, distorsión y omisión. He informado de varias guerras y nunca he conocido propaganda tan generalizada.
En febrero, Rusia invadió Ucrania como respuesta a casi ocho años de asesinatos y destrucción criminal en Donbass, región fronteriza de habla rusa.
En 2014, Estados Unidos patrocinó un golpe de estado en Kiev que eliminó al presidente ucraniano, amigo de Rusia y democráticamente elegido, poniendo en su lugar al que los estadounidenses dejaron claro que era su hombre.
En los últimos años, se han instalado misiles "defensivos" estadounidenses en Europa del Este, Polonia, Eslovenia y la República Checa, casi con total certeza dirigidos a Rusia, acompañados de falsas garantías que se remontan a la "promesa" de James Baker a Gorbachov en febrero de 1990 de que la OTAN nunca se expandiría más allá de Alemania.
Ucrania está en primera línea. Efectivamente, la OTAN ha llegado a la frontera por la que el ejército de Hitler irrumpió en 1941, dejando más de 30 millones de muertos en la Unión Soviética.
En diciembre pasado, Rusia propuso un plan de seguridad de gran alcance para Europa. Dicho plan fue descartado, ridiculizado o simplemente silenciado por los medios occidentales. ¿Quién leyó renglón a reglón sus propuestas? El 24 de febrero, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy amenazó con desarrollar armas nucleares a menos que Estados Unidos armara y protegiera a Ucrania. Esta fue la gota que colmó el vaso.
Ese mismo día, Rusia invadió Ucrania, según los medios occidentales, en un acto no provocado de infamia congénita. La historia, las mentiras, las propuestas de paz, los solemnes acuerdos sobre Donbass en Minsk, no contaron para nada.
El 25 de abril, el secretario de defensa de EEUU, general Lloyd Austin, voló a Kiev y confirmó que el objetivo de EEUU era destruir la Federación Rusa; la palabra que utilizó fue "debilitar". Estados Unidos había obtenido la guerra que quería, librada por un país peón, financiado y armado por EEUU, y un títere prescindible.
Casi nada de todo esto fue publicado ni explicado a la población occidental.
La invasión rusa de Ucrania es injustificada e inexcusable. Es un crimen invadir un país soberano. No hay "peros", excepto uno.
¿Cuándo comenzó la actual guerra en Ucrania y quién la inició? Según Naciones Unidas, entre 2014 y este año, unas 14.000 personas han muerto en la guerra civil emprendida por el régimen de Kiev contra el Donbass. Muchos de los ataques fueron llevados a cabo por neonazis.
Preste atención a un reportaje informativo de ITV de mayo de 2014, del veterano reportero James Mates, que es bombardeado, junto con civiles en la ciudad de Mariupol, por el batallón Azov (neonazi) de Ucrania.
En el mismo mes, decenas de personas de habla rusa fueron quemadas vivas o asfixiadas en un edificio sindical en Odessa asediado por matones fascistas seguidores del colaborador nazi y fanático antisemita Stephen Bandera. El New York Times llamó a los matones "nacionalistas".
"La misión histórica de nuestra nación en este momento crítico", dijo Andreiy Biletsky, fundador del Batallón Azov, "es liderar a las razas blancas del mundo en una cruzada final por su supervivencia, una cruzada contra los Untermenschen [infrahumanos] dirigidos por los semitas".
Desde febrero, una campaña de autodenominados "monitores de noticias" (en su mayoría financiados por estadounidenses y británicos, y vinculados a sus gobiernos) ha tratado de sostener el absurdo de que no existen neonazis en Ucrania.
El "retoque", un término que en su día se asoció con las purgas de Stalin, se ha convertido en habitual herramienta del periodismo convencional.
En menos de una década, una China "buena" ha sido retocada y reemplazada por una China "mala": de fábrica del mundo a un nuevo Satanás en ciernes.
Gran parte de esta propaganda se origina en los EEUU y se transmite a través de representantes y "grupos de expertos", como el notorio Instituto Australiano de Política Estratégica, la voz de la industria armamentística, y por entusiastas periodistas como Peter Hartcher, del Sydney Morning Herald, quen etiquetó a quienes difundían la influencia china como "ratas, moscas, mosquitos y gorriones" y pidió que estas "plagas" fueran "erradicadas".
En Occidente, las noticias sobre China se refieren casi exclusivamente a la supuesta amenaza que atribuyen a Pekín. Difuminadas están las 400 bases militares estadounidenses que rodean la mayor parte de China, un collar armado que se extiende desde Australia hasta el Pacífico y el Sudeste Asiático, Japón y Corea. La isla japonesa de Okinawa y la isla coreana de Jeju son cañones cargados que apuntan a bocajarro al corazón industrial de China. Un funcionario del Pentágono describió este belicoso despliegue como un "dogal".
La información sobre Palestina ha sido siempre, desde que tengo memoria, inexistente o sesgada. Para la BBC, se trata de un "conflicto" entre "dos narrativas". La ocupación militar ilegal más larga y brutal de los tiempos modernos no se puede mencionar.
Del bombardeado pueblo de Yemen apenas se informa, mediáticamente, su población es inexistente. Mientras, asesorados por británicos, los sauditas arrojan una lluvia de bombas de racimo estadounidenses, más de medio millón de niños se enfrentan al hambre.
Este lavado de cerebro por omisión tiene una larga historia. La terrible matanza de la Primera Guerra Mundial fue suprimida de sus informes por reporteros posteriormente nombrados caballeros por ello, como algunos confesaron en sus memorias. En 1917, el editor del Manchester Guardian, CP Scott, confió al primer ministro Lloyd George: "Si la gente realmente supiera [la verdad], la guerra se detendría mañana, pero ni saben ni pueden saber".
La negativa a ver personas y eventos como son vistos por otros países es un virus mediático de Occidente, tan debilitante como el covid. Es como si viéramos el mundo a través de un espejo unidireccional en el que "nosotros" somos intachables y benévolos y "ellos" no. Se trata de una visión profundamente imperialista.
La historia, que es una presencia viva en China y Rusia, rara vez se explica y casi nunca se comprende. Vladimir Putin es Adolf Hitler. Xi Jinping es Fu Man Chu. Apenas se conocen logros épicos, como la erradicación de la pobreza extrema en China. Qué perverso y sórdido es todo esto.
¿Cuándo nos permitiremos comprender? Fabricar periodistas en cadena no es la respuesta. Tampoco lo es la maravillosa herramienta digital, que no es un fin, sino un medio, como la máquina de escribir manual y la linotipia.
En los últimos años, algunos de los mejores periodistas han sido alejados de los grandes medios hegemónicos. "Defenestrados" suele ser el término utilizado. Los espacios antaño abiertos a los inconformistas, a periodistas que iban contra corriente, que decían la verdad, se han cerrado.
El caso de Julian Assange es el más sangrante. Assange (y WikiLeaks) fue celebrado mientras ganaba lectores y premios para The Guardian, The New York Times y otros presuntuosos "medios de referencia".
Cuando el estado oscuro se opuso y exigió la destrucción de los discos duros y el asesinato del personaje, Assange se convirtió en enemigo público. Luego, el vicepresidente Biden lo llamó "terrorista de alta tecnología". Hillary Clinton preguntó: "¿No podemos simplemente mandarle un dron a este tipo?"
La subsiguiente campaña de abuso y vilipendio contra Assange —que el relator de la ONU sobre la tortura denominó "mobbing"— llevó a la prensa liberal a su punto más bajo. Sabemos quiénes son. Pienso en ellos como colaboradores: como periodistas de Vichy.
¿Cuándo se alzarán los verdaderos periodistas? Ya existe un samizdat inspirador en Internet: Consortium News, fundado por el gran reportero Robert Parry, The Grayzone de Max Blumenthal y Aron Mate, Mint Press News, Media Lens, Declassified UK, Alborada, Electronic Intifada, WSWS, ZNet, ICH, CounterPunch, Independent Australia, Globetrotter, obra de Chris Hedges, Patrick Lawrence, Jonathan Cook, Diana Johnstone, Caitlin Johnstone y otros que me perdonarán por no mencionarlos aquí.
¿Y cuándo se alzarán los escritores, como lo hicieron contra el ascenso del fascismo en la década de 1930? ¿Cuándo se levantarán los cineastas, como lo hicieron contra la Guerra Fría en la década de 1940? ¿Cuándo se levantarán los satíricos, como lo hicieron hace una generación?
Habiéndonos empapado durante 82 años de la versión oficial sobre lo justa que fue la última guerra mundial, ¿no va siendo hora de que, aquellos que deberían arrojar luz sobre la realidad declaren su independencia y decodifiquen la propaganda? La urgencia es hoy mayor que nunca.
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Gran reflexión. El día menos pensado nos vemos con un CECME al hombro, la boca atiborrada de alucinógejos y drogas y pegando tiros en Ucrania con una esvástica en el brazo. Y todo por estar en una sociedad que no pude responder a tiempo. Lo mismo sucede con el cambio climático. Salud!
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