26 noviembre, 2023

Mouin Rabbani: reflexiones sobre la tregua

 


Norman Finkelstein's Official Substack – 26/11/2023

   Traducción del inglés: Arrezafe


Es difícil predecir si la tregua entre israelíes y palestinos se prorrogará más allá de su vencimiento en la mañana del 29 de noviembre, o incluso si durará hasta entonces.


Hay una serie de factores que parecen alentar una reanudación de la ofensiva israelí. Muchos han señalado a Netanyahu y su interés personal en prolongar el conflicto para permanecer en el poder como líder en tiempos de guerra y así evitar una condena por cargos de corrupción. Esto, que no es irrelevante, es, en el mejor de los casos, es un factor secundario. No creo que el primer ministro israelí pueda arrastrar a todo el país a una guerra contra su voluntad en un esfuerzo evidente por salvar su propio pellejo político. E incluso si lo hiciera, simplemente pospondría el día del juicio final, dándole algo de tiempo para llegar a un acuerdo que le permitiría evitar una sentencia de prisión. Además, su gestión de la guerra está ejerciendo una gran presión sobre la coalición gobernante que se ha visto obligada a hacer concesiones con rivales políticos y llegar a acuerdos con los palestinos que, de otro modo, habrían sido innecesarios.


Más bien, son los dirigentes políticos y la inteligencia militar de Israel quienes que tienen el mayor interés en reanudar la guerra. Ellos son, colectiva e individualmente, responsables de la debacle del 7 de octubre, el fracaso militar más catastrófico en la (verdadera) historia de Israel. Desde esa fecha –a pesar de la campaña de bombardeos más intensa en la historia de Medio Oriente contra un adversario bastante modesto que no posee ni un solo avión, tanque, batería antiaérea o APC– el ejército israelí no ha logrado nada de militar importancia, a menos que se considere que izar una bandera sobre un hospital y 10.000 memes de túneles sea el mayor logro en el campo de batalla desde la victoria soviética en Kursk.


El objetivo estratégico inicial de Israel era expulsar a la población palestina de la Franja de Gaza al desierto del Sinaí. A pesar del apoyo entusiasta y enérgico de Estados Unidos a esta operación de limpieza étnica, particularmente por parte del Secretario de Estado Antony Blinken, tal propósito fue detenido en seco por la oposición árabe y la determinación palestina.


Israel y Estados Unidos también prometieron erradicar a Hamas de raíz, como fuerza militar y como movimiento político, e insistieron conjuntamente en que no habría tregua hasta que esto se lograra. También proclamaron repetidamente que sólo la presión militar, no las negociaciones, daría como resultado la recuperación de sus cautivos. Un mes después, negociaron y concluyeron un acuerdo con el arquitecto de los ataques del 7 de octubre, Yahya Sinwar, para un intercambio de cautivos y una tregua, y en condiciones que reflejan fielmente las propuestas de Hamás antes de que comenzaran las negociaciones. Los líderes israelíes y sus patrocinadores estadounidenses tienden a creer que cuando la fuerza no logra un objetivo, la solución es una violencia aún mayor, lo cual constituye un indicio adicional de que se reanuden las hostilidades.


Hay fuerzas dentro de la coalición gobernante israelí, no limitadas a Smotrich y Ben-Gvir, que contemplan la crisis actual como una oportunidad para recuperar la Franja de Gaza y colonizarla, intensificar los asentamientos y la limpieza étnica en Cisjordania, seguir desposeyendo a la población palestina de Israel y, en última instancia, hacer del Gran Israel una realidad. Otros dirigentes creen que éste es un momento oportuno para un conflicto regional y están convencidos de que, si juegan bien sus cartas, pueden arrastrar a Estados Unidos a una confrontación directa con el Líbano y tal vez incluso con Irán.


Pero también hay razones, quizás más convincentes, para una prórroga. El acuerdo de tregua se ha estructurado para permitir y fomentar mayores intercambios de cautivos, que sólo pueden tener lugar si las armas permanecen en silencio. Hasta ahora, los palestinos sólo están liberando a mujeres y menores israelíes con doble nacionalidad. Esto se acordó para disipar las preocupaciones israelíes de que Estados Unidos daría prioridad a la liberación de sus propios ciudadanos y luego abandonaría las negociaciones, y para reforzar la posición de Netanyahu ante el público israelí. Los gobiernos de Estados Unidos y Europa, que han actuado como socios de Israel en esta guerra, tienen así un incentivo real para extender la tregua, y cabe esperar que transmitan esta preferencia al gobierno israelí.


La población israelí, que guarda claros recuerdos del intercambio de prisioneros de Shalit, en 2011, ha tenido una demostración más de que ni un sólo cautivo fue recuperado debido a la presión militar, mientras que docenas lograron la libertad mediante acuerdos negociados. Qatar y Egipto han demostrado sus credenciales como mediadores capaces de cumplir sus objetivos. Según se informa, ya están proponiendo una prórroga adicional del acuerdo actual de cinco a seis días más. Por lo tanto, la presión pública sobre el gobierno israelí para que prolongue la tregua podría ser significativa y desempeñar un papel importante.


A pesar de los fracasos militares de Israel, también es cierto que si reanuda sus operaciones, sus más arduos desafíos se situarán adelante, no tras él. Consciente de su mediocridad como fuerza de combate, puede optar por reducir sus pérdidas y darse por satisfecho con los monstruosos niveles de muerte y destrucción infligidos a la Franja de Gaza.


Con Blinken en gran medida marginado en Washington, la agenda estadounidense parece estar cada vez más dominada por las preocupaciones sobre el conflicto regional. Una reanudación de las hostilidades haría una escalada prácticamente inevitable. La confianza de Estados Unidos en la capacidad de Israel para librar una guerra en dos frentes y potencialmente en tres frentes es inexistente, al igual que el apetito de Washington por otra guerra estadounidense en Medio Oriente durante un año electoral. El transporte marítimo por el Mar Rojo (y el aumento de las tasas de seguros), los ataques a bases estadounidenses en Irak y Siria, y el espectro de una confrontación con Irán, aunque improbable, son preocupaciones adicionales. Los regímenes clientes de Estados Unidos en la región parecen en gran medida seguros, pero podrían surgir repentinamente amenazas a su estabilidad. Las manifestaciones sin precedentes contra la complicidad de Biden en los campos de exterminio de Gaza y la posibilidad de que los disgustados votantes demócratas se queden fuera de las elecciones de 2024 son un factor añadido, aunque, a pesar del costo político, Biden parece totalmente despreocupado y decidido a mantener el rumbo. En cualquier caso, y particularmente en las últimas décadas, las elecciones estadounidenses las deciden los dólares, no los votantes (cerca de la mitad de los cuales normalmente no vota en las elecciones presidenciales).


Los gobiernos europeos son más susceptibles a la opinión pública y a las consecuencias electorales, y algunos de ellos han comenzado a abogar por que se reduzcan e incluso cesen las matanzas masivas en Gaza. Los Estados árabes y otros socios de Estados Unidos a nivel mundial preferirían que esto terminara ya.


Sabedor de la instrumentalización de los alto el fuego por parte de Israel durante el asedio de Beirut de 1982 para avanzar militarmente, inicialmente creí que era poco probable que la tregua durara más de unas pocas horas. Pero las condiciones en 2023 son fundamentalmente diferentes. Si bien es cierto que el ansia de venganza de Israel parece insaciable, las duras e intransigentes palabras provenientes del Ministro de Defensa Gallant y de otros pueden ser una tapadera para aceptar una extensión de la tregua con el pretexto de que fueron las amenazas israelíes las que lo hicieron posible.


La capacidad de Hamas para permanecer intacto y la incapacidad de Israel para derrotarlo hacen que una extensión de la tregua sea bastante probable. Una vez más, en estos momentos sólo se puede especular, pero sospecho que habrá una extensión temporal. Israel podría algún momento lanzar un furioso ataque cuyo fracaso podría suponer que el final esté a la vista.



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