«Aunque parece que Europa se está preparando para la próxima guerra, en realidad está tratando de encubrir sus profundos problemas económicos inyectando dinero en sus economías mediante la fabricación de armamento»
Stephen Bryen
Hace décadas que el capitalismo se debate en una crisis estructural que se profundiza y que está afectando especialmente a las potencias centrales del sistema, EEUU y la UE. Este proceso ha intentado ser gobernado mediante una destrucción controlada de la economía productiva. Con ese fin, se ha adoptado una serie de medidas políticas como la voladura del North Stream, las sanciones a Rusia disparando los precios de la energía, o los condicionamientos para la transición ecológica que si no han arruinado totalmente sus economías –especialmente las de los países de la UE– ha sido por una gigantesca y continuada inyección de fondos públicos. Los pretextos han sido diversos: impedir el hundimiento de los principales bancos (2010-2011), paliar la quiebra de empresas ocasionada por el confinamiento-Covid, el apoyo a la transición a la economía "verde" con Fondos Next Generation, y ahora... "la amenaza rusa".
Como consecuencia de estas medidas, además de un endeudamiento público creciente, se ha producido una caída de las condiciones de vida de la clase obrera y sectores populares con pensiones y salarios precarios, la subida de los precios de alimentos, energía y vivienda, y el desmantelamiento progresivo de los servicios públicos.
El último intento de las élites corporativas y financieras para superar la crisis de este modelo capitalista occidental es el tránsito a la economía de guerra que, de nuevo, va a permitir la transferencia de dinero público a las empresas privadas, ahora las de armamento, dinero que saldrá sobre todo del recorte de gastos sociales, de nuevos impuestos para la clase trabajadora y de una gigantesca deuda pública, para la que se están eliminando todos los límites en la normativa de la UE. A su vez la economía de guerra es el paso de la desindustrialización en las últimas décadas a la masiva inversión en la industria militar, de modo que la recomposición capitalista se está dirigiendo a la reindustrialización militar y este rearme está siendo un gigantesco negocio.
De acuerdo con el anterior compromiso de los gobiernos de la UE de invertir más en la lucha contra el cambio climático y en la digitalización de la inteligencia artificial y al mismo tiempo lograr superávits fiscales…, este desplazamiento del gasto hacia el sector militar sería incomprensible para la economía europea si no recogiera de nuevo la vieja apuesta por la guerra para la reestructuración del capitalismo.
La escalada hacia el rearme
En noviembre de 2023 la OTAN aprobó que los estados miembros dejaran de aplicar el tratado que limitaba el número de armas que podían poseer.
En marzo del pasado año la Comisión Europea lanzó su Estrategia Industrial de Defensa con la que puso 1.500 millones de euros en circulación para el sector armamentístico y colocó a la industria militar en los cuadros de mando de las decisiones políticas para conformar el complejo militar industrial de la UE. Y en noviembre la presidenta de la UE dijo que se necesitaba invertir 500.000 millones de euros en la próxima década para la industria de armamento.
Al mismo tiempo la Comisión Europea se plantea retirar 400.000 millones de euros del presupuesto del Fondo de Cohesión (1994) de la UE destinados al desarrollo de regiones en dificultades, para dedicarlos al fortalecimiento del complejo militar industrial de los países miembros y a la asistencia militar a Ucrania. Como se puede ver, el dinero para financiar el rearme europeo solo puede proceder de recortes sociales; por ejemplo, el gobierno español en los últimos días recorta 1.000 millones de euros en Educación para aumentar el presupuesto en Defensa en 4.000 millones de euros. Y destina 5 tacaños millones de euros para el acceso a viviendas dignas y para combatir el sinhogarismo… Se comprende que la financiación del rearme europeo salga de recortar otras partidas presupuestarias, como las de los gastos sociales, las pensiones, la vivienda y la educación, y de privatizaciones.
El 19 de marzo de 2025 la CE presentó El libro blanco sobre Defensa, un plan integral para rearmar Europa, previsiblemente será el plan de militarización de la UE hasta 2030, e incluye el plan de armamento también a largo plazo para Ucrania. Allí se expondrán los recortes sociales necesarios para fabricar más armas.
Atendiendo a la cuantía de los gastos militares, la Unión Europea es una potencia militar mundial. Los presupuestos militares europeos son muy elevados. Sumados en 2023 los gastos de los 27 Estados miembros casi alcanzan 300.000 millones de dólares. Es el tercer mayor presupuesto militar del mundo después de Estados Unidos (900.000 millones de dólares) y China (algo más de 300.000 millones de dólares; muy por delante de Rusia, que gasta 126.000 millones de dólares en sus ejércitos.
Los beneficiarios del plan: la industria armamentística y los bancos
El plan de rearme de la Unión Europa, a propuesta de Ursula von der Leyen, de 800.000 millones de euros, implicaría duplicar los presupuestos en "gasto en Defensa" de todos los países de la UE, alcanzando el 4% del PIB. Y ante la próxima Cumbre de la OTAN, el próximo 24 de junio en la Haya, parece que será el 5%, a petición de Trump… Pero el aumento del presupuesto militar no es un acto de defensa colectiva, sino una transferencia directa de riqueza pública hacia manos privadas.
El plan incluye un nuevo instrumento, un Banco Europeo de defensa, seguridad y resiliencia (DSR), propuesto inicialmente en 2019 como el "Banco de la OTAN", que facilitaría préstamos a los bancos comerciales y éstos a los proveedores. Todos los países de la Unión Europea tienen una enorme deuda externa y altos déficits presupuestarios. Por ello Van der Leyen pretende flexibilizar las normas de gasto de la UE para permitir que los países eximan el gasto militar de los límites de déficit presupuestario controlado por Bruselas. La operación se acompañaría del compromiso de deuda común de la UE. Esta operación facilita la inyección en el complejo militar-industrial de las grandes sumas previstas.
Por otra parte, ya existe una relación estable en la que los bancos se convierten en los socios indispensables para la fabricación de armas de la industria militar, es decir, una relación entre empresas de armas y algunos de los principales bancos del mundo y de España, en lo que podríamos llamar un complejo militar, industrial y financiero.
Los bancos que financian actualmente a algunas de las principales empresas de armas europeas que forman parte del lobby militar industrial español y europeo (Indra, Airbus, Rheinmetall, Leonardo o Saab) son los grandes bancos estadounidenses, accionistas a su vez de algunas de estas empresas, destaca Black Rock, pero también Goldman Sachs, Société Générale, Fidelity Investments, Bank of America, Morgan Stanley, Vanguard o JP Morgan.
"La banca armada española" que destaca por su implicación en la fabricación de armas sigue siendo BBVA y Santander, y en menor proporción Caixabank, Banco Sabadell, Ibercaja, Bankinter, Unicaja y Banca March.
Los 9.976 millones de dólares de financiación de la banca armada española en 2025 son una muestra de las imbricadas relaciones entre empresarios de armas, miembros de sus consejos de administración y entidades financieras en España y Europa.(1)
El volumen de contratos del sector armamentista se ha incrementado un 61% desde 2022, impulsado por la guerra, el plan de rearme europeo y los objetivos de la OTAN. Las once principales compañías armamentísticas europeas acumulaban casi 400.000 millones de euros en pedidos en marzo de 2022. La alemana Rheinmetall, participada por capital estadounidense, ha multiplicado por tres sus pedidos, pasando de 15.000 millones en 2022 a más de 47.300 en la actualidad. La británica BAE Systems acumula 77.800 millones en pedidos, la francesa Thales, más de 50.000 millones y Dassault Aviation 43.200 millones de euros. En el caso del Estado español, el crecimiento ha sido más moderado. Indra, el principal grupo español del sector, ha incrementado un 33% su cartera de pedidos entre 2022 y 2025, hasta alcanzar los 8.000 millones de euros, muy por debajo de los líderes europeos.(2)
Estas empresas de la muerte, cotizadas, están atrayendo la mayor parte de la riqueza pública que gestionan los gobiernos y el capital privado, riqueza en ambos casos producto del esfuerzo de la clase trabajadora.
Militarización social
El belicismo sigue definiendo las actuaciones políticas de los Gobiernos de Occidente en defensa del capital. Y el primer enemigo de esta guerra construida contra un enemigo inventado, es la propia clase obrera occidental que está sufriendo despidos masivos, así como de los sectores populares, la pequeña y mediana empresa industrial, agrícola y ganadera, tras el descomunal aumento del gasto militar como resultado de nuestra pertenencia a la OTAN y la disciplina que nos impone el sometimiento a los EEUU.
El precio de esta economía de guerra lo paga la clase trabajadora, a través de impuestos regresivos, inflación y el recorte de servicios públicos esenciales agravando las condiciones materiales de la mayoría. Mientras las fábricas de armas celebran ganancias récord, los salarios reales seguirán estancados, los contratos precarios se multiplicarán y los derechos laborales serán sacrificados en nombre de la «seguridad nacional».
Esta situación conlleva la militarización de la sociedad en caso de que surja el conflicto social o para evitar que lo haga. Significa la censura de lo que contradice el discurso oficial, la limitación del derecho a la información y a la libertad de expresión, la repetición de la propaganda de guerra, la creciente represión del movimiento obrero, de organizaciones populares y de solidaridad internacional.
La militarización social se prevé en la Estrategia de Seguridad Nacional con diferentes pretextos, como la emergencia sanitaria, militar, alimentaria, energética, financiera, etc., en situaciones de grave crisis general cuando las instituciones representativas se muestran desprestigiadas e ineficaces para canalizar las tensiones sociales. Es entonces cuando las movilizaciones obreras y populares aumentan y comprueban que sus reivindicaciones son sistemáticamente negadas o tergiversadas.
La campaña alarmista sobre una guerra inminente en Europa no debe ser aceptada como una fatalidad, sino desenmascarada como lo que es: una estrategia de las élites capitalistas para consolidar su poder y sus beneficios. La militarización y el negocio de la guerra no son inevitables; son elecciones políticas que pueden y deben ser combatidas(3).
Notas:
(1) https://centredelas.org/publicacions/bancaybelicismoglobal/?lang=es
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