Entrevista a Agustín
García Calvo
por Gabriel Arnaiz
—Usted se ha caracterizado siempre por escribir contra todo
lo que hoy se considera sagrado (la Democracia, la Ciencia, el
Individuo, la Paz...) y por estar en contra de todo aquello que la sociedad
actual considera obligatorio: el trabajo, el automóvil, la televisión, los
deportes, Hacienda, la felicidad... ¿Por qué es el NO tan importante?
—Es el
NO a todo a lo que en realidad se nos impone como SÍ. De manera que puedes
generalizar: el NO al Poder de cualquier tipo que sea, a la imposición de los
ideales en que el mundo se funda, a la imposición de una educación para los
niños del futuro… Cualquier cosa que quieras pensar (la economía, las finanzas),
está fundada en una industria positiva. Entonces, cuando se mira bien, se ve
(basta con echar una ojeada a los medios) que positiva consiste en
“positiva para el Futuro”. Es decir, para que en primer lugar ya se sepa lo que
va a pasar y no haya peligro de que pase nada imprevisto y, en segundo
lugar, para que la gente se anime con cierto optimismo a ir hacia ese Futuro y
cumplir las reglas que le corresponden. Todo eso es la Realidad: es el SÍ. De
manera que para qué voy a decirte qué importancia tiene el NO si resulta que,
como aquí hemos descubierto, la Realidad no es todo lo que hay, que
siempre hay más allá, y eso es lo que secunda cualquier forma de rebelión. Entonces
está claro que la manera, el instrumento, el arma para la rebelión es
justamente ir contra esas ideas y actitudes positivas que el Régimen nos
impone. De modo que no puede pensarse en nada antes de pensar esa posibilidad
de decir NO que es hacer NO. Es “hacer no” porque consiste
justamente en un hacer que es un decir. Por ejemplo, los discursos de
los Ministros del Poder o las cuentas de la Banca de tal o cual sitio pueden
tomarse aparentemente como un decir (son palabras, son números), pero al mismo
tiempo son un hacer. Así que cualquier sueño de revolución tiene que partir igualmente de que el primer hacer es el decir: el decir NO. El decir NO a lo que está dicho y se nos manda; decir lo que nos viene de más abajo (de no sé donde), y ese decir es un hacer.
—¿Y
cómo podría concretarse ese NO?
—Vuelvo
a insistir en esto: ese decir es un hacer. Eso es justamente una cosa en la que
se equivocan al segundo paso. Es decir: “Está bien, a lo mejor tienes razón en
lo que dices, pero ¿cómo se hace?”. Hay que saber responder: se está haciendo AHORA. Si de verdad se está descubriendo una mentira, eso es una acción y se está haciendo AHORA. Porque eso de hacer planes para el Futuro, de volver a
recaer incluso en pensar una revolución futura, eso es simplemente imitar al
Régimen, a sus armas y sus ideas. El Futuro es de ellos; el Futuro es del
Dinero. El Dinero, que no sabe ser más cosas que Futuro y que es al mismo
tiempo la administración de muerte. Por lo tanto, una rebelión no puede
tener Futuro: una rebelión de boca o de mano se está haciendo AHORA o no se
está haciendo. No se puede emplear las armas del Régimen.
—¿Podría
explicar con más detalle qué quiere decir cuando se refiere al Régimen?
—Me
estoy refiriendo a cualquier forma de Gobierno y de opresión que en el mundo ha
habido a lo largo de la historia. Hay que decir que esto no es tan largo como
se hace creer: la historia no son más que unos diez mil años. Es decir, que
antes de la escritura, antes de la dominación política avanzada no sabemos en
verdad qué es lo que había, qué es lo que la gente hacía, qué es lo que pensaba
o lo que quería. El Régimen del que hablo se puede referir a cualquier Régimen
de la historia, sin ninguna distinción de clases, de monarquías, de
democracias. Simplemente suelo emplear el término para referirme al actual,
porque es el que tiene más interés. Cuando digo Régimen es como si estuviera pensando
que todos los Regímenes de la historia están contenidos en éste o residen
en éste, y éste es el que todos vosotros sabéis: el Régimen de la Democracia Desarrollada.
El Régimen cuyo primer artículo de Fe consiste en que cada uno sabe
adónde va, qué es lo que quiere, qué es lo que vota, etcétera, y que por tanto es
Él (el Individuo) el que crea y maneja el Poder: la estupidez de pensar
en un poder del pueblo. De manera que ése es el Régimen (que después de todo no
es más que el Régimen del Dinero). Porque desde que se estableció hace unos
sesenta años en el mundo avanzado, este Régimen consistió en abandonar
prácticamente del todo la separación entre Capital y Estado: El Estado es el Capital y el Capital es el Estado y eso es lo que lo caracteriza. Es inútil
y muy dañoso cada vez que uno (político o no político) quiere volver a separar,
a distinguir, entre los funcionarios del Estado y los funcionarios de la Banca
y del Poder: son los mismos. Y si se diferencian en clases es para disimular.
—Y en esa lucha contra el Régimen
del Dinero en el que se fusionan Estado y Capital, ¿qué papel juega ahí la Fe?
—Lo
que yo llamo la Fe consiste en hacer creer a la gente que la Realidad es todo
lo que hay, en contra del descubrimiento que el sentido común ha hecho ya: que la Realidad no es todo lo que hay. Consiste en hacerle creer al niño, cuando
se va haciendo muchacho o muchacha, que “Las cosas son como son, hijo mío”; en
hacer creer que cuando la Ciencia se vulgariza en los medios está diciendo la
verdad acerca del mundo; en hacer creer que efectivamente nuestras vidas
dependen de cualesquiera medidas económicas o políticas que se toman en España
o en Europa y que, por tanto, se están discutiendo todos los días ahí, en los
palacios del Poder, cosas decisivas y trascendentales que van a afectar a
nuestras vidas: todo eso es el reino de la Mentira. Y es contra ello
contra lo que cualquier forma de hacer NO o de decir NO es tan importante.
—Pero
¿cómo podemos desprendernos de estas creencias?
—Que
las cosas queden claras: Tú no vas a desprenderte de la Fe mientras no te desprendas
de ti mismo en alguna medida. Esto conviene tenerlo claro. No hay ninguna
persona individual que se salve. Así que cuando decimos que se trata de dejar que hable el pueblo (lo que queda de pueblo), ese pueblo está negando las personas. De manera de que no se trata de ninguna norma de conducta: “Desde
mañana voy a abandonar mi Fe en la Democracia, voy a dejar de creer”. Eso o te
pasa o no te pasa. Y en la medida en que te pasa es que tú has dejado un poco de
ser tú mismo, has renunciado hasta cierto punto a tu persona, a tu situación y
a todo a lo que al Poder le gusta que seas. De
modo que tú no tienes que hacer nada. La Fe se pierde en la medida en que uno
descubre (y eso está a mano: a solas, entre amigos, incluso entre algunos de
los pocos amigos muertos de los que nos ha quedado memoria o palabras) que todo
aquello que te contaban era mentira. Y eso es lo primero que el Poder defiende. No hay Poder que no procure, antes que nada, mantener una forma de Fe que debe extenderse a la mayoría de las poblaciones. Que la Fe sea de orden religioso,
político o financiero da igual, porque todas son la misma. Pero la necesidad de
hacer creer, lo mismo que con los curas del Antiguo Régimen, sigue estando en
nosotros.
—Y
para el mantenimiento de esa Fe en la Realidad que sostiene el Régimen actual, ¿qué
función juegan los medios de comunicación (o “medios de formación de masas”,
como usted prefiere denominarlos)?
—Yo
puedo hablar de “los medios” así, en general, tratando de abarcarlos a todos, lo
cual no es el procedimiento más recomendable. Pero puedo atacarlos mejor hablando
de lo que siempre importa más en esta guerra y que son las Mayorías: lo que al
Capital y al Estado le gusta y reconoce ante todo como Mayorías. Y la mayoría
de los medios (incluidos no sólo los diarios, las revistas para señores y
señoras, las revistas financieras, las entradas en la red y comunicaciones de
uno y otro tipo, los libros de divulgación científica y las obras de solaz o
entretenimiento, sino incluso todas aquellas publicaciones que tratan de
descubrir la mentira y denunciarla) quedarían incluidos en la Mayoría. De manera
que, a pesar de todas las pretensiones de crítica y de negatividad, resultaría
que los medios (así, en mayoría) están destinados a servir al Señor.
En último grado, nuestra teología, que es la Ciencia (la Ciencia representada
por los físicos ortodoxos y demás), está hecha para servir al Señor, es decir,
para hacer creer. Pero únicamente hay que añadir (en esto como en lo demás),
para que esta lucha no consista en un puro desánimo, que eso es nada más que la
Mayoría, lo mismo que en las poblaciones. Todo lo que puedo decir es que hacen
mal los chicos y chicas, padres y madres que se lo creen y que repiten lo que
les cuentan y que están manteniendo la Fe. Y luego hay que añadir que “Eso no
son Todos”. En la Realidad no hay Todos: esos no son más que la Mayoría. Los
demócratas quieren hacerte creer que una Mayoría suficiente es lo mismo que Todos,
pero no es verdad, eso son matemáticas para el engaño. No es verdad: La
mayoría nunca son todos. Y, por tanto, también así de los medios, encontrarás
en los libros, en las bibliotecas, de vez en cuando, alguno de esos amigos que
decía antes, alguno de esos amigos que han muerto, y que de alguna manera
siguen hablando a través de la escritura. Por eso no puede uno imponer un
desprecio a su vez totalitario respecto a la labor posible de las letras, de
las ciencias y de los medios. Hay que recordar que la Mayoría es la Mayoría. Y
por otro lado, cualquier cosita que se pueda hacer en contra se está
haciendo en contra de una Mayoría. Y no puede uno quejarse mucho de eso porque
ya se sabe que una publicación mayoritariamente es lo que está mandado que sea.
—¿Y
quienes serían esos amigos muertos que podrían ayudarnos en ese combate contra
el Régimen?
—Me estaba refiriendo a los que
nos pueden llegar desde la muerte a través de la escritura, de las letras.
Entre mis oficios más veteranos soy un filólogo, y por eso a mí me encanta
tratar de leer cada vez mejor lo que nos queda de los libros de Heráclito de
Éfeso, leer mejor también a Sócrates, otras cosas también en castellano viejo o
en latín. De manera que esos son algunos de mis amigos, los que están
enterrados en las letras, porque de vez en cuando hay que contar con amigos.
Cuando yo empecé a sentir esto, en la adolescencia, me volcaba en la biblioteca
de mi padre, que era un hombre muy leído, y que me dejo meterme en ellos,
contaba con libros como los de Don Miguel de Unamuno y Antonio Machado, que los
leía y me gustaban mucho. Y desde entonces para mí esos han quedado como
amigos. No quiero insistir mucho en la enumeración de los amigos, pero para que
se vea que así como hablo de la mayoría de los vivos como vendidos (vendidos
al Poder), así también el dominio de la muerte no llega a ser tan absoluto como
ellos se creen, e incluso a través de los medios, uno puede llegar a ver
sombras o insinuaciones de la Mentira de lo que nos venden.
—¿Y
cómo podemos resistir los embates de esa Mayoría, cómo podríamos contrarrestar
la idiotez ambiental que nos sepulta?
—Hay
que volver un momento al término griego. Idiota es una palabra griega, es
decir, es una de esas palabras que vienen de Arriba, de la escuela, y que la
gente ha adoptado de vez en cuando a lo largo de los siglos. Idiotés era el particular, el unitario, el
que sabe quién es, el que tiene su idea, el que tiene su fe; en fin, el
particular y siempre el particular. Que era lo que a la democracia, desde que
se fundó en algunos Estados griegos, le gustaba: eran con esos con los que
había que contar. Por tanto, que el otro (lo poco que nos queda de pueblo)
descubra la mentira en eso y, en vez de emplear el término de una manera seria,
lo emplee de la manera en que suele emplearlo. Cuando dice “idiota” querría
decir incapaz de sentido común. Lo particular, lo idiótico y, por lo tanto,
lo mayoritario es lo contrario de lo común. Esta rebelión del pueblo que no
existe (pero que lo hay) es una rebelión de lo común contra lo particular y,
por tanto, contra lo mayoritario.
—Tengo
entendido que ese poco que nos queda de pueblo, esa razón o sentido común, se
manifiesta en nosotros a través de la lengua. ¿Cómo sucede esto?
—Ésa
ha sido otra de mi dedicación constante como gramático y como lingüista. Como
gramático de diversas lenguas (de las que me han caído) y como lingüista que
aspira a pasar de ahí a un descubrimiento de la Lengua en general. La Lengua en
general, que no existe en el mundo de la Realidad, sino que sólo se manifiesta
por medio de las lenguas de Babel (es decir, por medio de toda la innumerable
cantidad de dialectos y de lenguas entre los que cada uno ha caído o se ha
enredado) es muy importante (aún tomado en el sentido de lengua particular, de
idioma). Este instrumento es muy importante, tanto más cuanto que las personas
no tienen mucho que ver con ella de manera consciente ni se enteran gran cosa
de lo que hacen cuando la usan. Es interesante comprobar que incluso los que creen
que saben son muchas veces los que menos saben y, en cambio, la gente corriente
(que no sabe nada de lengua) es la que mejor habla en cuanto se la deja hablar
y cuando se le deja que por su boca salgan tal vez razones de sentido común de
vez en cuando.
En "Contra el automóvil" (1996) dice algo similar, no sin cierto humor: "En estas luchas contra el Poder siempre tropieza uno con este coñazo inacabable de que te pidan alternativas. Hay que saber decir a quien te pida alternativas que está haciendo una trampa, que no hay alternativas, que es el enemigo el que es nuestra única guía".
ResponderEliminarY sin embargo, a buen entendedor pocas palabras bastan. Decir no a la opresión es decir sí a la libertad, de modo que las alternativas están ahí para el que quiera verlas. Yo puedo dibujar con todo lujo de detalles cómo sería mi sociedad ideal, y qué habría que hacer para llevarla a cabo (se han escrito cientos de libros y panfletos al respecto), pero al que tiene fe ninguna razón que yo le pueda dar le va a bastar. Primero se tiene que tener una predisposición a la imaginación, a la duda, a decir no, a pedir explicaciones, etc. Y el resto viene solo. O al menos así lo he interpretado yo :)
Un abrazo.
Espléndida y muy apropiada la cita que nos traes, con la cual estoy de acuerdo.
EliminarLa auténtica "alternativa" no es sino el propio y espontáneo devenir de la vida en libertad. La vida discurre y se afirma por sí misma. El NO es una defensiva afirmación de la vida agredida, cuya plenitud sólo es concebible en libertad. Establecer modelos de excelencia o paradigmas de lo que la vida ha de ser, es caer en la trampa del poder, que es el que dicta dichos modelos y paradigmas a su mayor dominio y gloria. Ausentes éstos, el resto, como tú bien dices, viene solo.
Un abrazo y salud!
Muy acertado, genial.
ResponderEliminarSolo puntualizaría que la historia del hombre no ha sido tan mala, el hombre no ha estado tan dominado como ahora durante tanto tiempo. En un pasado no tan remoto no existía tanto control ni tanto poder estatal, el pueblo gozaba de cierta libertad por cuanto se mantenía unido, en nuestra propia España hasta el 39 existió una conciencia popular muy superior a la de cualquier otra nación del momento, cosa que también se oculta por la oficialidad.
(...Me voy del tema) El negar el poder y los dogmas es el primer paso, después sobre el desencanto que esto produce, se actua en mayor o menor medida según las opciones de cada cual, pero es importante el simple hecho de "despertar" y reaccionar aunque solo sea mentálmente.
Saludos! resistencia, desobediencia y fraternidad.
Ignoro cómo sería la existencia humana antes de la historia, pero deduzco de ésta que los momentos de libertad han sido tan esporádicos como breves. Lo cual no quiere decir que no haya que celebrarlo, sino todo lo contrario.
EliminarEliminar esa fe en la que el poder nos adoctrina de tan diversas maneras, es un primer e ineludible paso y un extraordinario logro en sí. Decir después que NO es afirmarse en la libertad y en contra de cuanto se establece para cercenarla.
Salud!
Una cita de Agustín García Calvo que me parece oportuna y que extraigo de su libro Historia contra tradición:
Eliminar"El interés de separar claramente estas dos nociones está en que ordinariamente se presentan confundidas.
Un ejemplo político nos lo da la manera en que en nuestros días, roto y perdido lo que hubiera de tradiciones de los pueblos (en el sentido preciso que 'tradición' tomará a lo largo de este estudio), se ve remplazado, en las contiendas nacionalistas y la literatura que las sirve, por el conocimiento de la Historia de los pueblos, esto es, la idea del pueblo correspondiente que la Historia haya fijado."
Y la Historia, no hay que olvidarlo, la escriben los vencedores, el poder.
Por eso que la historia la escriben los vencedores, es por lo mismo que ocultan y trastocan lo que no les interesa, a eso me refería. (Y no he hablado de "antes de la historia", me refiero a la otra historia, la no contada, la olvidada, la real).
EliminarSiempre ha habido explotación, si, pero a este nivel no, porque nunca ha tenido tanto poder el estado. Y porqué, pues porque no existía el aparato propagandístico tan fenomenal que existe ahora; Se van superando.