30 julio, 2018

P o s t r i m e r í a s







¿Por qué tomarse el trabajo de significar y otorgar un sentido cuando todo circula tan deprisa que nada tiene tiempo de transformarse en valor?

Para desear lo que los hombres desean actualmente, no necesitan ser libres. Para decir lo que tienen que decir, no necesitan estar representados. Para ser lo que son ni siquiera necesitan reconocerse como tales.

Jean Baudrillard




29 julio, 2018

Flagrantes incoherencias y amaños de la Cosa





Artículo 14 de la Constitución Española: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.


Pues una de dos: o el rey no es español
o va ser que los españoles y las españolas
 no son iguales ante la ley.

(Flagrantes incoherencias y amaños de la Cosa)

VIENEN...





vienen
diferente e iguales
con cada una es diferente y es igual
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es igual

vienen
diferentes e idénticas
con cada una es diferente y es lo mismo
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es la misma

Samuel Beckett

27 julio, 2018

La tercera guerra mundial ha comenzado; es la guerra social generalizada – Corsino Vela


"recuerdo cuando todo esto eran árboles"


Capítulo extraído de La Sociedad ImplosivaCorsino Vela
Texto completo (pdf)→ aquí

La guerra, la destrucción masiva de seres humanos, de capital fijo e infraestructuras, etc., fue el recurso de la clase dominante frente a las crisis cíclicas en la fase expansiva del capital; sin embargo, ante la crisis de la fase de la dominación real y total del capital, la guerra adquiere una dimensión predominantemente intensiva, al yuxtaponer a las formas bélicas convencionales (guerras locales en la periferia capitalista), la ofensiva social en el propio centro capitalista. La tercera guerra mundial, pues, es de carácter social, eminentemente implosiva, con frentes definidos en torno a categorías sociales (desempleo, precarización, depauperación, exclusión, etc.) y con diversos grados de intensidad, según la inserción de cada país o región económica en el proceso mundial de acumulación de capital.

La sobreproducción de mercancías, en tanto manifestación de la crisis, también comporta la sobreproducción de la mercancía fuerza de trabajo (desempleo). La crisis adquiere así una dimensión “social” más allá de lo meramente económico, técnico y administrativo, pues las posibilidades de realización de esa peculiar mercancía que es la fuerza de trabajo son cada vez más limitadas dentro de la relación social capitalista ya que la única forma posible y significativa para el capital de realización de esa mercancía es dentro del sistema asalariado.

A diferencia de las demás mercancías, la desvalorización del excedente de la mercancía fuerza de trabajo, que adopta la forma del desempleo, hace aflorar la naturaleza de la relación social del capital en toda su dimensión contradictoria. El desempleo rampante no es más que la forma sociológica del excedente de una mercancía que no encuentra salida en el mercado como consecuencia de la racionalización productiva y del consiguiente aumento de la composición técnica de capital que acompaña a las aplicaciones tecnológicas en la producción de bienes y servicios.

En este punto, la crisis deja de ser un asunto económico, de ejercicio contable, para convertirse en una cuestión social, política en su sentido más amplio, que concierne al fundamento mismo de la organización social. La eventual “resolución” de la crisis depende exclusivamente de la relación de fuerzas entre capital (clase dominante) y trabajo (humanidad proletarizada).




La solución capitalista al excedente (sobreproducción) consiste en la desvalorización y la eliminación física de mercancías y de los medios de producción. Por eso la guerra, como forma de destrucción de valor (mercancías, medios de producción, infraestructuras, personas, etc.), ha constituido en las anteriores crisis (cíclicas) la condición previa para el relanzamiento del ciclo del capital, una vez eliminado el excedente de valor no realizable, incluido el de la fuerza de trabajo excedentaria.

La destrucción masiva de capital y de fuerza de trabajo que lleva a cabo la guerra convencional tradicional se ha vuelto más problemática en la actualidad que en periodos históricos anteriores en cuanto mecanismo de resolución capitalista de la crisis. El carácter transnacional del capital ya no se corresponde con las condiciones que dieron origen a las dos guerras mundiales del siglo XX. Por otra parte, el nivel de desarrollo tecnológico-nuclear ha aumentado de forma exponencial las probabilidades de destrucción incontrolada que un conflicto bélico convencional a gran escala podría acarrear.

Calificar la actual ofensiva de la clase dominante gestora del capital como tercera guerra mundial no es una licencia literaria. Es una indicación empírica del carácter de la guerra en la economía capitalista y, más concretamente, de su función en la resolución de las crisis cíclicas, donde la destrucción es la precondición de relanzamiento de la actividad económica.

La tercera guerra mundial, sin menoscabar el papel que los ejércitos profesionales juegan, se lleva a efecto sobre todo en los frentes formalmente no militarizados de las estructuras de gestión y encuadramiento social. De manera que las medidas adoptadas por los centros de decisión económicos y políticos conjugan la destrucción masiva y la represión (destrucción “planificada” de sectores de producción, guerras de “baja intensidad”, pandemias, eliminación por hambre, criminalización de la migración y de la disidencia política, etc.), con la sobreexplotación de la fuerza de trabajo productiva (reformas laborales, privatizaciones de recursos públicos, expropiación de recursos ) y la liquidación de derechos adquiridos en asistencia social como medios para restablecer las condiciones de relanzamiento económico que, a su vez, reinicie un ciclo de acumulación de capital.


Por eso cabe decir que la tercera guerra mundial ya ha comenzado, aunque no en forma de guerra imperialista entre capitales nacionales, puesto que ahora se trata de la guerra del capital globalizado, la lucha de la burguesía transnacional gestora a escala mundial contra la humanidad proletarizada. La tercera guerra mundial se dirime en unos términos que sintetizan los métodos destructivos de la guerra convencional y la destrucción intensiva propiciada por las reformas estructurales que atañen directamente a las personas en toda su dimensión psicológica, cultural, social, económica.

Los efectos devastadores de las decisiones de la clase dominante transnacional, predeterminadas por la lógica de la acumulación de capital, crean situaciones propias de la guerra, aunque con ritmos de degradación de las condiciones materiales de vida más lentos que las intervenciones militares del pasado. Un ritmo más lento y “calculado” que es consecuencia de la interdependencia de las regiones castigadas en el orden capitalista transnacional. La situación creada en los países “intervenidos” por las medidas de la Troika es similar a la de una posguerra, en cuanto a las consecuencias de empobrecimiento generalizado de la población y destrucción y desvalorización de recursos. El desbarajuste financiero y la extorsión continuada de los estados europeos y extraeuropeos (incluida la guerra contra el euro), no es más que la manifestación superficial y “desviada” de la guerra contra la población proletarizada de esos mismos países, es decir, el eufemismo monetarista que disimula la destrucción de medios de producción, infraestructuras y fuerza de trabajo en Europa.

En este sentido, Europa vuelve a ser el terreno privilegiado de la tercera guerra, aunque esta vez bajo formas de desvalorización en las que la intervención militar no es el rasgo prevalente, aunque sea presente (Yugoslavia, Ucrania). La guerra actual se lleva a cabo mediante estrategias de empobrecimiento progresivo y agotamiento paulatino de recursos de la población proletarizada, de modo que los efectos sobre la mercancía fuerza de trabajo son similares a los efectos de las guerras del pasado.

La desvalorización de Europa –el empobrecimiento masivo de la población asalariada– hay que entenderlo como un movimiento táctico de la tercera guerra mundial que, de acuerdo con la concepción cíclica de la crisis propia de la economía política, persigue la creación de unas condiciones favorables para reiniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital. Un movimiento táctico que se inscribe en la doble estrategia de devastación física de regiones enteras en África, Asia, América Latina, y de ruina rampante de las regiones opulentas del planeta (Europa). Y esa guerra ya se está llevando a cabo en los países del sur.



La estrategia de devastación física y ruina social no es nueva respecto a las crisis precedentes; la novedad estriba en que la destrucción de capital fijo y fuerza de trabajo necesaria para el eventual relanzamiento económico ha alcanzado dimensiones tales que ponen en cuestión la propia supervivencia del planeta, ya sea por la vía directa de una eventual guerra generalizada, ya sea por la vía indirecta de una progresiva devastación de la biosfera. O de ambas combinadas.

El proceso de militarización del mundo va parejo con las dificultades del desenvolvimiento del ciclo del capital a escala planetaria. La economía capitalista es una economía de guerra. El gasto militar, la producción armamentista, aunque se trata de una producción de desperdicio, no valorizadora, que comporta nuevas contradicciones estructurales en la esfera económica (P. Mattick), en el plazo inmediato cumple una función en el ciclo del capital mediante la creación de empleo y la demanda inducida de bienes y servicios. A su vez, la aplicación de la producción bélica al tiempo que procede a la destrucción de medios de producción (guerras) y posibilita la expropiación de nuevas fuentes de energía y de materias primas, facilita la estabilización de espacios de realización del capital (nuevos mercados). Esa es la función de las denominadas guerras de baja intensidad que se multiplican en la periferia capitalista. Y es en virtud de esa función que la producción de desperdicio crea el espejismo de la valorización de capital.

La economía de guerra es una realidad concreta manifiesta en la militarización de los mares y del espacio aéreo resultante de la creciente vulnerabilidad del ciclo de realización de la mercancía que se manifiesta, entre otros aspectos, en la defensa militar de los caladeros expropiados en África o en el control militar de los puntos neurálgicos de las redes de transporte de energía (golfo de Omán, guerra de Siria, Iraq, etc.) y de mercancías, en general.



La economía capitalista es una economía militarizada en la medida que la estrategia militar condiciona su orientación. La industria militar, con diferente incidencia, es la que determina el desarrollo tecnológico (las inversiones en I+D+i) de todos los países capitalistas. El desarrollo tecnológico del capitalismo depende directamente del desarrollo de la tecnología militar. Las aplicaciones tecnológicas no bélicas, que marcan la pauta en el sector de la electrónica, la mecánica, las comunicaciones, etc., hay que entenderlas como un intento de minimizar el gasto improductivo, mediante la incursión de los resultados tecnológicos como aplicaciones en el mercado, en el proceso de valorización del capital, como una mercancía más entre la producción general de bienes y servicios.

Esto, que es sobradamente conocido para el caso del control numérico en la máquina-herramienta (Ver D. Noble, Forces of production), es igualmente válido para cualquiera de las proliferantes tecnologías. La electrónica de consumo, como los sistemas de aplicación industrial y los servicios avanzados, basados en las tecnologías de la información y de las comunicaciones, (Internet, control de movimiento, transmisión de datos, etc.), tienen su origen y su primer objetivo de desarrollo en la industria militar y responden a la necesidad de recuperar al menos parte de las cuantiosas inversiones destinadas a su concepción, desarrollo y producción, a través del mercado.

Puesto que la industria de guerra es una producción de desperdicio, pues se trata de un consumo improductivo a costa del proceso general de valorización, el impulso del comercio mundial de armamento, hegemonizado por los países de vieja industrialización, es una forma de valorizar esa producción de desperdicio (recuperar la inversión) a través de la transferencia de capital (valor) de los países clientes de la periferia capitalista, envueltos en guerras permanentes de “baja intensidad”.

La situación de emergencia bélica y antiterrorista permanente en el que se lleva a cabo el proceso de acumulación de capital mundial va paralela a la creciente vulnerabilidad del mismo. La extensión a escala mundial del proceso de producción (deslocalización) y de transferencia de valor a través de las redes de tráfico transcontinentales de mercancías, da una nueva dimensión al problema de la realización del capital, complicándolo y encareciéndolo. Los costes de realización tienden a aumentar a mayor ritmo del que disminuyen los costes de producción. El abaratamiento de los costes de producción que supuso la deslocalización y la disgregación productiva de bienes y servicios a través de la cadena de subcontratación, en realidad, ha desplazado costes y generado otros nuevos vinculados al transporte y la logística, incidiendo negativamente sobre la acumulación de capital en su conjunto. Entre esos costes se encuentran las inversiones destinadas a garantizar la seguridad del ciclo del capital (militarización y estado de emergencia) en el marco definido por el totalitarismo democrático.

La guerra ha sido históricamente una de las medidas más relevantes en la resolución del ciclo declinante del capital. La noción misma de crisis cíclica remite a los periodos de desarrollo capitalista entre guerras. Uno de los rasgos que define nuestra hora presente, a diferencia de otras épocas, es que la situación de crisis de acumulación y del estado de guerra son simultáneas. La tercera guerra mundial está en marcha como guerra social generalizada.

24 julio, 2018

El embrollo populista – Corsino Vela


  Ilusión: Del lat. illusio, -ōnis.
  1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.


Capítulo extraído de Capitalismo terminal. Anotaciones a la sociedad implosiva – Corsino Vela

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El embrollo populista

Uno de los rasgos dominantes de nuestro presente es la capacidad del capital en crisis para producir problemas irresolubles en el ámbito de su propia lógica. Así, la acumulación ampliada de capital significa también la acumulación ampliada de problemas en todos los órdenes. De este modo, el desarrollo capitalista lleva a un estado general de desestabilización en el que destacan los desplazamientos masivos de población y el estado de guerra permanente. Estas circunstancias son una consecuencia directa del movimiento del capital, de su acumulación global y de los mecanismos de transferencia de plusvalía hacia los países que concentran la gestión y el consumo. La expulsión de las comunidades indígenas de sus tierras, los cambios hacia el monocultivo, las guerras estratégicas por recursos energéticos (petróleo, uranio, gasoductos, rutas comerciales) y el cambio climático aceleran los desplazamientos de población. Si bien estos han acompañado la implantación del capitalismo y de la sociedad industrial a lo largo de su historia, actualmente han alcanzado un grado que desborda la posibilidad de gestionarlos. Estos son solo algunos exponentes a escala mundial de la imposibilidad de articular soluciones a los problemas que la dinámica social sometida al capital genera.

Por eso mismo, el estado de urgencia actual plantea exigencias que van más allá de la subjetividad activista de la élite mediadora emergente, así como de la vana esperanza en que la sociedad del capital colme las expectativas y promesas dirigidas a la población proletarizada del terciario improductivo. El hecho es que en las sociedades capitalistas desarrolladas, simplemente no hay lugar para tanto artista, creativo, turista solidario, asesores y consultores de los nuevos aparatos de representación, etc. La razón es que no hay excedente de capital –aunque sobre liquidez virtual– en la proporción necesaria para sufragar el gasto que la actividad improductiva y el sistema de representación comportan.

Las acciones simbólico-espectaculares de ese proletariado y sus mismas reivindicaciones –limitadas por el horizonte del capital y atenazadas en el núcleo de la crisis– se pliegan al ámbito de un posibilismo orientado a poner en marcha mecanismos fiscales, legislativos, etc., que permitan conservar una condición de relativo acomodo en el segmento medio del proceso de proletarización. Algo que hasta ahora ha sido posible gracias a la distribución de la plusvalía generada en el ciclo transnacional del capital, pero que se vuelve cada vez más difícil por las revueltas contra las políticas de austeridad y por la propia evolución de los costes laborales en los países productores, como se ha mencionado a propósito de la deslocalización.

Las condiciones materiales que definen la proletarización imparable de las capas medias de la sociedad terciarizada se acompañan de una conciencia conservadora. Estas capas medias pretenden ser el recambio histórico de la pequeña burguesía tradicional, laminada por el proceso de concentración de capital. Son el estrato social de la sociedad terciarizada que constituye la base social, no consolidada (activistas, militantes, afiliados, votantes), de la nueva izquierda del capital.

La condición proletarizada no asumida de ese segmento social en descomposición entraña una conciencia confusa que se manifiesta en un regeneracionismo ambiguo, donde se mezcla la ideología conservadora del ciudadanismo con el desgastado progresismo(30) de la tradición burguesa del capitalismo ascendente heredado por la izquierda del capital en crisis. Se trata de una muestra de cómo la obsolescencia de la ideología progresista socialdemócrata en los países capitalistas desarrollados acaba por convertirse –con la pretendida nueva política– en otra versión del populismo, adecuada a los parámetros culturales de la sociedad terciarizada en crisis.

La dinámica de la crisis emplaza a esa población, sin embargo, a aumentar la cuota de riesgo para conservar cada vez menos. Hasta ahora, el conservadurismo del activista de la sociedad terciarizada estaba marcado por su condición subvencionada, por su integración en la esfera del trabajo improductivo o por su simple condición superflua de desempleado. A esa situación correspondía una determinada forma de conciencia de clase, definida por el oportunismo, consistente en aprovechar las cada vez más escasas posibilidades de promoción en el ámbito de la representación y de la oferta pública de empleo. A diferencia de la clase obrera industrial, donde la huelga, por sí misma, al interrumpir el proceso de producción, circulación y realización de capital, cuestionaba prácticamente la estructura de la sociedad, al tiempo que ponía en juego –tendencialmente– sus propias condiciones de existencia; los nuevos movimientos muestran una subjetividad activa en lo simbólico testimonial e institucional que no implica tendencia de ruptura, ni siquiera formal, con la estructura de la sociedad del capital. Es lo que han puesto de manifiesto tanto el 15M como la nuit debout parisina.(31)

Esa es la contradicción que subyace en la población proletarizada de la democracia de consumidores. Esa es la forma aparente del conflicto social en la fase de dominación real del capital, que lleva a considerar de forma desviada –falseada– la conflictividad social. Esta comparece bajo la forma del ciudadanismo, nacionalismo o populismo, es decir, bajo formas ideológicas que –con fines instrumentales– privilegian la construcción de identidades y la agregación social sobre la base de categorías vinculadas a la mercancía (sujeto consumidor), el fetichismo histórico (sujeto nacional) y la identidad imaginada (pueblo).

Sin embargo, la razón del estancamiento de las formas políticas de la pretendida nueva izquierda hay que buscarla en la fundamentación de su propia identidad sobre la base de la actualización de categorías prohijadas en anteriores fases de la dominación del capital. Este estancamiento es consustancial a una falta de reconocimiento de la identidad real de la condición proletarizada de mujeres y hombres cuya existencia cada vez depende menos de sí misma y más de las vicisitudes del proceso de acumulación de capital. Ahí radica la condición conservadora de la nueva ideología política, que se proyecta en la referencia vaga a un pueblo cuya agregación se articula en relación con la mercancía y su inserción en el mercado, es decir, a su condición de ser predominantemente ciudadanos consumidores. Perder la referencia de clase proletarizada en favor de una categoría tan vaga como el pueblo, la multitud o la masa de gente que no pertenece estrictamente a la élite dominante comporta una falsificación del conflicto social que solo puede responder a un interés instrumental: obtener votos y cuota de representación en el aparato del Estado. El oportunismo de siempre revestido de una retórica más o menos actualizada, pero con efectos cada vez más limitados.

Esa incapacidad para ir más allá del pueblo constituye precisamente el talón de Aquiles de la élite emergente del proceso de proletarización. Constituida como la aristocracia intelectual del populismo de izquierda, esta élite no pude concebir la condición humana proletarizada más que como pueblo, gente, como masa, en fin, sin capacidad para autoconstituirse como sujeto social. Es ahí donde el populismo de derecha y de izquierda convergen en una misma tradición cultural burguesa, de clase, elitista, que solo contempla la condición proletarizada como masa ciudadana a la que hay que halagar con las promesas que supuestamente quiere escuchar en cada concurso electoral y atizar su consumo con mercancías culturales (fiestas populares, conciertos, turismo, etc.). Pero la problemática de la sociedad del capital –en virtud de la dimensión alcanzada por las contradicciones del desarrollo capitalista– está cada vez más alejada de su representación política. Para enfrentar críticamente la realidad de las transformaciones recientes del capital –sin subterfugios posmodernos ni retórica regeneracionista– es inútil cualquier elaboración teórica de un nuevo sujeto transformador que, por lo demás, solo podrá surgir en la conflictividad y atendiendo a las implicaciones de la terciarización y del posible antagonismo social que conlleva.

Las ambigüedades de la práctica y del discurso de la nueva izquierda –su versión ciudadanista del populismo– significan un alejamiento de la tradición social transformadora de clase y se alinean con la tradición histórica de la revolución burguesa y su invocación del ciudadano. Aunque su profesión de fe ideológica acuda a referencias humanistas verbalmente socializantes, entronca con las propuestas históricas negacionistas del carácter radicalmente de clase que define la conflictividad social en la sociedad capitalista. Diluir la condición proletarizada tras la vaga identidad de la ciudadanía o del pueblo es, en el mejor de los casos, una devaluación intelectual deliberada de los aspirantes a gestores del derrumbe. Reactivar nociones tan insidiosas como ciudadano o pueblo no aporta sino más confusión a la ya profusamente inducida desde los medios audiovisuales de formación de opinión. Un acto más de expropiación, esta vez en el plano real y simbólico, de la identidad vinculada a la condición proletarizada.

El fascismo surge, entre las dos guerras europeas del siglo XX, del proceso de proletarización masiva de una pequeña y mediana burguesía que se convierte en residual para la dinámica de concentración de capital que se produce en ese periodo; el ciudadanismo de la izquierda renovada del capital(32) responde, en los países capitalistas, a la fase de proletarización intensiva de la reestructuración, cuyas consecuencias más palpables son la quiebra del Estado de bienestar y de la democracia de consumidores. Es en este sentido en el que hay que abordar el fenómeno ascendente de los engendros políticos de la crisis del capital (los partidos xenófobos de Francia, Alemania, Holanda, Flandes, Austria, etc.) y preguntarse en qué medida han sido precisamente la pasividad inducida por las urnas legitimadoras de la democracia de consumidores y la inhibición de masas a través de la vía institucional las que han propiciado el caldo de cultivo de la fenomenología populista de derecha.

En cualquier caso, la deriva populista de la izquierda la pone, una vez más, a remolque del capital y, concretamente, de sus manifestaciones políticas más aberrantes. Si tradicionalmente ha sido meramente reactiva (antifascista) porque su adscripción al marco de la representación política no daba para más, en la actualidad se debate contra un espectro que, como antaño el fascismo, es funcional al papel de la izquierda en el sistema de representación capitalista. La izquierda juega el papel de alternativa política formal al populismo de derecha, pero resulta completamente estéril en cuanto a su intervención transformadora sobre el proceso de reproducción social. Por eso, ocultar que los periodos de crisis de acumulación de capital se corresponden igualmente con la crisis de sus formas de representación no es solo una irresponsabilidad moral e intelectual, sino un empecinamiento en repetir errores del pasado. No abordar la crítica de la democracia como forma política del capital en crisis y elevarla además a único horizonte posible (totalitarismo democrático) supone, precisamente, dejar en manos de las fuerzas emergentes del capital en crisis y de sus expresiones populistas más perversas la iniciativa de la movilización social.

Puesto que, en la práctica, la democracia es una forma política del capital, es asimismo una forma instrumental a los movimientos xenófobos, nacionalistas y racistas, emergentes con el capital en crisis. Una buena muestra de ello fue el final de la república de Weimar, que dio paso a una de las más abominables expresiones políticas del capital: el nazismo. Ciertamente, Hitler y su cohorte de sicarios fueron aupados al gobierno con la financiación del capital industrial alemán, pero contaron con la legitimación formal de las urnas y la adhesión popular en torno a un programa de recuperación de la economía nacional. La supuesta consistencia del populismo de derecha estriba precisamente en que lleva la simplificación del razonamiento hasta sus últimas consecuencias, anulándolo tras las verdades aparentes de la obviedad, ya se trate de refugiados o migrantes (no se puede acoger a millones) o del desempleo (primero los del país). Las obviedades dan pie a consignas que, en realidad, son falsos razonamientos que proliferan para esconder las preguntas fundamentales: por qué hay migrantes, refugiados y guerras; cuáles son sus consecuencias (beneficios) a lo largo de la cadena de acumulación transnacional de capital; y qué papel juegan nuestros países y nosotros mismos como sujetos de la democracia de consumidores.

Frente a ello, el populismo de izquierda muestra sus debilidades echando mano de la gastada retórica antifascista o de la simple argumentación moralizante, escudada tras la afirmación de una noción como la democracia, cuyo significado está cada vez más difuminado y desacreditado. Conviene recordar que en nombre de la democracia –y mediante procedimientos democráticos– se construyen criminales vallas y muros antimigrantes y se ponen en práctica políticas xenófobas, exactamente igual que se imponen reformas laborales o se procede a la criminalización de la disidencia política.

La ventaja del populismo heredero de la tradición nacional-fascista respecto del populismo de izquierda consiste en que el primero es capaz de acometer supuestas soluciones (leyes xenófobas, construir vallas y muros) adaptadas a las realidades aparentes de la crisis del capital. Estas «soluciones» son funcionales, en su perversa y cruel simplificación, al ámbito de la representación y del electorado amedrentado de la democracia de consumidores. Por su parte, el populismo de izquierda se limita a presentar batalla en el terreno de la representación y del pragmatismo institucional. Se trata de captar el voto –añadiendo, si cabe, más confusión– disputando la adhesión de la gente o del pueblo al populismo de derecha. Incluso en el ámbito de la representación cada vez hay menos diferencias entre los programas de los partidos políticos, lo que lleva a pensar en un síntoma inequívoco del agotamiento histórico de la política como representación.

La irrupción del populismo hay que entenderla como un síntoma de los límites históricos de la democracia. Pero quedarse en esa constatación sería permanecer en las coordenadas de la representación; por eso la crítica del populismo como desviación ideológica de masas, exige una reflexión que tome como punto de partida las condiciones materiales de existencia en la sociedad del capital en crisis. Será posible entonces articular un marco de crítica e intervención estratégica que permita comprender la naturaleza de las guerras, los refugiados, las migraciones, etc.; cuál es su conexión concreta con nuestro modo de vida, qué relación guardan las guerras y esas corrientes de refugiados con el mantenimiento de la democracia de consumidores. A pesar de todas las mediaciones y desviaciones ideológicas, el trabajo, el desempleo y el consumo de cada individuo concreto de la democracia de consumidores están insertos de forma mucho más directa de lo que aparentemente pueda parecer en el proceso global de acumulación de capital. Es el mismo proceso que provoca las guerras, las migraciones económicas y los refugiados.

La interdependencia a todos los niveles funcionales y territoriales del proceso de reproducción social a caballo de la acumulación de capital –que hace que, por ejemplo, el precio del arroz en Guatemala dependa de las maniobras especulativas en Wall Street– comporta la puesta en juego de múltiples variables con un impacto encadenado (lineal y reticular). Es así como conflictos localizados en un sector (puertos) o en un segmento social (banlieues)* o territorio (indígenas en defensa de sus tierras) definen, además de una complejidad creciente de la gestión del desorden mundial, también la posibilidad de una comprensión estratégica de los conflictos en cuanto a sus formas, contenidos y repercusiones. Esos conflictos obligan a cambios en los planes capitalistas que representan costes añadidos y, a fin de cuentas, agravan la caída global de los beneficios.

Desentrañar esa linealidad y ponerla en el primer plano de la discusión política es una tarea de la crítica del capital que permite superar realmente las verdades obvias del populismo xenófobo, aunque para ello sea necesario proceder a una interpelación incómoda acerca de cómo las condiciones materiales de la existencia individual dependen de las condiciones generales de reproducción social y, en consecuencia, de la acumulación mundial de capital. Con ello, se trata de abordar las implicaciones existentes entre las condiciones de vida en nuestras democracias de consumidores y las guerras(33) e iniciativas expropiadoras de agua, tierras, etc., en el marco de la economía global.

Claro que esa interpelación no arrojaría rentabilidad alguna desde el punto de vista de la representación (votos), porque no daría juego en las disputas populistas por la subjetividad ciudadana forjada en la democracia de consumidores. Más bien al contrario, apuntaría a poner en cuestión esa subjetividad como resultado de la dominación real del capital. Entre tanto, la izquierda del capital sigue lanzando sus cantos de sirena con promesas de crecimiento y de buena gestión del colapso, al tiempo que nos vamos deslizando lenta pero inexorablemente por el tobogán de la implosión social. Las condiciones materiales de la reproducción social del capital en crisis suponen en la actualidad un salto evolutivo respecto de las que hicieron posible la escalada e implantación del fascismo. Su reflejo son las formas políticas correspondientes al totalitarismo democrático, propias de la afirmación real y total del capital y de la mercancía en la democracia de consumidores. El totalitarismo democrático no comparte las características formales de la brutalidad explícita del fascismo histórico. Los prejuicios (xenofobia, racismo y discriminación cultural) y las formas de violencia explícita (represión de la disidencia política) e implícita (marginación, exclusión, humillación) se encuentran legitimadas por el reiterado ejercicio electoral y el recurso al eufemismo y la hipocresía consustanciales a la subjetividad ciudadanista políticamente correcta.

En cualquier caso, la profundización de la tendencia a la proletarización de las profesiones y funciones sociales vinculadas al Estado de bienestar emplaza –en la confrontación con el capital– a romper con el espejismo de las representaciones y de las mediaciones, toda vez que la inmensa mayoría de la población proletarizada no satisfará nunca sus expectativas y aspiraciones sociales ni personales en el marco de la democracia de consumidores. Además, cada vez son menos las contrapartidas materiales que la población proletarizada puede recibir en el marco de la reproducción social, según ponen de manifiesto los informes de las organizaciones filantrópicas. A pesar de todo, la acumulación de capital requiere de una mínima agregación y adhesión que legitime el orden social dominante.

En este terreno se abre una nueva línea de resquebrajamiento social, apreciable en el recurso al estado de paranoia securitaria (terrorismo, islamismo, migración) como elemento de agregación social. Todo ello, al mismo tiempo que se estrechan las posibilidades de subsistencia para una parte cada vez mayor de la población. Así se muestra la fragilidad real de la democracia de consumidores. Fragilidad no solo en lo que se refiere al eventual peligro terrorista, sino en cómo la seguridad sustituye las contrapartidas materiales para una población –atemorizada y empobrecida– que, por otra parte, sigue constituyendo la base social necesaria de la democracia de consumidores que realiza el capital.

Es esa situación la que hace que, cuanto más se perfilan líneas potenciales de ruptura en la realidad social, más clara resulta la futilidad de algunas facciones del nuevo proletariado encuadrado en la denominada nueva política que se empeña en la obtención de una cuota de representación institucional que nada tiene que ver con la comprensión real y práctica de la sociedad capitalista, de sus contradicciones y de sus posibilidades de supervivencia. Mientras un número cada vez mayor de hombres y mujeres se ven reducidos a mera fuerza de trabajo excedentaria, aún se alimenta la ilusión de la alternativa capitalista a la crisis por parte de la élite más cualificada de esa población, compuesta por jóvenes profesionales precarizados que aspiran a gestionar la reproducción social desde las instituciones del capital.

Estas son, no obstante, solo promesas para un tiempo nada prometedor. En ausencia de una perspectiva clara de ruptura, ni siquiera hay lugar, por la vía muerta donde transita el institucionalismo, para una reforma significativa de la producción y redistribución de la riqueza. La dinámica del capital en la integridad de su ciclo (producción, circulación y realización) estrecha progresivamente los márgenes de maniobra en cada fase del mismo. En ese sentido, nada cabe esperar de la evolución del capital si no es un empeoramiento progresivo de las condiciones de existencia humanas y del planeta. Si existe alguna posibilidad de no sucumbir al desmoronamiento de la sociedad capitalista, solo podrá consistir en la autoconstitución de la población proletarizada bajo presupuestos realmente antagonistas, es decir, mediante la transformación de sus condiciones materiales de existencia desde sí misma y para sí misma, y no desde planteamientos meramente verbales, discursivos, simbólicos o institucionales.


Notas.

* Banlieue: término propio del francés con el cual se denominan los suburbios. En español se utiliza para referirse a los barrios marginales del extrarradio de las grandes ciudades de Francia, con gran concentración de inmigrantes. (Wikipedia)
30– Un destacado ideólogo de la izquierda del capital, Josep Ramoneda, en un programa radiofónico de la Cadena Ser del dia 27 de enero de 2017, todavía invocaba –a propósito de un eventual relanzamiento de la izquierda– la necesidad de retomar la idea de progreso que, según él, ha abandonado la izquierda. Se trataría de darle un nuevo contenido para ofrecer expectativas en el marco del sistema de representación.
31– Véase, por ejemplo, dos perspectivas diferentes de la movilización en: G. Soriano y Nicole Thé, Printemps 2016: un mouvement inattendu y Alèssi dell’Umbria, Le monde ou rien. Remarques sur l’agitation sociale en France au printemps 2016. Disponibles en:
https://artilleriainmanente.noblogs.org/post/2017/02701/el-mundo-o-nada
32– Por supuesto, sería una trivialidad demagógica poner en el mismo rango el populismo chavista en Venezuela, el de Le Pen en Francia, el de los neonazis alemanes, austriacos, nacionalistas flamencos, así como el de Podemos o su homólogo catalán Barcelona en Comú. Obviamente, no son formalmente homologables, como tampoco lo es la subjetividad que subyace en sus seguidores. Lo que aquí se pretende poner de relieve es el hecho de que todos ellos son respuestas a una misma circunstancia de crisis del capital; aunque diferenciadas, tienen el denominador común de su alejamiento de la tradición de clase, rupturista, igualitaria, revolucionaria, de la población proletarizada. También se quiere señalar que son alternativas desde presupuestos de gestión del capital, ya sea en la versión humanista de Podemos, como en la brutal y xenófoba del Frente Nacional francés, la Alternativa para Alemania o los renovados nacionalismos europeos. En definitiva, son diferentes respuestas a la crisis del capital desde dentro del capital, como lo fueron en el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales el fascismo/nazismo, el capitalismo liberal y el capitalismo de Estado (socialismo real).
33– Véase Colectivo Gasteizkoak, Estas guerras son muy nuestras. Industria militar vasca, Tafalla, Txalaparta, 2016. Un documentado ensayo de nuestra participación en las guerras que devastan el planeta.

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TRABAJAR POR TRABAJAR: LA MERCANTILIZACIÓN DEL TIEMPO COMO EJE CENTRAL DE LA TEORÍA CRÍTICA DEL CAPITALISMO - Álvaro Briales

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La función sistémica del trabajo es, en lo fundamental, autorreproducirse. Su función original perdió el sentido en el momento en que para trabajar hay que ir a un mercado de trabajo que coloca a las necesidades sociales en un lugar secundario respecto a las necesidades de trabajo del capital. Es en ese sentido que se puede comprender la expresión de la “acumulación por la acumulación” o del “producir por producir” (Marx, 1872: 731, 735). Son las formas en las que se expresa la acumulación de capital como lógica tautológica, en la cual el capitalista opera como medio de esa lógica, y no como quien controla en lo sustancial tal lógica.
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Una expresión del castellano muy precisa en este sentido es la de “echar horas”. El “echar horas” y “echar horas” que no termina nunca es, literalmente, “echar” el tiempo de vida al trabajo, con el fin de obtener un dinero que en su carácter fetichista se presenta como si fuera la riqueza misma, y presenta las horas de trabajo como si fueran las creadoras de tal riqueza. Pero si asumiéramos el supuesto metodológico de la medición objetivada de la existencia en “horas” e imagináramos el tiempo que contiene lo que consume una persona media en un día medio, sería muy fácil comprobar que la relación entre las “horas echadas” y el tiempo contenido por la riqueza consumida es, en el capitalismo, cada vez menor. Si hace 200 años la relación era, por ejemplo, de 2 a 1, hoy quizás sea, por decir algo, de 10.000 a 1. Entonces, ¿dónde va todo el tiempo que trabajamos y no consumimos? Básicamente, el tiempo es consumido por el mantenimiento y renovación de la inmensa “infraestructura” social que pivota en torno al trabajar por trabajar. El capitalismo pone a las personas a trabajar por trabajar, supeditando el sentido social concreto de una determinada actividad a su función valorizadora. Como la forma fundamental para obtener mercancías es obtener dinero, y la forma fundamental de obtener dinero es trabajar, parece que en la relación entre el tiempo vendido y las mercancías, el dinero es sólo una mediación neutra, técnica, entre el tiempo de trabajo y las mercancías, y parece así que el tiempo vendido en el trabajo tiene la función de crear riqueza. Las personas creen trabajar para sí cuando trabajan por dinero, pero el trabajar por dinero ya no tiene la función directa de crear riqueza. El trabajo que se le presenta al asalariado como vía de acceso al dinero, es a su vez la mediación para el acceso a la riqueza mercantilizada. Sin embargo, en términos del conjunto social, el tiempo de trabajo vendido no sirve tanto para crear la riqueza social como para retroalimentar las necesidades del capital autonomizado de las necesidades sociales directas, subordinadas al trabajar por trabajar.



22 julio, 2018

La guerra contrainsurgente: Nicaragua en la mira – Stella Calloni





La voz del sandinismo - 12/7/2018

Estados Unidos avanza en su proyecto recolonizador con una despiadada guerra contrainsurgente.

Si la oposición más seria al presidente Daniel Ortega en Nicaragua no se diferencia de los mercenarios, que siguen cometiendo crímenes atroces, mediante torturas y flagelación pública contra decenas de sandinistas por apoyar al gobierno, como lo muestran los vídeos filmados por periodistas, y si además no se separan de organizaciones que reciben fondos de Estados Unidos y las derechas europeas, quedarán en la historia como verdaderos traidores a la patria.

No hay eufemismo posible para decirlo de otra manera, ni “academicismos” que los amparen ante sus acciones, cuando precisamente Estados Unidos avanza en su proyecto recolonizador con una despiadada guerra contrainsurgente, de Baja Intensidad y de Cuarta Generación para controlar directamente a Nuestra América, dentro de lo cual se enmarca el golpe “blando” o suave, disfrazado de “rebelión antidictatorial”.

Lo que comenzó el 18 de abril pasado en Nicaragua, desde un inicio fue relatado por la corporación mediática falseando la verdad, manipulando en forma criminal los hechos y no sólo lo hicieron los medios del poder hegemónico, que son mayoría en el mundo, sino los escasos que sobreviven a esta supeditación, ocultando una tragedia de dimensiones aún no valoradas, como sucedió con Irak, Libia, Siria, Afganistán, como sucede en Yemen y en otros lugares y más cercanamente en Honduras, en Colombia, México y Guatemala.

Arsenal de armas incautado por la Policía Nacional al grupo terrorista M19 el 6 de julio del 2018
en las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, ciudad de Managua.

Muchos periodistas, incluso intelectuales, identificados como progresistas o de izquierda, tan diversa en Nuestra América, sin conocer nada de la actual realidad nicaragüense sólo dieron voz a los supuestos “rebeldes” contra la también supuesta dictadura, un espejo de lo que fueron los comienzos de las guerras coloniales de ocupación en Oriente Medio.

Entre los que desafiaron el discurso Jorge Capelán, desde Nicaragua habló del “golpismo tóxico que se ceba con saña contra el pueblo nicaragüense” y recordó el viaje de 16 representantes del Movimiento “Renovador Sandinista”(MRS) a Washington para reclamar en el llamado Foro de la Sociedad Civil de la Organización de Estados Americanos (OEA) que tomara la decisión de enviar cascos azules a Nicaragua, entre otros graves hechos. Es decir pedían una intervención.

La actitud del gobierno ante la primera manifestación de protesta el 18 de abril fue derogar ley previsional –que se supone desató la tormenta golpista– y llamó al diálogo. Pero no era el diálogo lo que esperaba Washington que había preparado el golpe en el esquema de la guerra contrainsurgente que está aplicando, cuando la estrategia de dispersión del Comando Sur, les ha permitido la instalación de Bases y establecimientos de control militar en varios países, elegidos también estratégicamente.

Por otra parte la región está invadida desde mediados de los años 80 por una red de Fundaciones como la National Endowment for Democracy (NED), o la USAID (Agencia Internacional para el Desarrollo) de tan larga y oscura historia en el continente, entre otras que mantienen una red de Oganizaciones No Gubernamentales mediante las cuales reparten generosas partidas de dinero a sus cómplices internos, sus aliados naturales, las derechas regionales, Esto les permitió infiltrar no sólo las estructuras judiciales en los países de la región y la prensa , sino todos los sectores de la sociedad, creando verdaderos monopolios para la manipulación informativa, la desconcientización y desculturización de los pueblos.

Años trabajaron en forma encubierta esas Fundaciones de la CIA, complicadas en cada intento o golpe de Estado que se produjo en la región en este siglo, desde Venezuela en el 2002 hasta la actualidad.

Nicaragua tiene decenas de ONG dependientes de las Fundaciones y en este caso colaboran activamente los grupos terroristas cubano-americanos de Miami, que tienen representantes republicanos en el Congreso estadounidense como Ileana Ros-Lehtinen y Marco Rubio, Ted Cruz y otros. Rubio, devenido en “asesor” del presidente Donald Trump para América Latina, es intermediario entre este y la derechas recalcitrantes de América Latina.

La corporación mediática internacional e imperial que maneja el 95 por ciento de las noticias que circulan por el mundo, originadas nada menos que en el Pentágono, es clave para la guerra de Cuarta Generación o guerra psicológica, un arma tan importante como los misiles.

No hubo nada espontáneo en las protestas de Nicaragua, como tampoco puede ser espontánea la presencia de mercenarios que se dedicaron a secuestrar sandinistas a los que sometían a brutales castigos y torturas, desnudados y varios de ellos flagelados públicamente, asesinados y luego quemados como en los tiempos de la Guardia Nacional de Anastasio Somoza. Esto está comprobado y filmado, lo que se ha convertido en una prueba del horror.

A lo largo de estos de casi tres meses quemaron escuelas, centros de salud, oficinas que se ocupaban en su mayoría de los temas sociales, cooperativas, el Banco de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA). las Radios “Ya” y Nicaragua. Quemaron la Caja Rural Nacional, un banco cooperativo con los récords de cientos de miles de socios, y el mismo día quemaron la sede del ministerio de Economía Familiar y Comunitaria y una cantidad de edificios de funcionarios gubernamentales, casas escuelas, centros de salud, hospitales.

La lista de crímenes y destrucción es extensa, pero casi tres meses después el pueblo sandinista está en las calles, y el ejército logró recuperar varias poblaciones tomadas por los mercenarios y se va conociendo el verdadero alcance del golpismo con los millones de pérdidas en la destrucción criminal que afectará a todo el pueblo.

Denuncias desde EE.UU.

Las investigaciones del periodista estadounidense Max Blumenthal, pusieron al descubierto el rol de entidades como la (USAID), Freedom House, y la NED en el financiamiento de ONG’s nicaragüenses, que llamaron al derrocamiento del Presidente Ortega del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN.

De acuerdo a Blumenthal la USAID, destinó para Nicaragua en 2017 la suma de 5,2 millones de dólares, “con la mayoría de los fondos destinados a la capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios de comunicación”. También destacó que en junio, los dirigentes del M19, el grupo estudiantil que comenzó las protestas antigubernamentales viajaron a Washington a reunirse con la ultra derecha de EEUU, con figuras como Rubio, Ted Cruz y Ross Lehtinen. De la misma manera se reunieron con Mark Green, director del USAID, quien manifestó su apoyo contra el gobierno sandinista. El viaje fue pagado por Freedom House”.

Se destaca que el M19 no es espontáneo ni fruto del “descontento” contra Ortega sino que uno de sus organizadores Félix Madariaga está al frente del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas, y es uno de los principales voceros contra el Sandinismo, que recibió 260,000 dólares de la NED, la mayoría de los fondos destinados a la capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios.

Hay referencias a fundación “Hagamos Democracia”, de Luciano García, reconocido opositor al sandinismo, quien recibió también 525.000 dólares de la NED desde 2014 y se constituyó en otro instrumento de intervención en Nicaragua, entregando en 2017 un millón de dólares a diversas organizaciones de la llamada “sociedad civil” que exigen la renuncia del Presidente Ortega.

Entre ellas la Comisión de DDHH de Nicaragua (111,000 dólares), Centro para la Empresa Privada (239,000 dólares), Instituto Republicano Internacional (150,000 dólares), Fundación Iberoamericana de Culturas ($79,000 dólares), Fundación Desarrollo Económico Social (40,000 dólares); entre otras. (Fuente: NED digital) También la NED destinó 305,000 dólares en 2017 a grupos anónimos de Nicaragua, para lo que ellos llaman “promoción de la democracia”, entiéndase, la organización de la contrarrevolución y la subversión antisandinista” destacando el papel que cumplen en la Guerra de Cuarta generación en América Latina.

La NED citada por Max Blumenthal, fue creada en 1983 por la administración de Ronald Reagan y desde entonces colaboró activamente en la Guerra encubierta de Estados Unidos contra Nicaragua en los años 80-90, apoyó y financió a los medios y la oposición antisandinista en ese país y fue clave preparando la invasión de EE.UU a Panamá en diciembre de 1989.

Asimismo como la USAID es responsable como parte y máscara que es de la CIA, de los miles de nicaragüenses muertos durante la guerra encubierta de los años 80 para lo cual inventaron el llamado contra-gate, llevando droga desde el Comando Sur en la zona del Canal de Panamá a Miami de donde salían armas para los mercenarios de la “contra”. Nada nuevo en la historia de EE:UU en Vietnam y en la actualidad para armar los mercenarios que usó y usa la OTAN en las actuales guerras coloniales de Medio oriente , el Norte de Africa y en Asia.

Un mes antes de las reuniones del M19 con legisladores ultraconservadores en Washington, la NED “afirmó sin rodeos que las organizaciones respaldadas por ellos han pasado años recibiendo millones de dólares sentando las bases para la insurrección” en Nicaragua, como lo señala el sitio web de noticias enfocado en América Latina, Global Americans, escrito por el académico estadounidense Benjamin Waddell , director académico de la Escuela de Capacitación Internacional en Nicaragua!(…)Después de la publicación de este artículo, Global Americans reemplazó el término “insurrección” con la palabra más inocua “cambio”. Sin embargo, el título original aún se puede ver en la URL del artículo.

Lo cierto es “La prensa internacional describió la rápida escalada de disturbios civiles en Nicaragua como una explosión espontánea de descontento colectivo” escribió Waddell y agregó que “la participación actual de la NED en nutrir a los grupos de la sociedad civil en Nicaragua arroja luz sobre el poder del financiamiento transnacional para influir en los resultados políticos en el siglo XXI”. “Mucho de lo que hacemos hoy fue hecho encubiertamente hace 25 años por la CIA”, comentó por su parte Allen Weinstein, fundador de la NED.

Las caras más visibles del movimiento anti Ortega no han sido los jubilados afectados por las reformas de la seguridad social, sino los estudiantes urbanos, políticamente no afiliados, que buscan una victoria total. Han forjado una alianza con los opositores a la derecha.“Mientras tanto, hombres enmascarados con morteros y armas de fuego han formado la primera línea de los bloqueos viales que ya han drenado la economía de Nicaragua de unos $ 250 millones en ingresos..

Es tan obvia la acción de Estados Unidos en Nicaragua, que asombra por un lado que figuras importantes de este país, surgidas del sandinismo, cuya oposición a Ortega ´se basa en diferencias internas, y que por supuesto no nos corresponde juzgar, hayan hecho silencio en estas circunstancias y con ese silencio haber permitido este desangre del país con apoyo público de EE:UU, verdugo de Nicaragua desde el siglo XIX es un hecho que se debe analizar dentro del comportamiento de una buena parte de la llamada izquierda en este período histórico..

De la derecha o de un sector de la Iglesia o de las organizaciones de bonitos nombres “democráticos” sostenidas por los dineros de la CIA, no podríamos haber esperado otro tipo de conducta. Pero el silencio sobre los crímenes aberrantes y el terror sembrado en las poblaciones más humildes e indefensas, es un caso de complicidad extrema, donde algunos sacerdotes parecieron desafiar al Vaticano actual con su conducta.

Arsenal de armas incautado por la Policía Nacional al grupo terrorista M19 el 6 de julio del 2018
en las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, ciudad de Managua.

Arsenal de armas incautado por la Policía Nacional al grupo terrorista M19 el 9 de julio del 2018 en la Basílica San Sebastián, ciudad de Diriamba, el 9 de julio del 2018.

Se Intenta derrocar a un gobierno que en Centroamérica no permitió el ingreso de las maras, que se destacaba en medio de la violencia en Centroamérica, que logró avances sociales únicos en esa región reconocidos por organismos internacionales y que permanece en el ALBA, contra todas las presiones de Washington, ese organismo integrador que tanto ayudó a los pueblos más necesitados. En momentos en que el gobierno de Trump amenaza con invadir Venezuela, Nicaragua es estratégica.

Nadie puede confundirse en un escenario como el actual en América Latina, donde ha quedado evidenciado que la Doctrina Monroe regresó con un imperio en decadencia y cada día más brutal, que intenta apropiarse directamente de lo que considera su ”patio trasero” y coloca a la Patria Grande en la disyuntiva: recolonización o independencia.