22 noviembre, 2013

Breve hipótesis sobre la Transición Española - Loam


Plan premeditado y urdido por todas las fuerzas políticas que en ella participaron, la Transición fue una añagaza en cuya elaboración sólo existieron dos bandos arropados por una claudicante comparsa. Paradójicamente, estos dos bandos opuestos, sólo en principio opuestos (tan opuestos que Carrero tuvo que ser sacrificado), provenían de la misma estaca: ambos eran herederos del franquismo y pertenecientes a la élite del Régimen, uno apostaba por conservar la vieja estructura intacta: Iglesia, Ejército y Doctrina. El otro apostó todo a la economía, al mercado y a los bancos. Fue a éste al que Henry Kissinger vino a dar el imperial beneplácito. De parte del primero estuvo el Vaticano, la Liga Árabe, y las dictaduras sudamericanas, de parte del segundo los EE.UU., la Europa del mercado e Israel. En el ámbito ideológico, la apuesta del bando mercantilista era una apuesta a largo plazo. Se trataba, en primer lugar, de preservar el monopolio económico de la clase dominante y ampliarlo, a sabiendas de que, más temprano que tarde, podría recomponer los aspectos ideológicos y sociales más debilitados del Régimen (eso es lo que está sucediendo ahora). La táctica de los primeros, digamos la “más nostálgica”, consistía en salvaguardar los férreos principios del Régimen, su liderazgo y el privilegiado protagonismo ejercido durante cuarenta años (y defenderlo por las armas si fuera preciso - Carrero Blanco). Podríamos decir que, para este bando, la economía debía estar al servicio de la ideología dominante, del Régimen, mientras que la estrategia del segundo, se basaba en los "principios del movimiento"… pero del capital, cuyo control antepuso a cualquier otra cuestión, sabiendo que teniendo el control del mismo se aseguraba el control del Estado.
En este proceso, la izquierda estuvo de antemano neutralizada por sus propios representantes que por miedo, por un pragmatismo “a la baja” o simplemente por sacar tajada, en lugar de plantear las exigencias que las bases reclamaban, fueron cómplices sumisos de aquella orquestada farsa.
Finalmente, no tardaron los dos “bandos de la misma cara” en fundirse en un financiero abrazo, y el Régimen, ya sin disimularlo, Boletín del Estado en mano comenzó, "democráticamente" eso sí, a desvelarnos los crudos resultados de aquel vergonzoso amaño.