DIARIO
OCTUBRE – 10/06/2025
Desatados andan los
burócratas europeos del atlantismo, anunciando que Rusia se prepara
para invadir la pobre, inerme, civilizada y blanca Europa, razón por
la cual los europeítos de a pie –convertidos en una letanía de
borregos que se lo creen todo–, deben, como Mambrú, ir a la
guerra. Para que se vayan preparando, mandan hacerse con un kit de
emergencia, que vaya usted a saber de qué serviría si, de verdad,
estallaran los artificios nucleares. También predican que deben
aligerar los bolsillos porque hay que reunir 800.000 mil millones de
euros dizque para rearmar a la Europa atlantista. ¡Ah!, y que vayan
asumiendo la idea de reclutamientos masivos, pues hará falta carnita
de cañón, fresca, dispuesta y descerebrada, para guerrear con
Rusia. Todo eso cacarea el eurogallinero y nadie parece ponerlo en
duda. Salvo nosotros, que, ya lo saben, somos rebeldes, irreverentes
y escépticos y tenemos el pésimo hábito de pensar mal (y acertar).
Empecemos con los dineros
que, también lo saben, dijo Tucídides son la medida de las cosas
que mueven las guerras. Para ello, pregonan los pontífices del
eurogallinero, lo urgente es reunir los ya citados 800.000 mil
millones de euros. Piden y repiten tal cifra así, alegremente, sin
anestesia, como si los billetes se cosecharan en los bosques y fuera
cosa de agarrar sacos y canastas y salir a recolectarlos, como
champiñones y hongos en el dulce otoño, entre enanitos, elfos,
ninfas, sátiros y pitufos.
800.000 mil millones
equivale a un presupuesto militar como el de EEUU, que, dicho sea de
paso –y como quien no quiere la cosa–, ha llevado a los ‘iuesei’
a la ruina, resultando que, hoy, gastan más dinero pagando intereses
por la deuda externa acumulada que en la cosa militar. De no
enderezar el entuerto, los gringos se quedarán las armas y los
acreedores la mantequilla, como ha pasado tantas veces. No está
lejos el día en que tendrán que hacer barbacoas asando metralletas
y preparar las hamburguesas cocinando pistolas, mientras chinos,
japoneses y sauditas asan las carnes con olorosas grasas vacunas,
merced a los miles de millones pagados por el tío Sam en intereses.
Sigamos con los dineros.
Según estimaciones conservadoras, en la guerra económica contra
Rusia, con las 22.000 sanciones impuestas por la UE, la peor parte se
la ha llevado la UE, no Rusia. Sólo en el sector energético, las
pérdidas acumuladas de la Europa atlantista ascienden a 1,5 billones
de euros, a lo que deben sumarse los 200.000 millones de euros
gastados en apoyo militar y de otro tipo al régimen de Kiev. Una
mayoría de países de la UE –como España–, está en números
rojos. Como informa la propia UE, “Grecia, Italia, Francia, España
y Bélgica son los países con la deuda más elevada, todos ellos con
ratios de deuda en relación con el PIB superiores al 100 %”.
Ojo al parche, pues
Francia, Italia y España son tres de las cuatro grandes economías
europeas. La principal es Alemania. ¿Y qué pasa con Alemania? Nos
lo cuenta El País, periódico adalid del atlantismo: “Por segundo
año consecutivo, la mayor economía de Europa volvió a contraerse…
La crisis de la industria, un aumento del número de quiebras de
empresas, así como las perspectivas sombrías de exportación, todo
ello unido a la inquietud que se ha extendido entre los consumidores,
provocaron que el producto interno bruto (PIB) cayera en 2024 un 0,2%
en comparación con el año anterior”. La primera economía europea
no está para llenar las arcas de los 800.000 millones. Si quiere
hacer un aporte, tendrá, irremediablemente, que endeudarse más.
Pues bien, si sumamos
todas estas cifras (obviando las que ocultan), resulta que la
beligerante Europa atlantista tiene un agujero financiero de al menos
3 billones de euros, es decir, 3.000 millones de millones
(3.000.000.000.000). Si se le agregan a esa cifra los cacareados
800.000 millones, más los 100.000 millones que le tienen que seguir
inyectando al régimen ucraniano para que no termine de desplomarse,
nos encontramos con que la UE pasaría a tener un déficit de
3.900.000.000.000 de euros.
¿De dónde sacarán ese
dinero? ¿Dónde puede estar? En ninguna parte, salvo en las largas
lenguas de los funcionarios europeos, que, dicen, deben sacar ese
chorro de plata de alguna parte, que no será en el país de las
maravillas de Alicia. Para hacernos una mejor idea, esa cantidad
colosal representa más de cuatro veces los presupuestos militares
anuales y totales de todos los países de la OTAN, incluyendo a EEUU,
lo que aclaramos para no dejar dudas. Dado que esa cantidad de dinero
no existe, la única forma de obtenerlo es exprimiendo sin recato
alguno los bolsillos de los ya vapuleados europeítos y recortando el
gasto en educación, salud, vivienda, pensiones, ciencia, etc. Es
decir, tendrían que hacer recortes draconianos con subida de
impuestos, sin piedad ni caridad. Vaya, que, por recortar, tendrían
que recortar hasta los números de los zapatos. Pero ni aun así
reunirían la cifra. Para hacerlo, tendrán que endeudarse hasta el
copete; pero, claro, las deudas deben pagarse, con lo que
hipotecarían el futuro de sus países.
Vayamos a otro tema. La
energía es poder y, por extensión, el control de la energía
implica el control del poder. Esa es una de las razones fundamentales
por las que la OTAN no ha podido con Rusia en Ucrania. Rusia dispone
de toda cuanta energía pudiera necesitar, tanto para consumo interno
como para exportar. Con el eurogallinero ocurre lo contrario. Es
atrozmente deficitario en energía y debe importar casi el 60% de lo
que consume. Según datos del think-tank Bruegel, entre enero y
noviembre de 2024, la UE importó 19.298 millones de m³ de gas
natural licuado (GNL) de Rusia, más que en 2022 (18.949 millones de
m³) y que en 2023 (17.801). El problema energético no se detiene
aquí. El documento titulado “Informe anual sobre el mercado único
y la competitividad de 2025” afirma: “La competitividad de la
economía de la UE se enfrenta a una presión creciente desde varios
ángulos. Se ve afectada por los precios estructuralmente elevados de
la energía y la electricidad, que, en la actualidad son entre dos y
tres veces superiores a los de los Estados Unidos”. Los comentarios
sobran. La guerra contra Rusia es la ruina económica del gallinero
atlantista. Eso no lo cacarean.
Hay más. El comisario
europeo de Energía y Vivienda, Dan Jorgensen, tuvo que admitir que
las compras de gas ruso por la UE desde 2022 equivalen al precio de
2.400 nuevos cazas F-35 para el Kremlin. En 2024, la UE aumentó un
18% las compras de gas ruso. El descaro es tal que la misma UE debió
reconocer que gastó más euros comprando combustibles a Rusia
(22.000 millones), que en asistencia al régimen ucraniano (19.000
millones). En la práctica, las sanciones del atlantismo se acatan,
pero no se cumplen, como dicen que decían los conquistadores de las
ordenanzas del emperador Carlos.
También las grandes
potencias necesitan disponer de recursos naturales abundantes, pues
son esos recursos los que alimentan la maquinaria de guerra. Con
estos recursos pasa como con la energía, que haberlos, no haylos, o
haylos en cantidades insuficientes. Deben, por ejemplo, comprar mucho
mineral de hierro. ¿A qué país lo compra el eurogallinero? A
Rusia. En enero de 2025, “los suministros de arrabio desde Rusia a
los países de la UE alcanzaron niveles récord, aumentando más de
12 veces en comparación con el mismo período del año pasado”.
Según Eurostat, “el volumen de compras ascendió a 175,95 millones
de euros, lo que supone la cifra más alta desde 1999, cuando
empezaron a recopilarse datos estadísticos sobre este tipo de
productos”, informó RIA Novosti. La Europa atlantista necesita
combustibles y minerales rusos para hacerle la guerra a Rusia. Este
panorama invita a resucitar al genial humorista español Gila y su
célebre “Oiga, ¿es el enemigo? Que necesitamos más gas, que se
nos ha acabado y vieran qué frío pasamos en los cuarteles. Ah, y
también hierro, que nos quedamos sin cañones, y claro, sin cañones
no podemos dispararles. Hala, que muchas gracias”.
Pasemos a otro metal,
imprescindible para muchas cosas, pero sobre todo para una que ocupa,
ahora, nuestra atención: el tungsteno o wolframio. Este escaso
mineral es esencial para la producción de municiones, componentes de
motores y semiconductores, además de para otra miríada de
artefactos militares. Después de haber casi agotado sus depósitos
de municiones para alimentar al ejército ucraniano, el eurogallinero
cayó en la cuenta de que debían reponer lo gastado en Ucrania.
Pensarlo era fácil, ponerlo en práctica no. Resulta que China
genera el 80% de la producción mundial, seguida de Rusia y de Corea
del Norte, países que controlan el 90% de los yacimientos totales,
lo que deja en cueros a la industria y al sector militar atlantista
sin alternativa de solución.
Igual ocurre con el
antimonio, mineral imprescindible para producir municiones y blindaje
para tanques y similares, entre otras mil aplicaciones. Los mayores
yacimientos de este metal, según el Servicio Geológico de Estados
Unidos (USGS), se encuentran en China (48%), Tayikistán (25%) y
Rusia. Este trío de países genera el 87% de la producción mundial
de antimonio. Y los tres son aliados, como la uña y la mugre. Hay
más. Hace escasos meses, China decidió cortar la exportación de
antimonio, pasando a comprarlo a Rusia, Tailandia y Myammar. China
parece haber decidido guardar su producción “para un día
lluvioso”, por si acaso hay que darse de garrotes con EEUU (China
cortó, también totalmente, el suministro de antimonio, germanio –95% de la producción mundial, galio 67%– y otros metales raros,
a EEUU. Subrayen el dato).
Terminemos en el sector
industrial. Según datos oficiales, “Los servicios representan el
72 % del PIB de la UE y la industria representa casi todo el resto
del porcentaje”. El “casi” de la frase es obsceno, pues insinúa
que el 28% restante es sector industrial, y no es así. Según se
indica en el “Informe anual sobre el mercado único y la
competitividad de 2025” citado, “la construcción representa el
11 % del PIB de la UE”. Restando 11 a 28 –y obviando otros rubros–,
resulta que el sector industrial del eurogallinero representa un
magro 17%. Muy poca chicha para asumir el rearme masivo atlantista
valorado en 800.0000 millones de euros. ¿De dónde sacarán
fábricas, ingenieros, técnicos y demás? ¿Otro cuento de hadas
para una triste princesa, sin feliz caballero que la adore sin verla?
Esta cruda y engruda
realidad explica las declaraciones del Inspector General de la
Bundeswehr, Carsten Breuer, a principios de marzo de 2025, en
entrevista al diario alemán Berliner Zeitung: “la Bundeswehr debe
estar lista para la guerra y el combate lo antes posible, en 2029.
Esto solo se puede lograr si se sigue confiando en la OTAN y se
compran armas a Estados Unidos, a pesar de las tensiones actuales con
Washington. La industria de defensa europea por sí sola no será
capaz de satisfacer la demanda tan rápidamente”. Por supuesto que
no es capaz. Representando apenas el 17% de PIB del eurogallinero no
hay infraestructura material ni humana capaz de abordar el desafío
del milmillonario rearme ni hoy, ni pasado mañana ni dentro de diez
años.
Aquí terminamos el
cuento. Porque puro cuento es hablar de 800.000 millones en rearme
cuando se carece de casi todo, salvo de una rampante estupidez. Y si
ocurriera, la ineptocracia que gobierna Bruselas entregaría Europa
al dominio absoluto de EEUU, pues EEUU vende las armas, pero se
guarda el control de su uso. Ya no se podría hablar de UE, ni
siquiera de las nuevas ‘banana republics’. Habría que llamarlas
las ‘chicken republics’. Con perdón de las gallinas. Ellas
defienden sus huevos. Por aquí ni eso hay.
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