Empezaremos con un dato
económico. En la década de los 50, después de la Segunda Guerra
Mundial, EEUU representaba el 50 por ciento del producto Interior
Bruto Mundial. Es decir, sólo EEUU tenía el 50 por ciento de la
riqueza que producía el planeta. Desde esa base de poder se expandió
por el mundo y estableció una red impresionante de bases militares y
desarrolló una presencia mundial que todavía perdura.
Sin embargo, al día de
hoy, en 2022, el PIB de EEUU es apenas del 18 al19% del PIB Mundial;
un PIB que medido en términos de capacidad de poder adquisitivo es
inferior al PIB de China. En efecto, tenemos una inversión de la
situación económica mundial, en relación a la que existía en la
década de los 50 del siglo pasado.
Sin embargo, con la
destrucción o suicidio de la Unión Soviética, en las élites
estadounidenses se instaló un alto nivel de euforia colectiva: ante
la desaparición la URSS se declararon los vencedores de la guerra
fría y propugnaron el llamado "New American Century".
De manera resumida, el
“Nuevo Siglo Americano” significaba que EEUU era la única
superpotencia mundial y que en tal condición podía modelar el mundo
en conformidad con sus intereses. Con esta visión de híper potencia
lanzaron un conjunto de guerras de agresión; la primera fue contra
una Yugoslavia reducida en ese momento a Serbia y Montenegro. Después
continuaron con las agresiones a Irak, Afganistán y una segunda
invasión a Irak… poco más tarde le tocó a Libia.
En Siria lo intentaron,
pero intervino Rusia. El intervencionismo norteamericano no se detuvo
porque a continuación, organizaron un golpe de estado en Ucrania. Y
en este punto las cosas empezaron torcerse para los estadounidenses.
Se dieron cuenta que no les sería fácil establecerse como la
potencia hegemónica global durante el presente siglo
En paralelo, se estaba
generando una situación geopolítica nueva: una alianza entre Rusia
y China. Y, aunque sus orígenes se remontan a los principios del
siglo 21 esta alianza se consolida realmente cuando asciende al poder
Xi Jinping en China. Entonces, el presidente ruso, Vladimir Putin,
inicia un proceso de acercamiento que se va ensanchando hasta
convertirse en lo que han llamado una Asociación Estratégica.
Una asociación que es
económica, energética, política, esta alianza comparte una visión
estratégica: es necesario un nuevo orden internacional que comprenda
que el mundo es hoy una sociedad multipolar. En otras palabras, se
acabó un único polo de poder. La realidad es que han surgido al
menos cuatro polos: China Rusia India y EEUU.
Europa, la Unión
Europea, que podría haber sido el quinto polo perdió la ocasión de
constituirse en un modelo autónomo, y de hacer de Europa un sujeto
internacional activo, al plegarse totalmente a las políticas
norteamericanas.
A pesar de su enorme
poder económico científico técnico cultura la Unión Europea ya no
cuenta entre los actores importantes de este nuevo mundo que nace. Y,
ahora con la operación de Rusia en Ucrania –la primera guerra
geopolítica del siglo 21– se está acelerando rápidamente las
contradicciones existentes entre los EEUU y la alianza de Rusia con
China.
Los planes de Estados
Unidos
EEUU tienen un plan
estratégico que definió e hizo público en el año 2018. Consiste
esencialmente en crear dos frentes políticos económico-militares;
uno es el Frente del Atlántico que está conformado por la Unión
Europea y la OTAN (que son las dos caras de una misma moneda). El
otro es el Frente del Pacífico que regenta directamente EEUU
apoyándose en Japón, Australia y Corea del Sur.
Esta división de tareas
tiene como propósito crear una gran pinza, cercando por un lado a
Rusia con el apoyo de la OTAN y por el otro a China con una red de
alianzas que tienen como fundamento material los tratados bilaterales con Australia, Japón y
Corea del Sur. Por el momento, esta red ha dado otro paso adelante
con el Pacto llamado AUKUS, acrónimo de una alianza militar entre
Australia, Reino Unido y EEUU.
Esta estrategia es una
repetición de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, esta guerra
se desarrolló, básicamente en dos frentes; el Frente Europeo que
era el Frente del Atlántico contra la Alemania Nazi y la Italia
Fascista (y sus aliados) y el Frente del Pacífico conducido por
EEUU.
En realidad, fue la
desmedida de ambición de Japón lo que llevó a los estadounidenses
a abrir el frente militar que iba desde Filipinas hasta la península
de Corea con China como epicentro. Estados Unidos combatió a un
Japón que tenia desplegada sus fuerzas en un arco geográfico
inmenso y que además tenía un gravísimo problema: los japoneses no
disponían ni de minerales ni de energía, ni de petróleo.
De forma que a EEUU le
resultó relativamente fácil la derrotar al Imperio del Sol
Naciente. No podía ser de otra manera, entre otras razones, porque
el 50% del potencial militar de Japón estaba destinado a la guerra
contra China. En realidad, los japoneses combatieron contra los
estadounidenses con sólo un tercio de su capacidad militar; los
otros dos tercios los tenía en el amplio frente que va desde
Filipinas a Corea.
EEUU logró derrotar a
Japón y decidió participar en el Frente Atlántico con el filmado y
archí-famoso desembarco de Normandía. Esta acción militar ha
generado en Europa lo que llamo el síndrome de Normandía, algo muy
similar al síndrome de Estocolmo porque para los europeos
occidentales comunes ese desembarco fue como la llegada de Superman,
Batman y Acuaman juntos.
Esta sorprendente idea ha
quedado tan interiorizada en la psiquis europea, básicamente porque
durante décadas el cine y los medios de comunicación han machacado
a los pueblos de Europa con esa imagen de triunfo. Los europeos creen
que el desembarco de Normandía les permitió a los aliados ganar la
Segunda Guerra Mundial. Esto, aunque ya la Unión Soviética había
quebrado la espina dorsal del ejército nazi. De hecho, mientras los
angloestadounidenses combatían en Bélgica, el Ejército Rojo estaba
a menos de 80 kilómetros de Berlín.
De cualquier manera, la
ocupación estadounidense de Europa Occidental ha determinado que el
viejo continente haya sido incapaz de generar su propia autonomía el
juego de poder global. En muchos aspectos recuerdan el poder Imperial
de Inglaterra en el siglo 19. En el siglo 21, por el momento, solo
hay tres grandes protagonistas, pero hay otro país que es clave: la
India, a la que EEUU intenta atraerse desesperadamente al frente del
Pacífico.
Realmente los aliados que
EEUU tienen en el Pacífico, con la excepción de Japón, son muy
débiles. El único país que podría aportar un peso definitivo por
población, por posición geográfica y por potencial militar es la
India.
Entre tanto, India es un
país históricamente aliado de Rusia. Lo es desde los tiempos de la
Unión Soviética y hace poco, en diciembre en un viaje de Putin a
Nueva Delhi, la India y Rusia renovaron su pacto estratégico para un
desarrollo económico, político y militar por otros 10 años. De
hecho, la India se ha negado a ser un peón más en el juego EEUU.
Los indios tienen sus propios intereses y quieren un lugar en el
tablero internacional de zonas que ahora ya no vamos a llamar de
influencia, sino de confluencia y cooperación.
¿Por qué el cambio de
este termino? El concepto de zona de influencia es un concepto del
pasado y este es un dato del cual se habla muy poco en el mundo
occidental y también en América Latina, que lamentablemente sigue
siendo el furgón de cola del mundo occidental.
En "Nuestra América" no se entiende los procesos que se están dando en Eurasia y que
tienen como eje la relación entre Rusia, China y la India. Se trata
de proceso que está creando un nuevo orden mundial y que por el
momento se ha traducido en tres importantes lugares de encuentro; uno
es la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que es un el
anticipo de una sociedad internacional más plural y democrática,
otro son los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) que
quiere representar a todos los continentes de nuestro planeta y el
tercero es el foro más relevante, pero menos conocido: es el lugar
donde Rusia, India y China se reúnen para tratar sus asuntos y
negocios.
De hecho, estas reuniones
suelen pasar desapercibidas, aunque tratan temas muy sustantivos como
la relación entre China e India por las disputas fronterizas. Rusia
es el país que sirve de bisagra entre las dos potencias más
pobladas del mundo. Estos encuentros han logrado algo inédito en la
historia reciente. Han conseguido reunir a dos países “enemigos”
en un lugar donde pueden hablar sin estar matándose mutuamente. Hoy
se sientan en la misma mesa la India y China.
En pocas palabras en
Eurasia hay un movimiento muy importante. En septiembre de este año
Irán se incorporará formalmente a la OCS. En Eurasia se está
configurando una nueva sociedad internacional. En esta cuestión hay
que señalar un elemento de lo que está en juego: cuando se fundó
las Naciones Unidas- la fundaron 50 países, de los cuales sólo 13
naciones no eran occidentales (metieron Nuestra América con
Occidente). Ahora las Naciones Unidas la componen 193 estados y los
llamados países occidentales son la absoluta minoría, ya no digamos
los países europeos.
Sin embargo, si uno toma
el mapa y miramos donde están los organismos internacionales de las
Naciones Unidas nos daremos cuenta que un grupo de diez países
concentra prácticamente el 90 por ciento de las sedes de estos organismos. Veamos;
la sede de las Naciones Unidas está en Nueva York, su segunda sede
en importancia está en Ginebra, la UNESCO está en París, la FAO
está en Roma la Organización Internacional de la Energía Atómica
está en Viena y así sucesivamente, un grupo de países occidentales
acapara todo el sistema de organismos internacionales, incluyendo los
especializados.
Y ojo, hay otra cosa que
es una auténtica barbaridad en el siglo XXI. Por un pacto no
escrito, entre EEUU y Europa Occidental, el presidente del Banco
Mundial debe ser siempre un estadounidense y el presidente del Fondo
Monetario Internacional (FMI) será siempre un europeo.
Esto es una barbaridad
para los países del tercer mundo porque a fin de cuentas los que
presiden estos organismos especializados del sistema de Naciones
Unidas- proceden del oligopolio bancario financiero occidental que
aprovecha su dominio sobre esos organismos para reventar,
literalmente, a los países del llamado tercer mundo en su beneficio.
Contra ese mundo,
dominado por los anglosajones, es que están trabajando los países
de la OSC encabezados por India, Rusia y China. Su objetivo es
cambiar un modelo que mantiene la tiranía de occidente sobre el
resto del orbe.
Para darnos cuenta del
panorama geopolítico de este siglo 21, debemos tener una idea cabal
de cómo está distribuido el sistema de Naciones Unidas, de cómo
está organizado el orden internacional. Debemos entender porqué
Rusia y China están empecinados en cambiar el modelo actual de las
relaciones internacionales.
Chinos y rusos lo dejaron
clarísimo en la declaración que suscribieron el 4 de febrero
pasado. Ambas potencias piensan que hay que cambiar un modelo que
encubierto es de hecho una tiranía de Occidente. Proponen un modelo
multipolar más democrático basada en la Carta de las Naciones
Unidas. Entre un cambio más profundo, por ejemplo, la sede de la FAO
debería trasladarse al Sahel en África (la zona más afectada por
los problemas alimentarios) o la UNESCO debería instalarse en
Alejandría (en la magnifica biblioteca que reconstruyó el gobierno
egipcio). En el fondo se trata de reconocer la importancia de los
pueblos y culturas que no son occidentales.
Ahora bien, para que el sistema de Naciones Unidas sea un sistema realmente
mundial de lo que debemos hablar es de dinero y no de cuestiones de
carácter simbólico. Como decía al principio, en la década de los
50 del pasado siglo Estados Unidos tenia el 50 por ciento del PIB
mundial, sin embargo, ahora que tiene apenas el 19 o 18 por ciento,
sigue empeñado en mantener su hegemonía muy por encima de sus
posibilidades.
Esta realidad nos
acerca a dos panoramas bastante poco alegres:
Tal como hemos explicado
anteriormente un escenario puede ser un conflicto militar global
desatado por Estados Unidos para combatir a Rusia y China. Lo haría
en dos frentes, uno en el océano atlántico, otro en el océano
pacífico.
El otro escenario es una
catástrofe financiera en el propio Estados Unidos ya que se trata de
un país sobre-endeudado que sigue gastando lo que no tiene. (Y
cuidado, porque en última instancia somos todos nosotros, la gran
mayoría del mundo, los que al utilizar el dólar como moneda de
intercambio internacional estamos manteniendo el sistema bajo la
dominación norteamericana).
Para decirlo de otra de
otra manera: si EEUU tuviera que responder por todos los dólares con
los que ha inundado el mundo la crisis que se producirá será
muchísimo peor que la de 2008. Los estadounidenses, no tienen como
responder. No pueden hacer frente a todos los dólares circulantes.
Estamos en el borde de una crisis que no se puede silenciar y que los
expertos calculan que puede estallar alrededor de 2030.
Naturalmente el más
peligroso de estos escenarios es el bélico, pero, por desgracia una
cosa puede llevar a la otra y por lo tanto hablar de hegemonía
estadounidense en el siglo XXI ya no tiene sentido.
La verdad es que vivimos
un conflicto global provocado por unos EEUU que intentan desesperadamente mantener una hegemonía que se le escapa por todas
partes. Este es el panorama real y sobre esto hay que estudiar y
trabajar.
Son muchos los que no
entienden las raíces de esta situación y uno de nuestros mayores
problemas es la poca conciencia sobre la existencia de un conflicto
que ha sido originado por una profunda crisis de Estados Unidos. Lo
de Ucrania es apenas el primer acto o la primera válvula de una
bomba de tiempo que, al parecer, formará parte de esta época.
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