30 diciembre, 2019

“Para algunos resulta increíble constatar que estas cosas de verdad pasan en Chile”



Mesa de Unidad Social: ¿En el Congreso o en la Plaza de la Dignidad? - Ricardo Candia Cares

POLITIKA - 30/12/2019

De pronto un estallido sin precedentes pone en el tapete de la discusión política temas de los que solo unos pocos hablaban y que para los gobiernos sordos e indolentes, parecían no existir: la desigualdad, las deudas sociales, la marginación y el abuso.

Para algunos resulta increíble constatar que estas cosas de verdad pasan en Chile.

Más de setenta días de protestas. Decenas de muertos. Centenares de mutilados. Miles de presos y un presidente que hace el ridículo mundial. Nunca el sistema ha estado tan en riesgo como en estos días calientes.

Como era de esperar, casi todo el sistema político presiente el peligro y se apresta a reaccionar de la mejor manera: se trata de no perderlo todo.

Como ha ido siempre en la historia de Chile, los poderosos han azuzado a las tropas en contra de la gente y de manera simultánea comienzan a cocinar acuerdos traidores bajo cuerda, para lo cual cuentan y han contado siempre con el entusiasta apoyo de quienes formaron alguna vez la Concertación.

Lo que sucede es algo casi increíble.

La más desprestigiada de las instituciones políticas, el Congreso Nacional, en el cual se cuentan por decenas los honorables involucrados en diversos delitos de sobornos, coimas y otras linduras relacionadas con dineros, encabeza una operación que propone una nueva Constitución.

Peor aún. El gobierno dirigido por el presidente más rechazado y desprestigiado en la historia del país, cuyo respaldo no es capaz de llegar a los dos dígitos, se hace parte de esa operación.

Y todo eso sucede mientras en las calles, los responsables de controlar el alzamiento furioso de la gente es el increíblemente brutal Cuerpo de Carabineros, que ha sido mundialmente rechazado como los más agresivos y crueles agentes del orden del orbe. Quizás solo superados por la DINA–CNI.

Todo esto aderezado con la tibia y retrasada acción de la llamada Mesa de Unidad Social que ha acordado trabajar en conjunto con los partidos de oposición con miras al plebiscito propuesto para abril del 2020, el que en opinión de la gente que de verdad lucha en las calles, no es sino la consumación de la operación que va a dejar las cosas tal como están o más atrás.

¿No han entendido nada?

Lo que se expresa en esas andanzas a espaldas de la gente no es sino el miedo a que el pueblo no necesite ni quiera que iluminados la representen o hablen en su nombre. Y eso les va a traer consecuencias.

La Mesa de Unidad Social hace intentos para ponerse en la mira de la bronca de la gente. Parece que sus líderes no han entendido que sumarse a la farsa constitucional del sistema es una inconsecuencia que la gente no olvidará.

El lugar natural de la Mesa de Unidad Social, de entender lo que pasa en el país, sería en la Plaza de la Dignidad y no en el Congreso o entre los partidos que son, han sido y serán la representación misma de todo lo que la gente rechaza.

¿En el Congreso o en la Plaza de la Dignidad?

Si bien la crisis estalla a partir de octubre, en pleno gobierno del inepto presidente Piñera, las causas que le dan origen están precisamente en manos de quienes pudiendo hacer algo positivo por el pueblo, se propusieron castigar más aún a la eternamente castigada gente. Y ahora, se presentan buenamente para ofrecer una solución para superar lo que ellos mismos construyeron.

¿Habrá razones para confiar en los partidos de la Concertación si durante todos sus gobiernos, incluido el que encabezaron como Nueva Mayoría, no hicieron sino agudizar aún más el castigo a la gente castigada?

Ninguna.

Lo que pulsa en cada expresión de rabia que se expresa en el país es un rechazo a todo lo que huela a sistema.

Y resulta altamente sospechoso que los que debieran, no lo entiendan así.



29 diciembre, 2019

Señal 3 La Victoria entrevista a LUIS CASADO, director de "POLITIKA"











CHILE: ANTOFAGASTA - LA BONILLA NO SE VA RENDIR



Los días avanzan, y el pueblo continúa luchando, sin cuartel, con muchísima organización, contra los guardianes del régimen. Son verdaderas batallas las que se dan en las calles, donde los balines y balas, lanzados por carabineros, ya son parte del día a día. Allí numerosos jóvenes, adultos, mujeres y hombres, con rostros cubiertos de máscaras, antiparras, o una simple polera, en la primera línea están enfrentando a las fuerzas represivas. Son varias decenas de hijos del pueblo, quienes van ganando experiencia y consciencia de su papel en la lucha. Para transmitir sus mensajes emplean un lenguaje sencillo, en dialecto marginal, pero muy claro: “somos pueblo, queremos que las cosas mejoren para el pueblo, por eso luchamos contra los pacos culia’os porque defienden éste sistema que nos explota”.







28 diciembre, 2019

CHILE: Voces del conflicto. De la trinchera a la constituyente — Rodrigo Yáñez R.





Camilo, para efectos de esta entrevista, tiene 31 años. Nunca se había encapuchado hasta que todo explotó el 18 de octubre. Vivió en distintas regiones del país y se vino a Santiago a estudiar en un instituto. Una bacteria asesina que se alojó en sus vertebras casi lo mata, pero se salvó; no así de la deuda que arrastra hasta el día de hoy. En las manifestaciones ha estado en todos los frentes, pero, dice, encontró su lugar en el equipo que protege a la primera línea con los rayos láser que aparecieron hace algunas semanas. Aquí comenta algunas experiencias que han ido marcando más de un mes de conflicto y el escenario que se abre con la posibilidad de una convención o asamblea constituyente.


Desde que comenzaron las manifestaciones estuve yendo a la Plaza de la Dignidad. Los primeros quince días fui todos los días. Al principio fui de manera pacífica y después se empezó a poner más heavy la cosa. Vi que se estaban jugando hueás importantes, que esto no era como las marchas y las protestas en las que había participado antes, desde el año 2006, cuando era pingüino. Se veía cómo la rabia desbordaba por todos lados, la derecha sacó a los milicos a la calle y no podía quedarme en la casa viendo cómo todo pasaba frente a mí, así que decidí encapucharme y apoyar a la primera línea.


No soy anarquista, nunca he militado, no soy miembro de ningún partido revolucionario. Soy un hueón común y corriente que siente que con un nivel de compromiso al cien podemos cambiar esta hueá. Ese es el motor que me lleva a salir a la calle, a gritar, a pegarle a la paila, a tirar piedras, a romper las calles o darle al láser. La hueá es visceral. El primer día que me encapuché estaba en la plaza y vi que faltaba ayuda. Me metí de una y rápidamente encontré mi lugar.


Adentro nadie se conoce, pero hay una energía potente. La primera línea se fue formando con el correr de los días. Primero están los locos con antiparras, gente con escudos para proteger de los balines, hueones con armaduras. Todo hecho a mano, con mucha imaginación. Después vienen los pirquineros, les cabres que están rompiendo el piso de todo Santiago. Los hueones que van picando y sacando camotes de cualquier parte. Si ves, el sector de Baquedano, Plaza de la Dignidad, Vicuña Mackenna, todos esos espacios se transformaron en canteras. Desde ahí sale la materia para enfrentar la represión. Y pegadito a los pirquineros están les cabres que transportan los camotes, grupos de dos en general que andan con sacos donde cargan las piedras. Esas personas van hasta adelante y dejan las piedras para que los que están atrás de los escudos sigan tirándole a los pacos. Y luego vuelven corriendo a buscar más camote, llenan los sacos y vuelven a partir.


Entre medio están los bomberos, los que tiran las lacrimógenas de vuelta o las ahogan con agua y bicarbonato. Y de ahí viene el grupo de los láser, que es gente que se pone en distintos puntos, arriba de cualquier hueá para ganar ángulo. Esto comenzó como a principios de noviembre, ahí se empezaron a ver los primeros que tomaron la experiencia de les cabres en Hong-Kong. Me acuerdo de que un día llegué a la plaza y vi uno o dos rayos verdes. Caché al loco que tenía el aparato y dije wow, la hueá potente. Esa noche llegué a mi casa y me metí a buscarlo en internet. Lo pillé al tiro. Al día siguiente ya había diez o quince, luego unos cuarenta y de ahí esto no paró más. A medida que éramos más la gente empezó a cachar la dinámica de la hueá, cómo organizarse para que funcionara bien. Se fue armando una manera de trabajar en equipo, igual que en todas las otras posiciones.


Los láser han tenido efectos concretos. Los helicópteros y los drones se han ido yendo de la plaza por nosotros. Antes se veían muchos más. Imagínate que los helicópteros llegaban con tremendas luces apuntando donde estaba quedando la cagá. Nosotros vimos eso y cuando ya no éramos diez, si no cincuenta, cien hueones, apuntábamos todos al mismo tiempo al helicóptero y los hueones se tenían que virar. La función del láser es simple: evitar que nos disparen, evitar que el guanaco y el zorrillo avancen. Cuando el láser atraviesa un vidrio o un acrílico el rayo se fragmenta, entonces no es un solo rayo, son múltiples rayos que no te dejan ver y no puedes evitar girar tu cara o cerrar los ojos. Hueón, el impacto es fuerte, te tienes que dar vuelta, no puedes seguir tu camino o apuntar un rifle.


Los que estamos detrás de las barricadas andamos con uno en cada mano apuntando directo a los pacos para que no puedan disparar, la misión es apuntar directo al parabrisa de los guanacos y los zorrillos para que no tengan visión y no puedan seguir avanzando. Yo estoy seguro de que adentro no ven ninguna hueá. A veces los carros paran, los pacos se dan vuelta, y cuando se producen esos segundos de vacío aparecen les cabres más agujas cargados de piedras, molotov, los pacos comienzan a retroceder y todos avanzamos unos metros. Los sacamos de nuestro espacio.


Pero no todos los días son iguales, no todos los días tení la misma energía. Hay días en que veí la hueá y decí, chucha, hoy día sí que está brígida la cosa, no sé si me puedo quedar hasta el final. En esto hay que estar concentrado, más despierto que la mierda, con toda la energía. Hay días en los que no me siento preparado para irme a parar a la primera línea y estar dispuesto a recibir un balazo. Esta hueá se siente, y creo que todos los que estamos ahí sabemos o sentimos qué día vas y qué día no. A mí, al menos, estos últimos días me hacía falta parar. La hueá es desgastante y estay aspirando esa mierda que tiran los pacos todo el día. No sé si habrá sido eso, pero hace unas semanas estuve como tres días en la cama vomitando y cagando todo el día, mareado pal pico, tomaba agua y vomitaba, pensé que era un virus, pero cuando volví y lo comenté, varios lo habían tenido.


La hueá cansa, hay relevos. Es como la gente que va a marchar. No siempre se puede tener un millón de personas de lunes a domingo. Hay días en que va a estar más bajo y es lo que ha ido pasando, yo creo que ya se está armando la idea que los viernes serán las marchas más grandes o para las fechas emblemáticas, como el jueves que se conmemoró la muerte de Camilo Catrillanca.


Los pacos también han ido cambiando de estrategia. Lo más claro fue cuando nos hicieron la encerrona el lunes (18 de noviembre) y quedó la cagá. Hubo gente que se tiró hasta al río. Ese día quedábamos mil, mil quinientas personas, y los pacos nos fueron acorralando hacia el parque. Nosotros íbamos desde Plaza de la Dignidad hacia Salvador y de pronto cachamos que otro grupo venía bajando desde Salvador hacia la plaza. Cuando los grupos se encontraron la gente se empezó a desesperar. Unos corrían hacia arriba, otros hacia abajo y de pronto se apagaron las luces del parque. Los pacos empezaron a gasearnos y no se podía ver ninguna hueá, y en medio de ese caos los hijos de puta empezaron a disparar. No había dónde ir. La hueá fue terrible, nadie veía nada, todos estaban gritando y se escuchaba pasar los balines al lado tuyo, chocaban con los árboles, los postes de luz. Yo andaba con mi chica, la agarré de la mano y le dije, corramos sin parar, si no nos sacan un ojo o nos quiebran a palos. La hueá era correr y no encontrarte con un paco de frente que nos pudiera disparar. Corrimos agachados y la lluvia de balines era pal pico. Yo ya estaba entregado a que me llegara uno, pero no quería perder un ojo. Y a cada paso escuchabas cómo iban pasando los balines al lado tuyo. No podías salir ni por Providencia ni por Andrés Bello, eran tropas y tropas de pacos, así que seguimos corriendo y no sé cómo chucha salimos por Salvador. Imagínate, la encerrona iba de la Plaza de la Dignidad hasta Salvador, eran caleta.


Puta, hasta ese lunes no había sentido algo tan fuerte. Resistiendo en la barricada uno siente la adrenalina, siempre hay temor, pero estamos todos juntos, uno se apaña con el de al lado, pero ese lunes fue distinto. Nos quedamos solos y en la oscuridad.


Tuve mucho miedo, pero después de fumarme un cigarro dije, mañana vuelvo a la plaza igual. Voy casi todos los días y la plaza cambió para siempre, radicalmente. Históricamente ha sido el espacio de grandes manifestaciones y concentraciones, algunas más superfluas, como el fútbol, pero hoy se convirtió en otro territorio. Antes se decía –tal día hay marcha en Plaza Italia. En la plaza de la Dignidad el hoy es todos los días. El día que vayas te vas a encontrar con gente. No sé, quizás van a ser quince personas, cuarenta, quinientas o un millón, pero siempre te vas a encontrar con alguien. La plaza pasó a ser un emblema de esta revuelta y estoy seguro de que todos los chilenos la ven con otros ojos.


¿Has visto la estación del metro Baquedano? Las rejas no se pueden abrir porque hay un cerro de rocas. Bueno, mi idea es que la gran entrada de la estación Baquedano tiene que quedar así, en ruinas, por el resto de la vida, porque es un memorial vivo de lo que ha sido esta revuelta o revolución, como quieras llamarlo. Hueón, que nadie más se olvide que en esta estación los pacos torturaron, que en esta plaza volvieron a aparecer los milicos, que en esta plaza hubo gente que perdió sus ojos, que en esta plaza murió gente, y también nos juntamos un millón y medio de chilenos a decir basta. Es la única manera que, en treinta años más, cuando un joven pase por ahí diga -mierda, qué pasó que llegamos a esto, papá, por favor, cuéntame-. O que un encapuchado o alguien que perdió un ojo, pueda ir y tirar otra piedra al foso. Esa estación tiene que transformarse en una instalación progresiva, que nos pertenezca a todos. Yo he visto mucha gente que pasa por ahí y llora, gente que va a prender velas, que le pone banderas blancas, mapuche, de la U. A todos les pertenece ese espacio, y no se tiene que olvidar. Y esto lo ha hecho la gente, todos, esto no es el resultado de un arquitecto cuico que viene con un proyecto europeo a resignificar los espacios y poner una escultura que va a representar la dignidad. No, pico con esa escultura, pico con ese arquitecto. La estación es nuestra y representa todo lo que ha pasado. No puede quedar solo en los recuerdos de los libros que se van a escribir o las películas que se van a filmar. Este punto de la ciudad es el corazón del metro y se transformó en el corazón de Santiago.


Las cosas están cambiando. No sé si Chile, porque el modelo hasta acá no se ha tocado, pero la gente sí, la mayoría. Es super cliché el grito del Chile despertó, y me carga ese toque futbolero que tiene la hueá, porque me carga el fútbol, pero filo, es lo que es, y lo que dice es súper cierto. La gente ya no está dispuesta a agachar el moño y seguir mamándoselas todas. Hueón, el país está detenido hace un mes, funcionando a media máquina. Personalmente, yo hace más de un mes que estoy en la calle.


Loco, no hemos parado de hablar de esto hace más de un mes. Chile está súper politizado. Todos los días, toda la gente habla de esto, después de cada marcha, en la micro, en el almacén, en la feria. Por lo menos en mi grupo, por primera vez nadie está al día con lo que dan en la tele o habla de fútbol, estamos todos en otra. Si hasta el saludo cambió. Antes era típico decir -hola, ¿cómo estay?- y uno respondía cualquier huevada -bien, aquí-. Ahora no, todos estamos súper sinceros, uno pregunta y del otro lado aparecen testimonios reales, se acabó el sonambulismo. Estamos todos pensando cómo nos sentimos, pero ahora lo compartimos de verdad. Antes a lo mejor tú lo sentías, pero no lo decías. La gente está hablando, pero también escuchando, y cuando nos despedimos todos se dicen cuídate, llama cuando llegues, manda un mensaje o comparte tu ubicación. La gente, los amigos, estamos todos cuidándonos.


Al principio, cuando pasaron las primeras dos semanas yo pensaba, ok, si no llega a pasar ninguna fucking hueá y tenemos que seguir viviendo en esta realidad de mentira, la hueá igual nos deja como regalo que conocemos a nuestros vecinos, sabemos cómo organizarnos, sabemos en quién podemos confiar, sabemos que el supermercado vale pico y que el mall también vale pico. La Teletón se canceló, muchos festivales se han anulado, en la tele echaron a la Maldonado y a todos esos rostros asquerosos con que nos criamos. Chao con toda esa hueá, lo que ha pasado en estas semanas nos está enseñando a vivir sin toda esa mierda.


Es difícil hablar de estas cosas con mis viejos. Ellos tienen una postura más pasiva, tienen miedo. Los dos están jubilados, pero trabajando porque no alcanza, y además con los bancos atrás porque yo me enfermé hace algunos años y ellos firmaron los cheques cuando entré a pabellón. Me agarré una bacteria culiá que casi me mata. Tuve una especie de lumbago durante semanas y en el hospital nadie me decía nada, y cada día me sentía peor. Hasta que un día me desperté y no podía caminar. Tuve que pasar al sistema privado y ahí me hicieron todos los exámenes en un día. El doctor que me atendió me dijo te tienes que operar mañana mismo. Tienes una bacteria asesina en las vértebras. Estuve un mes hospitalizado. Vendí todo lo que tenía para pagar la operación. Hicimos completadas, rifas, bingos, llamé a toda la gente que me podía prestar plata y logré pagar unos millones. Aun debo veinte palos que no tengo cómo mierda pagar.


Cuando vi que las pensiones van a subir pensé en mis viejos y me di cuenta de qué sirvió todo lo que he tenido que hacer durante estas semanas, que ha valido la pena prenderle fuego a esta puta ciudad. Lamentablemente, tuvimos que llegar a esto para cambiar las cosas, nadie hace esta hueá por placer. Me chupa un huevo que saqueen un supermercado, una farmacia o un banco. No me va ni me viene. No es mi lucha, no me metería a sacar televisores o lo que sea, y tampoco puedo hacerme cargo de todo lo que desencadena la violencia.


De los saqueos se ha hablado mucho, pero yo tengo mis dudas. Los saqueos fueron hasta casi provocados, no sé, la gente sabe lo que pasa en este tipo de situaciones. Tuvimos un terremoto hace muy poco y todos vimos que esto pasó, hay gente que lo hace por necesidad, otros para aprovecharse, pero ¿por qué sucede? Hay algo que el sistema está haciendo mal ¿no? ¿Por qué no saquean los cuicos? Hueón, todos sabían, estábamos en guerra dijo este conchesumadre, todos sabían que esto iba a pasar y nadie hizo nada, salvo el Costanera Center, que lo tienen blindado desde el día uno.


Esta hueá es difícil de explicar. Yo me concentro en lo mío. Puta, no sé, es que pasa algo, primero hay cinco hueones, y otros diez que están detrás agarran papa, y después otros veinte, y cincuenta, y así de repente se prende una mecha que no se puede apagar más. Es como en las marchas, a veces estas hueás se mandan solas, es mucha gente. Y todo esto se mezcla con las hueás que nadie entiende o nos quieren esconder ¿Cómo es que en algunos de estos lugares que fueron saqueados después se han encontrado cuerpos que fueron exhumados y tenían heridas de bala? ¿Qué onda?


El presidente representa todo lo que no queremos. Es el hombre empresario, todo lo piensa desde un número, una ganancia y una pérdida, es como todos estos ingenieros comerciales que nos gobiernan. Desde ahí no se puede construir nada, eso nos llevó a donde estamos. Creo que no vale la pena hablar de él, por eso no pronuncio su nombre. Hablar de él es darle más importancia de la que tiene y se merece. A veces pienso que sería mejor que no renuncie y se tenga que comer toda la mierda que ha generado durante los dos años que le quedan.


En la clase política tiene que haber un cambio. A nivel cultural estamos en un cambio de paradigma y la clase política tiene que sumarse a esto. Pero no sé qué tiene que pasar, si tienen que desaparecer todos para que llegue gente nueva o no. Ya no sé, porque ha pasado un poco lo mismo con los políticos de mi generación, con los Boric, los Jackson, las Vallejo, me han desilusionado mucho. En un momento pensé que eran la luz, que mi generación iba a cambiarlo todo, pero tengo la sensación de que cuando pasan de la calle a ser parte de la clase política terminan corrompiéndose igual que cualquier otro. El tema del poder es así, es negociar entre cuatro paredes y luego dar un discurso para afuera.


La política es cochina hueón, de uno y otro bando. Con lo que está pasando, todo este cuento del gran acuerdo de la paz, como que no hay una oposición y un oficialismo, todos se pusieron en el mismo nivel. Ahora, ves a Sharp y el loco dice –lo que ustedes firmaron no me representa y me voy. Doy un paso al lado y renuncio al partido–. Y eso lo encuentro súper noble, por eso quiero creer que esta hueá puede cambiar, hay actos de nobleza en medio de toda esta cagada, gente remando en la dirección de nosotros.


Y ahora que está pasando esto de la constitución, se pone complicado. Al principio dije, puta, mira, de pronto sale algo bueno. Pero es difícil, porque desde donde yo vengo no tengo la educación, el manejo de conceptos del derecho o la cultura cívica para entenderlo todo, como que me he tenido que meter ahora. Me he dicho, puta, si vamos a ser parte de este juego hay que ver cómo son las reglas y, claro, cuando empecé a entender todo lo que había detrás me di cuenta de que esto vale callampa, estamos volviendo a hacer como una nueva democracia pactada, como en los años ochenta, donde ninguno de nosotros tiene ningún tipo de garantía, donde todo se convierte en porcentajes, en cifras, pero nada concreto. Por ejemplo, ¿qué se puede sacar en limpio del proceso de la nueva constitución? ¿Vamos a seguir dándole toda la libertad del mundo a los empresarios? ¿Alguien se va a atrever a tocar el modelo? Mientras no se garantice que el pueblo o las organizaciones de base van a tener una participación real en esta nueva constitución siento que vamos a seguir en lo mismo. No creo en los partidos y esta hueá la están llevando los partidos, ¿no te parece extraño?


Nunca me he inscrito en nada, de hecho, nunca he votado. Pero al mismo tiempo me digo que hay que darle una oportunidad a todo esto, y esta vez me voy a inscribir para ir a votar. Si hueón, porque también me digo que no podemos estar esperando que nos den la paleta completa. No quiero perder, también hay que tomarse lo que hemos ganado y sacarlo adelante tal vez también de otras maneras, pero super atentos, sin soltar, sin dejar de presionar y estar en la calle hasta que ganemos todo lo que estamos pidiendo. Creo que es todo o todo, pero también creo que es una hueá progresiva, tampoco podemos ser tan tragones y querer que el mundo cambie en un día. Y para que la hueá funcione hay que ponerle plazos para que pasen las cosas, porque si no vamos a dejar la cagá de nuevo. Entiendo que no va a pasar todo de aquí al 2021, y como no confío en estos hueones que administran el poder, voy a seguir en la calle luchando para que sepan que no vamos a soltar.




27 diciembre, 2019

FRANCIA: Huelga general sin tregua.



KAOSENLARED 26/12/2019

Colecta millonaria para ayudar a los trabajadores en huelga que mantienen la lucha también en navidad

El sindicato francés CGT lanzó una campaña solidaria para recaudar dinero a través de internet y ayudar así a los trabajadores que han hecho huelga contra la reforma de las pensiones impulsada por el presidente, Emmanuel Macron.

La colecta ha superado el millón de euros. En total, según su página web, lepotsolidaire.com, más de 18.104 personas han contribuido a recaudar 1,16 millones.

Desde el sindicato han explicado que ese dinero está destinado a ayudar a los huelguistas, independientemente de si pertenecen a su agrupación o no, y a financiar los gastos jurídicos de militantes que se hayan visto perseguidos judicialmente por una «acción colectiva».


Los huelguistas no dan tregua por Navidad

Los huelguistas pretenden «mantener la llama» de su lucha durante las fiestas y este miércoles, por 21 día consecutivo, han paralizado buena parte de la red del transporte público.

Después de un fin de semana complicado para los viajeros, solo un 40% de los trenes de alta velocidad y trenes regionales han circulado. En la periferia parisina solo lo ha hecho el 20%.

El sindicato CGT ha prometido una serie de acciones entre Navidad y Fin de Año para mantener la presión sobre el Gobierno, entre ellas un concierto en la estación de Austerlitz o comidas populares en las estaciones.

Ante la envergadura de la protesta, el presidente francés, Emmanuel Macron, rompió el sábado su silencio para invocar el «espíritu de responsabiliad de los huelguistas» y recordarles «que es bueno saber hacer treguas» e hizo un gesto simbólico difundiendo que renunciaba a la pensión vitalicia que le correspondería como presidente.

El proyecto de reforma de las pensiones contempla la creación de un sistema universal de jubilación por puntos y la supresión de los más de 40 regímenes especiales existentes en la actualidad, que permiten a ciertos trabajadores públicos, entre ellos los conductores de trenes, jubilarse antes. La reforma supondrá una rebaja generalizada de las pensiones y también pretende retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años.


El Gobierno debe presentar un nuevo calendario de reuniones de concertación con los sindicatos para las próximas semanas, pues su intención es llevar el proyecto al Consejo de ministros el próximo día 22. Los sindicatos CGT y FO, los más opuestos a la reforma, han llamado de nuevo a una huelga general el 9 de enero.







CHILE: LA LUCHA CONTINÚA



24 diciembre, 2019

“Dónde encontrar ese enemigo”


Cuando Max Weber habla de «utilización de la moral como instrumento para tener razón» –dejando ahora aparte el juicio que le merece–, está señalando una práctica que incide con el origen del nombre propio «Satán», puesto que, como ya se ha dicho, procede del nombre común satán, que en hebreo significa 'enemigo'. Hoy la nota definitoria de Satán es la maldad; pero el antagonismo es anterior a la moral, de modo que, en principio, el enemigo no es enemigo por malo, sino que el malo es malo por enemigo.

En la obra de Samuel P. Huntington ¿Quiénes somos?, hablando de los comentarios de «la élite que confecciona la política exterior americana» a raíz del hundimiento de la Unión Soviética, dice:

«La inexistencia de una amenaza ideológica había producido una ausencia paralela de propósito. "Las naciones necesitan enemigos –comentó Charles Krauthammer al acabar la Guerra Fría–. Si se les quita uno, hallarán otro". El enemigo ideal de Estados Unidos tenía que ser ideológicamente hostil, racial y culturalmente diferente, y suficientemente fuerte a nivel militar para plantear una amenaza creíble a la seguridad estadounidense. Los debates sobre política exterior durante la década de 1990 giraron fundamentalmente en torno a dónde encontrar ese enemigo».

La enumeración a priori de los rasgos de maldad que tiene que reunir el enemigo no es aquí una respuesta a la pregunta: «¿Para qué tiene usted un ejército? ¿Contra quién se sentiría usted obligado a combatir?», porque lo que, en verdad, se demanda no es un ejército para un enemigo, sino un enemigo para un ejército, o, más exactamente, para el ejército, como muy bien lo explicaba Charles Krauthammer: «Las naciones necesitan enemigos»; la caída de la Unión Soviética había dejado el lugar vacío correspondiente; era preciso cubrir esa vacante. Lo que se constataba era que toda «identidad» es antagónica, y la de la nación en grado más mortífero.

Rafael Sánchez Ferlosio, God & Gun. Apuntes de polemología, (pág 270-271)

22 diciembre, 2019

Se llamaba Vladimir Ilich — Luis Casado




KAOSENLARED - 11/11/ 2018

El torrente de infamias y de mentiras con el que sus enemigos cubrieron a Robespierre, Saint Just, Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Lenin y otros revolucionarios, hace que la huella que dejaron en la Historia vaya atenuándose. Hoy por hoy, pocos se atreven a mencionar a Lenin. Es lo que buscan. Lamentablemente para ellos, su memoria sigue viva y su ejemplo señala el camino.

Ningún viento es favorable para quien no sabe dónde ir. (Seneca)

La cuestión está de moda. Allá y acá, por todas partes: ¿Cómo reconstruir la izquierda?

Servidor suele recordar el origen de la noción política, para evitar malos entendidos. La izquierda nació con la Revolución Francesa para designar a quienes reconocen un único e irrenunciable soberano: el pueblo. De entrada se reduce el ámbito de quienes merecen el epíteto.

Afuera quedan los advenedizos que se arrimaron a un carro al que no se identifican ni hacen suyo. Quienes pergeñan entidades constituyentes a geometría variable que gozan de un único elemento estable: su propia presencia. Quienes oscilan entre lo posible, lo razonable y lo rentable. Quienes renunciaron brutal o gradualmente al mensaje original porque vieron la luz del mercado y se rindieron ante el “cambio de paradigma”. Quienes no ven su redención (recompra) sino en la conservación de lo que hay.

De Santiago a París, de Moscú a Washington, de Berlín a Uagadugú, Brasilia o New Delhi, la cuestión, lancinante, es la misma: ¿Cómo reconstruir la izquierda?

Si uno la jugase filosófica, estimaría necesario examinar la deconstrucción de la izquierda, es decir el proceso de perversión acelerada que la degradó a tal punto que hoy no la reconoce ni la madre que la parió.

La técnica es antigua como los cuentos para niños. En el siglo XVII Charles Perrault publicó su célebre Pulgarcito, la historia de un niño abandonado en el bosque junto a sus seis hermanos. Encontrar el sendero de regreso le fue fácil visto que, previsor, Pulgarcito lo había sembrado de guijarros blancos dejando una huella imborrable. Pulgarcito se perdió solo cuando le impidieron identificar el camino recorrido.

Es el método que han utilizado la derecha y los izquierdistas de pacotilla: borrar las huellas. Ello reposa mayormente en la difamación de quienes se han puesto a la cabeza de las diferentes revoluciones que en el mundo han sido, comenzando por Robespierre y sus compañeros de la Revolución de 1792.

Lo mismo ocurrió con Lenin y la revolución rusa de 1917, con los cabecillas de la revolución alemana de 1919, sin olvidar las revoluciones de 1830, de 1848 y por cierto la Comuna de París de 1781. De esta última he tenido la ocasión de rescatar la figura inmensa de Louise Michel que, junto a Olympe de Gouges, constituyen un zócalo granítico sobre el cual edificar un feminismo digno de ese nombre.

En 1919, el asesinato de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht por la soldadesca a las órdenes del socialdemócrata Friedrich Ebert, unido a la masacre de buena parte de los líderes obreros que habían sobrevivido a la Primera Guerra Mundial, marcó la destrucción del movimiento obrero alemán y el debilitamiento de la democracia que, algo más tarde, le allanarían la llegada al poder a Adolph Hitler.

Los girondinos habían usado el mismo método durante la Revolución Francesa: enviar a los sans-culottes a la guerra para deshacerse de ellos, y poder complotar en París –y enriquecerse en negociados– a sus anchas.

El caso de Lenin es una pieza de joyería. Durante décadas las burguesías del mundo entero le cargaron todos los crímenes imaginables, sin mencionar que desde la toma del Palacio de Invierno en adelante sometieron al régimen soviético a todo tipo de agresiones militares, invasiones territoriales, brutales sanciones económicas y financieras, una campaña de difamación sin precedentes, sumada a la violenta oposición interna que desató una guerra civil con el apoyo de Francia e Inglaterra.

Sin contar que el armisticio con Alemania –la paz de Brest-Litovsk en 1918– se soldó por la pérdida de territorios occidentales que formaban parte del Imperio Ruso: Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia, que quedaron bajo el domino de los Imperios Centrales. Como si fuera poco, la Rusia soviética tuvo que cederle Ardahan, Kars y Batumi al Imperio Otomano.

El fin de la Primera Guerra Mundial, cuyo centenario conmemoramos hoy, no solo le permitió a los aliados humillar a Alemania: también sirvió para debilitar al extremo la naciente revolución conducida por Lenin. Rusia solo recuperó esos territorios, excluidos Finlandia, Ardahan, Kars y Batumi, hacia 1940, antes de que se produjera otra redistribución de influencias territoriales al término de la Segunda Guerra Mundial.

Entre 1917 y 1923, atacado en todos los frentes, con el este del país invadido por Japón, con una guerra civil financiada y apoyada desde el exterior, con millones de pérdidas humanas en el curso de la Primera Guerra Mundial, Lenin logró estabilizar el poder soviético y hacer aprobar medidas democráticas que los países occidentales no lograron sino muchos años más tarde, cuando lo lograron. Démosle una mirada:

La nacionalización de la banca, por ejemplo, que Charles de Gaulle impuso al fin de la Segunda Guerra Mundial en Francia (1945).
La separación de la Iglesia y el Estado que –para dar un ejemplo– aún le ocasiona problemas a Chile en donde las iglesias se inmiscuyen en los asuntos civiles, impiden o estorban la aplicación de la Ley civil en diferentes materias, y el presidente de la República jura por Dios y declara su fe día por medio.
La supresión de la enseñanza religiosa obligatoria en la escuela, y la prohibición de los castigos corporales a los alumnos.
La jornada de trabajo de 8 horas, que hasta ese momento era de 12 – 14 horas no solo en el campo sino también en la industria.
La instauración de dos semanas de vacaciones pagadas anuales para todos los asalariados.
La creación de la Inspección del Trabajo, y la prohibición del trabajo nocturno para las mujeres, – que la unión Europea le impondrá a Francia solo… ¡en el año 2001! –, así como para los menores de 16 años.
La prohibición de trabajos subterráneos (minería) y de horas suplementarias para los menores de 18 años, y la supresión de la discriminación entre obreros rusos y obreros extranjeros (que la Unión Europea aún no resuelve del todo en el año 2018…).
La instauración del matrimonio civil, y la creación de un estado civil.
La instauración de una Licencia de Maternidad de ocho semanas antes y después del parto (16 semanas en total).
La abrogación del Código Penal zarista que condenaba a trabajos forzados a los homosexuales masculinos, despenalizando así la homosexualidad, abrogación que la muy monárquica Inglaterra no hará sino en el año 1967, y la rígida Alemania Federal en el año 1969.
El divorcio por consentimiento mutuo, y el derecho al aborto (“la más triste de las libertades” comentaba Trotsky…), derecho que la Francia laica y democrática no aprobará sino en el año 1975, y que sigue siendo negado en países dizque democráticos entre los cuales Chile (las famosas “tres causales”, limitadas por la “objeción de consciencia”, no son sino una tapadera vergonzosa).

Todo eso entre 1919 y 1923, en un país que salía devastado de la Primera Guerra Mundial, que soportaba una guerra civil, cuyos hospitales estaban o destruidos o saturados, sin el equipamiento necesario en razón del bloqueo franco-inglés, amenazado por la hambruna, el tifus y el cólera…

Si Lenin concitó el odio de las burguesías planetarias se debe a que afirmó muy tempranamente que el capitalismo es irreformable, y que la única solución consiste en borrarlo del mapa.

¿Qué? ¿Terminar con el capitalismo? Sí, precisamente. Terminar con el capitalismo. Ese fue su objetivo, el que le granjeó la enemistad de los poderosos.

En el verano europeo de 1898, mientras Lenin estaba relegado por el zarismo en el lejano pueblito de Chouchenskoïe (Krasnoiarsk), a más de 4.300 km de Moscú y a 8.000 km de las capitales en que tenía lugar el debate, Edouard Bernstein, ejecutor testamentario de Friedrich Engels, publicó una serie de artículos dando a entender que la revolución como agente de cambio político y social estaba obsoleta, y que el socialismo sería el producto de una serie ininterrumpida de pequeñas reformas sociales.

Había nacido (o más bien resucitado) la ciénaga del reformismo, del parlamentarismo, de la colaboración con el enemigo. En ese momento, Karl Kautsky (el futuro “renegado”), Gueorgui Plekhanov (que terminaría abogando por la colaboración con la burguesía) y Rosa Luxemburgo, asesinada más tarde por los “progresistas”, salieron al paso de Bernstein, criticándole.

Lenin se consiguió los textos, que leyó con un profundo desprecio, prometiéndose dedicar toda su actividad política a la organización del movimiento obrero y a la revolución que le pusiese fin al capitalismo en Rusia y Europa. Corría el año 1898… Diecinueve años más tarde Lenin llegaría al poder para hacer realidad su proyecto político. Al lado de los Soviets, la «democracia participativa» pasa por lo que es: una consigna para incautos. La paz para todos y la tierra para los campesinos fueron las dos primeras promesas que cumplió Lenin.

Como sabemos, con dos balas en el cuerpo recibidas en un atentado en 1918, enfermo al final de su vida, en el año 1923 Lenin perdió el control del partido bolchevique. Más tarde la nomenklatura, después de haberlo endiosado y momificado, arrojó su memoria a las hienas, al tiempo que dislocaba y saqueaba la propiedad del Estado soviético.

Un cierto Anatoly Latychev, ex profesor de la Escuela Superior del Partido Comunista de Moscú y del Instituto Superior Político-social del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, tocado por la gracia de la economía de mercado escribió un libro titulado “Lenin al descubierto” (Moscú 1996). Allí dice: “Lenin, desde el inicio de la revolución de octubre, planificó la exterminación de más de la mitad de la población de Rusia (¡o sea más de 70 millones de habitantes!), exterminó capas enteras de la sociedad rusa: los empresarios y los agricultores ricos, la elite intelectual y los servidores del culto” (sic).

No fue el único. Dmitri Volkogonov, ex jefe adjunto de la dirección política de las fuerzas armadas soviéticas, declaró: “Vladimir Ulianov (Lenin) desencadenó el Anticristo en los espacios de Rusia” (Moscú. Novosti. 1994).

Nada nuevo bajo el sol. Otros antes que Lenin fueron sepultados bajo toneladas de infamias. Pero, curiosamente, la investigación histórica, el acceso a una masa de archivos hasta hace poco restringidos, el trabajo de profesionales que ni siquiera simpatizan con el socialismo, restablecen poco a poco la verdad histórica.

De ese modo, como Pulgarcito, piedra a piedra, podemos encontrar el sendero en el que nos perdimos, o nos perdieron. Y retomar el camino que conduce a la eliminación del capitalismo que hoy amenaza hasta la supervivencia de la especie humana en la Tierra.