29 diciembre, 2013

c l a n d e s t i n i d a d

Si escribiéramos y publicáramos lo que hay que escribir y publicar, nos cerrarían el blog.
Si hiciéramos lo que hay que hacer, estaríamos fuera de la ley o en la cárcel.


08 diciembre, 2013

La Justicia argentina pide un listado de víctimas imputable a Martín Villa

El exministro de Gobernación podría ser procesado y extraditado por el asesinato de 22 personas achacado a las fuerzas del Estado.



Ana Delicado, Buenos Aires 05/12/2013
Las víctimas del franquismo que han viajado a Buenos Aires volverán a España con grandes novedades. En el marco la causa abierta por la Justicia argentina contra los delitos del régimen de Franco, la magistrada María Servini de Cubría ha transmitido a los querellantes su interés por recibir toda la documentación existente sobre los asesinatos imputables a Rodolfo Martín Villa, en su etapa como ministro de Gobernación (1976-1979) tras la muerte del dictador. 

La jueza, además, ha ordenado realizar un peritaje físico a uno de los declarantes, Andoni Txasko Díaz, que declaró este martes contra el exministro franquista por la masacre del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, en la que murieron cinco personas y en la que él fue golpeado hasta perder un ojo. "La magistrada ha pedido que se le entregue, lo antes posible, todas las cosas que se puedan presentar como hechos de imputación a Martín Villa", confirma a "Público" José María Chato Galante, querellante en la causa y miembro de la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina (CeAQUA). 
Su solicitud tuvo lugar durante la audiencia que se celebró el pasado lunes en el Palacio de Justicia de Buenos Aires, en lo que fue el primer cara a cara de la jueza con la delegación de 28 personas que viajó desde España para impulsar la investigación y declarar en su juzgado.


Durante los tres años de Martín Villa como ministro, 54 personas fueron asesinadas. 

"En esa primera entrevista hablamos de los procesamientos en curso. Además de pedir la imputación de los cuatro torturadores [de los cuales dos fallecieron, mientras que Billy el Niño y Jesús Muñecas Aguilar ya fueron reclamados por la jueza], solicitamos la extradición de tres ministros de Franco [José Utrera Molina (de 79 años), Fernando Suárez González (80), y Rodolfo Martín Villa (87)]", cuenta Galante. "También le dijimos que estábamos preparando un informe sobre las víctimas que hubo en todo el territorio español mientras Martín Villa fue ministro de Gobernación, y ella ha replicado que tenía mucho interés en que se le presentara ese texto".


CeAQUA ya realizó un listado en el que figuran los fallecidos que pesan sobre las fuerzas de seguridad del Estado en el tiempo en el que Martín Villa estuvo al frente de ese ministerio bajo el Gobierno de la UCD. En total, son 54 las personas asesinadas durante 1976 y 1979, años en los que Martín Villa era además uno de los referentes que lideró el proceso de transición de la dictadura a la democracia. 
Pero la investigación de la jueza argentina, en su causa, abarca el periodo comprendido entre el 17 de julio de 1936, comienzo del golpe cívico-militar, y el 15 de junio de 1977, fecha de las primeras elecciones democráticas. En ese lapso de tiempo, las víctimas mortales que pueden achacarse a las fuerzas del Estado son 22, las mismas por las que podría responder Martín Villa ante la Justicia argentina de ser procesado y extraditado.
El documento que recibirá Servini de Cubría constará de tres partes. En primer lugar, un informe en el que se esboza una explicación de los hechos, con el historial de víctimas. "A eso se le añadirán los documentos probatorios, que hemos montado a partir de informaciones de prensa sobre esos mismos asesinatos", explica Chato Galante. "En ese período en el que Martín Villa era ministro de Gobernación, por ejemplo, aparecieron en la primera página del diario El País los asesinatos de Atocha de 1977 [en referencia al atentado de un comando de ultraderecha que mató a cinco abogados]". 
Por último, se le entregará a la magistrada una explicación jurídicamente razonada de por qué son imputables a Martín Villa esos 22 crímenes. Ese escrito lo elaborarán los abogados Carlos Slepoy y Ana Messuti, que representan a las víctimas del franquismo en Madrid.

Testigo directo de la represión
Lo que la jueza ya tiene en sus manos es la documentación y el testimonio de Andoni Txasko Díaz, miembro fundador de la Asociación de Víctimas del 3 de marzo. "Andoni es un trabajador que perdió un ojo y que tenía graves problemas en el otro", relata Chato Galante. "Durante la masacre en Vitoria, le dijo a la Policía que no lo golpearan porque lo iban a dejar ciego, y los gendarmes le partieron el ojo sano. Ahora la magistrada nos ha pedido, también, toda la información médica relativa a su problema ocular, y además hará que un perito judicial argentino determine las causas de las lesiones que tiene nuestro compañero".
El peritaje tendría que ser realizado antes del sábado, día en el que los querellantes emprenden su regreso a España. "Entre tanto y tan pronto como volvamos a Madrid, tenemos que ordenar nuestra información para enviársela a la jueza, porque además le vamos a presentar otro número de imputados que empiezan a aparecer en las nuevas querellas que se presentan", concluyó Galante.

Más declaraciones
Este miércoles era la segunda jornada en la que las víctimas declaraban en el despacho de la jueza. El día anterior fue el turno de Merçona Puig Antich, Pablo Mayoral, y Andoni Txasko, y en esta ocasión, ofrecieron su testimonio Ascensión Mendieta Ibarra (de 89 años), María Antonia Oliver y Elsa Osaba Bailo.
Además, se celebró una videoconferencia internacional entre la Universidad argentina de la Plata y la Universidad española de Córdoba para presentar la denuncia contra los crímenes del franquismo, que nació hace ya tres años y medio. En ella participó la delegación de querellantes, e intervinieron Ana Messuti y el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.

VITORIA-GASTEIZ, FUNERAL VÍCTIMAS DEL 3 MARZO 1976
Fuente:

22 noviembre, 2013

Breve hipótesis sobre la Transición Española - Loam


Plan premeditado y urdido por todas las fuerzas políticas que en ella participaron, la Transición fue una añagaza en cuya elaboración sólo existieron dos bandos arropados por una claudicante comparsa. Paradójicamente, estos dos bandos opuestos, sólo en principio opuestos (tan opuestos que Carrero tuvo que ser sacrificado), provenían de la misma estaca: ambos eran herederos del franquismo y pertenecientes a la élite del Régimen, uno apostaba por conservar la vieja estructura intacta: Iglesia, Ejército y Doctrina. El otro apostó todo a la economía, al mercado y a los bancos. Fue a éste al que Henry Kissinger vino a dar el imperial beneplácito. De parte del primero estuvo el Vaticano, la Liga Árabe, y las dictaduras sudamericanas, de parte del segundo los EE.UU., la Europa del mercado e Israel. En el ámbito ideológico, la apuesta del bando mercantilista era una apuesta a largo plazo. Se trataba, en primer lugar, de preservar el monopolio económico de la clase dominante y ampliarlo, a sabiendas de que, más temprano que tarde, podría recomponer los aspectos ideológicos y sociales más debilitados del Régimen (eso es lo que está sucediendo ahora). La táctica de los primeros, digamos la “más nostálgica”, consistía en salvaguardar los férreos principios del Régimen, su liderazgo y el privilegiado protagonismo ejercido durante cuarenta años (y defenderlo por las armas si fuera preciso - Carrero Blanco). Podríamos decir que, para este bando, la economía debía estar al servicio de la ideología dominante, del Régimen, mientras que la estrategia del segundo, se basaba en los "principios del movimiento"… pero del capital, cuyo control antepuso a cualquier otra cuestión, sabiendo que teniendo el control del mismo se aseguraba el control del Estado.
En este proceso, la izquierda estuvo de antemano neutralizada por sus propios representantes que por miedo, por un pragmatismo “a la baja” o simplemente por sacar tajada, en lugar de plantear las exigencias que las bases reclamaban, fueron cómplices sumisos de aquella orquestada farsa.
Finalmente, no tardaron los dos “bandos de la misma cara” en fundirse en un financiero abrazo, y el Régimen, ya sin disimularlo, Boletín del Estado en mano comenzó, "democráticamente" eso sí, a desvelarnos los crudos resultados de aquel vergonzoso amaño.


22 octubre, 2013

Tener tiempo para vivir: no ser su esclavo.

Mesrine, «El Grande» –así lo apodaban los miembros de la brigada especial de la policía que lo ejecutaron en las calles de París– fue un hombre que dio el salto cualitativo de vivir fuera de la ley a vivir contra la ley: una expedición sin retorno durante la cual no olvidó ni la suerte que corren los presos, ni el juramento de venganza que había lanzado a sus enemigos.

Fragmentos del libro "Instinto de muerte", de Jacques Mesrine, la autobiografía del enemigo público número uno, editado por pepitas de calabaza.

"Había adquirido la costumbre de mirar a mi alrededor, de fijarme en todos los que se cruzaban conmigo en la calle, en el metro, en el pequeño restaurante donde comía al mediodía. ¿Qué era lo que veía? Caras tristes, miradas cansadas, individuos agotados por un trabajo mal pagado, pero constreñidos a hacerlo para sobrevivir y que no podían permitirse más que el estricto mínimo. Seres condenados a la mediocridad perpetua. Seres que se asemejaban entre sí por la vestimenta y los problemas financieros de fin de mes. Seres incapaces de satisfacer sus menores deseos, condenados a ser eternos soñadores ante los escaparates de las tiendas de lujo y de las agencias de viajes. Estómagos acostumbrados al menú del día y al vaso de tinto corriente. Seres que conocen su porvenir, porque no tienen. Autómatas explotados y controlados, más respetuosos de las leyes por miedo que por integridad moral. Seres sometidos, vencidos, esclavos del despertador. Yo formaba parte de esa mayoría por obligación, pero me sentía ajeno a ella. No la aceptaba. No quería que mi vida estuviera reglamentada de antemano o decidida por otros. Si a las seis de la mañana tenía ganas de hacer el amor, quería tomarme el tiempo de hacerlo sin tener que mirar al reloj. Quería vivir sin horario fijo, pues estaba convencido de que la primera coacción del hombre comenzó en el instante en que se puso a calcular el tiempo. En mi cerebro resonaban las frases habituales de la existencia de todos los días. No tengo tiempo de Llegar a tiempo Ganar tiempo Perder el tiempo Yo quería «tener tiempo para vivir» y el único medio de poder hacerlo era no ser su esclavo. Sabía que era una teoría irracional, inservible para fundar una sociedad. Pero ¿qué sociedad era aquella, con sus bonitos principios y sus leyes?"

"Si bien he robado, nunca he despojado a los pobres. La mayoría de mis atracos han sido dirigidos contra bancos y empresas importantes. Nunca he utilizado la violencia contra un cajero ni contra alguien que transportara dinero. Estoy convencido de haber trabajado siempre con limpieza. No he violado a nadie, ni agredido a ancianos, ni explotado a una mujer. Si he abrazado la aventura, es porque amaba el peligro. Si muchos hombres perdieron la vida a causa de mis balas era porque no quedaba otra opción: o ellos o yo. Se arriesgaron tanto como yo al aceptar el cara a cara".

"Sabrina volvió de Montreal en el momento en que yo me ponía a escribir un libro sobre mi vida sin rehuir las graves consecuencias que el texto podía depararme a la hora del juicio. Pero había alcanzado el «punto cero», y como ya no tenía nada que perder, me decidí a lanzar «mi verdad» a la cara de la sociedad que muy pronto se encargaría de juzgarme. Aquella verdad, sin embargo, podría ser interpretada como un desafío. Un asesino describiendo sus crímenes indignaría quizá a los honrados ciudadanos. Las últimas páginas del libro amenazaban con convertirse en los primeros peldaños de la guillotina. Pero no tenía la menor importancia. Una celda no es más que una tumba a la que de vez en cuando se le levanta la losa que la cubre para comprobar si el enterrado vivo sigue todavía allí".

Breve biografía de Jacques Mesrine.
Nace el 28 de diciembre 1936 en una familia de clase media. Pasa su infancia en el Par’s de la guerra. Le expulsan de dos escuelas por su agresividad. Deja de estudiar. Se casa joven con una joven martiniqueña, pero pronto se pelean y se separan. Se va a Argelia y es entrenado por la OAS. Se casa otra vez en 1961 con Soledad, española a la que conoció en la Costa Brava.
Su género de vida dedicada ya al crimen, le hacen huir del hogar. Trafica con armas, roba bancos, se enamora de una prostituta, Jeanne Schneider y se van a Canadá. Secuestran a un anciano, piden rescate, pero les sale mal. Huyen y en un Motel donde se alojan aparece estrangulada la dueña. Le detiene la policía y le condenan a 15 años de cárcel. Se fuga.
Sus fugas serán desde entonces espectaculares. Es un genio del disfraz. Con un cómplice se esconden en un bosque y matan a los dos viejos guardabosques que les intentan detener. A la semana están robando un banco y a los tres días lo roban de nuevo. Es su modus operandi, los "robos en cadena". La OAS le ayuda a conseguir pasaportes falsos para Venezuela. La Interpol le localiza y consigue huir a Francia. En París, en dos semanas comete doce delitos. Alquila varios pisos francos, donde almacena un arsenal de armas. La policía da con él y huye hiriendo de un disparo a un guardia. Las entrevistas que concede a periodistas le hacen famoso.
Se le llama "El enemigo público número 1", cosa que le encanta. Por fin le detiene la policía y confiesa haber matado a 39 personas, lo que es una invención, pero los titulares de la Prensa son suyos. Encerrado en La Santé de París, prisión de máxima seguridad, escribe su autobiografía que es una novela de aventuras. En el juicio se presenta como un gran actor y el público le aplaude. 
La autobiografía es sacada clandestinamente de la cárcel y se publica con el título de "L´instinct de Mort" (El instinto asesino). Con más osadía que nunca, consigue lo que nadie ha hecho, escapar de La Santé con dos compañeros, uno de lo cuales muere de un disparo de la policía. Mesrine logra escapar. 
La Policía crea una "Brigada especial" para capturarle por orden del propio Presidente Giscard. Poco después asesina a un periodista, Jacques Tillier, por haberle traicionado. Se refugia en Montmartre y se viste de anciano con pelucas diversas, pero a través de su cómplice, la Policía descubre su escondrijo y lo rodea. Cuando sale en un BMW le cortan el paso dos camionetas con toldo que van cargadas de tiradores de la policía. Era una encerrona y el final de Jacques Mesrine. Sin avisar, levantan los toldos y le cosen el coche a balazos. Muere en el acto, pero un policía se acerca y le dispara un tiro de gracia en la cabeza por si acaso. Fue una ejecución sin juicio previo. Fue enterrado en el cementerio de Clichy en la tumba de sus padres.

06 octubre, 2013

El criminal es el votante

Albert Libertad (1906)



Se trata de una rara y pequeña reliquia, que, más allá de su interés arqueológico, tiene su gracia ahora que nos asedia por todos lados el espectáculo electoral. Lo escribió allá por el año 1906 el anarquista francés Joseph Albert, también conocido como Albert Libertad, y fue publicado en el nº 47 de L'anarchie, un periódico del que él mismo había sido fundador. Que sirva ahora, cien años después, para dar humildemente voz al Partido de la Abstención, que por lo general no la tiene o se la callan.

¡EL CRIMINAL ES EL ELECTOR!

Tú eres el criminal, oh Pueblo, puesto que tú eres el Soberano. Eres, bien es cierto, el criminal inconsciente e ingenuo. Votas y no ves que eres tu propia víctima.

Sin embargo, ¿no has experimentado lo suficiente que los diputados, que prometen defenderte, como todos los gobiernos del mundo presente y pasado, son mentirosos e impotentes?

¡Lo sabes y te quejas! ¡Lo sabes y los eliges! Los gobernantes, sean quienes sean, trabajaron, trabajan y trabajarán por sus intereses, por los de su casta y por los de sus camarillas.

¿Dónde y cómo podría ser de otro modo? Los gobernados son subalternos y explotados; ¿conoces alguno que no lo sea?

Mientras no comprendas que sólo de ti depende producir y vivir a tu antojo, mientras soportes –por temor- y tú mismo fabriques –por creer en la autoridad necesaria- a jefes y directores, sábelo bien, también tus delegados y amos vivirán de tu trabajo y tu necedad. ¡Te quejas de todo! ¿Pero no eres tú el causante de las mil plagas que te devoran?

Te quejas de la policía, del ejército, de la justicia, de los cuarteles, de las prisiones, de las administraciones, de las leyes, de los ministros, del gobierno, de los financieros, de los especuladores, de los funcionarios, de los patrones, de los sacerdotes, de los propietarios, de los salarios, del paro, del parlamento, de los impuestos, de los aduaneros, de los rentistas, del precio de los víveres, de los arriendos y los alquileres, de las largas jornadas en el taller y en la fábrica, de la magra pitanza, de las privaciones sin número y de la masa infinita de iniquidades sociales.

Te quejas, pero quieres que se mantenga el sistema en el que vegetas. A veces te rebelas, pero para volver a empezar. ¡Eres tú quien produce todo, quien siembra y labora, quien forja y teje, quien amasa y transforma, quien construye y fabrica, quien alimenta y fecunda!

¿Por qué no sacias entonces tu hambre? ¿Por qué eres tú el mal vestido, el mal nutrido, el mal alojado? Sí, ¿por qué el sin pan, el sin zapatos, el sin hogar? ¿Por qué no eres tú tu señor? ¿Por qué te inclinas, obedeces, sirves? ¿Por qué eres tú el inferior, el humillado, el ofendido, el servidor, el esclavo?

¿Elaboras todo y no posees nada? Todo es gracias a ti y tú no eres nada.

Me equivoco. Eres el elector, el votante, el que acepta lo que es; aquel que, mediante la papeleta de voto, sanciona todas sus miserias; aquel que, al votar, consagra todas sus servidumbres.

Eres el criado voluntario, el doméstico amable, el lacayo, el arrastrao, el perro que lame el látigo, arrastrándote bajo el puño del amo. Eres el sargento mayor, el carcelero y el soplón. Eres el buen soldado, el portero modelo, el inquilino benévolo. Eres el empleado fiel, el devoto servidor, el campesino sobrio, el obrero resignado a su propia esclavitud. Eres tu propio verdugo. ¿De qué te quejas?

Eres un peligro para todos nosotros, hombres libres, anarquistas. Eres un peligro igual que los tiranos, que los amos a los que te entregas, que eliges, a los que apoyas, a los que alimentas, que proteges con tus bayonetas, que defiendes con la fuerza bruta, que exaltas con tu ignorancia, que legalizas con tus papeletas de voto y que nos impones por tu imbecilidad.

Tú eres el Soberano, al que se adula y engaña. Te encandilan los discursos. Los carteles te atrapan; te encantan las bobadas y las fruslerías: sigue satisfecho mientras esperas que te fusilen en las colonias y que te masacren en las fronteras a la sombra de tu bandera.

Si lenguas interesadas se relamen ante tu real excremento, ¡oh Soberano!; si candidatos hambrientos de mandatos y ahítos de simplezas, te cepillan el espinazo y la grupa de tu autocracia de papel; si te embriagas con el incienso y las promesas que vierten sobre ti los que siempre te han traicionado, te engañan y te venderán mañana; es que tú mismo te pareces a ellos. Es que no vales más que la horda de tus famélicos aduladores. Es que, no habiendo podido elevarte a la consciencia de tu individualidad y de tu independencia, eres incapaz de liberarte por ti mismo. No quieres, luego no puedes ser libre.

¡Vamos, vota! Ten confianza en tus mandatarios, cree en tus elegidos.

Pero deja de quejarte. Los yugos que soportas, eres tú quien te los impones. Los crímenes por los que sufres, eres tú quien los cometes. Tú eres el amo, tú el criminal e, ironía, eres tú también el esclavo y la víctima.

Nosotros, cansados de la opresión de los amos que nos das, cansados de soportar su arrogancia, cansados de soportar tu pasividad, venimos a llamarte a la reflexión, a la acción.

Venga, un buen movimiento: quítate el estrecho traje de la legislación, lava rudamente tu cuerpo para que mueran los parásitos y la miseria que te devoran. Sólo entonces podrás vivir plenamente.

¡EL CRIMINAL es el Elector!

15 agosto, 2013

Samuel Beckett - Harold Pinter


“Es el más valiente y despiadado escritor disponible, y mientras más me restriega la nariz en la mierda, más se lo agradezco.
Él no me hace perder el tiempo, ni me tima, no me hace guiños; no me ofrece ningún remedio ni camino ni revelación, ni una vasija llena de migajas; no me vende nada que yo no quiera comprar –le importa un bledo si compro o no– ni se pone la mano en el corazón.
Bueno, compraré sus mercancías, las aceptaré completamente, porque no deja piedra sobre piedra ni deja a un gusano solitario.
Su trabajo es bello.”
Harold Pinter refiriéndose a Samuel Beckett.

07 agosto, 2013

¿Qué espíritu de demencia los impulsa?

Esa chatarra jadeante, réplica de nuestra inquietud, y esos espectros que la conducen, ese desfile de autómatas, esa procesión de alucinados, ¿a dónde van, qué buscan?, ¿qué espíritu de demencia los impulsa? Cada vez que estoy a punto de absolver a los hombres civilizados, cada vez que tengo dudas sobre la legitimidad de la aversión o del terror que me inspiran, me basta con pensar en las carreteras campestres de un día domingo para que la imagen de esa gusanera motorizada me reafirme en mi asco o en mis temores.

En medio de esos paralíticos al volante que han abolido el uso de las piernas, el caminante parece un excéntrico o un proscrito: pronto será visto como un monstruo. No más contacto con el suelo: todo lo que en él se hunde se nos ha vuelto extraño e incomprensible. Desarraigados, incapaces de congeniar con el polvo o con el lodo, hemos logrado la hazaña de romper, no sólo con la intimidad de las cosas, sino con su misma superficie.

¿Es realmente para ganar tiempo que se inventaron esos aparatos? Más desprovisto, más desheredado que el troglodita, el hombre civilizado no tiene un instante para sí; incluso sus ocios son enfebrecidos y agobiantes: un presidiario con licencia que sucumbe en el aburrimiento de no hacer nada en la pesadilla de las playas. Cuando se han recorrido comarcas donde el ocio es de rigor y donde todos lo ejercen, se adapta uno mal a un mundo donde nadie lo conoce ni sabe gozarlo, donde nadie respira.

El ser esclavizado por las horas, ¿es todavía un ser humano? ¿Tiene derecho a llamarse libre cuando sabemos que se ha sacudido todas las esclavitudes salvo la esencial? A merced del tiempo que alimenta y nutre con su propia sustancia, el hombre civilizado se extenúa y debilita para asegurar la prosperidad de un parásito o un tirano. Calculador a pesar de su locura, se imagina que sus preocupaciones y problemas aminorarían si pudiera «programárselos» a pueblos «subdesarrollados» a los que les reprocha no entrar «al aro», es decir, al vértigo. Para mejor precipitarlos en él, les inyectará el veneno de la ansiedad y no los dejará en paz hasta que observe en ellos los mismos síntomas de ajetreo. Con el fin de realizar su sueño de una humanidad sin aliento, perdida y atada al reloj, recorrerá los continentes, siempre en busca de nuevas víctimas sobre quienes verter el excedente de su febrilidad y sus tinieblas. Mirándolo se adivina la verdadera naturaleza del infierno: ¿acaso no es ahí el lugar donde el tiempo es la condena eterna?

La civilización nos enseña cómo apoderarse de las cosas, cuando debería iniciarnos en el arte de despojarnos de ellas, pues no hay libertad ni «verdadera vida» si no se aprende a renunciar. Me apodero de un objeto, me considero su dueño, y, de hecho, sólo soy su esclavo, como también soy esclavo del instrumento que manejo. No hay adquisición que no signifique una cadena más, ni hay factor de poder que no sea causante de debilidad.

Fragmentos de La caída en el tiempo, de E. M. Cioran

30 julio, 2013

Se es más indulgente con un asesino…

E. M. Cioran
Breviario de podredumbre.

"Desde que la sociedad se constituyó, los que pretendieron sustraerse a ella fueron perseguidos o escarnecidos. Se os perdona todo, con tal de que tengáis un oficio, un subtítulo bajo vuestro nombre, un sello sobre vuestra nada. Nadie tiene la audacia de gritar: «¡No quiero hacer nada!»; se es más indulgente con un asesino que con un espíritu liberado de los actos. Multiplicando las posibilidades de someterse, abdicando de su libertad, matando en sí mismo el vagabundo, así es como el hombre ha refinado su esclavitud y se ha enfeudado a los fantasmas. Incluso sus desprecios y rebeliones, no los ha cultivado más que para ser dominado por ellos, siervo que es de sus actitudes, de sus gestos y de sus humores.
Salido de las cavernas, guarda de ellas la superstición; era su prisionero, se ha convertido en su arquitecto. Perpetúa su condición primitiva con mayor invención y sutileza; pero en el fondo, aumentando o disminuyendo su caricatura, se plagia desvergonzadamente. Charlatán movido por hilos, sus contorsiones, sus muecas, aún engañan... "


13 julio, 2013

Caperucita verde, el medio ambiente y el millonario que, para ahorrar agua, en lugar de ducharse se baña en su olímpica piscina.

Loam

La voz de alarma, hace tiempo dada por las personas y colectivos más concienciados y afectados por el deterioro medio ambiental, ha ido despertando en la población mundial una conciencia que tanto las instituciones gubernamentales como las grandes corporaciones pretenden apropiarse y monopolizar a fin de legitimar o enmascarar su depredadora actividad. Así pues, con el supuesto propósito de hacer frente de manera responsable al evidente deterioro medioambiental, se han creado ministerios, secretarías, departamentos de investigación, fundaciones, laboratorios, profesiones y disciplinas, así como especialidades y tecnologías específicas, todo ello destinado a afrontar y corregir las consecuencias del llamado cambio climático y su impacto medio ambiental. Toda una floreciente y lucrativa industria, casi siempre destinada a encubrir la creciente voracidad capitalista mediante un publicitario, falso y reiterado “verde que te quiero verde”.

El "tinte" verde está, pues, de moda. Se realizan múltiples campañas publicitarias, solemnes declaraciones, fastuosas cumbres internacionales, seminarios, simposios, conferencias, charlas y demás eventos patrocinados por entidades gubernamentales y financieras, pero sobre todo por las industrias y corporaciones que más han contribuido y contribuyen al deplorable estado del medio ambiente en general y de la gente explotada en concreto. Pese a la denominada “crisis”, no se repara en gastos. A los crecientes presupuestos destinados a la industria bélica y demás despilfarros innecesarios, se incorporan ahora los destinados al “control” y administración del medio ambiente. De modo que, se lanzan satélites al espacio, globos a la atmósfera y sondas a los océanos con el fin de medir, registrar y computar, mediante innumerables y detalladas estadísticas, millones de datos que contemplan desde el tamaño variante de los polos o el gigantesco agujero de ozono, hasta la más diminuta variación de una simple molécula de agua. Se han contabilizado, anillado, etiquetado, monitorizado y analizado, hasta el más mínimo detalle, animales de todas las especies a los que el agudo ojo de la tecnología no pierde nunca de vista. Todo ello de manera ecológica y natural, claro está.

Un súbito e irrefrenable amor por la naturaleza a irrumpido en los tiernos corazones de políticos, financieros y empresarios. Todos ellos, sin excepción, tienen entre sus más urgentes prioridades la de preservar el medio ambiente “para disfrute y bienestar de las generaciones futuras” (¡Ja!). Hoy no hay discurso ni producto, ya sea político, industrial o financiero, que no incluya el muy responsable y no menos enternecedor marchamo de “ecológico” y “natural”. Todo es ecológico hoy en día: el AVE, las autovías, los campos de golf, la industria del automóvil, la urbanización de las costas… Tras enormes esfuerzos y fabulosas inversiones, se ha logrado salvar de la extinción a un buen número de linces, pandas, cacatúas, lobos y tortugas. Pero dicha inversión, claro está, hay que rentabilizarla mediante una variada mercadotecnia, bien sazonada por la publicidad del generoso y desinteresado patrocinador de turno, rentabilidad que abarca exenciones fiscales, subvenciones, documentales, fascículos coleccionables, zoológicos, reservas, parques temáticos, etc., etc. Y todo ello, claro está, utilizado como reclamo turístico por la abominable industria del ocio (turs operators, hoteles, restaurantes…). De la ecología, como del marrano, los amos del capital aprovechan hasta el rabo.

De modo que, todas y todos vosotros, pobres hambrientos del mundo, niños y niñas de vientres henchidos que parpadeáis moscas, que envenenáis vuestros tiernos pulmones 12 horas diarias en las minas por unos míseros centavos, o inhalando el mortal heptano del calzado que ensambláis para esa empresa tan divertida y modélica, que rebuscáis hasta la extenuación entre las inmundicias de los descomunales vertederos que el mundo opulento tan generosamente os lega, expuestos a toda clase de enfermedades y carencias por un mendrugo de pan, que ingenuos y confiados sacrificasteis vuestra vida por un futuro que estaba de antemano incluido en el expolio: todos vosotros y vosotras, digo, podéis estar tranquilos, los propietarios del mundo vigilan el nivel de los mares y el boquetazo de ozono, velan por el medio ambiente, por la naturaleza y por el sano verdor de vuestro futuro. Caperucita Verde puede deambular tranquila y segura por el bosque.

16 junio, 2013

El trabajador y la herramienta. (fragmento)

del libro: Teoría de la religión
Georges Bataille


Es un principio fundamental: subordinar no es solamente modificar el elemento subordinado, sino ser uno mismo modificado. La herramienta cambia juntamente a la naturaleza y al hombre: somete la naturaleza al hombre que la fabrica y la utiliza, pero une al hombre a la naturaleza avasallada. La naturaleza se convierte en la propiedad del hombre, pero deja de serle inmanente. Es suya a condición de estarle cerrada. Si él pone al mundo en su poder, es en la medida en que olvida que él mismo es el mundo: niega al mundo, pero es él mismo quien resulta negado. Todo lo que está en mi poder anuncia que he reducido lo que me es semejante a no existir por su propio fin, sino por un fin que le es extraño.

15 junio, 2013

Samuel Beckett en la Resistencia francesa





Bonhome, responsable de la Resistencia en el Rousillon, habla de Beckett, quien se alistó en la Resistencia Francesa tras la ocupación alemana de 1940. Beckett trabajaba como mensajero, y en varias ocasiones, a lo largo de los dos años siguientes, estuvo a punto de ser apresado por la Gestapo.

En agosto de 1942, su unidad fue delatada, y Beckett tuvo que huir hacia el sur con su compañera Suzanne. Tras múltiples peripecias, ambos se refugiaron en la pequeña villa de Roussillon, en el Departamento de Vaucluse (Costa Azul). Allí, Beckett se hizo pasar por campesino, y continuó apoyando a la Resistencia almacenando armas en el garaje de su casa. Durante los dos años que Beckett estuvo en Roussillon ayudó indirectamente al maquis en sus operaciones de sabotaje a través de la zona montañosa de Vaucluse, si bien en raras ocasiones se expresaría después al respecto.

13 junio, 2013

La canica



La canica es simple, bella y asequible para cualquiera. Suele ser de cristal o de cualquier otro material modesto, por lo que no otorga a su portador distinción social alguna. Para jugar a las canicas es necesario en primer lugar, la participación, y en segundo lugar disponer de un espacio de tierra libre de los obstáculos y amenazas que colman nuestras deshumanizadas urbes. 
La canica no necesita pilas, ni cables, ni más energía que la del jugador, solamente reclama manos ágiles y un agudo sentido del espacio. Cabe en el bolsillo y su extravío, a menos que se trate de esa tan especial e insustituible, no supone una pérdida irreparable. La canica propicia el diálogo, la danza y el dibujo común que jugadores y jugadoras han de realizar sobre la tierra. Frente a la invasión de tantos y tan costosos artilugios de pronta caducidad –a menudo mal denominados juguetes– que propician el aislamiento y la introspección, tras siglos de existencia inalterada, la democrática canica permanece plenamente vigente. Es decir: ¡resiste!
                                                                                                  Loam

24 mayo, 2013

La deriva nazi del Partido Popular / Sobre la destrucción de la democracia

Josep Fontana
El Periódico 13-3-2013

Entiendo que este título pueda parecer provocativo, porque está claro que hay grandes diferencias entre la España del 2013 y la Alemania de 1933. Pero aquello sobre lo cual quiero llamar la atención es la semejanza que tienen, en sus objetivos, la actual política centralizadora del Partido Popular y la actuación del NSDAP (el partido nazi alemán) en 1933, en su lucha por hacerse con el poder absoluto.
La mayor de las diferencias reside en que los nazis debieron valerse de la violencia para implantar su política de Gleichschaltung o «coordinación», mientras que al Partido Popular le basta su mayoría absoluta en las cámaras, algo que no tenía Hitler al llegar al poder, para imponerla sin resistencia.
Los nazis comenzaron adueñándose del poder en los länder (los estados, equivalentes a nuestras comunidades autónomas) con una ley de coordinación de los länder con el Reich de 30 de marzo de 1933, y procedieron gradualmente a controlar o eliminar todas las organizaciones que pudieran alentar alguna forma de resistencia.
El Partido Popular ha seguido un camino parecido a partir de la reforma laboral de febrero del 2012, que mermó la influencia de los sindicatos y la capacidad de resistencia de los trabajadores, y ha continuado después debilitando las comunidades autónomas con imposiciones legales y con el estrangulamiento económico, a la vez que procedía a vaciar de capacidad política a diputaciones y ayuntamientos, reducidos a funciones administrativas, y se preparaba para controlar la enseñanza con la reforma educativa de Wert.
A medida que iba neutralizando a quienes pudieran asumir la dirección del rechazo social, el Gobierno se ha dedicado a desmantelar y privatizar los servicios sociales, en un camino por el que puede seguir todavía más lejos, sin tomar en cuenta la oleada creciente de las protestas colectivas contra el aumento incesante del paro, la disminución de los salarios, la multiplicación de los desahucios (una firma de abogados ofrece «desahucios exprés a 530 euros»), la congelación de las pensiones. Unas protestas que se limita ahora a contener con la policía, mientras se prepara para criminizarlas y prohibirlas.
Los ciudadanos están hoy alarmados ante los signos de corrupción que afectan al PP. A decir verdad, la corrupción no es un problema de hoy, ni afecta tan solo al PP, sino a todo el proceso desarrollado en nuestro país desde la transición, que facilitó los negocios turbios de las instituciones financieras y las empresas constructoras, cuyos costes se nos obliga ahora a pagar entre todos. Lo único que tiene de particular el caso del PP es que le han pillado con las manos en la masa en unos momentos en que los ciudadanos son más sensibles al problema.
Lo que debería preocuparnos más, sin embargo, es la deriva autoritaria que, al ir eliminando toda posibilidad de protesta y resistencia, refuerza la capacidad del Partido Popular para llevarnos por el camino de un desastre anunciado. Porque si, como dice Hans Werner Sinn, presidente del IFO alemán, le esperan a España «10 años más de crisis y una devaluación interna del 30%», ¿qué quedará del país al cabo de este tiempo? ¿A qué extremos habrá llegado el paro juvenil, que el propio PP evalúa en el 50%? ¿Quedarán hospitales, escuelas y universidades públicas, y si se han privatizado, dónde se educará y atenderá a una población empobrecida? Sinn opina que hay que seguir con la austeridad y que «Rajoy debe volver a bajar los salarios», lo cual me parece una excelente receta para la continuidad de los negocios de Alemania, pero suicida para este país.
Lo más grave resulta, además, ver en qué manos ha recaído este poder irresponsable. En momentos como estos sería de la mayor importancia poder confiar en un Gobierno al que los ciudadanos viesen con la capacidad suficiente para no someterse mansamente a las instrucciones de la troika para que nos dirija al matadero. Y está claro que este no es el Gobierno actual del PP. Dejando a un lado a Rajoy, sobre cuya existencia real hay dudas fundadas, el poder está en manos de los Montoro, María Dolores de Cospedal, Fátima Báñez, Ruiz-Gallardón, Ana Mato, que se pueden permitir incluso disparatar en público, impávidos ante la crítica y la protesta. (Los historiadores del futuro podrán entretener a sus lectores con una divertida colección de chascarrillos, comenzando con la disertación de la señora Cospedal sobre el «finiquito diferido» y acabando con la afirmación de la señora Báñez de que la Virgen del Rocío resolverá el problema del empleo).
De ahí la necesidad de resistirnos a una deriva autoritaria que amenaza con dejarnos impotentes y sin capacidad de reacción mientras nos conducen al abismo.

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Sobre la destrucción de la democracia

Josep Fontana
El Periódico 3-4-2013

El artículo que publiqué en estas mismas páginas con el título de La deriva nazi del Partido Popular me ha valido toda clase de insultos, sin más justificación que la de censurar el empleo del adjetivo nazi. Tenía otros dos títulos como alternativa: La deriva autoritaria del PP La Gleichschaltung del PP; pero el primero resultaba débil, porque el autoritarismo forma parte del ADN del partido, y el segundo hubiera pasado por alto a la mayoría de quienes no tienen un conocimiento suficiente de la historia del nazismo y de la complejidad real de su entramado político.
La verdad es que me arrepiento de haber adoptado finalmente la primera opción, no por ahorrarme los insultos, sino porque ha dado lugar a que se reduzca lo que quise decir a un ataque al Partido Popular, cuando lo que me importaba era llamar la atención acerca de una deriva realmente grave de nuestra política, a la que el Partido Socialista no es enteramente ajeno (no he visto que se haya pronunciado abiertamente por la derogación de la reforma laboral, que es una de les piezas esenciales de este desarme democrático).
La indefensión de los trabajadores ante el despido o la reducción del salario, y la asfixia del estado autonómico, entre otras medidas semejantes, van a completarse, al parecer, con una «racionalización de la administración» encaminada a vaciarla de contenido político y reducirla a funciones administrativas (a la mera prestación de unos servicios previamente fijados por el Gobierno central), a lo que se añade la supresión de salario a la mayor parte de los concejales, que reservará lógicamente la actividad municipal a quienes se la pueden pagar (o la pueden utilizar para beneficiarse de otros modos).
Mi trabajo como historiador me ha enseñado que en la base de toda democracia ha habido siempre la capacidad de los ciudadanos para intervenir desde los niveles más elementales, más próximos a sus vidas, en la organización de la sociedad, y que no hay estados democráticos sin una vigorosa participación de los hombres y las mujeres del pueblo común. Cortarles este acceso a la política, limitándolo al derecho a votar cada cuatro años las listas cerradas de dos partidos dominantes, solo puede conducir a la consolidación de una política autoritaria y a que la expresión del desacuerdo colectivo se traslade a la calle, como está ocurriendo hoy.
La España liberal no dudó en situar el Congreso, el lugar de reunión de los diputados, en el corazón de Madrid, sabiendo que estaba protegido por el respeto que los ciudadanos sentían por sus representantes. Nunca en la historia de España se había visto que hubiese de funcionar en una zona protegida, defendido por las fuerzas de la policía de las iras de unas masas populares que cada día aumentan en número, agresividad y conciencia. Hace mal la señora Cospedal en pensar que son los partidos de la oposición quienes alientan esta escalada de la protesta, porque ni tienen la capacidad de convocatoria necesaria para conseguirlo, ni están ellos mismos al margen de este desapego del ciudadano por quienes afirman representarle.
La multiplicación de las protestas procede, simplemente, de la multiplicación de los agravios: los desahucios que no cesan, el paro en aumento, el retroceso de las prestaciones sanitarias, el abandono de la educación pública, la falta de recursos para la formación de investigadores. El conjunto de estas y otras muchas protestas está tomando cada día más el carácter de un contraprograma de política que oponer al del Gobierno.
Y van a seguir. El señor Luis de Guindos, que parece ser una de las voces más sensatas del Gobierno, asegura que nos hemos salvado del contagio de Chipre. Me parece, por el contrario, que fue España quien inició el camino, con el desmantelamiento programado (desde fuera) de su sistema financiero. La diferencia está en que en Chipre van a pagar la factura las mayores fortunas, mientras que aquí pagaron una parte nada despreciable de ella los modestos titulares de participaciones y acciones, engañados para que entregasen unos ahorros de los que van a ser despojados. Espérese a ver su reacción cuando acaben de hacer las cuentas y se enteren de lo que les queda efectivamente, en dinero contante y sonante. Espérese a ver, por ejemplo, la reacción de los ciudadanos de Mataró, donde parece que el problema afecta a un 12% de la población, cuando sepan lo que valen de verdad las acciones de Bankia en que se han transformado sus ahorros.
A quienes se han dedicado a insultarme por advertir los riesgos del actual desguace de la democracia en España no tengo más que decirles que bastará que esperemos unos meses para ver cómo evolucionan las cosas: la calle nos dará la razón a unos o a otros.

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28 abril, 2013

Anarquismo, parlamentarismo y democracia


Miquel Amorós / 9-11-2006.

Cuando durante la Revolución Francesa se trató de instituir la democracia como poder del "pueblo" o de la nación –entendido como el poder del "tercer estado"–, surgieron inmediatamente graves problemas entre la mayoría de dicho "pueblo" y el Gobierno nombrado por sus "representantes" electos.


La democracia popular basada en clubes, secciones y asambleas entraba en contradicción con la democracia parlamentaria jacobina. El Gobierno, la Convención, las instituciones nacionales, las leyes y el sufragio, no garantizaban la libertad y la igualdad más que a las clases poseedoras. Un sector radical de los "descamisados" de París (el pueblo parisino), los "Enragés", en el manifiesto que presentó en la cámara de diputados al día siguiente de haberse votado la Constitución, el 25 de junio de 1793, afirmaría que: "La libertad no es más que un fantasma vano cuando una clase de gente puede matar de hambre a la otra impunemente. La igualdad no es más que un fantasma vano cuando el rico, gracias al monopolio, dispone del derecho a la vida y a la muerte sobre sus semejantes."

El experimento constitucional y parlamentario fracasaría debido a la fuerte oposición entre los intereses de las clases poseedoras y los de las clases populares. El "pueblo" no era más que una entelequia. En el parlamento no se manifestaba ninguna "voluntad popular" sino los intereses de la clase dominante. No podía haber libertad real sin igualdad económica y la fuente de tal desigualdad radicaba en la propiedad. "¿Qué es la propiedad? La propiedad es el robo", respondería Proudhon. Y seguía: "la libertad es igualdad, porque la libertad no existe sino en el estado social." La cuestión de la propiedad dividió a los demócratas revolucionarios y alcanzó su mayor amplitud cuando entró en escena el proletariado y los "demócratas sociales" –Marx, Proudhon y Bakunin se llamaron así– identificaron sus intereses con los de todos los oprimidos. La tan traída voluntad popular no sería otra cosa que el interés "de la inmensa mayoría", a saber, los obreros. La "democracia social" equivaldría a un régimen cuyo protagonista principal sería la clase obrera. Para unos ese régimen sería comunista. El joven Marx creía que "el comunismo era la solución al enigma de la historia." Proudhon, en cambio, rechazaba las formulaciones autoritarias de los primeros comunistas y se inclinaba por "la organización de las fuerzas económicas bajo la ley suprema del contrato", o sea, por la propiedad cooperativa o colectiva de los medios de producción de "las asociaciones obreras organizadas democráticamente" y libremente federadas. A menudo se le ha tenido poco en cuenta y le han colocado al lado de los "utópicos", cuando no le han tachado de representante del "socialismo burgués", tal como le calificara injustamente Marx en el Manifiesto. Sin embargo, Proudhon fue el primero que formuló una crítica social específicamente proletaria y a él corresponde la crítica política del sistema parlamentario burgués más incisiva, la que dio impulso al ideario obrero anarquista.

Para Proudhon la autoridad, llámese Gobierno o Estado, existente por encima de la "voluntad popular", representaba el mismo despotismo de los reyes pues "lo que hace a la realeza no es el rey, no es la herencia; es el cúmulo de los poderes; es la concentración jerárquica de todas las facultades políticas y sociales en una sola e indivisible función, que es el gobierno, esté representado por un príncipe hereditario, o bien por uno o varios mandatarios amovibles y elegidos." El fallo del sistema representativo estaba en la delegación de poderes, causa de la separación entre gobernantes y gobernados: "Hoy mismo tenemos ejemplos vivos de que la democracia más perfecta no asegura la libertad. Y no es eso todo: el pueblo rey no puede ejercer la soberanía por sí mismo; está obligado a delegarla en los encargados del poder. Que estos funcionarios sean cinco, diez, cien, mil, ¿qué importa el número ni el nombre? Siempre será el gobierno del hombre, el imperio de la voluntad y del favoritismo." Si ningún individuo reconociera más autoridad que él mismo, si el "pueblo" entero quisiera realmente gobernar, no habría gobernados. La imposibilidad de plasmarse la voluntad del pueblo en una autoridad delegada, exterior a él, es lo que forzaba a Proudhon a declararse anarquista, partidario de la abolición de cualquier forma de autoridad y llamar "anarquía" al régimen de los hombres libres e iguales: "anarquía, ausencia de amo, de soberano, tal es la forma de gobierno a la que cada día nos acercamos." La voluntad popular solamente podía manifestarse sin mediaciones, de modo directo. El Gobierno del pueblo era una falacia; si había gobierno no había pueblo, y viceversa, si realmente un pueblo llegaba a constituirse, ejerciendo el poder directamente, sin mediaciones, el gobierno no existiría. Anarquía era el gobierno de todos, y por lo tanto, el de nadie: "La fórmula revolucionaria no puede ser ni legislación directa, ni gobierno directo, ni gobierno simplificado; la fórmula es nada de gobierno." Bakunin aportó bien poco al análisis proudhoniano. Partiendo de la premisa de que el gobierno tenía opción de ser verdaderamente popular y representativo sólo si estaba controlado por el pueblo, como dicho control era ficticio y en ningún país ha existido nunca, concluía que la libertad bajo tal régimen era irreal: "Todo el sistema del gobierno representativo es un inmenso fraude que se apoya en esta ficción: que los cuerpos legislativos y ejecutivo, elegidos en sufragio universal por el pueblo, deben o hasta pueden representar la voluntad del pueblo." Esos poderes promovían únicamente los poderes de la burguesía. El sufragio universal, dadas la desigualdad y la opresión en que se encontraba el pueblo trabajador, era una burla; votando, cada uno elegía a su patrón. Debido a su miseria, a su falta de formación, a la poca disponibilidad de tiempo, a la ausencia de información, a la inexistencia de espacios de discusión, etc., el pueblo no podía formular una opinión general y, por consiguiente no podía utilizar el sufragio universal "para la conquista de la igualdad económica. Siempre será de forma necesaria un instrumento hostil al pueblo, que de hecho apoya la dictadura de facto de la burguesía." Malatesta llegó a decir que "el derecho electoral es el derecho de renuncia a los propios derechos." El mismo razonamiento circular hay en Bakunin y Malatesta que en Proudhon: el gobierno no podía ser representativo porque la voluntad popular no podía formularse a través de él; si lo hiciera, sería representativo, pero ya no sería gobierno. La identidad entre gobernantes y gobernados, esencia verdadera de la democracia, no podía realizarse mediante un gobierno parlamentario sino mediante su abolición. Las ideas proudhonianas de autonomía obrera inspiraron a los internacionalistas durante la Comuna de París (1871). Tanto Bakunin como el mismo Marx vieron en la Comuna la democracia proletaria y la negación del Estado.

En España, país poco afectado por la revolución industrial, y por lo tanto, con un proletariado poco desarrollado, las ideas igualitarias y "socialistas" (contrarias a la propiedad privada) fueron filtradas por los movimientos radicales de la burguesía. La palabra "demócrata", en sus inicios, designaba en lo político algo parecido a anarquista. En el "Diccionario de los Políticos" (1855), del monárquico Juan Rico y Amat, se decía que "el demócrata puro es enemigo acérrimo de todo lo que se roce con el gobierno"; el demócrata confiaba en la insurrección como método para alcanzar su objetivo, la igualdad política: "Si pertenece a la medianía, nunca usa el don; siempre se nombra fulano de tal a secas: tiene gusto en tutear y dar la mano a los de la clase baja, y en los pronunciamientos, llama ciudadanos a los hombres y ciudadanas a las mujeres." Una fracción de los demócratas, los republicanos federales, trataron de conciliar el problema de la mediación entre pueblo y Estado recurriendo a la descentralización administrativa.

En palabras de Pi y Margall, traductor de Proudhon: "En la actual organización, el Estado lo administra todo; en la federación, el Estado, la Provincia y el Municipio son tres entidades igualmente autónomas, enlazadas por pactos sinalagmáticos y concretos. Tiene cada una determinada su esfera de acción por la misma índole que los intereses que representa y pueden todos moverse libremente sin que se entrechoquen." La República Federal, gobierno del pueblo soberano, no sería más que la suma federada de esos pactos. Pero para constituirse el pueblo primero tenía que romperse el Estado monárquico, de forma que sus fragmentos autónomos decidieran libremente confederarse. El partido federal, al propugnar la desmembración del Estado, se situaba contra todos los demás partidos, pero mantenía distancias con el proletariado. Creía en la armonía de las clases, respetaba la propiedad y era enemigo las huelgas y demás manifestaciones de la lucha social, por lo que apenas surgida la Asociación Internacional de Trabajadores en España perdió el apoyo de los militantes obreros. Su oportunidad histórica se esfumó con el fracaso de la Primera República, la de 1873; no obstante, la idea del municipio como célula de la sociedad libre caló tan hondo como el pensamiento de Bakunin, transmitido a los trabajadores españoles por los internacionalistas.

La distancia entre Las Cortes españolas y la realidad social fue tan enorme durante el siglo XIX que las masas populares, normalmente ajenas a la política, recibieron las ideas anarquistas con agrado. El sistema político de la Restauración basado en la alternancia de dos partidos monárquicos artificiales no hizo sino contribuir a la identificación entre política, corrupción y caciquismo. No obstante, un sector del movimiento obrero, el partido socialista, aceptó las reglas del juego y ejerció de oposición junto con las minorías republicanas, mientras al margen se desarrollaba un potente sindicalismo revolucionario. Entre 1916 y 1923 la CNT fue capaz de desarrollar una democracia obrera ajena completamente a la política y cimentada por la solidaridad de clase, a base de asambleas sindicales, plenos, conferencias y congresos, lo que alarmó tanto a las clases poseedoras que éstas procedieron a sustituir su democracia caciquil por la dictadura militar del general Primo de Rivera. La clandestinidad arruinó las posibilidades del sindicalismo revolucionario y arrastró a sus dirigentes al terreno de las conspiraciones políticas y del posibilismo. La CNT entró en ella dividida entre moderados y revolucionarios, para no aspirar más que carne de cañón en una coalición de partidos y personalidades opuestas a la dictadura y a la monarquía, que abandonadas por sus aliados, cayeron sin estrépito. La Segunda República no trató bien a los trabajadores. La posición respecto a la República y a su sistema parlamentario escindió a los anarcosindicalistas entre partidarios de una línea insurreccional y partidarios de la permanencia dentro de la legalidad republicana. Para los segundos, el abstencionismo, las alianzas políticas o incluso la participación institucional eran cuestiones tácticas, no principios. Mientras tanto, el avance del proletariado había escindido a la burguesía en dos mitades enfrentadas: una, reformista, representada por los partidos republicanos, y otra, militarista y clerical, representada por el partido radical y las derechas. Cuando la alianza derechista subió al poder –gracias a unas elecciones en las que las mujeres votaban por primera vez– hubo de enfrentarse a dos tentativas de insurrección, que terminaron llenando las cárceles de obreros. Los anarquistas tuvieron que plantearse nuevamente las relaciones con sus enemigos de ayer, la burguesía republicana, para apartar del poder a otros mucho peores, la burguesía filofascista. Entonces renunciaron a su tradicional abstencionismo, y, aunque no llamaron a votar en febrero de 1936, tampoco llamaron a abstenerse. Entre los anarquistas se imponía una tendencia revolucionaria que consideraba la participación electoral como una táctica destinada a contrarrestar al "fascismo". Durruti lo expresó claramente con la siguiente consigna: "Estamos ante la revolución o la guerra civil. El obrero que vote y se quede tranquilamente en su casa, será un contrarrevolucionario. El obrero que no vote y se quede también en su casa, será otro contrarrevolucionario."

La cuestión principal no era el temido triunfo de las derechas, sino el fracaso electoral que las empujaría al golpe de estado. Para Durruti, el triunfo electoral de los socialistas y republicanos permitía ganar tiempo, pero solamente un movimiento revolucionario podía detenerlas de verdad: "O fascismo, o Revolución Social", tal era su conclusión. Como tanto la sublevación militar como la revolución social triunfaron a medias y se desencadenó una guerra civil quedando el proletariado aislado internacionalmente, el "antifascismo" dejó de ser una táctica antiburguesa para devenir colaboracionismo de clases. El Estado, el Gobierno, la Nación, las instituciones democráticas, las leyes, los partidos, la burguesía misma, fueron valorados de diferente manera a como habitualmente lo habían sido. El anarquismo salió profundamente alterado de la guerra civil y nunca se ha repuesto desde entonces.

El sistema parlamentario volvió a España en 1977 como prolongación de la dictadura franquista. La voluntad popular sólo podía formularse en torno a la democracia proletaria de las asambleas. Técnicamente el proletariado constituido políticamente como clase en coordinadoras o consejos obreros podía encarnar el interés de la inmensa mayoría. Pero quien realmente se constituyó como nación, como "pueblo", fue la burguesía franquista. Lejos de disolver las instituciones fascistas pactó la desactivación del movimiento obrero a cambio de un espacio político para la oposición. El exilio pudo regresar sin compensaciones, siquiera morales: la oposición había firmado también un pacto de silencio: el olvido del genocidio de la posguerra civil y de los años de persecuciones y sufrimientos. El franquismo amnistiado legalizó a los partidos y sindicatos y convocó elecciones, desembarazándose de cadáveres como Las Cortes, la CNS o el Movimiento Nacional, pero guardó íntegro su aparato, que se convirtió en el aparato de la nueva "democracia". La policía, la Justicia, la Monarquía, la guardia civil, el Ejército, las diputaciones, los gobiernos civiles y militares, las capitanías, la diplomacia, la administración, los servicios secretos...; todo, absolutamente todo, permaneció intocable. Ni las elecciones ni el proceso constituyente nacido de ellas afectaron a la burocracia estatal o a la burguesía. Un partido nacido del franquismo, la UCD, capitaneó el proceso de "transición" –o pactó la "reforma"–, en suma, el devenir democrático de la dictadura, auxiliado por la oposición: ese fue el "contrato social" de la democracia española. El advenimiento de la "democracia" –las elecciones municipales, las dos cámaras, el sindicalismo de concertación, los Pactos de la Moncloa, la constitución, los estatutos de autonomía– fue una siniestra comedia que tuvo como precio la liquidación de la democracia socialista esbozada por los trabajadores. Se representó cuando el sistema parlamentario en el mundo no subsistía más que como caricatura. El parlamentarismo español tuvo todas las miserias de los demás y ninguna de sus glorias. Todos los partidos eran partidos del orden burgués. Votar significó en su primer momento enfermar voluntariamente de amnesia y colaborar en la farsa, legitimarla, ensuciarse con la sangre de los muertos que hasta el final acompañaron al franquismo. El anarquismo necesitaba una revisión a fondo de su experiencia si quería jugar un papel en aquellas fechas cruciales. Al no hacerlo, no pudo renovar su crítica, ni concretar una táctica, y no influyó en los acontecimientos. Acabó sin enterarse de nada, convertido en una ideología autista y contemplativa, apoyada en un relato sin contradicciones de un pasado histórico mutilado. Los efectos fueron paralizadores.

La transformación de la clase obrera en masa desclasada acabó con la posibilidad de que ella misma pudiera alzarse como representante del interés general y encarnar la voluntad popular en las formas de la democracia directa que había conseguido poner en pie en las fábricas y en los barrios. El reino indiscutible del capital transformó en poco tiempo la sociedad gracias a un desarrollo acelerado de la tecnología. Las características propias de las masas, como la atomización, la movilidad frenética, el consumismo y el confinamiento en la vida privada, se acentuaron en la sociedad tecnológica, eliminando los restos de sociabilidad y potenciando el control social totalitario. Al ganar preponderancia el mercado mundial sobre los Estados, los parlamentos perdieron el escaso poder que conservaban. Ni siquiera servían para formular el interés específico de la clase dominante; este se formaba directamente en las instituciones mundiales del mercado capitalista. La mayoría parlamentaria de tal o cual partido podía introducir cambios en el espectáculo político pero en absoluto esos cambios afectaban al poder real. Los aspectos técnicos del parlamentarismo –la campaña, el recuento de papeletas, los debates televisivos, las votaciones en las cámaras, las mociones, las comisiones, etc.– habían sido conservados, pero lo que progresaba era el monólogo de la dominación, la tecno-vigilancia, la erosión del derecho, la criminalización de la disidencia y la población carcelaria. En ese momento se cerraba un ciclo: los partidos dejaban de representar opciones distintas del mismo orden para no representar más que intereses particulares y de particulares, lo que bastaría para explicar la extensión del fenómeno de la corrupción política. Por su parte, el sistema parlamentario dejaba de diferenciarse de la dictadura fascista. Fascismo todo lo suave que se quiera, fascismo tecnológico, pero fascismo. En la etapa globalizadora las libertades aparentes poco a poco se ahogan en un estado de excepción y el Estado tecno-democrático se dirige hacia el Estado penal. La política del año 2000 es la del "panóptico" de Bentham o la del "Big brother", el Gran Hermano del que hablaba Orwell. En estas circunstancias la abstención es mero reflejo de la dignidad de los oprimidos. Las razones tácticas del tipo "para que no gane la derecha" no retrasan la marcha del totalitarismo, o como siempre se ha dicho, del "fascismo", sino que contribuyen a ella. Tal como estamos ahora, cuando dicen "ciudadano" hay que entender "fascista", pues quien cree en las instituciones, confía en el nuevo totalitarismo. La ciudadanía satisfecha es la base del fascismo moderno. No hay derecha ni izquierda porque no hay política. Los asuntos del poder se dirimen en otra parte, son extraparlamentarios. La lucha social también ha de serlo.

Aquellos núcleos de discusión que sobreviven o se organizan tienen sobre sus espaldas la misión de reconstruir retazos de vida pública y de democracia directa dentro de una sociedad masificada que no sean efímeros experimentos. Y a partir de ellos forjar opiniones, discutir, informar, instruir, en fin, enlazar con la memoria olvidada y las tradiciones perdidas de lucha. Es el bagaje con el que se habrán de enfrentar a la clase dominante y a su totalitarismo tecnófilo. Han de saber interpretar las cuestiones tecnológicas como problemas políticos y sociales de la mayor magnitud, pues luchan contra un régimen totalitario fascista con ropaje liberal y en los sistemas de esa clase las verdaderas cuestiones salen a escena como si fueran problemas técnicos. "La tecnología es el futuro", dicen los siervos. El anarquismo, si sabe escapar a las trampas de la ideología, será el instrumento teórico más adecuado para forjar una crítica radical de la sociedad, porque es el único ideario que ha insistido en la democracia directa como fórmula emancipatoria. Mientras que las teorías comunistas han puesto en acento en la igualdad como condición necesaria de la libertad humana, sin que la travesía por fases autoritarias las afectara, en cambio, el anarquismo ha proclamado que sin libertad no puede haber igualdad, y por consiguiente, el camino de la emancipación ha de estar fecundado por ella.