31 enero, 2017

Niña con patines observa serena a hombre tenso con fusil





"Lo esencial de la obediencia es que una persona llega a considerarse instrumento para realizar los deseos de otra, y por tanto deja de creerse responsable de sus propios actos. [...] El resultado más trascendental es que la persona se considera responsable ante la autoridad que la dirige, pero no del contenido de los actos que le ordenan ejecutar".
Stanley Milgram
 

28 enero, 2017

La nueva liturgia de la sumisión


“La propaganda fascista pudo echar raíces debido a la estructura autoritaria y temerosa de libertad de los hombres. Por eso la importancia sociológica de Hitler no reside en su personalidad, sino en la significación que le otorgan las masas”  
Wilhelm Reich, Psicología de masas del fascismo


“el origen pequeñoburgués de las ideas de Hitler coincidía en lo esencial con la estructura de las masas que tan buena acogida dieron a estas ideas” 
Wilhelm Reich, Psicología de masas del fascismo


“cuanto más haya perdido el individuo-masa, a consecuencia de su educación, el sentido de su autonomía, tanto más se manifiesta la identificación con el conductor, y tanto más la necesidad infantil de apoyo se disfraza con el ropaje de sentirse-uno-con-el Führer. (…) El pequeño burgués reaccionario se descubre a sí mismo en el Führer, en el Estado autoritario y, a causa de esta identificación, se siente el defensor de la nacionalidad y de la nación” 
Wilhelm Reich, Psicología de masas del fascismo


“los individuos componentes de una masa precisan todavía actualmente de la ilusión de que el jefe los ama a todos con un amor justo y equitativo, mientras que el jefe mismo no necesita amar a nadie, puede erigirse en dueño y señor y, aunque absolutamente narcisista, se halla seguro de sí mismo y goza de completa independencia” 
Sigmund Freud: Psicología de las masas y análisis del yo


“el poder del lazo religioso para consolidar los grupos sociales sólo tiene igual en el fanatismo de los modos más evolucionados de la manipulación de las masas. La incorporación a la organización difunde la fraternidad y sus delirios adyacentes, dirigidos hacia un enemigo, con los goces pertinentes” 
Pierre Legendre: El amor del censor


“La sacralización del orden mantiene cerca la cristología tradicional, es decir, la teología del jefe (que se apoderó del discurso político) que figura allí para despojar a los humanos en beneficio del Poder intocable al que es ofrecido el deseo” 
Pierre Legendre: El amor del censor

La nueva liturgia de la sumisión
El desarrollo industrial de las sociedades actuales junto con el progreso alcanzado en la vía tecnológica y el consiguiente aumento de los niveles de vida, podrían llevar a pensar en un relajamiento de los controles represivos institucionales así como en la cesación de la servidumbre sellada históricamente sobre los individuos. La desaparición de los “grandes” y abominables tiranos que visible y ostensiblemente sometían a sus súbditos parecería corroborar tal sofocación de la dominación represiva. No obstante, nos encontramos con nuevos omniscientes portadores de un nuevo dogmatismo que designa y moviliza técnicas más refinadas de amaestramiento, unos omniscientes que carecen de rostro identificable y que actúan como mediadores entre un amo igualmente anónimo y unos servidores que desconocen o niegan su propia condición. Así, los medios de comunicación de masas y todo el aparato publicitario y propagandístico que los sostiene, sirven de soporte a la institución social y al aparato productivo que la define, el cual, mediante un vasto complejo de mercancías y útiles que evolucionan tan rápido como marcan los avances de la técnica, somete a los individuos satisfaciendo una red de necesidades artificiales que a fuerza de ser promulgadas, han terminado por definir y condicionar la identidad y la vida misma de los sujetos. 


La “totalitarización” de este aparato y de la sociedad se expresa en su determinación y administración de las necesidades y conductas individuales, determinación que se ejecuta bajo el velo de la sonrisa y de la dominación “funny” y que consolida de este modo el sometimiento por la vía de la satisfacción instintiva. Así, el individuo se reconoce en aquello que consume (que le dicen que tiene que ser consumido), se reencuentra consigo mismo en el goce que obtiene de la satisfacción de las necesidades artificiales y falsas que han sido creadas para que, mientras se goza (con el videojuego, el teléfono móvil, las vacaciones a crédito en Benidorm o el reality televisivo de temporada), se olvide uno de su servidumbre. De acuerdo con esta lógica totalitaria que ha sustituido la dominación por la administración total de la existencia, el adoctrinamiento deja de ser percibido como tal para elevarse al status del nivel de vida, para ser traducido en la seducción y atractivo que aporta el consumo y la supuesta liberalización de los instintos, especialmente aquellos que atañen a la sexualidad. Ésta es presentada como liberada de sus tradicionales cadenas y restricciones moralistas, es ofrecida bajo la óptica de diferentes discursos e imágenes que recuerdan al sujeto el amplio abanico de posibilidades del que dispone para disfrutar y dar forma libremente a su sexualidad y a su propio goce. No obstante, y de manos de la “ciencia” publicitaria y de la vasta industria del ocio, ésta es transformada e integrada en el sistema como mercancía, como valor de uso, lo que en último término genera un viraje de la represión sexual hacia un discurso pornográfico moralizador que se hace cargo de que todo lo que sucede a nivel sexual sea establecido de un modo fehaciente en las pantallas y carteles publicitarios. Así, esta movilización y administración controlada de la libido desmiente que en los últimos años y en virtud del progreso de la economía y la técnica, la libertad individual se haya desligado de sus ataduras para alcanzar mayores cotas de autonomía e independencia, sino que inversamente se robustece la sumisión haciéndola sonreír bajo la apariencia de muchas libertades y comodidades. 


Esta “desublimación institucionalizada y adaptada” que tan atinadamente supo entrever Marcuse, no sólo responde a la sofisticación de las técnicas de sujeción del individuo, sino que acentúa a su vez el voluntarismo y el “à l’aise” [acomodo] de la servidumbre al restar a la conciencia la posibilidad de rechazo y de protesta. A partir de aquí, y gracias a la habilidad sugestiva de la propaganda y a la generalización del consumo (con sus goces adyacentes), asistimos a una progresiva desaparición de la sensación de alienación motivada tanto por la creciente identificación de los sujetos con la existencia que se les impone, como por la ausencia de alternativas viables que corrijan los defectos del sistema, lo que otorga a la servidumbre una racionalidad que deja fuera y discrimina a aquellos que voluntariamente no quieren someterse. 


Con ello, el nuevo orden dogmático representado por la publicidad y la lógica de la mercancía, se vuelve más difícilmente combatible, pues en la medida en que se extiende y penetra en todas las capas de la población por la vía de la satisfacción instintiva, su interiorización se generaliza hasta configurar un modo establecido de vida al que el individuo se niega a renunciar. Asimismo, y si abrimos la posibilidad de la vía del combate, se plantea una nueva problemática: ¿contra quién va dirigida la lucha?, ¿cuál es el rostro de la nueva autoridad que sienta y determina la existencia de todos, inclusive de los que se niegan a aceptarla? La ausencia de respuestas, dada la falta de presencias corpóreas e identificables, cierra el círculo vicioso de la dominación tornada administración y de la servidumbre vuelta modo de vida gratificante. Como señala Legendre, las nuevas prescripciones laicas fijadas por la publicidad a través de su “ciencia de la sonrisa” sustituyen a toda religión y colman los vacíos creando necesidades provistas ya de sus propios métodos de satisfacción, unas necesidades que robustecen el peso del individualismo y contribuyen a la liquidación de todo lazo social. Así, la solidaridad se diluye para dejar paso al triunfo del egotismo, nutrido éste desde los medios de comunicación y los avances tecnológicos que obstruyen los antiguos modos de identificación colectiva. Ésta queda relegada a la vía exclusiva del consumo y se ve alentada por la caída del sistema de opuestos (burguesía / trabajadores; capitalismo/ comunismo) y la consiguiente tendencia a la convergencia ideológica de los partidos políticos. Por otra parte, el imaginario colectivo tiende a homogenizarse en su servidumbre y a fijar sus ideales por la vía de la espectacularidad que desprenden los distintos medios de comunicación, cuyos agentes publicitarios con su lenguaje uniformizante de conductas y actos, sientan las bases de lo que es deseable, divertido o digno de desprecio.


La inmediata consecuencia de este “pensamiento unidimensional” es el conformismo y quietismo acrítico que define a los individuos de las sociedades actuales, cuya cómoda vida administrada y precondicionada por la satisfacción de los propios bienes consumidos, invalida (¡por irracional!) toda pretensión de autodeterminación y desvelamiento de la verdadera lógica esclavista que subyace a todo el sistema. Así, el sometimiento del individuo al dominio técnico que asegura el confort y la “buena vida” (que no la “vida buena”), termina por hacer de aquel un instrumento de la propia técnica, anulando con ello toda posibilidad de subjetividad y autonomía en el sujeto. Con ello, y tal y como subrayó Marcuse, la satisfacción obtenida por las posibilidades abiertas por la técnica, convierte a los individuos de las sociedades actuales en “esclavos sublimados”, esto es, en siervos reducidos al “status de cosa” que , como tales, aceptan su manejabilidad al precio del goce que ofrece el consumo. Frente a esto, la liberación se recrudece a medida que ese goce es aumentado, a medida que la toma de conciencia de la propia servidumbre se ve sepultada por los beneficios que produce la sumisión a un poder que, habiendo abandonado el látigo y el terror, se ofrece a sus siervos bajo el rostro amable del amor y la caricia.


Citas y texto tomados de La Perversión del deseo gregario: el problema de las masas y de su lucha por la servidumbre, de Laura Suárez González de Araújo. (Completo en PDF aquí)

26 enero, 2017

Obama, Trump y los cerebros liberal-progresistas anegados en el formaldehído de las políticas de identidad - John Pilger



Para el día de la inauguración de la presidencia de Trump, miles de escritores estadounidenses se aprestan a expresar su indignación. “Para sanarnos y avanzar”, escriben los Writers Resist (Los escritores resisten), “queremos eludir el discurso político directo para centrarnos inspiradamente en el futuro y en cómo nosotros, como escritores, podemos ser una fuerza unificadora en la tarea de proteger la democracia”Y: “Urgimos a los organizadores y oradores locales a evitar la mención de nombres de políticos o servirse de un lenguaje ‘anti’ durante el acto del Writers Resist. Es importante garantizar que las organizaciones sin ánimo de lucro, que tienen prohibida la participación en campañas políticas, se sientan cómodas en el patrocinio de este acto.”

Así pues, hay que evitar la protesta real, que no está libre de impuestos.

Compárese esta basura palabrera con las declaraciones del Congreso de Escritores Norteamericanos celebrado en el Carnegie Hall de Nueva York en 1935 y, luego, dos años más tarde, en 1937. Se trató de actos electrizantes, con escritores que debatían cómo hacer frente a hechos ignominiosos que estaban aconteciendo en Abisinia, China y España. Se leyeron telegramas de Thomas Mann, C. Day Lewis, Upton Sinclair y Albert Einstein, en los que se reflejaba el miedo al gran poder rampante y la convicción de que no era ya posible debatir de arte y literatura no ya sin política, sino sin entrar en la acción política directa.

“Un escritor”, declaraba la periodista Martha Gellhorn en el segundo congreso, “debe ser ahora un hombre de acción… Un hombre que haya dedicado un año de su vida a las huelgas del acero, o que haya estado un año en el desempleo, o que haya sufrido los problemas del prejuicio racial, no ha perdido o desperdiciado su tiempo. Es un hombre que ha llegado a conocer cuál es su sitio. Si has sobrevivido a eso, lo que tendrás que decir luego no será otra cosa que la verdad, lo necesario y real, y por eso será duradero”.

Esas palabras resuenan ahora como un eco a través de la unción y violencia de la era Obama y el silencio de quienes coadyuvaron a sus engaños.

Que la amenaza del poder rapaz –rampante desde mucho antes del ascenso de Trump– ha sido bien encajada por escritores, muchos de ellos privilegiados y celebrados, y por los guardianes de las puertas de la crítica literaria y de la cultura (incluida la cultura popular), es cosa fuera de discusión. No iba con ellos la imposibilidad de escribir y promover literatura privada de política. No iba con ellos la responsabilidad de hablar claro, ocupara quien ocupara la Casa Blanca.

Hoy, el falso simbolismo lo es todo. La “identidad” lo es todo. En 2016, Hillary Clinton estigmatizó a millones de votantes calificándolos como “panda de deplorables, racistas, sexistas, homófonos, xenófobos, islamófobos, llamadle como queráis”. Ese insulto lo pronunció en una marcha LGBT como parte de su cínica campaña para atraerse a las minorías insultando a una mayoría blanca principalmente obrera. Divide e impera, se llama eso; o política de las identidades, en la cual raza y género, al tiempo que esconden la clase social, permiten librar la guerra de clase. Trump lo comprendió a la perfección.

“Cuando la verdad es substituida por el silencio”, dijo una vez el poeta soviético disidente Yevtuschenko, “el silencio es un mentira”.

No se trata de un fenómeno norteamericano. Hace unos años, Terry Eagleton, entonces profesor de literatura en la Universidad de Manchester, opinaba que “por vez primera en dos siglos, no hay ningún poeta, dramaturgo o novelista británico eminente dispuesto a cuestionar los fundamentos del modo de vida occidental”.

No hay un Shelley que hable a favor de los pobres, ni un Blake que escriba a favor de sueños utópicos; no hay un Byron que condene la corrupción de la clase dominante, ni un Thomas Carlyle y un John Ruskin que desvelen el desastre moral del capitalismo. William Morris, Oscar Wilde, HG Wells o George Bernard Shaw no tienen hoy su equivalente. Harold Pinter fue el último en levantar la voz. Entre las insistentes voces del actual feminismo de consumo, ninguna se hace eco de Virginia Woolf, que tan bien describió “las mañas para dominar a otros… por la vía someter, matar o adquirir tierra y capital”.

Hay algo venal y profundamente estúpido en esos escritores que se aventuran fuera de su mundo mimado para abrazar una “causa”. En la sección de reseñas del Guardian del pasado 10 de diciembre había una refitolera imagen de Barack Obama mirando al cielo y estas leyendas: “Fascinante gracia” y “Adiós, jefe”

El servilismo adulatorio discurría página tras página como una suerte de arroyuelo de pestilente parloteo. “Ha sido una figura vulnerable en muchos sentidos… Pero la gracia. La gracia integral: en las maneras y formas, en el argumento y el intelecto, con humor y sobriedad… Es un brillante tributo a lo que ha sido y a lo que puede volver a ser… Parece dispuesto a mantener el combate, y sigue siendo un formidable campeón al que hay que conservar de nuestro lado… La gracia… los casi irreales niveles de gracia…”.

He amalgamado estas citas. Hay otras todavía más hagiográficas y carentes de moderación. El apologista en jefe de Obama en The Guardian, Gary Younge, siempre se ha cuidado de mitigar un poco las loas. Su héroe “podría haber hecho más”: pero, ¡oh!, esas “soluciones calmadas, mesuradas y consensuadas…”.

Pero nadie puede superar al escritor norteamericano Ta-Nehisi Coates, el agraciado con un beca para “genios” de 625.000 dólares otorgada por una fundación de izquierda liberal. En un interminable ensayo para The Atlantic titulado “Mi Presidente era Negro”, Coates aportó un nuevo significado a la postración. El “capítulo” final, titulado “When You Left, You Took All of Me With You” [Cuando te vayas, te me llevarás todo contigo] –un paso de la canción de Marvin Gaye—, describe el espectáculo de un Obama “saliendo de la limousine, más allá del miedo, sonriendo, saludando, desafiando a la desesperanza, desafiando a la historia, desafiando a la gravedad”. La Ascensión, nada menos.

Uno de los rasgos persistentes de la vida política norteamericana es un extremismo cultista  rayano en el fascismo. Se expresó y reforzó durante los dos mandatos de Barack Obama. “Yo creo en el excepcionalismo americano con todas y cada una de las fibras de mi ser”, dijo Obama, quién llevó el pasatiempo militar favorito norteamericano –los bombardeos y las escuadras de la muerte (“operaciones especiales”)— más lejos que ningún otro presidente desde la Guerra Fría.

De acuerdo con la investigación del Consejo de Relaciones Exteriores, sólo en 2016 Obama lanzó 26.171 bombas. Es decir, 72 cada día.  Bombardeó a los más pobres de la Tierra Afganistán, Libia, Yemen, Somalia, Siria, Irak, Pakistán.

Cada jueves –informa el New York Times—, él personalmente seleccionaba a quién había que asesinar con endemoniados misiles lanzados con drones. Bodas, funerales o pastores de rebaños se convirtieron en blancos de ataque, junto con quienes trataban de reunir las partes de los cuerpos diseminadas por el “objetivo terrorista”. Un senador Republicano, Lindsey Graham, estimaba –con aplauso— que los drones de Obama habían matado a 4.700 personas. “A veces le das a gente inocente, y yo odio eso”, dijo, “pero nos hemos cargado a miembros muy principales de al Quaeda”.

Como el fascismo de los años 30, grandes mentiras servidas con precisión de metrónomo. Gracias a unos medios de comunicación omnipresentes, a la descripción de los cuales cuadran ahora las palabras del fiscal de Nuremberg: “Tras cada gran agresión, con algunas excepciones oportunistas, iniciaban una campaña de prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar psicológicamente al pueblo alemán… En el sistema de propaganda… la prensa diaria y la radio eran las armas más importantes”.

Recuérdese la catástrofe en Libia. En 2011, Obama dijo que el presidente libio Muammar Gaddafi estaba planeando un “genocidio” contra su propio pueblo. “Sabemos… que si esperamos un día más, Benghazi, una ciudad de las dimensiones de Charlotte, podría sufrir una masacre que reverberaría por toda la región y mancharía la consciencia del mundo”.

Era la consabida mentira de las milicias islamistas abocadas a la derrota a manos de las fuerzas gubernamentales libias. Se convirtió en la historia dilecta de los medios de comunicación; y la OTAN –dirigida por Obama y Hillary Clinton— lanzó 9.700 “incursiones punitivas” contra Libia, de las cuales más de un tercio dirigidas contra objetivos civiles. Se usaron cabezas de uranio; las ciudades de Misurata y Sirte fueron arrasadas. La Cruz Roja encontró fosas comunes, y la Unicef informó de que  “el grueso [de los niños muertos] tenían menos de 10 años”.


Bajo Obama, los EEUU extendieron las operaciones de “fuerzas especiales” a 138 países, el 70% de la población mundial. El primer Presidente Afroamericano lanzó lo que equivalía a una invasión a gran escala de África. Reminiscente del Gran Reparto de África de fines del XIX, el Comando Africano de los EEUU (Africom) ha construido una red de peticionarios y suplicantes entre los regímenes africanos colaboracionistas, ávidos de sobornos y armas estadounidenses. La doctrina “soldado a soldado” del Africom incrusta oficiales estadounidenses en cada nivel de mando, desde el generalato al último cabo furriel. Sólo faltan los salacots.

Es como si la orgullosa historia de la liberación africana, de  Patrice Lumumba a Nelson Mandela, hubiera sido destinada al olvido por una nueva elite dominante negra, cuya “misión histórica” –según advirtió Franz Fanon hace ya medio siglo— es la promoción de “un capitalismo rampante aun si camuflado”.

Fue Obama quien, en 2011, anunció lo que ha terminado conociéndose como el “pivote de Asia”, por el que casi dos tercios de las fuerzas navales estadounidenses fueron transferidas al Pacífico asiático para “confrontar a China” (en palabras de su Secretario de Defensa). No había amenaza china; la aventura era de todo punto innecesaria. Era una provocación extrema para hacer feliz al Pentágono y a sus enloquecidos logreros.

En 2014, la administración Obama supervisó y financió un golpe dirigido por fascistas en Ucrania contra el gobierno democráticamente elegido, amenazando a Rusia en la frontera occidental por la que Hitler invadió en su día a la Unión Soviética con una pérdida de 27 millones de vidas. Fue Obama quien emplazó misiles que apuntaban a Rusia en la Europa del Este, y fue el ganador del Premio Nobel de la Paz quien incrementó el gasto en cabezas nucleares a un nivel más alto que cualquier otra administración desde la Guerra Fría (después de haber prometido en un emotivo discurso en Praga “ayudar a librar al mundo del armamento nuclear”).

Obama, el iusconstitucionalista, persiguió a más filtradores de información que cualquier otro presidente en la historia, a pesar de que la Constitución estadounidense los protege expresamente. Declaró culpable a Chelsea Manning antes del fin de un proceso que era una farsa. Rechazó el perdón a Manning, que había sufrido años de tratamiento inhumano que la ONU equipara a tortura. Dio alas a una persecución judicial falsaria contra Julian Assange. Prometió cerrar el campo de concentración de Guantánamo, y no lo hizo.


Secundando el desastre en relaciones públicas que fue George W. Bush, Obama, el delicado operador de Chicago vía Harvard, se apuntó a restaurar lo que llama “liderazgo” a escala planetaria. La decisión del comité del Premio Nóbel fue parte de eso: el tipo de empalagoso racismo inverso que beatificó al hombre por la sola razón de que resultaba atractivo para las sensibilidades liberal-progresistas y, huelga decirlo, para el poder norteamericano, ya que no para los niños acribillados en los países empobrecidos, la mayoría musulmanes.

Tal es el “Atractivo de Obama”. No difiere mucho del silbido canino: inaudible para la mayoría, irresistible para los sumidos en el encantamiento y la imbecilidad, y particularmente para los “cerebros liberal-progresistas anegados en el formaldehído de las políticas de identidad”, como dejó dicho Luciana Bohne. “Cuando Obama entra en la sala”, requebró George Clooney, “quieres seguirle a algún lado, a cualquier lado”.

William I. Robinson, profesor en la Universidad de California, y miembro uno de los grupos de pensamiento estratégico incontaminados que han mantenido su independencia durante los años de silbidos caninos posteriores al 11S, escribía esta semana:

“Puede que el Presidente Barack Obama… haya contribuido más que nadie a asegurar la victoria de Trump. Aun cuando la elección de Trump ha disparado una rápida expansión de las corrientes fascistas en la sociedad civil estadounidense, una deriva fascista del sistema político está lejos de resultar inevitable… Pero el contraataque precisa de claridad en el diagnóstico de cómo llegamos al borde de este peligroso precipicio. Las semillas del fascismo del siglo XXI fueron sembradas, fertilizadas y regadas por la administración Obama y la elite liberal políticamente quebrada”.

Robinson señala que “tanto en su variante del siglo XX como en la incipiente variante del siglo XXI, el fascismo es, sobre todo, una respuesta a profundas crisis estructurales del capitalismo, como las de los años 30 y la que empezó con la fusión financiera de 2008… Hay una línea casi directa que va de Obama a Trump… La negativa de la elite liberal a enfrentarse a la rapacidad del capital transnacional y su recurso a las políticas de identidad sirvió para eclipsar el lenguaje de las clases trabajadoras y populares… empujando a los obreros blancos a una “identidad” de nacionalismo blanco y ayudando a los neofascistas a organizarlos”.

El lecho de siembra es la República de Weimar de Obama, un paisaje de pobreza endémica, política militarizada y cárceles bárbaras: la consecuencia de un extremismo de “mercado” que, bajo su presidencia, impulsó la transferencia de 14 billones de dólares de dinero público a empresas criminales de Wall Street.

Tal vez su mayor legado sea la cooptación y la desorientación de cualquier oposición real. La engañosa “revolución” de Bernie Sanders queda al margen. La propaganda es su triunfo.

Las mentiras sobre Rusia –en cuyas elecciones los EEUU han intervenido sin embozo– han convertido en un hazmerreír al grueso de los periodistas autoproclamados importantes del mundo. En el país que goza constitucionalmente de la prensa más libre del mundo, el periodismo libre subsiste sólo por honrosas excepciones.

La obsesión con Trump es una tapadera para mucha de la sedicente “izquierda liberal”: como una proclamación de decencia política. No son de “izquierda”, ni siquiera particularmente “liberales”. Buena parte de la agresión norteamericana al resto de la humanidad ha venido de administraciones Demócratas autoproclamadas liberal-progresistas: como la de Obama. El abanico político norteamericano va del mítico centro hasta la derecha lunática. La “izquierda” son renegados sin techo, a los que Martha Gellhorn describió en su día como “una fraternidad tan rara como de todo punto admirable”. Excluidos quienes confunden política con autofijación umbicular.

Me pregunto si, mientras “se sanan” y “avanzan”, los portavoces de Writers Resist y otros antitrumpistas reflexionan sobre eso. O más al caso: ¿cuándo surgirá un genuino movimiento político de oposición? Airado, elocuente, todos para uno y uno para todos. Mientras la política real no regrese a las vidas de las gentes, el enemigo no es Trump, somos nosotros.
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Fuente: Counterpunch

vía: sinpermiso

Traducción: Miguel de Puñoenrostro



25 enero, 2017

Milošević: víctima de la propaganda de guerra – John Pilger


23 de agosto de 2016
Traducción: Luis Lluna Reig - Leer texto completo [PDF]


La exoneración de un hombre acusado del peor de los crímenes, genocidio, no apareció en titulares. No fue publicado ni por la BBC ni la CNN. The Guardian se permitió un breve comentario. Un reconocimiento tan inusual fue enterrado o suprimido, comprensiblemente, pues diría demasiado sobre cómo hacen su trabajo los gobernantes del mundo. 

La Corte Penal Internacional de la Haya para la antigua Yugoslavia (ICTY, por sus siglas en inglés) ha absuelto discretamente al último presidente de Serbia, Slobodan Milošević, de los crímenes cometidos de 1992 a 1995 durante la guerra de Bosnia. 

Lejos de conspirar con el convicto líder serbobosnio Radovan Karadžic, Milošević, de hecho, “condenó la limpieza étnica”, se opuso a Karadžic e intentó detener la guerra que desmembraba a Yugoslavia. Enterrada casi al final de una sentencia de 2.590 páginas sobre Karadžic del mes de febrero último, esta verdad, además, demuele la propaganda que sirvió para justificar el ilegal ataque de la OTAN a Serbia en 1999. 

Milošević murió de un ataque cardíaco en 2006, solo en su celda de La Haya, durante lo que vino a ser como un falaz juicio presidido por un “tribunal internacional” de invención norteamericana. Se le denegó una operación de corazón que podría haber salvado su vida, su estado empeoró y fue controlado y mantenido secreto por funcionarios estadounidenses, como WikiLeaks ha revelado. 

Milošević fue la víctima de la propaganda de guerra que actualmente fluye como un torrente por nuestras pantallas y periódicos y atrae sobre todos nosotros un grave peligro. Él fue el prototipo de demonio, vilipendiado por los medios occidentales como el “carnicero de los Balcanes” responsable de “genocidio”, especialmente en la secesionista provincia yugoslava de Kosovo. El primer ministro Tony Blair así lo dijo, invocó el Holocausto y exigió actuar contra “este nuevo Hitler”. David Scheffer, el embajador extraordinario norteamericano para crímenes de guerra [sic], declaró que unos “225.000 hombres de etnia albanesa entre 14 y 59 años” pudieron haber sido asesinados por las tropas de Milošević. 

Esta fue la justificación del bombardeo de la OTAN, dirigido por Bill Clinton y Blair, que mató a cientos de civiles en hospitales, escuelas, iglesias, parques y estudios de televisión y destruyó la infraestructura económica de Serbia. Se hizo ostensiblemente por razones ideológicas; en una famosa “conferencia de paz” en la ciudad francesa de Rambouillet, Milošević fue enfrentado a Madeleine Albright, la secretaria de Estado norteamericana, que se cubriría de infamia por su comentario de que había valido la pena la muerte de medio millón de niños iraquíes. 

Albright hizo una “oferta” a Milošević que ningún dirigente hubiera podido aceptar. A menos que él estuviera de acuerdo con la ocupación militar de su país por fuerzas extranjeras, que quedarían “libres de todo proceso legal”, y en la imposición de un “libre mercado” neoliberal, Serbia sería bombardeada. Esto constaba en un “Apéndice B”, que los medios de comunicación no llegaron a leer o suprimieron. El objetivo era aplastar el último estado “socialista” independiente. 

Cuando la OTAN comenzó el bombardeo, se produjo una estampida de refugiados kosovares “huyendo de un holocausto”. Apenas terminó, equipos de policía internacional llegaron a Kosovo para exhumar a las víctimas del “holocausto”. El FBI no pudo encontrar ni una sola fosa común y regresó a casa. El equipo forense español hizo lo mismo, denunciando su jefe furiosamente que se trataba de “una pirueta semántica de la máquina de propaganda de guerra”. La cuenta final de los muertos en Kosovo fue de 2.788. Esta cifra incluía combatientes de ambos bandos y serbios y gitanos asesinados por el Ejército de Liberación de Kosovo favorable a la OTAN. 

Casi la totalidad de los cacareados misiles norteamericanos “guiados con precisión” no impactaron contra objetivos militares sino civiles, entre estos los nuevos estudios de la Radio Televisión Serbia en Belgrado. Murieron dieciséis personas, incluyendo camarógrafos, productores y maquilladores. Blair describió a los difuntos, irreverentemente, como parte del “control y mando” serbio. En 2008, la fiscal de la Corte Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, Carla Del Ponte, reveló que había sido presionada para que no investigara los crímenes de la OTAN. 

Este sería el modelo de las siguientes invasiones de Washington en Afganistán, Irak, Libia y, con sigilo, en Siria. Todas ellas cumplen los requisitos de “crímenes contra la humanidad”, según los criterios de Nuremberg.


23 enero, 2017

Robots periodistas: el futuro de los medios corporativos ha llegado.



Los principales medios de comunicación de masas o medios corporativos, están iniciando movimientos para reemplazar a sus periodistas humanos por robots o “periodismo automatizado” para redactar las noticias. El objetivo de estos medios corporativos es reemplazar poco a poco los periodistas tradicionales por robots que pueden redactar el doble de cantidad de historias y noticias a un ritmo más rápido para vencer a su competencia. Pero no es solo una cuestión de velocidad y eficiencia: hay un panorama más amplio tras el desarrollo de esta avanzada tecnología. Como sabemos, los robots han sustituido a los seres humanos en varias industrias, especialmente en la industria del automóvil y en sus las líneas de producción. Y los medios de comunicación no son una excepción.

Recientemente, el New York Post (un periódico de propaganda sensacionalista) informó que el editor en jefe de Bloomberg, John Micklethwait (un habitual de las reuniones del Club Bilderberg), le reveló a los 2.400 periodistas de Bloomberg en una nota interna que estaba creando un equipo de 10 personas que estudiará cómo “usar más procesos de automatización de escritura y presentación de noticias”Así es como lo expuso Micklethwait:
“Os preguntaréis: ¿para qué os vamos a necesitar, si pretendemos conseguir que los ordenadores hagan la mayoría del trabajo?”, preguntaba retóricamente Micklethwait en el memorándum a sus empleados. Una ironía de la automatización es que es tan buena como la hagan los humanos. Esto se aplica a los dos principales tipos de periodismo automatizado.
En el primero, el ordenador generará la historia o el título por sí mismo. Pero necesitará al ser humano para decirle lo que debe buscar, dónde buscar y para garantizar su independencia y transparencia ante nuestros lectores. En el segundo tipo de periodismo automatizado, la computadora detecta una noticia, te proporciona una parte de la historia y, en esencia, hace la pregunta: “¿Quieres añadir o restar algo a esto y luego publicarlo?” Y sólo se contará como periodismo de Bloomberg si un periodista le añade la firma. “Hecho correctamente, el periodismo automatizado tiene el potencial de hacer que que nuestros trabajos sean más interesantes”, concluyó.
NewYork Magazine publicó un artículo en 2014 titulado: “Los robots están invadiendo las noticias sobre negocios, y es genial para los periodistas”. En dicho artículo se entrevistó a un analista independiente llamado Ken Doctor:
Ken Doctor, un analista independiente que estudia la industria de las noticias, me dijo esta semana que la aparición de informes robot es un producto de los tiempos, tanto tecnológicamente como en términos de los problemas económicos de la industria de las noticias, lo que ha llevado a los grandes medios de comunicación a buscar maneras de reducir sus costos. “Los robots son sólo una herramienta más del nuevo periodismo”, dijo.
En el futuro, Ken Doctor predice que los robots no sólo van a competir con los reporteros. Van a colaborar con nosotros (los periodistas) preparando los párrafos de datos de alta densidad que entonces podemos complementar con nuestro propio análisis personal, produciendo una historia híbrida que es mejor que nuestros esfuerzos humanos por sí solos.
“El periodismo se está convirtiendo en un trabajo más calificado”, dijo Doctor. “No habrá suficiente con redactar una historia comprensible en 750 palabras. La parte optimista de esto es que vamos a usar computadoras para hacer el trabajo básico o para organizar los hechos noticiables y el juicio y el análisis de los hechos y su interpretación, será llevada a cabo por seres humanos”
En 2014, Associated Press se asoció con Automated Insights (AI) para producir informes de ganancias trimestrales automatizados mediante el uso de su plataforma de Inteligencia Artificial. Según el sitio web de AI:
Associated Press, trabajando con Automated Insights y Zacks Investment Research, utiliza la tecnología de automatización para escribir noticias de negocios. Anteriormente, los reporteros de AP escribían estas historias. AP produce actualmente cerca de 3.700 noticias de ganancias de negocios trimestrales para las empresas estadounidenses y canadienses, más de 12 veces el número que sus reporteros y editores producían manualmente.
Que los robots tomen el lugar de los humanos en las salas de redacción es sólo otra forma de eliminar a los periodistas para reducir los costos de mano de obra. Al igual que McDonalds eliminará a gran parte de sus empleados y los sustituirá por robots para servir a los clientes, tal y como ya está empezando a hacer debido a la implantación de un salario mínimo de 15 dólares la hora en los EEUU.
Aunque Ken Doctor dijera que los robots colaborarán con los seres humanos y que éstos serán los que le darán el toque humano y un análisis final para producir una “historia híbrida”, lo cierto es que el objetivo final es única y exclusivamente reducir los costes para los propietarios y los altos ejecutivos de los medios de noticias corporativos.

Otro factor importante a considerar es que los humanos y los robots que colaboran para producir noticias son fácilmente controlados por la alta dirección. CharlesLewis, un ex investigador del programa de televisión norteamericano 60 Minutos y productor, fundador y ex director ejecutivo del Centro para la Integridad Pública (CPI) escribió un artículo en la revista Político en 2014 titulado “¿Por qué Dejé 60 Minutos” en el que dice:
"Menos medios comerciales de noticias soportan el periodismo de investigación en la actualidad que en cualquier momento anterior de la historia reciente, y la prensa de hoy, sobre todo la prensa que busca agresivamente desvelar las verdades que el gobierno, las empresas y otras instituciones poderosas tratan de esconder, está posiblemente, más sola, más expuesta y más vulnerable que nunca a la persecución profesional e incluso física".
Charles Lewis dejó el IPC en 2005, pues la organización fue “secuestrada” por la Fundación Ford, una entidad conectada con la CIA Ford, la Fundación OpenSociety de George Soros y otras fundaciones corporativas que son contribuyentes importantes de esta organización sin fines de lucro. Los medios corporativos del futuro inmediato se convertirán en un lugar en el que los periodistas estarán compitiendo directamente con los robots, que no requieren de un salario, un plan de jubilación o de prestaciones sanitarias.

Bien, amigos periodistas, este es el futuro que os espera… y el que os merecéis.


Éste es el precio que se paga por servir a un amo en lugar de servir a la verdad. Éste es el precio que se paga por pasar 4 años estudiando una “carrera universitaria” de periodismo, para acabar en la redacción de un medio, convirtiéndose en un loro que sólo repite las noticias que recibe por agencia. Éste es el precio que se paga por insultar a la práctica periodística, que debería estar centrada en la persecución implacable de la verdad y en la denuncia de los abusos de los más poderosos.

Sí, la mayoría de los que “trabajáis” en las redacciones de periódicos, revistas o televisiones, y que os pasáis la vida obedeciendo con la cabeza gacha sin poner en duda las mentiras y manipulaciones y produciendo piezas de propaganda para los intereses de los más poderosos, tenéis los días contados. Ya lo veis: es más fácil poner a una inteligencia artificial, ya programada para obedecer, que poneros a vosotros. Así os pagarán los servicios prestados. Y la verdad: el mundo no perderá nada.

No tardaremos demasiado en ver al primer androide o personaje generado por ordenador presentando un noticiario. ¿Y notaremos la diferencia con alguno de esos cretinos que presentan las noticias y que leen robóticamente de un teleprompter?

Posiblemente, en un futuro casi inmediato, podremos elegir con el mando de la tele qué personaje queremos que nos presente las noticias. Podremos poner una efigie de Walter Cronkite, Matías Prats, Albert Einstein, una insinuante Marilyn Monroe, Katy Perry, un oso panda o un Son Goku que terminará cada noticia disparando un kame-hame. Y todos ellos cambiando su entonación y sus gestos. Sí, serán robots los que escribirán las noticias que leamos o veamos y los que escriban los artículos más profundos e incluso los que creen literatura y música. Y a las generaciones más jóvenes, crecidas en el mundo digital, no les importará, ni tan sólo notarán la diferencia… porque ellas, en el fondo, ya son poco más que robots…


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Diario ABC: ¿De defender a Franco a defender a Batista?



20 enero, 2017

La información como ilusión de conocimiento - Ibn Asad



“¿Qué es, efectivamente, oponerse al Nuevo Orden Mundial? ¿Ver un video en youtube? ¿Ver mil videos en youtube? ¿Insultar u opinar en un foro? ¿Comprar un DVD, una camiseta, o un documental sobre OVNI´s? ¿Hacer o seguir un blog? Todo esto puede resultar interesante, pero en ello no existe ninguna oposición a nada.” Ibn Asad

Capítulo extraído del libro La danza de Kali, de Ibn Asad.

CAP. 13.

La información como ilusión de conocimiento

Resulta interesante comprobar cómo el academicismo oficial divide el tiempo histórico en “eras” o “épocas”, que se van multiplicando a medida que nos acercamos a lo que se atreven a llamar la “historia contemporánea”. Así, a una “época industrial”, le seguirá una “época post-industrial”; incluso a la “era moderna” le seguiría una “era post-moderna” (lo que es etimológicamente una estupidez, por lo demás, muy admitida). Estas divisiones históricas resultan ser el pasatiempo de los historiadores, que sólo pueden abordar el flujo temporal a través de clasificaciones arbitrarias adecuadas a su estrechez intelectual. A pesar de que los historiadores modernos parecen no ponerse de acuerdo con sus divisiones históricas, todos identifican la aparición de los medios de comunicación de masas como un hito que abre una era. Todos hablan de cómo el desarrollo de la radio, el cine, la prensa, y después la TV, la informática e internet, “cambiaron la sociedad”. De hecho, no es en la historia academicista, sino precisamente en la sociología (una rama científica especialmente deleznable), donde surge el término “la era de la información”. Tampoco se ponen de acuerdo en determinar cuándo empieza y acaba (si es que acaba) su “era de la información”. Parece que iría desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la “era espacial”, aunque otros autores académicos dirán otra cosa, y otros harán diferentes divisiones y subdivisiones a su antojo. 

Por supuesto, nada de esto tiene valor para nos; sólo aseguramos que el término “la era de la información” es utilizado por el propio Establishment para expresar la misma modernidad desde el punto de vista que aquí nos interesa: el control de las masas a través de los medios de información.

Para comprobar la convergencia de todas las manifestaciones de la modernidad, basta con examinar -de nuevo- su origen temporal y geográfico. ¿Cuál fue el origen del evolucionismo científico? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de la eugenesia? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen del espíritu imperialista moderno? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen del espiritismo, el teosofismo y los diversos neoespiritualismos? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de los sistemas educativos? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de las grandes corporaciones farmacéuticas? Europa en el S.XIX. ¿Cuál fue el origen de la industria cárnica, y del cine, y del fútbol…? Europa en el S.XIX… Y habiendo leído todo esto, ¿cuál es el origen de esta supuesta “era de la información”?

Exacto: Europa en el S.XIX. La radio se inventa aproximadamente entre 1850 y 1876, y los grandes grupos de la información (que después se mostrarán  poderosísimos en el siglo XXI) se formaron en Europa y Estados Unidos en el S.XIX. Los mismos nombres mediáticos decimonónicos (Bertelsmann, Reuter Bonnier…) estarán presentes en los logotipos de los grandes conglomerados de massmedia europeos. Por lo tanto, “la era de la información” es un neologismo para expresar una misma realidad: el Novus Ordo Seclorum. Como se puede comprobar, dependiendo desde qué perspectiva se hable (económica, comercial, política, científica, histórica…), se utilizará diferente vocabulario que no debe llevar a engaño: neoliberalismo, globalización, New World Order, tecnocracia, modernidad… Todas estas palabras expresan (en ocasiones, eufemísticamente) una misma realidad: el proyecto secularizador europeo de la fuerza elitista infrahumana. Desde el punto de vista de la estructura de control y manipulación mental global (massmedia), este bicho se ha hecho llamar la “era de la información”.

Y estas convergencias se confirman cuando se hace un seguimiento de los grandes grupos de información transnacionales. Si es el siglo XIX cuando ciertas familias elitistas europeas se hacen de varios periódicos con la idea de monopolizar lo que ya se llamaba “el cuarto poder” político, será en la década de 1920 (y después con la Segunda Guerra Mundial) la auténtica revolución de los grupos empresariales mediáticos y agencias de la información. Muchos de los grupos y familias que controlan actualmente el massmedia global, son los mismos que se lucraron escandalosamente a través de la propaganda política en la Segunda Guerra Mundial (en uno y otro bando). 

De la misma manera que en materia de eugenesia, tecnología, psicología o educación, la Segunda Guerra Mundial fue una especie de gloriosa fiesta, en materia de “medios de información”, la horrible contienda bélica fue una auténtica revolución. Todas las familias que traficaban con propaganda (bien nazi, bien aliada, bien soviética…) conforman hoy en día la directiva de los escasísimos grupos mediáticos que controlan mentalmente a la actual población mundial. Con la aparición de la ONU, de la llamada “comunidad internacional”, y de la centralización de poder político y económico, esos mismos grupos adquirieron un poder que resulta difícil evaluar objetivamente. Sí que se puede enunciar una correspondencia casi matemática: cuanto más poder técnico y tecnológico tienen esos grupos de información, más centralizados, fusionados y unidos están. En otras palabras: la plataforma de la información global tiende a ser un monopolio disimulado en unos pocos conglomerados mediáticos que fingen competencia a través de fusiones, separaciones y uniones empresariales. Esta hipócrita libertad de mercado se disimula aún peor cuando se ve a diferentes directivos del massmedia compartiendo mesa en reuniones de Bilderberg o el Club de Roma.

Así es: la diversidad mediática y la compleja oferta de información es una gran mentira que envuelve el programa de control mental global. Efectivamente, quienes sirven de herramienta para esa programación al servicio del Establishment, son unas escasas corporaciones mediáticas (públicas y privadas; siempre interconectadas) que se hacen llamar “conglomerados de massmedia”.



Conglomerados de massmedia

Las grandes corporaciones mediáticas no difieren en estructura, financiación y coartada, con otras transnacionales del mundo corporativista. De hecho, muchas de ellas, comparten directivos con otras ramas del mundo empresarial que –en principio- nada tienen que ver con el massmedia: constructoras, bancos, farmacéuticas, aerolíneas, minería, ingeniería… Y no sólo eso: los principales conglomerados de massmedia cotizan en los mercados de valores junto con empresas de lo más variopintas. Por lo tanto, un conglomerado de massmedia es una corporación transnacional más, y –como tal para entender su trayectoria empresarial, basta con estudiar su contexto, es decir, el corporativismo transnacional.

Ese carácter transnacional es el que permite trascender la identificación nacional de la empresa a través de su actividad en estados diferentes. Sin embargo, antes de internacionalizarse, los conglomerados de massmedia parten de un país que pasan a controlar psicológica y socialmente, generalmente con la interconexión de un grupo bancario (también transnacional), y partidos políticos del país matriz (a veces uno, y a veces más, controlando así todas las opciones políticas de una supuesta democracia). Por lo tanto, en la mayoría de los estados modernos (al menos, los más importantes en este proyecto) siempre existirá un trinomio de colaboración entre massmedia-grupo bancario-partidos políticos, que literalmente controlarán los diferentes países. Más allá de ese tablero de ajedrez de las naciones, las distintas corporaciones (por eso se llaman transnacionales), se darán la mano en las reuniones de los grupos de poder privados tales como Bilderberg, Club de Roma, y demás sociedades modernas de poder.

Como ejemplares corporaciones transnacionales al servicio del Establishment, los conglomerados de massmedia suelen tener una estructura familiar, que aún se conserva hoy en día (si bien difuminada con complejos organigramas). El estudio de algunas de estas familias y sus conexiones con la política, el ejército, los servicios de inteligencia, o los grupos financieros, delatan descaradamente la gran camaradería luciferina: ¡todo queda en familia! En el caso particular de los conglomerados de massmedia, sorprende comprobar que un puñado de familias que no completan una lista de setenta nombres, controlan (ayer y hoy) los megagrupos de massmedia del mundo moderno. Como es a través de la plataforma estatal como se presentan estos conglomerados (de hecho, algunos de ellos dirán ser “públicos”), presentaremos estos nombres familiares haciendo referencia a su país matriz (sin olvidar que su actividad será siempre transnacional).

La mafia familiar del massmedia 

Ya hemos señalado el origen decimonónico de muchos grupos de prensa que posteriormente, con la Segunda Guerra Mundial llegarían a tener un poder de control mental de las masas extraordinario. Un perfecto ejemplo de esto, sería el grupo alemán Bertelsmann, que fue fundado a través de las agrupaciones de prensa de Carl Bertelsmann en 1835. Sin embargo, no fue hasta los años treinta del siglo XX cuando el grupo se hace potentísimo gracias a su participación propagandística en la Alemania nazi. Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, este grupo mediático (brazo propagandístico del nazismo) estaba controlado por la familia Mohn. De hecho, su propietario Heinrich Mohn (y su hijo, Reinhard) eran ellos mismos oficiales de las SS, y no es ningún secreto su importante trabajo en el proyecto nazi. Este mismo grupo –con el mismo nombre y con la misma familia en la directiva (los Mohn) se presenta en el siglo XXI como el monstruo de la comunicación alemana, presente en 63 países, involucrado en TV, radio, prensa, editoriales… a través de sus múltiples empresas subsidiarias tales como RTL Group, Random House, Arvato AG, o Direct Group. En Octubre de 2008, un importante porcentaje del que fue el brazo mediático del nazismo, fue adquirido por el gran conglomerado de massmedia Sony Corporation of America (se hablará de Sony más adelante).

Otra familia europea decimonónica bien conocida en la centralización de poder mediático son los Bonnier, que fundaron en Copenhague un grupo de prensa a principios de siglo. Hoy en día, Bonnier Group es el grupo de comunicación sueco más importante, presente en 21 países que incluyen su Dinamarca natal, Finlandia (Tammi), Noruega (Cappelens Forlag), Alemania (siendo el mayor editor de libros infantiles), Australia, Francia, Reino Unido… Precisamente en Reino Unido, la comunicación de masas fue directamente controlada por la misma familia que ostentaba (ostenta) el poder político, es decir, el brazo británico de los Saxe-Coburg, los Windsor. La realeza británica controla a través de un régimen de empresa pública, el mayor grupo mediático europeo en lengua inglesa: la BBC. En este caso, si bien es cierto que la directiva de la BBC no está compuesta por miembros de la familia real inglesa, siempre aparece en su organigrama leales perros falderos con título nobiliario como Sir Michael Lyons. En un régimen parecido se encuentra la ABC australiana, fundada en 1929 (dos años después de la BBC).

Como empresa pública opera también la noruega Schibsted, fundada por la familia del mismo nombre, presente hoy en día en 20 países, e involucrada en periódicos, televisión, producción de películas, publicidad, e internet. Otra familia –los Asper, ésta canadiense, fundó y controla el ente mediático de Canadá: Canwest. El conglomerado mediático fundado por Israel H. Asper, siempre ha estado estrechamente relacionado con el Canada Liberal Party. Eso es algo siempre a tener en cuenta: Los grupos de massmedia suelen estar en colaboración con algún partido político que gobierna o aspira a gobernar. En el caso de Italia, esto es descaradísimo: el mayor conglomerado mediático Fininvest, que controlaría la mayor productora italiana de cine (Medusa), importantes editoriales (Mondadori), plataformas de televisión (MediasetTV) y la corporación aseguradora Mediolanum, son propiedad de la familia Berlusconi, cuyo cabeza, Silvio, era el primer ministro italiano en el momento en el que se escribió este libro.

Pero si el caso italiano es especialmente explícito y obsceno, siempre existirá (si bien disimulado) un trinomio entre los grandes grupos de massmedia, los partidos políticos, y la banca. En España, el grupo mediático más importante, Prisa, domina la prensa de más tirada en España (El país, As…), TV (Sogecable, cuatro, Digital +…), radio (SER, 40 principales…), revistas (cine: Cinemanía; y pop: Rolling Stone), editoriales (Alfaguara…), e incluso los libros de texto escolares (Santillana). Este conglomerado de massmedia siempre ha tenido una conexión estrecha con el PSOE, uno de los dos partidos políticos mayoritarios en España, así como con el grupo bancario “español” más importante, el Grupo Santander.

El hombre clave de PRISA es Juan Luis Cebrián, miembro del Club de Roma, el cual se encuentra en reuniones de Bilderberg con marionetas de ese partido político satélite (Felipe González, Joaquín Almunia…), así como con los Botín, familia dueña y directiva del Grupo Santander. En Francia, nos encontramos con el grupo Lagardère, que además de un grupo mediático (producción audiovisual, libros, revistas, radio…), está involucrado en la industria aeroespacial. Bajo el dominio de la familia Lagardère se encuentra el grupo Matra, Hachette, Floirat o Virgin. Otra familia, los Wejcher, fundó en Polonia el grupo que hoy se presenta en Luxemburgo como otro grande de la massmedia de Europa: ITI Group.

En América del Sur, hay que destacar al conglomerado Globo, fundado en los años veinte por la familia Marinho en un importante centro sudamericano en manos de las élites financieras europeas: Rio de Janeiro. En pleno siglo XXI, Globo controla mentalmente a más de 190 millones de brasileños a través de sus noticias, retrasmisiones futbolísticas y telenovelas; está presente en más de 42 países por medio de sus múltiples empresas subsidiarias que incluyen música (Som livre…), cine (Globo films…), plataformas de TV (GloboSat), prensa (Diario de Sao Paulo), revistas (Época…), editoriales (Editorial Globo…), producción audiovisual (Endemol…), industria alimenticia (Inbasa...) o pornografía (Playboy do Brasil…). Globo participa en proyectos de todo tipo con los grandes conglomerados de massmedia norteamericanos (Disney, Fox, News Corporation… Se hablará de estos grupos más adelante.) El control mediático sudamericano se completa con el conglomerado mexicano Televisa, que compite con Globo en la exportación de telenovelas a través de su Galavisión. El grupo desarrollado por los hermanos Diez Barroso lo toca todo (TV, cable, prensa, revistas, internet…), y supone ser el conglomerado mediático más potente en lengua española.

También en América, en Canadá, la familia Rogers fundó en los años veinte lo que después sería el grupo que controla la empresa de servicios de Internet inalámbricos más importante del país, Rogers Communication. También de origen canadiense (pero basado en Chicago) es el grupo Hollinger International, propiedad de la familia Black. El criminal Conrad Black (apareció en el Capítulo 5, a propósito del ambientalismo) posee el Chicago Sun-Times, el israelita Jerusalem Post, y el británico The Daily Telegraph. Black es miembro del grupo duro de Bilderberg, y su infame familia siempre está involucrada en todo lo que huele mal. Sin embargo, si hay una familia canadiense importante en la centralización de poder mediático global, esa es la familia Thomson, que controla el mayor conglomerado privado del país, CTVGlobemedia, así como la plataforma de TV por cable Chum. No sólo eso: Thomson adquirió en 2008 la decimonónica agencia inglesa de información Reuters fundada por la familia Reuter en 1851, dando lugar a Thomson Reuters. El magnate mediático de principios de siglo Roy Thomson es el abuelito de quien se sienta actualmente en la silla directiva de Thomson Reuters, el Bilderberg, David Thomson.

Pero si hemos hablado del origen moderno de los conglomerados de massmedia y su expansión tras la Segunda Guerra Mundial, se comprenderá con facilidad que será Estados Unidos el país donde se centralizarán los grupos y las familias más importantes. Algunos de esos grupos clásicos de los medios de información americanos son Advance Publications (fundado en 1922 por la familia sionista Newhouse, y que controla la siniestra agencia informativa Religion News Service), CoxEnterprises (fundada por la familia Cox, siempre muy vinculada al Partido Demócrata norteamericano, incluso unida sanguíneamente con los Kennedy a través de James C. Kennedy), EW Scripps (clásico grupo mediático fundado en 1878), Gannet (grupo fundado en 1923 por la familia del mismo nombre), General Electric (otros viejos conocidos de las transnacionales de la comunicación, fundada en 1890), Hearst Corporation (fundada en San Francisco por la familia Randolph, poseedores de la revista femenina Cosmopolitan), New York Times Company (fundado en 1851 por HJ Raymond), o Tribune Company (el decimonónico grupo de prensa de Chicago). Estos grupos (y otros) se expandieron, fundieron y crecieron a través de las diferentes revoluciones tecnológicas que se sufrieron en el S.XX, dando lugar a los megaconglomerados del entretenimiento y la información del S.XXI. Se trata de un complejo galimatías de fusiones empresariales que no deben distraernos de su tendencia: la centralización del poder mediático en unos pocos grupos al servicio del Establishment. Abordar estos conglomerados requiere un apartado especial.

Los grandes conglomerados de massmedia globales: Al tratar a la industria cinematográfica (Capítulo 12), se hizo referencia a un “Gran 6”, que englobaba a las mayores productoras y distribuidoras de Hollywood. Pues bien, el cine (con toda su influencia) sería tan sólo un medio más de control mental de masas, y estas mega-productoras, estarían a su vez dentro de otras inmensas corporaciones, inabarcables conglomerados de massmedia cuya influencia es difícilmente evaluable dada su dimensión. Estos grupos están en constante y mareante movimiento empresarial, por lo que los datos que aquí se presentan pueden quedar desactualizados a los pocos días de ser publicados (por lo demás, como cualquier dato del mundo corporativista). Sin embargo, sí que el esquema presentado con el “Gran 6” cinematográfico, sirve de punto de partida para exponer algunos nombres propios de ignominiosa importancia en la centralización del poder mediático del Nuevo Orden Mundial.

Cuando hablamos de 20th Century Fox como super-productora de Hollywood, no hablamos de su trayectoria y su expansión en el cine, y tampoco en la TV, en la publicidad, en toda producción audiovisual, y todo lo relacionado con el entretenimiento. El inmenso grupo mediático de Fox es una adquisición más del mega-conglomerado News Corporation, fundado por el hijo de Sir Keith Murdoch, el asiduo a Bilderberg, Rupert Murdoch. News Corporation, con sede actual en el Rockefeller Center de New York, está presente en todo el mundo a través de todas las ramificaciones Fox, más de 400 periódicos (que incluyen los económicos del grupo DowJones o el New York Post), más de 200 revistas, incontables plataformas de TV (Fox, Sky, Blue Sky…), producciones de series de televisión y dibujos animados, y editoriales de la importancia de HaperCollins. News Corporations está en un total de 48 países, con especial presencia en Estados Unidos, Israel, Australia, Brasil, India (a través de la adquisición del conglomerado indio The Times Group), y Canadá.

Otro influyente mega-conglomerado de massmedia (si no el más influyente) es WaltDisney Company, que –en su origen–fue una típica corporación mediática familiar fundada en 1923 por los hermanos Disney, Walt y Roy. Su crecimiento y éxito se basó en las producciones audiovisuales dirigidas a los niños. Tomaron como icono corporativista a un animal cuya imagen simbólica está en el inconsciente colectivo occidental asociado a la miseria, la suciedad y la peste: la rata negra. Mickey Mouse se convirtió en una mascota corporativista que no dudaban en disfrazar de mago y hechicero. Efectivamente: sólo a través de la “magia de Disney” se puede convertir el símbolo de la insalubridad urbana, en un simpático personaje al servicio de la destrucción de la infancia. Para comprender esto basta con pensar en este ejemplo: si unos padres modernos encuentran una rata negra en la habitación de su hijo, instintivamente la madre gritará y se subirá a una silla, y el padre cogerá una escoba para matar al animal. Si esta rata negra tiene el logo de Disney, los padres incluso pagarán para que su hijo juegue con un transmisor de peste negra. 

Precisamente como la peste, Disney Company se expandió en todos los dominios del massmedia y del entretenimiento. Actualmente Disney tiene un gran número de importantes productoras de cine a través de Buena Vista Pictures (Miramax, Marvel Entertainment, Touchstone Pictures, Hollywood Pictures…), tiene la corporación musical Disney Music, la plataforma de TV A&ETV networks (con sus canales Lifetime, History Channel…), tiene ESPN inc, tiene la importante red de televisión y noticias ABC (no confundir con la ABC australiana), tiene editoriales (Hyperion Books…), servicios de internet (WDIG), teléfonos móviles (Living Mobile), corporaciones de comida infantil, videojuegos, jugueterías, material escolar, electrónicos, ropa, parques de diversiones… y todo lo relacionado con lo que un niño moderno puede tocar en su día a día.

Otro nombre muy relacionado también con la destrucción de la infancia es Warner, que tampoco hizo ascos a expandirse en un mega-grupo de control mental de niños y adultos. Warner Communications sería otro mega conglomerado mediático que incluiría Time inc y Turner Broadcasting System, el grupo de Ted Turner. Además de las productoras cinematográficas New Line Cinema, HBO, Warner Bros… tendría plataformas de TV y TV por cable (adquisición de Adelphia), así como la potente red de noticias CNN, la red de TV infantil Cartoon Network, y uno de los mayores proveedores de internet de los Estados Unidos, AOL. Ni siquiera en sus sueños más ambiciosos, los hermanos polacos Warner pudieron soñar con tal monstruo de control mental.

Otra familia bien conocida del massmedia norteamericano son los judíos Rothstein, que a principios de la década de los años veinte, cambiaron su nombre a Redstone (¿Por qué a este tipo de familias les gusta tanto cambiar de nombre?) SummerM. Redstone trabajó en la Segunda Guerra Mundial, en los servicios de inteligencia, como oficial, decodificando los mensajes enemigos. Este mismo personaje es –actualmente- el dueño y señor del cuarto mega-conglomerado mediático: Viacom (después CBS Corporation). Viacom/CBS controla las productoras de cine Paramount Pictures Motion Group y Dreamworks entre otras. Tiene la importante plataforma de TV, radio y noticias CBS Corporation. Viacom/CBS también domina las redes de divulgación pop más potentes del mundo: la MTV (que tendría productoras televisivas, de cine, y de música Pop), y los canales VHI. El dominio de Viacom (como el del resto de megaconglomerados) se extiende a todos los países del globo, aspirando a un control mental universal.

Universal es precisamente una de las productoras mediáticas pertenecientes al otro gran conglomerado de massmedia, que como transnacional, sería más francés que estadounidense, a pesar de que la mayoría de empresas subsidiarias son norteamericanas. Vivendi controlaría importantes productoras de cine (Universal Pictures…), plataformas de TV, radio y noticias (La importante NBC americana, Canal plus francés…), plataformas de retransmisión deportiva (NBA, Extreme Sports Channel…), editoriales (Anaya…), música (Island, Decca, The Verve, Mercury…), videojuegos (Blizzard Entertaiment…), software (Cendant Software), y telecomunicaciones (Maroc Telecom, SFR…). Sería el quinto grupo mediático de Estados Unidos, sin ser de Estados Unidos. ¿Se comprende así cuál es la verdadera bandera nacional de las transnacionales? La bandera pirata.

Cerrando este hexágono de los señores del massmedia global, se encontraría SonyCorporation of America, la cual sería subsidiaria del gigante industrial electrónico japonés, Sony, fundado por Masaru Ibuka. Paradójicamente, la corporación subsidiaria norteamericana estaría actualmente más valorada que la industria electrónica propiamente dicha. Sony Corporation of America tiene como empresa principal a Sony Entertainment, que controla productoras de cine de Hollywood (MGM, Columbia, Tristar…), una impresionante plataforma de TV (Sony Television), una poderosísima red de discográficas (ARC, CBS recods, Sony Music, Sony BMG…), y la compañía más importante de videojuegos, Sony Computer Entertainment, que está desarrollando una potentísima programación mental de masas a través de sus Playstation. Abordar mínimamente este programa de destrucción de la infancia y adoctrinamiento militar, requeriría un trabajo monográfico.

A todos estos mega-conglomerados de massmedia, se añadirían importantes grupos norteamericanos involucrados en la televisión por cable y el suministro de internet. Las constantes revoluciones de telecomunicación de los últimos cuarenta años, han arrojado una serie de grupos mediáticos norteamericanos, en constante fusión y frenesí empresarial. Algunos de esos grupos serían Suddenlink, Insight Communication, Liberty, Mediacom, Bright House, CableVision… Algunos de ellos ya han sido adquiridos por los mega-conglomerados, o están bajo su dominio. En cualquier caso, el mareante movimiento del mundo corporativista se lleva a cabo alrededor de un inmóvil punto en el que se apoyan todas las corporaciones: la centralización del poder. El grotesco circo del “libre mercado” aburre hasta el vómito, y no es necesario hacer un seguimiento detallado de sus trapecistas y payasos para comprobar que ninguna “libertad” hay en su mercancía.

La cuestión clave de esta ignominiosa lista de nombres, familias, y corporaciones se puede expresar de la siguiente manera: ¿Alguien puede decir en qué y para quién está trabajando toda esta gente? Antes dijimos que los grupos de massmedia son corporaciones transnacionales, como lo son las grandes constructoras, los bancos, las farmacéuticas… Sin embargo, habría un pequeño detalle a tener en cuenta: ¿Qué fabrican exactamente los grupos de massmedia para que sus dueños se conviertan en multimillonarios? En otras corporaciones, la cosa está más clara: las constructoras fabrican construcciones y se enriquecen con ello, los bancos fabrican dinero y se enriquecen con ello, las farmacéuticas fabrican drogas y se enriquecen con ello. ¿Qué fabrican y qué venden los grupos de massmedia? Algo intangible que resulta clave en el control mental del hombre moderno: la información.

La información como ilusión de conocimiento

En esta “era de la información” ya presentada, se ve sin dificultad la escasa o nula importancia que tiene el conocimiento. La información reemplaza –a efectos prácticos– el tradicional papel del conocimiento (llamada gnosis o jñana), tanto en su enunciación teórica (la cual se ha vuelto ya incomprensible para los modernos), como su expresión simbólica (la cual ya ha sido invertida al servicio de la modernidad, tal y como se ha visto en capítulos anteriores). Condenado a la ignorancia en términos metafísicos, el hombre moderno aspira tan sólo a “estar informado”, y –como se verá– ni tan siquiera esta aspiración resultará beneficiosa para él mismo. La información ejercerá –con todo rigor– de “ilusión”, de pesadilla mediática, de percepción de segunda mano sobre lo que el moderno identifica con torpeza como “el mundo”. El papel tradicional que la “mitología” tenía para explicar el mundo bajo interpretación del criterio humano, ahora se invierte en una satánica red de proyección de figuras míticas (el massmedia) que impone una versión no interpretable de un mundo paupérrimo carente de realidad. La inversión luciferina se lleva hasta el máximo extremo concebible: si en el mundo humano “la verdad es”, en el Novus Ordo Seclorum la verdad ya no sólo “no es”, sino que “sucede”, y es valorada cuantitativamente mientras ésta es recogida por los medios de información. Desde este esquizofrénico punto de vista, lo que “no es noticia” ni existe ni es verdad; y lo que “es noticia” es mentira de la misma forma, pero la existencia que el massmedia le da, le otorgará una utilidad diabólica. 



La causalidad universal queda reducida intencionadamente a una deprimente “actualidad”, en la que agencias de información transnacionales determinarán qué, cómo, cuándo y por qué suceden las noticias. Como piezas del engranaje de esta maquinaria, se encuentran los periodistas, profesión liberal moderna por excelencia, actividad cuyo único requisito fundamental para ser ejercida es la ausencia absoluta de capacidad crítica sobre la estructura que da sentido a dicho trabajo. Un moderno periodista será un tipo con alguna que otra habilidad como escritor, más o menos locuaz, más o menos cretino, más o menos inconsciente de su papel de condicionado observador a sueldo… pero siempre será alguien con la certeza arrogante de que lo que está “reportando” es cierto. “Yo lo vi.”, “Yo fui testigo.”, “Yo tengo fuentes de confianza.”, “Yo lo grabé.”… Inconscientes de que es su misma actividad la que da existencia a los hechos, los periodistas van contando al hombrecito común la historia pseudo-mitológica que explica –con la mayor torpeza posible– lo que sucede en el mundo.

Y lo que sucede en este fragmentadísimo mundo no es sino una serie de datos estructurados en diferentes categorías de programación mental, las “secciones” periodísticas: “internacional”, “nacional”, “economía”, “deportes”, “sociedad”…

Así es como se le cuenta la nueva explicación de su situación esclava al “nuevo hombre”. Lo peor es que éste se cree el cuento sin rechistar, y agradece la información con audiencias televisivas, entradas a internet, o subscripciones a  periódicos. Se comprobará que las categorías de la información ya expresan explícitamente la taxonomía del sucedáneo gnoseológico de la modernidad: la “información”.

Tal y como se vio con las “confesiones religiosas” (Capítulo 8) o los “géneros cinematográficos” (Capítulo 12), la manipulación mental siempre se apoya en una clasificación tipológica de la estructura emocional humana a través de la cual el sujeto manipulado encuentra una identidad. En el caso de la “información”, esta ilusión tendrá como principio invertido, una unidad cuantitativa y mensurable. En la “era de la información”, la mercancía informativa (y su comercio) se registra a través de una unidad de medida: el dato.

El dato como unidad cuantitativa de información: Si preguntamos a un moderno: “¿Estás bien informado?”. Él –después de decir sí o no argumentará su respuesta con una serie de datos. Por lo tanto, la información se configura con datos, unidades cuantitativas de información con los que trafica el massmedia.



Cuando el hombre moderno enciende la televisión o abre un periódico, lo que está haciendo es abrir el canal de transmisión de datos del Establishment directo hacia su cerebro, que será el responsable de tratar (o en un lenguaje informático, “procesar”) esos datos. La pregunta más natural y espontánea que se hará el ser humano al identificar esa unidad de información, será: ¿Esos datos son ciertos o son falsos? Sin embargo, resulta curioso comprobar que incluso esta cuestión resultaría irrelevante para la exitosa maquinaria informativa global. En principio, estos datos no tienen por qué ser falsos, de hecho, serán ciertos en la mayoría de las veces. Generalmente, los medios de información ya no necesitan modificar o trampear los datos (eso no quiere decir que en ocasiones determinadas, los modifiquen, los trampeen, o incluso los inventan). Existe la “desinformación”, sin duda, pero el Establishment recurre a ella con menos frecuencia de lo que podría parecer. Por norma general, los datos que circulan en la “red de la información” son ciertos, y no necesitan distorsionarse para cumplir su satánico cometido. Y siendo así, ¿Por qué esa sucesión de datos más o menos ciertos, no expresan de ninguna forma una verdad, sino más bien todo lo contrario, una pobre versión oficial de los hechos malintencionadamente trampeada? Todo responde a una esquizofrénica ley matemática exacta: datos ciertos, más otros datos ciertos, más otros datos ciertos; es igual a una verdad informativa. Cuantos más datos haya en la suma, más verdadera será la verdad.

Aunque la capacidad de procesar datos no pueda tratar semejante cantidad de datos, cuantos más datos, más irrefutable será una verdad. Y si dicha capacidad colapsa, entonces la verdad adquiere la categoría absoluta. Es así de enfermizo.

¿Hay que recordar que esa verdad informativa no supone ser una verdad de ninguna de sus formas? Pongamos un ejemplo para hacer entender la maquinaria informativa global. A un europeo que nunca ha salido del interior de Europa, le enseñamos la foto de un ornitorrinco. Tras el dato visual, le decimos tres datos: a este bicho le gusta vivir en agua dulce, pone huevos, y tiene pico de pato. El europeo procesa la información, y dice: “Le gusta el agua, pone huevos… si tiene pico de pato es un pato, ¡Es un pato!”. Así, una completa falsedad se ha convertido en verdad informativa, sólo con una secuencia de datos ciertos. Mientras nos interese –como informadores– mantener en pie esa verdad, nosotros podemos reforzarla a través de más datos: este bicho nada muy bien, construye nidos, mide 40 centímetros… Sin embargo, el poder destructivo de la información no sólo permite mantener una falsedad como verdad a través de datos ciertos, sino que –en última instancia– permite destruir los principios cognitivos de verdadero y falso a través de una secuencia indefinida de datos. Ejemplo: tras ofrecer más datos sobre el ornitorrinco al europeo informado, le damos un dato clave: este animal es un mamífero. Tras escuchar el dato, el europeo se rasca la cabeza, y piensa: “Creo que los patos que conozco no hacen eso”; se vuelve a rascar la cabeza, y dice: “¡Es un pato un poco extraño!”. El europeo continúa escuchando fascinado datos, datos y más datos sobre el ornitorrinco. Tanto escucha sobre el ornitorrinco que son los propios patos europeos los que se han vuelto extraños; el ornitorrinco le es tan familiar que él define su nueva concepción de pato. Tras horas y horas de una continua secuencia de datos, el europeo sabe lo que ese bicho come, cuántas horas duerme, cuánto pesa, cuándo se aparea, cuántas crías tiene, cuántos años vive, cuáles son sus enemigos… y sin embargo, ¡no conoce nada al ornitorrinco! ¡Nada! No sólo eso: no conoce ni su nombre, ni el ser que ese animal es; y además lo confunde con un animal completamente diferente… ¡el pato! Si el informador quiere llegar a la última fase del proceso informativo de control mental, bombardeará la mente del pobre europeo con más y más datos (algunos ciertos, otros no tanto). 

La capacidad de procesar información encontrará su límite con cierto número de datos, y –entonces la estructura mental del hombrecito colapsará de tal forma que nunca más podrá saber qué es qué, ni un pato, ni un ornitorrinco, ni otra cosa. Los datos seguirán en su memoria; ellos configurarán inútil información sobre una realidad que desconoce; él dirá “estar informado” con respecto a algún tema… y sin embargo, su capacidad cognitiva ha estallado en mil pedazos, y el control mental en manos del informador se habrá hecho ilimitado: si el informador da el dato de que ese bicho vuela, el europeo lo creerá; si le da el dato de que ese “pato extraño” es una amenaza para su seguridad, el europeo lo temerá; si le da el dato de que ese animal es un “enemigo público”, el europeo declarará la guerra a los ornitorrincos… ¡sin saber lo que son! Así funciona –grosso modo– el proceso informativo que sufre todo hombre moderno, con su opinión pública, con sus preferencias periodísticas, con sus ofertas mediáticas de canales de televisión.

¿Qué es la información? Una larga secuencia de datos alrededor de un abismo de profunda ignorancia. ¿Qué es un medio de información? El traficante que comercia con esos datos de los que se sirve la plataforma de control mental informativa. ¿Y qué es un hombre informado? Un esclavo con la mente bajo total control de un poder intangible que no puede identificar: la mentira impuesta por sus amos.

Y sin embargo, aunque cueste trabajo digerirlo, todo esto no sería lo más terrible que los medios de información pueden perpetuar en el indefenso hombre moderno. Ya hemos sugerido que –en última instancia- la información aspiraría a colapsar la capacidad cognitiva del hombre, es decir, destruir intelectualmente al ser humano. Esa aspiración se ha convertido actualmente en realidad: ya podemos ver ejércitos de zombis sin ninguna (subrayamos: ninguna) manifestación de actividad intelectual. Este libro no trata de ciencia-ficción, ni es futurista; sólo invita al lector a abrir los ojos ante un siempre inmediato presente: muchos hombres y mujeres modernos (con apariencia “normal”, caminan por la calle, pagan sus impuestos…) fueron destruidos mentalmente por la maquinaria informativa global. Y nadie ha dicho nada.

El colapso mental a través de la información: Bombardear con datos una mente. 

¿Qué importa que sean ciertos o falsos? Lo que se busca es que la mente se entregue a la fuerza manipuladora, que la inteligencia llegue a su mismo límite de autonomía, que el criterio se rinda arrojando la toalla. Un hombre moderno medio se expone cada día a una cantidad tal de información mediática que es incapaz de asimilar en términos psicofisiológicos: telediarios, periódicos, internet, radio, televisión, publicidad, pop… el hombre moderno es incapaz de integrar esos datos en su conciencia. 


¿Por qué se coloca al hombre moderno en una situación que le resulta insoportable? Pues precisamente porque es insoportable: la mente se rinde a tal sobre-estimulación, la capacidad cognitiva colapsa, y el runrún informativo se manifiesta triunfante como diabólico sustituto invertido del conocimiento. Así, el hombre moderno no sólo no conoce, sino que –lo que es peor- cree conocer a través de la información, y dicha información no es sino una programación, en el sentido “informático” del término. ¿Se trata por lo tanto de una “computarización” del intelecto humano? Eso es: exactamente eso. Para deshumanizar la mente humana basta con conseguir que dicha mente se identifique como computadora, basta con “programar” la mente con lenguaje informático. ¿Y qué es la informática? Etimológicamente, el mismo proceso de la  información antes expuesto. Son datos (bytes) de información lo que sobreestimula la capacidad cognitiva del moderno hasta su colapso en el control mental del ciudadano zombi. ¿Por qué colapsa la mente humana con esos bytes?

Porque la mente humana no opera bajo el dominio informático. La mente humana no sirve para “procesar información”, sino para “conocer”. La mente humana no es un ordenador aunque sea así tratada. No procesa sino conoce; no maneja datos, sino discierne la verdad. Sin embargo, la modernidad programa la mente del ser humano moderno a través de la imposición de un lenguaje informático, es decir, bytes de información. ¿Estamos diciendo que el massmedia global fuerza a la mente humana a una actividad que no le corresponde, con el fin de que ésta se autodestruya? Sí. Más claro no lo podemos decir: la información sirve de ilusión del conocimiento; la mente cree conocer mientras se autodestruye informatizándose; la deshumanización no es sino la mente hecha computadora. 

Esto resulta desconcertante porque este proceso sólo se acostumbra a identificar en el movimiento contrario: los científicos hablan de  “inteligencia artificial”, de producir “un ordenador que piense por sí mismo”, de “hacer una máquina que piense como un humano”. Sin embargo, para llegar al fin de la deshumanización, los progresos a pasos agigantados vienen del lado opuesto: ya hay personas “informatizadas”, ya hay personas cuya conciencia es una programación informática, ya hay personas que operan como perfectas máquinas. Mientras el hombre moderno espera sentado la producción de “inteligencia artificial” de manos de sus admirados científicos, ignora que estos ya han hecho de él un “artificio inteligente”. El hombre moderno pregunta: “¿Es posible la “inteligencia artificial?”. El científico responde: “¡Mírate en el espejo, hombrecito! ¿Y tú me lo preguntas? ¡Poesía eres tú!”.

¿Comenzamos a comprender qué se esconde detrás del “hombre moderno informado”? Cuando el massmedia informa a un hombre, está informatizando su mente, programando su conciencia, computarizando su alma. Nunca estuvo el ser humano tan lejos del conocimiento.
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