28 noviembre, 2018

IGNOMINIOSO IMPERIO (Lo que los Británicos le hicieron a la India) — Shashi Tharoor



IGNOMINIOSO IMPERIO
(Lo que los Británicos le hicieron a la India)

La participación de la India en la economía mundial, cuando Gran Bretaña llegó a sus costas, era del 23 por ciento, para cuando los británicos se fueron se había reducido a menos del 4 por ciento. ¿Por qué? Simplemente porque la India había sido gobernada en beneficio de Gran Bretaña.

La prosperidad de Gran Bretaña durante 200 años fue financiada por su depredación de la India. De hecho, la revolución industrial británica se basó en la desindustrialización de la India.

Las tejedoras de telares manuales, por ejemplo, mundialmente famosas, cuyos productos se exportaban a todo el mundo. Estas tejedoras estaban haciendo muselina tan ligera como el aire, se decía. Y Gran Bretaña irrumpió rompiendo sus pulgares, destruyendo sus telares, imponiendo aranceles e impuestos sobre sus telas y productos y, por supuesto, comenzaron a tomar su materia prima de la India y a comercializar sus telas manufacturadas inundando los mercados mundiales, con lo cual se convirtió en el producto de los oscuros y satánicos molinos de la Inglaterra victoriana.

Eso supuso convertir en mendigos a los tejedores de la India, que pasó de ser un exportador mundialmente famoso de confección ropa, a ser un importador, y de tener el 27 por ciento del comercio mundial a tener menos del 2 por ciento.

Mientras tanto, los colonialistas como Robert Clive compraron sus podridos barrios de Inglaterra merced al botín extraído de la India. Y los británicos tuvieron el descaro de llamarlo “Clive de la India”, como si perteneciera al país, cuando lo único que hizo fue asegurarse de que gran parte del mismo le perteneciera.

El hecho es que, a finales del siglo XIX la India ya era la vaca lechera más grande de Gran Bretaña, el mayor comprador mundial de bienes y exportaciones británicos, y la fuente de empleo, generosamente pagado, de los funcionarios públicos británicos. Literalmente pagamos por nuestra propia opresión. Y, como se ha señalado, las florecientes familias victorianas británicas que obtuvieron su dinero con la economía esclavista. Una quinta parte de las élites de la clase adinerada en Gran Bretaña en el siglo XIX se enriquecieron transportando a 3 millones de africanos a través de los mares. Y, de hecho, en 1833, cuando se abolió la esclavitud, lo que sucedió fue que se pagó una indemnización de 20 millones de libras, no como reparación a quienes perdieron la vida o sufrieron o fueron oprimidos por la esclavitud, sino a quienes perdieron los bienes obtenidos mediante la misma. La familia misma de Gladstone, el gran héroe liberal, fue una de las que se beneficiaron de esta compensación.

Entre 15 y 29 millones de indios murieron de hambre en las hambrunas inducidas por los británicos. El ejemplo más famoso fue, por supuesto, la gran hambruna de Bengala durante la Segunda Guerra Mundial, cuando 4 millones de personas murieron porque Winston Churchill deliberadamente procedió a desviar suministros esenciales de civiles en Bengala para nutrir las robustas reservas de los estómagos europeos. Dijo que, de todos modos, la inanición de los bengalíes descalzos importaba mucho menos que la de los robustos griegos. La cita de Churchill es real. Y cuando funcionarios británicos conscientes le escribieron y le señalaron que la gente se estaba muriendo de hambre a causa de esta decisión, escribió maliciosamente en los márgenes del documento: "¿Por qué no ha muerto Gandhi todavía?"

"Odio a los indios. Son un pueblo bestial con una religión bestial.
La hambruna fue su culpa por reproducirse como conejos". -Winston Churchill

Por lo tanto, todas las nociones de que los británicos estaban tratando de hacer su empresa colonial a partir del despotismo ilustrado para tratar de llevar los beneficios del colonialismo y la civilización a los atrasados... Lo siento, la conducta de Churchill en 1943 es simplemente un ejemplo de los muchos que dieron luz a este mito.

La violencia y el racismo fueron la realidad de la experiencia colonial. Y no es de extrañar que el sol nunca se haya puesto en el imperio británico, porque incluso Dios no podía fiarse del inglés en la oscuridad.






Tomemos la Primera Guerra Mundial como un ejemplo muy concreto. Déjenme decirles lo que, en términos meramente cuantitativos, supuso para la India la Primera Guerra Mundial. Una sexta parte de todas las fuerzas británicas que lucharon en la guerra eran indios: 54.000 indios perdieron la vida en esa guerra, 65.000 resultaron heridos y otros 4.000 permanecieron desaparecidos o en prisión.

Los contribuyentes indios tuvieron que pagar 100 millones de libras, en dinero de aquel tiempo. India suministró 17 millones de cartuchos, 600.000 rifles y ametralladoras, 42 millones de prendas fueron cosidas y enviadas fuera de la India y 1.3 millones de personal indio sirvieron en esta guerra.

Pero no solo eso, la India tuvo que suministrar 173.000 animales, 370 millones de toneladas de suministros y, al final, el valor total de todo lo que se extrajo de la India, que por cierto estaba sufriendo una recesión en ese momento que, incrementó la pobreza y el hambre, fue, en dinero de hoy, 8 mil millones de libras. ¿Quieren cuantificación?, está disponible.

La Segunda Guerra Mundial, fue aún peor: 2.5 millones de indios en uniforme. Cuesta creerlo, de la deuda total de guerra de Gran Bretaña, de 3 mil millones de libras en 1945, 1.25 mil millones se le debían a la India, pero en realidad nunca se le pagó.

Alguien mencionó Escocia. Bueno, el hecho es que el colonialismo en realidad cimentó la unión con Escocia. Los escoceses habían intentado establecer colonias antes de 1707, lamento decir que fallaron. Pero, por supuesto, llegó la unión y la India estaba disponible y allí obtuvieron empleo un desproporcionado número de escoceses comprometidos en esta empresa colonial como soldados, como comerciantes, como agentes, como empleados. Y fueron las ganancias obtenidas en la India lo que trajo prosperidad a Escocia, sacándola de la pobreza. Ahora que India ya no está disponible, no es de extrañar que los vínculos se estén debilitando.

Respecto a los ferrocarriles, permítanme decirles en primer lugar, que los ferrocarriles y las carreteras se construyeron realmente para servir los intereses británicos y no los de la población local, pero puedo agregar que en muchos países se han construido ferrocarriles y carreteras sin que para hacerlo haya sido necesario su colonización previa.

Fueron diseñados para transportar las materias primas que, desde el interior hasta los puertos, se enviaban a Gran Bretaña. Y el hecho es que, en materia de transporte, las necesidades del pueblo indio, del jamaicano o la de otros pueblos colonizados, eran necesidades incidentales. No se intentó de ninguna manera igualar la oferta con la demanda. Por el contrario, en realidad, los ferrocarriles indios se construyeron con incentivos masivos ofrecidos por los británicos a los inversionistas británicos, garantizados con los impuestos indios, pagados por los indios, con el resultado de que en realidad teníamos una milla de ferrocarril indio que costaba el doble que construir la misma milla en Canadá o Australia porque había mucho dinero que se pagaba en rendimientos extravagantes. Gran Bretaña obtuvo todos los beneficios, controló la tecnología, suministró todos los equipos y todas estas ganancias se produjeron para la empresa privada británica a cuenta del riesgo público indio. Ese fue el "logro" del ferrocarril. 

Oímos hablar de ayuda, la ayuda británica a la India. Bueno, les diré que la ayuda británica a la India es aproximadamente el 0,4% del PIB de la India. El gobierno de la India en realidad gasta más en subsidios a los fertilizantes, lo que podría ser una metáfora apropiada para dicho argumento.



27 noviembre, 2018

El sector financiero es un parásito ————————— Paco Rodríguez de Lecea



Nueva Tribuna - 07/08/2018

"En un mundo amenazado por la espada de Damocles de la deuda, la banca se ha constituido como único deudor insolvente impune".

«El sector financiero proclama que forma parte de la economía, pero no es verdad. Es algo externo, un parásito.» Lo dice Michael Hudson, economista a contrapelo. No es una idea peregrina, es algo que todos, expertos y no expertos, podemos advertir a simple vista. Los expertos, sin embargo, prefieren no verlo. Miran a otra parte, detectan brotes verdes en algún lado, nos aseguran con énfasis que no hay alternativa. «Es ciencia-ficción, viven en un mundo paralelo en el que todo el mundo paga sus deudas», comenta Hudson.

El resultado: la economía enflaquece, la banca engorda. Tenemos organizaciones que vigilan un orden mundial impuesto por la banca: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial. Vivimos en el delirio financiero; nunca tantos habíamos debido tantas penurias a la acción de tan pocos.

Todo empezó cuando la economía productiva y la economía financiera, que se suponía formaban parte del mismo orden “natural” de las cosas, intercambiaron sus papeles. La economía productiva era la locomotora que tiraba del tren. A las finanzas, que entonces tenían la connotación de públicas, se les atribuía el papel de control, de amortiguador o de freno, para evitar las tremendas sacudidas de los ciclos económicos. En algún momento a alguien se le encendió la bombilla de la privatización de la banca. Se supuso que una banca privada fuerte sería más capaz de asignar sensatamente los recursos. Que las finanzas ilustradas serían la nueva locomotora de la economía, dirigidas por algoritmos infalibles.

Este ha sido el resultado de la gigantesca operación. La intervención de las entidades globales en las jóvenes economías africanas ha sembrado el mar de pateras; su asesoramiento a las naciones europeas y americanas ha hecho retroceder la democracia, impulsado los populismos, exacerbado las desconfianzas y los rencores duraderos, disparado la corrupción.

«El sector financiero ha tomado el control de la economía, y la oprime hasta asfixiarla», afirma Hudson. La banca ha provocado ya la mayor crisis de la época aún incipiente de la globalización. El remedio impuesto por los expertos ha sido reflotar la propia banca mediante préstamos a fondo perdido. En un mundo amenazado por la espada de Damocles de la Deuda, la banca se ha constituido como único deudor insolvente impune.

Y sigue engordando sus activos. Vamos de cabeza a la siguiente crisis global.

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«Debe establecerse el principio de que el conjunto de la población ha de estar por encima de los intereses de los inversores. Pero los principios del FMI, el Banco Mundial y los EEUU son justamente lo opuesto, es decir, que ningún país puede anteponer los intereses de su población a los del capital. Por el contrario, a cada país se le ordena anteponer los intereses de los acreedores a los de la población, incluso al precio del empobrecimiento, la dependencia, la pobreza masiva y la desestructuración social. Esto es lo que la globalización significa hoy en día. Es una imposición a escala mundial de la guerra de clases emprendida por los acreedores del 1% contra la clase obrera y los endeudados del 99% y sus gobiernos.

Se han creado dos niveles: uno que no necesita crédito, y otro que debe pedir prestado y endeudarse de por vida. El corruptor sector financiero proclama que forma parte de la economía, pero no es verdad. Es algo externo, un parásito del cuerpo social. La economía está en quiebra para el 99% de la gente, mientras el crédito eleva sin cesar el valor de los activos del 1% que constituye la élite". 

Michael Hudson

foto: swilliamism


25 noviembre, 2018

The City of London Corporation — Richard Werner



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The City of London, the Corporation that runs it.

This is our subject: a secret state within a state, with deleterious effects on democracy, politics and economics in London, the country, and the world, for the City is joint headquarters with Wall Street of global finance capital. 
In short, 'Secret City' isn't just a film for Londoners - especially in these times of crisis, the role of the City concerns everyone everywhere.






The Square Mile









23 noviembre, 2018

Diccionario del franquismo: protagonistas y cómplices (1936-1978) — Pedro L. Angosto


Portada del libro ‘Diccionario del franquismo. Protagonistas y cómplices, 1936-1978′ de Pedro L. Angosto. EDITORIAL COMARES



400 retratos de “los personajes más significativos” del régimen franquista para entender “el hecho histórico que más ha condicionado la vida de los españoles”.

eldiario.es / Juan Miguel Baquero / 21-11-2018

Cada cara al sol. Cada nombre, partícipe. Cada actor necesario en la ejecución del yugo de la dictadura. Es el retrato polifacético que deja el libro Diccionario del franquismo. Protagonistas y cómplices, 1936-1978, del historiador Pedro Luis Angosto. Casi 400 biografías de “los personajes más significativos del franquismo” como una guía para entender “el hecho histórico que más ha condicionado la vida de los españoles”.

La dictadura de Francisco Franco ha viciado el acontecer del pueblo español. Marcando el paso de la memoria durante 40 años, y llenando de fango el camino en el que chapotea la democracia.

Pero "en España una parte grande de la población sigue ignorando qué pasó durante ese periodo", dice el autor. Un desconocimiento latente "desgraciadamente, pese a lo mucho que se habla y sobre todo lo mucho y bien que se ha escrito", refiere Pedro L. Angosto, licenciado en Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid y Doctor en Historia por la Universidad de Alicante.

Por eso ha confeccionado "un libro asequible a todo el mundo" que proporciona "información sobre la mediocridad y la perversidad de quienes mandaron en España a sangre y fuego". Una suerte de fotografías de los personajes "que tanta incidencia tienen todavía en nuestro devenir", subraya.

El perfil de los “cómplices”

Las páginas de Diccionario del franquismo (Editorial Comares) quieren aclarar la vida y obra de quienes construyeron el franquismo. El perfil de los "cómplices" que "contribuyeron a su perpetuación, eliminando así la libertad de los españoles". Porque "conocer sus trayectorias vitales es perentorio para reconstruir nuestra historia y edificar un futuro democrático y justo".

"Empecé a seleccionar a los personajes biografiados dependiendo de su peso en la trama golpista y en el posterior desarrollo de la dictadura", cuenta Pedro Angosto a eldiario.es Andalucía. "Es posible, pese al tiempo dedicado, que falten nombres, pero creo que cualquier persona que se acerque a este libro tendrá una idea clarísima de quiénes fueron los inventores de esa monstruosidad que fue la dictadura franquista", expone.

Y los nombres van más allá del Ejército. "Los militares fueron el brazo ejecutor, pero cómo olvidar a los cardenales Gomá y Pla y Deniel, a Nicolás Franco, que tanto tuvo que ver con su designación como Jefe del Estado y Caudillo de España, o a Juan March y Francesc Cambó, financiadores del golpe", explica el historiador.

Entre los biografiados "los hay de una crueldad increíble como el propio Franco, Queipo de Llano, Yagüe, Conesa o El Algabeño, de una crueldad insaciable, física, corporal, irracional y extrema", dice el autor. Y luego estaban otros sujetos "más teóricos, los incitadores, muchos de ellos altos dignatarios de la Iglesia, de la burguesía o la nobleza, pero también hay intelectuales como Eugenio D’Ors, uno de los armadores ideológicos del fascismo español".

Criminales amnistiados

Pero solo un manto de silencio cayó sobre estos "cómplices" y ejecutores del franquismo. "Pese a los crímenes de Lesa Humanidad que se cometieron, ni un sólo alto cargo de la dictadura ha sido juzgado, ni siquiera acusado dentro de nuestras fronteras", refiere Angosto. Esta amnistía, el "pacto de silencio" que surge de la Transición, "se está resquebrajando", apunta: "no hay día en que no tengamos noticia del descubrimiento de una nueva fosa con cientos de cadáveres, y esa ruptura necesaria terminará por afectar al régimen".

La materia prima para ejecutar la obra han sido "documentos de primera mano" aliñados con "abundantes declaraciones y escritos de los propios biografiados". "Numerosas investigaciones" históricas como base para conocer a los coautores "de aquel régimen que mantuvo a España y a su sociedad bajo el yugo de una de las dictaduras más largas de la Europa del siglo XX".

Una etapa oscura que baña al presente. Una dictadura que nace de un genocidio fundacional y acaba aplicando la pedagogía del terror hasta el último día. Bañando con su rastro mucho más allá de "los años que siguieron a la muerte de Franco".

Sin contar la historia "nunca lograremos acabar con ese vacío", apunta Pedro L. Angosto. Y sin difusión, "nuestra labor historiográfica continuará rodeada de silencio mientras los medios ultras continúan imponiendo la monstruosa ‘historia oficial' ".

Romper “el silencio” del franquismo

El diccionario biográfico de la dictadura rompe, desde dentro, "el silencio sobre la historia del franquismo", como escribe en el prólogo el historiador Josep Fontana .En el "pacto de la Transición", dice, está la clave de esta España desmemoriada. Como una ley de Punto Final con una herramienta necesaria: "una especie de neutralidad que ha favorecido la aparición de un revisionismo histórico que pretende demostrar que la guerra civil no fue más que un enfrentamiento entre dos bandos igualmente culpables".

Y esa falsa equidistancia "explica escándalos" como el protagonizado por la Real Academia de Historia con el Diccionario Biográfico Español al dulcificar la figura del dictador Francisco Franco: "inteligente y moderado", "valeroso y católico". En las mismas páginas donde los "perdedores" eran Manuel Azaña, Juan Negrín o Dolores Ibárruri, la Pasionaria, y canoniza a Mariano Rajoy o Rodrigo Rato. La versión digital del proyecto –financiado con dinero público: 6,5 millones de euros– ya rectifica y califica a Franco como "dictador".

"Confieso que nunca he entendido que se pueda valorar del mismo modo una República que formó maestros, abrió escuelas y creó bibliotecas públicas en los pueblos, y un régimen militar que asesinó maestros, cerró escuelas y quemó libros", señala Fontana. En "uno de sus últimos textos", recuerda Pedro L. Angosto.

21 noviembre, 2018

Telaraña: El $egundo Imperio Británico




                                                                                                     Activar subtítulos en español 


«Mossack Fonseca es el cuarto bufete de abogados más grande de paraísos fiscales, los otros nueve de los diez más grandes están registrados en jurisdicciones británicas de ultramar.


Cuando los países se quejan con Gran Bretaña acerca de las actividades que se desarrollan en sus paraísos fiscales, la respuesta británica es que son independientes y que no hay nada que pueda hacer. He oído una y otra vez a funcionarios en Berlín, en París, en Washington y en otros países, a quienes el gobierno británico les ha respondido: "Sí, son muy conscientes de lo que está pasando en Jersey y piensan que es lamentable, pero no tienen las facultades para intervenir".


Bueno, esa es una absoluta mentira. Ellos tienen las facultades para intervenir, pero eligen no hacerlo. Gran Bretaña usa el truco de fingir, cuando le conviene, que estos lugares son independientes. La realidad es que Gran Bretaña nombra al gobernador y un montón de otros cargos importantes en estos lugares. Son responsables de las relaciones exteriores y la defensa, y también pueden vetar su legislación. Por lo tanto, Gran Bretaña tiene un grado enorme de control; básicamente controla estos lugares otorgándoles un margen mínimo de espacio político.

Cuando hablo con los políticos en Bruselas, dicen que han tenido más grupos de presión de Londres, incluyendo políticos, que vienen a proteger los intereses de la City de Londres, que de todos los otros estados miembros de Europa juntos. Lo que da una idea de la medida en la que los políticos británicos se ven a sí mismos esencialmente como grupos de presión de la City de Londres.»




20 noviembre, 2018

La precariedad no es “cool”. La pobreza no es “trendy” — Carmen Alemany Panadero





Medium Corporati 13/11/2018

En los últimos años vengo observando un cambio en el discurso sobre el empleo. El cambio está en los medios de comunicación, en diversos blogs, en las redes sociales y en la calle, y parece traer consigo una nueva forma de entender el trabajo y las relaciones laborales. Según esta innovadora tendencia, los trabajadores ya no son precarios: ahora son flexibles, aventureros, se adaptan a su entorno y son creativos. Tener un empleador estable resulta obsoleto y aburrido: ahora los profesionales son freelance. Cada día trabajan en un proyecto diferente, adaptándose alegremente al cambio. Eso permite tener una carrera profesional variada, interesante, y poner en práctica todas sus habilidades, según dicen.


Un trabajo con contrato y con derechos laborales es cosa del pasado. “Los jóvenes millenials ya no quieren eso”, repiten en los medios numerosos analistas económicos. “Este el trabajo del futuro”, dicen. En el futuro, los trabajadores serán flexibles y adaptables, trabajarán cada día para un empleador diferente, realizarán largas jornadas por bajos salarios, pero la empresa tendrá sillones para relajarse, mesa de ping-pong, buen talante, y decoración de vanguardia. A eso se le llamará “salario emocional”.

Los espacios de coworking han proliferado en las grandes ciudades. La mayoría de sus usuarios son autónomos, emprendedores que muchas veces no lo son por vocación sino por necesidad. Sin pretender desmerecer las conexiones personales que se puedan generar en estos espacios, llama la atención su aire cool, moderno y juvenil, en contraste con la precaria situación laboral de muchos de sus ocupantes. Una encuesta del INE (2017) recoge las principales preocupaciones de los autónomos en España: dificultades de financiación, falta de clientes en algunas épocas, falta de ingresos en caso de enfermedad, períodos de precariedad financiera, impagos de los clientes o retrasos en los pagos. Ser autónomo no es un camino de rosas. Incluso en los períodos de falta de ingresos tienen que seguir abonando la cuota de autónomos, el despacho o local de coworking y todos sus gastos. Sin embargo, el aura de modernidad y glamour de estos locales, no siempre permite ver esta realidad. La mayoría de las webs de los espacios de coworking hacen referencia a “trabajadores nómadas” (un neologismo cool para definir a trabajadores en situación precaria, que van de un proyecto a otro), “oficinas de diseño a precios asequibles” (compartir gastos para sobrevivir mes a mes), “innovación” o “creatividad” (busca soluciones debajo de las piedras para buscarte la vida y no tener que cerrar el negocio), “ambiente moderno y desenfadado” (dando importancia a lo accesorio sobre lo esencial). Esto no quiere decir que no tenga ventajas compartir los espacios, por supuesto que las tiene. Es obvio que al compartir oficina se reducen los gastos, disminuye el aislamiento y pueden (aunque no siempre) crearse conexiones interesantes entre personas. Pero eso no nos debe hacer perder de vista las condiciones de trabajo de muchos de sus usuarios.


Algunos emprendedores han dado un paso más, creando espacios de co-living. Esto viene a ser como un piso compartido, habitado por emprendedores que viven y trabajan en el mismo espacio y comparten gastos. Este artículo de El Mundo lo define como un “concepto rompedor”, aunque no es muy diferente de lo que hacíamos muchos jóvenes hace unos años, compartir piso con otros jóvenes por no poder afrontar los gastos de una vivienda en solitario ni cubrir los gastos básicos. Aunque la idea de co-living parece rodeada de un aura juvenil y cool, encubre situaciones de pobreza, salarios bajos que no logran cubrir los gastos, dificultades para acceder a la vivienda, precariedad laboral, falta de derechos laborales, e incapacidad de independizarse sin compartir vivienda.

Entre las nuevas tendencias, se encuentra el job-sharing, esto es, el trabajador comparte su puesto de trabajo con otra persona, y también el salario. Para la empresa, es obtener dos empleados por el precio de uno. Para el trabajador, únicamente permite recibir parte de su salario, lo cual le obliga a “ser flexible” y “ser un nómada” con varios trabajos a tiempo parcial, trabajando de forma precaria y parcheada. Algunos llamarán a esto una portfolio career. Para poder sobrevivir con esos salarios, algunos ya practican el nesting (del inglés “nest”, nido), que significa quedarse todo el fin de semana en casa, pues resulta más económico que acudir a actividades de ocio, y el wardrobing, que consiste en compartir ropa. La vivienda puede ser compartida en co-living o puede tratarse de un “pisito chic” de 30 metros, con un aprovechamiento milimétrico del espacio. Sin embargo, vivir hacinados en espacios extremadamente pequeños, o compartir piso durante años (y no solo mientras se es joven), lejos de ser glamuroso, genera estrés.


Algunas empresas han popularizado el concepto de “salario emocional”. Consiste en la idea de que la nómina no lo es todo en un trabajo, y que hay algunos aspectos más allá del económico que pueden hacer que el empleado trabaje feliz y retener talento. Algunas conocidas empresas tecnológicas han instalado hamacas, sofás, mesas de billar y futbolín, golosinas y comida gourmet, gimnasio, mobiliario a la última y cultivan un ambiente alegre y desenfadado. Lo cual estaría bien si no fuera porque a cambio, trabajan de sol a sol y sin horario, no salen de la oficina hasta altas horas de la noche, incluso en fines de semana, y no tienen apenas tiempo libre. Además, en estas empresas quejarse es impopular, al disfrutar de tantos servicios y privilegios. Es cierto que hay factores que pueden hacer que las personas trabajen más a gusto… pero esto no debe ser moneda de cambio para eliminar los derechos laborales, un horario racional y un salario digno. El “salario emocional” no puede utilizarse como estrategia para tener esclavos agradecidos.

La “economía colaborativa” surgió en 2010, basada en una serie de ideas y principios: servicios económicos para el usuario, colaboración mutua, empoderamiento de los ciudadanos, compartir bienes o propiedades infrautilizadas, desaparición de intermediarios… En los últimos años, han surgido numerosas plataformas como Glovo, Deliveroo o Uber, en las que la supuesta libertad en el trabajo y flexibilidad de horarios ocultan otra cara menos amable: la precariedad extrema y la pobreza de sus trabajadores. Con el tiempo, esta “economía colaborativa” ha ido recibiendo nombres menos inspiradores, como capitalismo de plataformas (Srnicek, 2018) o Gig economy. El pasado verano nos encontramos con esta noticia en El Confidencial, sobre un joven repartidor de Glovo que dormía todas las noches al raso. Su exiguo sueldo no le permitía dormir bajo techo. Los repartidores apenas cobran tres euros por pedido entregado, tienen que pagar ellos mismos 2 euros quincenales para utilizar la app y poder hacer su trabajo, no cuentan con seguro de accidentes, no disponen de derechos laborales básicos, como bajas laborales o vacaciones pagadas, y deben pagar su propia seguridad social. Varias sentencias judiciales han condenado a empresas como Glovo y Deliveroo por considerar que estos trabajadores no cumplen los requisitos para ser considerados autónomos, y que encubren de forma fraudulenta puestos de trabajo por cuenta ajena. Sin embargo, también se han emitido sentencias judiciales a favor de estas empresas, ya que la legislación actual no fue pensada para este tipo de empleos y existe un vacío legal. Actualmente el Parlamento Europeo está estudiando la posible regulación de estas plataformas para evitar la explotación laboral y los abusos.

Por su parte, un grupo de trabajadores de estas empresas han constituido la Plataforma RidersxDerechos, a través de la cual denuncian su situación, la pobreza, la precariedad, y su condición de falsos autónomos. Además, estos trabajadores han creado la cooperativa Mensakas, para continuar trabajando como repartidores de comida, pero esta vez en condiciones dignas y promoviendo el trabajo ético.


No pretendo decir que la innovación o el diseño de nuevas fórmulas para el empleo sea necesariamente algo negativo. Innovar está bien, crear nuevas fórmulas está bien, crear espacios de trabajo acogedores o modernos está muy bien. Pero es preciso actuar con prudencia para no perder derechos sociales y laborales. El “salario emocional” puede ser un valor añadido, pero no debe sustituir a los derechos laborales. Compartir piso puede ser una solución temporal, pero no puede sustituir a una política de vivienda que proteja los derechos de las personas. Emprender puede ser una buena solución para aquellas personas que tienen vocación de emprendedores y capacidad para ello, pero no como solución para todo el mundo, y desde luego, no como sustituto de las políticas públicas de fomento del empleo.

El lenguaje tiene el poder de dar forma a nuestra percepción de la realidad. Co-living, coworking, portfolio career, economía colaborativa… todos esos neologismos de resonancias innovadoras y transformadoras esconden algo más. Las sociedades evolucionan e innovar es necesario, pero siempre con unas políticas públicas que protejan los derechos de las personas. Porque de lo contrario, nos podemos encontrar con que evolucionemos en materia tecnológica y en la creación y diseño de nuevas fórmulas, pero a costa de regresar al medievo en derechos sociales y laborales.



19 noviembre, 2018

Estragoceno — Gustavo Duch




El día 6 de junio pude ver en la página web de una cadena televisiva las imágenes de un orangután corriendo sobre un gigantesco árbol talado para desafiar valientemente a la excavadora que trabajaba en la retirada de lo que ya era una simple mercancía. Este suceso es una pequeña muestra de lo que, desde hace décadas, está sucediendo en Indonesia. Una tala continuada de los bosques y selvas (en otras ocasiones, incendios provocados) para obtener tierras fértiles donde poner en marcha plantaciones de palma africana en régimen, nunca mejor dicho, de monocultivo. El fruto de la palma africana permite la extracción del aceite de palma, muy utilizado en la industria agroalimentaria y como ingrediente fundamental del biodiésel con el que llenamos los depósitos de nuestros automóviles.

La noticia referida aparece en una sección denominada ‘curiosidades’. ¿Seguro? En realidad, y científicamente hablando, lo correcto sería hablar de curiosidades muy habituales. De hecho, terriblemente habituales.

Como podemos leer en el informe ‘La distribución de la biomasa en la Tierra’ del Instituto Weizmann de Ciencias y del Instituto de Tecnología de California, publicado el pasado 21 de mayo, el surgimiento de la civilización humana ha causado la desaparición del 83% de los mamíferos salvajes que ahora solo representan el 4% del total de mamíferos terrestres. El otro 96% se reparte entre el ganado, que son el 60%, y el propio ser humano, que somos el 36%. Lo doméstico, al servicio de lo humano, ha acabado con lo salvaje.

La caza de grandes mamíferos cómo el mamut desde tiempos cavernarios para la alimentación de nuestra especie, hasta la caza actual para sesiones fotográficas pasando por el exterminio de los bisontes, es uno de los factores. Otro, fundamental, y el más beligerante en los últimos 50 años, es la expansión de la agricultura industrial, que a base de monocultivos como el de la palma, o el del maíz y el de soja para alimentación del ganado están acabando con el hábitat de las especies salvajes. Y no solo de mamíferos. El abuso de pesticidas en esta trágica manera de entender la producción de alimentos es responsable de la desaparición de muchos otros animales, como muchas especies de insectos y de aves. La pesca industrial, copia fidedigna de la agricultura industrial, es corresponsable de la pérdida del 80% del total los mamíferos marinos.

Pero, ¿y el árbol talado sobre el que vemos al orangután? Ese árbol, en breve hecho celulosa o quemado en una central eléctrica, también es una especie en extinción. El estudio contabiliza la pérdida del 50% de la biomasa total de las plantas.

Esta época geológica, donde el ser humano es el mayor condicionante de la vida en el planeta se la conoce como Antropoceno. Algunos autores buscan nombres que definan la raíz de esta situación y hablan del ‘Capitaloceno’, en referencia al capitalismo o ‘Faloceno’, pensando en el modelo patriarcal de dominación de la naturaleza. Yo me aventuro con otro muy realista, el ‘Estragoceno’, porque somos una plaga que todo lo destruye.



Ángel Boligán