26 junio, 2015

La miopía de la Unión Europea ante la estrategia militar de Estados Unidos.


Los responsables de la Unión Europea están totalmente equivocados en cuanto a los atentados islamistas perpetrados en Europa y las oleadas de inmigrantes que llegan a ese continente huyendo de las guerras. Thierry Meyssan muestra que esos hechos no son secuelas fortuitas de los conflictos que agitan el Medio Oriente ampliado sino un objetivo estratégico de Estados Unidos.
El Consejo Europeo reunido el 23 de abril de 2015 guarda 
un minuto de silencio en memoria de los migrantes muertos en el Mediterráneo.

Los dirigentes de la Unión Europea están confrontando cada vez más frecuentemente situaciones inesperadas. Por un lado, atentados o intentos de atentados perpetrados o preparados por individuos que no pertenecen a grupos políticos claramente identificados. Por otro lado, una gran afluencia de migrantes a través del Mediterráneo y el hecho que miles de ellos mueren a las puertas de los países europeos. 

Por falta de análisis estratégico, ambos factores están siendo considerados a priori como hechos no relacionados entre sí y se ocupan de ellos administraciones diferentes. La policía y los servicios de inteligencia se ocupan de los atentados mientras que las aduanas y órganos vinculados al sector de la defensa lidian con el problema de los migrantes. Pero la fuente de ambos problemas es la misma: la inestabilidad política en el Levante y en África.

La Unión Europea se ha privado de los medios necesarios para comprender 

Si las academias militares de la Unión Europea hiciesen correctamente su trabajo, habrían estudiado durante los últimos 15 años la doctrina del «hermano mayor» estadounidense. Y tendrían que haber notado que, desde hace muchos años, el Pentágono ha publicado todo tipo de documentos sobre la «teoría del caos» del filósofo Leo Strauss. Hace sólo unos meses, Andrew Marshall, un funcionario que debería estar jubilado desde hace más de 25 años, aún disponía de un presupuesto de 10 millones de dólares al año para investigar sobre ese tema [1]. Pero ninguna academia militar de la Unión Europea ha estudiado seriamente esa doctrina ni sus consecuencias. No lo han hecho por dos razones: porque es una forma de guerra bárbara… y porque fue concebida por un gurú de las élites judías estadounidenses. Además, cualquier europeo “sabe” que «Estados-Unidos-que-nos-salvó-del-nazismo» no puede favorecer tales atrocidades [2].



Si los políticos de la Unión Europea hubiesen viajado un poco, no sólo a Irak, Libia, Siria, al Cuerno africano, a Nigeria y Mali, sino también a Ucrania, habrían visto con sus propios ojos la aplicación de esa doctrina estratégica. Pero se limitaron a ir a hablar en algún edificio de la “zona verde” de Bagdad, desde un estrado en Trípoli o en la plaza Maidan de Kiev. Ignoran lo que viven las poblaciones y, a pedido del «hermano mayor», a menudo cerraron sus embajadas, privándose así de ojos y oídos en el terreno. Peor aún, también a pedido del «hermano mayor», se unieron a la aplicación de embargos, para que los hombres de negocios tampoco puedan ir a ver lo que sucede en esos lugares.

Hoy se desconoce la cantidad de migrantes muertos en el Mediterráneo. 
A veces las olas depositan cuerpos en las playas de Italia o los guardacostas 
abordan embarcaciones llenas de cadáveres.

El caos no es fortuito, es el objetivo

Al contrario de lo que afirma el presidente Francois Hollande, el éxodo de libios no es consecuencia de una «falta de seguimiento» de la operación «Protector Unificado» –que condujo al derrocamiento y asesinato de Kadhafi– sino el resultado que se buscaba con aquella operación, en la que Francia hizo el papel de líder. El caos no se instaló en Libia porque los «revolucionarios libios» no hayan sabido ponerse de acuerdo entre sí después de la «caída» de Muammar el-Kadhafi sino que ese era el objetivo estratégico de Estados Unidos. Y lo alcanzaron. Nunca hubo una «revolución democrática» en Libia sino un movimiento secesionista en la región de Cirenaica. Nunca hubo aplicación del mandato de la ONU para «proteger a la población» sino una masacre perpetrada por la OTAN que costó las vidas de 160 000 libios, de los cuales el 75% eran civiles, según las cifras de la Cruz Roja Internacional.

Recuerdo que, antes de integrar el gobierno de la Yamahiriya Árabe Libia, se me solicitó servir como testigo en un encuentro organizado en Trípoli entre una delegación estadounidense y varios representantes libios. Durante aquella larga conversación, el jefe de la delegación estadounidense explicó a sus interlocutores que el Pentágono estaba dispuesto a salvarlos de una muerte segura, pero exigía que le entregaran al Guía. Y agregó que cuando mataran a Kadhafi, la sociedad tribal libia no lograría validar la autoridad de un nuevo líder antes de –como mínimo– una generación, situación que sumiría Libia en un caos nunca visto anteriormente en ese país. Desde entonces, he contado repetidamente aquel encuentro y predije muchas veces lo que hoy está ocurriendo.
Leo Strauss (1899-1973) fue un especialista de la filosofía política. 
Se rodeó de un pequeño grupo de alumnos que, en su mayoría, 
trabajaron después para el Departamento de Defensa estadounidense. 
De hecho, formaron una secta e inspiraron la estrategia del Pentágono.

La «teoría del caos»

Cuando la prensa estadounidense comenzó a mencionar –en 2003– la «teoría del caos», la Casa Blanca respondió hablando de un «caos constructor», haciendo entender con ello que se procedería a la destrucción de las estructuras opresoras para que la vida pudiese brotar sin obstáculos. Pero ni Leo Strauss, ni el Pentágono habían utilizado nunca aquella expresión. Al contrario, según ellos, el caos tenía que ser de tal magnitud que nada pudiese estructurarse fuera de la voluntad del Creador del Nuevo Orden, Estados Unidos [3].

El principio de esa doctrina estratégica puede resumirse de la siguiente manera: la manera más fácil de saquear los recursos naturales de un país por largo tiempo no es ocupar ese país sino destruir el Estado. Sin Estado, no hay ejército. Sin ejército enemigo, no hay riesgo de ser derrotado. Así que el objetivo estratégico del ejército de Estados Unidos y de la alianza que dirige –la OTAN– es única y exclusivamente la destrucción de los Estados. Y lo que suceda con las poblaciones de los países que son blanco de esa estrategia… no preocupa a Washington.

Ese proyecto resulta inconcebible para los europeos que, desde los tiempos de la guerra civil inglesa, están convencidos –desde la publicación de Leviatán, el libro de Thomas Hobbes– de que es preferible renunciar a ciertas libertades, y quizás aceptar incluso un Estado tiránico, a verse sumido en el caos.

La Unión Europea niega su complicidad con los crímenes de Estados Unidos

Las guerras de Afganistán e Irak ya han costado la vida a 4 millones de personas [4]. Esas guerras fueron presentadas al Consejo de Seguridad de la ONU como necesarias respuestas «en legítima defensa». Pero hoy todo el mundo admite que en realidad habían sido planificadas desde mucho antes de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y en un contexto mucho más amplio de «rediseño del Medio Oriente ampliado» y que las razones utilizadas para justificar dichas guerras sólo fueron inventos de la propaganda.

Usualmente se reconocen los genocidios cometidos por el colonialismo europeo, pero pocos reconocen actualmente esos 4 millones de muertos, a pesar de los estudios científicos que demuestran la realidad de ese crimen. Lo que pasa es que nuestros padres eran «malos», pero nosotros somos «buenos» y no podemos ser cómplices de esos horrores.

También es usual burlarse de aquel pobre pueblo alemán que confió hasta el último instante en sus dirigentes nazis y no tomó conciencia de los crímenes cometidos en su nombre hasta después de la derrota.

Pero los pueblos de la Unión Europea estamos actuando exactamente igual. Seguimos confiando en nuestro «hermano mayor» y nos negamos a ver los crímenes en los que está implicándonos. Es probable que nuestros hijos se burlen de nosotros…


Los errores de interpretación de la Unión Europea

 Ningún dirigente de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar públicamente que los refugiados provenientes de Irak, Libia, Siria y del Cuerno de África, Nigeria y Mali pueden no estar huyendo de las dictaduras sino del caos en el que nosotros, voluntaria pero inconscientemente, hemos sumido sus países.



 Ningún dirigente de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar públicamente que los atentados «islamistas» que están teniendo lugar en Europa pueden no ser la extensión de las guerras del «Medio Oriente ampliado» sino que son obra de los mismos que ya orquestaron el caos en esa región. Como europeos preferimos seguir creyendo que los «islamistas» odian a los judíos y los cristianos, y nos negamos a ver que la inmensa mayoría de las víctimas de esos islamistas no son ni judíos ni cristianos sino… musulmanes. Y tranquilamente los acusamos de promover la «guerra de civilizaciones», cuando ese concepto fue creado en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos y sigue sin tener nada que ver con la cultura de los islamistas [5].



 Ningún dirigente de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar públicamente que la próxima etapa será la «islamización» de las redes de las redes de distribución de drogas –como en el caso de los Contras en Nicaragua, con la venta de droga entre la comunidad negra de California, con ayuda y bajo las órdenes de la CIA [6]. Hemos decidido ignorar que la familia Karzai retiró la distribución de cocaína de las manos de la mafia kosovar para ponerla bajo el control del Emirato Islámico [7].


La subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, y el embajador 
estadounidense en Kiev, Geoffrey R. Pyatt. 
En conversación telefónica revelada por los partidarios de la legalidad, 
la señora Nuland se refirió al putsch montado en Ucrania 
precisando delicadamente que su objetivo era 
darle por el culo a la Unión Europea” (sic).

A Estados Unidos nunca le interesó que Ucrania se integre a la Unión Europea

Si las academias militares de la Unión Europea no han estudiado la «teoría del caos» es porque les han prohibido hacerlo. Los pocos profesores y estudiosos que se arriesgaron a tratar de analizarla fueron duramente sancionados mientras que la prensa califica de «complotistas» o «conspiracionistas» a los autores civiles que se interesan en esa teoría.


Los políticos de la Unión Europea creían que los acontecimientos de la plaza Maidan eran espontáneos y que los manifestantes querían salir de la órbita autoritaria de Rusia para entrar en el paraíso de la Unión. Los invadió la estupefacción cuando se reveló el contenido de la conversación telefónica donde la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, al mencionar el control que ejercía secretamente sobre los acontecimientos, hablaba de «darle por el culo a la Unión Europea» (sic) [8]. A partir de aquel momento ya no entendieron lo que estaba sucediendo.



Si hubiesen dejado trabajar a los investigadores, los dirigentes de los países miembros de la Unión Europea habrían comprendido que al intervenir en Ucrania y al organizar allí el «cambio de régimen», Estados Unidos estaba garantizando que la Unión Europea se mantuviera a su servicio. Lo que más angustia a Washington, desde el discurso de Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007 [9], es que Alemania acabe dándose cuenta de dónde se halla su propio interés… que no es del lado de Washington sino junto a Moscú.


Al destruir progresivamente el Estado ucraniano, Estados Unidos corta la principal vía de comunicación entre la Unión Europea y Rusia. Por mucho que retorzamos en todos los sentidos la sucesión de acontecimientos, es ese el único sentido de lo ocurrido en Ucrania. Washington no quiere que Ucrania se una a la Unión Europea, como lo demuestran las palabras de la señora Nuland. Su único objetivo es convertir ese territorio en un campo minado para todo el que trate de atravesarlo.



El 8 de mayo de 2007 –aniversario de la caída del régimen nazi alemán– grupúsculos nazis e islamistas crean en Ternopol (Ucrania oriental) un supuesto Frente Antiimperialista para luchar contra Rusia. Organizaciones de Lituania, Polonia, Ucrania y también de Rusia participan en ese Frente, así como los separatistas islamistas de Crimea y los de Adigueya [también llamada Adiguesia], Daguestán, Inguchetia, Kabardia-Balkaria, Karachayevo-Cherkesia, Osetia y Chechenia. Al no poder asistir al encuentro, debido a las sanciones internacionales, el jefe terrorista Doku Umarov envía una intervención que será leída a los asistentes. El presidente de ese “Frente Antiimperialista” es Dimitro Yarosh, quien hoy ocupa un puesto de consejero en el ministerio de Defensa de Kiev.


La planificación militar de Estados Unidos

Así que estamos ante 2 problemas que se desarrollan con gran rapidez: los atentados «islamistas» sólo están comenzando. En el Mediterráneo, las corrientes migratorias se han triplicado en un solo año.

Si mi análisis es correcto, durante la próxima década veremos como a los atentados «islamistas» vinculados al Medio Oriente y África se agregan atentados «nazis» vinculados a Ucrania. Se descubrirá entonces que al-Qaeda y los nazis ucranianos tienen vínculos entre sí desde que celebraron –en 2007– su congreso común en Ternopol, Ucrania. En realidad, los abuelos de todos estos individuos se conocían desde la Segunda Guerra Mundial. En aquella época los nazis se dieron a la tarea de reclutar musulmanes soviéticos para luchar contra Moscú, en el marco del programa de Gerhard von Mende en el Ostministerium [el ministerio del Este creado por el Reich]. Al finalizar la guerra, tanto los nazis como sus reclutas musulmanes acabaron bajo la protección de la CIA, conforme al programa de Frank Wisner con AmComLib, para realizar operaciones de sabotaje en los territorios de la URSS.

Las oleadas de migrantes que tratan de atravesar el Mediterráneo, que hasta ahora sólo constituyen un problema humanitario (200.000 personas en 2014), seguirán creciendo hasta convertirse en un grave problema económico. La reciente decisión de la Unión Europea de ir a hundir los barcos de los traficantes de personas en Libia no lograrán detener la oleada de migrantes y sólo servirán para justificar nuevas operaciones militares para mantener el caos en Libia, pero sin resolverlo.

Todo ello provocará importantes desórdenes en la Unión Europea, que hoy da la impresión de ser un pacífico refugio. Washington no intenciones de destruir ese mercado, que sigue siendo indispensable para Estados Unidos, sino de limitar su desarrollo y garantizar que nunca logre convertirse en un competidor.

En 1991, el presidente Bush padre encargó a un discípulo de Leo Strauss, Paul Wolfowitz –en aquel entonces un desconocido para el gran público–, la elaboración de una estrategia para la era postsoviética. La «Doctrina Wolfowitz» explicaba que la supremacía de Estados Unidos exige imponer riendas a la Unión Europea [10]. En 2008, durante la crisis financiera en Estados Unidos, la historiadora Christina Rohmer, presidenta del Consejo Económico de la Casa Blanca, explicó que la única manera de sacar a flote los bancos estadounidenses era cerrar los paraísos fiscales en los demás países y provocar después desórdenes en Europa para que los capitales fluyesen hacia Estados Unidos. Actualmente lo que Washington pretende hacer es fusionar el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, también conocido como NAFTA, por sus siglas en inglés) con la Unión Europea y el dólar con el euro, lo cual pondría a los miembros de la Unión Europea en una situación similar a la de México [11].

Por desgracia para ellos, ni los pueblos de la Unión Europea ni sus dirigentes tienen conciencia de lo que el presidente Barack Obama está preparando para ellos.

_________________________________________________

[1] «Al cabo de 42 años, el estratega Andy Marshall deja el Pentágono», Red Voltaire, 7 de enero de 2015.


[2] “Selective Intelligence”, Seymour Hersch, The New Yorker, 12 de mayo de 2003.

[3] “Stumbling World Order and Its Impacts”, por Imad Fawzi Shueibi,Voltaire Network, 5 de abril de 2015.

[4] «4 millones de muertos en Afganistán, Pakistán e Irak desde 1990», por Nafeez Mosaddeq Ahmed, Middle East Eye(Reino Unido), Red Voltaire, 13 de abril de 2015.

[5] «La “guerra de civilizaciones”», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de diciembre de 2004.

[6] Dark Alliance, The CIA, the Contras and the crack cocaine explosion, Gary Webb, foreword by Maxime Waters, Seven Stories Press, 1999.


[8] «Conversación entre la secretaria de Estado adjunta y el embajador de Estados Unidos en Ucrania», por Andrey Fomin,Oriental Review (Rusia), Red Voltaire, 8 de febrero de 2014.

[9] «Querer regentar el mundo de manera unipolar es ilegítimo e inmoral», por Vladimir Putin, Red Voltaire, 11 de febrero de 2007.

[10] La «Doctrina Wolfowitz» sigue siendo hoy en día un documento clasificado. Pero su contenido fue revelado por Patrick E. Tyler en «US Strategy Plan Calls For Insuring No Rivals Develop», New York Times, 8 de marzo de 1992. Ese diario también publica largos fragmentos de la «Doctrina Wolfowitz» en la página 14: «Excerpts from Pentagon’s Plan: “Prevent the Re-Emergence of a New Rival”». Más informaciones sobre esa doctrina aparecen igualmente en «Keeping the US First, Pentagon Would preclude a Rival Superpower» por Barton Gellman, The Washington Post, 11 de marzo de 1992.

[11] «Ataque contra el euro y desmantelamiento de la Unión Europea», por Jean-Claude Paye, Red Voltaire, 20 de julio de 2010.

25 junio, 2015

Ideología de la competitividad

20-3-2015 Antonio Fernández Vicente

La competencia aumenta la productividad. Pero, a estas alturas, fomentar la competitividad es un suicidio. En un mundo que se llena de cosas y se vacía de recursos, argumentar que es necesario producir más (producir, ¿qué?) es una enorme contradicción. Avanza a un tiempo la plétora de bienes que no se pueden consumir y el número de los que no los pueden obtener. Al final, el que gana se lleva mucho más de lo que necesita. En un mundo en crecimiento podría haber algo para todos. En el mundo real en declive no es así, y lo que uno se lleva es a costa de otros. Eso exacerba más aún la carrera competitiva. Y ahora el juego no es ya de suma cero, sino de suma negativa.

Se puede hablar de sana competencia. Por saber más, por hacer las cosas mejor... mejor que uno mismo. Los demás serán una referencia, nada más. El verdadero deportista no busca superar a otros, sino superarse a sí mismo. 

Para eso hay que cultivar valores. Valores más allá del valor abstracto, medido en el equivalente universal: el dinero. Al final, el dinero se gasta en símbolos.

La competencia aumenta la desigualdad. Frente a una cohorte que avanza unida, una carrera distancia a los corredores.

En esta carrera que se alimenta a sí misma, los rezagados compiten entre ellos por su propia supervivencia, pero ¿por qué compiten entre sí los aventajados cuando están más allá del límite de su capacidad de goce? 

No sólo se compite por la subsistencia: el prestigio, superado cierto nivel, es lo que cuenta, a costa de lo que sea. A costa incluso del propio bienestar. Porque en último término el triunfador lo será por sacrificar su vida al alto ideal de... triunfar.

Produzcamos lo necesario, y definamos bien qué es necesario. Vivamos más despacio. El músculo sometido a descargas repetidas se tetaniza y deja de funcionar.


La ideología neoliberal de la competitividad

Uno de los dogmas fundamentales del neoliberalismo hace de la competencia el pilar fundamental de la organización social. Con el Mercado como institución axial, la lógica de la competitividad se expande en todos los campos de actividad. Es, como el capitalismo, algo más que un sistema económico: un ethos, una forma de vida que irrumpe en cada una de nuestras decisiones. Estamos adiestrados o, mejor dicho, amaestrados para la competición. Representa los valores hegemónicos del éxito, liderazgo o la fórmula recurrente del capitalismo arcaico que es el culto al emprendedor: el “empresario aventurero” que retratase Werner Sombart desde el idealismo capitalista. Pero, es obvio que no todo el mundo puede tener éxito, ser líder o devenir emprendedor. Todas estas nociones llevan implícita la desigualdad de llegada que se añade a la de partida. Dicho de otra forma, para que haya éxito competitivo es preciso que sólo unos pocos puedan alcanzarlo. Y jamás contaremos con las mismas oportunidades. Lo que hay que conculcar es la propia lógica de la competición por sus implicaciones inicuas para el estar-juntos. 

En las escuelas se entroniza la competencia desde la rivalidad y lucha absurda por calificaciones que al mismo tiempo descalifican a los menos adaptados al sistema competitivo. El propio sistema educativo se rige por competencias. Otro tanto ocurre en las universidades, donde profesores e instituciones luchan contra otros en procesos competitivos que son los únicos indicadores válidos para las agencias de evaluación. Y se refleja tal lógica en los planes de estudio de donde se eliminan las asignaturas que “distraen” frente a las que “sirven”. Las operativas y puramente instrumentales son las que se pliegan a formar seres competitivos. Lo demás es superfluo, una fruslería.

Como las universidades, sus estudiantes también tendrán que someterse a las lógicas obsesivas y kafkianas de los rankings, cuyas categorías de jerarquización nos están vedadas. Lucharán unos contra otros porque han entrado en la partida y deben calcular sus jugadas. No podemos cambiar las reglas del juego como si de Carroll se tratase en su Alicia. Y no parece haber otra alternativa, olvidando que ni Sócrates ni Platón jamás evaluaron a nadie, ni fueron evaluados más que por la Historia Cultural.

También en el ámbito laboral reina con despotismo la competición, donde la escasez -la famosa rareté (escasez) en Sartre, producida artificialmente por el sistema económico- violenta a unos contra otros para lograr las gratificaciones prometidas sólo a unos pocos. Engendra violencias cuyo resultado son algunos miembros muertos, sobrantes para el sistema competitivo darwinista; y otros miembros supervivientes. El film Arcadia (Costa-Gavras, 2005) lo ilustró antes incluso de la crisis económica en el terreno de la confrontación laboral. El discurso de la escasez era para Marx el de la ideología burguesa que necesita naturalizar y eternizar un modo de producir que se basa en la penuria generalizada. La ideología de la competitividad parece haber introyectado que su lógica no es una construcción social y, como tal, contingente: es indeleble e infranqueable así que, mejor adaptarse que perecer.

En todos los casos mencionados, desde niños se concibe a los otros como rivales en una carrera continua promovida por la envidia y el narcisismo. Es el juego neoliberal que nos enfrenta a unos contra otros y en el que la llamada meritocracia premia no a los más excelentes, a los aristos, sino a los que mejor saben conducirse de acuerdo con las tácticas de guerrilla competitiva.

La infelicidad en la competitividad

En 1930, Bertrand Russell publicó La conquista de la felicidad. Inspirado por el sentido común, se preguntó “¿qué hace desdichada a la gente?” No se trataba de causas externas, como enfermedades o guerras. Hay algo en la vida moderna y civilizada que nos conduce sin remisión al malestar. Russell citaba el tedio de la infelicidad byroniana, el sentimiento de pecado, el aburrimiento y la excitación desmesurada, la manía persecutoria, la fatiga, la envidia y la competencia.

La última causa que he citado remite directamente al corazón del sistema de valores del neoliberalismo. En la educación y en los medios de comunicación como portadores de estilos de vida y modelos ejemplares, se repiten de continuo los mantras sobre el liderazgo, la competitividad, el éxito. Todos ellos son conceptos que implican la naturalización del Mercado, en sus diferentes dimensiones, como eje vertebrador de los comportamientos.

Desde la escuela hasta la universidad, la lucha de unos contra otros parece ser el denominador común. Se combate en la cotidianidad por el éxito relativo pero no por razones de extrema necesidad: “Lo que la gente teme cuando se enzarza en la lucha no es no poder conseguirse un desayuno a la mañana siguiente, sino no lograr eclipsar a sus vecinos” [1]. Siempre con una mirada de soslayo a los bienes del vecino, la envidia que era para Russell uno de los fundamentos de la democracia, se antepone a cualquier consideración altruista. Y al mismo tiempo, hace de la vida una rutina insoportable: “Por mi parte, lo que me gustaría obtener del dinero es tiempo libre y seguridad. Pero lo que quiere obtener el típico hombre moderno es más dinero, con vistas a la ostentación, el esplendor y el eclipsamiento de los que hasta ahora han sido sus iguales” [2].

No se trata de denostar abiertamente todo éxito. Urge comprender que no podemos fundamentar la educación, el trabajo e incluso nuestros tratos personales solamente en una lógica que nos violenta contra los demás, generando lo que Pierre Bourdieu llamaba violence structurelle. Desde el Mercado, esta violencia se propaga a cada vez más ámbitos de la existencia. El resultado es la decadencia general de todo aquello que no beneficie el posicionamiento estratégico en esta guerra diaria: los actos gratuitos, el arte de la conversación, los intereses no personales... Todo conocimiento, toda nueva “amistad” viene a confluir en lo que André Gorz denominaba capitale immatériel

Trabajos 24/24 horas para acumular ventajas competitivas sobre los demás, desde el aprendizaje de un nuevo idioma a habilidades sociales. ¡Es nuestra vida entera la que se transforma en valor intercambiable en el Mercado de afectos y competencias profesionales! Incluso el ocio ha de ser conspicuo y exhibir obscenamente los marchamos del éxito. A fin de cuentas, el Mercado nos inculca que la vida es una competición y que sólo el vencedor merece respecto. La industria cultural se ha encargado durante decenios de implantarlo en el imaginario colectivo bajo la divisa del american way of life. Historias de losers y winners.

Lejos queda lo que para Russell era la piedra angular de una vida dichosa: “El secreto de la felicidad es este: que tus intereses sean lo más amplios posible y que tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles” [3].

La competitividad como pecado mortal

Viajamos de 1930, un año después de la Gran Depresión, a 1973, con la crisis del petróleo. El diagnóstico sobre los males del mundo le corresponde en esta ocasión al zoólogo Konrad Lorenz. Escribe acerca de Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada, desde su perspectiva naturalista. La competencia del hombre contra el hombre acaba por castrar las fuerzas activas y creadoras:
“Todo lo que es bueno y útil para el hombre, lo mismo como especie que como individuo, ha quedado olvidado ya bajo la presión de esa competencia entre los hombres. La abrumadora mayoría de los hombres de hoy percibe como valor únicamente lo que resulta exitoso y apropiado en la despiadada competencia para superar a su prójimo. Cualquier medio que sirva a ese propósito aparece engañosamente como un valor” [4].
Por un lado el afán de lucro, el de ganar dinero que mide el éxito es uno de los vectores de la competitividad. Se trata de una de las señas de identidad del país capitalista por antonomasia: Estados Unidos. Y por otra, que advierte Lorenz del mismo modo, la prisa. El mundo se acelera cada vez más impulsado por esta suerte de dromocratie -gobierno de la velocidad-, en términos de Paul Virilio. El desgobierno absoluto. La premisa parece ser llegar antes que los demás. Como una scoop periodística. Estamos obligados a atesorar más episodios de vida en cada vez menos unidades de tiempo, como nos diría el sociólogo Harmurt Rosa. La competencia devastadora rechaza los tiempos lentos, destierra la vida tranquila tan querida para Russell; abole los ritmos pausados y sedimentarios del artesano explicados con maestría por Richard Sennett. El miedo a ser superado nos introduce de lleno en esa carrera vertiginosa que cada uno emprende desde su vehículo sin frenos. Es el impulso que junto a la codicia nace del pavor y la vergüenza de no ser reconocido porque en un sistema competitivo, la visibilidad solo la obtienen los primeros en arribar a las metas ocasionales. Con la prisa y la rapidez, se nos priva de esa base innata del aprendizaje que es la reflexión. Y también de la curiosidad que siempre ha impulsar el conocimiento cabal de nuestro mundo. Se está tan ocupado, preocupado y distraído por la competición que nos olvidamos incluso de pensar en nosotros mismos al no soportar la soledad:
“Una de las más perniciosas repercusiones de la prisa ansiosa -o quizá del miedo que genera esa prisa- es la confesa incapacidad de los hombres modernos para estar solos consigo mismos, aunque sea por breves momentos. Evitan toda posibilidad de introspección y de recogimiento con una diligencia angustiosa, como si temieran que la reflexión fuera a ponerles delante de una imagen de sí mismos poco agradable” [5].
La lógica de la competitividad llevada hasta sus últimas consecuencias supone la vía segura hacia la desintegración social e individual. Como ya advirtiera Russell, es una de las causas directas de la infelicidad del hombre moderno. Lorenz la concebía como el camino seguro hacia el aumento hipertrófico de la presión arterial y el consecuente desgaste de nervios. Las lógicas de la cooperación, los tiempos lentos y las filosofías que se sitúan más allá del utilitarismo extremo en forma de actos gratuitos contraponen resistencias y microutopías a un mundo desbocado que ni tan siquiera toma conciencia de sí mismo.

Notas

[1] Russell, B., La conquista de la felicidad, DeBolsillo, 6ª edición, Barcelona, 2013, p. 48.
[2] Idem.
[3] Ibídem, p. 135.
[4] Lorenz, K., Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada, RBA, Barcelona, 2011, p. 43.
[5] Ibídem, p. 46.

23 junio, 2015

LA “JUSTICIA” NEOFRANQUISTA ATACA DE NUEVO.

https://argelaga.wordpress.com/2015/06/23/la-justicia-neofranquista-ataca-de-nuevo/

23, 6, 2015 · Antonio Pérez 

Caso 1: Alfon (Alfonso Fernández Ortega) fue detenido en Madrid el 14.XI.2012 durante la protesta contra los hachazos que la inicua Contrarreforma Laboral estaba propinando a las libertades cívicas. Pasó dos meses en régimen de aislamiento y, después de varios trámites judiciales y de otros simulacros, finalmente el Tribunal Supremo le ha condenado a cuatro años de prisión por tenencia de explosivos. Lo escandaloso de este proceso estriba en que la acusación carece de carga probatoria alguna siendo sustentada única y exclusivamente por las declaraciones de la Policía.


Caso 2: Hace pocos días, el Tribunal Supremo elevó a tres años la condena a dos impuesta a Sergi y Rubén por la Audiencia Provincial (nov. 2014) Los jóvenes fueron detenidos por protestar en la puerta de un concierto organizado por Democracia Nacional con el consiguiente altercado (12 de octubre de 2011) El denunciante es Alejandro Martínez Ruiz, militante de la xenófoba Plataforma por Cataluña, un conocido fascista con amplio historial de agresiones a la gente de las movidas alternativas. 
El motivo aducido para incrementar la pena de cárcel ha sido “lesiones con el agravante de odio ideológico” pero a nadie se le escapa que la diferencia entre dos y tres años de condena no es sólo un año sino que, con ese año de torna o propina, el altísimo Tribunal se garantiza a sí mismo que Sergio y Rubén ingresarán en prisión.

El caso de Alfon nos sugiere que un Estado en el que la Policía es primera y última instancia jurisprudencial porque goza del privilegio de la Omnisciencia y de la Suprema Bondad, no es un Estado de Derecho sino un Estado Policíaco. El caso de Sergio y Rubén nos sugiere que algunos tribunales de ese mismo Estado Policíaco se rigen por los presupuestos ideológicos de un franquismo nada nostálgico sino militantemente activo. Analicemos por separado los respectivos papeles de la Policía y de la Judicatura.

La Policía

Juiciosa y judicialmente, ¿es de fiar la actual policía española? Pregunta que nos conduce a otra: ¿fue depurada la policía franquista? Contestémonos con hechos públicos y notorios.

Abril 2013: “Las fuerzas de seguridad han detenido por su presunta relación con el narcotráfico al expolicía Michel Domínguez, antiguo miembro de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), responsable de la guerra sucia contra ETA. El arresto de Domínguez se produjo en Barcelona, cuando el expolicía llegó a la estación de Sants acompañado de un ciudadano colombiano, supuestamente para hacer una entrega de cocaína. Domínguez, junto a su superior José Amedo, fueron los rostros más conocidos de la guerra sucia contra ETA, por la que resultó condenado en 1991 -llevaba en prisión desde 1988- a 108 años de cárcel”.

10-11 marzo 2014: en Cartagena (Murcia), el ciudadano Diego Pérez (DP) llama al 091 pidiendo protección policial. Dos semanas después, unos vecinos descubren su cadáver flotando en la Cala Cortina dentro de una bolsa negra. 06 octubre 2014: son detenidos seis de los policías que acudieron ‘en ayuda’ de DP. Se les imputan los delitos de homicidio y de detención ilegal. El informe forense reza que el cuerpo de DP presentaba “signos de violencia en región facial y craneal, fractura-luxación de múltiples vértebras cervicales, destrucción de centros neuronales superiores”, etc. Dicho en plata, los policías le sacaron el ojo derecho, le pulverizaron el cuello, le machacaron durante horas y, para remate, tiraron al mar en una cala perdida lo que quedaba de aquel probo español que tuvo la infeliz ocurrencia de pedir ayuda justiciera a la policía.

Claro que no todos los delitos policiales son así de sádicos y de burdos. El extremo más elegante y cosmopolita, el de la policía política -¿hay otra?-, lo ocupa con toda pompa y distinción el famoso comisario José Manuel Villarejo (JMV), hoy actor principal en las divergencias entre los ilustrísimos mangantes de la Comunidad de Madrid. Entre excedencias y reincorporaciones a la teta nutricia oficial, JMV comenzó en 1989 con una vulgar agencia de detectives y, entre otros muchos activos, ahora se le calculan propiedades inmobiliarias por un valor superior a los 14 millones de euros –a precios de catastro- además del control sobre decenas de empresas radicadas en cuatro países.

Así pues, la policía española tiene un pasado más que turbio pero, por si alguien cree que ese pasado es agua que no mueve molino, alleguémonos al presente y observemos qué hicieron algunos maderos durante el reciente mes de mayo 2015:

A principios de mayo, fue detenido un inspector del Cuerpo Nacional de Policía como presunto autor de un delito de abusos sexuales a menores (ver prensa 11.V.2015) Vivimos unos años en los que está de moda renegar de los bujarrones; incluso el mismísimo Papa ha exigido mano dura contra los pederastas –por ahora, de boquilla, porque todavía no hemos visto a ningún cura torturado por su propia inquisición-. Sin embargo, pese al clamor popular y mediático que acusa a estos delincuentes contra la infancia, se mantiene en secreto el nombre del inspector malevo y bujarra. ¿Complicidad de policías y de jueces instructores? Pudiera ser porque es muy llamativo que el policía NN, fuera investigado en enero por el mismo delito mientras estaba destinado en Alicante. ¿Por qué no fue detenido entonces? Porque, según la prensa canallesca, sus compañeros tardaron cinco meses (de enero a mayo) en “visionar y analizar” el material informático que le fue decomisado. En ese ínterin, el inspector abusón fue trasladado a Madrid donde siguió grabándose mientras delinquía con menores en un chalet de la sierra y es que nuestro villano no sólo consumía pornografía infantil sino que también la producía. Recapitulemos: policía pederasta que es pseudo-procesado en Alicante pero que, lejos de ser enchironado ipso facto, deja la provincia porque es promocionado a la diócesis de Madrid. ¿A qué me suena eso de pederasta impune simplemente trasladado de parroquia?

Otrosí: el comisario Jesús Figón, de 64 años, “consejero de Interior” en la embajada de España en Brasil, asesinó a su esposa, la ciudadana brasileña Rosemary Justino, el 12.mayo.2015. Como gozaba de inmunidad diplomática, después de declarar brevemente fue puesto en libertad. Para enfriar el escándalo inherente a todo delito de género, se dijo que España le iba a retirar ese tipo de inmunidad –extremo que no hemos podido comprobar- al mismo tiempo que, ¡oh casualidad!, se filtraba que la sra. Justino le había agredido con un cuchillo quizá porque, según los plumillas habituales, era alcohólica, depresiva y supersticiosa. Antes de ser destinado en Brasilia, Figón había sido comisario jefe de Alcalá de Henares en cuyos archivos no consta que cometiera otros actos de violencia.

Una vez comprobado que algunos policías (tanto del montón como jefes pero siempre protegidos por amplias complicidades), siguen siendo pornógrafos, pederastas y criminalmente violentos, volvamos al caso de Alfon, puesto que su condena se basa en que los explosivos cuya tenencia se le achaca estuvieron siempre correctamente protegidos por la Policía. Veamos algunos ejemplos de cómo se respeta en el Estado español la famosa cadena de custodia:
“El policía que hizo desaparecer 154 kilos de droga. Tras dos años de investigación, no se ha encontrado ni rastro de los alijos robados en la Jefatura de Sevilla” (Interviú, 28.III.2011)
“Los ladrones robaron la cocaína a los jueces. La banda que saqueó el depósito de droga de Málaga tenía información privilegiada” (20.XI.2011) 
“Nuevo robo de cocaína bajo custodia oficial en Sevilla. Los ladrones se llevaron 30 kilos del Instituto de Toxicología” (24.III.2012) 
“Un arrepentido implica a varios agentes en el robo de droga en Barcelona” (17.IV.2012; los susodichos robaron 400 kilos de cocaína de un contenedor custodiado en el puerto; con fecha 24.VII.2012, fueron absueltos siete guardias civiles y la cantidad de droga quedó fijada en unos 200 kilos) 
“Las alarmas del depósito de drogas de Cádiz llevaban días averiadas” (03.X.2012; días antes, se habían evaporado 290 kilos; dos días después, en el colmo de la sagacidad, los titulares rezaban que “La pesquisa por el robo de droga en Cádiz apunta a policías y funcionarios”) 
“Los piratas del hachís” (05.I.2013; aprovechando la Nochevieja, los recuperadores habían sustraído una tonelada de hachís depositada en la Aduana de Huelva) 
“El policía acusado culpa al jefe de robar la droga. Juicio por la desaparición de 154 kilos de cocaína en la Jefatura Superior de Sevilla” (22.I. 2013; durante la vista, se supo que las evaporaciones de droga custodiada en dependencias policiales comenzaron en el año 2008) 
“Unos ‘aluniceros’ saquearon el depósito de drogas de Málaga. No se ha recuperado ni un gramo de los 200 kilos que se llevaron los ladrones” (19.IV.2013; año y medio después del robo, la policía detiene a unos delincuentes de poca monta, les endilga el delito… pero el alijo sigue sin aparecer) 
“Preso por tráfico de drogas el jefe antinarcóticos de Lleida” (17.IV.2014) 
“Cinco años de alijos en el aire. La detención del responsable de la unidad antidroga de la policía en Murcia amenaza los juicios sobre decenas de incautaciones en las que participó. La región que más droga incautó en 2014. En las escuchas el mando ofrece 100 gramos de coca a un confidente. La juez alude a que el peso de numerosos alijos fue adulterado” (15.II.2015)
Alfon ha sido condenado porque la Policía dijo haberle encontrado los explosivos que presentó como prueba en el juicio. Ante las flagrantes contradicciones que trufaban el informe policial, el Supremo optó por creer que la cadena de custodia había sido impecable. Por ende, el Alto Tribunal dictaminó que los susodichos explosivos pertenecieron al acusado y que siempre estuvieron correctamente custodiados. Viendo lo que suele ocurrir en las comisarías y depósitos judiciales con los alijos de drogas, ¿debemos creer como dogma de fe que en España es sagrada la cadena de custodia?

Los jueces

Gracias a los procesos incoados a algunos corruptos, en estos últimos años la judicatura española goza de cierto predicamento entre la ciudadanía. Sin embargo, esa relativa buena fama debería contrastarse con los casos de famosos jueces expulsados de sus trabajos por cumplir con su deber (léase Baltasar Garzón y Elpidio Silva) y con los infinitos casos de aquellos jueces que son calumniados y ninguneados por respetar la ley. Ejemplo reciente: la titular del Juzgado de Instrucción nº 1 de Almazán (Soria) abrió el 17.III.2015 un sumario por los diez fusilamientos de republicanos perpetrados en 1936 por los franquistas en el cercano pueblo de Barcones. Pues bien, hasta la fecha no ha recibido la menor ayuda por parte de ninguna instancia oficial.

Nadie en sus cabales cree que en España exista eso que llaman separación de poderes y/o independencia del Poder Judicial. Sin embargo, algunos jueces se obstinan en mantener la ficción de que ellos no son políticos –léase, enchufados por los partidos políticos- ni herederos de las canonjías del franquismo sino probos funcionarios por oposición. Dicho de otra forma: nos quieren convencer de que las oposiciones son limpias. Pero el sentido común nos dicta lo contrario y, además, hay ejemplos de semejante limpieza. De hecho, hay pocos ejemplos porque la oscuridad que rodea al funcionariado es incluso superior a la propia de la Policía pero, por alguna extraña casualidad, son puntas de un putrefacto iceberg que han aflorado en la prensa de papel:
“El opositor que adivinó ante notario 12 de los 14 aprobados. Denunció sin éxito irregularidades en unos exámenes al Tribunal de Cuentas” (06.X.2014) 
“UPyD lleva a la Asamblea [de Extremadura] ante la Fiscalía tras acertar el 80% de la ‘quiniela’ de sus oposiciones. Puso ante notario cinco nombres de opositores que aprobaban, y ha acertado en cuatro” (14.V.2015)
Así pues, tampoco podemos creer que las oposiciones a jueces estén limpias de polvo y paja. Es más, las inicuas sentencias contra Alfon, Sergio y Rubén nos demuestran que en la Judicatura persiste el sesgo ideológico. Y también nos enseñan que la (in)justicia española no sólo perdona a los neofranquistas más violentos (léase, el xenófobo catalán) sino que se erige en su cómplice. Al mismo tiempo, persigue a aquellos ciudadanos que, como Alfon, Sergio y Rubén, se han atrevido a defenderse y a los que, como pieza léxica argumental, descalifica tildándoles de activistas anti-sistema cuando es obvio que algunos jueces y policías son verdaderos profesionales del activismo anti-social puesto que dedican las 24 horas de su vida entera a practicar la inquisición y la conspiración contra la razón y lo común.

Alfon, Sergio y Rubén nos demuestran que España no es un país plenamente europeo. Desde el punto de vista judicial y policial, los países “de nuestro entorno” son Birmania-Myanmar y Corea del Norte, simplemente porque aquí la guerre n’est pas finie. Y todavía va a durar muchísimos años. Quien crea en los pajaritos preñados de la Reconciliación Nacional, debería hacérselo mirar. Pero, si no quiere ir al psiquiatra, que vaya a la Historia y estudie, por ejemplo, el fluorescente caso de la Patria de la Freedom, la Liberty y el sursum corda: en los EEUU, la Guerra Civil o de Secesión terminó en 1865 pero, siglo y medio después, la bandera esclavista sigue ondeando en todo el Sur confederado. Para colmo, ni siquiera se arría a media asta cuando se declara luto oficial. Es decir, que la guerra no ha terminado en el país de los Libres. Hace pocos días, así nos lo demostró un chaval racista mediante el irrefutable silogismo de perpetrar la enésima matanza de negros-que-rezaban-en-la-iglesia-de-Charleston. ¿Seríamos tan crédulos como para suponer que las mafias neofranquistas, ostentosamente proclives al papanatismo filogringo, van a durar menos de siglo y medio?

La libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables.


Una persona puede llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a decir NO al Poder. Pero no sólo la capacidad de desobediencia es la condición de la libertad; la libertad es también la condición de la desobediencia. Si temo a la libertad no puedo atreverme a decir “no”, no puedo tener el coraje de ser desobediente. En verdad, la libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables; de ahí que cualquier sistema social, político y religioso que proclame la libertad pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero. 
Erich Fromm, Sobre la desobediencia y otros ensayos (1980)


Es posible que la guerra como estrategia sea la continuación de la política. Pero no hay que olvidar que la “política” ha sido concebida como la continuación, si no exacta y directamente de la guerra, al menos del modelo militar como medio fundamental para prevenir la alteración civil. La política, como técnica de la paz y del orden internos, ha tratado de utilizar el dispositivo del ejército perfecto, de la masa disciplinada, de la tropa dócil y útil, del regimiento en el campo y en los campos, en la maniobra y en el ejercicio.
Michel Foucault, Vigilar y Castigar (1975)


Si las alternativas son encerrar a los justos en prisión o renunciar a la guerra y a la esclavitud, el Estado no dudará cuál elegir. Si mil hombres dejaran de pagar sus impuestos este año, tal medida no sería ni violenta ni cruel, mientras que si los pagan, se capacita al Estado para cometer actos de violencia y derramar la sangre de los inocentes. Ésta es la definición de una revolución pacífica, si tal es posible. Henry David Thoreau, Sobre el deber de la desobediencia civil (1866)


12 junio, 2015

REFLEXIONES ANARQUISTAS


     Alfredo D. Vallota

El anarquismo es pluralidad y diversidad y es por ello que hay muchas maneras de entenderlo, de vivirlo, de pensarlo y hay muchas corrientes algunas de las cuales hasta parecen oponerse y enfrentarse. A esto concurre que el anarquismo es más una idea que vive que el resultado final y terminado de una elucubración intelectual. El anarquismo es dinámico en su identidad por lo que quienes se encuentran interesados en esa idea nunca se consideran anarquistas sino que van siéndolo, en un proceso que es siempre enriquecimiento, renovación, novedad en pos de mejorar todo lo que necesariamente ha de renovarse con la meta de eliminar la opresión y ganar autonomía, condiciones necesarias para ser libres, que es lo mismo que ser humanos en el pleno sentido de la palabra. Esto hace que, para los que miran desde afuera, los anarquistas parecen ser un grupo radical, agitador, y hasta violento, que se oponen a todo, principalmente al estado y las instituciones, sin que aporten mucho de positivo para resolver los problemas que nos aquejan, gente que está a la izquierda de todo.[1] Sin embargo, hubo y hay en el anarquismo las simientes de soluciones para muchas contradicciones y conflictos que vive la sociedad contemporánea y en este escrito haremos algunas reflexiones, o divagaciones, que no pretenden sino ser una contribución a pensar y vivir el anarquismo.

El anarquismo como idea
Decíamos que el anarquismo es una idea, algo que debe distinguirse muy bien de una ideología, especialmente cuando nos referimos a propuestas socialistas. Por ideología entendemos aquí un sistema de creencias apriorísticas y racionalizadas que sirve para justificar la dominación y el poder de un grupo social sobre otro, en cuyo tránsito se puede llegar hasta la mistificación del sistema o de sus personeros. En la terminología marxista, la palabra ideología se usaba para señalar toda representación que ocultara la verdadera realidad de los hechos, revistiéndola de imágenes falsas o ilusorias, lo que sirvió para denunciar a cualquier interpretación distinta a la suya.[2] Pero, hemos de reconocer que, cuando el marxismo-leninismo alcanzó el poder y sus propuestas se transformaron en verdad doctrinaria, con interpretaciones ortodoxas, desviaciones, revisionismos, partidos oficiales, control del gobierno, también devino una ideología con la significación que él mismo marxismo usaba.

Por su parte, el anarquismo, aunque haya tenido tendencias ideologizantes, nunca ha sido dominado o delimitado por algunas de sus teorías, ni por alguno de sus filósofos o proponentes más famosos y toda tendencia a una unificación a ultranza dentro del anarquismo ha terminado por abandonarlo. En esto se funda la calificación de utópico del anarquismo, en contraposición a las ideologías, porque da lugar a diversidades y hasta oposiciones que el realismo de otras vertientes socialistas pretenden superar pero que el anarquismo ha preferido mantener tratando de armonizarlas.[3]

Ubicar al anarquismo entre las ideas, cosa que ha sido una manera preponderante de entenderlo entre españoles e italianos, tampoco es sinónimo de incluirlo en el contexto del idealismo de corte hegeliano. Por idea queremos señalar un modo del pensar, al que Hegel pretendió inútilmente darle culminación, que para el anarquismo no se sitúa en el terreno de las abstracciones o exclusivamente en el plano del pensamiento, sino también en el de las convicciones, de los deseos, de una visión de mundo, cuya vigencia está en estrecho contacto con las acciones que pretenden hacer realidad esa idea, tanto en lo personal como en lo colectivo. Es una idea que expresa toda la potencialidad del ser humano en su afán de superar sus propios límites, lo que sólo es posible en el seno de un movimiento colectivo que la comparta. Es un movimiento de la mente que se traduce en gestión, es un movimiento colectivo que se expresa en vida, es acción y experiencia de cada una de las personas que lo componen. Y, por eso, más que un mero pensamiento es también un sentimiento, una ética, un método, una filosofía social, una manera de pararse frente a lo que somos para proyectarnos a lo que podemos ser, individual y colectivamente.

Cuando lo entendemos como una idea de este tenor, el anarquismo se sitúa en el universo de otras ideas que florecieron en el siglo XIX, como las de racionalidad, libertad, socialismo, igualdad, democracia, humanidad, progreso, historia, nación, con las se amasaron las propuestas que nos llegaron al siglo XX. Como sucede también con ellas, que son ideas y no ideologías, el anarquismo no es doctrinal, se lo entiende pero no se lo define, se lo vive sin racionalizarlo plenamente, se lo comparte tanto como resultado de un pensar y como un sentimiento acerca de las relaciones entre los individuos y la identidad personal, se convierte en una meta que guía la existencia cotidiana, se hace objeto de una esperanza que fundamenta la solidaridad, que se enriquece y cambia siendo siempre el mismo, es un presente y también un horizonte que nos mueve a ir más allá. Por eso, en forma incomparable con ninguna otra idea, es un deber que es un querer y es saber lo que se quiere, es espontaneidad sin ser irracionalismo, es vital sin ser anti-intelectual, es educación en el diálogo, es crecimiento individual en compañía, es disciplina y obediencia sin sumisión, es gestión de la vida que es autogestión.

El anarquismo y la política
Presentamos al anarquismo formalmente como una idea, pero esa idea tiene historia y evoluciona en su contenido, proceso que se relaciona con la política. Claro que, cuando aquí decimos política, no nos referimos a la idea original griega, el arreglo amable de la vida humana en pos de la felicidad apoyado en principios racionales, discutidos y compartidos tal como el anarquismo la propone, sino a la política tal como la vemos desarrollarse en nuestros días, un arreglo estructurado del poder que permite que un grupo de personas controle a una gran mayoría en su propio beneficio, gracias principalmente a la institución del estado y otras derivadas y dependientes.

Es en esta perspectiva de la política de nuestros días que hay que entender eso que oímos a diario de políticas de educación, de salud, de gobierno, económicas, sociales, institucionales, de mayorías y minorías, que se suman a la lucha política convencional.[4] Todas se inscriben, en mayor o menor grado, en el conjunto de recursos para que un grupo, una clase, una casta, una fracción domine a los demás. Esto es tan así que muchos son los que han llegado a confundir liberarse con pasar de una dominación a otra. En esta política es donde impera la ideología, no las ideas, el engaño, el fraude, la impostura, la compra de voluntades, los ejercicios de violencia y fuerza. Claro es que hay verdaderos intentos de real liberación que, no cabe ninguna duda, los podemos identificar claramente porque todos ellos tienen como condición desarmar la estructura de poder que prevalece en nuestros días. Sin este requisito, entonces nos estaremos engañando ya que simplemente cambiaremos de amo, de capitalista a comunista, de privado a estatal, de empresarial a militar, de transnacional a religioso.

El resultado de esta manera de considerar a la política es la amplia gama de divisiones en la sociedad generando oposiciones y enfrentamientos que disuelven la unidad: gobernantes y gobernados (nueva versión de amos y siervos), propietarios y desasistidos, empleadores y empleados, razas superiores e inferiores, fieles y gentiles, profesores y estudiantes, viejos y jóvenes, varones y mujeres, oficialistas y opositores, dirigentes y dirigidos, aprendidos e ignorantes, superiores e inferiores, libres y esclavos, primer y tercer mundo, militares y civiles, vendedores y compradores, sacerdotes y fieles, líderes y seguidores, comandantes y tropa, beneficiados y perjudicados, leales y traidores, nacionales y extranjeros, burgueses y proletarios y hasta Creador y criaturas. No en vano el refrán dice divide y triunfaras y todas y cada una de estas divisiones tiene una ideología que la sustenta, aunque quizás ninguna tan completa como fue el marxismo-leninismo, que estimulan el enfrentamiento y la competencia entre ellas para menguar las fuerzas que podrían resultar de la eliminación de estas pseudo separaciones.

El anarquismo se puede entender genéricamente como la idea que tiende a suprimir todas estas pseudo divisiones, la negación de todo poder, soberanía, dominación, jerarquía que generan estos falsos fraccionamientos y el intento de conformar la unidad que respete a las verdaderas diferencias. El anarquismo es el deseo de suprimir toda disolución, el rechazo a toda dicotomía que de lugar a enfrentamientos, como los de razón –pasión, physis-nomos, naturaleza-historia, creyentes e infieles. Y por eso es que el anarquismo es anti-estatal, porque entiende que el estado y el gobierno son el reducto último, o el fundamento primero como quieran, de todas estas divisiones ya que en pos de su dominio es que las demás se generan y fomentan. [5] Es, desde esta perspectiva y así visto, que el anarquismo es anti-político, quizás el único movimiento que lo sea en forma fundamental, en un sentido radical y que se expresa en la consecuente postura abstencionista en todo proceso electoral. No es que se oponga a esta o aquella particular posición partidista, ni tampoco que su posición dependa de alguna circunstancia especial sino que la postura surge de considerar a la política en otra forma, comparada con la cual la actual es una perversión, una distorsión, un engaño, que de ninguna manera puede resolver los problemas de la gente porque no es su interés primario sino, en el mejor de los casos, una concesión obligada.

El anarquismo es la filosofía social y política que se propone erradicar toda forma de pseudo-divisiones entre los seres humanos, entre los que tienen y los que no tienen, cualquiera que sea la cosa tenida, dinero o conocimiento, color de piel o creencia religiosa, bienes o males. No se trata de mercadear el poder que forja esta disparidad grupal, se trata de disolverlo, ya que el poder nunca se distribuye sino que, por el contrario, se concentra.[6] En consecuencia, sin las múltiples divisiones que el poder y el estado generan, los individuos se relacionarían entre sí en diferentes niveles, en diversos y variados sistemas de organización, en asociaciones voluntarias y libremente escogidas. El objetivo es la unidad y armonía de lo diverso, que no es lo mismo que la homogeneidad que anula. Hemos de reconocer que, a pesar de la declarada individualidad que hace el liberalismo, esta individualidad en su ámbito vale solamente para grupos escogidos. La gran mayoría integra la masa, el pueblo, la tropa, una multitud sin rostro. Y también vemos que las sociedades que hoy se autoproclaman socialistas (China, Cuba, Venezuela) no son otra cosa que una multitud en ciega sumisión y asentimiento acrítico a los líderes, pretendiendo eliminar toda oposición, toda disparidad, toda diferencia. Sin embargo, y cabe señalarlo, tampoco los integrantes de esos sectores supuestamente favorecidos en cada caso tienen una auténtica individualidad, porque dependen de su membresía a estas acumulaciones y no les pertenece realmente a cada uno. Son pseudos-individuos porque su individualidad es permisada en tanto y cuanto pertenezcan al grupo dominante y sigan sus dictámenes. La pretensión anarquista es de una universal y genuina individualidad, sin la coerción ni las distorsiones del poder, que sólo es posible en una auténtica socialización de la vida personal que no es sinónimo de igualdad de poderes, sino ausencia de poderes que controlen, decidan, regulen o dominen a los otros. Por ello, individualidad y sociabilidad se pueden identificar como valores básicos del anarquismo.

Estos valores básicos tienen consecuencias, una de las cuales es la reconsideración de la justicia. La justicia no puede ser estimada como una excelencia distributiva, en el mejor de los casos, o como una burda herramienta de poder en los peores, porque si la justicia es tratar de enmendar los excesos de los dominadores sobre los dominados, esto quiere decir que su razón de ser está en la aceptada distinción de dominadores y dominados. En otras palabras, la justicia no pretende eliminar esta forzada distinción sino simplemente hacerla compatible con el desorden y la protesta que pudiera generar la reacción frente al poder, evitando así riesgos mayores. Abolir las artificiales diferencias es el único camino de liberalización, lo que sin duda va en contra de todo sistema capitalista o marxista actuante, devaluadores de estos reclamos y que, a lo más, disfrazan las jerarquías que promueven y que son las que, precisamente, sostienen la justicia.

En otros escritos hemos desarrollado las relaciones entre la autoridad y el poder por lo que no vale la pena repetir en detalle estas posiciones.[7] Baste decir que lo que habitualmente se llama anti-autoritarismo anarquista es precisamente lo contrario a lo que promueve el anarquismo. Y cabe hacer la aclaración por qué decimos lo contrario. Entendemos por autoridad el reconocimiento que los demás hacen de alguna virtud que cada uno de nosotros puede tener y por la que se nos reconoce, respeta y atiende. La autoridad es algo que los demás nos regalan, si lo merecemos, en atención a alguna excelencia que hayamos logrado y nada más lejano del anarquismo que la negación de los méritos y valores de los individuos. Distinguimos así autoridad de poder, ya que poder no es algo que se otorga sino algo que se toma, por cualquier medio y apelando a cualquier recurso, para desde allí ejercer la dominación sobre los demás y a esto se ha reducido el hacer política en nuestro tiempo.[8] Ciertamente el anarquismo está contra toda forma del poder, pero es tonto pensar que pueda estar contra la autoridad que ostente quien es reconocido como excelente en el ejercicio de cualquier actividad humana, sea carpintero o físico relativista, excelencia que no es otra cosa que la expresión del ejercicio virtuoso de la propia libertad, que es lo que el anarquismo aspira que todos y cada uno podamos alcanzar.

El anarquismo como conducta
En general, para la burguesía y los demócratas el anarquismo es sinónimo de fanatismo, cuando no de caos y violencia. Para los gobiernos autoritarios, el anarquismo es el enemigo en las sombras, irreductible, que no negocia ni transa. Para los socialismos marxistas el anarquismo es una señal de irresponsable desconocimiento de las condiciones objetivas y realistas que conducen la historia con la necesidad que se deriva de la dialéctica tal como la entendieron, o entienden, sus líderes de turno. Para todos ellos, el anarquismo es la posición que adoptan quienes, tras el escudo de sus principios, se abstienen de cualquier compromiso con las democracias electorales; quienes rechazan integrarse a los grupos institucionalizados como los partidos políticos; quienes no hacen concesiones ni siquiera a los favores gubernamentales a los que ni reconocen; quienes se niegan a aceptar posiciones en la estructura de poder o control; quienes buscan la caída de todo gobierno sea liberal o socialista, tiránico o democrático: quienes se oponen a las guerras y resisten el servir a los ejércitos; quienes se oponen al matrimonio civil o religioso así como otras formas de institucionalización ordenadora; quienes siempre están enfrentados a la acción policial y fuerzas que sostienen el orden establecido; quienes muchas veces hasta rechazan la ayuda de la justicia en su beneficio; quienes todo lo quieren hacer en forma directa rechazando la representación; quienes desconocen las ineludibles etapas intermedias de todo proceso revolucionario que necesariamente ha de hacer concesiones obligadas por la marcha de la historia.[9] Todo esto, dicho siempre con un acento peyorativo. A juicio de estos críticos, los anarquistas parecieran que sólo se comprometen con sus principios y con otros anarquistas y que hay en ellos una rigidez e inflexibilidad que los hace incompatibles con el resto de la sociedad organizada, hoy tan flexible, práctica y maleable.

Este cuadro tiene algo de verdad y mucho de distorsión. Para entender la conducta anarquista basta tener presente uno sólo de sus principios: la persona nunca debe ejercer, ni someterse, a ningún tipo de poder impuesto sobre las personas, sea poder personal o colectivo, sea de una minoría o de una mayoría. El consiguiente corolario es que la disolución del poder depende exclusivamente del ejercicio por todos y cada uno de este principio. Bien pudiera decirse que la negación del poder, de cualquier tipo (no de la autoridad como señalamos antes) es el principio de los principios de la conducta anarquista. Se trata de una actitud que también podemos resumir en las personas por encima del poder y no el poder por encima de las personas. Por eso la acción directa, por eso el rechazo a recibir limosnas denigrantes de nadie, por eso el no compromiso con gobiernos o estados ni con las instituciones que se han conformado para asegurar el poder, por eso el rechazo a la representación que no sea medida y controlada, por eso no se dan cheques en blanco a nada ni a nadie, por eso la oposición radical a todo aquello que acentúe las pseudo diferencias y por eso, menos de menos, encandilarse con el fulgor de las 30 monedas al que siempre se ha apelado, como último o primer recurso, para comprar adhesiones.

Quizás se pueda aclarar el punto recordando algo de lo que hemos dicho antes. Para el anarquismo, el individuo es la base de la realidad social pero, sin la sociedad, el individuo ni siquiera puede ser. Esto hace que, a pesar de esta natural dependencia, para conformar esa realidad social se requiere del consentimiento voluntario del individuo que es lo que permite concretar libremente la cooperación necesaria para constituirla. Se trata de un consentimiento responsable, pero no de una responsabilidad para reclamarla a los otros sino para asumirla personalmente, cada uno ante sí mismo. Y cualquier forma de opresión, cualquier limitación de la libertad, cualquier tipo de coerción, cualquier tipo de dominio o poder, no sólo disminuye la libertad sino que también nos quita responsabilidad sobre nuestras acciones y entonces ¿Cómo se puede ser uno mismo si no se es libre y responsable de lo que uno piensa, dice y hace? Y, si no se es uno mismo ¿Cómo se puede conformar una sociedad sin oposiciones ni enfrentamientos en el que otros encuentren la debilidad necesaria para imponerse? Sólo individuos libres pueden hacer una sociedad libre. Hemos mencionado el pluralismo anarquista y esto se pone en evidencia en muchas cuestiones y la conducta adoptada por los anarquistas frente a ellas. Como ejemplos citamos las referidas a la propiedad, sobre la que hay numerosas alternativas en cualidad y grado, como la propiedad privada, la colectiva, la corporativa, por supuesto que nunca la estatal. También hay discusiones en lo que se refiere a la organización entre los anarquistas. Muchos son los anarquistas que rechazan cualquier tipo de organización formal, no por alguna cuestión ética ni de eficiencia sino por el temor de que, bajo un manto semántico como asociación u organización, se oculte el germen del dominio y el poder ya que de coordinador a jefe el salto puede ser imperceptible. No dejamos de incluir las divergencias en torno al tipo de acción directa que han de preferirse, especialmente en lo que se refiere a métodos violentos.

El anarquismo y la violencia
Otro punto, vinculado con estos temas, es que, a pesar de que hay acuerdo de que la sociedad anarquista ha de ser no violenta, la tradición revolucionaria ha apoyado la violencia de distinto tipo y en distinto grado, como medio para la destrucción de los aparatos de fuerza y las estructuras que sostienen el poder.[10] La violencia no es en sí misma algo deseable ni tampoco el medio idóneo para alcanzar una sociedad libre porque es una forma de opresión y poder, pero muchos son los que defienden el uso de la violencia contra la violencia que ejercen los opresores y dominadores, considerando que en este caso la violencia es defensiva y no opresora. La diferencia no siempre es clara. Bien podemos decir que quienes defienden o condonan la violencia parecen afirmar que la disolución de la oposición amo/esclavo tiene prioridad sobre los reclamos de respeto a la vida de los amos, o de quienes son sus instrumentos para lograr sus propósitos. O también puede que, en este particular aspecto, los anarquistas que defienden la violencia hagan concesiones a principios útiles, como los que dan prioridad a los fines por sobre los medios con que se alcanzan, suspendiendo los principios éticos propiamente anarquistas.

El tema de la violencia entre los anarquistas es complejo y, en muchos casos, las circunstancias imponen su urgencia.[11] Las situaciones en la Guerra Civil española abundan en todos los sentidos. Pero también cabe decir que, sin pretender dar una justificación aunque tampoco debe ignorarse, en comparación con el terrorismo de las fuerza del poder, las persecuciones y matanzas de trabajadores, las cárceles y campos de exterminio de los activistas, las guerras por intereses grupales, los recursos del terrorismo de estado, las guerras a las que el Estado nos ha conducido y nos conduce, la violencia anarquista es una muestra pálida de violencia, aunque sí muy publicitada, caracterizada en su mayoría por ser puntual, específica, escrupulosa. Por otra parte, aunque las hubo, hemos de reconocer que cuando se dieron estas manifestaciones en su más alto grado durante el siglo XIX y comienzos del XX, las corrientes estrictamente pacifistas no predominaban entre los anarquistas ni tampoco en otros movimientos de cualquier otro tinte o color. Claro que en el anarquismo, como siempre, el tema fue discutido y nunca dejó de haber corrientes no-violentas y hasta fueron los suficientemente influyentes al punto que actualmente tienen un importante lugar en el movimiento.

El pacifismo anarquista acentúa los principios de respeto al ser humano sin distingos, se apoya en un concepto de solidaridad y amor mucho más fuerte que la fraternidad habitual entre los grupos de afinidad de cualquier índole, otorgando una impronta novedosa a la noción de individuo y sus relaciones con otros individuos. Bien puede decirse que, para estos grupos, el amor entre los seres humanos (no necesariamente a la Humanidad como una abstracción) se hace el último concepto que nos caracteriza como humanos al punto que, si este sentimiento no se ha sentido y sólo se ha pensado, se puede afirmar que no se ha experimentado el fondo último del anarquismo y la idea queda todavía como una empresa por realizar plenamente en cada uno de nosotros. Sin embargo, el Estado, y el gobierno, que tienen el poder, tienen también la fuerza física para imponerse -ejército, policía- y cabe esperar que en algún momento el conflicto por disolverlo se tenga que resolver en términos materiales de violencia debido al uso monopólico de tales recursos que hacen en su favor.

Mencionamos antes la utilidad o la conveniencia, o también la eficiencia, relacionada con la violencia y éste es un aspecto a tener en seria consideración. Aclaramos nuevamente que no se trata de la utilidad o la eficiencia en el sentido de que hacer algo exitosamente que vaya en favor de nuestros intereses, que es deseable, sino en el sentido de priorizar los fines sobre los medios empleados para alcanzarlos. La conveniencia es algo que afecta las decisiones en una particular circunstancia, por ejemplo el apoyo a los aliados por Kropotkin en la Primera Gran Guerra Mundial, o por Rocker en la Segunda. Pensamos que estas situaciones son de las más difíciles para el anarquismo, porque la utilidad no forma parte de sus principios fundamentales, como sí lo son los de libertad, felicidad o realización óptima del ser humano, que incluye el respeto a la vida. Evaluar en una dada circunstancia la conveniencia del apoyo o no a una acción dudosa es lo que hace más necesario que nunca el diálogo y el intercambio de experiencias, conocimientos, perspectivas entre los muchos individuos.[12] Por supuesto que adoptar una acción por utilidad no es señal de inconsistencia, especialmente si el beneficio tiene un sentido amplio, pero dado que el provecho a corto plazo es hoy por hoy la regla que domina la mayoría de las decisiones en los sistemas dominadores, se debe ser muy cuidadoso en su justificación, criterio y alcance cuando se adopta como guía de las acciones del anarquismo.

Anarquismo en positivo
El principio que hemos delineado de rechazo al poder, un principio negativo, tiene valor en tanto se busca la sociedad que se desea, pero sin duda que no puede ser un principio dentro de esa sociedad cuando se la alcance ya que en ella no habría poder alguno. Pero que no debiera haber poder de nadie sobre nadie no señala lo que debiera haber, lo positivo que debe primar en las relaciones entre las personas en una sociedad libre. El anarquismo, en cualquiera de sus vertientes, tiene una aspiración socialista, que podemos considerar pre-doctrinal o pre-filosófica como diría Heidegger, que se relaciona con las políticas de generación de bienes y distribución de carencias. Esto significa que, en una sociedad anarquista, si se quiere eliminar el poder como motor de las acciones colectivas, debe predominar la responsabilidad personal y tener confianza en que los seres humanos podemos colaborar sin necesidad de obedecer órdenes y coacciones, que podemos expresarnos y comunicarnos dando objeciones y consentimientos para que prevalezca el acuerdo voluntario, puede que tácito en muchas oportunidades, especialmente frente a quienes gozan de autoridad en algún sentido particular. En otras palabras, en una sociedad sin poder, la confianza en las personas debe dejar de ser un acontecimiento contingente de las relaciones sociales y convertirse en el modo habitual de actuar de todos. Fácil es decirlo, pero para muchos es hasta difícil de imaginarlo luego de tantos siglos de un poder sembrando la desconfianza con sus pseudos divisiones, de las que muchos han sido, y son, víctimas. Sin duda que éste es uno de los aspectos más difíciles de los que propone el anarquismo, porque pasa por la modificación de un modo personal de establecer las relaciones sociales que sólo puede alcanzarse con la propia vivencia. No se trata, asumiendo la distinción de Ortega y Gasset, de modificar una idea que el intelecto propone sino una creencia que es aquello que somos y con lo que contamos.[13]

Ortega distingue entre idea, que es una ocupación intelectual, de la creencia que es aquello en lo que, concientemente o sin saberlo, estamos (estar en una creencia), que somos, con lo que contamos sin pensarlo, para enfrentar la existencia. Es fácil pensar en el favor del otro, no lo es tanto poder contar con el otro, creer en el otro como algo que, sin pensar, contamos al punto que nos sorprenda cuando no hay tal solidaridad. Si algo los anarquistas hemos de mostrar en nuestras agrupaciones es que, difícil o no, es posible contar siempre con el otro, y esta confianza en los otros no puede aprehenderse intelectualmente sino que tiene que vivirse. Intelectualmente, nada asegura que alguien puede ser confiable o no, la duda siempre es posible y las alternativas son igualmente probables, sea entre dos personas o en un grupo o entre grupos. Que la confianza en el otro sea la alternativa más posible sólo se puede experimentar, constatando en la práctica del anarquismo, en la realización continua de acuerdos a partir de desacuerdos, que aceptar francamente la opinión de otro no es perder sino ganar, que colaborar voluntariamente no es someterse sino expresión de libertad, que nuestra individualidad se afirma en la coherencia y sintonía con los demás. Todo lo cual es el alma del anarquismo y por eso, si el anarquismo es, es una idea que se vive.

Desde otro ángulo, sin duda que la perspectiva del anarquismo es la perspectiva del sometido, del gobernado, del oprimido, del postergado. Pero se trata de las personas sometidas, gobernadas, oprimidas, postergadas, no de abstracciones como las supuestas clases sociales oprimidas, o pueblos sometidos, porque una vez establecidas tales abstracciones, terminan por darle prioridad a la pertenencia a la clase, el partido o el grupo, por sobre su cualidad de personas y estableciendo un determinismo que es totalmente ajeno a la libertad individual. Para el anarquismo no se trata de un enfrentamiento entre grupos en el que hay que ganar, como en un combate, sino de una idea que se debe difundir para impedir que haya tales combates. Así como hay que rescatar al oprimido en su individualidad y calidad humana, también hay que hacerlo con el que oprime, que también ha perdido su individualidad y calidad humana. El anarquismo atañe a la persona, no busca eliminarla, y no atañe a un club deportivo ni a una casta ni a una raza ni a una clase social. Esto es también parte de lo que entendemos cuando decíamos que el anarquismo es plural, porque anarquista puede ser un príncipe y un mendigo, un santo y un pecador, un blanco y un negro, un hijo de empresario y un hijo de obrero, un estudiante y un analfabeto. Derrotar el ejercicio del dominio de unos sobre otros para restaurar, o construir, la persona, el humano como humano, es la expresión de voluntad del anarquismo frente a lo que vemos es una institucionalidad que conduce al cese del ser libre que somos. Cuando Hobbes sentó las bases del Estado, y habló de ceder ciertas libertades para crearlo, no atendió a que de esta forma se cedía mucho más que lo dicho, porque la libertad no es algo que se posee y que pueda fraccionarse sino que es un ejercicio, es un modo de ser y actuar que no tiene partes, aunque puede tener grados.[14] Entonces, ceder parte de la libertad puede ser sinónimo de dejar de ser libres completamente.

En el aspecto positivo, la partícula negativa a- de a-narquismo ilustra claramente muchas de las cuestiones que se discuten en nuestro tiempo. Nos referimos, por ejemplo, a que la cuestión racial es un problema que en el anarquismo carece de sentido. En una sociedad anarquista desaparece eso que se llama identidad racial como una categoría definida en términos de opresión y dominio y la característica racial pasa a ser un término descriptivo, como ser gordo, calvo o ingeniero, sin ningún tipo de repercusión social, política, normativa o de cualquier otra índole. En forma similar, tampoco tiene alguna significación el problema de predominio de un sexo sobre otro. Mujeres y varones somos iguales, tal como lo dice la Biblia en el primer relato de la creación del hombre, Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó que luego se corrige con la versión de Adán y Eva. Somos con nuestras diferencias, sean fisiológicas, reproductivas, intelectuales, de perspectivas, modos de estar en el mundo, pero los sexos no son clases sociales, la identidad sexual tiene el significado que cada uno desee darle y la pregunta de cómo serían las relaciones entre sexos en una sociedad anarquista carece tanto de sentido como la anterior entre razas o como la que hay entre amigos. En todos los casos, se trata de relaciones entre personas, sometidas hoy a estos prejuicios y falsas concepciones que se derivan del poder y afán de dominio que introduce miles de fracciones y divisiones entre lo que no es sino una humanidad integrada por todos los individuos en igual grado y medida.

Tampoco en la anarquía tienen sentido expresiones como El poder al puebloDemocracia participativaProtagonismo de la genteEl Gobierno de todos, porque todas estas propuestas, de contenido emocional indudable, se refieren al gobierno que sabemos finalizará por resolverse en algún grupo que represente a ese pueblo, a esa gente y se sacrifique asumiendo el gobierno para reproducir los mismos vicios de todo gobierno del estado. Como decía Rousseau, gente representada es gente esclavizada. En una sociedad anarquista no hay un grupo que toma decisiones, las decisiones las toman todos y cada uno. Claro es que, en una sociedad pequeña, puede ser más sencillo que en grupos mayores donde pueden ser necesarios acuerdos de largo plazo, mayor grado de confianza en los demás, establecimiento de ciertos códigos de procedimiento (no coercitivos ni fundados en el dominio) u otros mecanismo para alcanzar las metas establecidas y nadie ha dicho que hacerlo sea fácil y que no se cometan errores en el camino. Pero esos errores son subsanables si tenemos claro que el principio de decisión individual responsable, el compromiso personal y la confianza en los otros son las actitudes que evitarían que la elección de usar metros o yardas, si se conduce por la derecha o la izquierda o si mantenemos las bases adoptadas para una determinada línea de producción, tengan que ser reconsideradas a cada momento y en forma permanente porque desconfiamos de los demás. Hemos de creer en el otro, contar con el otro tal como contamos con nosotros mismos.

En esto, que cada uno decide, el punto central a tener en cuenta es que el mundo no puede ser el que cada uno quiere, sino que hemos de decidir cuál es el mundo que hemos de tener, porque hay sólo un mundo para todos. He de proponer el mío y he de escuchar las propuestas de los otros que seguramente pueden contraponerse a la mía. Pero, seguramente, si otras opciones diferentes se establecen, tendré a cambio de la postergación de alguna de mis propuestas, el beneficio de disfrutar con los otros que también han elegido para el bien de todos enriqueciendo mis ideas originales, porque esto no los hace dominadores ni superiores en ningún sentido. Será un ejercicio de libertad ofrecer y aceptar, admitir y rechazar, que nos hará mejores humanos. Claro que, nuestra actual experiencia, educación y prejuicios hacen que tengamos poca, o ninguna, confianza en que los demás piensen en mi beneficio tanto como en el de ellos mismos y lo hagan sin pretensiones de dominio. Por esto vivimos en una maraña de controles, coacciones, impedimentos, que tratan, con mayor o menor éxito, de conducir el dominio. Éste es sin duda uno de los grandes desafíos de una sociedad anarquista y, aunque la tarea parece ciclópea, estimamos que hace falta muy poco para lograrla: sólo hay que tener el coraje de vivir la idea y cambiar los prejuicios inculcados para conformar las características del ser humano que nos permitan ser mejores. Sea como sea, lo que si es claro es que en una sociedad anarquista no puede haber una clase o grupo que tome decisiones y otra clase que obligatoriamente deba obedecerlas.

Si todos participamos en la toma de decisiones, algo que sin duda la técnica disponible puede hacer relativamente fácil, esto impone un gran peso en cada uno de nosotros, un aspecto que atañe a la práctica del anarquismo. Muchos y diversos problemas son los que se debaten a gran escala y, si hemos de participar en sus soluciones responsablemente, esto obliga a que tengamos noticia y adoptemos posiciones respecto a ellos no sólo pensando en nuestro limitado egoísmo, tal como se nos educa, sino en el bien de todos. La marcha de la técnica, los modos de producción, la distribución de los bienes han sido dirigidos hasta ahora por los grupos de poder, por lo que no basta simplemente oponerse al actual sino pensar en alternativas que la técnica, la producción y el consumo han de seguir.[15] Como dice el refrán, es fácil pedir agua, lo difícil es obtenerla y distribuirla. En esto se debe ser consciente que el anarquismo esté todavía limitado en sus soluciones, o que la tarea puede que hasta sea imposible, porque muchas son las líneas que parecen moverse con autonomía, como el crecimiento demográfico, el desarrollo técnico, los avances científicos, las deficiencias energéticas, problemas a los que no se puede enfrentar con los mismos procedimientos utilizados hasta ahora de control, represión, coacción a favor de pequeños intereses. En estos aspectos, el anarquismo enfrenta fuertes desafíos, y el marxismo dirá que en la conciencia de esta limitación radica la debilidad y el carácter utópico del anarquismo, mientras que las llamadas ideologías del progreso dirán que en estas situaciones se deben adoptar decisiones en función del interés de los factores de poder que naturalmente lideran la marcha. Frente a estas situaciones, y atendiendo a estas críticas, el anarquismo debe construir sus propuestas sin abandonar los principios que lo guían y sobre los que estamos reflexionando. Como en todo, entre los anarquistas hay muchas propuestas de solución, pero entre todos hay que buscar la solución, aunque no sea permanente ni única.

Pero tomar conciencia de una limitación, no es signo de debilidad, puede ser el signo de fortaleza para enfrentar los futuros imprevisibles de la historia, que también se construye con lo que no podemos fiscalizar ni dominar ni entender. El pretendido determinismo de los hechos y de la historia no parece haber sido sino resultado del afán de poder y señorío sobre la naturaleza y la marcha de los acontecimientos. Puede que el indeterminismo del futuro también contribuya a abrir espacios para la libertad presente y, a su vez, que el presente no sea asunto de absoluto control sino de armonía dinámica, de establecer ritmos compatibles para favorecer la vida y evitar necesidades. Porque la clave no está en satisfacer necesidades, sino en que no las haya. Aunque en esto, pretender la anulación de todo tipo de sorpresas e imprevistos en vista de la cantidad y magnitud de actividades que realizamos, de la evolución que hacemos en nuestras metas y ambiciones, de los desastres que nosotros mismos producimos con nuestros errores, es pretender congelar la vida, o reducirla a estadios anteriores, que también tuvieron dificultades similares o mayores. En una sociedad anarquista no faltarán problemas, sólo que el modo resolverlos será diferente y, lo que es más importante, el modo de vivirlos será mejor. Y puede que también las soluciones.

Anarquismo, individuo y sociedad
Dos corrientes surgen naturalmente de lo que hemos visto del anarquismo, según sea el predominio que tomen en uno y otro los dos aspectos que la idea de anarquismo pretende resolver, la vida individual y la vida colectiva. En consecuencia, se puede encontrar una vertiente que llamaríamos individualista y otra que llamaríamos socialista, para darles un nombre que las identifique.

Ante todo, la corriente individualista no debe confundirse con el individualismo burgués y sus posiciones que en nada se asemejan al anarquismo.[16]. Por otra parte, recordemos que ésta fue la acusación de Marx a Stirner, el más grande representante de la corriente individualista dentro del anarquismo, aunque el mismo Stirner nunca se llamó a sí mismo anarquista. Sin duda que para Stirner el egoísmo es absoluto y los otros están allí meramente para mi satisfacción. Sin embargo, se ha de tener muy claro que esta expresión no ha de leerse en términos psicológicos o capitalistas, sino filosóficos, porque este egoísmo no anula el amor a los otros ni tampoco la asociación cooperativa voluntaria, la unión libre. Más aún, cuando Stirner escribe su trabajo no lo hace en los términos del único entendido como miembro de un grupo superior presente o futuro, sino que habló de una rebelión de los únicos, de cada uno de nosotros en nuestro carácter de únicos. La propuesta de Sitrner señala con energía lo profundo de la concepción de que la sustancia última, la realidad última, es el individuo, poniendo en evidencia que la sociedad de los últimos siglos ha sacrificado a ese individuo en el altar de los absolutos, sean Dios, el Estado, la Patria, la Empresa, el Espíritu de un Pueblo, el Poder, la Revolución o cualquiera otro que se le ocurra y el grupo que asume la representación de ese absoluto se ha encargado de institucionalizarnos, ordenarnos, clasificarnos, determinarnos en su nombre. [17] La gran mayoría hemos dejado de ser de únicos para ser masa, pueblo, clase, en un afán simplificador de la complejidad de la vida humana individual para poder dominarla.[18]

La corriente socialista refuerza la aspiración colectivista del anarquismo, eso que anteriormente llamamos un socialismo pre-doctrinal, con un carácter más social que filosófico, orientado a establecer las mejores formas de producción y distribución de la riqueza. El interés central de esta corriente está en la resolución de los problemas que se derivan de la vida colectiva, fuera de la cual el individuo no puede ni siquiera existir. Sin embargo, este movimiento no hace de la sociedad o la clase, al modo marxista, la realidad primaria y no dejan de reconocer que no son sino ficciones impuestas por el poder dominante en su afán separador puesto que la verdadera vida colectiva no es sino la suma de las acciones voluntarias de los individuos. Porque, sin duda, el individuo no llega a ser tal a menos que pueda superar las coacciones que el poder impone y esto no lo puede hacer en soledad ni aislado de los otros individuos. Cambiando el acento de lo que dijimos antes, sólo una sociedad libre puede hacer individuos libres.

No podemos negar que entre el individualismo y el socialismo hay una tensión que, para los críticos del anarquismo, es lo que lo torna indeciso, ambiguo e inefectivo. Pero, si atendemos al anarquismo como lo estamos haciendo, como una idea que busca satisfacer una visión del ser humano, trabajando tanto en el desarrollo intelectual de la idea como en la experiencia que se deriva de vivirla, la tensión puede ser precisamente la que nos impide caer en el dominio del todo sobre el individuo o el abandono del todo en beneficio del egoísmo individual. Mientras no se tenga una sólida experiencia de una sociedad sin poder, no hay que eliminar esta dificultad entre opuestos, porque esta tensión dialéctica es el motor para que el anarquismo nunca se detenga en la constante oscilación entre estos extremos, sin que nunca se instale en uno de ellos ni tampoco se detenga en un equilibrio paralizante. Ni el individuo es una realidad plenamente realizada en su potencial, ni tampoco la sociedad ha logrado estructurarse en el modo que haga posible actualizar ese potencial, de forma que la tensión es el elemento que inquieta, incomoda y nos mueve a buscar lo imposible para que lo posible se haga realidad.

Anarquismo, Dios y naturaleza
La percepción del anarquismo ha sido de ateísmo y puede que la mayoría de sus miembros lo sean. Pero no creo que refleje exactamente la posición del anarquismo en su complejidad. Ciertamente, podemos calificar al anarquismo de anticlericalismo, de oponerse al manejo de la religión como un recurso para dominio de un grupo, pero no necesariamente esto sea sinónimo de negación de la espiritualidad que para muchos se canaliza en un sentimiento religioso. El anarquismo, quizás mucho más católico que protestante en sus raíces para situarlo de alguna manera, no hace de Dios una proyección feuerbachiana del humano, como lo hizo Marx que también proyectó esta desacralización de Dios a la naturaleza, a la que hay que transformar. El anarquismo no considera el tema desde esta perspectiva y reconoce en Dios una referencia más seria que la que puede derivarse de un total materialismo. Bien podríamos señalar que en las rebeliones anarquistas contra el poder de la Iglesia, hay una manifestación de espiritualidad más profunda que las meras formas y usos que las instituciones religiosas han hecho de la divinidad para el dominio. La relación que el individuo puede tener con el Absoluto, cualquiera que sea la forma que ese Absoluto adopte, forma parte de las muchas opciones que cada uno tiene en la existencia y de la cual es responsable.

En forma similar, y a diferencia del marxismo o del capitalismo, para el anarquismo la naturaleza no es un enemigo que hay que dominar, transformar, someter, aunque tampoco es un ámbito que nos determine y domine con sus leyes inmutables de las que no podemos escapar. Así como vivimos en relación con otros individuos en una sociedad humana, vivimos en relación con el entorno, con otros seres vivos entre los que afirmamos nuestra creatividad, nuestra unicidad, nuestra libertad, pero no para someter que implicaría alienación de la circunstancia y antagonismo suicida. La armonía que se persigue en la sociedad se puede extender a la armonía con nuestro medio ambiente, lo que seguramente no es la posición más fácil de lograr pero probablemente la que pueda brindarnos mayores satisfacciones a largo plazo.

Conclusión
Revisando lo escrito cabe señalar, a modo de resumen, lo que hemos tratado y las conclusiones parciales:
1. El anarquismo es una idea que se piensa y que se vive.
2.  Para el anarquismo, la realidad social última es el individuo.
3. El individuo es esencialmente libertad, indeterminación, construcción de sí mismo, autonomía, autogestión.
4. En consecuencia, el individuo es responsable de sus acciones.
5. La verdadera cooperación es resultado de acuerdos libres y voluntarios.
6. La libertad encierra la responsabilidad de construirnos y construir la sociedad en que vivimos.
7. La admisión del dominio y poder en cualquier ámbito es una negación de nuestra humanidad.
8. El estado es la expresión máxima del poder y, por tanto, del proceso de anulación de la humanidad del ser humano.
9. Las múltiples divisiones entre los humanos que hoy se debaten, y la Justicia que intenta resolver sus conflictos, son pseudos diferencias y manifestaciones del poder.
10. La autoridad es una categoría diferente del poder.
11. El centro de una ética anarquista es la confianza en el otro, que debe otorgarse y merecerse.
12. La alternativa a la toma de decisiones fundadas en el dominio es que todos y cada uno decidamos, aunque la manera de hacerlo puede variar de una circunstancia a otra.
13. Una sociedad libre sólo puede serlo con individuos libres y los individuos libres sólo pueden serlo en una sociedad libre.
14. Individualismo y socialismo generan en el anarquismo una tensión que no debe anularse sino que es el motor de la búsqueda de soluciones. No hay solución definitiva ni equilibrio permanente frente a la dialéctica de opuestos, hay armonía dinámica.
15. Los anarquistas, de formas muy variadas, sostienen una espiritualidad que se manifiesta tanto en su posición frente al Absoluto como frente a lo que coexiste con el hombre, la naturaleza.

Gracias por su atención.


[1] En este sentido no compartimos la 12ª tesis  de Díaz, C. y F. García en 16 tesis sobre el anarquismo, Madrid, (1978), p. 71 de que el anarquismo es la izquierda del marxismo, porque el anarquismo no es una parte del marxismo, ni siquiera su izquierda, al punto que estimamos entre ambos existen grandes diferencias teóricas y prácticas que la marcha de los tiempos no hacen sino hacerlas cada vez más evidentes.
[2] Cfr. Cappelletti, A.: La Ideología del anarquismo, Caracas, (1985). Cappelletti no usa en su trabajo el término ideología con la significación que aquí le damos y más bien podría asociarse a nuestra idea de anarquismo, o conjunto de ideas sobre el anarquismo.
[3] Cfr. Malatesta, E.: Pensamiento y Acción revolucionarios, (Comp. Por Vernon Richards), Buenos Aires, (1974), p.217. En el Congreso de la Internacional de Berna en 1876 dijo: Seguimos a las ideas y no a los hombres, y nos rebelamos contre este hábito de encarnar un principio en un hombre.
[4] En este sentido, estimamos que más grave es la situación en Venezuela donde el lenguaje del gobierno ha abandonado la terminología de políticas de una u otra clase para adoptar la nomenclatura de planes estratégicos, con una connotación claramente militar y de enfrentamiento agresivo. Este carácter alcanza el punto que la Universidad Central de Venezuela ha establecido un Comando Estratégico como la instancia a nivel rectoral encargada de elaborar lo que anteriormente se conocía como Planes Académicos y que ahora son Planes Estratégicos de estudio e investigación.
[5] Cfr. Gijer, S.: Sociedad civil en Díaz, E. y A. Ruiz Miguel (Ed) Filosofía polítca II. Teoría del estado, Madrid, 1996, p. 125: Su inclinación a entender el Estado como mero subproducto de la dominación clasista, forzó a Marx a no considerar sistemáticamente su autonomía y dinámicas propias ni tampoco la de las demás organizaciones y asociaciones propias del orden civil capitalista.
[6] Cfr. Vallota, A. D.: Ambivalencia metafísica del poder, , que se puede consultar en Capítulos Nª 67, 2003, Revista del SELA, (Sistema Económico Latino Americano) http://www.sela.org/public_html/AA2K3/ESP/cap/N67/cap67-4A.htm.
[7] Cfr. Vallota, A. D.: Ambivalencia metafísica del poder, que se puede consultar en Capítulos Nª 67, 2003, Revista del SELA, (Sistema Económico Latino Americano) http://www.sela.org/public_html/AA2K3/ESP/cap/N67/cap67-4A.htm.
[8] Como ejemplo de esto que decimos, la autodenominada Revolución Bolivariana que detenta el poder en Venezuela y se autoproclama socialista, originalmente organizó los llamados Círculos Bolivarianos con el slogan de que serían grupos de discusión política de base pero que progresivamente ha transformado al punto que les ha cambiado la denominación, muy acorde con la tendencia militarista dominante, por la de Unidades de Batalla Electoral. Esto lo dice todo.
[9] Baste recordar al respecto la sentencia con la que Paulino Scarfó rechazó los pedidos de clemencia por su condena a muerte en Argentina en 1930 diciendo Un anarquista no pide gracia. Cfr. Bayer, O.: Severino Di Giovanni, Buenos Aires, (1999), p. 355.
[10] Entiendo por violencia en este caso, para delimitar un término empleado con una amplitud de significaciones que lo torna casi sin sentido, la forma de agresión que involucra acciones físicas. En consecuencia, las conductas que no involucran acciones físicas, como gritos o insultos, no serían violentas, aunque no por ello dejarían de ser modos de agresión. Cfr. Vallota, A. D.: Ser no-violentos  http://www.nodo50.org/ellibertario/tripalibros.htm
[11] Basta recordar figuras como las de Diego Abad de Santillán, que tanto se opusieron desde el periódico La Protesta en Argentina a los atentados violentos de Severino DiGiovanni a finales de los años 20, tratando de distinguir entre atentados limpios de otros denigrables, y apenas 6 años después estaría inmerso en la violencia indiscriminada de la Guerra Civil Española. Cfr. Bayer, O.: Severino Di Giovanni, Buenos Aires, (1999), p. 112.
[12] Cfr. Malatesta, E.: Pensamiento y Acción revolucionarios, (Comp. Por Vernon Richards), Buenos Aires, (1974), p.55. La violencia sólo es justificable cuando resulta necesaria para defenderse a sí mismo y a los demás contra la violencia. Donde cesa la necesidad comienza el delito…El esclavo está siempre en estado de legítima defensa y, por lo tanto, su violencia contra el patrón, contra el opresor, es siempre moralmente justificable y sólo debe regularse por el criterio de la utilidad y de la economía del esfuerzo humano y de los sufrimientos humanos. (Tomado de Pensiero e Volontá del 1 de Julio de 1925).
[13] Cfr. Ortega y Gasset, J.: Ideas y creencias, Madrid, (1976), pp. 18 y ss
[14] Cfr. Hobbes,Leviatán
[15] Cfr. Méndez, N. y A. Vallota: Una perspectiva anarquista de la autogestión, en  Revista venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 1/2006, Caracas, p. 66.
[16] Cfr. Vallota, A. : Liberalismo y anarquismo en Méndez, N. y A. Vallota Bitácora de la Utopía, Caracas, (2001) pp. 90-92.
[17] Vale recordar lo que decía Stirner: La libertad del pueblo no es mi libertad. Cfr. Stirner, M.: El único y su propiedad, Barcelona, (1985) Vol 11, p. 65.
[18] Sobre las corrientes individualistas y sus fundamentos, cfr. Díez, X.: La insumisión voluntaria en Germinal 1, Madrid, (2006), pp. 27-38.