J
C – 19/07/2024
[ Publicado en Middle
East Eye ]
Traducción del inglés:
Arrezafe
Según denuncian algunos
soldados israelíes, las mujeres y los niños palestinos son objeto
de ataques deliberados. De la tropa a los altos mandos, las reglas de
la guerra han sido destruidas.
Y siguen bombardeando. El pasado fin de semana, Israel lanzó otro devastador ataque
aéreo sobre Gaza matando al menos a 90 palestinos y dejando
cientos de heridos, mujeres, niños y trabajadores de salvamento.
Una vez más, Israel
atacó a los refugiados, desplazados por sus bombardeos anteriores,
convirtiendo una zona declarada oficialmente “segura” en un campo
de exterminio.
Y una vez más, las
potencias occidentales se encogen de hombros. Están demasiado
ocupadas acusando a Rusia de crímenes de guerra como para
preocuparse por los crímenes de guerra mucho peores que su aliado
israelí esta infligiendo a Gaza con armas que ellos mismos le han
suministrado.
La atrocidad cometida en
el campamento de al-Mawasi, colmado de 80.000
civiles, tuvo la habitual cobertura israelí, diseñada para
tranquilizar al público occidental y hacerle creer que sus líderes
no son lo absolutamente hipócritas que parecen ser por apoyar lo que
el Tribunal Internacional ha descrito como un “genocidio
plausible”.
Israel declaró que
intentaba eliminar a dos líderes de Hamas –uno de ellos Mohammed
Deif, jefe del ala militar del grupo–, aunque el primer ministro
israelí, Benjamin Netanyahu, no
parece estar seguro del éxito del ataque.
Nadie en los medios
occidentales se ha preguntado por qué estos dos combatientes
decidieron convertirse en blanco de ataques en un campo de refugiados
improvisado y superpoblado, donde corrían un enorme riesgo de ser
traicionados por un informante israelí, en lugar de refugiarse en la
extensa red de túneles de Hamás.
¿O por qué Israel
consideró necesario arrojar tal cantidad de bombas y misiles sobre
la multitud para eliminar a dos personas? ¿Es esa la nueva y
ampliada redefinición
israelí de “asesinato selectivo”?
¿O por qué sus pilotos
y operadores de drones continuaron atacando
a los equipos de rescate de emergencia que lidiaban con la
destrucción inicial? ¿Había información de que Deif no sólo se
escondía en el campamento, sino que también se había quedado para
rescatar a los sobrevivientes?
¿O cómo matar y mutilar
a cientos de civiles en un intento de atacar a dos combatientes de
Hamas podría cumplir con los principios más básicos del derecho
internacional? La “proporción” y la “distinción”, exigen
que los ejércitos evalúen la ventaja militar de un ataque frente al
costo previsto de vidas civiles.
Venganza bíblica
Pero Israel ha roto las
reglas básicas de la guerra. Según fuentes del ejército israelí,
ahora consideran aceptable matar a más de 100 civiles palestinos en
la persecución de un solo comandante de Hamás, un comandante
que, cabe señalar, simplemente será reemplazado en el momento que
muera.
Incluso si los dos
líderes de Hamas hubieran sido asesinados, Israel no habría tenido
ninguna duda de que estaba perpetrando un crimen de guerra, pero ha
aprendido que cuanto más rutinarios son sus crímenes de guerra,
menos cobertura reciben y menos indignación provocan.
En los últimos días,
Israel ha atacado varias escuelas de las Naciones Unidas que servían
de refugio, asesinando a decenas más de palestinos. El martes, otro
ataque en la “zona segura” de al-Mawasi mató a 17 personas.
Según la agencia de la
ONU para los refugiados, UNRWA, más del 70 por ciento de sus
escuelas (casi todas ellas sirven como refugios para los desplazados)
han
sido bombardeadas.
La semana pasada, médicos
occidentales que trabajaron como voluntarios en Gaza denunciaron que
Israel estaba añadiendo metralla a sus armas a fin de maximizar las
lesiones de quienes se encontraban en el radio de la explosión. Los
niños, debido al tamaño más pequeño de sus cuerpos, están
sufriendo heridas mucho
más graves.
Las agencias de ayuda no
pueden tratar adecuadamente a los heridos porque Israel ha estado
bloqueando la entrada de suministros
médicos a Gaza.
Cometer crímenes de
guerra, si es que los occidentales aún no se han dado cuenta, es el
verdadero objetivo de la “operación militar” que Israel lanzó
contra Gaza tras el breve ataque de Hamás el 7 de octubre.
Es por eso que hay más
de 38.800 muertes registradas a raíz de los 10 meses de ataque de
Israel, una cifra seguramente cuatro veces mayor, según
eminentes investigadores han expuesto en la revista médica
Lancet este mes.
Por eso, según la ONU,
se necesitarán al menos 15
años para limpiar los escombros esparcidos por Gaza por las
bombas israelíes, y hasta 80
años –y 50.000 millones de dólares– para reconstruir las
casas de los 2,3 millones de habitantes del enclave que aún queden
con vida al final de este genocidio.
Los objetivos gemelos de
Israel han sido la venganza bíblica y la eliminación de Gaza: una
ofensiva
genocida para expulsar a la aterrorizada población, idealmente
al vecino Egipto.
Política de disparar
indiscriminadamente
Si esto no estaba
suficientemente claro, recientemente seis soldados israelíes dieron
un paso al frente para hablar sobre lo que habían presenciado
mientras servían en Gaza, una historia de la que los medios
occidentales no han informado en absoluto.
Sus testimonios,
publicados
la semana pasada por la revista israelí +972, confirman lo que los
palestinos vienen denunciando hace meses.
Los comandantes han
autorizado a sus tropas a abrir fuego a voluntad contra los
palestinos. Cualquiera que entre en zonas consideradas por el
ejército israelí como “zonas prohibidas”, es abatido a tiros,
ya sea hombre, mujer o niño.
En marzo, el periódico
israelí Haaretz advirtió del establecimiento de dichas
“zonas
de exterminio” por parte del ejército israelí, en las que
cualquiera que entre es ejecutado sin previo aviso.
Tras meses de deliberado
bloqueo de la ayuda humanitaria, Israel ha provocado una hambruna y
propiciado que el ejército israelí haya convertido la desesperada
búsqueda de alimentos por parte de la población de Gaza en un juego
de ruleta rusa.
Quizá esto explique, en
parte, por qué hay tantos palestinos desaparecidos: Save the
Children estima
que hay unos 21.000 niños desaparecidos. Los soldados citados en la
revista +972 manifiestan que las víctimas de la política de disparo
indiscriminado son apartadas y ocultadas mediante excavadoras de las
rutas por donde transitan los convoyes de ayuda internacional para
que no sean vistas.
Un soldado de reserva,
identificado sólo como S, dijo que una excavadora Caterpillar
“limpia la zona de cadáveres, los entierra bajo los escombros y
los voltea a un lado para que los convoyes no los vean, y las
imágenes de personas en avanzado estado de descomposición no sean
expuestas”. Además, estel soldado señaló que: “Toda la zona
[de Gaza donde opera el ejército] estaba colmada de cadáveres…
Hay un olor horrible a muerte”.
Varios soldados
informaron que, privados de comida y agua durante meses, al igual que
la población de Gaza, gatos y perros callejeros se alimentan de los
cadáveres.
El ejército israelí se
ha negado reiteradamente a publicar sus normas sobre la manera de
abrir fuego desde que los tribunales israelíes la impugnaron por
primera vez en la década de 1980.
Un soldado llamado B dijo
a la revista +972 que el ejército israelí disfrutaba de “total
libertad de acción” y que se esperaba que los soldados dispararan
directamente a cualquier palestino que se acercara a sus posiciones,
sin realizar disparo de advertencia alguno: “Está permitido
disparar a todo el mundo, a una niña y a una anciana”.
B añadió que cuando se
ordenó a los civiles que evacuaran una escuela que servía de
refugio en la ciudad de Gaza, algunos salieron por error hacia la
derecha, en lugar de hacia la izquierda, en dirección a los
soldados. Entre ellos había niños. “Todos los que fueron hacia la
derecha murieron: entre 15 y 20 personas. Había una pila de
cadáveres”.
Según B, cualquier
palestino en Gaza puede convertirse sin darse cuenta en un objetivo:
“Está prohibido caminar por allí y cualquiera que esté fuera es
sospechoso. Si vemos a alguien mirándonos desde una ventana, es
sospechoso. Disparamos”.
'Como un juego de
ordenador'
El ejército israelí,
que también se basa en prácticas militares habituales en la
Cisjordania ocupada, alienta a sus soldados a disparar incluso cuando
nadie los está atacando. Estos aleatorios e indiscriminados
estallidos de fuego indiscriminado se conocen como “demostración
de presencia” o, para ser más precisos, aterrorizar a la población
civil poniéndola en peligro.
En otros casos, los
soldados abren fuego simplemente para desahogarse, divertirse o, como
lo expresó un soldado, “experimentar el evento” de estar en
Gaza.
Yuval Green, un
reservista de 26 años de Jerusalén, el único soldado dispuesto a
dar su nombre, observó: “La gente disparaba sólo para aliviar el
aburrimiento”.
Otro soldado, M, también
señaló que “se dispara desenfrenadamente, como locos”, y no
sólo con armas pequeñas. Las tropas utilizan ametralladoras,
tanques y morteros en un frenesí similar e injustificado.
A, un oficial de la
dirección de operaciones del ejército, señaló que este clima de
absoluta temeridad se extendía a toda la cadena de mando.
Aunque la destrucción de
hospitales, escuelas, mezquitas, iglesias y organizaciones de ayuda
internacional requiere la autorización de un oficial superior, en la
práctica, tales operaciones casi siempre son aprobadas, dijo A.
“Puedo contar con los
dedos de una mano los casos en los que nos dijeron que no
disparáramos. Incluso en asuntos tan delicados como las escuelas,
[la aprobación] parece una mera formalidad… Nadie derramará una
lágrima si derribamos una casa cuando no era necesario o si
disparamos a alguien a quien no teníamos por qué hacerlo”.
Al comentar sobre el
estado de ánimo en la sala de operaciones, A dijo que destruir
edificios a menudo "se experimentaba como un juego de
computadora".
Además, A puso en duda
la aserción de Israel de que los combatientes de Hamás
representaban una gran proporción de la cifra de muertos en Gaza.
Cualquiera atrapado en las “zonas de muerte” establecidas por
Israel o que sea blanco de un soldado aburrido, es considerado
“terrorista”.
Casas en llamas
Los soldados también
informaron que sus comandantes destruyen casas, no porque sospechen
que pudieran servir como bases para los combatientes de Hamás, sino
simplemente por un deseo de venganza contra toda la población.
Sus testimonios confirman
un informe
anterior de Haaretz según el cual el ejército está
aplicando una política de quemar viviendas palestinas una vez que
han cumplido su función de alojamiento temporal para los soldados.
Green dijo que el principio era: “Si te vas, tienes que quemar la
casa”. Según B, su compañía “quemó cientos de casas”.
Los pilotos de combate y
los operadores de aviones no tripulados de Israel también están
aplicando una política de destrucción gratuita y vengativa (a una
escala mucho mayor), lo que explica por qué al menos dos tercios de
las viviendas de Gaza ha quedado en ruinas.
Pero hay más mentiras.
Una de las razones que se esgrimen para justificar la presencia de
Israel en Gaza es la de “recuperar a los rehenes”, es decir, las
decenas de israelíes que fueron llevados a Gaza el 7 de octubre. Sin
embargo, dicho mensaje parece no haber llegado a oídos del ejército
israelí.
Green señaló que, a
pesar de la operación sorpresa del mes pasado, en la que más de 270
palestinos fueron asesinados para rescatar a cuatro rehenes
israelíes, en realidad, el ejército israelí es profundamente
indiferente
al destino de los rehenes.
Green dijo que escuchó a
otros soldados decir: “Los rehenes están muertos, no tienen
ninguna oportunidad, hay que abandonarlos”.
En diciembre, las tropas
israelíes mataron a tiros a tres rehenes que ondeaban banderas
blancas. Los disparos a mansalva contra edificios suponen la misma
amenaza para las vidas de los rehenes que para las de los
combatientes y civiles palestinos.
Esa indiferencia también
podría explicar por qué los dirigentes políticos y militares
israelíes han estado dispuestos a llevar a cabo un bombardeo tan
amplio de edificios y túneles en Gaza, arriesgando las vidas de los
rehenes tanto como las de los civiles palestinos.
Cultura de la
violencia
La historia contada por
estos soldados en la revista +972 no debería sorprender a nadie,
salvo a aquellos que todavía se aferran desesperadamente a los
cuentos de hadas de que “el ejército israelí es el más moral del
mundo”.
De hecho, una
investigación
realizada por la CNN el fin de semana pasado, concluyó que
comandantes israelíes, identificados por funcionarios
estadounidenses como autores de crímenes de guerra particularmente
atroces en la Cisjordania ocupada durante la última década, han
sido promovidos a puestos superiores en el ejército israelí. Su
trabajo incluye el entrenamiento de tropas terrestres en Gaza y la
supervisión de operaciones que allí tienen lugar.
Un denunciante del
batallón Netzah Yehuda manifestó a CNN que los comandantes,
provenientes del sector religioso ultraortodoxo extremista de Israel,
fomentaron una cultura de violencia hacia los palestinos, incluidos
ataques estilo Gestapo.
Como la investigación de
CNN indica, la muerte y la destrucción desenfrenadas en Gaza son en
gran medida una característica, no una mancha.
Durante décadas, el
ejército israelí ha estado aplicando sus políticas inhumanas
contra los palestinos, no sólo en el pequeño enclave, sino también
en toda Cisjordania ocupada y Jerusalén Oriental.
Israel lleva 17 años
asfixiando a Gaza mediante asedio y, desde 1967, asfixiando a
Cisjordania y Jerusalén Oriental ocupadas mediante asentamientos
ilegales (muchos de ellos ocupados por violentas milicias judías)
para expulsar a la población palestina.
Lo que es nuevo es la
intensidad, la escala de muerte y destrucción que se ha permitido
que Israel inflija desde el 7 de octubre. Israel se ha quitado los
guantes con la aprobación de Occidente.
La agenda de Israel
–dejar a la Palestina histórica vacía de palestinos– ha pasado
de ser un objetivo último y distante a ser un objetivo urgente e
inmediato.
Políticos que parecen
serpientes
Sin embargo, la historia
mucho más larga de violencia y limpieza étnica de los palestinos
por parte de Israel está saliendo a la luz, a pesar de los denodados
esfuerzos de Israel por mantener nuestra atención fija en la amenaza
del supuesto “terrorismo” de Hamás.
La Corte
Internacional de Justicia de La Haya, a menudo llamada la Corte
Mundial, está considerando dos casos contra Israel. El más conocido
es el iniciado en enero, en el que se enjuicia a Israel por
genocidio.
Pero el viernes, el
Tribunal Internacional debe emitir un fallo sobre un caso anterior al
7 de octubre. Se pronunciará sobre si Israel ha violado el derecho
internacional al hacer permanente la ocupación de Palestina.
Aunque lo más urgente es
detener el genocidio en Gaza, es igualmente importante que el
tribunal reconozca el carácter ilegal del gobierno de Israel sobre
los palestinos, pues daría respaldo legal a lo que debería ser
obvio: que una ocupación militar, supuestamente temporal, se
transformó hace mucho tiempo en un proceso violento y permanente de
limpieza étnica.
Una sentencia de ese tipo
proporcionaría el contexto para comprender a qué se han enfrentado
realmente los palestinos, mientras las capitales y los medios de
comunicación occidentales han engañado a sus poblaciones año tras
año, década tras década.
Esta semana, Oxfam acusó
al nuevo gobierno
británico, encabezado por Keir Starmer, de “apoyar e incitar”
a los crímenes de guerra de Israel al pedir un alto el fuego por un
lado y al mismo tiempo suministrar activamente armas a Israel para
que continúe la matanza. El gobierno laborista también está dando
largas a la hora de restablecer la financiación a la UNRWA, la
agencia mejor situada para abordar la hambruna en Gaza.
A instancias de
Washington, el Partido Laborista está intentando bloquear los
esfuerzos del fiscal jefe de la Corte Penal Internacional para emitir
órdenes
de arresto contra Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav
Gallant, por crímenes de guerra. Y todavía no hay señales de que
Starmer tenga planes de reconocer a Palestina como Estado, lo que
supondría un punto de inflexión en el Reino Unido contra el
programa de limpieza étnica de Israel.
Lamentablemente, Starmer
es un ejemplo típico de los políticos serpiente de Occidente: hace
alarde de su
indignación por los “depravados ataques” de Rusia contra los
niños en Ucrania, mientras guarda silencio sobre los reales y aún
más depravados bombardeos y la hambruna que padecen los los niños
de Gaza.
Promete que su apoyo a
los ucranianos “no flaqueará”, pero su apoyo a los palestinos de
Gaza, que se enfrentan a un genocidio, ni siquiera ha comenzado.
Los palestinos de Gaza –y
de la Cisjordania ocupada y Jerusalén Oriental– no sólo se
enfrentan a un ejército israelí salvaje y violador de la ley, sino
que cada día son traicionados por un Occidente que bendice esa
barbarie.
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