29 noviembre, 2017

Paseo por el supermercado de la cultura hegemónica - Sara Rosenberg


NEMO'S


La guerra contra la historia III. Paseo por el supermercado de la cultura hegemónica - Sara Rosenberg

LA PUPILA INSOMNE - 28/8/2016 

El objetivo de la cultura hegemónica es convertir cada hecho y cada espacio mínimo en mercancía. Todo puede comprarse, pregonan. El concepto se ha naturalizado y es ya “sentido común”. Sus productos estrella se especializan en denigrar la voluntad y cualquier posibilidad de transformación humana. Cada producto es una bomba contra la historia, contra el derecho mismo a reflexionar, relacionar e imaginar. Y sobre todo es un producto cultural que siempre alimenta el YO y niega el NOSOTROS.

El Yo solitario y desesperado es un cliente perfecto. Cómo no recordar a Mersault, el alienado hasta de si mismo, pero que al final antes de morir dice que sólo desearía volver a vivir. El personaje de Camus es un retrato del sujeto que el fascismo necesita, un retrato que advierte de la falta de empatía y de las carencias del Yo.  El Yo, esa costra vital ya obesa, que deforma el sentido de la vida hasta anularlo.        

Cada clase social produce a sus intelectuales, decía Gramsci(1). ¿Pero qué clase de intelectual necesita la gran corporación supra nacional y el capital financiero-militar para controlar el alma –o el espíritu o el pensamiento– de sus esclavos?   Creo que la clase burguesa actual produce un tipo de intelectual especializado en el discurso de la pérdida, de la degradación humana, de la supuesta denuncia moral, de la queja, pero que sobre todo produce un discurso que ha de reforzar siempre la idea de que cualquier lucha carece de sentido y que la voluntad humana es un mito.  La pauta está fijada de una manera férrea, totalitaria: ahogar toda comprensión histórica y política en fragmentos que jamás permitan acceder a la raíz del problema. 

Luchar, dicen, fue un asunto del pasado, no está de moda, no vende. El intelectual de la era del imperialismo en crisis terminal debe producir un discurso donde la especie humana sea tratada como una bazofia. Nada que hacer, sólo constatar que la maldad es inherente a esta especie. Los temas del YO se repiten: el desencanto, la desilusión, la falta de objetivos, las huidas a mundos paralelos, la melancolía, el horror, la irracionalidad, el todo vale, la aparente neutralidad, la falsa simetría, la violencia individual, el amor defraudado, el fraude. Si algún deseo sobrevive o brinda alguna salida es el dinero. Lo inmediato. El consumo. Los modelos actuales desde las series a las novelas o el cine de masas cumplen esa norma. El YO es la única medida. Y el sin salida su espacio de actuación. El gusto contemporáneo por el olor de las cloacas del sistema –sujetos-victimas vulnerados e incapaces de luchar– dispara las ventas y tranquiliza la supuesta conciencia social que en algún lugar duerme.   

Analizar, iluminar la raíz de los problemas permitiría saber de qué manera y por donde se pueden solucionar, y la búsqueda de una solución –o cambio– implicaría tomar partido y por lo tanto no sólo denunciar las consecuencias inconexas sino tener un proyecto, ver una luz al fondo del túnel. Iluminar ese túnel. 

Una glosa: (Hay un texto espléndido de Pasolini, escrito poco antes de que lo asesinaran que se llama “La desaparición de las luciérnagas”, donde analiza el fascismo y termina diciendo que daría su vida por la existencia de una sola luciérnaga. Lo pongo a pie de página porque vale la pena leerlo con atención.)(2)

Pero el discurso de los llamados intelectuales de este sistema debe mantener el túnel en la oscuridad, profundizar la oscuridad y conservar el espíritu del sin salida y la degradación de cualquier gesto colectivo, de cualquier palabra que nombre la sociedad humana capaz de construirse por sí misma. Hay que degradar a todos aquellos que dieron su vida para cambiar el mundo, hay que confundirlos y equipararlos con los boys del dinero fácil y el cinismo amplio, hay que atornillar bien la imposibilidad de cualquier cambio porque el sistema capitalista se cae a pedazos y esa fragilidad necesita discursos apocalípticos –a-históricos– de alta gama. Y si hay que mentir se miente sin ninguna vergüenza, para eso usaremos el relativismo y el sentimentalismo, metástasis del canceroso YO.  

Productos que tengan la velocidad de la sociedad post industrial, altamente fungibles y donde cada novedad ha de repetir el principio de que nada se puede cambiar, en todos los colores y formas, tal como las latas de los supermercados. Un mismo producto en miles de embalajes diferentes. Para eso se les paga, para eso tienen grandes espacios en todos los medios, con un guion aparentemente amplio que resalta siempre la “libertad individual” y la “democracia occidental” como si existiera o fuera posible tal cosa.

Pero me dejo llevar al túnel oscuro, entro al supermercado y hoy voy a ser libre. Individua libre. Seré libre como mujer porque me ofrecen diversas latas de feminismo, predomina el morado en varias tonalidades que van desde la contradicción sobre-determinada que pregonaba Althusser hasta la emulación del grupo fascista Femen creado no casualmente en Ucrania. Puedo elegir en la medida que ninguna lata compromete mi elección con la raíz del problema succionado ya de la violencia social de un sistema depredador, del capitalismo de la desposesión.  Pero me dejo llevar, y estoy a punto de comprar la lata de la violencia de género, que me ofrece circunscribir el tema al interior del hogar y también me ofrece una fácil condena al macho de la especie mientras diluye el tema de qué valores colectivos han sido extirpados para seguir vendiendo teta-culo a toda hora y en todas sus variantes.

En el supermercado y como no, me encuentro con la lata –de un morado desvaído– con textos de “escritoras” cubanas que se dedican a hablarme de la braga (blúmer, aclara la escritora) de su mamá y de la falta de juguetes de los niños y de cómo las mujeres en Cuba no están a la misma altura que los hombres. Es una lata demasiado olorosa, diría que un producto bruto, aunque las escritoras se han especializado en hablar siempre de su sexo como reclamo publicitario y demostración del alto nivel de su liberación femenina. No arriesgan mucho, pero han de competir con cientos de bestsellers para mujeres “liberadas” que leen las sombras de grey y cosas parecidas. Y todo vale. Ellas le dan el toque tropical y están situadas en el escaparate. Siguen el guion perfectamente y cumplen con el enunciado fundamental: degradar a la revolución cubana gracias a la cual al menos deberían haber aprendido a escribir y a pensar, pero parece que les ha faltado tiempo para comprender cómo el peso colonial las empujó de rodillas a las mismas puertas del éxito y el dinero que Prisa les ofrece, publicidad y columnas en El País para que puedan difamar cada semana. A moler y moler el chisme y la sensiblería, que con la Yoani no es suficiente y las de blanco ya están ahumadas. Es la ley del mercado, la única que conocen y adoran y están en su derecho. Primero hubo una de la que ya poco se habla, ahora hay otra todavía más liberada y posa desnuda para que leamos mejor sus libros y mañana aparecerá otra… ¿De que hablarán cuando sean un producto viejo, o por fin callarán y lamerán los premios recibidos en esos rincones vetustos en los que han colocado a las mujeres cubanas que se inventaron?  Ni Haydée, ni Vilma, ni Celia, ni tantas mujeres revolucionarias cubanas están en ese escaparate y de verdad es mejor así para que ese rincón vetusto y lleno de polillas se olvide más rápido.

Inspirada por ellas, –humana al fin y ávida de éxito y de dinero como debería ser en el guion dominante– imagino que podría escribir sobre las bragas de la mujer argentina y el tango, o sobre las penurias de las trabajadoras de las fábricas que usan bragas especiales porque no las dejan ir al baño a mear durante ocho horas, pero aquí me desvío y podrían acusarme de estar haciendo un panfleto social o sea que retorno mejor a temas más literarios y podría contar que mi madre no usaba bragas, (bombacha en argentino), porque ya en su tiempo era muy libre y no consentía que nada la sujetara.  Pero mi madre no vivió en Cuba, no me sirve para narrar el desencanto ni la melancolía necesaria al guión establecido para un buen producto y caería otra vez en el panfleto social porque en honor a la verdad debería decir que trabajó sin pensar en otra cosa ni en nadie, que fue un producto social del mezquino espíritu burgués empresarial, una yupi consecuente, a la que poco le importaba el destino del Nosotros. Una mujer libre, si, si a eso pudiera yo llamarle libertad.

Y si me detengo en estos comentarios es solamente porque a veces siento ganas de vomitar cuando el chisme y la inmoralidad destruyen hasta la palabra misma. Porque si tuviéramos los mismos derechos en esta libérrima sociedad occidental el debate sería posible. Pero, no, estimada “intelectual” cubana pagada por Prisa, usted puede insultar al Che Guevara y llenar de lodo la memoria de todos nuestros seres queridos, mezclar las churras con las merinas, el agua y el aceite y seguir ocupando el espacio mercenario, utilizando a la mujer, al niño, a escritoras que sí lo fueron, a su madre, a sus maridos, al arte, a mis muertos y lo que tenga usted ganas de usar porque usted es útil a sus amos, que jamás le permitirán decir una verdad, como por ejemplo: sí, el camino de todas las revoluciones y las transformaciones sociales es complicado, hay que seguir transformando muchas cosas y criticar muchas otras, pero vale la pena intentarlo, porque en el camino hay luz al final del túnel. Y esa luz se llama socialismo –y para susto de los que le pagan– se llama comunismo, el deseado, el que no conocemos todavía, por el que seguimos luchando y apostando, por el Hombre nuevo del que habló y por el que dio la vida Guevara. Nuestro Che. Qué suerte tuvo de poder saludarlo en el colegio, mientras nosotros en América Latina éramos asesinados por leer su diario que solíamos llevar escondido y que pasaba de mano en mano como una chispa y que nos ayudó a crecer y a sobrevivir a la crueldad atroz de aquellos años de plomo. Si. Las revoluciones no son fáciles, pero no hay otro camino: o socialismo o barbarie, y el fascismo camina hoy por estas calles con una “libertad” –esa que ustedes pregonan tanto– inusitada.  

Y para hacer la Mujer nueva hay que acabar de una buena vez con el chisme y la teta culo y la mercancía confundida con lo que jamás podrá ser literatura. La gran literatura respira amor por nuestros semejantes, humanidad en marcha. No es un producto de supermercado.    

Yo también daría mi vida por encontrar una luciérnaga, y como dice el tango una “luciérnaga furiosa”. 

Después de este paseo por el lúgubre supermercado de la derrota humana, me encuentro con miles de luciérnagas que brillan, son luciérnagas furiosas que celebran hoy en todas las plazas de mi país del sur NUESTRA LUZ.      

Hoy esa luz fuerte ilumina el túnel y ha conseguido después de cuatro años de juicio y de testimonios terribles, la condena a cadena perpetua de los genocidas del campo de concentración más grande de Córdoba, el campo de “La perla”, donde asesinaron a tantos y tantos compañeros… 

Los genocidas siguen y seguirán siendo juzgados y seguiremos exigiendo que no se les permita ninguna prisión domiciliaria.

Las luciérnagas vuelan e iluminan esta noche oscura, son las Madres y las Abuelas, somos todos Nosotros –mujeres y hombres– que decimos otra vez MEMORIA-VERDAD-JUSTICIA porque las palabras verdaderas emiten luz, una luz furiosa y capaz de transformar el mundo. 
(Continuará…)

(1) “…Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y de gobierno político, a saber: 1) del “consenso” espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo social dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por tanto de la confianza) detentada por el grupo dominante, de su posición y de su función en el mundo de  la producción; 2) del aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado por toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que el consenso espontáneo viene a menos…” (Antonio Gramsci. “Los intelectuales y la organización de la cultura”. Juan Pablos Editor. México 1975) 


JBoutselis1

27 noviembre, 2017

“Pronto será demasiado tarde, advierten quince mil voces desde el mejor conocimiento científico hoy disponible” - Jorge Riechmann


Madrid sumergida en su propio y asfixiante vómito

Una implosión mayor y más rápida que en nuestras peores pesadillas
eldiario.es - 20/11/2017

El pasado mes de octubre se hacía pública en EEUU otra noticia más desde el frente de batalla de la guerra de las sociedades industriales contra la vida: se alertaba de una enorme mortandad de salmones en el estado de Washington, seguramente causada por contaminantes que resultan del tráfico rodado (polvo de desgaste de frenos, gasolina, gasóleo, fluidos tóxicos) . Uno de los ensayistas de referencia sobre cuestiones ecológicas, George Monbiot, que escribe regularmente en The Guardian, comentaba: 

“El mundo viviente está siendo machacado desde todos los ángulos y colapsa a una velocidad asombrosa. Tal es el efecto del crecimiento económico exponencial. El período de duplicación [del producto económico] es tan breve que vemos el colapso suceder ante nuestros ojos: insectos, salmones, tiburones (y casi todos los peces grandes), leones, elefantes, jirafas, anfibios, pájaros cantores, pingüinos... todos desaparecen mientras estamos mirando. Una implosión mayor y más rápida que en mis peores pesadillas. Pero ¿dónde está la urgencia política? ¿Las cumbres para hacer frente a la emergencia? ¿Las estrategias? Los gobiernos hablan de cualquier cosa excepto de esta catástrofe existencial, penetrada por la creencia religiosa de que el mercado de alguna manera lo resolverá. Cuando precisamente es ‘el mercado’ lo que está impulsando la catástrofe. El PIB es una medida de nuestro progreso hacia el desastre. En cuanto a los medios masivos, la consigna parecería ser ‘no mencionar la guerra contra el mundo natural’. Porque tan pronto como lo mencionas, el cuento económico se derrumba…”

Monbiot no exagera: ante la magnitud de la Sexta Gran Extinción que hemos puesto en marcha, si se descorre el velo que pone ante nuestros ojos el negacionismo generalizado de la cultura dominante, uno se queda anonadado, casi mudo. Ningún logro humano –artístico, tecnológico, filosófico, económico…– podría justificar lo que estamos haciendo a los seres vivos y a la entretejida trama de la vida en la Tierra. Creo que nada puede compensar todo ese sufrimiento, tanta devastación.

La destrucción de vida viene causada por diferentes factores que interactúan: la pérdida de hábitats, el cambio climático, el uso intensivo de plaguicidas y varias formas de contaminación industrial, por ejemplo, están diezmando las poblaciones de insectos y aves. Pero –nos dice uno de los grandes economistas ecólogicos del mundo, el canadiense William E. Rees “el motor general es lo que un ecólogo podría llamar el ‘desplazamiento competitivo’ de la vida no humana por el crecimiento inexorable de la empresa humana. En un planeta finito donde millones de especies comparten el mismo espacio y dependen de los mismos productos finitos de la fotosíntesis, la expansión continua de una especie necesariamente conduce a la contracción y extinción de otras. (Que los políticos toman nota: siempre hay un conflicto entre la población humana más su expansión económica y la ‘protección del medio ambiente’). 

Más seres humanos, más automóviles, más toallitas desechables, más granjas de cerdos y más turismo significa menos vida en la biosfera del tercer planeta del Sistema Solar. Por otra parte, sólo una fatal ignorancia de nuestra ecodependencia hace que pensemos que esa catarata de extinciones no nos afectará a nosotros mismos. No sólo a través de nexos causales bastante obvios (por ejemplo, la gran cantidad de cosechas que en todo el mundo dependen de la actividad polinizadora de insectos, aves e incluso murciélagos) sino, de forma más general, porque es el buen funcionamiento de los intrincadísimos ciclos biosféricos (bio-geo-químicos) lo que hace que el planeta Tierra sea un hogar favorable para nuestra especie. Nosotros formamos parte de la misma naturaleza que estamos degradando; la guerra nos la hacemos también a nosotros mismos.

Nada de esto es muy nuevo: esta guerra contra la vida se intensificó desde 1950 aproximadamente (el período que conocemos como la “Gran Aceleración”) y ha conducido a resultados tan estupefacientes como que  la mitad de los combustibles fósiles y muchos otros recursos utilizados por los seres humanos los hemos consumido apenas en los últimos cuarenta años –y encima con la distribución brutalmente desigual que es bien conocida . En 1992 la UCS (Union of Concerned Scientists, Unión de Científicos Comprometidos, una benemérita organización estadounidense sin fines de lucro) lanzó una primera “Advertencia a la humanidad de los científicos del mundo”. La firmaban en aquel año de la “Cumbre de la Tierra” en Río de Janeiro  más de 1.700 investigadores, entre ellos la mayoría de premios Nobel en ciencias que estaban entonces vivos . En el vigésimo quinto aniversario de aquella declaración histórica se ha hecho pública una segunda iniciativa, otra “ Última Llamada” que en este caso firman más de 15.000 investigadores e investigadoras de 184 países. La abrumadora mayoría de las amenazas y dinámicas destructivas descritas en 1992 continúan y casi todas “están empeorando de forma alarmante”.

La iniciativa procede de un equipo científico internacional dirigido por William Ripple, profesor de Ciencias Forestales de la Universidad Estatal de Oregón (EE.UU.). En un artículo publicado en la revista BioScience señalan que el bienestar humano se verá seriamente comprometido por el cambio climático, la desforestación, la mengua de acceso al agua dulce, la extinción de especies y el crecimiento de la población humana. “La humanidad no está tomando las medidas urgentes necesarias para salvaguardar nuestra biosfera en peligro”, avisan los científicos en la revista.

No hay nada de lo que valga la pena ocuparse que no esté en peligro, se nos dice que dijo Jimi Hendrix. Y Pier Paolo Pasolini, por aquellos mismos años: Siamo tutti in pericolo. “Pronto será demasiado tarde”, advierten quince mil voces desde el mejor conocimiento científico hoy disponible. Que este “World Scientists’ Warning to Humanity: A Second Notice” no caiga en saco roto: “Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectoria fallida, y el tiempo se acaba. Debemos reconocer, en nuestra vida cotidiana y en nuestras instituciones de gobierno, que la Tierra es nuestro único hogar”.



26 noviembre, 2017

LA REALIDAD DE LO VIRTUAL (los medios no son canales neutrales por donde fluye información, sino que configuran el proceso de pensamiento)






«El hombre se parece más a su tiempo que a su padre»
(Proverbio árabe)

Cantidad de veces las acusaciones sobre las causas de nuestra desgraciada apatía se dirigen hacia “Internet”, y sin demasiadas definiciones concretas es culpada del distanciamiento humano, de la exacerbación de la imagen, etc., etc. Pero debemos volver a remarcar que las novedades tecnológicas son desarrolladas por necesidades capitalistas y están en estrecha relación con su “mentalidad”, es decir, con la “mentalidad” dominante. Internet amplía e intensifica lo ya existente, creando un círculo vicioso de retroalimentación. El capitalismo desarrolla Internet y, a su vez, es condicionado por el uso de esta nueva tecnología.

Tomemos de ejemplo cómo el Capital utiliza y a su vez moldea el aislamiento moderno que sufre gran cantidad de personas, cómo se saca provecho de ello y, a la vez, se refuerza para poder seguir ofreciéndole su mercancía: si toda la tecnología de la comunicación –que atraviesa computadoras, teléfonos y demás dispositivos– rompe el aislamiento, tal como se dice, y nos comunica cada vez más y mejor ¿no es sospechoso que cada día nos ofrezcan más y más nuevas mercancías que son para comunicarse más y mejor? ¿A quién se le podría vender todo aquello sino a unos individuos aislados que precisan apalear su soledad y su angustia con la imagen de la comunicación? La alienación capitalista que reemplazaba el “ser” por el “tener” se ha degradado aún más, cayendo del “tener” al “parecer”, y qué mejor forma de “parecer”, de aparentar, que a través de una pantalla.

Sabemos que el capitalismo es una relación social, y en esta relación social las conversaciones fuera del muro del Facebook no son necesariamente más interesantes que los intercambios plasmados en la pantalla. Internet no ha llegado para arruinar las buenas-viejas capacidades sociales que teníamos. Tampoco existe algo así como “Internet” por un lado y “vida real” por otro, pese a los clichés de la crítica: Internet es también la vida real. Existe en un sistema de producción y reproducción material dado, no es externo a él, de hecho, responde a unas necesidades bien precisas. Aclarado esto, podemos proseguir con nuestro tema…

«No es la tecnología en sí la que dicta la necesidad de una aceleración vacía; se puede muy bien desenchufar las máquinas o hacerlas funcionar más lentamente. En realidad, es el vacío del tiempo-espacio capitalista, separado de la vida y sin lazos culturales, el que impone a la tecnología una estructura determinada y la transforma en un mecanismo autónomo de la sociedad, imposible de ser desconectado». (Robert Kurz, La expropiación del tiempo)

Esta es una publicación relativamente breve y, sin embargo, en estos tiempos de lectura online puede ser percibida de una larga extensión y por ello puede presentarse difícil predisponerse a leerla. Más allá de nuestra capacidad para una escritura agradable o no y la indiferencia masiva hacia la crítica radical, existe también la percepción de que posee una larga extensión incluso para quienes se puedan sentir atraídos a leerla. En lo referente a la “crítica social” nuestra época se muestra más afín a las imágenes y a las consignas cortas que se difunden como plaga en Facebook y otros espacios de la web, breves oraciones de pocas palabras que pueden querer decir vagamente algo así como su contrario, y que no permiten profundizar sobre el tema que pretenden abordar. La mayoría de mensajes presentados en los nuevos soportes tecnológicos priorizan la rapidez y la superficialidad frente a la posibilidad de poder compartir ideas complejas y precisas. En este sentido, un cartel o una pintada con una consigna breve podrían ser metido en el mismo saco, sin embargo, una pintada anticlerical en una iglesia posee más fuerza que en el vacío espacio de la web.

Así es como una breve, abstracta y descontextualizada frase estéticamente “combativa” lanzada a la red puede venir como anillo al dedo y ser “compartida” tanto por un enamorado que siente que debe “luchar por su amor”, como por un trepador que siente que debe “luchar por un puesto más alto en la empresa”, o por alguien que se considera una persona combativa así sea maoísta, ecologista o peronista.

Mientras tanto, esa reducción de conceptos se alterna con una sobrecarga de estímulos poco y mal digeridos que vuelven impotente a su espectador: imágenes sin censura de alguna masacre o animales diseccionados, supuestas búsquedas de respuestas en decenas de libros descargados que no serán leídos y artículos de Wikipedia que saltan de un enlace a otro sin finalizar la lectura de ninguno. El impacto del horror sin reflexión abruma y paraliza, aún en la apariencia del “movimiento”. Y más aún, en la esperanza de que una toma de conciencia más o menos generalizada sea suficiente para transformar la realidad, una adhesión “cerebral” a tal o cual causa.

«La saturación de la audiencia ante multitud de “verdades incómodas” que a nadie incomodan ya, quizá responda a una “sobreconciencia” que, a fuerza de estimulación, ha devenido impotente. La sobreexposición a una ingente cantidad de datos tiene lugar en el momento en que cualquier marco de referencia sobre el que discriminar la información queda de inmediato impugnado y lanzado al estercolero de las ideas superadas; de donde cualquier imbécil, un día, las rescatará para ponerlas en venta una vez vaciadas de contenido –en su idioma: una vez actualizadas. (…) Así, muchas personas que desean una transformación de las condiciones actuales de vida, han creído que, utilizando para otros fines los medios tecnológicos, la denominada revolución informacional podrá ser orientada a fines más altos. Pero el problema de fondo es, en realidad, que muy pocos creen ya en esos altos fines, porque es precisamente el sistema tecnológico en su conjunto –y no la utilización de esta o aquella herramienta separada– el que ha socavado las bases materiales necesarias para una vida relativamente autónoma y una conciencia que tienda a la libertad de juicio». (revista Cul de sac nº.2, Materiales de derribo)


El consumidor de internet, en la ilusión de la participación, gusta de considerarse “usuario”, éste es, según la RAE, «quien usa ordinariamente algo, quien tiene derecho de usar de una cosa ajena con cierta limitación». Una definición, de todos modos, lo bastante precisa para describir a quienes son consumidores de ciertas tecnologías, aunque se consideren “usuarios”, lo que les hace pensar en la neutralidad de las nuevas y viejas tecnologías, en la posibilidad de manejarlas según su moral, cosa que un chato consumidor no podría hacer… vemos que un usuario tampoco.

La promesa de interactividad es uno de los puntos fuertes en la promoción de Internet. Análoga a la idea de participación en la promoción de la política, éstas no son mentiras totales sino verdades a medias. Se puede participar, incluso hasta “crear”, pero bajo las reglas predeterminadas por la estructura social que invita a esa participación. Es decir, se puede hacer y producir en función de los objetivos preestablecidos que se han decidido sin nosotros. Descaradamente se nos invita a colaborar en el propio proceso de opresión.

En estos tiempos, el consumidor promedio de Internet es básicamente un consumidor de “redes sociales” y, en ese ámbito, así como puede conseguir tener centenares de amigos puede sumarse a infinidad de causas. Pero fuera del soporte virtual se dará cuenta que es imposible mantener una relación de amistad con centenares de personas, así como es imposible sumarse a una gran cantidad de causas tan dispares, ya que no le alcanzarían las horas del día ni su psiquis podría aguantar. Tanto la amistad como la iniciativa en ciertas causas precisan de lazos fuertes y profundos, en cambio, las plataformas de las redes sociales se construyen alrededor de lazos débiles.(1)

Para la lucha que nosotros sentimos necesaria en la actualidad se precisa –vamos a decirlo sin rodeos– de compromiso, dedicación, constancia, esfuerzo y renunciar a cierta normalidad. «Es el tipo de compromiso que puede acarrear rechazo social y dificultades laborales. Muchos abandonan. Crear un grupo de Facebook a favor o contra algo, por trivial que sea, es por lo contrario muy fácil. Y todavía es más fácil desplazar el cursor hasta el botón correspondiente para dar nuestro apoyo, siempre desde la comodidad y la seguridad de nuestros hogares o puestos de trabajo. No debería de extrañar que los grupos de iniciativas políticas en Facebook cuenten con tantos seguidores. ¿Cómo se consigue que tanta gente dé su apoyo a una campaña? No pidiéndoles demasiado. Esa es la única manera en que puedes conseguir que alguien a quien realmente no conoces haga algo a favor tuyo. Pero no implica ningún riesgo económico ni personal; no significa tener que pasar un verano siendo perseguido por hombres armados montados en camionetas. No requiere que te enfrentes a normas y prácticas socialmente bien establecidas. De hecho, es el tipo de compromiso que lo único que te proporcionará será reconocimiento social y encomio. […] En otras palabras, el activismo de Facebook logra el éxito no motivando a la gente a que haga un sacrificio real sino motivándole a hacer las cosas que la gente hace cuando no está lo suficientemente motivada para llevar a cabo un sacrificio real». (Revista Cul de sac nº.2, Fausto al teclado)

Lo que intentamos subrayar es que, si puede existir algo como la “cibermilitancia”, ésta no viene a corromper una militancia real, sino que surge cuando esa militancia está en declive o desaparecida.

La falta de perspectiva internacionalista hace patente esta realidad. El proletariado no es más internacionalista gracias a Internet y sus innumerables foros mundiales, sitios web de contrainformación, etc. Décadas y décadas atrás, protestas mundiales como las de apoyo a Sacco y Vanzetti, o por los sucesos de Chicago, la misma 1ª Internacional, el asumir en innumerables regiones como propios el desarrollo revolucionario en Rusia o España, demuestran como el proletariado se comunicaba, viajaba, se solidarizaba y coordinaba sin las actuales tecnologías. No podemos sencillamente culpar a estas tecnologías de la falta de internacionalismo, pero tampoco poner expectativas en que nuevos medios de comunicación posibiliten, faciliten o incluso resuelvan esta necesidad histórica del proletariado. Incluso el exceso de “información”, su democratización en la web donde parece que todo debería importar por igual, los miles de comentarios, opiniones, charlatanerías, colaboran en paralizar, en correr los ejes de discusión, y además deja el paso libre a la confusión, a la tergiversación de los hechos, a las falsas informaciones.

Luego de puntualizar esta realidad, puede leerse entre líneas una arenga a abandonar el uso de Facebook, Twitter, etc…(2) lo cual puede llegar a ser saludable, pero la suma de unos individuos “sobreconcientizados” no da los resultados esperados ni en Facebook ni en la calle. Peor aún, no se han visto en la historia cambios de conciencia generalizada originados por la mera repetición de propaganda (virtual o en papel) lanzada indiferentemente.

El compromiso va en declive, el aislamiento es igual o peor que antes, las relaciones humanas siguen en descomposición y el reapropiamiento teórico es pobre por no hablar de su realización. Lamentablemente, tan sólo estamos dejando en evidencia con qué tenemos que lidiar, estas particularidades relacionadas con las “redes sociales” no se modificarán mientras no vaya cambiando la situación que las contiene. Y mientras continúe el conformismo y la apatía, este optimismo tecnológico se desplazará de un artefacto a otro. En la compulsión tecnológica cada novedad es deseada por su calidad de novedad, y lo viejo es desechado al basurero de la historia capitalista, sea del año pasado o unas cuantas décadas atrás. A su vez, cada novedad tecnológica suele venir acompañada de un discurso de liberación, de bienestar. Y el caso de Internet, por su supuesta mayor accesibilidad y facilidad de uso, es más esperanzador de lo que pudo haber sido, en su momento, el comienzo de la imprenta o de la radio. Suponiendo que “todo el mundo” (lo cual es mentira) puede expresarse, comunicarse, crear sitios web, elegir la información que va a consumir, etc., etc. Debemos preguntarnos a qué costo se realiza esto y no olvidar que no se trata de un elemento aislado del resto de la sociedad capitalista. Debemos destapar aquello que se calla celosamente, y aquello que inevitablemente pone en duda que a este tipo de tecnologías podríamos mantenerlas fuera del sistema capitalista:
Sin división internacional del trabajo no hay computadoras ni Internet tal como las conocemos. Hacer abstracción de la materialidad de los soportes físicos de Internet es evitar reconocer la obtención de las materias primas necesarias, su producción, distribución y sus inevitables desechos. El ciberespacio para muchos tecnófilos cumple la función de paraíso religioso, el cual no es más que la proyección de una imagen de la tierra depurada de sus contradicciones. Nuevamente, un “lugar” sin espacio físico al que se pueden lanzar las fantasías más descabelladas.

Se supone que el disfrute y la empatía, así como incluso razones egoístas, animan a la gente a compartir, a crear una especie de “comunidad” de usuarios, donde cada individuo toma de la red mucho más de lo que podría dar. Cuestión que puede ser reflexionada para conocer sus matices. Sin embargo, en el disparate total se ha llegado a hacer referencia de aquello como “anarco-comunismo” (!?): «la economía del don y el sector comercial no pueden desarrollarse más que asociándose en el seno del ciberespacio. El libre intercambio de información entre los usuarios se apoya sobre la producción capitalista de ordenadores, de programas y de telecomunicaciones. En el seno de la economía mixta numérica, el anarco-comunismo vive también en simbiosis con el Estado. En la economía mixta de la Net, el anarco-comunismo se hace una realidad cotidiana». (Richard Barbrook, L’économie du don high tech). 
A lo cual Mandosio(3) responde: «Una vez más, la mano invisible está ahí para hacer que coincidan mágicamente los intereses egoístas y la prosperidad pública, y como prima la resolución de todas las contradicciones de nuestro mundo tristemente material: el capitalismo y la economía del don se estimulan mutuamente, el “anarco-comunismo” y el Estado trabajan en concierto… Es formidable, y es tanto más bonito porque no se trata, como en el cristianismo o las utopías clásicas, de una visión del porvenir, sino de un discurso que pretende describir una realidad ya existente; este país de cucaña existe, basta con conectarse para vivir ahí eternamente del amor y del agua fresca. Los “anarco-comunistas” que propagan esta ideología hacen a los promotores estatales e industriales de Internet un gran servicio, pues es precisamente al presentar Internet como ese nuevo “país de las maravillas” donde todo es gratuito(4) que se crea en las personas la necesidad de equiparse del material informático necesario para conectarse, confiando en que una vez se hayan enganchado, ya no se les dejará en paz».

La rapidez y simplicidad de las nuevas tecnologías de la comunicación es en realidad un largo entramado lento y complejo de especialistas e intermediarios, explotación y muerte, que queda oculto tras el teléfono, la computadora o la nueva sofisticada chuchería. Al fin y al cabo, como toda mercancía, oculta su modo de producción y el modo en que se pone en circulación, aunque a diferencia de otras mercancías estas suponen una dependencia superior de cantidad de intermediarios, especialistas y más sofisticados especialistas.

Junto a estos graves problemas sociales, que al ciudadano promedio y cautivo de estos productos no le interesan demasiado, podemos nombrar brevemente que esta multitud de soportes prometen la capacidad de realizar una cantidad de diversas tareas, mientras nuevamente ocultan que, en general, poseen un único uso posible: la reproducción del sistema que las hizo posibles. Cuestión que al ciudadano promedio tampoco le quita el sueño, como quizás tampoco le quita el sueño el impacto “individual” –el cual es natural e inmediatamente un problema social.

Paradójicamente, o no, hemos encontrado en la web un artículo titulado ¿Google nos está volviendo estúpidos? donde su autor Nicholas Carr, pese a reconocer que el trabajo de investigación que antes le tomaba días inmerso en bibliotecas ahora puede hacerlo en cuestión de minutos mediante un par de búsquedas en Google, confiesa: «sumirme en un libro o artículo largo solía ser una cosa fácil, (…) alguna vez fui buzo y me sumergía en océanos de palabras. Hoy en día sobrevuelo a ras sus aguas como en una moto acuática».

Es que los medios no son canales neutrales por donde fluye información, sino que configuran el proceso de pensamiento. No es fácil mantener la concentración entre anuncios publicitarios, más de una pestaña abierta y un enlace que lleva a otro sitio y a otro y no permite finalizar el texto (a diferencia de, por ejemplo, una nota a pie de página que permite seguir el ritmo propio del texto). Cuando la mirada se mueve rápidamente de la esquina superior izquierda a la esquina inferior derecha de un artículo en la web –lo cual es llamado lectura diagonal– es imposible disponerse a leer tranquilamente. Cuando se puede encontrar inmediatamente información a través de motores de búsqueda tipo Google, la tendencia es a olvidar la información obtenida. En “la vida real” las conversaciones son interrumpidas continuamente por los teléfonos que suponen comunicarnos obstruyendo la comunicación.

Lo que el Capital toca lo vuelve una cosa sujeta al valor imponiéndole sus leyes de producción. Carr señala que para Google «la información es una especie de materia prima, un recurso utilitarista que puede explotarse y procesarse con eficacia industrial, que a mayor número de fragmentos de información a los que podamos acceder y a la mayor rapidez con la que podamos extraer su esencia, más productivos seremos en tanto pensadores». La cantidad por sobre la calidad, la competencia y la necesidad de transformar cada actividad humana en una actividad sujeta al Capital son los intereses de esta compañía como de las otras. Aunque se presente como un modelo de trabajo feliz y creativo, “el modelo Google” en el fondo no es más que una gris y nociva “antigua” fábrica.

El conocimiento, la inteligencia, la creatividad o el razonamiento no deberían ser el producto de un proceso mecánico, una serie de tareas separadas que puedan ser medidas y optimizadas según los criterios de valorización del Capital.


Estos mercaderes de datos –que es a lo que han reducido nuestra comunicación, conocimientos, etc.– han asumido la afirmación que machaca con que la “actividad cerebral” está aislada de la del resto del cuerpo. Lo cual de alguna manera va asimilando el concepto “actividad cerebral” a una actividad mecánica. Así, la noción dominante de inteligencia es en relación a su cuantificación, además de una forma de individualización donde el coeficiente indicado por el test es un dato más de aquel humano con número de identificación, donde no se considera la “inteligencia” grupal a menos que sirva para algún trabajo en concreto y donde, por sobre, todo quienes vayan a ser clasificados sigan el criterio del clasificador.

En esa misma línea, nuestra época considera que el cerebro humano es similar a una computadora ¡y cómo no! éste ya está quedando obsoleto, por lo tanto, precisamos de ortopedias: un disco duro con mayor capacidad y un procesador más veloz, inteligencia artificial imprescindible para seguir este ritmo de vida, lo cual quizás sea cierto pero ¿por qué debemos seguir ese “ritmo de vida”? ¿por qué utilizar herramientas que atrofian la parte del cuerpo humano que pretenden amplificar? ¿por qué delegar nuestra memoria a un objeto? La “memoria” de un disco rígido no memoriza, en ella simplemente almacenamos y ordenamos datos, pero no tiene voluntad pese a que “calcule”. En la estación de tren o en el banco nos pueden decir que “se cayó el sistema” como si nadie tuviese responsabilidad, pero toda delegación –incluso la tecnológica– es nuestra propia responsabilidad.

«Si han bastado algunas décadas para que los ordenadores y otros robots dejen de aparecer como inquietantes autómatas y se conviertan en los acompañantes ordinarios de la vida cotidiana, es porque previamente las relaciones sociales han sido al mismo tiempo sistemáticamente desintegradas. ¿Por qué se prefiere hacer cursos, comprar billetes de tren o consultar la cuenta bancaria por Internet sin salir de casa? Porque ir a un supermercado, a una estación o a un banco es una experiencia que no tiene nada de agradable, y porque la persona que se tiene en frente en un supermercado, una estación o un banco ya no es más que un autómata humanoide. Se llega entonces a preferir la frialdad de la relación con una máquina a la frialdad de las relaciones humanas. Y, a falta de amigos humanos en una sociedad donde los individuos están cada vez más separados y donde el otro no es percibido sino como una entidad amenazante, los ordenadores –habiéndose convertido en más convivenciales que en el pasado– devienen “amigos” de substitución. (…) El caso de Internet es análogo al del teléfono portátil o de los animales de compañía electrónicos. Se trata siempre de satisfacer un elemental deseo de relaciones efectivas y de comunicación poniendo a distancia a los otros seres humanos –con los que se está, ciertamente, en relación permanente, pero siempre indirecta, vía teléfono o Internet– o suprimiéndoles». (Jean-Marc Mandosio, El condicionamiento neotecnológico)

¿Entonces qué? ¿Luego de estas críticas nos hacemos tecnófobos o primitivistas? Si se piensa una salida individual a este problema, donde bastaría la identificación ideológica con tal o cual corriente, es que se ha comprendido más bien poco de este entramado atravesado por las relaciones capitalistas y que posiciona al Estado, necesariamente, como el gobierno mundial de la burguesía. No basta con renunciar a las supuestas comodidades de este mundo, no basta con irse de la ciudad, no basta con emplear un lenguaje extremista y adherir al lado que se considera correcto. Jamás recomendaríamos “salidas” individuales para problemas sociales. La percepción individual de un problema no vuelve al problema una cuestión individual. Y el percibir las consecuencias de la tecnología (contaminación, degradación de las relaciones humanas, etc.) disociada de sus bases capitalistas –llamémosle– “mentales” como materiales, constituiría otro grave error.

Y al finalizar este artículo alguien puede reclamarnos: «¡Qué contradicción haber escrito esto en una computadora!», «¡Qué falta de coherencia multiplicar estas posiciones con una fotocopiadora!» Se supone que existe un “afuera de la sociedad” al que apela cierto moralismo que suele hacer, además, una apología a la naturaleza de la cual está tan escindido que ya ni sabe a qué se refiere al nombrarla. Que una fotocopiadora esté a nuestro alcance no significa que utilizaremos todos los medios que existan sólo porque están a nuestro alcance, utilizamos ciertas máquinas conscientemente y eso incluye conocer sus aspectos “aprovechables” como nocivos, su costo. Y desde el otro extremo de los reproches, el de los apologistas descarados de la tecnología, parecería que estar presos de esta sociedad y usar ciertas máquinas nos obligaría encima a defenderla.

Es difícil dejar en evidencia al capitalismo frente a tal internalización del mismo en tantos seres humanos. Apenas poder describirlo parece un sinsentido ante cualquier proletario. Es que el capitalismo es capaz de hacerse pasar por la verdad de la cosa misma que subsume y presentarse como la Realidad cuando no es más que la realidad capitalista. A simple vista, no parece ser evidente que las relaciones sociales son atravesadas y, en la mayoría de los casos, destrozadas por relaciones sociales capitalistas.

Más difícil es entonces mostrar la lógica de pensamiento que trae aparejado este sistema dominante, a esto queremos hacer referencia con “razón capitalista” o “mentalidad capitalista”. A que, en este momento, la razón capitalista da forma a la razón humana, se confunden, se alimentan mutuamente. Pero no hay algo como una “esencia humana” o una “razón humana” pura que debemos recuperar porque ha sido arruinada por el capitalismo, sino una razón ligada a cada época, al modo de producción y reproducción dominante. La dificultad de nuestra intención radica quizás en que nuestra cosmovisión es nuestro modo de aprehender la realidad, y que ella no se aprehende a sí misma, que lo haga es como pedirle al ojo que se vea.

Por otra parte, es importante advertir que hoy, en pleno nuevo siglo, presentar al ser humano como un ser completamente racional es una farsa. Toda su estructura social está repleta de mitos e irracionalidades que intenta ordenar y jerarquizar racionalmente para el mantenimiento de la normalidad capitalista. En este sentido, el homo oeconomicus es un ser más racionalizador que racional.

Ciertas categorías que presentamos como un “problema” lo son en la medida en que existe el deseo de transformarlas o destruirlas. Es, en este sentido, que “ciencia”, “progreso” o “razón” serán criticadas en las siguientes páginas. Y no podemos hacerlo si las consideramos neutrales en relación a la política, la ideología y el mundo capitalista en general.

Por estos motivos, la crítica radical, la lucha revolucionaria es vista como una locura, porque es inverosímil dentro de los parámetros de razonamiento dominante. ¿Cómo suena sino la crítica del trabajo asalariado o del Estado? ¿No es acaso una locura? Incluso las categorías empleadas que para nosotros son nocivas ¡son las aspiraciones de la ideología dominante! Basta con prestar atención cuando se habla de progreso, democracia, derechos, sociedad o normalidad. Estamos obligados a movernos en esa delgada línea entre la comunicación entendible dentro de los parámetros aceptados y la necesidad de destrucción de esos parámetros, con el riesgo de gritar tristemente ante oídos sordos o caer en el pozo ciego del sentido común que no hace más que traducir la crítica de lo existente a la Razón dominante, desarticulando todo su contenido.(5)

Notas:
1.- Sobre este tema recomendamos el artículo La revolución no será twiteada de Malcolm Gladwell. Si bien no acordamos con las posiciones generales del autor, ofrece interesantes argumentos sobre este tema, como por ejemplo: «Facebook desplaza nuestras energías de las organizaciones que promueven la actividad estratégica y disciplinada hacia aquellas que promueven la flexibilidad y la adaptabilidad. Facilita que los activistas puedan expresarse, pero dificulta que esa misma expresión tenga un impacto. Los instrumentos de las “redes sociales” están notablemente preparados para hacer que el orden social existente sea más eficiente. No son un enemigo natural del status quo. Claro que si eres de la opinión de que todo lo que el mundo necesita son reformas y paños calientes, esto no debería causarte ninguna preocupación»
2.- Linkedin y ResearchGate ejemplifican cómo la misma dinámica criticada a Facebook es replicada en ambientes que creen ser más elitistas. Linkedin es una red de profesionales, ResearchGate es una red social de investigadores. Esta última es promocionada como una herramienta para dinamizar las relaciones entre quienes producen conocimiento científico, pero a la larga es un espacio que exacerba la competitividad. La misma red ofrece una especie de ranking que mide el impacto de cada usuarioinvestigador. Esto no es nuevo, ya que en la ciencia calidad es equivalente a la productividad científica (por ejemplo: artículos publicados). Lo importante es publicar, realizar y divulgar; el conocimiento mismo es secundario.
3.- El condicionamiento neotecnológico (ver más adelante).
4.- Pero en el capitalismo todo se paga, los sitios supuestamente gratuitos son financiados por compañías que imponen su publicidad, o por consultoras que recaudan los datos de cada usuario para crear perfiles que luego venden a las empresas que se ahorran de encuestas, estudios de mercado y testeos. (Nota Cuadernos de Negación)
5.- Cuando la mentalidad política llama a «ser realistas», a «ser razonables», cuando habla de «poner los pies sobre la tierra» es que se está acomodando en el piso firme del oportunismo. Tal como cuando intenta codificar las reivindicaciones para hacerlas “menos excesivas”, para hacerlas “más sensatas”, dicen. Para cambiar sin cambiar nada y sacar por la puerta lo que va a volver a entrar por la ventana. Conocen muy bien el razonable lenguaje de la especulación, que miente y difama si es necesario, pero cuando los difamados responden con palabras o acciones llaman a la ética, esa que nunca han conocido.

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24 noviembre, 2017

Trabajador@s del hospital público La Paz de Madrid comparten testimonios gráficos del mal estado del centro médico.

RT 22/11/2017

Vista del Hospital Universitario La Paz de Madrid (España) Wikipedia / Luis García

"Asco y vergüenza": las escandalosas fotos que muestran el deterioro de un hospital de Madrid

Las imágenes hablan por sí solas, y quienes las comparten no ocultan su indignación. Se trata de una serie de fotografías publicadas en Twitter por un perfil que agrupa, de manera anónima, a varios miembros del personal del hospital La Paz, en Madrid.

Inundaciones, instalaciones en mal estado, plagas de insectos, pacientes hacinados en habitaciones, material insuficiente, camas dispersas por los pasillos, enfermos teniendo que orinar en botellas... Las fotografías constituyen un extenso y amargo testimonio de unas instalaciones hospitalarias deficitarias y colapsadas, con una evidente falta de mantenimiento y en un estado deplorable.




"Desmoraliza mucho que, a pesar de dejarnos la piel trabajando, nuestros pacientes sufran este maltrato deshumanizador", puede leerse en uno de los tuits de esta cuenta, que bajo el nombre 'Urgencias La Paz' lleva más de un año denunciando el deterioro de este área del hospital madrileño. "Un asco y una vergüenza", denuncian en otro comentario.

"Comidos por los bichos"

Otro de los graves problemas que aquejan a este hospital y que evidencian sus pobres condiciones de salubridad es la abundancia de insectos. Cucarachas y polillas aparecen en los documentos gráficos y audiovisuales con los que los empleados denuncian la situación:


"Aquí estamos comidos por los bichos", señalan en un tuit.



La escasez de material sanitario adecuado es otra de las quejas habituales entre el personal de La Paz, que por supuesto ha tenido su eco en Twitter:



Por si todo esto fuera poco, las inundaciones también son frecuentes en el hospital La Paz. Probablemente desbordados por la situación, el personal afectado ha decidido tomárselo con humor. Como ellos mismos señalan en uno de los tuits, se ríen "por no llorar":



La intención de este tipo de mensajes, más allá de la obvia reivindicación de una urgente mejora de las instalaciones y el servicio del hospital, es apelar directamente a las autoridades políticas responsables. En concreto, propugnan unas "condiciones dignas para pacientes, familiares y trabajadores" y han llegado a presentar una Proposición No de Ley para garantizarlas:




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