31/03/2015
¿Y después de ver las imágenes de la
gente atrapada más que por el lodo, por el desprecio, el olvido y la
explotación, es posible creer que el odio es un sentimiento al que no tenemos
derecho?
¿Luego de ver a mujeres temporeras
atrapadas en modernos cepos, esclavizadas lejos de sus familias, arracimadas en
barracones no más decentes que un muladar, explotadas por mezquinos pesos, no
vale suplicar a la naturaleza por un cataclismo que extermine la codicia, el
egoísmo y la barbarie en todas sus formas?
Lo que más emputece es que esas aguas
enrabiadas no se lleven a los poderosos responsables inmediatos de los efectos
mortales del expolio de la tierra.
Enerva que no sea posible aún que por
cada desgracia que se paga puntual mediante el sufrimiento de los más
desposeídos, no haya como contraparte un lodazal que sepulte para siempre a los
malditos que han creado las condiciones para todas las tragedias.
Y apena que la ingenuidad de la
gente, tan mortal como las avenidas de los ríos que solo cumplen con exigir que el
lugar que la tierra les ha reservados desde miles de años, no desaparezca con
las avalanchas, los tsunamis o los terremotos.
Estas desgracias no pueden ser
adjudicadas a las variables de la naturaleza como quieren hacer creer para
ocultar la responsabilidad del Estado en la prevención y la consideración
racional y cuerda del territorio.
Cada una de las inclemencias naturales
es tan propia de la tierra, como el cielo y las nubes. Y han hecho sus caminos
con la calma que solo estampan las edades misteriosas que no caben siquiera en
la imaginación. Utilizadas con fines ajenos al dictado irrevocable de la
naturaleza, las aguas no hacen más que exigir lo suyo.
El capitalismo no tiene respeto sino
por las ganancias. Para esta lepra del siglo la tierra y sus maravillosos
accidentes no son sino lugares susceptibles de ser arrasados para extraer
materias que son de manera simultánea de felicidad y tragedia. La diferencia la
pone el número de afectados: el disfrute de un puñado de sujetos, equivale a la
maldición de millones de seres humanos.
Espoloneados con símbolos que no
valen sino el trapo en que se dibujan, la gente intenta ponerse de pie
relevando sus reservas sobre exigidas de tolerancia. El Estado brilla solo en
el relumbre de las armas que se despliegan para advertir que los reclamos
deberán cursar por el entramado artificial y estéril de las ventanillas que
tienen la capacidad de amortiguar la rabia. Todo el resto es susceptible del
gatillo fácil de los soldados que históricamente han puesto lo suyo con buena
puntería contra el pobrerío.
Arrecian las campañas solidarias que
suplantan las responsabilidades de quienes se suponen con el deber de cuidado,
de velar por el bien público, y por la seguridad de la población. De a poco, la
solidaridad ancestral de la gente víctima de la inercia y de complicidad
criminal de las autoridades, van juntando lo esencial para sobrevivir.
Cerca de ahí, agazapados, los vivos y
tramposos de siempre ya sacan cuentas de los negocios que se vienen con la
eterna reconstrucción, la especulación con los artículos de primera necesidad y
la desesperación de la gente desamparada.
Cual aves carroñeras, ya dispondrán
de sus planes para ver donde hiede más, por donde vendrá el mejor negocio.
Las tragedias que con una frecuencia
abismante paga al contado el pueblo llano, no son casualidades adjudicables a
la alineación maléfica de los planetas, ni a la irritación de un dios
vengativo. Son claramente responsabilidad de una forma de construir un país
librado al caos inhumando del capitalismo más desvergonzado.
Casi toda muerte no natural, si se
mira bien, tiene su raíz en la manera en que se ordenan explotados y
explotadores en la copia feliz del edén.
Cada hombre y mujer de trabajo se
expone cada día al riesgo de condiciones laborales desamparadas, a una salud
vergonzante, a un transporte urbano zoológico, un sistema de pensiones
miserables, y a una tan vasta como inexpugnable red de conspiraciones secretas
para esquilmarla, mediando un miserable sueldo.
Cuando el capitalismo no mata por la
explotación inmisericorde, lo hace por la bala del custodio uniformado. Y ahora
por estas calamidades de las que no se va a saber nunca qué venenos diseminó en
esos barros metalizados causantes de cánceres y malformaciones.
Las razones de Estado, herramienta de
sinvergüenzas y criminales, ocultarán
más que el lodazal, la verdad de
la tragedia.
Sin olvidar que el sistema no es un ente vivo por sí mismo, sino que depende de nosotros, por lo que somos en parte responsables de mantenerlo vivo con nuestra codicia, nuestro egoísmo, nuestra falta de solidaridad y de empatía.
ResponderEliminarSi el individuo cambia, el sistema cambia, o incluso muere, los que lo controlan hacen todo lo posible porque no queramos cambiar, pero en última instancia depende de nosotros.
Salud!
¿Quién puede negar la necesidad de la autocrítica? Pero conviene no meter en el mismo saco a víctimas y verdugos, porque así propiciamos la coartada "filosófica" de éstos.
EliminarSalud!
Me ha saltado el antivirus con la foto de Rato. El capitalismo es el fruto de años de evolución que hace que el hombre tenga la mania de acaparar más de lo que es necesario, así hay gente que acumula recursos como si fuese a vivir 100.000.000 de años y saben que van a morir, porque lo saben, pero reniegan de esa verdad indiscutida e indiscutible.
ResponderEliminarQuizás cuando el hombre se de cuenta que es una "mierda universal" una pequeña partícula del cosmos que morirá en un espacio de tiempò relativamente pequeño, quizás entonces descubrirá que la verdadera felicidad es que tener gente feliz a tu lado y que si lo que se gastan en vigilancias privadas lo hiciesen en repartir y generar trabajos a su alrededor, no les hace falta tanta vigilancia, ni tanta milonga y cuesta lo mismo. Hay que ser muy cretino pensar que puedes vivir rodeado de riqueza en un mundo pobre y que eso no tendrá consecuencias en un plazo corto o medio, pero muy cretino
Dice Stéphane Hessel que "actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. Ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos".
EliminarNo son unos cretinos, ¡son unos criminales hijos de puta!
En la última foto pondría "estos" con minúscula. No se merecen mayúsculas.
ResponderEliminarsalut
La foto no era mía, pero he encontrado otra sin leyenda. Solucionado.
EliminarSalut!
Descripción completa.
ResponderEliminar...o casi.
EliminarEl capitalismo y la posesión están demasiado enquistados en la sociedad global. Ni en un desierto, polo o selva te libras de pagar impuestos. Estamos todos tan cojidos por las cadenas que eleban el capital que cualquier movimiento en cualquier dirección es mala.
ResponderEliminarLas madres que trabajan en las maquilas tienen que alimentar a sus hijos, y si son despedidos o pierden el salario de un solo día no podrán.
Las personas que no tienen esos lazos con el capital son alienadas y no quieren o no pueden, podemos, organizarnos.
Para mi hemos llegado hasta este momento por que de un modo y otro lo hemos permitido, y hablo por mi.
Salud!
'Global', compañero, es un eufemismo con el que el neoliberalismo pretende eludir el ácido término apropiado: imperialismo. O dicho en términos leninistas, la fase superior del capitalismo.
EliminarEs por tanto, para la mayoría de la población, un no permitido sino IMPUESTO sistema de dominación.
Salud!
Estado y Capital dos caras de la misma moneda criminal. Y en medio de esa vorágine estamos.
ResponderEliminarSalud!